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* Construyendo en igualdad – la mujer australiana en la construcción

Silvia Cuevas-Morales

A menudo me pregunto cómo serían las ciudades, las calles, los hogares, si fuesen
construidos por mujeres. ¿Serían diferentes? Las estaciones de metro, ¿serían más
accesibles para los cochecitos de bebé? Las cocinas, ¿serían más prácticas? Recuerdo el
nuevo piso de una amiga donde había que subirse a un taburete para almacenar la vajilla
y la comida porque los armarios de la cocina estaban altísimos...

Gracias al Movimiento Feminista hoy las mujeres podemos acceder a empleos que
antaño nos estaban vedados. Pero aunque la igualdad sea una aspiración loable no
deberíamos conformarnos con acceder a los peores trabajos, es el antiguo dilema sobre
si las mujeres deberíamos reivindicar los trabajos insalubres. Si hemos decidido trabajar
en campos como el de la construcción sería conveniente no perder de vista el objetivo,
que podamos ocupar puestos de dirección y no quedar relegadas a los peores puestos.
Que seamos ingenieras, arquitectas, o encargadas de obras y no limitarnos a trabajar con
el pico y la pala construyendo caminos a pleno sol.

En la construcción somos una minoría, sobre todo en España. ¿Pero qué pasa en otros
países? En Australia, al igual que en España, el mundo de la construcción es
predominantemente masculino, desde los ingenieros, topógrafos, inspectores, y
delineantes hasta los albañiles, electricistas, lampistas, fontaneros, pero en ese país cada
día se incorporan más mujeres a sus filas. Allí las mujeres componen el 44% de la
población laboral, y ocupan el 13% del personal empleado en la construcción (Informe
de Incolink, 2008). Según la Office for Women del Estado de Queensland, las mujeres
ocupan el 27,3% de los puestos de dirección en la ingeniería; representan el 13% de los
graduados, y ocupan el 1,6% de los puestos con menos preparación.

Cada día más mujeres apuestan por estudiar carreras a las que antes no tenían acceso y
es interesante ver que acceden en mayor número a los puestos más cualificados. Pero
esto no significa que ellas copen los puestos de dirección, sino que sólo las mujeres más
preparadas sobreviven en el mundo de la construcción. Según diversos estudios, en
Australia el 40% de los estudiantes de arquitectura son mujeres, pero sólo un 1%
ostentan cargos de dirección. Según el periódico The Australian, en el país hay unos
250.000 ingenieros profesionales de los que un 10% son mujeres. La mayoría de ellas
tiene menos de 30 años de edad y sólo un 15% con más de 40 años sigue en la profesión
(publicado el 18 de octubre de 2008).

¿Por qué hay tan pocas mujeres? Como es de prever, existen demasiados prejuicios que
solapan el machismo de la industria. Se dice que tenemos menos fuerza y que no
podemos hacer los mismos trabajos. Es verdad que de pequeñas nos acostumbran a
jugar con muñecas y mantener nuestros vestiditos limpios, y se anima a los chicos a
trepar a los árboles y correr tras un balón, incrementando así las diferencias entre la
masa muscular de ambos sexos, pero ¿acaso necesitamos más fuerza para ser ingenieras
o electricistas?

Otro argumento es que las mujeres necesitamos otro tipo de “instalaciones”, ¿es tan
difícil poner aseos para mujeres en una obra? O se dice que no podemos encajar con la
“cultura de la industria”. ¿Acaso a los chicos les cuesta tanto no hacer comentarios
machistas y dejar de hablar constantemente de sexo, o tener fotografías pornográficas en
sus taquillas? ¿No hablamos de personas civilizadas o existe una ley tácita en la
construcción que dicta que los hombres deben comportarse como orangutanes en celo?

En una encuesta de 1993, la mayoría de los seleccionadores de personal para una obra
respondió que las mujeres no optaban a estos trabajos porque era un campo
tradicionalmente masculino. “Que no hay suficientes puestos de trabajo...” Claro, si hay
paro que sean ellas las desempleadas. “Que el trabajo es demasiado pesado y que es
sucio”. Sí, algunas tenemos menos fuerza y sí es sucio, pero ¿acaso las mujeres no han
estado cambiando pañales a bebés y a ancianos durante siglos? Queda claro que todos
los argumentos para que no nos incorporemos a este ámbito son meras justificaciones.

Uno de los mayores problemas que enfrentan las mujeres al trabajar en la construcción,
sobre todo en los puestos menos cualificados, es el rechazo de sus compañeros cuando
se incorporan. A esto hay que añadirle el aislamiento ya que suelen ser minoría. Se
suma también la temporalidad de estos trabajos ya que deben cambiar de lugar a
menudo, viéndose obligadas a desarrollar nuevas relaciones sociales cada vez. Al estar
en minoría ellas destacan más y en cada nuevo espacio se ven obligadas a probar su
valía hasta ser aceptadas por sus compañeros. Las tareas en la construcción pueden ser
peligrosas y los trabajadores necesitan confiar unos en otros para salvaguardar su
seguridad. Las mujeres deben esforzarse en mantener buenas relaciones con sus colegas
porque su seguridad depende de ello.

Muchas declaran que a menudo las cuestionan por su opción laboral, cuando nadie le
preguntaría al nuevo chico porqué trabaja en esa industria. Las preguntas suelen ser del
tipo “¿y qué piensa tu marido sobre tu trabajo? ¿Tu papá trabaja en la construcción?
Cada vez que una mujer comienza en una nueva obra deberá contestar estas preguntas
para satisfacer la curiosidad de sus compañeros, porque no pueden comprender que se
trata de una simple opción personal.

Algunas, además de demostrar que son capaces de hacer el mismo trabajo que ellos,
comentan que a veces se enfrentan a actitudes paternalistas. Algunos hombres piensan
que ellos tendrán que trabajar más para compensar lo que ellas no podrán hacer y otros
les ofrecen su ayuda. Aunque es de agradecer, su amabilidad tiene efectos negativos ya
que impide que las mujeres puedan desarrollar su trabajo. Ante los ojos de los demás las
coloca en una situación de incompetencia y puede minusvalorar su propia autoestima.

En un medio tan “masculino”, el acoso sexual y los comentarios vejatorios están a la


orden del día y representan una de las mayores dificultades que enfrentan las mujeres.
Aunque no todos los hombres se burlan o las acosan, lo que suele suceder es que
aquellos que no lo hacen activamente tampoco se enfrentan a sus compañeros cuando
este acoso se plantea. Existe una “solidaridad” tácita entre los hombres. Para algunas
mujeres es una batalla continua y no es sorprendente que la mayoría de las mujeres
abandonen este trabajo tras un máximo de cinco años. Un informe de 2007, sobre
ingenieras, reveló que en 1999 se reportó un 36% de casos de discriminación por razón
de sexo, comparado con un 42,3% en el 2007. Según la Asociación de Ingenieros de
Australia, el porcentaje de casos de acoso sexual ha disminuido levemente de un 27%
de casos en 1999 a un 22% en el 2007.

Para sobrevivir muchas desarrollan tácticas para soportar el día a día. Las hay que
adoptan roles masculinos para demostrar que no son diferentes a ellos, comportándose
de manera agresiva y ofreciéndose para hacer los trabajos más peligrosos y sucios.
También hacen un esfuerzo consciente para compartir los intereses de sus compañeros y
ocultan los suyos para poder comunicarse y ser aceptadas. Se mantienen al día sobre los
modelos de coches o los partidos de fútbol para compartir las conversaciones y se
abstienen de hablar de temas “femeninos”. Otras se esfuerzan en construir una imagen
más fuerte, entrenándose en gimnasios para ganar en musculatura o incluso eligiendo
“adecuadamente” el tipo de coche o moto que conducen. Todas estas tácticas,
desafortunadamente, conducen a la masculinización de las mujeres para poder ser
aceptadas por el grupo dominante.

A nivel nacional se han desarrollado medidas para incentivar a las jóvenes a que
estudien carreras industriales. La asociación Engineers Australia ha iniciado una
estrategia para reclutar y retener un mayor número de mujeres en la profesión de
ingeniería. La campaña comienza en las escuelas para interesar a las chicas y para
asegurarse de que eligen las asignaturas necesarias para poder continuar sus estudios a
nivel universitario. También existe la Asociación Nacional de Mujeres en la
Construcción (NAWIC), fundada en Texas en 1953 y que comenzó su andadura en
Australia en 1995. Sus objetivos son unificar y representar a las mujeres que trabajan en
la construcción, desde las ingenieras hasta las carpinteras; promover e implantar
mejoras en la industria; incentivar y apoyar a las que decidan seguir carreras en este
campo y prestar orientación y apoyo económico en forma de becas.

A nivel sindical está el sindicato CFMEU que aglutina a los trabajadores en el ámbito
de la construcción, área forestal, minería y energía. Éste fue fundado en 1850 y desde la
incorporación de la mujer ha defendido activamente sus derechos exigiendo que todos
los trabajadores y directores de empresas sean concientes y se responsabilicen de crear
un ambiente laboral libre de material discriminatorio y/o ofensivo en sus lugares de
trabajo. Exigen que las instalaciones estén adaptadas con baños, duchas y vestuarios
para ellas y que éstos estén cerrados con candado para evitar actos vandálicos, y que
cada empleada tenga su propia llave. En caso de discriminación o acoso sexual, el
sindicato representa a las afectadas ante la Comisión de Igualdad de Oportunidades y
Derechos Humanos.

En el siglo XXI el reto es que las mujeres podamos trabajar en cualquier campo sin que
nuestro sexo sea una condición excluyente y sin tener que convertirnos en “uno de los
chicos” para triunfar y poder continuar la ardua tarea iniciada por nuestras antepasadas
feministas de seguir construyendo en igualdad.

* Artículo publicado en Revista Maginaria, editada por la Delegación de la Mujer del


Ayuntamiento de Sevilla. Nº 004, octubre de 2009.

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