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2
Prefacio
Desde hace al menos 70 año ya no vivimos más en la
modernidad. El clima intelectual finisecular en el que nos
encontramos bien puede ser calificado de posmoderno. Es una
época plagada de problemas, violencia y falta de sentido. Y en
medio de este estado desesperado de cosas, más de uno ha
cuestionado la existencia de Dios. Otros, los más osados, han
negado de plano que haya tal cosa como un Dios.
El tema no es trivial, pues lo que uno crea con respecto a la
existencia de Dios puede afectar profundamente su visión del
mundo, del hombre, de la historia, y del futuro; pero más
importante aún: el concepto que tengamos de Dios afectará
nuestros valores y el trato que nos daremos los unos a los otros.
Por ejemplo, sin Dios la supervivencia de la raza humana
depende enteramente de las facultades del hombre —una
perspectiva nada alentadora en vista del evidente potencial
destructivo del ser humano. Como alguna vez lo dijera el filósofo
existencialista francés, Jean Paul Sartre: “Si no hay Dios,
entonces el hombre se encuentra completamente solo en el
universo”. Por el contrario, si se cree que Dios está “ahí”, es más
probable que se acepte que nuestra existencia en el cosmos
tenga un propósito trascendente y que está regida por ciertas
reglas morales universales básicas.
Aunque a lo largo de la historia se ha negado
esporádicamente la existencia de Dios, sin embargo el ateísmo
como cosmovisión o posición filosófica se ha sistematizado sólo
en las últimas décadas. ¿Cómo ha podido ser así? De eso trata
este ensayo.
Armando H. Toledo
Morelos, México, 2020
3
1
Raíces de una nueva
actitud hacia el
Creador
6
2
El nacimiento del
escepticismo
8
Otros se declararon abiertamente ateos,
como el filósofo Paul Henri Thiry d’Holbach
(quien se caracterizó a sí mismo como “el
enemigo personal de Dios”). D’Holbach decía
que la religión era “fuente de divisiones, locura
y crímenes”, y que “la creencia universal en la
existencia de Dios no puede significar más que
el terror universal ante las calamidades
universales al parejo con la ignorancia de las
leyes naturales”.9 Con el paso del tiempo,
muchos más se siguieron hastiando de la
religión cristiana y compartieron los sentimientos y opiniones de
Holbach. Esto es lo más paradójico de todo: los mismos que se
declaraban teístas espolearon el surgimiento y el desarrollo del
ateísmo. Lo que nos parece increíble es que, como dice M. J. Buckley:
“las iglesias fueron el caldo de cultivo del ateísmo. Las religiones
organizadas escandalizaron y disgustaron profundamente la
conciencia de occidente. Las iglesias y sus sectas habían devastado
Europa, habían perpetrado masacres, habían exigido la resistencia o
la revolución religiosa y habían intentado excomulgar o deponer
monarcas”.
Ya en el siglo XIX, la negación de Dios se confesaba
abiertamente y sin tapujos; los intelectuales científicos y
filosóficos la defendían con ahínco y (¡oh paradoja!) con una
energía casi religiosa. Un ateo confeso expresó así su nuevo
credo: “Nuestro enemigo es Dios. El odio a Dios es el principio
de la sabiduría. El progreso verdadero de la humanidad tiene
que fundamentarse en el ateísmo”.
Pero durante el siglo XX se produjo un cambio muy sutil. La
negación de Dios desde la tribuna filosófica se fue haciendo cada
vez menos militante; pasó de moda el academicismo antiteísta, y
un nuevo tipo de ateísmo comenzó a difundirse incluso entre
quienes afirmaban creer en Dios…
9 Citado por James Collins en Dios en la Filosofía Moderna, Chicago: Gateway, 1967, p. 151.
9
3.
Definición y
variedades del
ateísmo
11
4.
Orígenes del ateísmo
práctico
16 Éxodo 5:2
13
5.
El ateísmo como
cosmovisión inviable
17 Zacharias, Ravi; Can Man Live Without God?; Word Publishing; 1994. Hay versión en español: Zacharias, Ravi;
Puede el hombre vivir sin Dios?; Editorial Caribe Inc.; 1995
16
6.
La respuesta de Dios
a los ateístas
20 Para un estudio más amplio de este tema se sugiere revisar: Toledo, A.H. (2000); Preguntas sobre la Biblia; México:
The Ucli Press.
19
8.
Algunas
consideraciones
finales
21 Romanos 3:3-4.
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