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Los papeles que los(las) trabajadores(as) sociales DEBEN cumplir en Venezuela en el marco
de la globalización son muy diversos, todos ellos importantes. Sin embargo, para dilucidar
cuáles son, es necesario pensar qué significa(n) la(s) globalización(es) para los(las)
trabajadores(as) sociales, pero no sólo como ciudadanos y ciudadanas o como consumidores y
consumidoras o como fuerza de trabajo intelectual asalariada o no asalariada: ¿una entre varias
históricas, un fenómeno histórico sistémico actual, una imposición de los capitalistas
trasnacionales, una nueva forma de legitimar el capitalismo a través del neoliberalismo, etc.?
Luego, esclarecer si DEBEN o QUIEREN o PUEDEN desempeñar tales o cuales papeles
protagónicos o no. Claro que esto se puede hacer de manera especulativa e intuitivamente o
basándose en investigaciones metódicas y sistemáticas que tanto hacen falta en el trabajo
social de Venezuela. Mi experiencia me dice que el basamento empírico nos hace falta para
abordar esta pregunta con mayor certeza y claridad. Pero para comenzar, es necesario hacer
una revisión retrospectiva de los papeles que los(las) trabajadores(as) sociales han venido
desempeñando desde que “nació” el trabajo social como arte, oficio, profesión, práctica social,
ciencia, disciplina científica (para muchos sigue siendo marginal...) en Venezuela; segundo,
conocer qué estamos haciendo, cómo lo hacemos y qué resultados estamos obteniendo, sin
dejar de lado investigar la imagen que los otros cientistas tienen de este quehacer y la imagen
que nosotros mismos tenemos de nosotros mismos y del trabajo social respecto de otras
disciplinas ¿Sabemos lo que hacen los(las) sociólogos(as), sicólogos(as), economistas,
antropólogos(as), politólogos(as), etc. ¿Conocemos cuáles son las diferencias entre el trabajo
social y cada una de las otras ciencias? ¿Cómo definir nuestra identidad, especificidad? Ver mi
“Trabajo social: ¿productor, difusor o consumidor de conocimientos? Notas epistémicas”,
publicado en Cuadernos de Trabajo Social de la Escuela Universitaria de Trabajo Social de la
Universidad Complutense de Madrid, No. 7, 1994, págs. 41-51, anexo a estas respuestas.
En abstracto debería, pero lo real es que el trabajo social en Venezuela tiene casi 20 años de
atraso con respecto de la realidad internacional. Cuando el nuevo plan de estudios se dio en
1993-94, ya la crisis llevaba diez años y el trabajo social no se había preocupado por ello.
Luego con el nuevo plan se esperó que se adecuara rápidamente, pero esta es la hora en que
parece que el nuevo plan pasó por la Escuela de Trabajo Social pero ésta no ha pasado por
dicho plan. Así que el nuevo milenio vendrá y los trabajadores sociales estaremos igual de
desubicados, subprofesionalizados y subalterizados, tratando de reconstruir una identidad pero
sobre la base de lo que no somos ni podemos ser.
Ninguna reforma lo podría hacer porque la academia no influye en el mercado de trabajo (al
menos hasta hoy), mucho menos en las demandas de la sociedad, de la nación, del país, que
debiera ser el desiderato del perfil profesional de la formación académica. Además, realmente
no ha habido reforma en la escuela de trabajo social, ni en Venezuela. El trabajo social en
Venezuela está atrasado unos veinte años respecto de los países latinoamericanos,
especialmente de Costa Rica, Chile, Argentina, Uruguay y Brasil.
Bueno, yo recuerdo que una fue el marxismo ortodoxo ligado al Partido Comunista, y luego al
MAS (Movimiento al Socialismo, autoexcluido del PC). Esto en lo político. Pero en lo
académico ha sido un menjunje de tiras y encojes sin que prive nada ni nadie en especial
porque nadie trabaja ninguna escuela o enfoque en profundidad. Esta es la debilidad de la
Escuela de Trabajo Social. Hay mucho eclecticismo si es que eso significa el menjunje de
teorías, enfoques, paradigmas que sólo son como caricaturas de ellas. Al final de todo esto lo
que viene produciéndose o tomando cuerpo es un pragmatismo utilitarista ramplón ateórico,
antiteórico, hiperconcretista, terapeuticista, interaccionista, grupalista, ahistoricista,
apoliticista, antipoliticista,…y mejor paro de contar.
Está desajustado, desfasado al igual que el régimen de Punto Fijo que acaba de morir con
Chávez, pero los(las) trabajadores(as) sociales no estamos a la altura de estos cambios.
Muchos vivimos en los 60, 70 aún. Pero los 80 y 90 sólo los percibimos como crisis
existencial que nos provoca volver a los 60 y 70 pero no nos concita construir futuro, porque
no se nos ocurre (todo paso adelante significa un salto al vacío y por lo tanto es mejor lo malo
conocido que bueno por conocer. Esto porque –según dicen los conservadores tradicionalistas
de la Escuela de Trabajo Social- “el miedo es libre” (esto porque se le esencializa, absolutiza e
independiza de la realidad subjetiva. Es lo que se ha dicho en la Escuela).
Por eso creo que debería reconstruirse la formación profesional del trabajo social en el tercer
milenio. Algo para lo que la Escuela de Trabajo Social no está preparada, y no creo que lo
pudiera estar dentro de diez años.
Crear estructuras mentales que nos permitan pensar ya no en simple o binario, sino,
dialécticamente, complejamente, sistémicamente.
Una mentalidad que no nos permita más preferir la certidumbre, si no, la incertidumbre
creadora, abierta al futuro, sin complejos, que nos permita sintonizar lo pensado con lo
actuado y lo querido, lo posible con lo imposible, deseable y utópico para dejar de inducir
comportamientos de acuerdo con nuestros parámetros si no para que cada quién actúe como
quiere, siente, piensa, y percibe sus propias realidades y no las realidades que existen en el
imaginario de los trabajadores(as) sociales mas no en la realidad real. El tercer milenio está
esperando el despliegue de las capacidades inventivas e innovativas de los trabajadores
sociales y las trabajadoras sociales venezolanos.