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Materia: PENSAMIENTO ARGENTINO

Profesora: Prislei
Teórico: nº 1 – martes 31-03-09
Tema: Generación del 37
Inicios del siglo XIX. La “republica de las letras”. Incluye producciones tanto filosóficas,
historiográficas como literarias. Se da una suerte de indiferenciación en cuanto al territorio
propio, en cuanto producción de aquellos que “piensan”, de aquellos que son letrados, y
que pueden producir escritos. Esta indiferenciación inicial también avanza sobre el campo
de la política. Hay una suerte de indiferenciación entre República de las letras y campo
político. Alguien que escribe también interviene en el campo político. Por lo tanto la
producción intelectual y la política van a estar en una situación de proximidad muy
importante en estos inicios del siglo XIX.
En los dos siglos que vamos a estudiar, se va a ir dando un proceso de diferenciación
creciente entre aquello que son las lógicas y la forma de expresión y ejercicio de lo
intelectual, con aquello que pertenece al campo político. No obstante, esto no es una
historia lineal, va a haber momentos de mayor diferenciación en los campos, pero también
va a haber momentos de enorme proximidad, porque la relación entre el estado, la
política, los intelectuales, la universidad -como sabemos- va a ser una relación
problemática, que a veces va a tener reglas propias -en el caso del campo intelectual
tratando de legitimar su propia producción y tratando de defender cierta autonomía-; y
otras veces esa autonomía relativa que se consigue en algún momento, es desconocida por
el poder político. Por lo tanto hay una suerte de intervención, a veces mas explicita, a
veces mas solapada, con respecto a aquello que es la producción intelectual.
Fundamentalmente vamos a atender a estas producciones de intelectuales, de aquellos
que en algún momento se plantean, a veces concientemente y a veces desde la práctica
misma, intervenir en la sociedad, y aquellos que piensan, aquellos que reflexionan,
aquellos que proponen… sea comprender, sea transformar, sea conservar lo que
consideraban que había que conservar, siempre con respecto a la sociedad en la que vivían
Una de las preguntas que nos vamos a hacer es ¿Quién escribió esto? Lo vamos a
vincular muy fuertemente a lo que podríamos denominar “condiciones de producción del
texto”. Esa pregunta se responde ubicando a ese intelectual que lo produjo, en una red de
relaciones. No es un intelectual aislado. No se puede responder solamente con la biografía
o la curva personal de ese intelectual. Ese intelectual forma parte de fracciones de
intelectuales; ha adquirido su formación en determinadas instituciones: familiares,
educativas; está inserto en una determinada sociedad, en un determinado momento.
También forma parte de partidos políticos, de clubes, de redes de sociabilidad, de grupos
de discusión.
También ha intervenido algo que es fundamental: cómo ha hecho su acumulación de
capital intelectual. En un campo intelectual sabemos que hay capital intelectual acumulado;
algunos lo tienen y otros no. Y va a haber grupos nuevos permanentemente, que van a
disputar participar de este capital intelectual acumulado. Va a haber disputas, tensiones,
alianzas, confrontaciones.
Entonces, a la historia individual de cada uno se le van a sumar múltiples
sobredeterminaciones: económicas, culturales, políticas. Se trata es de ver de qué modo
está funcionando esa producción de ese texto en ese momento, de qué modo va a circular,
y quiénes van a ser los receptores, quienes se van a ocupar de leer, discutir esos textos, y
si esos textos generan polémica o no; si son ignorados temporariamente y luego
recuperados, etc.
La otra pregunta va a ser ¿Qué escribe, qué dice el texto? Ahí va a intervenir aquello que
está más vinculado a ciertas reglas de composición, de escritura. Y a partir de las reglas de
la escritura por un lado, y por el otro, del horizonte, del universo de ideas disponible, de las
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corrientes de pensamiento, de las corrientes políticas, de las preguntas que en ese
momento se están planteando como problema, y del intento de dar respuesta a dichas
preguntas, nosotros vamos a ir pudiendo empezar a armar este acertijo de por qué dice
esto que dice, qué esta diciendo este señor. También de la colocación (desde dónde
escribe): como funcionario, como estadista, como filósofo, como escritor, etc. Con qué
figuras intelectuales se identifica.
Sobre el “Qué” escriben no hacemos sólo un análisis de contenido sino que para hacer
inteligible esto que dicen, tenemos que entrar a tratar de averiguar de qué manera se
construye socialmente significado. El significado lo están buscando entre la experiencia y
las ideas. En ese cruce es donde nosotros nos vamos a colocar para analizar los textos.
Pero además hay otras preguntas, por ejemplo: ¿Cómo lo dicen? Tenemos retóricas
diferenciadas. Las retóricas de la primera mitad del siglo XIX son distintas a las de fines del
XIX. Se empieza a complicar bastante ya a inicios del siglo XX, y durante todo el siglo XX,
hasta hoy.
La retórica une dos objetivos centrales: uno es persuadir a otro a través de sumar
argumentos y desarrollar un razonamiento. Por otro lado, también produce un efecto
preformativo, es decir, induce a la movilización. Movilizar al otro para que haga algo, o
para que deje de hacer algo
La retórica clásica incluye dos tipos de retórica: una es esta retórica ab dominen: al otro
lo ataco para desprestigiarlo, porque si el otro es bueno va a producir un pensamiento
bello; en cambio si el otro no lo es, es un mal ciudadano. Entonces, el ataque
desautorizando al otro -a la persona, no a los argumentos- es también de vieja data. Pero
en el siglo XIX, sobre todo a principios, justamente el ataque al otro es tratar de sacarlo
del juego político, agraviándolo, desautorizándolo. En la prensa del siglo XIX esto va a
estar como signo retórico durante bastante tiempo, en casi todos los países y en América
Latina en particular.
En el territorio impreciso de la retórica de la argumentación es donde prácticamente se
va a desarrollar lo que es la sociabilidad política en la primera mitad del siglo XIX en
nuestro país.
Otra de las preguntas que nos vamos a hacer cuando analizamos un texto es ¿Qué
efectos produjo el texto? Estamos ingresando a otro territorio de análisis que es el de la
“recepción”. A veces hay silencio. No necesariamente cuando hay silencio significa que el
texto pasó desapercibido. Tenemos que ver en qué momento del combate intelectual, de la
lucha política, ese texto entró a circular. Entonces, estar atentos a eso nos permite a
nosotros ver si hay un silencio que nos habla de una de las formas de invalidar a otro: no
reconocerlo, hacer como que no existe, y entonces para que no exista hay silencio total,
todos saben que está pero nadie habla. O si ese texto cayó efectivamente en un momento
donde no logró eco. En el caso de aquellos textos que intervienen generando polémica,
entonces tendremos que ver qué polémicas se generaron y quiénes entraron en ellas. De
qué manera se puso en movimiento un combate, y qué tipo de combate se ha puesto en
circulación en ese determinado momento. Y en esto de los efectos, hay que estar también
muy atentos al tipo de redes que generan los vínculos intelectuales.
¿Como se han gestado esas redes? Y ahí tenemos que jugar entre lo intelectual y lo
político. En determinado momento los intelectuales se van a vincular a través de esos
instrumentos intelectuales que son las revistas. Después, a través de los grandes diarios. Y
los grandes diarios, a través de sus suplementos culturales. Los intelectuales van a ser
contratados en distintos lugares del mundo como corresponsales. Parte de estos
intelectuales del siglo XIX van a ocupar sitios en la diplomacia, y por lo tanto van a viajar
por América,
Entonces los efectos no quedan circunscriptos al ámbito nacional sino que van a circular
por el continente, no desvinculados de la política. En el siglo XIX, el exilio político es una
forma de vinculación de los intelectuales, por toda América. También se van a trasladar a
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Europa, donde van a conocer a otros que son exiliados a su vez. Y ya a finales del XIX y
principios del XX, vamos a ver la red internacionalista del Comunismo y del Socialismo; eso
va a ser central para el tipo de redes que se van multiplicando entre los intelectuales.
Como sabemos, las vinculaciones a través de los partidos van a llegar hasta hace muy poco
tiempo atrás.

Punto I “La Republica letrada y la configuración de la República liberal. La construcción


moderna de la noción de individuo. Búsqueda de un estatuto jurídico-político para
organizar la nación. Echeverría, Sarmiento y Alberdi”.
Primera mitad del siglo XIX. Desde hacía muy poco se había quebrado lo que era el
pacto colonial entre España y América. Situación tormentosa en América Latina porque
todo aquello que había sido en parte seguía siendo, pero al mismo tiempo empezaba a
rearticularse todo. Aquellos puntos de referencia fundamentales como el Estatuto jurídico-
político-social con el que se habían regido hasta entonces (formar parte de una Monarquía,
formar parte de un mundo donde una metrópolis poderosa era la que articulaba los
vínculos con América Latina) marcaba que de algún modo había instituciones que se habían
ido montando desde hacia tres siglos, como aquellas que regían la justicia, hasta
instituciones muy discutidas como los Cabildos.
La situación revolucionaria pone en discusión el orden existente, pero al mismo tiempo
no sustituye aquello que está. Sin embargo lo que sigue estando está absolutamente
cuestionado. Entonces, una de las preguntas que van a surgir es qué es lo legal y lo
legítimo en estos lugares donde todo está puesto en discusión, de qué manera esto que se
va instituyendo como nuevo (la Primera Junta, los Triunviratos, la Junta grande), estas
formas de reorganizar el gobierno, implican también la necesidad de plantear en la
sociedad cuáles son las reglas por las cuales la convivencia social se regula, se sostiene, se
practica. De que manera la convivencia social es posible a partir de tener formas de
referencia conocidas y con cierto grado de consenso general.
Una de las cuestiones importantes es como se van construyendo los consensos. Cuando
se habla justamente de “gobernabilidad” se hace referencia justamente a esto que, cuando
funciona, está naturalizado (reglas internalizadas y naturalizadas).
En esa persistencia, en ese combate entre lo viejo y lo nuevo, es que está situada la
Generación del ‘37. La pregunta es de qué manera hacemos legítimo un gobierno y
convencemos, persuadimos a todos, de que ésta es la legitimidad aceptable, valiosa,
compartida por todos o por lo menos por aquella mayoría que va a habitar algo que todavía
no se sabe qué es. Ya no es una Monarquía, y tampoco se sabe, ni están convencidos, de si
quieren habitar un reino, o una república. Y si es república, qué características tiene en un
mundo donde las repúblicas no tienen tanta historia en ese momento (en 1830
prácticamente los únicos que habitan una república son los norteamericanos, y es muy
nueva; en la Revolución francesa la República aparece como algo muy poco prestigioso
-cortan la cabeza al rey-, como algo muy nuevo, muy abierto a la incertidumbre y a la
dificultad de ser reconocida en el mundo hasta ese momento).
Desde el punto de vista económico también es un mundo revuelto, complicado. Entre el
siglo XVII-XVIII se va a dar la Primera revolución industrial, el Capitalismo va a ir
avanzando y desarrollándose, pero también va a ir confrontando con esos valores e ideas
que venían de otra sociedad que no era capitalista. El capitalismo en su avance está
estableciendo otras relaciones sociales de producción que a su vez conviven con otras
formas más corporativas, donde se va empezando a teorizar acerca de la división fuerte
entre el Mercado y el Estado. Mercado y Estado va a ser un vínculo problemático que ya
está tematizando, desde el XVI-XVII-XVIII, el campo económico, y donde ya se va
instalando lo que va a ser característico entre el XVIII y el XIX, que es una sociedad donde
hay dos nociones centrales de lo que va a ser la teoría novedosa desde el punto de vista
político del liberalismo: una es la noción de “individuo”, y otra es la noción de “contrato”.

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A estas dos nociones centrales se les van a sumar algunos de los valores centrales del
Liberalismo, como son: la propiedad, la igualdad, la libertad, la seguridad y el derecho a la
vida. El Liberalismo, a medida que va desarrollándose – también el Capitalismo- va a tener
dos dimensiones: una tiene que ver con lo económico, y otra, tiene que ver con los
derechos individuales. En lo económico, la noción de “individuo” es central, está muy ligada
al Mercado. Los individuos, libremente, van a poder trabajar, comerciar con otros, a partir
de un instrumento jurídico fundamental que es el contrato. Esta idea de contrato también
va a estar desarrollada centralmente en cómo se piensa a la sociedad. En el siglo XVII-
XVIII se desarrolla la teoría contractualista del origen del Estado. El contrato jurídico-
político que estaría en el origen de la sociedad establece dos tipos de pacto: un pacto por el
cual se establece este vínculo entre iguales, y es que todos los hombres, para poder
establecer una convivencia social posible, deciden acordar determinados derechos y
deberes. Esa decisión igualitaria va a transformarse en una relación asimétrica a través del
pacto de sucesión. Una vez establecido el Estatuto jurídico-político, algunos deciden
delegar el ejercicio representativo del poder en otros, imponiendo condiciones que, si no
se cumplen, producen la ruptura del contrato. Entonces, algunos se sujetan al gobierno de
otros, pero ese gobierno es limitado. Se trata de evitar la tiranía: el gobierno tiránicamente
ejercido a través de la concentración de poder en uno solo, o en algunos pocos. Va a haber
un debate dentro del Liberalismo entre aquellos que van a tener una concepción de Estado
mínimo y aquellos que van a tener una concepción de Estado máximo.
En la concepción de Estado mínimo uno puede poner el Liberalismo anglosajón como
punto de referencia: el Estado tiene que ocuparse de que las leyes pactadas se cumplan;
poca intervención en los asuntos económicos, tiene que ocuparse de la seguridad, y de las
relaciones internacionales. Relativamente ligada a esta concepción de Estrado mínimo está
el sistema representativo: pensar en representantes. Hay un muy largo trecho entre
pensar una republica, pensar una sociedad con un pacto social como origen, y la
democracia. Liberalismo y democracia no necesariamente han tenido un vínculo feliz y
armonioso desde el comienzo (las tensiones continúan hasta hoy día).
En esta primera década del siglo XIX, la representación es una discusión muy fuerte, y lo
vamos a ver en Echeverría mismo. ¿Quiénes pueden ser representantes? ¿Quiénes pueden
ejercer el voto activo?
En el siglo XIX hay una figura dentro del liberalismo anglosajón que es muy difundida y
es la del ciudadano propietario: puede votar aquél que tiene propiedad, aquél que paga
impuestos, aquel que demuestra que es responsable en su vida privada, ese puede ejercer
alguna intervención en lo público. Ahí aparece otra distinción: lo privado y lo público, muy
ligado justamente a este mundo moderno que se viene conformando en este período.
Dentro del liberalismo, de la concepción de Estado máximo, un teórico muy discutido es
Rousseau, quien dice que “La democracia es la voluntad general expresándose en forma
absoluta.” ¿A partir de qué? De la asamblea, donde participan todos los ciudadanos. Lo
que esa asamblea decide es lo que se hace, por lo que no hay nada privado que pueda
quedar fuera de la decisión colectiva: la voluntad colectiva reglamenta la vida privada. En
el liberalismo anglosajón de signo mas clásico, hay una esfera privada de las personas que
tiene que ver con la religión, y hay otra esfera privada que tiene que ver con la economía;
el Estado no tiene que intervenir.
En esta otra concepción que estamos viendo el Estado sí tiene que intervenir, y además,
aquellos que han sido elegidos para ir a la Asamblea a tomar decisiones, no pueden nunca
tomar una decisión con autonomía propia, siempre tienen que preguntarle a la Asamblea
general qué hacer. Ella manda; no se pueden tomar decisiones con autonomía relativa. Lo
cual sí, es posible, con la teoría de la representación: el representante puede tomar
decisiones, inclusive hay cierta autonomía entre lo que se propuso en un determinado
momento como programa, y lo que por cuestiones que el representante evalúa en un
determinado momento, toma una decisión distinta a lo que los votantes habían votado. En
la Democracia representativa con relativa autonomía, esto no es ni ilegal ni ilegítimo.

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Estos problemas son los que están en discusión a principios del siglo XIX: qué tipo de
representación; cuál es la representación; de qué manera vamos a representarnos; qué
pasa con el sufragio. Todas preguntas que atraviesan las decisiones de los intelectuales de
entonces.
Echeverría vive entre 1805 y 1851. En su juventud va a atravesar la Revolución de Mayo
con los primeros ensayos de Primera Junta, Junta grande, etc. Y en su juventud Echeverría
va a vivir justamente la época de Rosas. Hay una institución muy importante en ese
momento, donde se forman los jóvenes de familias más o menos acomodadas de Buenos
Aires, que es el Colegio de Ciencias Morales, el que luego va a ser el Colegio Nacional de
Buenos Aires. Alrededor de los años 20 al 26 es el periodo en que la figura mas importante
desde el punto de vista político va a ser Bernardino Rivadavia, figura discutida dentro de lo
que es la política y la historiografía argentina. Rivadavia va a ser el modernizador a
ultranza. De ideas unitarias, va a abrir la puerta a intelectuales, algunos muy vinculados a
una corriente de ideas de ese momento que es la “Ideología”, y que piensan que las ideas
son aquellas que pueden llegar a transformar la sociedad. Y uno de estos profesores de
esta corriente va a ser justamente profesor de Echeverría: Fernández de Agüero.
Echeverría también va a estar vinculado al comercio, que es una actividad en la que
muchos de los jóvenes van a hacer sus primeras experiencias de lo que va a ser en ese
momento el inicio de constitución de un mercado en el Río de la Plata.
En 1825 Echeverría va a hacer su primer viaje a Europa, allí va a empezar a hacer una
acumulación de lecturas y autores, y va a empezar a hacer el cruce en medio del cual se va
a situar, que es el cruce entre las ideas de la Ilustración y las ideas del Romanticismo.
Ilustración y Romanticismo van a ser los puntos de referencia, como gran universo de
ideas de la Generación del 37. Desde el punto de vista político-económico, va a ser el
Liberalismo. Desde el punto de vista de las ideas filosófico-literarias, va a ser la Ilustración
y el Romanticismo.
Entre las propuestas provenientes de un universo y de otro se producen diversas
tensiones. En la Ilustración, como todos sabemos, hay un instrumento central que es la
razón. La razón permite conocer, la razón permite el progreso, permite la posibilidad de
establecer la convivencia social, y a la vez establece responsabilidades entre aquellos que
hacen un ejercicio del desarrollo de la razón, y aquellos otros sectores de la sociedad que
no han tenido mas remedio que someterse al esfuerzo del trabajo, de las dificultades
económicas, etc. Entonces, en la concepción ilustrada, aquellos que tienen el privilegio del
uso de la razón, tienen la responsabilidad y también el “derecho” de guiar a los otros.
Entonces, las pasiones son colocadas en el terreno de la confrontación. La pasión
constituye justamente la contracara de la razón.
En la Ilustración hay también una concepción cosmopolita: el mundo es de todos, y lo
que hay que hacer es un mundo racional. En el pensamiento ilustrado no hay una idea de
desarrollo de nación, sino de desarrollo de la patria-humanidad. Un humanismo
cosmopolita que hace que alguien que lucha en algún lugar de la tierra por la libertad, se
pueda trasladar a otro lugar para luchar por la libertad junto a otro pueblo. En el caso del
Liberalismo y de la Ilustración, es importante la idea de que un individuo es un sujeto
conciente, racional, que toma decisiones; aquí no importa el sujeto inconciente, no existe
esa idea como significativa. A lo que se tiende, cuando se apunta al “individuo”, es a la
idea de que hay un sujeto que es conciente , racional, que puede dominar sus pasiones,
tiene esa concepción cosmopolita del mundo, tiene esa idea de “libertad a realizarse”.
Búsqueda de ciertas regularidades y leyes que permitan explicar qué es lo que pasa en el
mundo. Idea de futuro muy abierta, de progreso constante. En la concepción ilustrada está
la certeza de que la humanidad va a ser cada vez mejor, y además cada sujeto racional es
el que puede intervenir para asegurar que el mundo sea cada vez mejor.
En el caso del Romanticismo, vamos a ver que hay una concepción central que es la de
la “nación”. Lo que está es la idea de comunidad, de nación, y además hay una positivación
de las pasiones y del sentimiento, pues la razón no alcanza. El sentimiento es fundamental,

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hace posible un ejercicio más pleno de la voluntad. Aparece entonces fuertemente esta
idea de “nación” muy ligada a lo que significa el participar de una cultura común: el sello
de la particularidad prevalece. Ahí es donde empiezan a desarrollarse las primeras ideas
del nacionalismo. A partir del Romanticismo va a haber una multiplicidad de derivaciones
desde esta concepción culturalista de la nación a una concepción más ligada al territorio, a
las características más ligadas a las particularidades de cada grupo. Y ahí vamos a entrar
en una derivación mas complicada del Romanticismo, que se va a articular con otras ideas
en el transcurso del siglo XIX, y que lleva a esta idea excluyente de la “nación”, inclusive a
la idea racista de la nación.
Entonces, dentro del romanticismo, apenas se da la emergencia del XIX, es como muy
fuerte esta idea de nación ligada a la cultura, así como de aquellas naciones pequeñas que
han sido sometidas por naciones mas grandes. Entonces, en muchas de las luchas del siglo
XIX, la idea de nación, justamente conlleva la idea de independencia con respecto a otro
estado-nación que ha sometido a otro más pequeño y más débil.
Lo peculiar importa tanto como la búsqueda de aquel origen lejano, donde estarían
aquellos rasgos constitutivos de un determinado grupo humano que está circunscripto a
esto que llamamos la nación. Entonces, en el romanticismo tenemos lo particular, a
diferencia de lo universal-cosmopolita en el caso de la Ilustración. En cuanto a los
sentimientos, tenemos la razón ponderada en el caso del Iluminismo.
Concepciones de pueblo. En el caso de la Ilustración el pueblo es justamente lo contrario
de la cultura: la cultura reside en aquéllos que hacen uso de la razón. En cambio, el pueblo
es todo aquello que la razón ha venido a arrasar: la ignorancia, la falta de conocimiento, es
decir, no hay una concepción positiva del pueblo en ese sentido. Sin embargo, sí hay un
principio recuperado por la Ilustración, que es el principio de la “soberanía popular”.
Entonces, hay un pueblo que es lo contrario de la cultura, y a la vez hay un principio que
es el de la soberanía popular, que es lo que hace legítimo el ejercicio del poder. Es en esta
tensión donde se instala el pensamiento ilustrado.
En cambio, en el caso del Romanticismo, va a ser el pueblo el que sea recuperado
justamente como creador de cultura: es en el pueblo donde la verdadera y profunda
cultura está, y es desde ahí de donde debe emerger la verdadera creatividad de un país.
Hay cruces permanentemente, porque primero, cuando surge un pensamiento -el
Romanticismo es posterior a la Ilustración- no se reemplaza por eso todo lo anterior, sino
que vamos a ver zonas de tensiones, de conflictos, de apropiaciones, de resignificaciones;
y en este territorio de lo romántico y de ver qué se puede recuperar como propio, qué es lo
que hace a la existencia de una nación; y también aquella idea de “patria humanidad”;
entre ambos es que se va a instalar a la Generación del ‘37, y ahí esta Echeverría. Desde la
literatura romántica, en “La cautiva” está en busca de aquellos personajes que pueden dar
cuenta de lo peculiar nuestro. Más adelante, también se da la búsqueda de un paisaje
nuestro, distinto de otros paisajes, y un sello de lo nacional.

Principios del XIX. Se está constituyendo el Mercado internacional capitalista, y al mismo


tiempo que eso ocurre, se alternan dos modos de intervención en los países que están en
una situación preferencial: la vía militar por un lado, y la vía de las presiones ejercidas por
los bloqueos y tratados internacionales con los otros países, con el propósito de alternar
formas de intercambio, por otro. Es una conformación asimétrica en cuanto a poderío
armado, como en cuanto a poderío económico, el de estos países europeos. Una Europa
que va a estar convulsionada.
El Salón literario es un espacio en el que los jóvenes se acercan a esa literatura nueva,
distinta, que circulaba por el mundo. Al comienzo del Salón literario hay expectativas con
Rosas, con respecto a un ideal de hombres que contribuyan a organizar el país. No hay una
confrontación inicial del Salón con Rosas sino que se hace posible una articulación entre los
jóvenes que piensan el país y un gobierno que se ha establecido en ese momento. El
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gobierno unitario y sus intentos del unitarismo han fracasado; y la confrontación ha sido
realmente muy fuerte.
La Ojeada retrospectiva agregada al Dogma Socialista es un intento de escribir sobre el
movimiento intelectual que se conforma desde el año ‘37, pero que en realidad apunta a
una cuestión intelectual que es cómo se va a constituyendo la memoria. Va armando una
especie de esbozo de panteón nacional, definiendo quiénes son los mártires de la patria.
En esas contiendas de la lucha por el poder hay algo que se llama “desarrollo de políticas
de la memoria”, selección del pasado, y cómo se constituye ese pasado que esta abierto en
el presente. Se va a conformar un contra-panteón nacional donde esos mártires van a ser
criminales famosos. Podemos afirmar entonces que en el panteón de la memoria se
desarrolla una lucha.
Las dos facciones en que está dividido el país son la unitaria y la federal. Una es una
concepción más centralizada de país, que considera que a través de las leyes se puede
transformar un país. Y otra concepción es la que intenta que se hagan conjugar las
distintas realidades existentes de nuestro país. Una concepción unitaria, central e ilustrada
de país, contra una voluntad despótica, tiránica que es la que se ha instalado, y que
difícilmente pueda lograr la constitución de un país para todos.
Movimiento intelectual en el Plata de jóvenes disconformes con uno y otro bando, que
justamente están tratando de conformar una alternativa distinta. Generación que se
concibe a sí misma como “heredera de Mayo” en cuanto es heredera legítima de la “religión
de la patria”. Es la generación nueva.
Desde los siglos XVII-XIX hay un desplazamiento creciente desde las religiones
teológicas hacia la política. La política empieza a sacralizar algunas ideas, algunas
instituciones, es posible que la política engendre ideas de ideología que sustituya a la
religión.
Se constituye la “patria” como un conjunto de condiciones laicas con cierto peso religioso
(preceptos laicos). Ya no es Dios, sino –concepción antropocéntrica- los seres humanos los
que deciden acerca de cómo se distribuye el poder. Y aquí hay ciertas ideas vinculadas al
Romanticismo: ¿cómo se llega al conocimiento?, con revelación. Y ésta es una idea muy
vinculada a la figura del profeta laico (“El tiempo de los profetas”): social cristianismo,
socialismo anterior al marxismo.
En el caso del Romanticismo -a diferencia de la Ilustración cuya figura central es la
figura del filósofo- la figura central es la figura del poeta; éste accede a la verdad a través
del pensamiento, pero a través de una revelación.
Esta nueva generación va a imaginar la patria desde, entre otros conceptos, el de
“asociación”. Asociación ligada a unidad de creencias. Justamente la “asociación” es lo
intermedio entre lo individual y lo colectivo, y éste va a ser el socialismo en Echeverría:
tratar de conjugar los intereses individuales –sin que esto se constituya como el único
referente en la sociedad- con los intereses colectivos (no absorción total del individuo a la
sociedad). Para que esta asociación sea posible hay un componente fundamental: hay que
buscar una unidad de creencias. Echeverría va a decir que debemos establecer “creencias
comunes”, este es el propósito fundamental. Dice: “En el país ha habido dos épocas: una
que corresponde a revolución, y una segunda época que tiene que ser pacífica, laboriosa y
reflexiva”. Esta idea de las dos épocas se encuentra en Sarmiento, y también en Alberdi.
Ya ha pasado el momento de la revolución (confrontación). Lo que hay que hacer ahora
es organizar el país, pacíficamente, a través de la razón y no de las pasiones de la guerra;
organizar el trabajo, la producción, el comercio, y una sociabilidad que esté por la paz. Hay
que regenerar a la patria. Regenerar alude a ideas de la Ilustración, que son diferentes a
las ideas del Romanticismo. En esa búsqueda de regeneración es donde precisamente
entran en tensión ambas ideas. En el romanticismo es donde están condensados rasgos
culturales de la nación. Por lo tanto no hay mucho más para mirar como punto de partida
que la Revolución de Mayo. Nuestro pasado nacional empieza con la Revolución de mayo.
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Entonces se va construyendo el antes y el después, con la Revolución de Mayo empieza la
historia de la patria. La Revolución de mayo implica el juicio sumario a ese pasado europeo
(dominio de España) y por lo tanto el país se constituye a distancia de lo español. Ahí
vemos no sólo la imaginación política, sino la constitución. Mayo está dentro del
imaginario, como una línea democrática. Y está también la idea de progreso en el sentido
ilustrado: vamos a mejorar, un mejoramiento que va a partir de la razón.
Entonces se debe constituir entre todos una especie de programa. El Dogma tiene que
reunir un credo (conjunto de creencias), una bandera y un Programa. El Programa no sólo
tiene que ser para los doctos sino para el pueblo. Este programa tiene que estar basado en
el progreso de acuerdo a las condiciones particulares de nuestra sociedad (critica a los
unitarios). Conseguir el bienestar general, que no puede alcanzar sólo a una parte de los
ciudadanos, sino sobre todo, a aquellos menos favorecidos. Estas ideas tienen más que ver
con el pensamiento ilustrado, con las ideas del socialismo, pero con la salvedad de no
someter la propia inteligencia a las ideas de la intelectualidad europea.
Un obstáculo central a esta idea del progreso que se inaugura con la revolución de Mayo
ha sido la anarquía y la guerra civil, y por otro lado la falta de creencias comunes. Antes de
Mayo no existía la patria ni tampoco existía la libertad. Necesitamos principios para la
democracia, tomada como tradición, como principio, y como institución. Contradicción en
los términos, porque Mayo es tradición, y a la vez es progreso continuo, es las dos cosas.
Es una tradición progresiva, pero en realidad uno podría definirla como una memoria de un
pasado por venir. Es un pasado que todavía no está realizado, y que se va a constituir en la
medida en que el porvenir retome aquello que inicialmente estaba en Mayo. Como principio
está regido por los tres componentes enarbolados por la Revolución francesa: libertad
(también de conciencia, de cultos), fraternidad, igualdad. En cuanto a “igualdad” se trata
de igualdad ante la ley. Concepto central del Liberalismo es la igualdad jurídica: todos los
hombres son iguales ante la ley, y lo que está puesto en discusión son las jerarquías que se
legitiman a través de vínculos de sangre. Las diferencias legitimas son aquellas que se
consiguen por merito propio, por el trabajo y el esfuerzo de cada quien.
De lo que se trata es de ir igualando las condiciones de las distintas clases, ir acortando
las distancias que llevan a la marginación. Por otro lado, está la concepción ilustrada que
dice que el Estado tiene que dar educación al pueblo.
Tenemos además la “fraternidad”. Y acá es donde se juegan las alternativas de ser una
sociedad más armónica. Por un lado está esta concepción de la fraternidad, pero por otro
hay una concepción de la fraternidad que tiene que ver también con la idea de patria-
humanidad, de todas las naciones que luchan por la libertad del mundo. Es ahí entonces
donde van a confrontar dos ideas de nación, una que va a hacer una alianza con Francia
con la idea de derrocar a Rosas, y otra que va a confrontar acusando de traición a la patria
a los exiliados, porque están aliados contra el gobierno nacional.
La democracia entonces implica un ajuste de cuentas con las instituciones que todavía
sobreviven por la herencia española. La lucha en nuestra sociedad se va a dar entonces
entre dos concepciones: estacionaria y reformadora. La democracia por lo tanto implica
una reforma radical de las costumbres, hay que imponer nuevas formas de relación. Pero
también las costumbres son parte de las características culturales de una nación. Y la
transformación de las costumbres se puede lograr a través de la educación, a través de las
leyes, pero puede haber una tensión muy fuerte si no se miran las características de la
sociedad donde están instaladas. Por eso también hay una búsqueda de igualdad que
implica el imperativo de ilustrar a las masas para que puedan ejercer la ciudadanía. Junto
con esta idea de democracia va a aparecer la de construir la república, una república de
ciudadanos. El ejercicio de la ciudadanía va a ser central, y este ejercicio implica aceptar
que la única jerarquía es la de la inteligencia, la virtud, la capacidad y el mérito: “a cada
hombre según sus obras” (Saint-Simón).
Libertad de culto: no debe ser impuesto por el Estado, sino librado a la privacidad de
cada quien. ¿Cuál es la postura respecto a la religión en ese momento? La función de la
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iglesia era la de poner freno a las pasiones. Es desde la iglesia que se establece qué es el
bien y qué es el mal; qué es lo que se permite y qué es lo que se prohíbe. Además la
iglesia es un punto de sociabilidad central. Pero si nos quedamos sin religión, ¿qué es lo
que va a poder disciplinar a una sociedad? Por lo que aparece la necesidad de fundar
diarios, de hacer propaganda ideológica mediante la prensa, los libros, las bibliotecas, la
escuela. La escuela, a través de la educación pública, es transmisora ideológica.
En cuanto a la religión, es necesario ver un modo de que no entre en competencia con el
estado moderno. ¿Cómo se organiza la patria sobre una base democrática? Y acá el
principio de la soberanía popular es fundamental. El poder se va a legitimar a partir de la
soberanía popular. Pero la razón colectiva no es igual a la voluntad colectiva. Hay aquí una
especie de diferenciación interna del pueblo: hay en el pueblo una fracción racional,
conciente, ilustrada; esta sería la “razón colectiva”. Pero también hay en el pueblo una
mayoría que ignora los conocimientos fundamentales para coadyuvar a formar esta
república democrática. Por lo tanto, la parte racional es la que debe ejercer el poder, y la
otra parte del pueblo (la que ignora) debe estar tutelada por una ley que reconozca los
derechos y deberes de los ciudadanos. Por lo tanto se emprende la búsqueda de una
constitución, ley fundamental de la nación.
La nación debe tener este marco jurídico-político que establezca con claridad los
derechos, deberes, garantías, etc., y que establezca quiénes son los ciudadanos habilitados
para intervenir en los asuntos públicos, es decir, ahí es donde justamente se va a ir
conformando esto que es la “esfera pública burguesa”.
Intento de establecer ciertas relaciones que pongan distancia entre lo que es la
expresión de esa voluntad popular, y el ejercicio del poder. ¿Cuál es la mediación? ¿Cómo
se establece la legitimidad? Los colegios electorales son instancias mediadoras, donde no
hay directamente la expresión de la mayoría, sino que se envían representantes. El Colegio
electoral discute entre los representantes de cada partido, y finalmente decide quién es el
presidente. Ahí la discusión es la del siglo XIX, basada en la desconfianza de la elección del
pueblo por voto directo (¿el pueblo sabe votar?), es decir, desconfianza del voto de las
mayorías. Para esto Echeverría propone pensar en la razón colectiva como mediadora ante
este pueblo que necesita ser educado. Por lo tanto el sufragio universal sin ningún tipo de
límite, llevaría al desastre. Es necesario establecer algunas condiciones: hacer que la
democracia no sea el despotismo absoluto de las masas ni de las mayorías. La democracia
es el régimen de la razón, y si es así, entonces es opuesta a la tiranía. Es importante el
mejoramiento de las condiciones que lleven a la igualdad de clases, es decir, que ninguna
clase tenga más privilegios que otra al momento de votar, etc. “Todas las instituciones
sociales deben dirigirse al fin de la mejora intelectual, física y moral de la clase más pobre
y más numerosa. El fin de la política es organizar la asociación sobre la base democrática.
La soberanía reside en la razón con su base en el pueblo”.
El sufragio universal queda condenado tanto por la izquierda como por la derecha, por
los socialistas (en este caso motivados por la posible demagogia); y por los liberales.
Echeverría aboga por lo que decíamos antes: tener el ojo clavado en el progreso de las
naciones, y el otro en las entrañas de nuestra sociedad. Estas metáforas que aluden al
cuerpo (“entrañas”) Echeverría las va a volcar también a su literatura (“El matadero”): el
país es un matadero. En el caso de Sarmiento también vamos a ver esto, el rol central del
país: hay que “desentrañar” qué es lo que ahí pasa con esa violencia extrema de
aniquilación del adversario que se ve como un enemigo. Parece que la vida no vale nada.
Vamos a ver en los textos el tema de la liquidación del adversario, tanto de un lado como
del otro; es decir, la confrontación a muerte. No hay una discusión, un debate, sobre los
puntos de vista de cada quien, sino una sociedad jugada en la aniquilación del otro. Y esto
se refleja en las tensiones que hay entre el discurso y la práctica.
Son prácticas liquidacionistas que implican la eliminación material del adversario. Entre
la eliminación simbólica y la material, hay un largo trecho.

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Ahora, en esta búsqueda de una sociedad donde se respeten las libertades, donde se
promueva la igualdad, donde se respete la vida, entran otras cuestiones. Pero también
vemos que hay tensiones en el discurso, incluso de los intelectuales como Echeverría, que
propugnan estos valores. Hay tensiones por cuestiones que están naturalizadas por una
forma de ejercicio del poder que al mismo tiempo ha criminalizado a ciertos sectores de la
sociedad.
Echeverría: “estamos abogando por la emancipación del espíritu americano”. Algo que se
va a instalar como problemática: ¿Los americanos pensamos con ideas propias o
importadas? Hay una cuestión de emancipación del espíritu americano que se puede pensar
que viene de la Ilustración. Dos problemas: “la emancipación política, por un lado, y por el
otro, constituir la sociabilidad americana con todos los elementos de la civilización, pero al
mismo tiempo pensando en los ejes de nuestra peculiaridad.
La filosofía, en la sociedad, propendrà a establecer el pacto de alianza entre la razón
individual y la razón colectiva; entre el ciudadano y la patria. Por otro lado también es
necesario pensar desde el punto de vista científico (confianza depositada en la ciencia). La
ciencia es justamente lo que enseña al hombre a conocerse a sí mismo. También se hace
necesario pensar un arte propio, un arte americano. Pensar un paisaje propio donde
justamente el “desierto” y el “gaucho” van a ser una marca fuerte, lo que va a ir
conformándose como la tradición nacional argentina (la pampa y el gaucho).
Pero el gobierno de la democracia también implica tener en cuenta, ya en el plano de la
organización institucional, la división de poderes. El poder legislativo (que representa la
razón del pueblo); el judicial (la justicia); y el ejecutivo (su acción). Claro que en esa base
-y aquí vamos a ver un punto en común con Sarmiento- hay una derivación de lo
municipal. Los municipios están conformados por los ciudadanos, idea muy ligada a la
participación. Y por otro lado, en el caso de Echeverría, los municipios están muy ligados a
la cuestión de redefinir lo local. Si lo local aparecía como patrimonio de la reivindicación
federal, los municipios aparecen como una apuesta superadora a esta idea, en el plano
local. Entonces el municipio va a ser a su vez el receptáculo donde van a converger y se
van a difundir las creencias comunes. A partir de esta unidad de creencias se va a
establecer la base de la organización nacional, va a ser un lugar de formación del
ciudadano, de ese modo ese sistema de creencias se piensa como parte integrante de la
nación. O sea que va a haber una fuerte jerarquía cuya base está en el municipio, y la que
a través de esta unidad de creencias, termina en la organización del Estado nacional.
Aparece también la noción de “partido” como algo que subsume a la nación entera, es
decir, aparece la noción de “partido” como algo que expresa “somos la patria”. El “partido
de la patria” es el partido que tiene subsumidos a los otros partidos. Al mismo tiempo, es
importante que en el país existan partidos, por lo que tenemos esta tensión entre “el
partido” y “los partidos”.
Así como el “Dogma” y la “Ojeada” plantean estos problemas, se está dando el proceso
de globalización de la sociedad industrial que plantea asimetrías entre países en distintas
condiciones, donde también existen distintas condiciones de legitimidad del poder, y donde
empiezan a circular distintas ideas a través de los diarios. Entonces, ¿qué pasa con el
Dogma, cómo se distribuye, cómo circulan estas ideas, qué efectos produjo? Si por un lado
fue una discusión entre intelectuales exiliados como para intentar imaginar algún
vocabulario conjunto; por otro lado también la recepción despertó polémica, y se lo trata
de empezar a combatir. El que va a traducir el Dogma al francés va a ser Alfredo De
Angelis, quien pertenece al grupo de la Confederación rosista. Y por otro lado, De Angelis
va a ser también quien funda, nada más ni nada menos, aquello que constituye un punto
fundamental de los estados nacionales de todo el mundo, que es el archivo (memoria del
Estado, de la Nación).En ese momento, constituir el archivo es parte de la política oficial,
donde se encuentran los documentos oficiales, aquello que el Estado nacional hace.
Entonces, en aquel momento quien tiene a su cargo la organización del archivo público va
a ser De Angelis, que es quien va a confrontar con Echeverría.

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