You are on page 1of 8

LA PROPUESTA DE LA FE HOY

El paisaje sociocultural ha cambiado y está en constante evolución.1 Estos cambios también


se manifiestan en la religión. Los jóvenes crecen en un medio, donde la cultura religiosa no
ocupa necesariamente un lugar de elección; la fe cristiana parece ya no contar en la vida
real y las nuevas generaciones están buscando dar un sentido a sus vidas por otras vías
planteándose preguntas fundamentales sobre la existencia humana. Este paisaje nuevo e
inestable representa un desafío considerable. Obliga a repasar y renovar con detenimiento
la manera de concebir y de poner los medios para la educación de la fe.2 Ahora podemos
inferir algunas líneas que nos permiten proyectar la acción de evangelización en el mundo
de los jóvenes. Ante todo debemos:

1. Aprender las lecciones del pasado

Las sombras y las luces del pasado evangelizador nos aleccionan, es preciso estar atentos a
no repetir los errores. La memoria del pasado nos advierte que la nueva evangelización de
los jóvenes en el Continente debe hacerse desde el testimonio de la propia vida del
evangelizador; una vida integrada y coherente, purificada de pretensiones de poder,
prestigio y dinero; libre de actitudes impositivas y violentas; impregnada de la mentalidad y
de los sentimientos de Jesucristo mismo; una evangelización desde la experiencia de una
iglesia servidora que dialoga con el mundo y que promueve la participación de todos;
comprometida con los más pobres y respetuosa de las culturas de los pueblos y
comunidades; una evangelización en la línea del proyecto evangelizador (liberador) de
Medellín, Puebla y Santo Domingo que partiendo del encuentro personal y social con
Jesucristo vivo vaya más allá de sus propias fronteras en actitud misionera hacia los más
alejados en sus propios ambientes, valorando y asumiendo las líneas y criterios pastorales
que sobre la Pastoral Juvenil se han formulado.

2. Atender a los nuevos rasgos culturales

Es importante no perder de vista los nuevos rasgos culturales que marcan nuestra sociedad
y que vienen a modificar considerablemente lo relativo a la religión. Vivimos en una cultura
pragmática, marcada por los medios de comunicación, la ciencia y la técnica, que valora la
1
Las mentalidades se han secularizado, la pluralidad estalla por todas partes, la memoria cristiana se pulveriza,
la práctica religiosa continúa flaqueando. La religión ha llegado a ser para algunos un asunto del pasado y, para un buen
número, una opción personal que se quiere tener y mantener en el secreto íntimo de la conciencia (cf ASAMBLEA DE
OBISPOS DE QUÉBEC, Proponer la fe a los jóvenes: una fuerza para vivir. Documento de orientación (= AOQ), Marzo
de 2000, 3).
2
La experiencia religiosa contemporánea se presenta individual, centrada en el cuerpo, negando las distinciones
entre el hombre y Dios; proclive al tradicionalismo y ligada a la mutabilidad y a la fragilidad de las personas, que muchas
veces se encuentran privadas de los requisitos necesarios para su transmisión hacia las nuevas generaciones. La
experiencia religiosa de los jóvenes habita un territorio colocado al interior de los confines de la vivencia subjetiva:
prevalece la dimensión emocional como reacción a la aridez del positivismo, que se expresa en un redescubrimiento del
conocimiento a través de la vivencia subjetiva. A las certezas que se adquieren lentamente y que requieren una larga
búsqueda entre las ideas, las doctrinas y los textos sagrados, se contrapone un conocimiento derivado de una experiencia
vivida personalmente: “Dios existe yo lo he encontrado” es la afirmación perentoria de un conocimiento inmediato,
apenas formulado, pero que es fuente de una certeza absoluta (cf Mario POLLO, Le trasformazioni culturali, 11-14).
autonomía de las personas, la participación, el debate y la crítica. Estos rasgos impregnan
fuertemente las mentalidades y la sensibilidad de los jóvenes y representan a la vez
amenazas y probabilidades para el despertar y la transmisión de la fe.3

3. Hacer los propios cambios

El mundo presenta una evolución vertiginosa. Es importante que la Iglesia sepa reconocer
estos cambios y realizar -ella misma- aquellos otros que sean necesarios para entrar en
diálogo con el mundo en el que está inserta y actúa. Considero que dos cambios se hacen
necesarios para la situación cultural que se ha evocado. Estos dos cambios conducen a
considerar de otro modo la propuesta de la fe a las jóvenes generaciones. Uso la metáfora
para describirlos. Es necesario pasar hoy del modelo del río, al modelo de la fuente y del
modelo de los programas, al modelo de los itinerarios.

Del modelo del río al modelo de la fuente

Hemos estado habituados a pensar que la transmisión de la fe seguía el modelo del río que
crece poco a poco con el aporte de varios afluentes que vienen a aumentar su caudal y a
ensanchar su cauce. Es así como la transmisión de la fe tenía su fuente en los hogares.
Después, en la etapa de la infancia y la adolescencia, ensanchaba su curso con el afluente
principal de la escuela y la enseñanza religiosa escolar. Después las parroquias tomaban el
relevo para el resto del curso y del declinar de la vida. La transmisión de la fe se operaba de
manera progresiva, encadenándose de etapa en etapa, como una herencia llevada y
arrastrada en el oleaje continuo de la vida, en el funcionamiento cotidiano de las
instituciones sociales y eclesiales.

Es necesario reconocer que esta imagen del río y de sus afluentes ya no corresponde con la
realidad. En los hogares, a menudo, la fuente parece agotada. En la escuela, el aporte
religioso es reducido; a veces es tratado de manera aleatoria. Por su parte, las parroquias,
menos frecuentadas, no alimentan más que una débil proporción del pueblo de los
bautizados y muchos creyentes no encuentran verdaderamente respuesta a su hambre. Esta
imagen del río evoca el dispositivo que ha servido para dirigir la evolución religiosa de las
generaciones anteriores. Los lugares institucionales que le caracterizaban son objeto de una
lenta y continua desconexión. De este modelo de río con un cauce actual incierto, tenemos
que pasar a otro modelo.4
En las nuevas condiciones, es importante subir allí donde la fe toma su fuente. Es decir, en
el corazón de la experiencia de la gente. La fuente se encuentra en las personas, en los

3
Cf ibid., 4 y 5.
4
Cf ibid., 6; La fórmula tradicional de la primera evangelización a través de la familia cristiana ha llegado a ser
inadecuada, pues, en muchas familias la primera evangelización no es más practicada; la evangelización inicial de la
familia cristiana no viene más sostenida por lo externo, el ambiente es fuertemente pluralista por todos lados desde el
punto de vista religioso e ideológico; la tradicional oferta de catequesis parroquial no resulta muy adaptada para suplir la
falta de evangelización inicial; hay una enorme distancia y desproporción entre el mundo cultural de la familia, en la que
ha habido una evangelización inicial en el ámbito del niño, y el mundo cultural asimilado en el ámbito de la escuela y de
las nuevas pertenencias juveniles (cf Joseph GEVAERT, Evangelización, en Dizionario di Pastorale Giovanile, 383).
momentos esenciales de sus vidas, en las experiencias básicas a través de las cuales se
manifiestan los primeros estremecimientos y rumores de la fe. Es esta fuente la que sin
cesar hay que buscar, despejar, canalizar. Tenemos que estar atentos al pozo secreto que
cada uno lleva en lo más profundo de sí mismo, atentos a buscar las fuentes de la fe,
siempre subterráneas, pero que afloran pronto o tarde al ras de la vida. La fuente está allí,
donde la gente, fatigada, encuentra el placer de beber, el gusto del agua, el gusto de vivir y
de revivir. Volver a la fuente es más que conducir a los creyentes, es más que entrar en un
sistema. Es ante todo intentar extraer la experiencia espiritual que brota de la vida, que
extraña, que hace presentir lo esencial, que despierta, que pone en marcha, que hace vivir.
Es aprender a reconocer, en las diversas etapas de la vida, esta fuente que el Espíritu hace
surgir en el corazón de los seres, como un don, como una fecundidad nueva.5

De los programas a los proyectos

La situación cultural actual impulsa a hacer otro cambio: hay que pasar de los cursos a los
itinerarios. La palabra “curso” evoca inmediatamente la idea de programa, series de
lecciones sobre la doctrina cristiana. Nos hace pensar en verdades enseñadas, en la
repetición y en el adoctrinamiento. La palabra “itinerario” propone ante todo la idea del
aprendizaje de la verdad. Hace sitio a la persona, a su autonomía, a su evolución. Pasa de
una verdad aprendida a una verdad experimentada. Una verdad consolidada, comprobada
con la experiencia, que acaba en una convicción personal. Ciertamente la fe conlleva una
parte evidente de enseñanzas, conocimientos, verdades. Hoy se nos pide, ante el estallido
de los medios de comunicación y evolución de las prácticas pedagógicas, encontrar
coincidencias plurales que impliquen la participación y el compromiso de los jóvenes. Se
nos pide sobre todo, en este tiempo de pluralismo religioso y de elección personal, tomar
nota del hecho de que la fe se proyecta en primer lugar y ante todo a través del testimonio
de vida de las personas creyentes. La fe se aprende sobre todo en el modo de vida de la
experiencia compartida, del camino hecho en compañía de los hermanos y hermanas cuya
aspiración y fuerza de vivir se inspiran en el Evangelio. Proponer hoy la fe a los jóvenes es,
más que intentar darles clases, sugerirles proyectos de vida.6 Invitarles a dar algunos pasos
como se hace un trozo de camino, como se descubre poco a poco un rincón del país, un
territorio nuevo, desconocido. Evidentemente, acompañándoles.

5
Cf ibid., El modelo de la fuente guarda relación con el significado originario y específico de evangelización
que es el anuncio del mensaje evangélico a las personas con miras a la fe en Jesucristo y a la conversión al Evangelio.
Evangelizar significa trabajar, preparando y realizando el encuentro explícito con el mensaje evangélico de tal modo que
se haga posible el acto de fe y de adhesión al Evangelio (cf Joseph GEVAERT, Evangelización, 380).
6
Un proyecto es una experiencia vivida que tiene resonancias en el ser completo. A todos los niveles, físico,
intelectual, afectivo, espiritual. Un proyecto es un periodo de vida con todo lo que puede suponer de descubrimientos,
encuentros, división de opiniones, debates, tensiones, conocimientos adquiridos, progreso. Un proyecto es más que un
conjunto de actividades o estrategias pedagógicas; es una inmersión en lo real de donde se sale en parte transformado.
Justo un poco de camino en el azar de la vida. Pero es una porción de sí mismo, un trozo de vida que no miente. Un
fragmento del mundo, iluminado por el Evangelio. Un momento gratuito, irremplazable, como un relámpago, como el
amor. La transmisión y la educación de la fe parecen hacerse ya como punteada por pequeños rasgos, a través de
proyectos, a veces espontáneos, a veces propuestos, a veces programados. “Los proyectos breves tienden a reemplazar a lo
que antes se desarrollaba en un largo proceso”, pero es siempre la vida quien anima, la vida quien sorprende, con sus
interrogantes y sus dramas, la vida quien repentinamente cambia y activa de nuevo (cf AOQ, 8 y 9).
Para los jóvenes y para un gran número de creyentes adultos, la fe no se presenta ya como
un gran camino completamente señalizado de antemano, con sus etapas y sus encrucijadas
obligatorias. No, se manifiesta más bien bajo la forma de “trozos de camino” hechos en
compañía con otros creyentes que conocen el nombre de Jesús o que lo buscan, que lo
descubren presente a ras de sus vidas, a partir de los interrogantes del momento, a partir de
una página de las Escrituras, a partir de los imprevistos y de los dramas diarios, a partir de
las locuras y de las bellezas del mundo. Esto suscita, cada vez más a menudo, trazados de fe
discontinuos, desconcertantes, imprevisibles... pero más abiertos al viento y a las sorpresas
del Espíritu. Efectivamente, existe el riego de una fe puntual, u ocasional, que no llega de
golpe a unificar la vida. Existe el riesgo de la “pertenencia parcial” que no desemboca
inmediatamente en la experiencia cristiana integral. Pero se comprende también que esta fe,
incluso fragmentaria, aún poco coherente, representa a menudo para muchos jóvenes, en las
condiciones en que ellos se encuentran, el máximo de adhesión posible. Por consecuencia,
hay que confiar en el tiempo, en la siembra, en el crecimiento (cf Mc 4,27). Hay que tener
confianza en las diversas intervenciones familiares, eclesiales y culturales. Hay que esperar
que los jóvenes puedan encontrarse, en otros lugares abiertos a la evolución, a la acogida, a
la reflexión, a la celebración, al compromiso.7

4. Preparar al anuncio

La Evangelización en el encuentro con los jóvenes de hoy no puede limitarse a los solos
jóvenes cristianos, a quienes vienen ofrecidos diversos servicios de formación y de
catequesis, sino que debe hacer posible el encuentro con el Evangelio a aquellos jóvenes
que de hecho no tienen la fe cristiana.8 Con los solos contenidos de la fe no se logra
resolver esta específica tarea de la evangelización. Los núcleos centrales de la
evangelización9 deben recibir mayor atención al interior de la catequesis de los jóvenes. Se
trata de una específica forma de evangelización con miras a la adhesión de fe y de la
conversión, se habla preferiblemente de preparación al evangelio, para caracterizar el
conjunto de preparativos que preceden al anuncio explícito de Cristo.

7
Es importante que, al final de los itinerarios propuestos, los jóvenes puedan proseguir sus caminos en la
alegría. Pues llegar a la fe es el camino de toda una vida, con sus momentos de excepción donde la existencia parece
tomar de repente otra densidad. A lo largo, el Espíritu es quien acompaña. Él es capaz de unir estos trozos de camino, de
completarlos, de unificarlos, y de conducir a los jóvenes a la fuente donde brota la vida eterna. No es Él el primer
responsable designado para la educación permanente de los creyentes: “El Espíritu os recordará todo lo que yo os he
dicho” (cf Jn 14,26).
8
Jóvenes no cristianos que no creen en el corazón y no profesan con la boca que Jesús de Nazaret es el Cristo y
no se adhieren al Evangelio como esperanza fundamental del hombre y norma orientadora de la vida; Jóvenes en
situación de evangelización inicial que no han salido de ella o que han recaído en ella; cristianos no evangelizados que
heredan de la familia y del ambiente una religiosidad cristiana, pero centrada sobre elementos secundarios o marginales,
por ejemplo la religiosidad centrada en los santos, sobre gracias y favores, etc.
9
Los momentos neurálgicos que generalmente caracterizan el encuentro fecundo con el Evangelio o la
transmisión de la fe en el mundo occidental son: las relaciones personales con cristianos convencidos; la experiencia
sanadora y liberante; las preguntas fundamentales del hombre; desmitificar y abandonar los ídolos; convertirse al Dios
viviente; valorar las motivaciones de la fe; el anuncio explícito de Cristo (cf Joseph GEVAERT, Evangelizazione, en
Mario MIDALI-Ricardo TONELLI (Ed.), Dizionario di Pastorale giovanile, Leumann, Editrice Elle Di Ci, 1992, 383-
382.
5. Revaluar los lugares de evangelización

Es necesario también considerar las posibilidades y los límites de los diversos lugares en
los que se hacía tradicionalmente la propuesta de fe (familias, parroquias, centros escolares,
movimientos y nuevos espacios -medios de comunicación, canales de distribución cultural,
etc.-). Para cada uno de estos ámbitos, es importante proponer itinerarios posibles, sencillos
y concretos. Se trata del despertar a la fe. Estos itinerarios deben llevar sobre todo a la
fuente, a lo esencial.10 Las personas hoy ya no se hacen cristianas a través de la
socialización espontánea sino en una medida mínima. 11 Es necesario una obra formativa y
una decisión personal similar a la del catecumenado antiguo: una especie de catecumenado
post-bautismal o de formación según un itinerario catecumenal para las nuevas
generaciones.12

6. Proponer caminos

La imagen de “caminos”, de “itinerarios” es la imagen de un camino abierto, que viene de


lejos, por el cual han caminado muchas generaciones antes que nosotros, guiados por el
Espíritu de Dios. Este camino llega hoy ante nosotros, a un terreno nuevo, con un relieve
escarpado y con unos paisajes inéditos. Cada uno desea marchar por él a su ritmo, pero
cada uno desea encontrar en él también indicadores que permitan avanzar en la buena
dirección, con la fuerza que viene de Dios. Estos caminos de iniciación pueden ser
múltiples: el camino de la vida, con sus gozos y sus fragilidades; el camino del servicio; el
camino de la Palabra compartida entre creyentes; el camino de la oración interior; el
camino del pan partido en memoria del resucitado. Es el conjunto de estos caminos que
conviene proponer a los jóvenes como caminos de iniciación, de introducción, del primer
contacto, del primer aprendizaje.13

10
Acerca de estos itinerarios posibles véase AOQ, 19-36. Aquí se sugieren itinerarios para las familias, en las
parroquias, los proyectos impulsados por la vida, los proyectos propuestos por la Iglesia, los proyectos de iniciación a los
sacramentos, itinerarios para inventar, itinerarios en las escuelas, itinerarios para grupos y movimientos de jóvenes,
itinerarios al filo de los acontecimientos, itinerarios correlacionados y convergentes.
11
Por largo tiempo no existió una institución que preparara a las nuevas generaciones para hacerse cristianos.
Era una tarea dejada a aquella especie nueva de catecumenado, la sociedad cristiana, que había sucedido al catecumenado
personal de los siglos II-VIII. El nuevo cristiano era formado sobre todo por la obra de la socialización espontánea
operada por la sociedad y, en ella, por la tradición familiar. Desde el siglo XVI en adelante, como complemento de ella,
surge la institución catequesis parroquial. Pero esta más que iniciar a la vida cristiana tenía la tarea de explicar y precisar
una vida que era ya vivida. De hecho la expresión “Iniciación cristiana” usada alguna vez en el siglo IV, es retomada sólo
en el XX y también ahora sirve para designar una parte de la iniciación, su elemento litúrgico sacramental. (cf Ubaldo
GIANETO, Inizazione cristiana, en Joseph GEVAERT (Ed.), Dizionario di Catechetica, Torino, Elle Di Ci, 1987, 345-
347).
12
Por catecumenado entendiendo aquel “Proceso de formación o de crecimiento, suficientemente amplio en el
tiempo y debidamente articulado, constituido por elementos catequísticos, litúrgicos-sacramentales, comunitarios y
comportamentales, que es indispensable para que una persona pueda participar con libre elección y adecuada madurez en
la fe y en la vida cristiana” (Joseph GEVAERT, Diventare cristiani oggi. Quadro dei problema e chiarificazione
terminologica, en “Catechesi” 51 (1982) 15, 3-17).
13
Acerca de estos caminos de iniciación véase AOQ, 13-17.
7. Formar guías competentes

Hoy como ayer, proponer la fe es invitar a los jóvenes a comprometerse en estos recorridos
de experiencia cristiana. Es dar los primeros pasos, una parte del camino con ellos. Es crear
un clima y un ambiente que les den el placer de creer y el deseo de ir más lejos. Para esto,
hay que tener guías apropiados. Hombres y mujeres que conozcan los caminos que
acabamos de mencionar, que los hayan andado, que conozcan las alegrías y las asperezas.
Guiar o iniciar es siempre conducir por un camino sembrado de obstáculos, estando seguros
que conduce a alguna parte, que ha sido bueno para nosotros. Es señalar las etapas, situar
los descansos, mirar el camino recorrido, medir la distancia que queda por atravesar.14 Es
clave, pues, en esta manera de entender la evangelización el encuentro con personas cuyo
corazón, cabeza, cuerpo y respiración se hayan cruzado con una “Buena Nueva” que les ha
puesto en camino y que les busca. Personas que inviten, implícita y explícitamente, a hacer
un poco de camino en la misma dirección. No se trata de grandes testigos o de
personalidades de fe. Se trata de personas cercanas, creyentes normales que se atrevan a
manifestar sus razones de vivir y de esperar, a pesar de todo. Para los jóvenes, serán sus
padres, personas de su familia, cristianos y cristianas de la parroquia, compañeros,
educadoras y educadores, orientadores, compañeros de movimientos y muchos otros
testigos que podrán cruzarse al azar en sus centros de estudio, en sus lugares de ocio y en
sus desplazamientos.15

8. Hablar por medio de relatos

Hoy los jóvenes no están dispuestos para largos discursos, ni intelectual ni sicológicamente.
Se muestran refractarios a la enseñanza de un lenguaje que les será desconocido. La
pedagogía que ellos conocen ha roto con las prácticas de la repetición y del lenguaje
abstracto. Aprenderán a hablar la fe, hablándola con otros creyentes, de forma más
espontánea que antes. En relación directa con sus experiencias. En una comunicación con
testimonios que sepan hablar ya el lenguaje de la fe. Por medio de una especie de inmersión
en un clima de fe. En primer lugar, pero sin exclusión, por medio de relatos. El relato es el
modo más sencillo y el más universal para transmitir una historia, una memoria, una fe. De
hecho los jóvenes comparten más fácilmente los relatos que las verdades abstractas. El
relato es el modo de expresión personal. Es de este modo que los jóvenes aprenderán poco
a poco a tomar la palabra en su fe. La práctica de la narración y la concentración en algunos
relatos fundamentales pueden constituir una especie de referente común: “narrar es
14
Hay que tener guías que sepan proponer algo inédito, nuevo. La propuesta no puede dirigirse únicamente a la
razón o a la memoria. No pretende solamente trasmitir un mensaje o unas convicciones. Se refiere a la felicidad del ser, al
concepto y a la alegría de vivir. Propone hacer la experiencia de la vida vivida bajo el soplo y el poder del Espíritu. Como
el escrito del evangelista Juan, al principio de su primera carta, cuando él quiere resumir sus tres años de camino con
Jesús: “He visto con mis ojos, he oído, he tocado con mis manos. La vida se ha manifestado. Yo os lo anuncio. Para que
vuestra alegría sea completa” (ibid., 17-18).
15
Acerca de la formación de guías véase el libro de mi autoría Formación para el acompañamiento espiritual
de jóvenes. Contextualización, resignificación y proyección, Bogotá, Kimpres, 2005, 440-467.
magnificar la verdad para que se vea de lejos” (Gilles Vigneault). Y para que se vea de
lejos, los relatos deben concentrarse en lo esencial.16 Algunos sugieren hoy que la propuesta
de fe se desarrolle y se concentre alrededor de cinco relatos fundamentales que están en el
corazón de la fe cristiana. En ellos se reconoce la secuencia tradicional de la historia de la
salvación. Estos son: el relato de una tierra amada, visitada y habitada por Dios; el relato de
la génesis de la vida y del destino del universo; el relato del sueño perdido y de la esperanza
encontrada; el relato de la llamada a la fraternidad entre los hombres; el relato de las cosas
empezadas pero aún no acabadas.17

9. Dialogar con las culturas

Juan Pablo II, el Papa de los jóvenes, decía: “La Iglesia tiene tantas cosas que decir a los
jóvenes, y los jóvenes tienen tantas cosas que decir a la Iglesia”. Este recíproco diálogo
favorecerá el encuentro y el intercambio entre generaciones, y será fuente de riqueza y de
juventud para la Iglesia y para la sociedad civil.18 Un elemento clave del nuevo proyecto
evangelizador delineado desde Medellín, es el diálogo con los jóvenes. Un diálogo sincero y
permanente con la juventud implica la respuesta a los legítimos y vehementes reclamos pastorales
de la juventud, en los que ha de reconocerse un llamado de Dios. Para este diálogo es importante
ubicarnos en los nuevos areópagos que atraen el interés de los jóvenes: los mass media,
vehículo de información y de imágenes de la realidad, las más diversas y contradictorias; la
música, cada vez más, expresión de nuevos lenguajes y mensajes; la navegación en
Internet; y también, una insistente inquietud religiosa y de espiritualidad llena de emoción,
de espontaneidad y de interpretaciones de moda.19

Hoy tenemos que reconocer que la categoría cultura nos ha permitido valorar otras
dimensiones de la realidad (la diversidad, la complejidad, las subjetividades en
construcción) y de la tarea evangelizadora de nuestra Iglesia latinoamericana (la Nueva
Evangelización, la Promoción Humana, la Cultura Cristiana)20; sin embargo, es preciso
estar atentos a no olvidar que en el contexto latinoamericano, el factor económico ejerce un

16
No olvidemos que la Biblia es de principio a fin, desde Abraham hasta Pedro, Pablo y los demás apóstoles, el
relato de los testigos que quieren “dar testimonio de la luz” que ilumina sus vidas (cf Jn 1,7-9). El Credo origen de la fe en
Dios, también se dice de una manera narrada: “Mi padre era un arameo nómada; él bajó a Egipto con poca de su
gente...Los egipcios nos maltrataron...Invocamos a Yahvé, el Dios de nuestros padres...Oyó nuestra voz...Y Yahvé nos
hizo salir de Egipto” (Dt 26).
17
Se trata de relatos para narrarlos a los niños, y a los jóvenes, con motivo de los itinerarios efectuados en
familia, en los centros escolares, en las parroquias, en los movimientos. No como contenidos para pasar, sino relatos que
hacen pensar, que aclaran lo que se está viviendo, que invitan a ver e ir más lejos. Como el camino que el Etíope hace en
compañía con el diácono Felipe, los dos comparten relatos de vida, a la luz del relato del servidor que sufre, del profeta
Isaías. Son relatos para tejerlos con los acontecimientos diarios. Alrededor de ellos conviene reagrupar varias páginas y
múltiples episodios de la Biblia que aportan una misma luz, que reflejan un mismo mensaje, que enriquecen las mismas
convicciones. Son para “relacionarlos con la experiencia de los jóvenes en la cultura de su tiempo”. Es importante indicar,
relacionados con estos relatos, los elementos particularmente importantes de la tradición cristiana que deberían enriquecer
la imaginación y la memoria de los jóvenes.
18
JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Christifideles laici, Madrid, 71998, n. 46.
19
cf Carlo FIORE, El archipiélago Juvenil, Bogotá, San Pablo, 2004, 9.
20
No sólo la pobreza estructural y la violencia institucional son factores que inciden en la pobreza. La pobreza
también se construye sobre ruinas culturales. Debemos prestar atención en la nueva evangelización liberadora a la
diversidad histórica, cultural y religiosa, a las raíces indígenas y afroamericanas, a su ecología cultural. Es necesario pasar
del modelo de la inculturación al de la interculturalidad o diálogo multilateral entre universos contextuales que
manifiestan su voluntad de universalidad a través de una comunicación horizontal; es necesario contribuir a la
convivencia solidaria entre los seres humanos pertenecientes a culturas distintas y vinculados a tradiciones e identidades
que vienen de lejos (cf Juan José TAMAYO, Nuevo paradigma teológico, Trotta, Madrid, 2003, 31-49).
papel determinante y es explicativo de muchos de nuestros males. De ahí que el diálogo fe-
cultura no deba distraer la atención y la urgencia del diálogo fe-economía, sobre todo
cuando los índices de la pobreza en América Latina y, particularmente en Colombia,
reclaman nuestra especial atención frente al multidimensional fenómeno de la exclusión
social que se verifica en nuestro medio, al constatar el hecho, por ejemplo, de que casi el
60% de la población en el país se encuentra por debajo de la línea de la pobreza y el 23.4 %
de la misma se encuentra por debajo de la línea de la indigencia, lo cual significa que
aproximadamente 1 de cada 4 colombianos no tiene acceso a una canasta básica de
alimentos y, por lo tanto se encuentra en situación de riesgo vital.21

George Steiner, uno de los más brillantes estudiosos de la cultura afirma que “El amor y el
futuro son las dos más grandes maravillas del mundo”22 Creo que hoy se hace necesario
poner la mirada en el amor y en el futuro. Cuando el amor y el futuro se juntan ha llegado
el mesianismo. Nada hay tan mesiánico como el amor y el futuro. El amor y el futuro se
conjugan maravillosamente en la juventud. Un amor y un futuro que se traduzca en
negociación permanente y en formación a todos los niveles. Amor y futuro para una
juventud mesiánica. Un amor que comience a preparar la mesa de la cena para todos. Un
futuro abierto para los jóvenes que quieren ser los profetas inquietos de una mañana de sol
y de luz. Un amor y un futuro que encuentra en Jesucristo su posibilidad y plenitud.

GERMÁN MEDINA ACOSTA, PBRO

21
Cf Luis Jorge GARAY, Colombia entre la exclusión y el desarrollo, Bogotá, Contraloría General de la
República, 2002, 11.
22
Cf Guillem MUNTANER, Hacia una nueva configuración del mundo. Sociedad, cultura, religión, Bilbao,
Desclée, 2001, 231-234.

You might also like