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UNIVERSIDAD NACIONAL DE MISIONES – FACULTAD DE HUMANIDADES

Y CIENCIAS SOCIALES
SEMINARIO DE PENSAMIENTO NACIONAL
TRABAJO FINAL
MAGRIÑÁ, LORENA ANDREA (DNI 28403864)
PROFESORA EN HISTORIA CON ORIENTACIÓN EN CIENCIAS SOCIALES

El presente trabajo se propone llevar a cabo un análisis de lectura crítica en base a


algunos de los temas planteados por los docentes al frente del curso de postgrado
“Pensamiento Nacional”; a saber, la definición de “Nación” y “Nacionalismo” en Juan
José Hernández Arregui y el alcance del concepto “Colonización Pedagógica” en Arturo
Jauretche.
Desde ya, me permito considerar que dentro de los ejes temáticos planteados para
el desarrollo de este trabajo, puede advertirse una muy fuerte relación entre los mismos.
En efecto, tanto Jauretche como Hernández Arregui coinciden en que durante la
etapa peronista, el movimiento nacionalista estuvo asentado en las masas obreras y que,
dado las características del gobierno, puede decirse que fue el único momento en la
historia de nuestro país en que pudo vislumbrarse un principio de autodeterminación
nacional. Tan es así, que -según Hernández Arregui- durante el gobierno peronista en la
Argentina se sostuvo en un plano de equidad en cuanto al comercio exterior, teniendo un
trato entre iguales a la hora de las negociar con las potencias mundiales de ese entonces,
tales como Inglaterra y otros países de Europa.
Además, podemos ver que en los lineamientos de Jauretche y Hernández Arregui
también queda esbozada la cuestión respecto a la Revolución Libertadora que culminó
con el gobierno peronista, y si ésta en verdad fue tal o si fue en realidad una revolución
“fusiladora”.
Tanto en este episodio de la historia como en otros similares, suele vincularse al
ejército con las clases dominantes y de ahí que se lo conciba como “brazo armado del
imperialismo”. Al respecto, el historiador norteamericano Robert Potash, entre otros,
analiza el proceso de politización comenzada en la década del ’30 por parte de las fuerzas
armadas en la Argentina y su ingerencia cada vez mayor en la vida política del país. Pero
es éste un tema en el que no voy a ahondar.
Desde los albores de la historia, el final del siglo XIX y a principios del siglo XX,
el declive del potencial económico y militar de España frente a los Estados Unidos, y la
paulatina fragmentación de América Latina en más de 20 repúblicas, facilitaron el
accionar norteamericano en el continente. Por caso, México para ese entonces ya había
perdido más del 50% de su territorio a manos de los Estados Unidos.
Además, a lo largo de todo el siglo XX se dieron tentativas de agresión,
sublevaciones instigadas, actos depredadores e invasiones directas sobre los pueblos de
América Latina. La complicidad con las grandes metrópolis imperialistas no sólo estuvo
dada con las fuerzas armadas, sino también con las oligarquías terratenientes y el clero:
¡grandes entreguistas, éstos, de la soberanía de los pueblos latinoamericanos!
Así, las oligarquías a la fuerza de las armas, destruyeron los proyectos
independentistas de Simón Bolívar, San Martín, José Martí, Benito Juárez, y otros tantos
defensores de la unidad latinoamericana. El resultado de todo ello no pudo haber sido
otro que la colonización política, económica y cultural de los pueblos de toda América
Latina.
Dentro de este marco, es comprensible entender a nuestra historia nacional como
una sucesión de movimientos populares que intentaron expresar su sentir, su querer, pero
que fueron sofocados por reacciones antipopulares. Así tenemos a Artigas, Guemes,
Bustos, etc., verdaderos líderes que pujaban por defender los intereses de las masas
populares, avasallados por grupos minoritarios en su afán por imponer un modelo
centralista, elitista, europeizante.
Lo triste es que esta minoría logró imponer instituciones, modos y esquemas
importados, “…hijos de una concepción teórica de la sociedad en la que pesaba más el
brillo deslumbrante de las ideas que los datos de la realidad (...) subordinados a
intereses y apoyos foráneos que, estos sí, tenían conciencia plena de los fines concretos
que perseguían…”1. Recordemos la etapa rivadaviana, momento histórico de nuestro país
en que –además de un alto nivel de endeudamiento- las condiciones de producción
estaban previstas por Gran Bretaña (el negocio de la comercialización, del flete, el
manejo de la moneda, del crédito financiero, la eliminación de toda competencia exterior,
etc.).
1
(¿A. Jauretche?) Peña Lillo Ed. 1959: 18. Tomado del armado de textos de unidad I y II del Seminario de
Pensamiento Nacional.
Para el historiador Juan José Hernández Arregui, fue necesario replantear el
concepto de nacionalismo, desde las perspectivas peculiares de un país colonizado como
el nuestro, pues es un concepto susceptible de controversias, incluso dentro de las mismas
corrientes nacionalistas, según lo expresara el historiador. Para éste, los alcances del
término implican la dilucidación previa de dos órdenes de cuestiones complejas e
interrelacionadas: en primer lugar, en palabras del historiador, “El nacionalismo posee
un doble sentido según corresponda al contexto histórico de una nación poderosa o de
un país colonial. Hay (…) una distinción no de grado sino de naturaleza, entre el
nacionalismo de las grandes potencias –EE.UU., Inglaterra, Francia-, que son
formaciones históricas ya constituidas, y el nacionalismo de los países débiles que
aspiran, justamente, a constituirse en naciones.” En segundo lugar, “El nacionalismo
adquiere connotaciones contrarias según las clases sociales que lo proclaman o
rechazan”2. En este sentido, Hernández Arregui distingue claramente las diferencias
entre nacionalismo en país dependiente, oprimido, subdesarrollado, con el nacionalismo
de países imperialistas, opresores, desarrollados. Así, también, se evidencia que tal
concepto no es unívoco, y que muchas de las teorías sociales surgen en las grandes
metrópolis para las grandes metrópolis, quedando su uso o trasplante inoperante para el
análisis de países oprimidos.
Dentro de este marco, cabe diferenciar que, en países opresores, el nacionalismo
está estrechamente ligado al imperialismo, y en países oprimidos se vincula con la
liberación nacional y la autodeterminación política, económica y cultural, o, al menos,
con la concientización de las masas al respecto.
El nacionalismo irá adquiriendo, entonces, distintas formas según el contexto en
el cual el mismo se presente: en un momento dado puede adquirir tintes liberales, como
en el caso de la Inglaterra de la revolución industrial de fines del siglo XVIII; y en otros
casos, puede dar un giro y vincularse más con el proteccionismo económico, como la
política del New Deal en los Estados Unidos, durante la crisis económica mundial.
Si bien Estados Unidos tuvo su período post independentista como exportador de
materias primas -en gran medida similar al período agroexportador en Argentina-, invirtió
los excedentes de estas exportaciones en tecnificar e industrializar su producción. Muy
por el contrario, la oligarquía terrateniente Argentina implementó otra política tendiente

2
Hernández Arregui, 2004: 12.
en gran medida a perpetuar su estado colonial y dependiente, de modo consciente y por
conveniencia propia –en defensa de la “Patria chica” y en contraposición de la “Patria
grande”-, y no invirtió el excedente en la tecnificación de su producción, implicando ello
la importación de productos manufacturados, donde se marca claramente las diferencias
en los términos de intercambio (ante unos productos agrícolas ganaderos subvaluados
frente a los productos sobrevaluados provenientes de las metrópolis).
En este sentido, resulta muy claro lo que sostiene Jauretche: "La idea no fue
desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización
moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado (…) Se intentó
crear Europa en América trasplantando el árbol y destruyendo lo indígena que podía ser
obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa y no según América"3.
Así, la oligarquía argentina adquiere un color totalmente antinacional, valorando
más lo extranjero o foráneo que lo criollo o autóctono. De esta manera, las ideas en torno
a economía serían por excelencia inglesas, mientras que todo lo estético y placentero
sería francés, llegando incluso a la importación de “amantes francesas”. A este respecto,
Hernández Arregui afirma que “Este sistema de valoraciones servido por la prensa
imperialista, con periódicas notas sobre las recepciones aristocráticas, la vida de la
nobleza europea, las ceremonias de la realeza, los artistas de cine en sus mansiones,
tiene por objeto la formación de fantasías sociales de parangón y distinción”4
(Subrayado mío). Muchas costumbres y prácticas en las altas esferas sociales entrarían en
desuso. Por ejemplo, el mate será sustituido por “la hora del te”, los partidos de fútbol por
el “polo en el Jockey Club”, sin contar con los usos y costumbres tales como “ir de
shopping” (salir de compras), “fast food” (comidas rápidas), -la lista es larga y entre otras
cosas podemos citar a términos tales como “coffee break”, “pijamas party”, “baby
showers”, etc.- hoy día muy de moda, y que evidencian fuertemente nuestro simiesco
afán de imitación de las grandes metrópolis.
A esta clase emuladora, Arturo Jauretche tacharía de “medio pelo”5, el medio pelo
argentino que se llena la boca criticando a la oligarquía terrateniente, pero que en realidad
copia su política y se vuelven importadora de mercancía suntuosa y de prácticas sociales

3
A. Jauretche, 1973: 9, Zoncera Nº 1.
4
H. Arregui, 2004: 147.
5
Según Jauretche, la crítica que muchos autores realizan a la clase media no está justificada porque la
analizan como un todo homogéneo, siendo la clase que, por excelencia, más heterogénea es. La
denominación tiene una connotación más cultural que económica.
ajenas a nuestra cultura; un sector de la sociedad que aparenta –o trata de hacerlo- estar
en otro nivel, aún si tuviera que “morir de hambre” con tal de tener determinado auto
para mantener su status, ese status que “se ha piyado”6.
Por su parte, Hernández Arregui hace hincapié en la clase media argentina, una
clase media que quiere ser europea; que “ama sobre todas las cosas las vestiduras”7,
porque se ven y se otorgan más importancia a sí mismas que al país. Pero esta distinción
–que muchas veces es más barrera que distinción- entre clases es alentada por el Estado.
La clase gobernante, encarnada en el proyecto de la generación del ’80, excluyó a
los demás sectores sociales, lo cual no hace más que ratificar aquello de que “Toda
historia nacionalista que prescinda de la potencia numérica y la conciencia histórica de
las masas es una abstracción inservible mutilada de la lucha nacional”8.
La historia de la clase dominante argentina ha impuesto, durante muchísimo
tiempo, su sello edulcorado a la educación argentina. Se convierte, así, en mano derecha
de la aculturación imperialista, educando a sus hijos en colegios extranjeros en desmedro
de la otrora prestigiosa educación pública, laica y gratuita de mediados de siglo XX. En
efecto, se ha dicho que: “El sistema educativo en la Argentina (…) es aún piedra angular
político, en la medida que custodia los ideales formativos de una oligarquía decadente,
pero aún reanimada por el apoyo externo del imperialismo”9.
Así también podemos hablar de una colonización creciente en la cultura, en los
conocimientos, que son cuidadosamente seleccionados, construidos y transmitidos para
mantener viva en la memoria argentina –y aún en la de los pueblos de toda
Latinoamérica- cierta información y cierta visión del pasado. Esto es información
seleccionada, recortada, parcializada; un conocimiento compartimentado a fin de evitar
o dificultar la comprensión de la totalidad, una historia falseada, “deformación
transmitida de generación en generación, durante un proceso secular, articulando todos
los elementos de información e instrucción que constituye la superestructura cultural,
con sus periódicos, libros, radio, televisión, academias, universidades, enseñanza
primaria y secundaria, estatuas, nomenclaturas de lugares, calles y plazas, almanaque

6
”Piyado”: creerse lo que no se es. A. Jauretche, 2008:189.
7
H. Arregui, 2004: 147.
8
H. Arregui, 2004: 13.
9
H. Arregui. 2004: 18.
de efemérides y celebraciones…”10, todo lo cual coadyuva a la perpetuación del sistema
dominante.
Ejemplo de ello encontramos cada 12 de octubre, día conmemorado como “de la
raza”, cuando bien podríamos concebirlo como último día de libertad de los pueblos
originarios de América.
Pero este coloniaje se traslada también a las universidades, “nutriendo a los
estudiantes de una savia europea”, diría Hernández Arregui. Y es que los docentes
también son parte de la burocracia estatal, pues están encomendados a educar a sus
alumnos dentro de los valores preestablecidos por el Estado -y aún del sistema-, y de los
cuales su propia formación ha brotado; la situación social de estas capas es de
dependencia dentro de un sistema mayor que engloba al educativo. “El común de los
estudiantes no logra arrojar el lastre de una educación cuyo objeto es adaptarlos (…) a
este mundo todavía estratificado en las perspectivas de una prosperidad personal”11. Así
–sostiene Arregui- ingresan a las universidades estudiantes, en su mayoría de clase
media, que más allá de haber luchado con desden durante su paso por la universidad, por
ideales distintos al burgués dominante, terminan quedándose en el molde, con su
“prestigio académico”, y absorbidos por el sistema. Una universidad totalmente
despolitizada, vacía de contenido ideológico; un mutismo impuesto por el Estado.-
Como historiadores, debemos hacer, como bien lo afirmara Hernández Arregui,
“…una revisión que desvista el contenido clasista de esa fábula canonizada de nuestro
pasado”. El historiador revolucionario no revisa la historia ni va a los caudillos porque sí,
sino “por un reclamo de la conciencia nacional en desarrollo”12.
Hay una patria y una antipatria. Y hay gente errada de buena fe bajo la horma
pedagógica de una educación institucionalizada. Y a lo largo de la historia, la clase
dominante argentina ha entregado, sin pundonor ni dignidad, el patrimonio del país a los
centros económicos del poder mundial.
El odio de clases se alza desde el fondo del pasado y se proyecta al presente con el
pretexto del “totalitarismo” de las masas, contra aquellos que ayer y hoy acaudillaron los

10
(¿A. Jauretche?) Peña Lillo Ed. 1959: 15. Tomado del armado de textos de unidad I y II del Seminario de
Pensamiento Nacional.
11
H. Arregui; 2004: 150.
12
H. Arregui, 2004: 15.
ideales populares, a saber: Artigas, Felipe Varela, López Jordán, Bustos, Ibarra, Yrigoyen
y Perón.
Sostiene Jauretche que, en nuestro país “…una vez creado el aparato
correspondiente al modelo agropecuario, este se detendría en ese límite”, pues las clases
dominantes “…se despreocuparon del destino del país y prefirieron sólo ser
conservadores en el usufructo del mismo…”13. Y es esa una de las características de la
colonialidad, “…la ineptitud para aceptar el paso del país agropecuario a la sociedad
industrial y de masas”14. Esto había sucedido con la generación del ’80; y sin embargo,
todavía hoy seguimos transitando la misma senda, con una burguesía que no ve –o no
quiere ver- un desarrollo sin tener que copiar de modelos propicios para otras sociedades.
No se trata de trasladar una política o fórmula económica de una sociedad particular a
otra. Para Jauretche, esa burguesía era la que debió tomar las riendas del país.
La oligarquía terrateniente cuenta con el indiscutible apoyo de la Sociedad Rural,
tan antinacional como la primera. La Sociedad Rural, tal como su nombre lo indica,
debería representar y defender los intereses del sector agrícola y ganadero del país; sin
embargo, en ella solamente quedan representados los intereses del sector de invernadores
ganaderos. Según Jauretche, este sector en realidad no es productor sino comerciante,
pues compra a los criadores animales a bajos costos, los mejora y vende nuevamente.
Tiene mayor relación con los compradores que con los criadores, y en cierta medida es el
brazo del imperialismo económico en el país, imponiendo, junto a la clase dominante
argentina, sus intereses. Las condiciones económicas desfavorables prácticamente no
impactan en este sector, pues seguidamente trasladaría el precio a los criadores.
Gran parte de la clase media critica este modelo, pero simplemente queda allí,
pues cuando ellos acceden al gobierno van a tomar las medidas políticas y económicas
tendientes a perpetuar la situación de país dependiente. Durante el primer gobierno
radical de Yrigoyen, esta situación, quizás, trató de superarse con el intento de impulsar
la nacionalización de distintas empresas extranjeras, y que el gobierno se haga cargo de la
explotación del petróleo. Pero al asumir la presidencia Alvear, estas medidas serán
desconocidas, pues sus intereses estarían más bien vinculadas a las clases altas (de donde
él provenía). Durante la segunda presidencia de Yrigoyen, sin embargo, la situación
política y económica no va a ser tan favorables para la reanudación de las medidas de su
13
A. Jauretche, 2008: 144.
14
H. Arregui, 2004: 18.
primer gobierno –recordemos la fuerte oposición que representaban los antipersonalistas
y lo que significará la crisis internacional-, y su avanzada edad también contribuyen a
ello.
A medida que se desarrolló el presente trabajo, se observa que el pueblo fue
excluido de toda participación en el intento de construcción del pensamiento nacional, y
que, cuando llegó su momento, durante el peronismo, todo intento y expresión fue
barrido por el brazo armado de la burguesía que pretendía reimplantar su hegemonía. Es
por ello que hicimos referencia a una revolución “fusiladora” de ideas y praxis; ideas de
autoidentificación y autodeterminación del pueblo argentino. Y es por ello, también, que
muchas de las figuras, tachadas de “malditas” (según lo expresara el historiador Norberto
Galasso), que intentaron despertar la conciencia popular sobre nuestra situación de
colonia, de pueblo dependiente y oprimido, fueron acalladas, oscurecidas, apagadas, por
el peligro que suponían.
Finalmente, podemos decir que el colonialismo político, económico, social,
cultural y pedagógico, y la compartimentación del conocimiento científico y sus
aplicaciones, son los medios que aportaron su buena parte al proceso de [cuasi]desarrollo
de la sociedad argentina, al sistema capitalista y a su expansión imperialista, legitimando,
de este modo, un sistema histórico, universalizándolo y transformándolo en un hecho
necesario para el mantenimiento de orden imperialista y dominante.
En el capítulo VI del libro “Nacionalismo y Liberación”, Hernández Arregui
analiza el gobierno peronista y sostiene que el mismo significó, para los argentinos, la
recuperación de la situación de colonia inglesa. Lo cierto es que –y en esto coincido con
Arregui- un país colonial no podrá tener jamás una universidad nacional, porque el
colonialismo, mediante estas Altas Casas de Estudio, “vegeta con luces hurtadas a
Europa”15. Sin embargo, debemos hacer una salvedad, pues hoy –y más allá de nuestra
conformidad o no con el actual gobierno- vuelve a vislumbrarse un giro, si se quiere, a la
izquierda, como manifestación de rechazo a esos siglos de colonialismo en todas sus
formas (cultural, económico, político, educativo, etc.).
Auténtico o no, motivado más bien por cuestiones económicas que ideológicas,
resulta al menos un esbozo o un intento de unión entre algunos países latinoamericanos
contra el dominio de las multinacionales y Holdings sobre estos pueblos.

15
H. Arregui, 2004: 153.
Solo el tiempo dirá si fue uno de los tantos fracasos que tiñen a la historia
latinoamericana o realmente el fin de una historia de desencuentros y ventas al mejor
postor de nuestra autonomía.
Solo el tiempo dirá si estos son los años en que hemos despertado a la conciencia.

BIBLIOGRAFÍA:
 Apuntes de unidad I y II, del Seminario de Pensamiento Nacional.
 Enciclopedia de los Grandes Fenómenos de Nuestro Tiempo. CEAL,
1973.
 Hernandez Arregui, Juan José: “La Formación de la Conciencia
Nacional”. Peña Lillo, Ed. Continente. Buenos Aires, 2004.
 Hernandez Arregui, Juan José: “Nacionalismo y Liberación”. Peña
Lillo. Ed Continente, Bs. As., 2004.
 Jauretche, Arturo: “El medio pelo en la sociedad argentina”. Ed.
Corregidor, Bs. As., 2008.
 Jauretche, Arturo: “Manual de Zonceras Argentinas”. Ed. Peña
Lillo, Bs. As. 1973.

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