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Assar Lindbeck**
*Este ensayo corresponde a la segunda parte del libro The Political Economy
of the New Left, publicado por el autor en 1977. La traducción se basa en la edición
publicada por Harper & Row Publishers (Nueva York) en 1977 y ha sido debidamente
autorizada.
la Nueva Izquierda cuando afirma que "la existencia de esta masa enorme de
burocracia (en la URSS) reduce el fondo de consumo de los productores y,
también, desvía una fuerte porción del excedente social hacia consumo
improductivo... La arbitrariedad y tiranía de la burocracia, pesan en forma
cada vez más intolerable sobre la masa de trabajadores".1 Es posible argu-
mentar con solidez, ya sea contra los mercados o los sistemas administrativos,
pero si estamos contra ambos nos topamos con un problema: si eliminamos la
fuerza física, difícilmente se encontrará un tercer método para asignar recur-
sos y coordinar decisiones económicas. Por supuesto, tanto los mercados
como los procedimientos administrativos pueden adoptar muchas formas
diferentes: los mercados pueden ser más o menos competitivos y los procedi-
mientos administrativos más o menos centralizados, con cierta toma de
decisiones por votación, etc.
Obviamente, muchos adherentes de la Nueva Izquierda no se sienten
aproblemados cuando se sitúan tanto contra los mercados como contra la
burocracia. Y unos pocos, ciertamente, han evitado el dilema ya sea mediante
la elección de mercados o eligiendo la planificación administrativa central
(como es el caso de los adherentes más tradicionales del modelo soviético).
Sin embargo, creo que es justo decir que la mayoría de los seguidores de la
Nueva Izquierda, jamás han encarado el hecho de que debemos tener algún
mecanismo para: 1) obtener información sobre preferencias; 2) asignar recur-
sos a diferentes sectores de acuerdo con dichas preferencias; 3) decidir las
técnicas de producción que se usarán; 4) crear incentivos para economizar en
el uso de recursos, invertir y desarrollar nuevas tecnologías; y finalmente, 5)
coordinar las decisiones de millones de empresas y hogares individuales con
el fin de hacerlas coherentes, de manera que cada industria produzca efectiva-
mente aquellas cantidades que son deseadas no sólo por los hogares, sino
también por empresas que producen millones de otros productos.
En una economía sin mercado o sólo con mercados mínimos, se
requiere, por parte de los planificadores centrales, una cantidad enorme de
información detallada. Se necesita información tanto de las posibilidades de
producción para todos los diferentes productos (tasas marginales de transfor-
mación entre cualquier par de productos) como de los gustos, esto es, las
funciones de preferencia de los consumidores (tasas marginales de sustitu-
ción). Sobre la base de tal información, un supercomputador hipotético
podría, en teoría, crear un programa para una óptima asignación de los
recursos. Si, por otro lado, las propias autoridades deciden acerca de la
1
Emest Mandel, Marxist Economic Theory, 2 vols. (Nueva York: Monthly
Review Press, 1968), 2: 598.
106 ESTUDIOS PÚBLICOS
2
Ver Assar Lindbeck, "On the Efficiency of Competition and Planning" en
Richard Portes, ed.: Planning and Market Relations, Asociación Económica Interna-
cional (Londres: MacMillan, 1971).
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 107
3
Paul Baran, The Political Economy of Growth (New York: Monthly Review
Press, 1968), p. XVII.
4
lbid., p. 42,
5
Ver por ejemplo, Mandel, 2: 608.
108 ESTUDIOS PÚBLICOS
6
Paul Sweezy, "Replay to Charles Bettleheim", Monthly Review (Marzo,
1969).
7
Paul Sweezy y Paul Baran, Monopoly Capital (Nueva York: Monthly Re-
view Press, 1968), p. 337.
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 109
8
Marcuse, p. 6.
9
En el contexto de la terminología de la teoría económica, podríamos decir que
la versión más decidida de esta posición es una nueva forma de la celebrada Ley de
Say, de acuerdo a la cual "la oferta crea su propia demanda". Sin embargo, mientras se
invoca que la Ley de Say se mantiene para la economía, como un todo, la Nueva
Izquierda parece, de acuerdo con esta "decidida" interpretación, aplicar la Ley de Say
a los productos individuales y empresas individuales. Se dice que las empresas están
posibilitadas con relativa facilidad (esto es, a bajo costo), de crear mercados para
cualquier producto que decidan producir. No está claro, entonces, cómo un número de
autores de la Nueva Izquierda o de aquellos que los han inspirado (por ejemplo, Baran
y Sweezy) pueden al mismo tiempo creer que existe una tendencia permanente en las
sociedades capitalistas a que la demanda agregada suba más lentamente que la oferta,
causando tendencias permanentes al desempleo y el estancamiento, esto a pesar de las
presuntas habilidades de las empresas individuales para "crear" la necesaria demanda
para sus productos. La "incoherencia" podría ser menor, sin embargo, si se hace una
interpretación más "débil" de la tesis, esto es, diciendo que solamente algunas
industrias y empresas tienen esta habilidad para crear la necesaria demanda. Pero,
entonces, ¿por qué estas empresas no eliminan a todas las otras del mercado?
112 ESTUDIOS PÚBLICOS
disponible también sugiere que una gran fracción de los productos nuevos que
son realmente lanzados en los mercados fracasan, a pesar de extensos y a
menudo adelantados estudios de mercado. Un comentario muy usual en la
literatura es que entre un tercio y la mitad de todos los producto que se ponen
en el mercado son considerados como fracasos por las empresas patrocinan-
tes, en el sentido que ellas retiran el producto del mercado antes de un año.
Entre los productos considerados por la administración como "éxitos técni-
cos" sólo unos pocos, posiblemente diez a veinte por ciento, sobreviven a los
estudios de mercado y las pruebas de prelanzamiento, y de esta manera se
lanzan comercialmente. Las cifras de tasas de mortalidad de nuevas empresas
disponibles también indican que una fracción importante —quizás tanto como
la mitad de los nuevos negocios— van a la quiebra antes de un año. (Puede
sostenerse que estas empresas son principalmente pequeñas, con una limitada
habilidad para influenciar las preferencias. Por otra parte, los estudios dispo-
nibles indican que rendimientos a escala decrecientes para la publicidad
ocurren a un nivel de gasto más bien bajo). 11
Aun cuando estos estudios no sean muy rigurosos, los resultados no
parecen apoyar una hipótesis fuerte sobre los poderosos efectos de la propa-
ganda en la composición total del consumo. Por otro lado, la publicidad puede
tener efectos sustanciales en cómo el consumo de cierto tipo de producto se
divide entre distintas marcas, aunque los efectos de la propaganda de empre-
sas individuales hasta cierto punto se compensan para el mercado como un
todo. También parece que, en la mayoría de los países estudiados, el patrón
del gasto del consumidor, se relaciona en gran medida de la misma forma con
el ingreso y los precios relativos, a pesar de las diferencias en la estructura de
producción doméstica y el volumen y técnica de propaganda.12 La situación
es, por supuesto, diferente en países tales como la Unión Soviética, donde el
Gobierno decide sobre el abastecimiento de productos, independientemente
de la situación de demanda. Sin embargo, las impresionantes colas para,
11
Para bibliografía de la literatura de este campo, ver "New Product Develop-
ment under Sale". Small Businees Administration, 4 (1963); y P. Doyle, "Economic
Aspects of Advertising: A Survey", Economic Journal (1968), pp. 570-602. Ver
también Booz, Alien y Hamilton, INC., Management of New Products (New York,
1966).
12
Ver por ejemplo: T. Watanable, "A Note on the International Comparison of
Private Consumption Expenditure". Weltwirtschaftliches Archiv, band 88 (1962); y
M.S. Houthakerry L.D. Taylor, Consumer Demand in the United States, 1929-1970
(Cambridge, Mass: Harvard University Press, 1966). También ver referencia en
Edwar F. Denison y J.E. Poullier, Why Growth Rotes Differ: Postwar Experience in
Nine Western Countries (Washington D.C.: Brookings Institution, 1967), Cap. 17.
114 ESTUDIOS PÚBLICOS
13
André Gorz, Strategy for Labor (Boston: Beacon Press, 1967), p. 94.
116 ESTUDIOS PÚBLICOS
l4
Marcuse, p. 49.
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 117
marxista del Estado, debe sonar seguramente algo paradojal a los partidos
laboristas de Europa Occidental, los que, aunque a menudo con la oposición
de la parte más adinerada de la población, contribuyeron al establecimiento
del Estado Benefactor moderno. Es, a veces, impactante cómo se parecen
algunas críticas de la Nueva Izquierda al Estado Benefactor, a los temores de
la Derecha Conservadora de que el aumento del poder de las autoridades
públicas terminaría con la libertad individual. Esta convergencia parcial de la
Nueva Izquierda con la Derecha Conservadora parece, sin embargo, ser más
característica de la situación norteamericana que europea. La antipatía hacia
el gobierno es tan fuertemente compartida por la extrema derecha (libertaria),
y parte de la Nueva Izquierda, que ambas líneas se juntan en un círculo,
encontrándose los extremos. De esta manera, un escritor anónimo de la
escuela del laissez-faire de Chicago podría, usando el estilo pomposo de la
Nueva Izquierda, salpicado de palabras groseras, dar la imagen de ser autor de
un libro de la Nueva Izquierda. 15
La crítica de la Nueva Izquierda al Estado Benefactor puede ser
también, hasta cierto punto, una herencia del clásico dilema del socialismo
revolucionario, donde siempre ha tendido a existir un conflicto entre las
perspectivas a corto y largo plazo. Si se establece un Estado Benefator dentro
de la sociedad capitalista, y, a través de ello se eliminan muchas de las
injusticias e inseguridades, ¿cómo puede crearse un clima propicio para el
derrocamiento del sistema en el largo plazo?
15
Ver Angus Black, A Radical's Guide to Economic Reality (New York: Holt
Rinehart and Winston, 1970). Este folleto, que a primera lectura parece de izquierda y
radical —en alguna parte del ala anárquica de la Nueva Izquierda— revela gradual-
mente ser del credo de Milton Friedman.
118 ESTUDIOS PÚBLICOS
más deberíamos favorecer los sistemas de mercado. Esta relación entre los
sistemas de mercado y la descentralización significa que una buena parte de la
discusión en la sección previa es aquí relevante, por lo que es posible ser ahora
bastante breve.
Cuando los economistas propician una gran confianza en los sistemas
de mercado descentralizados con empresas que compiten, generalmente men-
cionan los altos costos para reunir y procesar la información en sistemas
altamente centralizados, comparados con aquellos de los sistemas de mercado
(en los cuales, los cambios de precios y cantidades demandadas transmiten la
información necesaria a los productores y consumidores). Los economistas,
algunas veces, también han sugerido que, en sistemas basados en procesos
administrativos centralizados, algunos tipos de información no distorsionada
pueden ser virtualmente imposibles de obtener a cualquier costo. En lo que
concierne a las preferencias del consumidor esta conclusión se desprende, por
supuesto, directamente de la teoría de la naturaleza subjetiva de las preferen-
cias individuales. Sin embargo, hay también dificultades enormes por el lado
de la producción, debido a la heterogeneidad de los productos y de los
procesos de producción, lo que hace que el conocimiento específico sobre
"tiempo y lugar", sea crucial para las decisiones racionales y, por lo tanto,
para la eficiencia económica.
Estas circunstancias constituyen una gran dificultad no solamente para
la determinación centralizada de los flujos de bienes en sistemas que no son de
mercado ("economías dirigidas"), sino también para los precios determinados
centralmente (como en el bien conocido modelo de Oscar Lange para "socia-
lismo de mercado"). En este último sistema, la determinación centralizada de
los precios requiere conocimiento y control de las calidades del producto
individual; de otra manera, los productores tanto de bienes de consumo como
de producción pueden siempre bajar la calidad de los productos, cuyos precios
son determinados centralmente, como de hecho ha sucedido en la mayoría de
los países durante los períodos de control de precios.
Una consecuencia importante de estas observaciones es, en mi opi-
nión, que son bastante limitadas las posibilidades que tienen las compu-
tadoras, de reemplazar a la competencia descentralizada en el manejo de la
información en los mercados, y de aproximarse a asignaciones óptimas. Esto
se produce porque los sistemas de información que usan instrumentos distin-
tos a los precios determinados por los mercados, son ineficientes en comuni-
car tan complicados mensajes como preferencias, calidad de los productos, y
descripciones de los procesos de producción. Es aún más obvio, por supuesto,
que los computadores no pueden reemplazar a los mercados en generar
información (sobre las preferencias del consumidor y la tecnología de produc-
ción), y en crear incentivos para una operación eficiente conforme a las
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l6
Ver, Lindbeck, "On the Efficiency of Competition and Plaining".
l7
Mandel, 2: 631.
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 121
18
Sweezy, "Replay to Charles Bettleheim".
122 ESTUDIOS PÚBLICOS
l9
Véase, por ejemplo, Mandel, 2: 644-680; Gorz, pp. 40-50.
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 123
20
Incluso Sweezy ha aludido a esta visión de la "propiedad pública", aunque
para un sistema en el cual las decisiones económicas hayan sido descentralizadas la
administración de las empresas y los recursos son asignados de una manera considera-
ble por la "presión impersonal del mercado": "bajo estas circunstancias la forma
jurídica de la propiedad del estado tiende crecientemente a carecer de sentido y el poder
real sobre los medios de producción, que es la esencia del concepto de propiedad, recae
sobre las manos de la élite empresarial" (Sweezy, "Replay to Charles Bettleheim").
126 ESTUDIOS PÚBLICOS
que de hecho fueran los propietarios de las fábricas de aviones (como lo son
hasta cierto punto en Francia y Gran Bretaña). Ejemplos similares de simbio-
sis emergente entre gobierno e industria pueden encontrarse fácilmente en
otros países, incluso en los Estados Unidos: la participación del gobierno
norteamericano en la regulación de la industria del petróleo, en los stocks de
inventarios de varias materias primas, energía atómica, misiles, cohetería,
sistemas de comunicación vía satélite, son algunos casos. En estos aspectos es
persuasiva la idea de Galbraith de una "tecnoestructura" unificada.
Hay sin duda, conciencia entre la Nueva Izquierda de los riesgos
inherentes de una concentración del poder en las economías nacionalizadas,
como se expresa en su simpatía por la descentralización y en su critica al
sistema soviético. Esto es válido, tanto para los problemas internos como de
política externa. En la literatura más tradicional de la izquierda de orientación
marxista, por el contrario, a menudo se niegan categóricamente los riesgos.
Baran y Svveezy simplemente han declarado que "el militarismo y la conquista
son completamente ajenos a la teoría marxista, y que una sociedad socialista
carece de clases o grupos que, como los grandes capitalistas de los países
imperialistas, estén por una política de subyugación de otras naciones y
pueblos" 21 . Para la gente con conocimiento y experiencia en los aconteci-
mientos posteriores a la Segunda Guerra Mundial en países como Estonia,
Latvia, Lituania, Polonia, el sector oriental de Alemania, Checoslovaquia,
Hungría, Rumania, y Bulgaria, este tipo de aseveraciones son probablemente
difíciles de aceptar.
Aun cuando la teoría marxista del imperialismo, las guerras, y el
racismo, no está dogmáticamente presentada en los escritos de la Nueva
Izquierda, hay claramente una tendencia, siguiendo la tradición marxista, a
argumentar como si la mayoría de las cosas malas en este mundo, incluso el
imperialismo, fuera principalmente el resultado de una estructura particular
de propiedad de los medios de producción, del capitalismo privado. Según
Mandel, por ejemplo, la planificación socialista podría, en el largo plazo,
lograr "la eliminación de la economía de mercado, las clases, las desigualda-
des sociales, el Estado, y la división del trabajo".22
Personalmente, siento que la correlación entre la estructura de propie-
dad, por un lado, y las condiciones políticas y sociales, por el otro, es en
realidad bastante vaga. Las sociedades preindustriales y precapitalistas cierta-
mente se han caracterizado por militarismo, política exterior agresiva e
21
Baran y Sweezy, p. 186.
22
Mandel, 2:637.
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 127
23
Mandel, 2:672.
130 ESTUDIOS PÚBLICOS
Tal como los economistas han tratado de demostrar, es muy difícil en-
contrar un criterio mejor para la eficiencia en la asignación de recursos de
acuerdo a preferencias de consumo dadas, que aquél de producción dirigida
según las perspectivas de ganancia, suponiendo que exista un grado razonable
de competencia, y que la oferta de bienes públicos y el problema de las
externalidades se tome en cuenta de alguna manera u otra (en la práctica, por
políticas de gobierno). La sencilla razón es, por supuesto, que las ganancias
son una medida de la diferencia entre el valor del resultado de la producción y
el valor de los recursos productivos usados. También ha sido difícil encontrar
incentivos más adecuados para moverse en la dirección de una asignación
eficiente de recursos, y mejorar la técnica de producción y las calidades del
producto.
Las mismas observaciones yacen detrás de las nuevas tendencias en la
Europa Oriental y en la Unión Soviética para hacer de la maximización de
ganancia la meta principal, o una de las más importantes, de las empresas
individuales en el creciente sistema de mercado descentralizado que parece
surgir en algunos de estos países. Una parábola de la agricultura soviética
ilustra este punto. El trabajo del campo fue primeramente compensado en
proporción a la superficie arada y sembrada. Como consecuencia, la arada fue
hecha en forma más rápida que cuidadosa, y la distancia entre cada semilla era
mayor. Para mejorar la eficiencia, las autoridades decidieron pagar en propor-
ción a la producción de la tierra, con el resultado de que los agricultores
usaron todos los factores de producción que pudieron obtener, mientras dicha
producción aumentara sin importar los costos comprometidos. Para darle a los
agricultores un incentivo para economizar, esto es para equilibrar la produc-
ción y los costos, las autoridades tuvieron, entonces la idea de pagarles a base
de la diferencia entre el valor del producto y los costos de producción. Por
supuesto, esta diferencia no es más que la ganancia. Aunque cuando esta
parábola no es una descripción auténtica de cómo se redescubrió el lucro en la
Unión Soviética, probablemente proporciona intuitivamente el porqué el
nivel de ganancia de las empresas es importante como criterio, y como
incentivo de la eficiencia dentro de las empresas.
Los nuevos desarrollos económicos en la Europa Oriental, particu-
larmente la restitución de mercados y el lucro, no son generalmente bien
acogidos en la literatura de la Nueva Izquierda. En este sentido, la Nueva
Izquierda puede caracterizarse más bien como heredera "pura" de la teoría
marxista del valor, debido a su actitud critica hacia las ganancias, aun en
sociedades donde las ganancias no sean recibidas por dueños de propiedad
privada. De este punto de vista, la tendencia en Europa Oriental (por ejemplo,
en Hungría) de pagar a los administradores bonos sobre las ganancias de las
empresas nacionalizadas, debe ser perturbador, ya que tales pagos son, de
134 ESTUDIOS PÚBLICOS
24
Baran, p. 33.
136 ESTUDIOS PÚBLICOS
mente todos aquellos que vivimos en los países ricos, tanto asalariados como
capitalistas —conclusión que molestaría a un partidario de la teoría marxista
de la explotación. En segundo lugar, la conclusión de que podríamos evitar la
explotación de los países subdesarrollados, dejando de importar sus produc-
tos, es también perturbadora, particularmente en la medida que la Nueva
Izquierda a menudo critica severamente las cuotas y tarifas a las exportaciones
de los países subdesarrollados a base de que sus posibilidades de exportación
se malogran de esta manera.
Un no marxista preocupado de estos problemas parece tener una
posición intelectualmente más flexible; puede "simplemente": eliminar las
tarifas y cuotas a las exportaciones de los países subdesarrollados, promover
la creación de un sistema de impuestos y transferencias internacionales para
lograr una redistribución de ingreso desde los países ricos a los pobres (de la
misma forma que se ha intentado en algunos países ricos), y dar pasos para
asegurar que la mayor ganancia posible de las inversiones en los países
subdesarrollados quede dentro de ellos —por medio de contratos más favora-
bles para compartir la ganancia en el futuro— y por medio de una legislación
que reduzca el riesgo de dominación por las empresas privadas, o por
gobiernos extranjeros (riesgo que apenas puede ser propio de inversiones
privadas).
Competencia
25
Karl Marx y Friedrich Engels, The Comunist Manifesto, en The Essentials of
Marx (New York: Vanguard Press, 1931).
26
Véase, por ej., Mendel, 2:617; Gorz, p. 18.
27
Friedrich Engels, "Principies for Communism", trad. Paul Sweezy, Mont-
hly Review Pamhplet Series (1963).
28
Ver, por ej., Harvey Leibenstein, "Allocative Efficiency vs. X-Efficiency",
The American Economic Review (junio 1966); y los estudios de Arnold Harverser,
Eward Denison y otros.
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 139
estructura de las empresas para explotar los rendimientos a una escala más
completamente.
Pienso que esta teoría de asignación estática es útil, principalmente,
como un método para comprender y definir el significado de "lo óptimo" y
para mostrar cómo grandes distorsiones en los precios relativos (comparados
a los costos de oportunidad) —distorsiones mayores, de hecho, de las que
parecen prevalecer en la mayoría de las economías capitalistas desarrolladas,
fuera de la agricultura, bienes públicos y el entorno— pueden ocasionar altos
costos a la economía. Sin embargo, la mayoría de los economistas en el
campo del análisis de asignación y organización industrial, probablemente
argumentarían que la competencia es más dinámica —que la competencia de
algún tipo (ya sea perfecta, oligopólica, o monopólica) entre al menos un
puñado de empresas, crea los incentivos para innovaciones ahorradoras de
recursos, desarrollo de productos, y reducciones de costo, en general. Esto
significa que lo importante es probablemente, no si hay competencia perfecta
—con empresas individuales incapaces de influenciar los precios— sino si
existe competencia de alguna especie (excepto cuando hay fraude, rebaja de
precios abusivos, etc.) estimulando, de esta manera, la eficiencia, la innova-
ción, y los ajustes a las preferencias del consumidor.29 Personalmente, estoy
bastante convencido que es este el aspecto importante de la competencia.
Estoy, por ejemplo, bastante impresionado al ver cómo los cambios de rutina
dentro de las empresas —cambios que se ven como imposibles al principio—
se implementan repentinamente, si una situación competitiva presiona a las
empresas para hacerlo.
La mayoría de los economistas pueden probablemente dar muchos
ejemplos de empresas cuya eficiencia aumentó como resultado de una presión
competitiva creciente. A menudo, particularmente en los países pequeños, se
puede esperar que tal presión provenga de una competencia internacional más
que de otras empresas domésticas, especialmente en sectores donde rendi-
mientos a escala considerables han dado cabida a un número muy pequeño de
empresas domésticas. Muchos estudios microeconómicos sistemáticos de
casos, han informado también acerca de las formas cómo las empresas han
permitido que aumentaran los costos por unidad de producto, cuando las
ganancias son altas, y cómo el aumento de la tasa de productividad se acelera
cuando las ganancias disminuyen. 30 También creo, aunque esto puede ser
29
Ver, por ej., Joe S. Bain, Industrial Organization, 2a Ed. (New York: John
Wiley and Sons, 1968), Caps. 10-11.
30
Véase, por ejemplo, Leibenstein.
140 ESTUDIOS PÚBLICOS
que una economía competitiva requiere de una fuerte intervención del gobier-
no para quebrar los monopolios, los carteles, y formas similares de colusión
entre las empresas. Los empresarios son a menudo poderosos partidarios de la
competencia en todos los campos, excepto el propio.
Estos argumentos no son, por cierto, muy importantes para aquellos
que rechazan la competencia entre empresas, fundamentalmente en el terreno
moral, y tienen menos importancia aún, para los de la Nueva Izquierda que ya
miran el nivel de consumo presente como muy alto. Los economistas, y otros
cientistas sociales tienen muy poco que decir en esta materia, sobre la
competencia versus cooperación como forma de vida, esto es, acerca de los
efectos psicológicos y físicos en el individuo. Posiblemente, la competencia
entre individuos, más que entre las empresas, no se logra sin ciertos costos
humanos, tanto para aquellos que lo hacen mal como para los con éxito en la
carrera de la competencia. Por ejemplo, en años recientes ha habido una
creciente preocupación en muchos países (tal como en Escandinavia) acerca
de problemas de adaptación de seres humanos conectados con una acelerada
tasa de cambio estructural, relacionada de cerca, a su vez, con la creciente
competencia internacional. Sin embargo, probablemente prevalece la compe-
tencia entre los individuos, no sólo en los sistemas económicos con empresas
competidoras, sino también en jerarquías administrativas, como también
entre individuos pertenecientes a partidos políticos. Es igualmente interesante
notar, que cuando las personas pueden hacer lo que quieren, esto es, en su
tiempo libre, en una gran medida lo hacen en busca de juegos competitivos,
tales como deportes y juegos sociales.
No obstante, una sociedad sin (o con un mínimo) de competencia,
debe igualmente enfrentar serios problemas en las relaciones humanas, aparte
de la posibilidad de una baja eficiencia y la relativamente pobre calidad de los
productos y servicios. Por ejemplo, debe ser difícil encontrar criterios aparte
del de capacidad (que de hecho implica competencia) por el cual asignar mano
de obra a diferentes clases de trabajos, sin utilizar métodos tales como
loterías, órdenes arbitrarias de las autoridades superiores, o variadas clases de
nepotismo —fenómeno que también debe ser frustrante para una cantidad de
individuos. Mientras más se borren los límites entre las clases sociales en una
sociedad y, por lo tanto, más abierta sea la sociedad, mayor será el papel que
probablemente le corresponda a la competencia entre los individuos de los
diferentes trabajos. En una sociedad en la cual todos obtienen su posición por
herencia o tradición, puede esperarse que la competencia por los diferentes
trabajos sea muy pequeña. Y, contrariamente, una "sociedad sin clases", sin
discriminación basada en la raza o en antecedentes familiares, se podría
esperar que fuese bastante competitiva.
142 ESTUDIOS PÚBLICOS
31
John Galbraith, en The Affluente Society (Boston: Houshton Mifflin, 1958),
simultáneamente envuelve ambas versiones de la teoría del sobreconsumo, aunque sin
hacer distinción entre ellas.
32
Leo Huberman y Paul Sweezy "Socialism is the only answer" Monthly
Review Pamhpet Series 1951).
33
Mandel, 2:616.
144 ESTUDIOS PÚBLICOS