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Directora del proyecto “El pensamiento alemán de los siglos XVIII y XIX: su influencia
en la constitución del sujeto ciudadano contemporáneo” del Programa de
Reconocimiento Institucional de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales –
Universidad de Buenos Aires.
barbara.perezjaime@gmail.com
Abstract:
El presente trabajo tiene la intención de hacer un breve recorrido por los pensamientos
filosóficos de Kant y Hegel para mostrar las diferencias que tienen estos autores en
cuanto al Derecho Positivo. Para ello partiremos de los conceptos de voluntad general,
autolegislación y libertad inalienable, retomados de Rousseau, para establecer la
divergencia ya en este punto de partida. Seguiremos entonces con la concepción de
derecho que presentan estos autores y cuáles son sus diferencias para concluir en que
para Kant el derecho es una constricción externa, siendo que gracias al yo trascendental
se es autolegislador, termina actuando conforme al derecho y garantizando la libertad
“negativa” de los individuos; mientras que para Hegel, el derecho es forma y contenido,
y no una mera “formalidad vacía”, que permite la realización del espíritu objetivo –
léase la libertad de los individuos- mediante el yo inmanente de la voluntad libre que
despliega la idea.
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Ponencia presentada en las VII Jornadas Nacionales de Filosofía y Ciencia Política. Mar del Plata -
21, 22, 23 y 24 de Noviembre de 2007 . Facultad de Derecho - Universidad Nacional de Mar del Plata
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Antes de comenzar en con esta ponencia quería dejar en claro que determinados
conceptos del idealismo alemán los daré por sentado, o a lo sumo haré una breve
mención si así lo requiere el devenir de esta exposición, debido a que han sido
desarrollados en trabajos anteriores. 2
Ambos autores están influenciados por el pensamiento del francés Jean Jacques
Rousseau, quien vislumbró la idea de voluntad general, autolegislación y libertad
inalienable. Sin embargo la lectura y la interpretación de su obra han sido diferentes en
nuestros autores tratados en este trabajo.
2
La Revolución Francesa y su influencia en el pensamiento Hegeliano (De Kant a Hegel: una mirada
sobre la constitución del sujeto ciudadano) en “La actualidad de su pensamiento para la Filosofía y las
Ciencias Sociales, a 200 años de la Fenomenología del espíritu” dirigido por Rubén Dri ISBN 987-514-
118-6, Buenos Aires: Leviatán, octubre 2006 (20 x14 cm). El criticismo kantiano y la necesidad de una
teoría de la moral (p.445-449) en “5tas Jornadas Nacionales de Filosofía y Ciencia Política” Pablo Slavin
Compilador ISBN 987-9494-96-2 Mar del Plata: Ediciones Suárez, diciembre 2005. 785 páginas. El
concepto de libertad en las teorías políticas de Kant, Hegel y Marx (p.413-431) Javier Amadeo y
Bárbara Pérez Jaime, en “La filosofía política moderna. De Hobbes a Marx” Atilio Boron Compilador
ISBN 950-9231-47-9 Buenos Aires: CLACSO, abril de 2000 (15,5 x 22,5 cm) 448 páginas.
3Para Kant “la buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, no es buena por su adecuación
para alcanzar algún fin que nos hayamos propuesto; es buena sólo por el querer, es decir, es buena en sí
misma” Fundamentación de la metafísica de las costumbres, p.21 Debemos entenderla como la voluntad
moral.
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así misma y por eso es libre. De estos principios surge la noción kantiana de “voluntad
legisladora universal”
En cuanto a Hegel, la idea de voluntad general fue lo que le llamó la atención del
filósofo ginebrino. Contiene una cierta trascendencia de la voluntad general sobre las
voluntades particulares. Pensar al Estado como voluntad es el gran descubrimiento,
además de la insistencia acerca de la distinción entre voluntad general y voluntad de
todos. “Encontró en Rousseau la idea de la voluntad general de un pueblo, a la vez ideal
para los individuos y realidad en el soberano” (Hippolite, 1970: 27) Sin embargo, Hegel
manifiesta que se ha entendido a la voluntad determinada como voluntad individual,
reflexiva, y a la voluntad general como voluntad comunitaria, que no es en sí para sí,
que surge de esta voluntad individual (consciente), y a través de la unión de los
individuos se genera el contrato como fundamento del derecho positivo. Ésta
connotación es impensable en términos hegelianos porque el contrato4 , a su modo de
ver, es un momento particular, contingente, del derecho abstracto, realizado por
personas, por tanto no tiene carácter ético universal. Aceptar la teoría contractual
implica que la fundación del estado entonces es mero arbitrio, porque “el objeto del
contrato es una cosa individual exterior”, y solo por eso está sometida al arbitrio de la
enajenación 5
Hemos puesto en evidencia qué rescató cada uno del pensamiento rousseauniano.
Ahora, antes de adentrarnos a la problemática que nos atañe, dejaremos en claro cómo
conceptualizan la filosofía del derecho, o mejor dicho, al “Derecho”. Kant dice que “se
llama doctrina del derecho (Ius) al conjunto de leyes, para las que es posible una
4
“En contra de la teoría del contrato social, Hegel destaca que la «voluntad general» surge únicamente
de un largo proceso que culmina en la regulación final de los antagonismos sociales. La voluntad general
es el resultado y no el origen del Estado” (Marcuse, 1994:86)
5
Hegel afirma en el § 75 de Fundamentos de la Filosofía del Derecho que “la naturaleza del Estado
tampoco consiste en relaciones contractuales, ya se tome al Estado como un contrato de todos con todos,
ya como un contrato de estos todos con el príncipe y el gobierno… Así como en periodos anteriores los
derechos del Estado y los deberes del Estado fueron considerados y afirmados como una propiedad
privada inmediata de individuos particulares frente al derecho del príncipe y del Estado, así en un periodo
de tiempo más reciente los derechos del príncipe y del Estado han sido tratados como objetos de contrato
y basados en él, como algo simplemente común surgido de la voluntad y del arbitrio de los unidos en un
Estado” (Hegel,1993: 288)
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legislación exterior. Si una legislación semejante es real entonces es doctrina del
derecho positivo (Kant, 1993a: 37) En cambio, nuestro filósofo de Tübingen piensa que
“(las) leyes son positivas en la medida en que tiene su significado y su conveniencia en
las circunstancias, por lo que poseen un valor histórico en general, con lo que son
también de naturaleza perecedera” (Hegel, 1993: 86-88)
En Metafísica de las costumbres Kant hace una distinción entre Derecho y Virtud,
separándolas en dos planos diferentes. A su vez, divide al Derecho en dos ámbitos:
como preceptos sistemáticos, por eso hablamos de Derecho Natural y de Derecho
Positivo, y como facultades, a los que clasifica en derecho innato y derecho adquirido.
Nos parece pertinente esta aclaración porque a partir de esta contraposición de
“Derechos”, como así también la escisión que presenta entre Derecho y Virtud descansa
la crítica hegeliana a la doctrina kantiana. “La división suprema del derecho natural no
puede ser la división en derecho natural y social (como sucede a veces), sino la división
en derecho natural y civil: el primero de los cuales se denomina derecho privado y el
segundo derecho público. Porque al estado de naturaleza no se contrapone el estado
social sino el civil: ya que en aquel puede muy bien haber sociedad, sólo que no civil
(que asegura la mío y lo tuyo mediante leyes públicas), de ahí que el derecho en el
primer caso se llame privado” (Kant, 1993ª: 54) Con esta exposición termina Kant la
introducción.
Para Kant la ley universal del derecho “obra de tal modo que el uso libre de tu arbitrio
pueda coexistir con la libertad de cada uno según una ley universal” me exige obrar
conforme al derecho. “Por tanto, el derecho es el conjunto de condiciones bajo las
cuales el arbitrio de uno puede conciliarse con el arbitrio del otro según una ley
universal de la libertad” 6 (Kant, 1993a: 39) Para Hegel, esta determinación kantiana
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“El concepto del derecho, en tanto que se refiere a una obligación que le corresponde (es decir, el
concepto moral del mismo), afecta, en primer lugar, sólo a la relación externa y ciertamente práctica de
una persona con otra, en tanto que sus acciones, como hechos, pueden influirse entre sí (inmediata o
mediatamente) Pero, en segundo lugar, no significa la relación de arbitrio con el deseo del otro (por tanto,
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solo contiene la limitación, o sea la determinación negativa por un lado, y una
determinación positiva a saber la ley de la razón, la que permite concordar el arbitrio de
uno con el arbitrio del otro, convergiendo en una identidad formal y en mera
contradicción. Siguiendo con su análisis, afirma que esta forma de pensar se ha
extendido desde Rousseau la cual sostiene que la voluntad 7 debe ser el fundamento
sustancial. Si se acepta este principio lo racional aparece solo como limitador y no como
lo racional inmanente, por tanto exterior.
Hasta aquí hemos recorrido las diferencias “conceptuales”. De ahora en más trataremos
de mostrar cómo se lleva a la práctica el derecho. La moral kantiana queda en tensión
con la mera necesidad (Bedürfnis), como en las acciones benéficas o crueles, sino sólo con el arbitrio del
otro. En tercer lugar, en esta relación recíproca del arbitrio, es decir, al fin que cada cual se propone con
el objeto que quiero… se pregunta por la forma en la relación del arbitrio de ambas partes, en la medida
en que se considera únicamente libre, y si con ello, la acción de uno de ambos puede conciliarse con la
libertad del otro según una ley universal. (Kant, 1993a: 38, 39)
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Esta voluntad entendida como reflexiva o contingente, como voluntad del individuo.
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“Moralidad y eticidad, que habitualmente valen como sinónimos, están tomadas aquí como
esencialmente diferente. Entretanto, también la representación parece distinguirles. El uso lingüístico
kantiano sirve preferentemente de la expresión moralidad, como también los principios prácticos de esta
filosofía se limitan totalmente a este concepto, y hasta hacen imposible, el punto de vista de la eticidad, a
la que incluso aniquilan y ofenden expresamente. Empero, aunque moralidad y eticidad, conforme a su
etimología, fueran también sinónimas, esto no impediría el utilizar estas palabras, antiguamente
diferentes, para conceptos diferentes” §33.2 (Hegel, 1993: 168)
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con el derecho público –sin reconciliación- , mientras que Hegel niega a la moralidad
para devenirla en eticidad, resolviendo la tensión del filósofo prusiano.
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porque ante todo soy propietario de mi cuerpo y de mi vida, en tanto sustancialidad,
empero como fin esencial para sí -en cuanto existencia primera de la libertad- la
propiedad aparece como fin, y como necesidad aparece como medio. Esta propiedad es
tal porque la persona se diferencia de lo exterior de sí, lo impersonal, ajurídico. En
cuanto se deviene voluntad libre para sí, constituye lo verdadero y lo jurídico, por lo
cual determina la propiedad (le da carácter jurídico a la cosa, en tanto es de su
propiedad – mío/no tuyo- por ser él quien es el titular del derecho)
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3. Esto conlleva a una revisión de la teoría rousseauniana que tanto influenció al
criticismo, por lo que suplantamos la idea de voluntad general de indivisibilidad
e inalienabilidad por el de representación.
Ahora bien, las leyes públicas son externas y heterónomas y además surgen del arbitrio
de aquellos que se encuentran facultados para ser legisladores, esto es, cumplir con los
requisitos de la libertad interna (virtud), que tiene dos condiciones: a) ser dueño de sí
mismo y b) dominarse a sí mismo. Pero el mismo Kant sostiene que “la virtud no puede
definirse como el hábito de realizar acciones conformes con la ley” (Kant, 1993 a: 264)
Por lo tanto, la moral al ser una libertad interna es subjetiva, aunque pretenda carácter
objetivo, y cuando el derecho positivo pone en funcionamiento la igualación de los
hombres ante la ley en su cumplimiento, pero desiguala en la participación de
promulgación, genera entonces la heteronomía de la ley positiva.
Si bien el intento kantiano de salvar la relación inteligible del deber ser a través del “fin
en sí mismo”, queda truncado por la exterioridad y constricción de las leyes públicas,
que manifiestan la imposibilidad de conocer el deber ser.
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para sí racional en las determinaciones de la voluntad es esencialmente en la forma de
leyes y principios que la conciencia moral se encuentra sometida a este juicio de si es o
no verdadera. La máxima universal kantiana concierne a sentimientos por lo que no
alcanza al concepto de eticidad, por tanto rebaja a la conciencia moral a una retórica del
deber por deber anulando la posibilidad de una teoría de la inmanencia del deber.
Porque en lo moral solo tengo mi propio saber y querer. El Estado no puede reconocer
la particularidad de la conciencia moral, por lo que el derecho como sustancialidad y el
bien y el conciencia moral como reflexión, ser reconcilian en la eticidad, como
resultado de la superación y contención de los momentos anteriores. Porque “el Estado
es la vida moral realizada” (Hegel, 1969: 101) Así es entonces que la forma concreta, el
Estado, reúne lo esencial de la voluntad subjetiva y lo universal y por ello en esta esfera
es que el hombre goza su libertad “pero por cuanto sabe, cree y quiere lo universal”
(Hegel, 1969: 100)
“El espíritu del pueblo es lo que reconcilia el deber –ser (sollen) y el ser. Es una
realidad histórica que sobrepasa infinitamente al individuo, pero que le permite
encontrase a sí mismo bajo una forma objetiva. Es, estrictamente, el mundo del
espíritu… y no el estado de ideal, como en la filosofía moral de Kant y de Fichte, para
los cuales el mundo, incluso espiritual, ‘es siempre como no debe ser para que la moral
lo haga como debe ser’. Pero Hegel descubre, más allá de la moralidad (Moralität) que
en Kant y Fichte expresa sólo el punto de vista del individuo actuante, la realidad
viviente de las costumbres y de las instituciones (Sittlichkeit)” (Hippolite, 1970: 19)
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2. que la moral (plano inteligible) no concuerde con el derecho (plano sensible)
debido a que la libertad -en tanto autolegislación- queda constreñida por el
derecho público
4. esto deriva a que la moral sea solamente formalidad, en tanto que queda en el
arbitrio individual y no se reconcilie en un devenir que unifica lo individual y lo
universal en la eticidad.
Por lo tanto, la buena voluntad kantiana es mera contingencia, o sea subjetiva, mientras
que la voluntad hegeliana, es aquella voluntad libre del en sí para sí, lo mismo que
objetiva.
“El reino del derecho es el reino de la libertad. El sujeto pensante es el ser libre; la
libertad es un atributo de su voluntad. Es la voluntad lo que es libre, de modo que la
libertad es su sustancia y su esencia” (Marcuse, 1994: 183)
Hoy día, la puesta en práctica del derecho positivo es, por así decirlo, kantiano más que
hegeliano. La sociedad civil actúa conforma al derecho y no por deber, en última
instancia se respeta la ley por miedo a ser sancionado. Creo que repensar la filosofía
hegeliana sería una buena práctica en tanto pensar el lugar de los hombres como
miembros del Estado, establecer un compromiso de participación ciudadana ya que es
en el Estado donde somos libres, entendido como el lugar donde nuestros representantes
pueden dirimir las controversias de la sociedad civil, dictando las leyes necesarias para
que el espíritu inmanente del pueblo conozca su obra, como algo objetivo, en la historia
universal.
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Bibliografía:
Kant, Immanuel (1993b) Teoría y Práctica, Madrid, Editorial Tecnos SA. Colección
Clásicos del Pensamiento Nro. 24. ISBN 84-309-1346-7
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