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El imperialismo analizado en su complejidad por Lenin a fines del siglo XIX, como
fase superior del capitalismo refleja esa gran transformación, en la que los
planteamientos doctrinales del Darwinismo social y la política del Big stick, son
reflejos de la etapa monopolística, en la que la competencia armamentística
reemplazó definitivamente al liberalismo librecambista y preparó el terreno para
definir los ámbitos de influencia por la fuerza, en dos grandes guerras imperialistas
por el control del mundo (1° y 2 ° guerra mundiales).
“El rasgo fundamental de una nación es una política interna propia. Un pueblo,
aunque tenga territorio, no es una nación si no la posee. O sea, cuando alguna
fuerza contrarresta esa política propia. Una política propia no es dable sin el
gobierno de los comandos de la economía nacional. No hay nación sin ese requisito.
Es la certeza de esa voluntad autónoma la que nutre en su seno la posición
nacionalista. Tal nacionalismo no es un don gratuito” (Hernández Arregui. 2004.
252).
En este sentido una comunidad nacional para se perciba como tal, aunque en ella
convivan mezcladas diversas razas, es la percepción de una semejanza entre los
individuos que la forman, ya sea como un sentimiento vago, experimentado por
todos frente a otras nacionalidades o de una semejanza, de la cual deriva la
conciencia de un “nosotros”, de una cierta homogeneidad del grupo
institucionalizado, asentado en un determinado territorio, en efecto sin territorio no
hay nación. El patriotismo en este sentido siempre está ligado a la tierra”
(Hernández Arregui. 2004. 53)
Para Arturo Jauretche las experiencias de Juan Manuel de Rosas en la primera mitad
del siglo XIX, luego el irigoyenismo y el peronismo en el siglo XX, fueron procesos
y experiencias de gobierno que decantaron hacia la toma de conciencia hacia un
proyecto de autodeterminación nacional.
Tras el agotamiento del modelo liberal conservador que tuvo su mayor apogeo en la
denominada generación del 80, la crisis de representatividad consecuente de ese
modelo y la incorporación de los inmigrantes como un nuevo actor social en la
escena nacional implicaron una nueva estrategia dentro de la incorporación de las
masas en el proceso de formación nacional. Así para Jauretche la inculcación del
sentimiento nacionalista fue clave en ese periodo, pero con la figura de Irigoyen
como baluarte del movimiento de masas.
“Le tocó al radicalismo cumplir un papel nacionalizador, pues le dio cauce nacional
a la inquietud política y a las aspiraciones de las clases medias surgidas de la
inmigración, en el momento en que el país pudo constituirse en campamento de
colonias extranjeras…” (Jauretche.2008. 169).
“La lucha de las masas contra sus enemigos internos y externos solo puede
resolverse mediante el establecimiento de regímenes autoritarios, con el control de
las exportaciones y medios de propaganda, con el apoyo estatal al movimiento
popular y la participación del ejercito en esta política nacional defensista. Tal el
caso de Nasser en Egipto, con su antecedente, el gobierno de Perón en la
Argentina. El capitalismo nacional aun débil, en una etapa de lucha por la liberación
debe ser apuntalado por el capitalismo de Estado y la política de nacionalizaciones,
único medio de protección para las todavía endebles estructuras económicas
locales. Frente al capitalismo monopolista internacional la sola valla es el monopolio
estatal, que además contribuye al disloque del mercado capitalista mundial al
sustraer zonas de influencia a la explotación internacional de las grandes potencias.
(Hernández Arregui. 2008. 36)
Para Hernández Arregui el periodo que comprende los 30 años de 1930 a 1960, en
que la Argentina adopta una posición crítica frente al liberalismo colonial que
gobernó al país casi sin interrupción desde 1853 hasta 1943 y comenzó a verse a si
misma en relación con otros pueblos, en particular con Inglaterra. De esta manera
la formación de la conciencia nacional en Argentina está estrechamente vinculada
al periodo histórico posterior a 1930, tras la ruptura de la hegemonía mundial de
Inglaterra y la gran crisis de 1929.
“En esa década nace la conciencia histórica de los argentinos. Cuando un país no
ha logrado aún su autodeterminación nacional, pero es ya consciente de su
necesidad, asiste al despliegue conjunto de sus fuerzas espirituales” (Hernández
Arregui. 2008. 41)
En este sentido Arturo Jauretche afirma enfáticamente que “…el proceso peronista
es el único ensayo de política económica nacional que el país ha tenido”.
(Jauretche.2008.185)
En este sentido Hernández Arregui considera que uno de los instrumentos de los
que se vale la oligarquía para conservar el statu quo es la pequeña burguesía,
compuesta básicamente de una extensa capa de profesionales (entre ellos los
docentes de distintos niveles del sistema educativo) junto a pequeños y medianos
propietarios en general. Esta diferenciación más perceptible en los pueblos
pequeños- donde se marca claramente un corte horizontal de la sociedad, donde el
médico, el escribano, le abogado se enfrentan al pueblo:
De acuerdo a Hernández Arregui la clase media, como tal no tiene una consciencia
y una política propia en sí misma y es incapaz de generar una unidad de criterio con
respecto a un proyecto genuinamente nacional.
“La historia de nuestra universidad es, por eso la historia de nuestra oligarquía. La
universidad, asentada como institución modeladora y transmisora de la cultura
oficial, sobre la dualidad del latifundio terrateniente y el imperialismo extranjero, ha
limitado su misión, que debió ser nacional, a la tarea de formar conciencias adictas
al sistema de los valores culturales derivados de la propiedad territorial. De ahí el
carácter anticientífico de la enseñanza superior disimulado tras la farsa de la
libertad del espíritu. (Hernández Arregui. 2008. 73- 74).
Por esta razón la educación de los hijos de la oligarquía de Buenos Aires se realizó
tradicionalmente en unos pocos colegios aristocráticos o en internados distinguidos
de religiosas francesas para continuar y perpetuar la repetición estereotipada de los
mismos hábitos, de las mismas ceremonias y convenciones sociales en la
participación de las mismas creencias y en los goces comunes de un mundo
diminuto, luminoso en su exterioridad y que es visto como envuelto en un halo
misterioso de prestigio para las clases bajas con las que establece una estricta
separación.
por la fusión de los apellidos, su poder material sobre el país. (Hernández Arregui.
2008. 49-50).
El reflejo simbólico del poder material tenía como correlato la identificación del
poderío ingles en el plano político y en su edad de oro, los viajes a Paris y las
grandes mansiones construidas al estilo europeo en la ciudad de Buenos Aires y en
las enormes estancias, tal como refiere Jauretche.
“La colonia argentina en Paris tiene una significación especial y Buenos Aires
adquiere de reflejo la importancia que ahora ha perdido y que nuestros
comentaristas económicos atribuyen a una decadencia, cuando es el producto de
un mejor equilibrio de su sociedad. Si el inglés era el lenguaje de los negocios, el
francés era el lenguaje del espíritu y el placer (…) era el apogeo de la belle époque
y Buenos Aires realizaba en el teatro colón, en la Ópera y el Odeón, en la
importación de amantes francesas….” (Jauretche. 2008. 76).
Por esta razón sostiene Jauretche, los trabajadores tomaron rápidamente conciencia
del momento histórico y del papel que le correspondía. Mientras que la clase media
se quedó en gran rezagada en su protagonismo por la emancipación nacional, por
no comprender su papel histórico ni la oportunidad que el destino le brindaba.
“El proletariado comprendió que su ascenso era simultáneo con la clase media y
con la aparición de la burguesía eludiendo la disyuntiva ofrecida por los socialistas
y comunistas. Supo que su enemigo inmediato era la condición semicolonial del
país y que la evolución industrial industrializada representaba una etapa de
avances con buen salario y buenas condiciones de vida” y no se prestaban al juego
de algunos sindicalistas que “…obstaculizaban la formación del capital nacional en
beneficio del acopiador extranjero (…) el proletariado comprendió la unidad
vertical de todas las clases argentinas para realizar la Nación…” (Jauretche. 2008.
216).
Para Jauretche sin embargo, es falsa la apreciación de considerar las clases medias
como un todo homogéneo, cuando son por naturaleza heterogéneas en su
comportamiento, en sus esquemas ideológicos y en los múltiples matices de su
composición.
En general los jóvenes de las clases medias antes de vincularse al ejército, decidían
seguir alguna carrera universitaria y luego si podían insertarse como trabajadores
dentro de las empresas de capital extranjero.
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Bibliografía