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ENSAYO

LA CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA


A LA ECONOMÍA ACTUAL*

Assar Lindbeck**

Gran parte del pensamiento emocional e intelectual de la Nueva Izquierda arranca de la


observación de la pobreza en los países subdesarrollados, y de la creencia de que, en
una medida considerable, ésta es causada por la opulencia de los países ricos y por las
actividades de las empresas capitalistas en los países desarrollados. Lindbeck abre una
pregunta para lo anterior al interpretar e investigar las ideas económicas de la Nueva
Izquierda, contribuyendo así al campo de los sistemas económicos comparados. El
"Mercado", al cual se opone la mayoría de la Nueva Izquierda, y su relación con la
descentralización, la propiedad privada, los incentivos materiales, la competencia, y
el desarrollo económico es analizado extensamente. Junto con ello, el autor profundiza
en los argumentos de la Nueva Izquierda, sosteniendo la debilidad teórica y empírica
de los mismos.

VoIvemos ahora a la parte fundamental de la economía política de


la Nueva Izquierda, a su crítica del actual orden económico y a sus propuestas
de cambio económico y social. Se plantearán tres interrogantes: Primero:
¿Cuáles son las ideas y sugerencias económicas de la Nueva Izquierda?
Segundo: ¿Tienen algún sentido? Y Tercero: ¿Qué problemas están envueltos

*Este ensayo corresponde a la segunda parte del libro The Political Economy
of the New Left, publicado por el autor en 1977. La traducción se basa en la edición
publicada por Harper & Row Publishers (Nueva York) en 1977 y ha sido debidamente
autorizada.

**Profesor e Investigador, Instituto de Estudios Económicos Internacionales,


Universidad de Estocolmo.
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en estas ideas y sugerencias? La presente exposición puede ser considerada


como un intento de echar una mirada en las ideas de la Nueva Izquierda desde
la perspectiva de la teoría económica.
Parece apropiado organizar el análisis en seis categorías, correspon-
diente cada una a un aspecto clásico del análisis económico:

1. La elección entre mercados y procesos administrativos formalizados


("burocracia") como un medio de asignación de recursos.
2. La elección entre centralización y descentralización en el proceso de
toma de decisiones.
3. La elección entre propiedad privada, pública y colectiva de los medios
de producción.
4. Hasta qué punto debemos depender de incentivos materiales, tales
como ganancia y diferencias salariales.
5. La elección entre competencia y cooperación (o colusión) entre em-
presas e individuos.
6. El significado de "desarrollo económico".
Debe hacerse hincapié en que la discusión siguiente se refiere princi-
palmente a problemas en países más bien altamente desarrollados con un
sector industrial bastante complejo. Lo que se discutirá aquí son las ideas de la
Nueva Izquierda acerca de las sociedades de este tipo. No obstante, es
importante comprender que gran parte de la inspiración emocional e intelec-
tual de un pensamiento de la Nueva Izquierda arranca de la observación de la
pobreza en los países subdesarrollados, y de la creencia de que, en considera-
ble medida, esta pobreza es "causada" por la opulencia de los países ricos, y
por las actividades de las empresas capitalistas en los países subdesarrollados,
creencia bastante difícil de aprobar o desaprobar.

Mercado versus Procesos Administrativos


Formalizados ("burocracia")

Un rasgo característico del movimiento de la Nueva Izquierda es que


la mayoría de sus adherentes se oponen frecuentemente al mercado. En la
literatura de la Nueva Izquierda, el sistema de mercado es denunciado como
primitivo, ineficaz, caótico, antisocial, injusto y básicamente inmoral.
El problema con esta posición es que muchos de los autores de la
Nueva Izquierda en este campo se oponen fuertemente también a la burocra-
cia, esto es, a procedimientos administrativos jerarquizados y formalizados.
Por ejemplo, la burocracia en la Unión Soviética es a menudo criticada en la
literatura de la Nueva Izquierda. Ernest Mandel es bastante representativo de
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la Nueva Izquierda cuando afirma que "la existencia de esta masa enorme de
burocracia (en la URSS) reduce el fondo de consumo de los productores y,
también, desvía una fuerte porción del excedente social hacia consumo
improductivo... La arbitrariedad y tiranía de la burocracia, pesan en forma
cada vez más intolerable sobre la masa de trabajadores".1 Es posible argu-
mentar con solidez, ya sea contra los mercados o los sistemas administrativos,
pero si estamos contra ambos nos topamos con un problema: si eliminamos la
fuerza física, difícilmente se encontrará un tercer método para asignar recur-
sos y coordinar decisiones económicas. Por supuesto, tanto los mercados
como los procedimientos administrativos pueden adoptar muchas formas
diferentes: los mercados pueden ser más o menos competitivos y los procedi-
mientos administrativos más o menos centralizados, con cierta toma de
decisiones por votación, etc.
Obviamente, muchos adherentes de la Nueva Izquierda no se sienten
aproblemados cuando se sitúan tanto contra los mercados como contra la
burocracia. Y unos pocos, ciertamente, han evitado el dilema ya sea mediante
la elección de mercados o eligiendo la planificación administrativa central
(como es el caso de los adherentes más tradicionales del modelo soviético).
Sin embargo, creo que es justo decir que la mayoría de los seguidores de la
Nueva Izquierda, jamás han encarado el hecho de que debemos tener algún
mecanismo para: 1) obtener información sobre preferencias; 2) asignar recur-
sos a diferentes sectores de acuerdo con dichas preferencias; 3) decidir las
técnicas de producción que se usarán; 4) crear incentivos para economizar en
el uso de recursos, invertir y desarrollar nuevas tecnologías; y finalmente, 5)
coordinar las decisiones de millones de empresas y hogares individuales con
el fin de hacerlas coherentes, de manera que cada industria produzca efectiva-
mente aquellas cantidades que son deseadas no sólo por los hogares, sino
también por empresas que producen millones de otros productos.
En una economía sin mercado o sólo con mercados mínimos, se
requiere, por parte de los planificadores centrales, una cantidad enorme de
información detallada. Se necesita información tanto de las posibilidades de
producción para todos los diferentes productos (tasas marginales de transfor-
mación entre cualquier par de productos) como de los gustos, esto es, las
funciones de preferencia de los consumidores (tasas marginales de sustitu-
ción). Sobre la base de tal información, un supercomputador hipotético
podría, en teoría, crear un programa para una óptima asignación de los
recursos. Si, por otro lado, las propias autoridades deciden acerca de la

1
Emest Mandel, Marxist Economic Theory, 2 vols. (Nueva York: Monthly
Review Press, 1968), 2: 598.
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"canasta" deseada de producto final (sin interesarse en conocer y complacer


las preferencias "subjetivas" del consumidor) tendría que, por supuesto,
recolectarse información, sólo sobre los procesos de producción. Una óptima
asignación de recursos podría entonces teóricamente lograrse, por ejemplo,
con la ayuda de un "modelo de actividad" y un supercomputador con "precios
sombras" para factores de producción como subproducto de la solución.
Realmente, ambas alternativas tienen que ser consideradas como
tareas formidables, no sólo por la capacidad limitada de los computadores
existentes y concebibles, sino también, y sobre todo, por las dificultades
inherentes en recolectar y coordinar en un lugar información actualizada
acerca de procesos de producción alternativos para millones de productos
distintos. Estas dificultades tendrán que enfrentarse, ya sea que se utilicen
colas, libretas de racionamiento, o mercados de equilibrio para distribuir entre
las familias la canasta total de bienes de consumo centralmente determinada.
Debido a la información inadecuada sobre preferencias y costos de produc-
ción como también por la falta de incentivos, deberíamos de esperar: propor-
ciones no óptimas de factores, mantención no óptima de inventarios, ausencia
de criterios eficientes en la inversión y la consecuente mala asignación del
stock de capital, como igualmente un deficiente ajuste en la calidad de los
productos y servicios a los deseos de los consumidores. Esta expectativa
parece completamente coherente con la evidencia empírica de la Unión
Soviética y Europa Oriental. De hecho, ha sido difícil en estos países, incluso,
la obtención de una razonable coherencia en las relaciones insumo-producto,
y parece que la lucha por conseguir esa coherencia ha ensombrecido, a
menudo completamente, los intentos para alcanzar una eficiente y aproxima-
damente óptima asignación de los recursos, incluida la elección de la calidad
del producto.2
En lo que las economías fuertemente centralizadas parecen haber sido
más exitosas, es en la movilización de recursos subutilizados y en la manten-
ción de una baja participación del consumo en el PNB con el objeto de
incrementar la tasa de acumulación de capital.
La necesidad de especificar un mecanismo para cumplir todas estas
funciones es desdeñada también por los autores más conocidos que han
inspirado a la Nueva Izquierda. En lugar de enfrentar el problema, proponen
habitualmente formulaciones tales como éstas, de Paul Baran: "Puede desa-
rrollarse una sociedad en la cual el individuo sería formado, influenciado y

2
Ver Assar Lindbeck, "On the Efficiency of Competition and Planning" en
Richard Portes, ed.: Planning and Market Relations, Asociación Económica Interna-
cional (Londres: MacMillan, 1971).
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educado... por un sistema de producción racionalmente planificado para ser


usado, por un universo de relaciones humanas determinado por, y orientados
hacia la solidaridad, la cooperación, y la libertad".3 Como dice también
Baran, el uso óptimo de recursos en una economía planificada "representa el
considerado juicio de una comunidad socialista guiada por la razón y la
ciencia".4 Otros han comentado simplemente que la producción debe ser
dirigida hacia las "verdaderas" necesidades del individuo y no hacia los
deseos expresados en el mercado.5 Tales formulaciones son típicas de lo que
encontramos en la literatura de la Nueva Izquierda acerca de los problemas de
asignación. La Sagrada Biblia transmite casi tanta información sobre criterios
para la asignación de recursos en una economía, en la cual se asume que la
información no es proporcionada en los mercados por las decisiones de gasto
de los propios consumidores, y donde las decisiones no se coordinan por la
competencia en los mercados. En parte alguna nos dicen cómo encontrar las
"verdaderas necesidades" para bienes de consumo. Y qué criterio debería ser
usado para el sector exportador (que constituye más de la mitad del sector
manufacturero en muchas economías europeas): ¿las "verdaderas necesida-
des" de los extranjeros?
Para el "ala anarquista" de la Nueva Izquierda, presumiblemente la
idea consiste en que las decisiones económicas deberían adoptarse más o
menos de la misma manera como lo hace una familia democrática en una
economía primitiva de subsistencia. El ideal parecería ser cierto tipo de
"democracia concejal", en la cual se supone que uno convence a otro, o en la
que las decisiones se toman por votación general. Es posible que dicho
modelo pudiera funcionar en una sociedad agraria compuesta de un cierto
número de economías más o menos aisladas, a lo Robinson Crusoe. Sin
embargo, estamos viviendo en una sociedad industrial, y las complejidades
inherentes al proceso de producción e intercambio, no sólo exigen la especia-
lización dentro de cada empresa, sino también presuponen que la información
se obtiene considerando los deseos de millones de individuos, al margen de
las instituciones productoras de decisiones separadas y, por último, requieren
que se coordinen y tengan coherencia miles de millones de decisiones,
mediante millones de unidades diferentes. En un sistema de este tipo, las
únicas alternativas apropiadas que conocemos son la planificación adminis-

3
Paul Baran, The Political Economy of Growth (New York: Monthly Review
Press, 1968), p. XVII.
4
lbid., p. 42,
5
Ver por ejemplo, Mandel, 2: 608.
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trativa central y los mercados; o mejor dicho, varias combinaciones de estos


métodos.
En relación con esta falla en el pensamiento de la Nueva Izquierda,
está la noción de que la burocracia en la Unión Soviética debe considerarse
como casi un accidente desafortunado, producido por los deseos de los
mismos demócratas, y por las idiosincrasias de particulares individuos tales
como Lenin o, con mayor frecuencia, Stalin. De hecho, tal como yo compren-
do este aspecto, la vasta burocracia en la Unión Soviética (si bien no necesa-
riamente todos sus métodos) es una consecuencia inevitable del intento de
reemplazar los mercados por decisiones administrativas. Si las decisiones
económicas no están coordinadas por los mercados, tienen que estar coordina-
das por entidades administrativas centrales. Los autores de la Nueva Izquierda
evitan los problemas reales del sistema económico, al no darse cuenta de que
ellos tienen, en realidad, que elegir entre mercados y procedimientos adminis-
trativos centralizados, o diversas combinaciones de ambos métodos.
Entre algunas autoridades individuales de la Nueva Izquierda, se
admite a veces que un sistema de mercado "desgraciadamente" puede ser
necesario durante algún tiempo incluso bajo el socialismo. Un ejemplo de esta
posición es Paul Sweezy: "Sostengo que las relaciones de mercado, que por
supuesto implican moneda y precios, son inevitables bajo el socialismo por un
largo tiempo, pero constituyen un peligro permanente para el sistema, y, a
menos que se les controle y ponga estricto freno, conducirán a la degeneración
y a la regresión".6 Sin embargo, incluso Sweezy parece haber sostenido que
las relaciones de mercado y el intercambio en los mercados deberán, más
tarde, ser eliminados: "la evolución del socialismo hacia el comunismo
requiere una lucha incesante contra el principio [de "intercambio equivalen-
te"] con miras a su reemplazo último por el ideal de cada uno según su
capacidad, a cada uno según sus necesidades".7
La Nueva Izquierda, en general, descuida o no tiene conciencia del
desarrollo de la teoría de planificación socialista inspirada ampliamente en el
modelo Lange-Lerner para un socialismo de mercado descentralizado y que
tuvo su desarrollo durante la década del Treinta. De igual manera, los críticos
de la Nueva Izquierda no han incorporado a su pensamiento el análisis de las
técnicas de planificación económica tanto en los sistemas de mercado socia-

6
Paul Sweezy, "Replay to Charles Bettleheim", Monthly Review (Marzo,
1969).
7
Paul Sweezy y Paul Baran, Monopoly Capital (Nueva York: Monthly Re-
view Press, 1968), p. 337.
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listas, como capitalistas, desarrollado por académicos de la economía tanto


del Este como el Oeste, durante el período de posguerra.
Al respecto, la Nueva Izquierda está, hasta cierto punto, enfrentada al
mismo dilema al que está la facción comunista de la Izquierda Conservadora
que tradicionalmente ha sostenido que la burocracia es, en realidad, un
resultado del sistema de mercado capitalista, de lo cual se infiere que el Estado
"desaparecerá" en la sociedad comunista. Esta noción de que el Estado
"desaparecería" en un sistema en que los recursos ya no estarían asignados por
los mercados, sino de hecho por procesos administrativos públicos, consti-
tuye una de las ideas más desconcertantes en la historia de la doctrina
económica y política.
La creencia de que puede dejarse de lado la necesidad de especificar
un mecanismo para la asignación de recursos, y para la coordinación de
decisiones económicas probablemente se fortalezca, entre quienes lean y
acepten el análisis de John Kenneth Galbraith en The New Industrial State. En
su libro, Galbraith no parece haber considerado necesario explicar el mecanis-
mo mediante el cual las actividades de millones de hogares y empresas
diferentes —o incluso de algunos cientos de enormes corporaciones— se
coordinan en los varios millones de mercados diferentes en que operan. Al
hablar de planificar dentro de las empresas, y después de haber declarado la
muerte del sistema de mercado, Galbraith deja la impresión al lector inocente,
de que una economía caracterizada por la planificación dentro de grandes
empresas es, de hecho, una "economía planificada". En el mundo de Gal-
braith, parecería que no necesitamos ni mercados ni planificación administra-
tiva central. "La Mano Invisible" de Adam Smith es reemplazada por planifi-
cadores centrales invisibles, bautizados como la "tecnoestructura".
Obviamente, en este sentido, los economistas no han tenido mucho
éxito en comunicar a la Nueva Izquierda o al público en general, la necesidad
de algún mecanismo para asignar recursos y coordinar decisiones o una
comprensión del trabajo que el mecanismo de mercado realiza, de hecho, al
respecto. Parecería que el trabajo llevado a cabo por el sistema de mercado se
toma como dado, por lo que la mayor parte de la gente no reflexiona mucho
sobre ello, excepto cuando algo falla en el sistema.
Quizás la manera más efectiva para enseñar a un lego en economía
sobre la cuestión de la asignación y funcionamiento del sistema de mercado,
consista en describir los problemas que ocurren cuando los mercados han sido
más o menos desplazados del mecanismo de asignación tal como sucede, por
ejemplo, cuando se introducen rígidos controles de precios. Pienso que la
experiencia en muchos países sobre el control del alquiler, es muy instructiva.
Los efectos de este control, de hecho, han sido exactamente lo que puede
predecirse del más simple análisis de oferta y demanda: "escasez de vivienda"
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(excesiva demanda de vivienda), mercado negro, privilegios para los que


poseen un contrato por un departamento de arriendo controlado, nepotismo en
la distribución de los departamentos disponibles, dificultades para las familias
con niños y, en muchos lugares, deterioro de las condiciones habitacionales.
En efecto, el control de los alquileres parecería ser, en muchos casos, la
técnica más eficaz hasta ahora conocida, después de los bombardeos, para
destruir las ciudades, tal como lo demuestra la situación habitacional en
Nueva York.
No parece que los estudiosos de la Nueva Izquierda en diversas partes
del mundo muestren mucha comprensión sobre aspectos de control de precio,
ya que ellos han hecho del control de alquileres una de sus principales
proposiciones concretas a corto plazo. Después de haber visto como familias
de bajos ingresos en una ciudad con control de arriendos como Estocolmo,
han tenido que esperar por departamento haciendo colas oficiales entre cinco a
ocho años, mientras familias de altos ingresos siempre pueden conseguir
departamentos a través de buenos "contactos" o en el mercado negro, es difícil
encontrar virtudes en el control de alquileres como herramienta de política
social. Ejemplos similares de los efectos sociales de la desaparición o debilita-
miento de los mercados pueden extraerse también de otros campos.
Una manera diferente de ilustrar el rol de los sistemas de mercado, es
el de señalar los problemas que surgen con los experimentos de controles
administrativos en los países comunistas. Aunque estos países han tenido
éxito en generar crecimiento económico, también se han visto enfrentados en
gran medida a los mismos problemas que han generado los controles de
precios en países capitalistas, aunque por supuesto, en escala mucho mayor.
Se han encontrado con escasez de productos y sus consecuentes colas; con
"mercados vendedores" y la resultante carencia de incentivos de los producto-
res para preocuparse de la calidad, del servicio y el desarrollo de nuevos
productos.
La dificultad de ajustar la producción a las consideraciones de la
demanda en sistemas económicos administrados, se ilustra por medio de una
caricatura en el periódico soviético Crocodile. El dibujo muestra alrededor de
cien hombres empujando un enorme carro, sobre el que descansa una aguja de
cien yardas de largo y 30 de grosor. Los espectadores preguntan para qué se va
a utilizar esa aguja. La respuesta es: "No sabemos, pero cumple nuestra cuota
total de cincuenta toneladas de agujas". El sentido de la caricatura es, por
supuesto, no el que la administración en la Unión Soviética sea estúpida, sino
lo extremadamente difícil que resulta asignar y coordinar recursos, y satisfa-
cer los deseos de los compradores en una complicada sociedad industrial, sin
una fuerte confianza en los mercados.
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 111

En años recientes y a medida que se han discutido estas dificultades en


forma lo suficientemente abierta en Europa del Este, y los países comunistas
han comenzado a moverse en la dirección de los sistemas de mercado, es
irónico que en Europa Oriental sea considerado progresista y aun radical, el
promover mayor confianza en los mercados, al mismo tiempo que en el Oeste,
los jóvenes radicales consideran, en principio, su oposición al sistema de
mercado como una parte importante de su ideología.
Un punto importante en la evaluación de los sistemas de mercado es,
por supuesto, la manera cómo se forman las preferencias, aspecto que la Nue-
va Izquierda ha escogido como punto de ataque. Existe una fuerte tenden-
cia entre los Nuevos Izquierdistas, de argumentar, como lo hace Galbraith,
Marcuse, y algunos otros autores, de que las preferencias son, de hecho,
arbitrariamente "fabricadas" por las empresas a través de la producción, la
propaganda y las mismas operaciones de venta, con la implicación, a menudo
explícita de que, por lo tanto, no hay razones para adaptar la producción a las
preferencias prevalecientes. Por ejemplo, Marcuse ha dicho que mientras los
individuos "sean indoctrinados y manipulados (hasta llegar a sus más profun-
dos instintos), sus respuestas (acerca de la pregunta sobre sus "verdaderas"
necesidades), no pueden ser consideradas como suyas".8 Este rechazo a
aceptar las preferencias de las familias tal como se expresan en el comporta-
miento de mercado, es típico de una muy importante fracción de la Nueva
Izquierda. Generalizadas afirmaciones manifiestan que las opiniones y prefe-
rencias del hombre están formadas por la producción y los productos y que,
hoy en día, la demanda se ajusta por la oferta, más que a la inversa.9

8
Marcuse, p. 6.
9
En el contexto de la terminología de la teoría económica, podríamos decir que
la versión más decidida de esta posición es una nueva forma de la celebrada Ley de
Say, de acuerdo a la cual "la oferta crea su propia demanda". Sin embargo, mientras se
invoca que la Ley de Say se mantiene para la economía, como un todo, la Nueva
Izquierda parece, de acuerdo con esta "decidida" interpretación, aplicar la Ley de Say
a los productos individuales y empresas individuales. Se dice que las empresas están
posibilitadas con relativa facilidad (esto es, a bajo costo), de crear mercados para
cualquier producto que decidan producir. No está claro, entonces, cómo un número de
autores de la Nueva Izquierda o de aquellos que los han inspirado (por ejemplo, Baran
y Sweezy) pueden al mismo tiempo creer que existe una tendencia permanente en las
sociedades capitalistas a que la demanda agregada suba más lentamente que la oferta,
causando tendencias permanentes al desempleo y el estancamiento, esto a pesar de las
presuntas habilidades de las empresas individuales para "crear" la necesaria demanda
para sus productos. La "incoherencia" podría ser menor, sin embargo, si se hace una
interpretación más "débil" de la tesis, esto es, diciendo que solamente algunas
industrias y empresas tienen esta habilidad para crear la necesaria demanda. Pero,
entonces, ¿por qué estas empresas no eliminan a todas las otras del mercado?
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En un sentido trivial es, por supuesto, perfectamente verdadero que


demandas por los productos se "creen" al proveer productos en los mercados,
en el sentido que la gente raramente solicitaría productos que no hayan visto
nunca, o de los cuales no hayan oído hablar. La gente puede tener preferencias
por comida, vestuario, vivienda y sexo, aunque puede ser vago y no específi-
co. Pero, por cierto, nadie soñaría específicamente en mantequilla de maní de
General Foods, trajes de Lord and Taylor, casas de Levitt, y I Am Curious
(Yellow) de Vilgot Sjöman, si estos productos no hubiesen sido exhibidos en
el mercado. Es difícil saber por qué sería menos importante satisfacer tales
demandas que satisfacer aquellas que son "espontáneas", en el sentido que a la
gente le gustaría comprar los productos aun cuando no estuviesen en el
mercado, si esos productos existieran en realidad (un ejemplo sería la leche
materna posiblemente). Por ejemplo, prácticamente todos los productos cul-
turales y artísticos, desde Beethoven a los Beatles, caerían en la categoría de
necesidades menos importantes y "manipuladas".
1 0
M a r c u s e , p. 52.
La idea de que existen necesidades "verdaderas" en contraste con
preferencias "falsas" que la gente expresa realmente, y que éstas son creadas
por la manipulación, es también a menudo transferida a la esfera política.
Marcuse ha dado un ejemplo en su afirmación de que "la democracia parecería
ser el sistema más eficiente de dominación".10 Obviamente, esta forma de
argumentar está muy cerca de la crítica general a las democracias occidentales
difundida por los movimientos totalitarios, particularmente durante los años
veinte y treinta.
¿Hay algún material empírico que pueda dar alguna luz sobre la
formación de las preferencias y en particular de los efectos de la publicidad?
Lamentablemente, como se indica al comienzo del libro, los estudios científi-
cos de los efectos de la publicidad son básicamente débiles. Sin embargo, si
fuese verdadero que una demanda suficiente pudiera ser creada para práctica-
mente cualquier producto que una empresa decidiera producir, simplemente
por medio de la publicidad, sería difícil explicar por qué las empresas gastan
tanto dinero en estudiar los mercados potenciales para sus nuevos productos.
El propósito de tales estudios de "prelanzamiento" es, después de todo, tener
información acerca de las actitudes de los consumidores hacia nuevos produc-
tos potenciales.
Los estudios disponibles también indican que, la mayoría de los
productos que los departamentos de desarrollo consideran como "desarrollos
técnicamente exitosos", nunca son lanzados al mercado debido a los resulta-
dos negativos en la investigación y pruebas de mercado. La escasa evidencia
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 113

disponible también sugiere que una gran fracción de los productos nuevos que
son realmente lanzados en los mercados fracasan, a pesar de extensos y a
menudo adelantados estudios de mercado. Un comentario muy usual en la
literatura es que entre un tercio y la mitad de todos los producto que se ponen
en el mercado son considerados como fracasos por las empresas patrocinan-
tes, en el sentido que ellas retiran el producto del mercado antes de un año.
Entre los productos considerados por la administración como "éxitos técni-
cos" sólo unos pocos, posiblemente diez a veinte por ciento, sobreviven a los
estudios de mercado y las pruebas de prelanzamiento, y de esta manera se
lanzan comercialmente. Las cifras de tasas de mortalidad de nuevas empresas
disponibles también indican que una fracción importante —quizás tanto como
la mitad de los nuevos negocios— van a la quiebra antes de un año. (Puede
sostenerse que estas empresas son principalmente pequeñas, con una limitada
habilidad para influenciar las preferencias. Por otra parte, los estudios dispo-
nibles indican que rendimientos a escala decrecientes para la publicidad
ocurren a un nivel de gasto más bien bajo). 11
Aun cuando estos estudios no sean muy rigurosos, los resultados no
parecen apoyar una hipótesis fuerte sobre los poderosos efectos de la propa-
ganda en la composición total del consumo. Por otro lado, la publicidad puede
tener efectos sustanciales en cómo el consumo de cierto tipo de producto se
divide entre distintas marcas, aunque los efectos de la propaganda de empre-
sas individuales hasta cierto punto se compensan para el mercado como un
todo. También parece que, en la mayoría de los países estudiados, el patrón
del gasto del consumidor, se relaciona en gran medida de la misma forma con
el ingreso y los precios relativos, a pesar de las diferencias en la estructura de
producción doméstica y el volumen y técnica de propaganda.12 La situación
es, por supuesto, diferente en países tales como la Unión Soviética, donde el
Gobierno decide sobre el abastecimiento de productos, independientemente
de la situación de demanda. Sin embargo, las impresionantes colas para,

11
Para bibliografía de la literatura de este campo, ver "New Product Develop-
ment under Sale". Small Businees Administration, 4 (1963); y P. Doyle, "Economic
Aspects of Advertising: A Survey", Economic Journal (1968), pp. 570-602. Ver
también Booz, Alien y Hamilton, INC., Management of New Products (New York,
1966).
12
Ver por ejemplo: T. Watanable, "A Note on the International Comparison of
Private Consumption Expenditure". Weltwirtschaftliches Archiv, band 88 (1962); y
M.S. Houthakerry L.D. Taylor, Consumer Demand in the United States, 1929-1970
(Cambridge, Mass: Harvard University Press, 1966). También ver referencia en
Edwar F. Denison y J.E. Poullier, Why Growth Rotes Differ: Postwar Experience in
Nine Western Countries (Washington D.C.: Brookings Institution, 1967), Cap. 17.
114 ESTUDIOS PÚBLICOS

exactamente, aquellos productos para los cuales esperaríamos altas demandas


en la Unión Soviética sobre la base de las preferencias occidentales, especial-
mente productos de consumo durable, indican que las preferencias de las
dueñas de casa en la Unión Soviética pueden no diferir mucho de aquellas de
los países capitalistas. Estudios de opinión de las preferencias de los consumi-
dores en la Unión Soviética, parecen haber arribado a resultados similares.
Las estadísticas sobre ganancias pueden proporcionar información
adicional sobre la habilidad de las empresas para controlar sus mercados.
Sabemos que éstas difieren en forma considerable tanto entre las sucursales
como entre las empresas y, también, para distintos productos dentro de
empresas individuales. Creo que esta información no apoya la idea de que las
empresas individuales puedan determinar ellas mismas, fácilmente sus nive-
les de ganancia, como se afirma a menudo (pero no siempre) en la literatura de
la Nueva Izquierda. Sería extraño que ciertas empresas hayan elegido volun-
tariamente ganancias negativas o iguales a cero, mientras que otras empresas
obtienen utilidades de más de 20 por ciento (del valor del capital accionario).
También sabemos que las ganancias de las empresas individuales varían
considerablemente con el tiempo (aparte de las variaciones relacionadas con
el ciclo económico general).
Las exageraciones de la Nueva Izquierda, como también de Marcuse y
Galbraith, sobre los efectos de la publicidad evidentemente no debería preve-
nirnos de observar la formación de las preferencias (Ej. Los efectos de la
publicidad), como un importante y serio problema para cualquier sistema
económico. En primer lugar, es bastante probable que hoy el volumen de
publicidad sea más alto de lo necesario para ofrecer la información objetiva
que incorpora. Esto significa, por supuesto, que parte de esta propaganda es
"pérdida económica", que alcanza posiblemente a uno, o pocos puntos
porcentuales del PNB. Una parte de la diferenciación del producto, como
también frecuentes cambios del modelo, posiblemente representan igualmen-
te pérdida económica, especialmente en sectores muy monopolizados, donde
la libertad de elección para el consumidor es precisamente restringida. Es
también posible, aunque no lo sabemos a cabalidad, que una menor publici-
dad conduciría a preferencias menores por productos de consumo comparado
con productos públicos, tiempo de recreación y valoración del entorno. Sin
embargo, es también posible que un volumen menor de "publicidad" por parte
de políticos, periodistas y escritores a favor de bienes públicos y buen
ambiente reduciría las preferencias de la gente por estos "bienes". De hecho
puede verse a los políticos en gran medida como publicistas y empresarios en
la esfera de los bienes públicos y del medio ambiente, lo que de hecho puede
considerarse como una parte importante de su función social. En algunos
países capitalistas, como los escandinavos, los políticos, incluso, parecen
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 115

haber logrado amplio apoyo público para un nivel de consumo público


bastante importante. En Suecia, por ejemplo, casi el 30% del consumo total se
dirige a este sector. Basados en esta experiencia, no parece imposible, como
lo afirman a veces los escritores de la Nueva Izquierda, obtener un nivel
bastante alto de consumo público en países capitalistas; por ejemplo, André
Gorz postula que "las necesidades colectivas están, de esta manera, objetiva-
mente en contradicción respecto de la lógica del desarrollo capitalista".13
Probablemente, el problema básico es que: ¿Por qué deberían grandes
corporaciones, políticos, autores de éxito y artistas, tener tal desproporciona-
do poder (comparado a otros grupos) para influenciar opiniones y preferen-
cias? o formulado constructivamente: ¿Es posible formar una "fuerza
compensatoria" al poder de estos grupos?
La respuesta convencional social democrática liberal al problema de la
propaganda siempre ha sido evidentemente la de combatir los monopolios,
mejorar la educación sobre los productos de consumo, crear institutos inde-
pendientes para la investigación e información al consumidor, promulgar
leyes de gobierno y regulaciones contra productos peligrosos y falsos, y
contra la propaganda distorsionada y cosas similares. Hasta que tales medidas
se prueben en gran escala, es probablemente imposible dar una opinión válida
sobre su efectividad potencial. Sin embargo, creo que nadie con conocimiento
y preocupación por el fraude, la información equívoca y la ignorancia del
consumidor, negaría la necesidad de mayor fuerza compensatoria en este
campo.
Si el volumen de propaganda es generalmente considerado muy alto,
un impuesto sobre la propaganda podría ser un método eficiente para bajarlo.
Un problema es, evidentemente, que el volumen de información útil que se
incorpora en anuncios bajaría simultáneamente. Una medida más drástica
sería prohibir toda la propaganda y su reemplazo por la difusión a través de
agencias públicas, de información sobre bienes de consumo. Aun, si esta
solución fuese posible administrativamente sin mucha burocratización, lo que
dudo, es cuestionable que muchas personas consideraran deseable, en princi-
pio, tal arreglo, ya que significaría que a los productores no se les permitiría
defender sus propios productos. Algunos administradores públicos obten-
drían el poder de decidir a cuál información debería el público estar expuesto,
lo que conduce, obviamente, a una centralización de la información muy
fuerte en la sociedad. En la escena política, los partidarios de la democracia
probablemente argumentaran que deberían ser consideradas las preferencias
más bien después que antes de la exposición a la propaganda y la discusión.

13
André Gorz, Strategy for Labor (Boston: Beacon Press, 1967), p. 94.
116 ESTUDIOS PÚBLICOS

Probablemente, se puede aplicar el mismo argumento al mercado, pero una


diferencia principal es que prácticamente no hay instituciones en la sociedad
actual que opongan varios productos en la misma forma en que, por ejemplo,
algunos partidos políticos tratan de limitar la expansión del gasto público. La
información sobre los productos tiende a ser un monólogo en vez de un
diálogo. Es, por supuesto, por esta misma razón que la necesidad de la
creación de "fuerzas compensatorias" en el mercado, es tan fuerte.
Hay también una fuerte tendencia en la literatura de la Nueva Izquier-
da a argumentar como si la información pudiera ser distribuida sin costo. Es
típica la práctica de Baran y Sweezy de incluir todas las actividades que
proveen información e, incluso, distribución de bienes en la cuenta de pérdida
del balance económico. (Desde este punto de vista, no sólo las agencias de
publicidad, sino que los partidos políticos son, probablemente, considerados
como pertenecientes a la parte desechable de la economía).
En la crítica de la Nueva Izquierda al sistema de mercado, se señalan
por supuesto, los conocidos fracasos del mercado: la incapacidad de este
sistema, sin ayuda de una política económica, para alcanzar estabilidad
económica (pleno empleo y precios estables); su incapacidad para garantizar
automáticamente la seguridad social y una distribución aceptable del ingreso,
la riqueza y el poder económico; su incapacidad para proveer bienes colecti-
vos y manejar externalidades tales como variados tipos de contaminación sin
políticas de gobierno deliberadas; y así sucesivamente.
Estas conocidas limitaciones de los sistemas de mercado crean la
necesidad de un sector público y políticas públicas, y han estimulado intentos
para construir un Estado Benefactor. En general, sin embargo, la Nueva
Izquierda en comparación con otros grupos, apenas ha mostrado un mayor
interés por mejorar el Estado Benefactor. Programas prácticos para impuestos
progresivos, seguridad social, redistribución del ingreso, consumo público, y
acción contra la contaminación de varios tipos, han sido más bien el dominio
de los sostenedores socialdemocrático-liberales del Estado Benefactor. De
hecho, es fácil encontrar una actitud más bien desdeñosa, en la literatura de la
Nueva Izquierda, hacia la idea de un Estado Benefactor capitalista. A veces
esta actitud que parece reflejar un sentimiento crítico hacia el Estado en
general es debido, presumiblemente y en parte, a una herencia de la teoría
marxista del Estado como instrumento de represión de los capitalistas para los
trabajadores. Marcuse, por ejemplo, ha argumentado que el Estado Benefac-
tor es "no libertario". l4 La idea de que los trabajadores son reprimidos por el
Estado Benefactor moderno, una noción bastante coherente con la teoría

l4
Marcuse, p. 49.
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 117

marxista del Estado, debe sonar seguramente algo paradojal a los partidos
laboristas de Europa Occidental, los que, aunque a menudo con la oposición
de la parte más adinerada de la población, contribuyeron al establecimiento
del Estado Benefactor moderno. Es, a veces, impactante cómo se parecen
algunas críticas de la Nueva Izquierda al Estado Benefactor, a los temores de
la Derecha Conservadora de que el aumento del poder de las autoridades
públicas terminaría con la libertad individual. Esta convergencia parcial de la
Nueva Izquierda con la Derecha Conservadora parece, sin embargo, ser más
característica de la situación norteamericana que europea. La antipatía hacia
el gobierno es tan fuertemente compartida por la extrema derecha (libertaria),
y parte de la Nueva Izquierda, que ambas líneas se juntan en un círculo,
encontrándose los extremos. De esta manera, un escritor anónimo de la
escuela del laissez-faire de Chicago podría, usando el estilo pomposo de la
Nueva Izquierda, salpicado de palabras groseras, dar la imagen de ser autor de
un libro de la Nueva Izquierda. 15
La crítica de la Nueva Izquierda al Estado Benefactor puede ser
también, hasta cierto punto, una herencia del clásico dilema del socialismo
revolucionario, donde siempre ha tendido a existir un conflicto entre las
perspectivas a corto y largo plazo. Si se establece un Estado Benefator dentro
de la sociedad capitalista, y, a través de ello se eliminan muchas de las
injusticias e inseguridades, ¿cómo puede crearse un clima propicio para el
derrocamiento del sistema en el largo plazo?

Centralización Versus Descentralización

Relacionado con el problema de la elección entre mercados y burocra-


cia, aunque no exactamente el mismo asunto, es la elección entre descentrali-
zación y centralización. Un lazo evidente entre estos dos problemas es, por
supuesto, el hecho de que un sistema de mercado es consistente con una
descentralización, relativamente, de largo alcance mientras que las decisiones
en un sistema que no es de mercado tienen que ser coordinadas por alguna
autoridad central. De hecho, una economía de mercado puede ser considerada
principalmente como un método para lograr la descentralización en sistemas
económicos, logrando al mismo tiempo la coordinación de las decisiones
económicas. De esta manera, mientras más nos guste la descentralización,

15
Ver Angus Black, A Radical's Guide to Economic Reality (New York: Holt
Rinehart and Winston, 1970). Este folleto, que a primera lectura parece de izquierda y
radical —en alguna parte del ala anárquica de la Nueva Izquierda— revela gradual-
mente ser del credo de Milton Friedman.
118 ESTUDIOS PÚBLICOS

más deberíamos favorecer los sistemas de mercado. Esta relación entre los
sistemas de mercado y la descentralización significa que una buena parte de la
discusión en la sección previa es aquí relevante, por lo que es posible ser ahora
bastante breve.
Cuando los economistas propician una gran confianza en los sistemas
de mercado descentralizados con empresas que compiten, generalmente men-
cionan los altos costos para reunir y procesar la información en sistemas
altamente centralizados, comparados con aquellos de los sistemas de mercado
(en los cuales, los cambios de precios y cantidades demandadas transmiten la
información necesaria a los productores y consumidores). Los economistas,
algunas veces, también han sugerido que, en sistemas basados en procesos
administrativos centralizados, algunos tipos de información no distorsionada
pueden ser virtualmente imposibles de obtener a cualquier costo. En lo que
concierne a las preferencias del consumidor esta conclusión se desprende, por
supuesto, directamente de la teoría de la naturaleza subjetiva de las preferen-
cias individuales. Sin embargo, hay también dificultades enormes por el lado
de la producción, debido a la heterogeneidad de los productos y de los
procesos de producción, lo que hace que el conocimiento específico sobre
"tiempo y lugar", sea crucial para las decisiones racionales y, por lo tanto,
para la eficiencia económica.
Estas circunstancias constituyen una gran dificultad no solamente para
la determinación centralizada de los flujos de bienes en sistemas que no son de
mercado ("economías dirigidas"), sino también para los precios determinados
centralmente (como en el bien conocido modelo de Oscar Lange para "socia-
lismo de mercado"). En este último sistema, la determinación centralizada de
los precios requiere conocimiento y control de las calidades del producto
individual; de otra manera, los productores tanto de bienes de consumo como
de producción pueden siempre bajar la calidad de los productos, cuyos precios
son determinados centralmente, como de hecho ha sucedido en la mayoría de
los países durante los períodos de control de precios.
Una consecuencia importante de estas observaciones es, en mi opi-
nión, que son bastante limitadas las posibilidades que tienen las compu-
tadoras, de reemplazar a la competencia descentralizada en el manejo de la
información en los mercados, y de aproximarse a asignaciones óptimas. Esto
se produce porque los sistemas de información que usan instrumentos distin-
tos a los precios determinados por los mercados, son ineficientes en comuni-
car tan complicados mensajes como preferencias, calidad de los productos, y
descripciones de los procesos de producción. Es aún más obvio, por supuesto,
que los computadores no pueden reemplazar a los mercados en generar
información (sobre las preferencias del consumidor y la tecnología de produc-
ción), y en crear incentivos para una operación eficiente conforme a las
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 119

preferencias del consumidor. Claramente, estas afirmaciones no niegan el


hecho que los computadores pueden ser herramientas útiles para el tipo de
planificación central, que sirve de importante complemento al mecanismo de
mercado en la mayoría de los países que usan datos generados por los
mercados y otros procesos.
Un problema específico que afecta a los procesos administrativos
centralizados, diseñados para dirigir en detalle la asignación de recursos,
particularmente en economías complejas, es que estos procesos en realidad
implican varias "capas" de cuerpos administrativos entre la empresa y los
tomadores de decisiones de alto nivel. Cuando la información se "filtra" a
través de estas capas, puede ser una hipótesis razonable el que la mayoría de la
información se pierda y que, parte de la restante, se distorsione debido a las
razones antes mencionadas. Mientras más detalles se decidan a alto nivel, es
por supuesto más grave la pérdida del conocimiento detallado.
El problema se acentúa por el hecho de que las jerarquías administrati-
vas son, en realidad y probablemente tienen que ser, piramidales: El número
de personas que reciben información desde abajo, es mucho menor que el
número de personas que emiten información. En consecuencia, las personas
que están en la cumbre de la pirámide, solamente pueden dedicar una pequeña
fracción de su tiempo a los problemas que se analizan y consideran muy
cuidadosamente en los niveles inferiores. Además, la gran cantidad de infor-
mación y decisiones en el nivel superior, significa que funcionarios "no
calificados" en cuerpos de alto nivel administrativo ("asistentes"), tienen que
tomar, de hecho, las decisiones aun cuando sus calificaciones generales (por
lo tanto, no solamente su información específica) son a menudo bajas, en
comparación a las de la mayoría de los funcionarios calificados en las
unidades de bajo nivel (por ejemplo, en empresas). Así, la información no
solamente se pierde y distorsiona "en el camino" a través de varias capas
administrativas, sino que también la mayoría de las decisiones pueden, de
hecho, ser tomadas por gente con calificaciones generales más bajas, que si
las decisiones hubiesen sido tomadas al nivel de las empresas. Ciertamente,
las deficiencias de información y coordinación no son exclusivas de los
sistemas administrativos centralizados. Los sistemas descentralizados tam-
bién sufren de inadecuada información y coordinación. Por ejemplo, en los
sistemas descentralizados hay un riesgo obvio que la macroinformación
(información sobre la economía como un todo, a veces disponible en cuerpos
administrativos de alto nivel), no sea conocida o considerada a nivel de la
empresa. Las empresas individuales pueden, de esta manera, planificar de
acuerdo a suposiciones no reales y no consistentes con el nivel general de la
actividad económica, y de la tasa de crecimiento de la economía como un
todo, corriendo el riesgo de una sobrecapacidad temporal y varios tipos de
120 ESTUDIOS PÚBLICOS

inestabilidades macroeconómicas. En las economías de mercado, esto signifi-


ca que la coordinación de decisiones de inversión puede así ser mejorada por
medio de una colección centralizada de información. Esto es, por supuesto,
uno de los argumentos principales para algún tipo de "planificación indi-
cativa" como la usada en Francia, Japón y tal vez a menor escala en los países
escandinavos.16
Estas consideraciones son muy relevantes para una evaluación de las
ideas de la Nueva Izquierda; en la literatura de la Nueva Izquierda, general-
mente se expresan fuertes simpatías por la descentralización. En este aspecto,
la Nueva Izquierda también se desvía de una tradición importante de la Vieja
Izquierda que, en general, era más centralista en este aspecto, con más énfasis
en la planificación central. Una razón para esta diferencia puede ser que la
generación joven de hoy ha experimentado los problemas relacionados con las
tendencias hacia la centralización en sociedades capitalistas, en grandes
corporaciones, como también en el Estado, y la mucho más abarcadora
centralización, en la mayoría de los países comunistas. Sin embargo, algunos
de los "antiguos" inspiradores de la Nueva Izquierda también han expresado
una fuerte antipatía por la centralización, a diferencia de los marxistas más
"tradicionales" como Maurice Dobb, y de alguna manera también Baran y
Sweezy. Mandel es un ejemplo: es su posición, que en una economía que se
caracteriza por una "burocracia planificada y estilo centralizado... se impo-
nen sacrificios sin que a las víctimas se les pregunte sus opiniones y sin
obtener su consentimiento previo. Tal sistema de administración es contrario
a los principios del socialismo, y además lleva a resultados económicos que
son inferiores a los de un sistema de administración más democrático."17
Un dilema básico para la Nueva Izquierda que, sin embargo, no
aparece claramente en su literatura, es que su fuerte simpatía por la descentra-
lización es difícil de conciliar con su rechazo del sistema de mercado que,
probablemente, es el único tipo de sistema económico que permite una
descentralización amplia en las sociedades industriales complejas. El dilema
se complica además por el hecho de que algunos nuevos izquierdistas —a
veces, justo aquellos que favorecen la descentralización— a menudo propi-
cian una mayor planificación centralizada en lo social y lo económico. En este
aspecto, de alguna manera la Nueva Izquierda está confrontada con el mismo
problema que enfrentaba el movimiento sindical, que simultáneamente tam-
bién enfatizaba descentralización y planificación central.

l6
Ver, Lindbeck, "On the Efficiency of Competition and Plaining".
l7
Mandel, 2: 631.
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 121

La forma clásica de escapar, antes que resolver este tipo de problema,


es probablemente argumentar que la centralización es necesaria a corto plazo,
pero que en la sociedad futura, una descentralización amplia será, de hecho,
implementada—una idea relacionada con la noción marxista de "eliminar" el
Estado a largo plazo (otro paralelo es la tendencia de la mayoría de las nuevas
dictaduras militares de afirmar que los extraordinarios poderes centrales
tomados hoy, prepararán, de hecho, el terreno para elecciones democráticas y
la descentralización en el futuro). La idea que la planificación central estará
ausente en una futura sociedad comunista, si bien una planificación global
será necesaria en el período de transición entre el capitalismo y socialismo, y
por algún tiempo durante el último, es típica de varias autoridades de la Nueva
Izquierda, como Sweezy y Mandel. Esta planificación centralizada temporal
debería, sin embargo, ser implementada con el entusiasmo y participación de
las masas. "Sin el entusiasmo revolucionario, y la participación de las masas,
la planificación centralizada se vuelve crecientemente autoritaria y rígida con
la multiplicación de dificultades y fracasos económicos".18 En estos asuntos
Bakunin fue, en mi opinión, mucho más realista que los marxistas, cuando
negaba que el fortalecimiento de los poderes del Estado, por ejemplo, a través
de "la dictadura del proletariado", haría posible una posterior reducción
drástica de los poderes del Estado, simbolizado en la idea de su "elimi-
nación".
Encontrar una combinación óptima de centralización y descentraliza-
ción —y de mercados y procedimientos administrativos— es, por supuesto,
un problema general, más que un problema de la Nueva Izquierda, específica-
mente. Lo que, sin embargo, hace que el dilema sea particularmente impac-
tante para la Nueva Izquierda, es que haya en la sociedad pocos grupos que
estén al mismo tiempo tan fuertemente contra los mercados y la burocracia, y
favorezcan tanto la descentralización (aunque a veces, como se ha indicado,
también exijan más planificación central).
Probablemente estas "incoherencias" sean hacia cierto punto una
expresión de la heterogeneidad del movimiento —en el que a personas con
opiniones bastantes distintas se les ha puesto la misma etiqueta— y, de alguna
manera, es una ilustración del hecho que las posiciones políticas a menudo
son algo inconsistentes. Sin embargo, es posible que el conflicto aparente
entre las demandas por descentralización y planificación central pueda ser
resuelto, en algunos casos, argumentando que el centralismo se presenta hoy
en muchas áreas donde es escasamente necesario (como en el sistema escolar
en varios países europeos), y ausente en muchas áreas donde se necesita

18
Sweezy, "Replay to Charles Bettleheim".
122 ESTUDIOS PÚBLICOS

(como en el campo de la conservación y las externalidades, en general), lo que


refleja la opinión del autor de este libro.
Una característica relacionada con el movimiento de la Nueva Izquier-
da, es su favoritismo por la descentralización dentro de las empresas y otras
organizaciones, a menudo formulada como una crítica de la "estructura
jerárquica" en los procesos de toma de decisiones dentro de las organizaciones
prevalecientes, y sus aseveraciones acerca de la alienación de los empleados.
Muchos escritores piden procedimientos más democráticos en la toma de
decisiones, a veces por medio de una democracia "participativa" o "directa".
Mandel y Gorz están entre los que han enfatizado el "control de los trabajado-
res".19
En general, parece que la Nueva Izquierda ha tenido como uno de los
principales blancos en su crítica al capitalismo, la falta de democracia en las
sociedades capitalistas actuales. Así, la vieja petición del control de las
fábricas por los trabajadores, o posiblemente el control comunitario, comple-
mentado ahora, lamentablemente, por la demanda de control de las universi-
dades por los estudiantes, fue uno de los rasgos más característicos de la
posición de la Nueva Izquierda, expresado continuamente como una demanda
del "control de nuestras propias vidas".
No puede negarse que la mayoría de las empresas y otras organizacio-
nes de las sociedades actuales, presentan una estructura jerárquica en la toma
de decisiones. Tampoco es evidente que estas estructuras sean siempre la
forma más eficiente de dirigir las organizaciones. Y aun cuando fuera la forma
más eficiente, todavía existiría, por supuesto, la pregunta de si los aumentos
en eficiencia fueron tan importantes como para compensar posibles, y enor-
memente desconocidas pérdidas de otro tipo tales como "la satisfacción
personal en el trabajo". Desde este punto de vista, parece haber poderosas
razones para: la experimentación de nuevas formas de estructuras de toma de
decisiones dentro de los varios tipos de organizaciones y, también, seguir con
interés los experimentos llevados a cabo con procedimientos más "democrá-
ticos" en la toma de decisiones en algunos países, por ejemplo, consejos de
trabajadores en Yugoslavia y, a menor escala y con tareas más limitadas, en
Noruega, donde, en unas pocas empresas seleccionadas, ha habido experi-
mentos con grupos de trabajadores "autoadministrados" como resultado de la
cooperación entre el empleador y las organizaciones de empleados.
El tema de los procesos de toma de decisión más democrático y la
participación de los trabajadores está real y, por supuesto, íntimamente
relacionado con el tema de los derechos de propiedad y, por lo tanto, la

l9
Véase, por ejemplo, Mandel, 2: 644-680; Gorz, pp. 40-50.
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 123

propiedad de los medios de producción; un componente importante de los


derechos de propiedad es la elección de los procedimientos de la toma de
decisión dentro de las empresas, lo que puede variar considerablemente, aun
sin ningún cambio en la propiedad formal de los medios de producción. El
significado de "propiedad" es bastante relativo y depende totalmente de las
leyes y de las prácticas administrativas de los países respectivos. Esto nos
lleva al próximo tema — la estructura de la propiedad de los medios de
producción.

Propiedad del Capital

La Nueva Izquierda tiene un enfoque muy igualitario de la sociedad,


siguiendo así un aspecto básico dentro de la tradición socialista. Como
acontece entre los socialistas en general, esto conduce a una fuerte crítica de la
estructura de la propiedad dentro de las sociedades actuales.
El clásico (y posiblemente el más moral y emocional) argumento en
contra del capitalismo privado y en favor de la propiedad colectiva, puede ser
expresado en la búsqueda retórica de la igualdad: ¿por qué debería la riqueza
—y por lo tanto, también el ingreso y el poder económico— ser distribuida en
forma tan desigual, como lo es, en las sociedades capitalistas actuales?
Personalmente, siempre he considerado éste como el argumento principal en
favor de alguna forma de socialismo. Sin embargo, tiene que admitirse que
algunos problemas de capitalismo privado, no se resuelven ciertamente con la
propiedad colectiva, y que surgirían algunos nuevos problemas.
Miremos primeramente algunos de los problemas del capitalismo
privado, que no son resueltos automáticamente por la propiedad pública. En
las sociedades actuales, el capital bajo la forma de activos físicos y financie-
ros, es obviamente sólo una parte de la existencia total de la riqueza en la
economía. Una parte, grande y creciente de la existencia del capital, consiste
en capital bajo la forma de educación y entrenamiento adquirido —lo que en
los últimos años ha sido bautizado como "capital humano". Parece que el
rendimiento del capital humano es hoy más importante como explicación de
las desigualdades en el ingreso en los Estados Unidos, que el rendimiento del
capital físico y financiero. En los países más desarrollados, cerca de tres
cuartos del ingreso nacional proviene de salarios, el resto lo constituye
interés, renta, y sanancia. Algunos estudios empíricos recientes en Estados
Unidos, como un nuevo estudio (aún sin publicar) de Jacob Mincer, indican
que, al menos, dos tercios de las desigualdades en los ingresos provenientes
de sueldos (y salarios) en los Estados Unidos, se puede explicar por la
distribución del capital humano. Así, suponiendo que el capital humano no
124 ESTUDIOS PÚBLICOS

puede ser nacionalizado (considerando que ¡la esclavitud no es aceptable!), la


nacionalización del capital físico y financiero removería sólo una parte y
probablemente una mínima proporción del stock de capital total desde manos
privadas a colectivas. La nacionalización del capital físico y financiero
tendría, por supuesto, efectos importantes, por no decir drásticos, en la
distribución del ingreso, riqueza, y poder en la sociedad.
El sustituto más obvio para la nacionalización del capital humano es
probablemente la nacionalización del retorno del capital humano (parte de él),
por ejemplo, por impuestos progresivos. Un método bastante más eficiente a
largo plazo es, probablemente, una expansión del sistema educacional para
aumentar la cantidad de gente altamente educada, influyendo así, en las
diferencias salariales. Sin embargo, de esa manera entramos al mundo de las
políticas socialdemocráticas, liberales, convencionales, donde se han comba-
tido a través de esta vía (o al menos se ha pretendido haberlo hecho) varios
tipos de desigualdades en la distribución del ingreso, aunque no necesaria-
mente, se haya tenido éxito.
De esta manera, parece que la aplicación del concepto de capital
humano, desarrollado por economistas como Theodore Schultz, Gary Becker
y Jacob Mincer, tiene importantes implicaciones para la evaluación tanto de
varios tipos de políticas distributivas, como de ideología política. De hecho,
muchos nuevos izquierdistas como estudiantes que invierten en capital huma-
no, son "capitalistas" según esta nueva definición de capital —ellos poseen;
controlan y disfrutan el retorno sobre el capital o lo harán más tarde. Cualquier
estudio serio de las características de la formación del capital —incluyendo la
postergación del consumo; el retorno sobre un gasto adelantado; el control de
los procesos de producción; y el "poder" sobre otra gente— demuestra que
hay una analogía precisa y fundamental entre el capital físico y humano.
Otro problema que no es resuelto automáticamente por la propiedad
colectiva es, por supuesto, la distribución del poder en la sociedad, particu-
larmente bajo una forma relativamente centralizada de propiedad y adminis-
tración colectivas. En varios países capitalistas, como en los Estados Unidos
(pero probablemente menos, por ejemplo, en los países escandinavos) hay
una tendencia obvia a que el poder económico, político y militar se concentre
en las mismas manos. Ciertamente, esto queda demostrado en los Estados
Unidos por el impresionante poder político de los grupos de presión económi-
camente fuertes y bien organizados, con la bien conocida capacidad, en
muchos casos, de legislar en su favor —evasiones tributarias, subsidios y
protección de la agricultura y de la industria, regulación de ciertas indus-
trias—, al mismo tiempo que las minorías no privilegiadas se encuentran
incapacitadas para obtener buena educación, atención médica elemental, y,
en algunos casos, suficientes alimentos.
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 125

Es bastante posible que una sociedad con capitales de propiedad


colectiva pueda resolver algunos de estos problemas, dependiendo de los
valores, la honradez, y el altruismo de los administradores, borrando privile-
gios y ayudando a los grupos minoritarios pobres a alcanzar una vida decente.
Sin embargo, no es muy probable que el problema de la distribución del poder
económico y político pueda resolverse. En el caso de una solución centralista
al problema de la propiedad colectiva —nacionalización— habría que esperar
que el problema se acentúe, ya que entonces la fuerza del poder económico
sobre los activos físicos estaría concentrada en "una mano" que también
ejerce poder político y militar: es decir, en la mano de políticos y administra-
dores encargados de la planificación. Por ejemplo, aunque en algunos países
capitalistas tenemos hoy un fuerte complejo militar-industrial, que algunas
veces estimula una política exterior agresiva, no parece convincente argu-
mentar que la nacionalización haría necesariamente que un país tuviera menos
tendencia a usar una combinación de fuerza económica, política y militar para
promover un gasto militar alto, y una política exterior agresiva. Milovan
Djilas, el ex vicepresidente de Yugoslavia, ha cuestionado incluso si se
debiera realmente hablar de "propiedad colectiva", ya que, de hecho, en todo
sistema habrá siempre algunos individuos que administren y, por lo tanto,
controlen (y también posiblemente gocen los frutos) de la existencia de
capital, que, según la opinión de Djilas es la esencia de la "propiedad".20
El problema del complejo militar-industrial parece ser parte de un
problema mayor: ¿Quién protege al individuo en una sociedad en la cual el
poder político, económico y militar, en mayor o menor grado, tiende a estar
en las mismas manos? Este problema obviamente es ya relevante en los países
capitalistas. Un ejemplo típico, creo, es el de los proyectos del avión supersó-
nico en varios países: ¿Quién se preocupa de los intereses del consumidor
individual cuando prestigiados gobiernos, como los de Francia y Gran Breta-
ña, se unen a dos grandes empresas para construir un avión en el cual,
probablemente, muy poca gente quisiera viajar si los costos de producción no
estuvieran subvencionados y hubiera que compensar a aquellos que sufran del
impacto sónico? No es probable que este problema fuera menos grave si los
gobiernos no solamente cooperaran con productores de aviones privados, sino

20
Incluso Sweezy ha aludido a esta visión de la "propiedad pública", aunque
para un sistema en el cual las decisiones económicas hayan sido descentralizadas la
administración de las empresas y los recursos son asignados de una manera considera-
ble por la "presión impersonal del mercado": "bajo estas circunstancias la forma
jurídica de la propiedad del estado tiende crecientemente a carecer de sentido y el poder
real sobre los medios de producción, que es la esencia del concepto de propiedad, recae
sobre las manos de la élite empresarial" (Sweezy, "Replay to Charles Bettleheim").
126 ESTUDIOS PÚBLICOS

que de hecho fueran los propietarios de las fábricas de aviones (como lo son
hasta cierto punto en Francia y Gran Bretaña). Ejemplos similares de simbio-
sis emergente entre gobierno e industria pueden encontrarse fácilmente en
otros países, incluso en los Estados Unidos: la participación del gobierno
norteamericano en la regulación de la industria del petróleo, en los stocks de
inventarios de varias materias primas, energía atómica, misiles, cohetería,
sistemas de comunicación vía satélite, son algunos casos. En estos aspectos es
persuasiva la idea de Galbraith de una "tecnoestructura" unificada.
Hay sin duda, conciencia entre la Nueva Izquierda de los riesgos
inherentes de una concentración del poder en las economías nacionalizadas,
como se expresa en su simpatía por la descentralización y en su critica al
sistema soviético. Esto es válido, tanto para los problemas internos como de
política externa. En la literatura más tradicional de la izquierda de orientación
marxista, por el contrario, a menudo se niegan categóricamente los riesgos.
Baran y Svveezy simplemente han declarado que "el militarismo y la conquista
son completamente ajenos a la teoría marxista, y que una sociedad socialista
carece de clases o grupos que, como los grandes capitalistas de los países
imperialistas, estén por una política de subyugación de otras naciones y
pueblos" 21 . Para la gente con conocimiento y experiencia en los aconteci-
mientos posteriores a la Segunda Guerra Mundial en países como Estonia,
Latvia, Lituania, Polonia, el sector oriental de Alemania, Checoslovaquia,
Hungría, Rumania, y Bulgaria, este tipo de aseveraciones son probablemente
difíciles de aceptar.
Aun cuando la teoría marxista del imperialismo, las guerras, y el
racismo, no está dogmáticamente presentada en los escritos de la Nueva
Izquierda, hay claramente una tendencia, siguiendo la tradición marxista, a
argumentar como si la mayoría de las cosas malas en este mundo, incluso el
imperialismo, fuera principalmente el resultado de una estructura particular
de propiedad de los medios de producción, del capitalismo privado. Según
Mandel, por ejemplo, la planificación socialista podría, en el largo plazo,
lograr "la eliminación de la economía de mercado, las clases, las desigualda-
des sociales, el Estado, y la división del trabajo".22
Personalmente, siento que la correlación entre la estructura de propie-
dad, por un lado, y las condiciones políticas y sociales, por el otro, es en
realidad bastante vaga. Las sociedades preindustriales y precapitalistas cierta-
mente se han caracterizado por militarismo, política exterior agresiva e

21
Baran y Sweezy, p. 186.
22
Mandel, 2:637.
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 127

imperialismo, y las sociedades no capitalistas actuales están difícilmente


libres de un complejo militar-industrial y de una política exterior nacionalista
y agresiva. Si fuéramos bastante ingenuos para señalar sólo un factor para
explicar las políticas imperialistas durante los últimos mil años, parecería que
el tamaño y el potencial económico de los países son variables explicativas
más importantes que la estructura de propiedad de los medios de producción.
Esta hipótesis es coherente con la (razonable) opinión de que los dos principa-
les países imperialistas hoy son los Estados Unidos y la Unión Soviética. Esto
significa que una explicación de "imperialismo" en términos de "capitalismo
privado" es inadecuada: el imperialismo debe ser más bien atribuido a la
concentración del poder económico y político en ciertas naciones, un ejemplo
de la cínica observación de Lord Acton, "el poder corrompe; el poder
absoluto, corrompe absolutamente".
Argumentaría también que la Nueva Izquierda desestima la importan-
cia de la ideología en la política exterior de las grandes potencias. Tanto la
intervención de la Unión Soviética en Checoslovaquia como la de Estados
Unidos en Viet Nam probablemente no están desprovistas de motivos ideoló-
gicos —para apoyar el comunismo y el anticomunismo respectivamente—
bastante distante de los intereses "económicos" de las dos potencias. Habría
que agregar a esto, por supuesto, consideraciones de seguridad nacional de
largo plazo, tal vez, la consideración más importante.
Parece que la política doméstica y las condiciones sociales también
están sólo vagamente correlacionadas con la estructura de propiedad del
capital. De esta manera, tanto la asignación de recursos, como las condiciones
sociales —la calidad de los servicios públicos y el trato de las minorías—
varían considerablemente entre los países con su capital físico preponderante-
mente nacionalizado. Variaciones similares van a encontrarse en países con
propiedad mayoritariamente privada. Compárese, por ejemplo, fenómenos
tales como el nivel de gasto militar en defensa (¡y ataque!), la existencia de
chozas, seguridad social, la calidad de servicios públicos, la existencia de
discriminación, racismo, el compromiso con la redistribución de ingresos, y
así sucesivamente, en diferentes países con (aproximadamente) la misma
estructura de propiedad en el sector industrial (90% de propiedad privada del
capital en la industria, banca y agricultura), como ocurre en los Estados
Unidos y en los países escandinavos. Estas diferencias en las condiciones
sociales, se relacionan en parte con el hecho de que, países distintos con la
misma estructura formal de propiedad, le han dado al concepto de propiedad
diferentes contenidos por medio de la legislación y de políticas sociales y
económicas.
Es, por supuesto, en principio posible debilitar tanto los derechos de
propiedad —dando derechos a las autoridades públicas, empleados o consu-
128 ESTUDIOS PÚBLICOS

midores— que la posesión de la propiedad física no diferirá mucho, en


términos de poder económico, de la propiedad de los bonos de gobierno o de
las cuentas bancarias. Es, en mi opinión, un error fundamental interpretar la
estructura más bien estacionaria de propiedad formal en muchos países
capitalistas, como un signo de que el contenido de los derechos de propiedad
y, en consecuencia, del poder económico, no hayan cambiado mucho durante
las últimas décadas. Es dudoso también, pienso, argumentar que la distribu-
ción de la propiedad formal sea más importante que la educación y la
influencia política, en la determinación del poder económico.
Esto no significa, por supuesto, que un debilitamiento amplio de los
derechos de propiedad pueda lograrse sin varias complicaciones y desven-
tajas. Algunos ejemplos de tales dificultades, si el proceso se lleva más allá de
ciertos límites, incluye el riesgo de una división poco clara de las responsabili-
dades, lo que conlleva una pérdida de eficiencia; una fuerte concentración del
poder en un pequeño número de políticos y administradores (especialmente si
ese grupo también asume funciones empresariales y administrativas); canales
de comunicación poco expeditos de una gran burocratización; y cosas se-
mejantes. Una importante tarea de investigación para las ciencias sociales —y
un aspecto político importante— es la investigación de la ubicación probable
de estos límites dentro de varios campos.
Parece también desprenderse de las observaciones anteriores de que
existe alguna interrogante acerca de la noción, que frecuentemente se encuen-
tra entre los políticos y los cientistas sociales conservadores, (ver por ejem-
plo, el famoso The Road to Serfdom de Friedrich Hayek), de que la nacionali-
zación de capital, llevará necesariamente a una dictadura. Históricamente, el
orden en que nacionalización y dictadura han aparecido, parece más bien
haber sido lo contrario de lo sugerido por Hayek. En todas las dictaduras
comunistas actuales vino primero la dictadura y después la nacionalización,
antes que lo contrario (excepto en la Unión Soviética, donde la nacionaliza-
ción y la forma actual de dictadura llegaron simultáneamente). La misma
secuencia —primero dictadura, nacionalización más tarde— se mantiene
ciertamente para un número de dictaduras no comunistas con economías
ampliamente nacionalizadas (por ejemplo Burma y Siria). Parece no existir un
ejemplo de un país donde sea razonable decir que la nacionalización trajo una
dictadura, o donde las dos deban ir juntas.
Esto por cierto no significa negar la posibilidad de que en el futuro
pueda haber instancias, donde una extensa nacionalización resulte en una
concentración de poder tal en las manos del gobierno, que genere o facilite un
cambio hacia la dictadura. Mirando el problema desde otro punto de vista, es
también bastante posible que la introducción de un sistema de mercado
descentralizado en un sistema político dictatorial, ayude igualmente a pavi-
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 129

mentar el camino para la descentralización y democratización. Esta posibili-


dad fue, en el hecho, una de las principales razones para las demandas de
reformas económicas en Checoslovaquia durante los sesenta —y quizás
también una de las razones de por qué las reformas se detuvieron de una
manera tan drástica. Igualmente parece ser obvio que la estructura de decisión
y de la propiedad dentro de la economía tiene una importante influencia en los
recursos, que para su información y propaganda, están disponibles a los
diferentes partidos políticos.
Por lo tanto, es absurdo afirmar que no existen relaciones entre
estructuras económicas y políticas. Mi punto esencial acerca de las limitadas
correlaciones entre condiciones económicas y políticas es que las relaciones
son tan complicadas que las simples generalizaciones —ya sean de Hayek o
de los marxistas— no son convincentes. Esta afirmación no es, por cierto, un
intento de minimizar el riesgo de una substancial concentración de poder y de
una eliminación de la libertad personal en una sociedad basada, principalmen-
te, en la propiedad pública. Yo pienso que los riesgos más universales son, sin
embargo, burocratización, falta de descentralización y de iniciativa, y pro-
pensión a abstenerse de la crítica a los funcionarios públicos bien situados (por
razones de carrera), más que de dictadura (en el sentido fascista o comunista).
Algunos problemas asociados con la concentración del poder en
economías nacionalizadas debiera por lo menos, en principio, ser resuelta con
la descentralización de los poderes económicos a nivel de empresa. Como ya
se ha indicado, tal descentralización puede ser bastante coherente con las
simpatías de la Nueva Izquierda al respecto. Parece que la estructura econó-
mica ideal en los textos de la Nueva Izquierda, es una economía de empresas
autónomas (posiblemente bastante pequeñas), que pertenecen y son operadas
por los mismos empleados —una especie de cooperativa de productores, o
"capitalismo colectivo". Mandel habla sobre comunidades libres, de
productores y consumidores, en la cual todos, por turnos, se harán cargo del
trabajo administrativo, en la que la diferencia entre "directores" y "dirigidos"
será suprimida, y en una federación que eventualmente cubrirá el mundo
entero.23 Muchas empresas de este tipo se comenzaron, de hecho, en el
continente europeo durante la segunda mitad del siglo XIX, y en los primeros
años de este siglo. La explicación tradicional a su incapacidad para competir
con empresas capitalistas, es que nunca lograron resolver los problemas de
administración, y también posiblemente los problemas de acumulación de
capital y financiamiento en general.
Sin embargo, para hacer posible la descentralización en sistemas

23
Mandel, 2:672.
130 ESTUDIOS PÚBLICOS

industriales complejos, es necesario, como ya se ha indicado, descansar


bastante en los mercados. Desde ese punto de vista, es ciertamente interesante
notar que la tendencia en Europa Oriental, hacia una mayor confianza en los
mercados, se combina con intentos de lograr una descentralización a nivel de
la empresa (aun dentro del contexto de la propiedad pública). Pero no
sabemos aún si los políticos y administradores centrales de estos países desean
realmente ceder los poderes que han adquirido en sistemas económicos de
administración previamente centralizada. Un dilema involucrado en el origi-
nar una amplia descentralización en economías dominadas por la propiedad
colectiva, es que justo aquellos que tienen poder político, son los que pueden
decidir si quieren o no librarse de este poder. Bajo el capitalismo privado una
distribución considerable de poder se logra, más o menos automáticamente,
cuando la propiedad del capital no está concentrada en las manos de uno o de
pocos individuos o empresas. Así, surge, fácilmente, un serio conflicto entre
el deseo de alcanzar la descentralización y el deseo de propiedad pública
(particularmente de gobierno).
Supongamos, sin embargo, que de hecho sea posible crear sociedades
caracterizadas por un socialismo de mercado descentralizado, probablemente
combinado con instituciones democráticas. ¿Qué problemas subsistirían?
Primeramente, los problemas de inestabilidad económica, distribución del
ingreso, y las externalidades no serán muy distintos de los correspondientes
problemas en sociedades capitalistas. De hecho, los ciclos de inversión de
corto plazo no parecen ser más pequeños en la mayoría de los países
"socialistas" de Europa Oriental, que en la Europa Occidental capitalista. Y
los problemas de inflación parecen surgir, sin importar la estructura de
propiedad en cuanto aparece un modesto grado de descentralización en la
formación de precios y sueldos. Nótese, por ejemplo, las rápidas y crecientes
tasas de inflación en Yugoslavia y Checoslovaquia durante los experimentos
de socialismo de mercado. Además, la habilidad en distintos sistemas econó-
micos para una acción eficiente contra los efectos externos negativos sobre el
medio ambiente, parece ser más bien independiente del sistema económico;
tal vez el prerrequisito más importante para tal acción sea, de hecho, una
opinión pública interesada y activa y, por consiguiente, un debate libre.
Un problema más específico para las economías socialistas de merca-
do, parece ser el diseñar caminos para que los individuos tomen nuevas
iniciativas (tales como el desarrollo de nuevos productos, nuevas empresas y
nuevas técnicas de producción), si no se permite la propiedad privada en la
esfera de producción.
Si solamente aquellos que ya han logrado alcanzar altos niveles en las
jerarquías dominantes pueden tomar la iniciativa, ¿no es probable que se
perjudique la iniciativa? La gente que ha logrado altos cargos a menudo
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 131

puede estar, principalmente, preocupada del riesgo de perderlo, lo que signi-


fica, de hecho, una alta aversión al riesgo; el método más eficiente para
minimizar este riesgo puede ser evitar nuevas aventuras. No es obvio que tales
problemas puedan evitarse en un sistema de organización menos jerarquizado
dentro de las empresas (por ejemplo, con el derecho a voto y las decisiones
por mayoría de todos los empleados). También en este caso puede ser difícil
arriesgarse mucho, si en cada ocasión la mayoría tiene que convencerse de
que vale la pena producir un nuevo producto, y que merece la pena aplicar un
nuevo método de producción. Otra complicación es la dificultad de convencer
a la mayoría de una empresa de que la planta debe trasladarse a otra región o
posiblemente clausurarse definitivamente. Necesitamos mayor información
acerca de estos problemas y ello probablemente requiera experimentos prác-
ticos.
Difícilmente puede negarse que, en una medida considerable, el
sistema capitalista haya resuelto estos problemas para que cualquiera persona
que reúna el capital necesario se le permita experimentar un proyecto en el
cual no creen ni los administradores de empresas establecidas, ni los políticos,
ni la mayoría de los empleados dentro de las empresas existentes. La investi-
gación empírica moderna sobre el proceso de innovación en países capitalis-
tas, parece indicar que el proceso tecnológico, de hecho, descansa en miles,
por no decir millones de decisiones individuales. Los estudios también
indican que "extraños", frecuentemente empresas nuevas o empresas ex-
tranjeras, a menudo introducen los productos "grandes y nuevos" reales y los
procesos de producción en un país. (Por ejemplo, ¿cómo podría la misma
Nueva Izquierda haber evolucionado, si los individuos no hubieran tenido el
derecho de establecer nuevos periódicos y empresas editoriales, sin el permi-
so de las autoridades públicas?).
Este problema —de estimular las iniciativas— es probablemente el
problema básico no resuelto de todas (o casi todas) las economías nacionaliza-
das, junto con el problema de evitar la burocratización y una fuerte concentra-
ción de poder económico, político y militar en las mismas manos. Un área en
la cual la propiedad pública tiene bastante probabilidad de resultar en una
mejoría, según los valores habituales, en comparación con la propiedad
privada, es, por supuesto, la distribución del ingreso proveniente de activos
físicos y financieros.

Incentivos Materiales y Problemas de Distribución

En general, la actitud de la Nueva Izquierda hacia los incentivos


materiales —por medio de ganancias como también de diferencias salaria-
132 ESTUDIOS PÚBLICOS

les— es bastante negativa. Esto refleja, por supuesto, las inclinaciones


igualitarias del movimiento de la Nueva Izquierda y, tal vez también, la
tendencia hacia un "puritanismo económico" que es característico de una
parte del movimiento. Se enfatizan en cambio "incentivos morales" y, a largo
plazo, la creación de "un hombre nuevo" (al estilo de Guevara).
De esta manera, la Nueva Izquierda no es proclive a usar diferencias
de salarios como incentivos para la eficiencia, educación, y entrenamiento, o
como un método de asignar trabajo a diferentes empleos. Este elemento en el
programa de la Nueva Izquierda es muy significativo, porque la única alterna-
tiva realista a los incentivos económicos puede ser —y en opinión de práctica-
mente todos los economistas es— el reclutamiento del gobierno y, por lo
tanto, la abolición de la libertad del individuo a escoger una profesión (en
competencia con otros). Debería notarse, sin embargo, que es posible (aun-
que no lo sabemos) que hoy las diferencias salariales en muchos países, son
mayores que lo posible de defender desde el punto de vista de la eficiencia y la
asignación. Probablemente un punto más importante sea el que las diferencias
de salario de hoy reflejan la distribución actual del capital humano. Debería
ser posible, a través de una distribución más igualitaria de la inversión en
capital humano, lograr una distribución más pareja de ingresos.
La Nueva Izquierda es particularmente dura en su crítica de las
ganancias, que usualmente se ve, de acuerdo a la teoría marxista del valor,
como una forma de explotación. En consecuencia, las altas ganancias en
ciertos sectores y empresas no se consideran como un posible signo de gran
eficiencia, o como un incentivo aceptable para la expansión de la producción
en estas áreas. Por el contrario, las altas ganancias se consideran como un
signo de gran explotación, aun cuando las empresas que obtienen grandes
ganancias debido a su eficiencia, también pagan sueldos relativamente bue-
nos (lo que es a menudo el caso). Así, las ganancias parecen ser vistas
principalmente como una forma de transferencia de ingresos —lo que hay que
admitir es un aspecto de las ganancias, al menos en situaciones de mercado
monopólico.
Obviamente, la noción que subyace es que la asignación de recursos
según las perspectivas de ganancia, no es aceptable socialmente. Esta posi-
ción, en general no es expuesta explícitamente, sino que se toma más bien
como un axioma en formulaciones tales como "la producción debería ser
dirigida según las necesidades, más que de acuerdo a ganancias máximas".
Muy raramente se comprende que el asunto relevante no es ganancia versus
necesidades, sino hasta qué punto una economía de mercado basada en el
lucro logra o no logra una producción y asignación de recursos según criterios
deseados, tales como las preferencias del individuo.
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 133

Tal como los economistas han tratado de demostrar, es muy difícil en-
contrar un criterio mejor para la eficiencia en la asignación de recursos de
acuerdo a preferencias de consumo dadas, que aquél de producción dirigida
según las perspectivas de ganancia, suponiendo que exista un grado razonable
de competencia, y que la oferta de bienes públicos y el problema de las
externalidades se tome en cuenta de alguna manera u otra (en la práctica, por
políticas de gobierno). La sencilla razón es, por supuesto, que las ganancias
son una medida de la diferencia entre el valor del resultado de la producción y
el valor de los recursos productivos usados. También ha sido difícil encontrar
incentivos más adecuados para moverse en la dirección de una asignación
eficiente de recursos, y mejorar la técnica de producción y las calidades del
producto.
Las mismas observaciones yacen detrás de las nuevas tendencias en la
Europa Oriental y en la Unión Soviética para hacer de la maximización de
ganancia la meta principal, o una de las más importantes, de las empresas
individuales en el creciente sistema de mercado descentralizado que parece
surgir en algunos de estos países. Una parábola de la agricultura soviética
ilustra este punto. El trabajo del campo fue primeramente compensado en
proporción a la superficie arada y sembrada. Como consecuencia, la arada fue
hecha en forma más rápida que cuidadosa, y la distancia entre cada semilla era
mayor. Para mejorar la eficiencia, las autoridades decidieron pagar en propor-
ción a la producción de la tierra, con el resultado de que los agricultores
usaron todos los factores de producción que pudieron obtener, mientras dicha
producción aumentara sin importar los costos comprometidos. Para darle a los
agricultores un incentivo para economizar, esto es para equilibrar la produc-
ción y los costos, las autoridades tuvieron, entonces la idea de pagarles a base
de la diferencia entre el valor del producto y los costos de producción. Por
supuesto, esta diferencia no es más que la ganancia. Aunque cuando esta
parábola no es una descripción auténtica de cómo se redescubrió el lucro en la
Unión Soviética, probablemente proporciona intuitivamente el porqué el
nivel de ganancia de las empresas es importante como criterio, y como
incentivo de la eficiencia dentro de las empresas.
Los nuevos desarrollos económicos en la Europa Oriental, particu-
larmente la restitución de mercados y el lucro, no son generalmente bien
acogidos en la literatura de la Nueva Izquierda. En este sentido, la Nueva
Izquierda puede caracterizarse más bien como heredera "pura" de la teoría
marxista del valor, debido a su actitud critica hacia las ganancias, aun en
sociedades donde las ganancias no sean recibidas por dueños de propiedad
privada. De este punto de vista, la tendencia en Europa Oriental (por ejemplo,
en Hungría) de pagar a los administradores bonos sobre las ganancias de las
empresas nacionalizadas, debe ser perturbador, ya que tales pagos son, de
134 ESTUDIOS PÚBLICOS

hecho, muy similares a los dividendos entregados a los administradores con


acciones en empresas capitalistas (siempre y cuando los administradores de
las empresas nacionalizadas no sean expulsados).
Como es bien sabido, la noción de ganancia como forma de explota-
ción a veces lleva a resultados algo paradójicos. Por ejemplo, los empleados
que reciben altos sueldos en la administración de gobierno y en grandes
corporaciones (sin acciones en las empresas) deben ser considerados como
explotados, mientras que los dueños de empresas pequeñas con ganancias
reducidas son explotadores. Según esta línea de razonamiento, hace unos
pocos años en Suecia algunos estudiantes "radicales" encontraron lógico
apoyar una huelga de grupos de profesionales de alto ingreso (incluyendo
profesores universitarios), mientras que algunos estudiantes liberales y so-
cialdemócratas estuvieron en contra de la huelga, fundamentando que, los
huelguistas constituían un grupo de alto ingreso que, según sus principios de
igualdad, deberían abstenerse del aumento de sueldos.
De esta manera, un enfoque marxista coherente con los problemas de
distribución puede, como se vio en estos ejemplos, llevar a concepciones
restringidas sobre la distribución del ingreso, apoyando cualquier tipo de
aumento de sueldos, sin importar si el ingreso de los grupos particulares es
alto. Desde un punto de vista lógico, este problema podría ser "resuelto"
incluyendo al capital humano en el concepto de stock de capital; entonces,
tendría que ser admitido, sin embargo, que todos los problemas de control,
retorno, y goce del capital no pueden ser resueltos por la nacionalización de
capital físico y financiero.
Un problema clásico de la teoría marxista ha sido reconciliar la teoría
de pauperización de los trabajadores con los datos empíricos. Como observa-
ron los marxistas a fines del siglo XIX, una teoría que proclamaba una
reducción absoluta de los ingresos de los trabajadores, no era coherente con la
evidencia empírica, la que indicaba que había habido una alza continua en el
estándar de vida de los trabajadores durante el proceso de industrialización.
Por lo tanto, se desarrolló una nueva teoría, según la cual, se dijo que el
estándar de vida de los trabajadores no estaba bajando en términos absolutos
sino, en cambio, bajando en relación a aquél de los capitalistas —la teoría de
la explotación relativamente creciente. Durante el transcurso de este siglo, ha
llegado a ser bien claro, sin embargo, que los datos estadísticos disponibles
tampoco apoyan esta teoría, dado que las participaciones de los ingresos
provenientes del capital, y los salarios en el ingreso nacional parecen haber
sido estables, en el largo plazo en la mayoría de los países desarrollados
estudiados; de hecho, en algunos casos, particularmente después de la Segun-
da Guerra Mundial, se ha observado una tendencia a una participación
creciente de los salarios.
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 135

Baran y Sweezy han hecho recientemente un nuevo intento para


reconciliar la idea de una explotación en aumento con la evidencia empírica,
un intento frecuentemente citado en la literatura de la Nueva Izquierda. En
lugar de ganancia, Baran y Sweezy hablan de "excedente", que incluye no
solamente las ganancias, renta e interés, sino aquella parte de la inversión
privada que no se financia con las ganancias, más todo el consumo público y
la inversión (incluyendo la Defensa y el Estado Benefactor), como también lo
que se llama "consumo innecesario". Así, aun cuando el concepto de exce-
dente suene bastante similar al de la "plusvalía" marxista, es de un alcance
considerablemente más amplio y más heterogéneo.
El excedente se define analíticamente como la diferencia entre el
máximo PNB posible con los recursos disponibles (de esta manera con la
utilización de toda la capacidad) y "consumo necesario". Se nos ha dicho que
este excedente obviamente significa una medida principalmente de
"desperdicio" y "explotación", que era de 56,1% del PNB en los Estados
Unidos en 1963 y que ha estado subiendo durante un largo tiempo (por
supuesto, la fracción del ingreso nacional dedicado al consumo público y la
inversión, ha estado continuamente subiendo en las últimas décadas en la
mayoría de los países). Muchos adherentes del Estado Benefactor, sin duda,
se sorprenden al encontrar que las escuelas públicas, hospitales, y otras partes
del Estado Benefactor están incluidas en este excedente, junto con el
"desperdicio" y "explotación". Aun cuando Baran y Sweezy probablemente
no se opongan a medidas de bienestar en las sociedades capitalistas, la
inclusión de estas actividades en el excedente no es incoherente con la teoría
marxista del estado, según la cual, esta institución es solamente una herra-
mienta de los capitalistas para explotar a los trabajadores. De igual forma, en
la misma línea de la teoría marxista se halla el considerar las actividades de los
administradores del sector público como un desperdicio no productivo de
recursos, ya que este tipo de trabajo, para citar a Baran, "gradualmente está
destinado a desaparecer en cuanto una sociedad socialista avance hacia el
comunismo" (a pesar del hecho de que los recursos en tal sociedad, no se
asignarán por medio de los mercados).24 Algunas personas encontrarán
también difícil decidir lo que es consumo "necesario" y lo que es consumo
"innecesario", particularmente para otras personas.
Otro problema complicado, y que es un dilema general más que
específico la Nueva Izquierda, es que el deseo por descentralización a veces
entra en conflicto con el deseo por igualdad. Una descentralización amplia,
como por ejemplo en negociación colectiva y administración pública, se

24
Baran, p. 33.
136 ESTUDIOS PÚBLICOS

puede encontrar fácilmente con diferencias considerables en los estándares de


vida entre las regiones y también posiblemente entre las profesiones. La
centralización de la negociación colectiva en algunos países y los intentos de
los gobiernos centrales por influenciar y financiar los gobiernos locales,
pueden, en gran medida, verse como un intento de igualar el estándar de vida
y la calidad de los servicios públicos en distintas industrias y regiones.
También surgen problemas cuando la Nueva Izquierda aplica las
teorías marxistas de explotación a los problemas de los países subdesarrolla-
dos. La Nueva Izquierda ha mostrado una gran conciencia por problemas
relacionados con la inversión privada en países subdesarrollados, tales como
las grandes ganancias "innecesarias" para los inversionistas, la influencia
política de las grandes corporaciones en países pequeños, y varios aspectos de
imperialismo y neocolonialismo. Pienso que la Nueva Izquierda, simplemen-
te por ser suspicaz, ha visto aquí, más claramente que muchos otros grupos,
los problemas que surgen de la inversión extranjera en países subdesarrolla-
dos. Sin embargo, la teoría marxista es difícilmente útil para el análisis de
esos problemas, y ella crea una cantidad de problemas innecesarios. Por
ejemplo la crítica de los Nuevos Izquierdistas sobre la inversión en los países
subdesarrollados tiende a ser particularmente dura cuando la inversión priva-
da lleva a obtener altas ganancias, como si la inversión de empresas ineficien-
tes e incapacitadas de obtener ganancias (o que incluso incurran en pérdidas),
fuera más ventajosa para los países subdesarrollados, que la inversión en
proyectos bien escogidos, o en operaciones bien dirigidas de las que, sin
embargo, resultan altas ganancias. De hecho, las altas ganancias son, en
muchos casos, un signo de que un proyecto es conveniente para un país y de
que la empresa está bien administrada. En vez de quejarse sobre todas las
inversiones que dan un buen rendimiento, sería más constructivo argumentar
por condiciones institucionales mejores —tales como competencia, y agen-
cias consultoras organizadas internacionalmente— para ayudar a los países
pobres a retener la mayor ganancia posible, y también gradualmente a obtener
más control doméstico en las operaciones de las empresas. Una vez más, las
ganancias parecen ser consideradas como una transferencia más que un
incentivo para la eficiencia. En la literatura de la Nueva Izquierda, las
transacciones de mercado parecen ser consideradas generalmente como
"juegos de suma cero": lo que un socio gana lo asume como pérdida el otro, un
fuerte contraste con la teoría económica de la "ventaja comparativa".
Otro ejemplo en el cual la teoría de la explotación crea problemas, es
la afirmación de que los países subdesarrollados son explotados cuando los
países ricos les compran productos, particularmente cuando los productos son
producidos por mano de obra barata. Es difícil, primeramente, al aplicar esta
teoría, evitar la conclusión de que la explotación se lleve a cabo por práctica-
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 137

mente todos aquellos que vivimos en los países ricos, tanto asalariados como
capitalistas —conclusión que molestaría a un partidario de la teoría marxista
de la explotación. En segundo lugar, la conclusión de que podríamos evitar la
explotación de los países subdesarrollados, dejando de importar sus produc-
tos, es también perturbadora, particularmente en la medida que la Nueva
Izquierda a menudo critica severamente las cuotas y tarifas a las exportaciones
de los países subdesarrollados a base de que sus posibilidades de exportación
se malogran de esta manera.
Un no marxista preocupado de estos problemas parece tener una
posición intelectualmente más flexible; puede "simplemente": eliminar las
tarifas y cuotas a las exportaciones de los países subdesarrollados, promover
la creación de un sistema de impuestos y transferencias internacionales para
lograr una redistribución de ingreso desde los países ricos a los pobres (de la
misma forma que se ha intentado en algunos países ricos), y dar pasos para
asegurar que la mayor ganancia posible de las inversiones en los países
subdesarrollados quede dentro de ellos —por medio de contratos más favora-
bles para compartir la ganancia en el futuro— y por medio de una legislación
que reduzca el riesgo de dominación por las empresas privadas, o por
gobiernos extranjeros (riesgo que apenas puede ser propio de inversiones
privadas).

Competencia

En la literatura de la Nueva Izquierda se critica mucho la competencia


tanto entre las empresas como entre los individuos. Básicamente, el argumen-
to en contra de la competencia parece ser ético: la competencia se considera
menos moral que la cooperación. Una sociedad alternativa se ve como una en
la cual los seres humanos en cooperación y armonía, resuelven los problemas
comunes, aliviados del stress generado por la carrera de ratas en una sociedad
competitiva. Esto es, por supuesto, la antigua utopía de los comunistas y
muchos movimientos religiosos. También se acusa a la competencia de ser
caótica, no coordinada, ineficiente, y que probablemente puede transformar-
se en una estructura de producción que no esté de acuerdo con las necesidades
del individuo. Algunas veces se dirá que la competencia entre las empresas
está muerta de todas maneras y, por lo tanto, no vale la pena apoyarla.
Por el contrario, los logros de la competencia capitalista fueron
entusiastamente descritos por Marx: "la burguesía ha sido la primera en
mostrar lo que la actividad del hombre puede lograr. Ha hecho maravillas
sobrepasando las pirámides egipcias, los acueductos romanos, y las catedra-
les góticas... La burguesía, durante su papel de apenas cien años, ha creado
138 ESTUDIOS PÚBLICOS

fuerzas productivas más masivas y colosales, que todas las generaciones


anteriores juntas"25
Parece que hoy los neomarxistas y la Nueva Izquierda, generalmente
se concentran en los aspectos negativos de la competencia en las sociedades
capitalistas: se dice que: las empresas en competencia toman decisiones de
inversión desordenadas que causan violentos ciclos económicos; que las
inversiones seleccionadas a base de ventajas individuales no entregan benefi-
cios generales (máximos) a toda la economía; y se juzga a la competencia
como causante de una moral y cultura inferior, y así sucesivamente. 26 En las
sociedades socialistas o comunistas, la competencia obviamente no es desea-
da, ni necesaria. Así, autoridades de la Nueva Izquierda, como Mandel,
Gorz, Baran, y Sweezy parecen estar de acuerdo con Engels: "[el comunismo]
abolirá, en otras palabras, la competencia y la reemplazará por la
asociación".27
¿Qué puede decir un economista sobre todo esto? Evidentemente,
tenemos una teoría estática de la asignación y el bienestar económico, de
acuerdo a la cual asignaciones óptimas de recursos, bajo ciertas condiciones
ideales, surgen en una economía perfectamente competitiva, con preferencias
y tecnologías consideradas como dadas. Hay también una teoría de asignación
multiperiódica, en la cual se analizan varias limitaciones de la solución de
mercado a las decisiones de inversión. Sin embargo, muchos estudios empíri-
cos no indican que las pérdidas en la eficiencia estática, debido a operaciones
de producción bajo el nivel óptimo en las empresas monopólicas (dada la
estructura de mercado) sean muy grandes en las economías capitalistas
actuales, tal vez uno por ciento del PNB; el desperdicio bajo la forma de
promoción de venta "innecesaria" y cambios del modelo tienen evidentemen-
te que agregarse.28 Es también bastante probable que puedan obtenerse
ganancias económicas adicionales en la mayoría de los países capitalistas
(aunque difícilmente en los Estados Unidos), a través de un cambio en la

25
Karl Marx y Friedrich Engels, The Comunist Manifesto, en The Essentials of
Marx (New York: Vanguard Press, 1931).
26
Véase, por ej., Mendel, 2:617; Gorz, p. 18.
27
Friedrich Engels, "Principies for Communism", trad. Paul Sweezy, Mont-
hly Review Pamhplet Series (1963).
28
Ver, por ej., Harvey Leibenstein, "Allocative Efficiency vs. X-Efficiency",
The American Economic Review (junio 1966); y los estudios de Arnold Harverser,
Eward Denison y otros.
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 139

estructura de las empresas para explotar los rendimientos a una escala más
completamente.
Pienso que esta teoría de asignación estática es útil, principalmente,
como un método para comprender y definir el significado de "lo óptimo" y
para mostrar cómo grandes distorsiones en los precios relativos (comparados
a los costos de oportunidad) —distorsiones mayores, de hecho, de las que
parecen prevalecer en la mayoría de las economías capitalistas desarrolladas,
fuera de la agricultura, bienes públicos y el entorno— pueden ocasionar altos
costos a la economía. Sin embargo, la mayoría de los economistas en el
campo del análisis de asignación y organización industrial, probablemente
argumentarían que la competencia es más dinámica —que la competencia de
algún tipo (ya sea perfecta, oligopólica, o monopólica) entre al menos un
puñado de empresas, crea los incentivos para innovaciones ahorradoras de
recursos, desarrollo de productos, y reducciones de costo, en general. Esto
significa que lo importante es probablemente, no si hay competencia perfecta
—con empresas individuales incapaces de influenciar los precios— sino si
existe competencia de alguna especie (excepto cuando hay fraude, rebaja de
precios abusivos, etc.) estimulando, de esta manera, la eficiencia, la innova-
ción, y los ajustes a las preferencias del consumidor.29 Personalmente, estoy
bastante convencido que es este el aspecto importante de la competencia.
Estoy, por ejemplo, bastante impresionado al ver cómo los cambios de rutina
dentro de las empresas —cambios que se ven como imposibles al principio—
se implementan repentinamente, si una situación competitiva presiona a las
empresas para hacerlo.
La mayoría de los economistas pueden probablemente dar muchos
ejemplos de empresas cuya eficiencia aumentó como resultado de una presión
competitiva creciente. A menudo, particularmente en los países pequeños, se
puede esperar que tal presión provenga de una competencia internacional más
que de otras empresas domésticas, especialmente en sectores donde rendi-
mientos a escala considerables han dado cabida a un número muy pequeño de
empresas domésticas. Muchos estudios microeconómicos sistemáticos de
casos, han informado también acerca de las formas cómo las empresas han
permitido que aumentaran los costos por unidad de producto, cuando las
ganancias son altas, y cómo el aumento de la tasa de productividad se acelera
cuando las ganancias disminuyen. 30 También creo, aunque esto puede ser

29
Ver, por ej., Joe S. Bain, Industrial Organization, 2a Ed. (New York: John
Wiley and Sons, 1968), Caps. 10-11.

30
Véase, por ejemplo, Leibenstein.
140 ESTUDIOS PÚBLICOS

difícil de probar en forma convincente, que la situación relativamente compe-


titiva en países como los Estados Unidos y Suecia ha tenido un fuerte factor
positivo, al promover la alta y creciente eficiencia en los sectores industriales
de estos dos países, en contraste con países como Gran Bretaña, Francia
(particularmente en el pasado) y Checoslovaquia después de la Segunda
Guerra Mundial, y probablemente también un número de países subdesarro-
llados como la India, y muchos países de América Latina, que adhieren a
prácticas más proteccionistas y monopólicas.
Para resumir: desde el punto de vista de la eficiencia económica, la
competencia tiene un doble rol. Es a causa de la competencia que: 1) los
precios, tanto para factores de producción como para bienes, son obligados a
bajar a niveles donde reflejan los costos de producción ("costos de oportuni-
dad"); y 2) que las empresas son obligadas a responder a las señales del
mercado. También debe subrayarse, aunque no deja de ser evidente, que en
principio no hay conflictos entre competencia y planificación económica,
suponiendo que la planificación descansa principalmente en incentivos eco-
nómicos, dentro del contexto de un sistema de mercado, como ocurre con "la
planificación indicativa" que surge ahora en Europa Occidental.
Es difícil de determinar en forma concluyente si la competencia ha
descendido o subido en las décadas recientes. A menudo, la tendencia a la
concentración en las industrias en muchos países se toma como un indicador
de que la competencia ha descendido y se olvida de que existen poderosas
fuerzas que han trabajado en la otra dirección. La caída en los costos de
transportes ha confrontado a anteriores monopolios regionales y nacionales
con la competencia nacional e internacional. Una sola empresa en un país,
puede encontrarse en una situación más competitiva en el mercado internacio-
nal de hoy, que cinco o diez empresas nacionales, cincuenta años atrás. La
gradual reducción en las restricciones comerciales y la creación de mercados
comunes han trabajado en esta misma dirección. Un tercer factor ha sido la
enorme expansión de sustitutos próximos a los productos existentes, sustitu-
tos que, en muchas ocasiones, han incrementado decisivamente la competen-
cia en las empresas. Un caso clásico y típico, es el del viejo monopolio de los
ferrocarriles, que hoy compite de cerca no sólo con el automóvil y los viajes
aéreos, sino igualmente con el teléfono, el telégrafo, y cada vez más con la
televisión. Ejemplos similares abundan en varios campos, especialmente
donde se han introducido nuevos materiales, tales como los plásticos y las
fibras artificiales.
Estas observaciones no entran, por supuesto, en conflicto con los
conocidos intentos de empresas individuales por tratar de evitar la competen-
cia tanto como sea posible. Adam Smith enfatizaba la tendencia de las
empresas de coludirse en contra de los intereses del consumidor, y concluía
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 141

que una economía competitiva requiere de una fuerte intervención del gobier-
no para quebrar los monopolios, los carteles, y formas similares de colusión
entre las empresas. Los empresarios son a menudo poderosos partidarios de la
competencia en todos los campos, excepto el propio.
Estos argumentos no son, por cierto, muy importantes para aquellos
que rechazan la competencia entre empresas, fundamentalmente en el terreno
moral, y tienen menos importancia aún, para los de la Nueva Izquierda que ya
miran el nivel de consumo presente como muy alto. Los economistas, y otros
cientistas sociales tienen muy poco que decir en esta materia, sobre la
competencia versus cooperación como forma de vida, esto es, acerca de los
efectos psicológicos y físicos en el individuo. Posiblemente, la competencia
entre individuos, más que entre las empresas, no se logra sin ciertos costos
humanos, tanto para aquellos que lo hacen mal como para los con éxito en la
carrera de la competencia. Por ejemplo, en años recientes ha habido una
creciente preocupación en muchos países (tal como en Escandinavia) acerca
de problemas de adaptación de seres humanos conectados con una acelerada
tasa de cambio estructural, relacionada de cerca, a su vez, con la creciente
competencia internacional. Sin embargo, probablemente prevalece la compe-
tencia entre los individuos, no sólo en los sistemas económicos con empresas
competidoras, sino también en jerarquías administrativas, como también
entre individuos pertenecientes a partidos políticos. Es igualmente interesante
notar, que cuando las personas pueden hacer lo que quieren, esto es, en su
tiempo libre, en una gran medida lo hacen en busca de juegos competitivos,
tales como deportes y juegos sociales.
No obstante, una sociedad sin (o con un mínimo) de competencia,
debe igualmente enfrentar serios problemas en las relaciones humanas, aparte
de la posibilidad de una baja eficiencia y la relativamente pobre calidad de los
productos y servicios. Por ejemplo, debe ser difícil encontrar criterios aparte
del de capacidad (que de hecho implica competencia) por el cual asignar mano
de obra a diferentes clases de trabajos, sin utilizar métodos tales como
loterías, órdenes arbitrarias de las autoridades superiores, o variadas clases de
nepotismo —fenómeno que también debe ser frustrante para una cantidad de
individuos. Mientras más se borren los límites entre las clases sociales en una
sociedad y, por lo tanto, más abierta sea la sociedad, mayor será el papel que
probablemente le corresponda a la competencia entre los individuos de los
diferentes trabajos. En una sociedad en la cual todos obtienen su posición por
herencia o tradición, puede esperarse que la competencia por los diferentes
trabajos sea muy pequeña. Y, contrariamente, una "sociedad sin clases", sin
discriminación basada en la raza o en antecedentes familiares, se podría
esperar que fuese bastante competitiva.
142 ESTUDIOS PÚBLICOS

El Significado del "Desarrollo"

Muchos de los puntos previamente discutidos —mercados, propie-


dad, incentivos económicos, competencia y centralización— estaban también
en el centro del interés de la Vieja Izquierda. Una idea de mayor originalidad
de la Nueva Izquierda es su creencia de que las actuales sociedades capitalis-
tas occidentales (especialmente los Estados Unidos) están sobredesarrolladas,
y que el nivel de consumo del ciudadano medio, es ya demasiado alto. Parece
que esta creencia es más característica de la izquierda estudiantil que de los
(algo más viejos) autores, a menudo marxistas, que los han inspirado.
La idea del "sobreconsumo" parece tener dos versiones muy diferen-
tes. Una de ellas es que el consumo adicional (privado), desde el punto de
vista de la sociedad como un todo, es inútil o incluso una fuente de desutili-
dad; por lo tanto, se dice que la utilidad marginal del consumo es, de hecho,
cero o incluso negativa, aunque la gente todavía no ha descubierto esto por sí
misma. La idea es expresada a menudo en fórmulas como, "no es cierto de
que más sea mejor que menos". O, "el tiempo de la escasez de los medios de
producción ha pasado".
En este aspecto la Nueva Izquierda se desvía obviamente en forma
considerable de la Vieja Izquierda. Una razón es probablemente que la Vieja
Izquierda era un movimiento básicamente obrero, mientras la Nueva Izquier-
da es fundamentalmente un movimiento estudiantil. Parece ser que tales ideas
son más naturales entre los niños de familias de ingresos medios —y altos que
aún permanecen en la escuela— para quienes los problemas económicos de
mantener y financiar una familia no han llegado a ser aún una realidad. Es, yo
creo, revelador que aunque la revuelta estudiantil de Francia de mayo de 1968
fue hasta cierto punto una protesta en contra de la "sociedad de consumo",
cuando fue seguida por los trabajadores, terminó en un 13% de aumento
salarial, con el objetivo de permitir un más alto consumo privado para los
asalariados (la mayoría de la población).
Para aquellos de la Nueva Izquierda que enfatizan la no importancia
del consumo (adicional), puede haber también problema de coherencia: si el
consumo (adicional) no tiene importancia; ¿por qué la igualdad en el ingreso y
el consumo es tan importante?
Existe, sin embargo, una segunda versión de la teoría del
"sobreconsumo". Es la idea de que el consumo privado no es por sí mismo
muy alto, sino que lo es en relación al consumo público y a la calidad del
medio ambiente natural y el creado por el hombre. Por lo tanto, la utilidad
marginal del consumo privado no se supone que sea cero— sólo más pequeño
que la utilidad marginal del consumo público y del gozo del medio ambiente.
Permítasenos llamar a esto la teoría del sobreconsumo "relativo". Esta es la
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 143

idea de que el proceso político no ha sido capaz de lograr una óptima


asignación, esto es, una posición en conformidad con las preferencias domi-
nantes en la sociedad, entre consumo privado, consumo público y calidad del
medio ambiente. Se dice que "la calidad de vida" es sacrificada por demasiada
concentración en la producción de bienes y el nivel de consumo privado, con
el consecuente olvido de las externalidades de la producción y el consumo. 31
Ciertas veces esta afirmación llega muy lejos. Algunos de los que
inspiran a la Nueva Izquierda han expresado el deseo de que el consumo
público llegue a ser una forma "normal" de consumo. Leo Huberman y Paul
Sweezy han declarado: "Debemos construir un sistema en el cual los servicios
públicos lleguen a ser la forma normal, verdaderamente necesaria de vida, y
no la aberración en unos cuantos quijotes altruistas".32 Se afirma a menudo
que la reducción en "el lujo y el desperdicio" en el consumo privado haría
posible logros extraordinarios en consumo público. O, como lo formula
Mandel: "La abolición del lujo y el desperdicio, sin duda formas perjudiciales
de gastos, serían por sí mismos suficientes para duplicar el consumo público
útil en los países occidentales, en particular los gastos en educación, salud,
transporte público, y conservación de recursos naturales, etc."33 Como el
consumo público en estos países es habitualmente entre el 10 y el 20% del
PNB, y el consumo privado alrededor de 55 a 65 por ciento, una parte
considerablemente sustancial del consumo privado consiste en "lujo y desper-
dicio" (si los recursos no se toman de los gastos de defensa, que varían entre 1
y 10 por ciento del PNB).
Obviamente no es necesario suponer que la utilidad marginal del
consumo privado es cero, negativa, o incluso baja, para propiciar la asigna-
ción de mayores recursos al consumo público y al mejoramiento del medio
ambiente general. Más aún, tal vez el cargo de "sobreconsumo" en las
actuales economías desarrolladas implica a menudo una forma metafórica de
decir que la distribución del ingreso es injusta —tanto al interior de los países
como entre países ricos y pobres. Algunos partidarios de la Nueva Izquierda
también parecen creer que las nociones de sobreconsumo y sobredesarrollo
van "en camino de desaparecer" de la doctrina del movimiento, y que en su

31
John Galbraith, en The Affluente Society (Boston: Houshton Mifflin, 1958),
simultáneamente envuelve ambas versiones de la teoría del sobreconsumo, aunque sin
hacer distinción entre ellas.
32
Leo Huberman y Paul Sweezy "Socialism is the only answer" Monthly
Review Pamhpet Series 1951).
33
Mandel, 2:616.
144 ESTUDIOS PÚBLICOS

lugar se pondrá mayor énfasis en la pobreza (tanto en los países subdesarrolla-


dos como entre las minorías de los países desarrollados).
A veces el argumento de sobreconsumo se amplía a la acusación de
que las sociedades capitalistas actuales están en una cierta medida
"subdesarrolladas", expresión muy a menudo escuchada en las discusiones de
los norteamericanos. Los intentos de algunos grupos de Nueva Izquierda de
elegir una "pobreza voluntaria" (habitualmente por un período limitado, y con
la posibilidad de volver, en cualquier momento, a la sociedad de consumo)
puede servir como un símbolo de estas ideas algo roussonianas.
Hasta cierto punto puede ser una cuestión semántica si preferimos
llamar sobredesarrollada a la actual sociedad de los Estados Unidos, o
subdesarrollada cuando queremos expresar disgusto personal de algunos de
sus aspectos. Mis preferencias personales, no obstante, son opuestas a llamar-
la sobredesarrollada. Yo más bien diría, que la sociedad de los Estados
Unidos tiene muchas de las características de los países subdesarrollados,
mucho más de hecho, que algunos otros países de altos ingresos. Para apreciar
este punto debe notarse que en años recientes ha llegado a ser más y más
común considerar "el desarrollo" como un concepto multidimensional, in-
cluyendo otras dimensiones que un promedio de altos ingresos per capita y
tecnología avanzada en los sectores líderes de producción de bienes, una
definición de acuerdo a la cual Kuwait y los Estados Unidos serían los dos
países más desarrollados en el mundo. En una definición más multidimensio-
nal de desarrollo, quisiéramos considerar también factores tales como 1) la
existencia de desigualdades (por ejemplo, amplios bolsones de pobreza y
subeducación) que hacen que el país tenga una sociedad "dual"; 2) el despro-
porcionado poder político en manos de ciertas minorías privilegiadas, combi-
nado con discriminación de grupos minoritarios pobres; 3) la falta de seguri-
dad, tanto seguridad personal "elemental" en las calles, y de seguridad social
en el caso de mala salud y otros infortunios personales; 4) falta de calidad en
los servicios públicos, tales como escuelas, transportes y facilidades recreati-
vas; 5) deficiencias en la calidad del medio ambiente general, manifiesto en
apagones en las ciudades y en polución; y 6) una propensión a utilizar la
moderna tecnología para proyectos que promuevan el prestigio nacional más
que para mejorar las condiciones de vida de los seres humanos —todas áreas
de las cuales sufren los así llamados países subdesarrollados. No parece
convincente, bajo esta definición multidimensional de desarrollo, más am-
plia, que se mire a los Estados Unidos como un país "sobredesarrollado" o
incluso un país de alto desarrollo. La racionalidad para afirmar que los
Estados Unidos muestra muchos signos de un país subdesarrollado podría
fortalecerse aún más, si también exigiéramos de un país altamente desarrolla-
do una política exterior "madura", en el sentido de que las relaciones con el
CRITICA DE LA NUEVA IZQUIERDA A LA ECONOMÍA ACTUAL 145

mundo exterior sean manejadas de una manera no dogmática, con el debido


respeto por los hechos y por el derecho de la otra gente a la autodeterminación;
esto es, si pedimos a los países altamente desarrollados de que muestren
habilidad para manejar problemas de "relaciones humanas" no solamente en
casa, sino también más allá de sus fronteras.
A partir de este tipo de consideraciones, yo encuentro difícil simpati-
zar con la creencia (o con la terminología) a menudo expresada en la literatura
de la Nueva Izquierda de que los Estados Unidos es un país "sobredesarro-
llado". Incluso, si fuera más apropiado decir de que los Estados Unidos
muestra considerables similitudes con los llamados países subdesarrollados,
la más clara y simple manera de caracterizar a los Estados Unidos parece ser el
señalar las peculiaridades en la distribución del ingreso y poder, como
también en la asignación de sus recursos. No obstante, es también real que
estas características han sido expuestas a más y más fuertes críticas dentro del
propio Estados Unidos, en recientes años, con una alta probabilidad de
cambios sustanciales en la sociedad americana. Sería sorprendente, personal-
mente hablando, si estos dramáticos cambios de opinión, especialmente entre
los jóvenes, no tuvieran un impacto muy importante en las acciones políticas e
instituciones en una sociedad tan libre y abierta como la de los Estados
Unidos.

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