La carta encíclica Spe Salvi del Papa Benedicto XVI explora el concepto de esperanza cristiana. Discute cómo la fe y la esperanza están interconectadas, y cómo la esperanza cristiana se basa en la promesa de vida eterna a través de Jesucristo. También examina cómo la noción moderna de progreso a través de la razón y la libertad ha transformado la comprensión de la esperanza, y argumenta que la verdadera esperanza solo puede provenir de Dios y su amor incondicional.
La carta encíclica Spe Salvi del Papa Benedicto XVI explora el concepto de esperanza cristiana. Discute cómo la fe y la esperanza están interconectadas, y cómo la esperanza cristiana se basa en la promesa de vida eterna a través de Jesucristo. También examina cómo la noción moderna de progreso a través de la razón y la libertad ha transformado la comprensión de la esperanza, y argumenta que la verdadera esperanza solo puede provenir de Dios y su amor incondicional.
La carta encíclica Spe Salvi del Papa Benedicto XVI explora el concepto de esperanza cristiana. Discute cómo la fe y la esperanza están interconectadas, y cómo la esperanza cristiana se basa en la promesa de vida eterna a través de Jesucristo. También examina cómo la noción moderna de progreso a través de la razón y la libertad ha transformado la comprensión de la esperanza, y argumenta que la verdadera esperanza solo puede provenir de Dios y su amor incondicional.
NOMBRE Y FECHA Carta encclica Spe Salvi del Sumo Pontfice Benedicto XVI, dada en Roma, el 30 de noviembre de 2007. DESTINATARIOS La carta se dirige a los obispos, a los presbteros, a los diconos, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos.
ESTRUCTURA 1. La fe es esperanza 2. El concepto de esperanza basada en la fe en el Nuevo Testamento y en la Iglesia primitiva 3. La vida eterna, qu es? 4. Es individualista la esperanza cristiana? 5. La transformacin de la fe-esperanza cristiana en el tiempo moderno 6. La verdadera fisonoma de la esperanza cristiana 7. Lugares de aprendizaje y del ejercicio de la esperanza 8. La oracin como escuela de la esperanza 9. El actuar y el sufrir como lugares de aprendizaje de la esperanza 10. El Juicio como lugar de aprendizaje y ejercicio de la esperanza 11. Mara, estrella de la esperanza
PUNTOS FUNDAMENTALES O CLAVES Por la fe llegamos a la salvacin, no entendida simplemente como un dato de hecho, sino en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente. Este presente se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta lo suficientemente grande que justifique el esfuerzo del camino. (n.1). 1. La fe es esperanza En la Biblia, fe y esperanza parecen intercambiables (n.2) Un elemento distintivo de los cristianos es que ellos tienen un futuro: no es que conozcan los pormenores de lo que les espera, pero saben que su vida, en conjunto, no acaba en el vaco. El mensaje cristiano no es slo informativo, sino performativo, cambia la vida. Conocer a Dios, eso es lo que significa recibir esperanza. Por esto, la esperanza, en cuanto esperanza, es redencin (Ejemplo de Bakhita) (n.3)
2. El concepto de esperanza basada en la fe en el Nuevo Testamento y en la Iglesia primitiva No es la recepcin de un mensaje socio-revolucionario, sino el encuentro con el Dios vivo, el encuentro con una esperanza ms fuerte que los sufrimientos de la esclavitud lo que transforma desde dentro la vida y el mundo (n.4). La fe es hypostasis de lo que se espera y prueba de lo que no se ve (Hb 11,1). (n.7). la de no slo es un tender de la persona hacia algo ausente, sino que ya nos da algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una prueba de lo que aun no se ve (n.7). La de otorga a la vida una base nueva, un nuevo fundamento sobre el que el hombre puede apoyarse, de tal manera que precisamente el fundamento habitual, hyparchonton, queda relativizado. Se crea una nueva libertad ante este fundamento de Virtudes Teologales 2 Daniel Martn Jimnez
la vida que slo aparentemente es capaz de sustentarla, aunque con ello no se niega ciertamente su sentido normal.
3. La vida eterna, qu es? En el dilogo del rito del Bautismo, los padres del infante esperan que la fe, de la cual forma parte el cuerpo de la Iglesia y sus sacramentos, d a ste la vida, la vida eterna. De este modo, la fe es la sustancia de la esperanza (n.10). Para san Ambrosio la muerte no es condena, sino remedio que restituye lo que el hombre haba perdido por el pecado. Para san Ambrosio la muerte es causa de salvacin (n.10). San Agustn, por su parte, sostiene que el hombre desea la vida misma, la verdadera, la que no se vea afectada ni siquiera por la muerte; pero al mismo tiempo no conocemos aquello hacia lo que nos sentimos impulsados. No podemos dejar de tender a ello y, sin embargo, sabemos que todo lo que podemos experimentar o realizar no es lo que deseamos (n.12) Esta realidad desconocida es la verdadera esperanza que nos empuja, y su desconocimiento es la causa de todas las desesperaciones as como de los impulsos tanto positivos como destructivos hacia el mundo autntico y el hombre autntico (n.12) La expresin vida eterna trata de dar un nombre a esta desconocida realidad conocida (n.12) 4. Es individualista la esperanza cristiana? De Lubac, basndose en la teologa de los Padres de la Iglesia, sostiene que la salvacin ha sido considerada siempre como una realidad comunitaria. Los Padres entienden el pecado como la destruccin de la unidad del gnero humano como ruptura y divisin (n.14). La vida verdadera hacia la cual tratamos de dirigirnos comporta estar unidos existencialmente en un pueblo y slo puede realizarse para cada persona dentro de un nosotros (n.14). 5. La transformacin de la fe-esperanza cristiana en el tiempo moderno Sinergia ciencia-praxis. La redencin llega por esta, no por la fe, que queda relegada al mbito privado y para lo ultramundano. El avance de la ciencia en correlacin con la praxis restable el dominio del hombre sobre la creacin roto por el pecado (nn.16-17) Dos categoras ocupan cada vez ms el centro de la idea de progreso: razn y libertad. Se espera el reino de la razn como la nueva condicin de la humanidad que llega a ser totalmente libre. En la libertad, considerada como promesa, llega el hombre a su plenitud (n.18). Kant nos da un nuevo concepto de Reino de Dios, asumiendo una nueva presencia: el Reino de Dios llega all donde la fe eclesistica es superada y reemplazada por la fe religiosa, es decir, la simple fe racional. Con Marx, el progreso hacia lo mejor, hacia el mundo definitivamente bueno, ya no viene simplemente de la ciencia, sino de la poltica; de una poltica pensada cientficamente. Se rechaza la verdad del ms all, y recuperando el concepto kantiano de Reino de Dios, se pretende establecer la verdad del ms ac (n. 20). El error de Marx, a la hora de establecer su nuevo mundo es que ha olvidado que el hombre es siempre hombre. Ha olvidado al hombre y a su libertad. La libertad es siempre libertad, incluso para el mal. El hombre no es slo producto de condiciones econmicas (n.21). Virtudes Teologales 3 Daniel Martn Jimnez
Se hace necesaria una autocrtica de la edad moderna en dilogo con el cristianismo y con su concepcin de la esperanza. Es necesaria que en esta autocrtica confluya tambin una autocrtica del cristianismo moderno, que debe aprender siempre a comprenderse a s mismo a partir de sus propias races (n.22). 6. La verdadera fisonoma de la esperanza cristiana La libertad presupone que en las decisiones fundamentales cada hombre, cada generacin tiene un nuevo inicio. Las nuevas generaciones pueden construir desde los conocimientos de los que les han precedido, pero tambin pueden rechazarlo (n.24). El tesoro moral de la humanidad no est disponible como los instrumentos que se usan; existe como invitacin a la libertad y como posibilidad para ella. Pero esto significa que: a) El bienestar moral del mundo necesita tanto estructuras como de la libertad del hombre. b) La libertad debe ser conquistada para el bien una y otra vez. La libre adhesin al bien nunca existe simplemente por s misma (n.24). El hombre nunca puede ser redimido solamente desde el exterior. No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor, que le da un nuevo sentido a su existencia. Muy pronto se da cuenta el hombre de que el amor que se le ha dado es muy frgil. Necesita un amor incondicionado. Necesita una gran certeza. Si existe el amor absoluto, la certeza absoluta, slo entonces el hombre es redimido, suceda lo que suceda en su caso particular. (nn.25-26). La verdadera y gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, slo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando hasta el extremo (n.27). La relacin con Dios se establece a travs de Jess, pues solos y nicamente con nuestras fuerzas no la podemos alcanzar. Esta relacin con Jess nos lleva a participar en su ser-para-todos, nos lleva a hacer de este nuestro modo de ser (n.28). Los hombres necesitamos tener esperanzas ms grandes o ms pequeas, que da a da nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo dems, aquellas no bastan. Y sta solo puede ser Dios. Dios es el fundamento de la esperanza. Su reino est presente donde l es amado y donde su amor nos alcanza (n.31). 7. Lugares de aprendizaje y del ejercicio de la esperanza Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la oracin. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme, l puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad; el que reza nunca est slo (n.32). Agustn ilustr de una forma muy bella la relacin ntima entre oracin y esperanza en una homila sobre la primera Carta de Juan. l define la oracin como un ejercicio del deseo (n.33). Rezar no significa salir de la historia y retirarse en el rincn privado de la propia felicidad. El modo apropiado de orar es un proceso de purificacin interior que nos hace capaces para Dios y, precisamente por eso, capaces tambin para los dems (n.33). En la oracin tiene que haber siempre interrelacin entre oracin pblica y oracin personal. As podemos hablar a Dios, y as nos habla Dios a nosotros. As nos hacemos capaces de la gran esperanza u nos convertimos en ministros de la esperanza para los dems: la esperanza en sentido cristiano es siempre esperanza para los dems (n.34). 7.1. La oracin como escuela de la esperanza Virtudes Teologales 4 Daniel Martn Jimnez
Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la oracin. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme, l puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad; el que reza nunca est slo (n.32). Agustn ilustr de una forma muy bella la relacin ntima entre oracin y esperanza en una homila sobre la primera Carta de Juan. l define la oracin como un ejercicio del deseo (n.33). Rezar no significa salir de la historia y retirarse en el rincn privado de la propia felicidad. El modo apropiado de orar es un proceso de purificacin interior que nos hace capaces para Dios y, precisamente por eso, capaces tambin para los dems (n.33). En la oracin tiene que haber siempre interrelacin entre oracin pblica y oracin personal. As podemos hablar a Dios, y as nos habla Dios a nosotros. As nos hacemos capaces de la gran esperanza u nos convertimos en ministros de la esperanza para los dems: la esperanza en sentido cristiano es siempre esperanza para los dems (n.34). 8. El actuar y el sufrir como lugares de aprendizaje de la esperanza Toda actuacin seria y recta del hombre es esperanza en acto. Es importante saber que yo todava puedo esperar, aunque aparentemente ya no tenga nada ms que esperar para mi vida o para el momento histrico que estoy viviendo (n.35). El reino de Dios es un don, y precisamente por eso es grande y hermoso, y constituye la respuesta a la esperanza. Aun siendo plenamente conscientes de la plusvala del cielo, sigue siendo siempre verdad que nuestro obrar es indiferente ante Dios y, por tanto, tampoco es indiferente para el desarrollo de la historia (n.35). Al igual que el obrar, tambin el sufrimiento forma parte de la existencia humana. ste forma parte de nuestras finitud y de la gran capacidad de culpas acumuladas a lo largo de la historia. Es cierto que debemos hacer todo lo posible por superar el sufrimiento, pero extirparlo del mundo por completo no est en nuestras manos. Esto solo podra hacerlo Dios, y slo un Dios que, hacindose hombre, entrase personalmente en la historia y sufriese en ella. Este Dios existe y, con la fe en la existencia en l ha surgido en la historia la esperanza de la salvacin de mundo (n.36). Lo que cura al hombre no esquivar el sufrimiento y huir del dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulacin, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unin con Cristo. En medio de esta tempestad echo el ancla hasta el trono de Dios, esperanza viva de mi corazn 1 (n.37). La grandeza de la humanidad est determinada esencialmente por su relacin con el sufrimiento y con el que sufre. El s al amor es fuente de sufrimiento, porque el amor exige siempre nuevas renuncias de mi yo, en las cuales me dejo modelar y herir (n.38). El hombre tiene un valor tan grande para Dios que se hizo hombre para com-padecer l mismo con el hombre. De este modo, en cada pena humana ha entrado uno que comparte el sufrir y el padece, y con esto el consuelo del amor participado de Dios y, as aparece la estrella de la esperanza (n.39). La capacidad de sufrir por amor de la verdad es un criterio de humanidad (n.39). 9. El Juicio como lugar de aprendizaje y ejercicio de la esperanza
1 Breviario Romano, Oficio de lectura, 24 de noviembre, en Spe salvi, Ed. San Pablo, Madrid 2007, 69. Virtudes Teologales 5 Daniel Martn Jimnez
Desde los primeros tiempos, la perspectiva del Juicio ha influido en los cristianos, tambin en su vida diaria, como criterio para ordenarla vida presente, como llamada a su conciencia y, al mismo tiempo, como esperanza en la justicia de Dios (n.41). La protesta contra Dios en nombre de la justicia no vale. Slo Dios puede crear justicia y la fe nos da esta certeza. La imagen del Juicio final es una imagen de esperanza; quiz la imagen decisiva para nosotros de la esperanza, que a su vez exige un responsabilidad. Dios es justicia y crea justicia. ste es nuestro consuelo y nuestra esperanza (n. 44). Pero en su justicia est tambin la gracia. Esto lo descubrimos dirigiendo la mirada hacia el Cristo crucificado y resucitado. Ambas justicia y gracia han de ser vistas en su justa relacin interior. La gracia no excluye la justicia, no convierte la injusticia en derecho (n.44). El encuentro con Cristo mismo, Juez y Salvador, es el acto decisivo del Juicio Su mirada, el toque de su corazn nos cura a travs de una transformacin ciertamente dolorosa Pero es un dolor bienaventurado, es un dolor del amor que se convierte en nuestra salvacin y nuestra alegra (n.47). El Juicio de Dios es esperanza tanto porque es justicia como porque es gracia. Si fuera solamente gracia que convierte en irrelevante todo lo terrenal, Dios seguira debindonos an la respuesta a la pregunta sobre la justicia, una pregunta decisiva para nosotros ante la historia y an ante Dios mismo. Si fuera pura justicia, podra ser al final slo un motivo de temor para nosotros (n.47). 10. Mara, estrella de la esperanza La vida es como un viaje por el mar. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es el sol, la luz por antonomasia, pero para llegar hasta l necesitamos tambin luces cercanas Y Quin mejor que Mara? Ella es para nosotros estrella de la esperanza (n.49).
CONCLUSIN
El Papa se haba planteado al inicio de su segunda carta encclica de qu tipo de esperanza habla el cristianismo. Podramos decir, tras haberla ledo e extrado lo fundamental de sus nmeros ms significativos, que la esperanza del cristianismo deriva del encuentro con una persona que ha hecho varias promesas de felicidad y de paz a todos los hombres. Esta persona es el mismo Dios que se ha encarnado, ha muerto en una cruz por amor al hombre, ha resucitado, ascendido al cielo y ha prometido que vendr a juzgarnos. El juicio ser sobre el amor. La alianza y promesa que Dios haba hecho al pueblo de Israel en el Antiguo Testamento, hallan en Cristo su pleno sentido, su cumplimiento y plenitud absoluta. La alianza ser en su sangre. La promesa es la venida del Reino. Ambas confluyen en su propio ser, de suerte que consisten en la certidumbre de su fidelidad para siempre. Mara es modelo de esperanza cristiana, imagen de la Iglesia, garante de que Dios no puede engaarse ni engaarnos, ya que ha dado al hombre el don de la vida.