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Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini

Intelectuales y país en la antesala


neoliberal: Morir con Rodolfo
Walsh para resurgir desandando
caminos

Iciar Recalde

Diciembre de 2007

1
“Señor, perdóname por haberme acostumbrado a ver que los
chicos, que parecen tener ocho años, tengan trece;
Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear por al
barro; yo me puedo ir, ellos no;
Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor de las
aguas servidas, de las que me puedo ir y ellos no;
Señor, perdóname por encender la luz y olvidarme de que ellos no
pueden hacerlo;
Señor, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no, porque nadie
hace huelga con su hambre;
Señor, perdóname por decirles “no sólo de pan vive el hombre”, y
no luchar con todo para que rescaten su pan;
Señor, yo quiero quererlos por ellos y no por mí. Ayúdame.
Señor, sueño con morir por ellos: ayúdame a vivir por ellos.
Señor, quiero estar con ellos a la hora de su luz. Ayúdame.” Padre
Carlos Mugica1

1
“Meditación en la villa”, Escritos en la memoria. Antología de escritores
asesinados y/o desaparecidos entre 1974- 1983 en la República Argentina, Los
4 indiecitos, Buenos Aires, 2005, pp. 82-83.

2
ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS

DEDICATORIA

A MODO DE PRESENTACIÓN

ALGUNAS NOTAS ACERCA DE LA RELACIÓN ENTRE


INTELECTUALES Y POLÍTICA: AYER Y HOY

CONTEXTO DE SURGIMIENTO Y FORMACIÓN DEL NÚCLEO


DURO DE LA CIUDAD FUTURA

PERONISMO E IZQUIERDA ARMADA

INTELECTUALES Y LUCHA REVOLUCIONARIA:


CONTRAPUNTOS

ALGUNAS NOTAS SOBRE LA EXPERIENCIA DE PASADO Y


PRESENTE

PASADO Y PRESENTE Y LOS VIRAJES POLÍTICOS

PASADO Y PRESENTE Y EL EJÉRCITO GUERRILLERO DEL


PUEBLO

LA EXPERIENCIA DE LAS CÁTEDRAS “MARXISTAS”

LA UNIVERSIDAD EN LOS AÑOS ´60

MONTONEROS, FAP Y LAS CÁTEDRAS MARXISTAS

DICTADURA: ALGUNAS NOTAS SOBRE ECONOMÍA, CULTURA


E INTELECTUALES

LA EXPERIENCIA DEL EXILIO: LA REVISTA CONTROVERSIA.


PARA EL ANÁLISIS DE LA REALIDAD ARGENTINA

EL MARXISMO DEL GRUPO DE PASADO Y PRESENTE


AGONIZA

3
PALABRAS PRELIMINARES: EL GRUPO DE PASADO Y
PRESENTE EN LOS ´80

LA CIUDAD FUTURA. REVISTA DE CULTURA SOCIALISTA

CORPUS Y FIGURAS RECURRENTES

INTELECTUALES DEL COMPROMISO CON LA DERROTA

NOSOTROS LOS SOCIALISTAS

CONDENA AL INTELECTUAL DEL COMPROMISO

EL GRUPO ESMERALDA

NOSOTROS DE IZQUIERDA: DEBATES, ENEMIGOS POLÍTICOS


Y FOCOS CENTRALES DE CRÍTICA

DISPAREN CONTRA LA IZQUIERDA

TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA Y FANTASMA DEL GOLPE DE


ESTADO

LA CIUDAD FUTURA FRENTE A LAS LEYES DEL PERDÓN


ALFONSINISTA

AVANCES Y RETROCESOS DEL ALFONSINISMO: POLÍTICAS


DEL OLVIDO

ACERCA DE LA LEY DE “AUTOAMNISTÍA” (LEY Nº 22.924)

LOS DECRETOS 157/83 Y 158/83

EL JUICIO A LAS JUNTAS MILITARES

TRAICIONES RADICALES I: LEY Nº 23.492 (PUNTO FINAL)

TRAICIONES RADICALES II: LEY Nº 23.521 (OBEDIENCIA


DEBIDA)

LA CIUDAD FUTURA ANTE LAS LEYES ALFONSINISTAS

LOS “DEBATES” HACIA EL SENO DE LA REVISTA

4
ALFONSINISMO Y MODELO DEMOCRÁTICO: DEMOCRACIA Y
DESPUÉS

LOS AÑOS DE MENEM

VARIACIÓN I: REVISIÓN DEL PERONISMO HISTÓRICO

VARIACIÓN II: LA CUESTIÓN ECONÓMICA

A MODO DE CONCLUSIÓN

BIBLIOGRAFÍA

5
AGRADECIMIENTOS

Al Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini que


posibilitó y fomentó el desarrollo de esta investigación y de tantas
otras tendientes a desnudar los engranajes de la colonización
pedagógica y construir conocimiento al servicio de los desposeídos
y de la liberación de la nación argentina.
A Daniel Campione, quien leyó los borradores y avances de
este escrito. Además, quien promovió en la que escribe y en tantos
otros jóvenes argentinos, el entendimiento cabal del marxismo para
interpretar y actuar sobre la realidad periférica de nuestro país.

DEDICATORIA

Este escrito está dedicado a mi mellizo Aritz Recalde, guía


intelectual y afectiva de gran parte de las formulaciones que aquí se
presentan.

6
A MODO DE PRESENTACIÓN

“Si es cierto que los intelectuales son una capa intermedia,


fluctuante, entre las clases que realmente gravitan, eso no evita que
se esté con una u otra clase. La del intelectual es una ´situación
última´, debe elegir y superar la duda. Y es preferible elegir siempre
la realidad de nuestra gente, de nuestros problemas. Un intelectual
que no comprende a su pueblo es una contradicción andante y
el que comprendiéndolo no actúa tendrá un lugar en la
antología del llanto, no en la historia viva de su tierra.”2

Este escrito intentará trazar un recorrido por algunos aspectos


y tópicos de cierta zona del campo intelectual de “izquierda”, que se
tornaron fuertes en la conformación de un nuevo tipo de intelectual
en la Argentina de mediados de la década de 1980.
La categoría de intelectual, por si misma compleja,
contradictoria y difusa, supone en su razón de ser una
especificación en torno a su carácter, a sus rasgos y a su
consecuente funcionalidad social que ha sido y continúa siendo
producto de múltiples debates, pujas y antagonismos ideológicos en
el campo de la cultura en torno a la fijación de su sentido y
consecuentemente, de su valor o disvalor en una sociedad
determinada. La división del trabajo en las sociedades de clase, ha
generado a través del tiempo y por su propia dinámica, tipologías
sociales con roles específicos en el sistema productivo. Los
intelectuales, circunscriptos en la división clásica del trabajo al
espacio de la labor de “pensadores” se erigen como figuras
fundamentales en la conformación de los distintos órdenes
2
“Antropología, Antropologías”, Antropología 3er. Mundo, Nº 1, noviembre de
1968. La frase en negrita está extraída del “Mensaje a los trabajadores y el
Pueblo Argentino del 1º de mayo de 1968” de la CGTA, escrito por Rodolfo
Walsh.

7
históricos, en la medida en que éstos suponen un modo específico
de fijar las relaciones sociales y de poder. En una sociedad de
intereses en pugna, cada clase social o conglomerado de clases,
forja en su acaecer toda una gama de paradigmas de intelectual, ya
sea, ideólogos de un modelo social estipulado, detractores del
mismo, funcionarios, críticos light, etc. Los intelectuales como
actores sociales específicos no conforman un grupo social
autónomo, tal como muchas veces se los presenta en los estudios
sobre historia intelectual, sino que cada grupo social pergeña una
categoría específica y especializada de intelectuales acorde a su
visión de mundo y a su proyecto estratégico. El problema es
complejo por las formas variadas que ha asumido a través de la
historia el proceso histórico real de formación de las diversas
categorías intelectuales en relación a su función específica en la
economía y en la cultura.
En naciones del Tercer Mundo como la Argentina, donde la
soberanía política, económica y cultural se encuentra sumida a los
intereses de las grandes metrópolis imperialistas, encargadas de
diseñar nuestras agendas de gobierno y de explotar el patrimonio
nacional, la cuestión del rol de los intelectuales se torna medular.
En este sentido, observamos que a lo largo de la historia nacional y
en sus distintas variantes, los intelectuales han cumplido funciones
fundamentales en la formulación de los mecanismos de dominación
cultural, han sido factores activos en el proceso de constitución,
como asimismo, en la puesta en crítica y posible reformulación, del
estado de dependencia permanente de las naciones periféricas.
Ahora bien, la elección del objeto de análisis que aquí interesa
establece un recorte. Está dada por la centralidad que tuvo durante
la década del ´80, cierto colectivo intelectual en la conformación de

8
un esquema de pensamiento que implicaría una determinada
concepción de la cultura y de la política que operaría como modelo
fuerte respecto a la fijación de sentido y pautas de legitimidad y
accionar en el campo intelectual en esta década y con mayor fuerza
aún, en la siguiente. Se trata del proyecto ideológico diseñado,
plasmado y difundido por la revista de debate político La Ciudad
Futura. Revista de cultura socialista, aparecida en el año 1986 y
cuyas figuras fundamentales provenían de una trayectoria
intelectual signada por un fuerte vínculo con la política de izquierda
revolucionaria, como parte, por ejemplo, de la experiencia de la
revista Pasado y Presente a mediados de la década de 1960.
En el campo de la producción cultural nacional, La Ciudad
Futura surgiría fuertemente asociada, tanto por el cruce de
participantes como por la línea ideológica compartida, con otros dos
proyectos intelectuales que le darían mayor fuerza a esta iniciativa.
Nos referimos, por un lado, a la revista de cultura Punto de Vista3
que comenzó a editarse en el año 1978 como espacio de
resistencia a la política dictatorial, para virar en los años ´80 hacia
posiciones que distaron también de sus postulados críticos
originales. Esta revista, conjuntamente con otra publicación previa4
y el Club de Cultura Socialista fueron los espacios de discusión
intelectual donde se operó la mutación político ideológica que
emergió fuertemente consolidada años después en las páginas de
La Ciudad Futura.

3
Para un análisis de esta publicación puede consultarse el trabajo de Leandro
D. Benmergui, “Cultura y política en épocas de resistencia: el caso de Punto de
Vista.1978-1983”, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, Buenos
Aires, 2006.
4
Se trata de la revista Controversia, experiencia editorial del exilio mexicano
que cubrirá el período 1979- 1981 con la edición de trece números. Para más
datos ver el apartado correspondiente.

9
Creemos que la revista Controversia, con La Ciudad Futura, lo
mismo que ésta con el Club de Cultura Socialista, se suceden y
coexisten en el caso concreto de éste último, en una especie de
posta intelectual y funcionan como relevo y ocupación del espacio
de formación de la opinión pública que el campo intelectual anterior
deja vacante. La Ciudad Futura será a la vez registro e instrumento
de una estrategia política específica de construcción en el campo
intelectual argentino postdictatorial. Esta dinámica de postas
constituye el mecanismo propio y al mismo tiempo necesario, para la
construcción y el reconocimiento en la esfera pública de dicho campo
intelectual, particularidad que estará dada en tanto el área que se
quiere diferenciada del campo político, en realidad y en la práctica
concreta, no lo está. Una de las marcas que hace visible la
continuidad que señalamos, más allá de un núcleo programático
fuerte y bastante invariable que vertebrará los distintos proyectos,
estará motivada por la repetición de muchos nombres de los
colaboradores en las dos revistas y en el Club de Cultura Socialista.
El Club de Cultura Socialista fue fundado en el mes de julio de
1984, reuniendo a los integrantes de Pasado y Presente que habían
estado exiliados en México y a algunas figuras que se sumarían a
esta iniciativa tras la experiencia de edición de Controversia, como
asimismo del Grupo de Discusión Socialista mexicano. Además,
participaron en la fundación del Club, los integrantes de la revista
Punto de Vista -dirigida en aquel entonces por Beatriz Sarlo y
Carlos Altamirano- y otras figuras del campo intelectual porteño
que, paulatinamente, comenzaron a integrar este espacio y en
general, participaron además en el proyecto de La Ciudad Futura.
Temporalmente, las iniciativas mencionadas cubrirán un
período bastante extenso en el que se observará el proceso de

10
mutación ideológica y política que interesará analizar en este
escrito. Podríamos afirmar que Controversia se constituyó como el
espacio de “experimentación” de las nuevas concepciones teóricas
y políticas del grupo a fines de los ´70 y principios de los ´80. El
Club de Cultura Socialista, más allá de la ausencia de algunas
figuras que habían sido medulares en su conformación5, continúa
funcionando en la actualidad. Por su parte, La Ciudad Futura cubrirá
más de una década de historia nacional (1986-1998) y volverá a
reeditarse post 2001. Centraremos nuestro interés en el período
circunscripto entre mediados de la década del ´80 (1986) y la casi
totalidad de los ´90 (1990-1998), años en que se llevó a límites
impensables la dependencia de nuestro país a los intereses
extranjeros y donde se forjó y consolidó una idea del intelectual que,
adelantamos, manteniendo la identidad de izquierda, en lugar de
pugnar por los intereses de los sectores que las nuevas políticas
neoliberales condenaban al hambre y a la exclusión, debatieron,
entre otras cosas, acerca de la muerte del marxismo y sobre la
imposibilidad de cambios sociales por fuera de las agendas que los
modelos democráticos del período ofrecían.
Intentaremos en este escrito, trazar el recorrido de lo que
podríamos denominar en términos de derroteros del intelectual
colonial en un País del Tercer Mundo, en la medida en que
comenzaremos nuestra exposición a través del bosquejo crítico del
itinerario del grupo desde su conformación como tal, como
asimismo a través de la centralidad que fueron cobrando ciertas
figuras medulares del mismo en el campo intelectual y político de la
Argentina de los años ´60 y ´70 (en los apartados “Contexto de

5
Nos referimos a José Aricó (1931-1991) y a Juan Carlos Portantiero (1934-
2007), directores durante años de La Ciudad Futura.

11
surgimiento y formación del núcleo duro de La Ciudad Futura”,
“Peronismo e izquierda armada”, “Intelectuales y lucha
revolucionaria: contrapuntos”, “Algunas notas sobre la experiencia
de Pasado y Presente”, “Pasado y Presente y los virajes políticos”,
“Pasado y Presente y el Ejército Guerrillero del Pueblo”, “La
experiencia de las Cátedras ´Marxistas´”, “La universidad en los
años ´60” y “Montoneros, FAP y las Cátedras Marxistas”). Producido
el golpe de Estado de 1976 (“Dictadura: algunas notas sobre
economía, cultura e intelectuales”) analizaremos su accionar en el
exilio mexicano (“La experiencia del exilio: la revista Controversia.
Para el análisis de la realidad argentina”, “El marxismo del grupo de
Pasado y Presente agoniza” y “Palabras preliminares: el grupo de
Pasado y Presente en los ´80”) y posteriormente, centraremos
nuestro interés de lleno en el período específico que
seleccionamos para el análisis: las décadas de 1980 y 1990 a
través de La Ciudad Futura, momento de materialización del
proceso de colonización mental del grupo (“La Ciudad Futura.
Revista de Cultura Socialista”, “Corpus y figuras recurrentes”,
“Intelectuales del compromiso con la derrota”, “Nosotros los
socialistas”, “Condena al intelectual del compromiso”, “El grupo
Esmeralda”, “Nosotros de izquierda: debates, enemigos políticos y
focos centrales de crítica”, “Disparen contra la izquierda”,
“Transición democrática y fantasma del golpe de Estado”, “La
Ciudad Futura frente a las leyes del perdón alfonsinista”, “Avances y
retrocesos del alfonsinismo: políticas del olvido”, “Acerca de la Ley
de “Autoamnistía (Ley Nº 22.924)”, “Los Decretos 157/83 y 158/83”,
“El juicio a las Juntas Militares”, “Traiciones radicales I: Ley Nº
23.492 (Punto Final)”, “Traiciones radicales II: Ley Nº 23.521
(Obediencia Debida)”, “La Ciudad Futura ante las leyes

12
alfonsinistas”, “Los “debates” hacia el seno de la revista”,
“Alfonsinismo y modelo democrático: democracia y después”, “Los
años de Menem”, “Variación I: revisión del peronismo histórico”,
“Variación II: la cuestión económica”).
Para quienes creemos que toda práctica cultural de revisión
del pasado tiene como fin ejercer la memoria, actuarla y actualizarla
como una forma de militancia tendiente a modificar un presente de
injusticias, estas páginas, entonces, intentarán dar cuenta del
recorrido por un proyecto que logró instalar un modelo de intelectual
colonizado, posibilista, progresista en el discurso pero reaccionario
en la práctica política, ferviente defensor de las “reformas
estructurales“ que beneficiaron a las minorías, pero escéptico a todo
lo que no era propuesto por el neoliberalismo y, que a pesar de
estar siendo discutido en la actualidad, posee aún una fuerte carga
de legitimidad en el imaginario social y en las distintas instituciones
productoras y reproductoras de la cultura y que, creemos, debe ser
combatido desde todos los frentes en la conformación de un
intelectual identificado con los intereses de las mayorías populares,
o tal como quería Gramsci, orgánico a las clases subalternas. Al
presente, en el marco de las luchas de las Organizaciones Libres
del Pueblo por volver a forjar un proyecto de liberación nacional,
estas páginas intentarán ser, como muchas otras que se escriben
hoy incesantemente, meramente un poco de tinta y papel al servicio
de ese proyecto. Prevenidos ya, de aquello que había afirmado
Bernardo Alberte y convencidos de que, esta vez, la victoria de una
patria para todos será nuestra:

“Un día vendrán los hombres sencillos de esta tierra, aquellos que
fueron sus soldados, a preguntar qué hicieron cuando la Patria se

13
apagaba lentamente, qué hicieron cuando los pobres consumían
sus vidas en el hambre y la de sus hijos en la enfermedad y la
miseria, qué hicieron cuando los gringos vinieron a imponernos esa
nueva forma de vida “occidental” donde todo lo corrompe y lo
compra el dinero. Quizás para ese momento, la vergüenza que
provoque el silencio como respuesta, no sea suficiente como
castigo.”6

6
Palabras extraídas del volumen de Gurucharri, Eduardo. Un militar entre
obreros y guerrilleros, Colihue, Buenos Aires, 2001, p. 243.

14
ALGUNAS NOTAS ACERCA DE LA RELACIÓN ENTRE
INTELECTUALES Y POLÍTICA: AYER Y HOY

“El intelectual revolucionario es aquel que no concibe el acceso a la


cultura como un fin en sí mismo ni como atributo personal, sino
como una ventaja que un régimen injusto pone al alcance de unos
pocos, y sólo tiene justificación en cuanto parte de ese
reconocimiento sea compartido por las masas y contribuya a que
éstas enriquezcan su conciencia de la realidad. En cuanto pueda
transformarse en acción revolucionaria.” John William Cooke

“Aspiro a no ser más que un instrumento de una conciencia


colectiva que se hace punta en la pluma del que escribe y que la
transición se produzca espontáneamente, según me diluyo, al
escribir, en la multitud. El escritor, como el poeta (…) no habla para
el pueblo sino por el pueblo.” Arturo Jauretche7

Cualquier análisis de alguna problemática específica en torno


al campo de la cultura8 y a la función de los intelectuales, debe
contemplar el territorio y el contexto social material específico en el
que dicha práctica cultural o rol intelectual se configuran, esto es,
bajo qué modelo de relaciones sociales y en qué tipo de orden
social se desarrollan. Con esto, no intentamos sostener esquemas
mecánicos reductivistas del tipo base determinante-

7
Jauretche, Arturo, Manual de zonceras argentinas, Corregidor, Buenos Aires,
2005, p. 19
8
Utilizamos el concepto de “cultura” desde la óptica del materialismo cultural,
como campo estratégico en la lucha por ser un espacio articulador de los
conflictos sociales entre clases, como el terreno de la hegemonía, que permite
pensar el proceso de dominación social no como imposición desde un exterior
y sin sujetos, sino como un proceso en el que una clase hegemoniza en la
medida en que representa intereses que también reconocen de alguna manera
como suyos las clases subalternas. Es decir, no existe una hegemonía fija e
inmutable, sino que ella se hace y deshace, se rehace permanentemente en el
proceso social total hecho no sólo de fuerza sino también de sentido, de
apropiación del sentido por el poder, de seducción y de complicidad. Para un
abordaje de la cultura nacional desde esta óptica ver, entre otros volúmenes de
Juan José Hernández Arregui, ¿Qué es el ser nacional?, Hachea, Buenos
Aires, 1963.

15
superestructura9 determinada pero, creemos que las relaciones
productivas y de explotación de los sistemas de dominación
actuales y sus dinámicas concretas, son factores decisivos en la
configuración de las prácticas y de los perfiles intelectuales en
determinado momento histórico.
El capitalismo en particular no se define únicamente como un
sistema de propiedad sostenido por medio de un aparato represivo,
sino que además, está constituido por una multiplicidad de prácticas
e instituciones que “circulan por la sangre” de los individuos a través
de sus relaciones familiares, sociales, políticas, etc., reproduciendo
las condiciones generales del sistema.
En las sociedades capitalistas, toda clase gobernante
consagra parte importante del excedente que obtiene como
producto de la explotación de la producción material, al
establecimiento y mantenimiento del orden político y simbólico que
le da sustento. El orden social y político que mantiene un mercado
capitalista, como las luchas sociales y políticas que lo crearon,
supone necesariamente un tipo de producción simbólica particular.
Desde las escuelas, los periódicos, los medios masivos de
comunicación, los intelectuales, etc., toda clase gobernante
produce, por medios variables pero siempre de modo material, un
orden político, cultural y social específico. Estas instituciones y sus

9
La esfera ideológico- cultural no es un “reflejo” de la estructura. Las
“superestructuras” poseen un carácter social real y material. Así como las
ideologías no son “ilusiones” sino que se desarrollan como una realidad activa
y operante en los sujetos y en sus relaciones sociales. Inscribimos nuestra
visión en la línea de formulaciones teóricas de pensadores tales como Antonio
Gramsci, Raymond Williams, o en nuestro país, Juan José Hernández Arregui y
Jorge Abelardo Ramos, quienes realizaron una enorme labor de revisión de los
tipos de análisis que reducían el marxismo a un tipo específico de
“economicismo histórico”. La realidad social, para estos autores, en su
estructura productiva crea y recrea las ideologías en un proceso dinámico,
contradictorio y complejo.

16
prácticas específicas no son de ninguna manera “ideales” sino que
forman parte del proceso material total.
En este espacio, entonces, se inscribe la lucha de los
intelectuales, entendidos como los sujetos que sostienen el
desarrollo del aparato productivo -organizando el funcionamiento de
las fábricas, por ejemplo- y que son además, en sentido amplio, los
mentores estratégicos de la estructuración política del sistema
institucional. Además y en el sentido tradicional del término, son los
productores de consenso, en tanto legitiman un orden simbólico, un
cúmulo de prácticas y un conjunto de instituciones particulares que
les sirven de apoyo, como por ejemplo, los medios de comunicación
o el rol de difusión programática de los partidos políticos.
De esta manera, para definir al intelectual y sus distintos tipos
es necesario, ante todo, situarlo en la sociedad de la que forma
parte para analizar su función específica en el campo particular de
pertenencia -economía, derecho, letras, periodismo, etc.-, para qué
proyecto trabaja, cómo se posiciona frente al poder o al régimen
político imperante, entre otras cuestiones. Estas variables darán
lugar a figuras disímiles, desde el dirigente político al técnico,
pasando por toda la gama de aparatos ideológicos de Estado -
educación, medios de comunicación, prensa, ministerios, etc.-.
En este sentido, es que creemos que es fundamental estudiar
las vinculaciones entre el campo intelectual y el modelo neoliberal.
Contrario a este punto de vista y estrechamente relacionado a los
integrantes de La Ciudad Futura, podemos establecer que a lo largo
de las décadas de 1980 y 1990 fue habitual en diversos espacios de
debate académico e intelectual, plantear que la función intelectual
era totalmente escindible de la política y de cualquier argumento en
torno a los mecanismos de poder implicados en una sociedad. Esta

17
tesis daría auspicio a la supuesta independencia de “técnicos,
periodistas e investigadores a-políticos” partícipes de cátedras
universitarias, revistas, programas de televisión o cargos públicos.
En este punto, es importante discutir la noción de “autonomía”
que suele utilizarse para analizar las relaciones entre cultura y
política sin siquiera el entrecomillado, del campo de la cultura en
relación al campo de la política.10 Los significados y valores que
emergen de grupos y clases sociales diferenciados, lo hacen sobre
la base de condiciones y relaciones sociales históricamente dadas -
con determinados enemigos, disputas, conflictos, etc.-, a través de
las cuales, los sujetos actúan y responden a sus condiciones de
existencia. No existen dos esferas de la práctica social escindidas,
sin implicancias y pujas de intereses mutuos sino que por el
contrario, en sociedades periféricas como la argentina, los intereses
políticos tienen la capacidad de incidir en el desarrollo y en la

10
Esta distinción metodológica del sociólogo francés Pierre Bordieu, establece
una clara diferenciación entre ambos campos de la vida social como esferas
individualizadas. Sintéticamente, el campo de la cultura comprendería la esfera
de actuación de los artistas e intelectuales y el campo de la política, la esfera
de las prácticas políticas en sentido estricto, especializado, de los partidos e
instituciones específicas. Al margen de que Bordieu proporciona la noción de
“autonomía relativa” para pensar las implicancias del campo de la política en
relación al campo de la cultura, creemos que ésta resulta limitada para pensar
los fenómenos culturales y el rol de los intelectuales en nuestro contexto
latinoamericano, donde el concepto de “autonomía” parece quedar relegado en
su uso a lo “europeo”, ante los altos niveles de dependencia económica y
política de los grandes grupos de poder económico extranjero que operan
estrechamente vinculados al sostenimiento de los principales resortes de las
instituciones de la cultura. Por otro lado, si pensamos la noción misma de lo
“cultural” como constitutivo de la materialidad de lo social y terreno de disputa
por la fijación de determinado mundo de valores, la noción de “autonomía” se
ve relativizada en el plano de lo real, como esfera autónoma y autosuficiente.
Creemos, que en algunos casos, se ha hecho un uso ideológico -no
meramente metodológico- de esta escisión de los campos, tendiente a hacer
aparecer como “neutrales” o carentes de valor político definido intervenciones
intelectuales y debates provenientes del campo de la cultura con un claro
sentido político y una fuerte carga ideológica. Ver Bourdieu, Pierre, Campo del
poder y campo intelectual, Buenos Aires, Folios, 1983.

18
modificación de los espacios culturales en la tarea de
afianzamiento, perpetuación o transformación del modelo social.
Por eso, los ámbitos de formulación de la cultura de masas –TV,
periódicos, revistas, etc.- son espacios de lucha política donde se
disputan los significados sociales y el modelo social en su totalidad.
Claro está que al pensar la lucha política o la lucha cultural,
estamos pensando siempre, en el terreno concreto, en actores
específicos y en los intereses materiales que éstas disputas
encarnan. Pensamos, por ejemplo, en las dictaduras
latinoamericanas y cómo éstas han actuado como expresión de
intereses definidos -piénsese en el golpe de Estado de 1976 en
nuestro país, tanto en lo referente a los intereses externos
norteamericanos en coalición con los intereses de grupos
económicos locales- enarbolando las banderas de la lucha
anticomunista, antiguerrillera para salvar la nación de la amenaza
foránea -léase, el marxismo- y encaminarla hacia la tan mentada
“paz social”. Esto es, es necesario analizar cómo determinados
regímenes han tenido su correlato en los miles de muertos, en la
implantación de modelos sociales altamente excluyentes y en la
fijación de determinado modelo de cultura que debe examinarse
entonces, en sus razones políticas y económicas concretas y no en
términos de una supuesta “práctica cultural autónoma”, producto del
lenguaje, del universo de lo simbólico, etc.
El rol de las ideologías11 es central en los procesos de
transformación socioeconómica y en la formación de los

11
En su visión negativa, las ideologías operan de manera inconsciente como
estructuras de significado y son parte constitutiva de la manera de ver,
interpretar y actuar de los sujetos que producen y reproducen modelos de
relaciones sociales de las que no pueden, en muchos casos, dar cuenta en el
plano de lo consciente. En su visión positiva, las ideologías o lo “ideológico”

19
intelectuales. Debemos situarnos en este marco para estudiar la
conformación de la intelectualidad de izquierda revolucionaria a
fines de los años ´60 y principios de los ´70 en Argentina, como
también, para razonar críticamente en torno al viraje hacia
posiciones neoliberales en el campo de la política y de la economía
de los intelectuales de La Ciudad Futura, autoproclamados de
izquierda y que lograron mantener esta identidad en el campo
intelectual argentino hasta la actualidad, reproduciendo el divorcio
entre práctica intelectual y acción política real. Esta cuestión forma
parte de la enorme victoria en todos los frentes de la contraofensiva
neoliberal. Que figuras tales como, por ejemplo, Juan Carlos
Portantiero o José Aricó se autoproclamen entrada la década del
´80 como pertenecientes a la izquierda intelectual y, lo que es
realmente preocupante, sean identificadas en los circuitos
académicos y de producción intelectual como pertenecientes a esta
tradición, conlleva a pensar el tamaño de la derrota ideológica
instaurada tras la última dictadura militar y el peso de la hegemonía
neoliberal vigente. Y no se trata aquí de sujetos cuyo pasado
político obnubile el cambio radical de posición política posterior,
esto es, por ejemplo, de figuras con escasa visibilización y
repercusión en el campo intelectual de las décadas del ´80 y del
´90, que puedan quedar analogadas a sus posiciones políticas
previas. Por el contrario, estos intelectuales fueron activos militantes
de posiciones acatadoras y administradoras del orden y
consiguieron máxima visibilidad en los circuitos académicos y de
circulación intelectual hegemónicos, como veremos posteriormente

supone el posicionamiento político de los sujetos frente a los otros y al modelo


social.

20
desde las páginas de La Ciudad Futura y desde otros ámbitos de
circulación intelectual.
Si observamos la inserción de su discurso durante los ´90, en
muchos casos, advertimos que sostuvieron una posición que
negaba en la práctica cualquier forma concreta de militancia
partidaria crítica de la dependencia y si además, observamos la
inserción concreta de su discurso en el proceso de
transformaciones neoliberales, su planteo alcanzó meramente la
formulación de una vaga agenda progresista. Las posiciones que
adoptaron algunos de estos intelectuales en este período, hubieran
sido impensables décadas atrás en los ámbitos de la “nueva
izquierda” a la que pertenecían. Creemos que la posibilidad de este
viraje fue operable principalmente, por el quiebre cultural y social
desarrollado inicialmente por el terrorismo de Estado desde 1976 y
perpetuado durante los regímenes democráticos posteriores.
Es claro que las condiciones de la intervención intelectual
variaron después de la derrota política acontecida tras la dictadura
de 1976. Esto es, creemos que no resulta suficiente el argumento
de la “traición” sino que es preciso, examinar como factor
determinante la mutación radical acontecida en nuestro país y en el
mundo que repercutió en las posibilidades de intervención de los
intelectuales respecto a la realidad circundante. A la inversa, vale la
pena anotar las opiniones vertidas por estos intelectuales sobre la
militancia política argentina de décadas anteriores. Estas prácticas,
en muchos casos, fueron caratuladas como un resultante
catastrófico de la política y la cultura nacional: serían intelectuales
“canibalizados” por la política, en un campo intelectual que cedió
sus preciados límites a la política. Beatriz Sarlo, colaboradora de La

21
Ciudad Futura, expondrá desde las páginas de la revista Punto de
Vista:
“(…) Los intelectuales que, al comienzo de los años sesenta,
desarrollaron los temas de “nueva lectura del peronismo” estaban
movilizados por la idea de que si la política de izquierda debía
cambiar en Argentina, ese cambio se produciría por la relación entre
nueva política y nuevos discursos. Esto quería decir que la
dimensión propiamente intelectual de su actividad podía
funcionalizarse a la dimensión propiamente política (…)
“funcionalizar” supone una adecuación del discurso y la
problemática; pero en esta adecuación estaba implícita la
posibilidad de que el discurso de los intelectuales fuera canibalizado
por el discurso político. Esta posibilidad fue la que, finalmente y ya
avanzada la década del setenta, terminó realizándose. El discurso
de los intelectuales pasó de ser diferente al de la política, aunque se
emitiera en función política o para intervenir en su debate, a ser la
duplicación, muchas veces degradada (porque violaba sus propias
leyes) del discurso y la práctica política. De la etapa crítica (…)
habíamos pasado al período del servilismo, sea cual fuere el amo
(partido, líder carismático, representación de lo popular o lo obrero)
que nos convertía en siervos.”12

Argumentos como los esgrimidos por Sarlo se sucederán


recurrentemente a través de la pluma de varias figuras de La
Ciudad Futura. Esto es, el diagnóstico no partirá del supuesto de
que existió una atroz dictadura y un avance conservador a nivel
mundial: en realidad, aquellos intelectuales que durante dos
décadas estuvieron implicados en un proceso de cambio radical de
la sociedad, que partía de un movimiento de masas que obviamente
los excedía y del que comenzaron a formar parte activamente, se
habrían equivocado en bloque, habrían sido súbditos sin capacidad
crítica.

12
Sarlo, Beatriz, “Intelectuales: ¿escisión o mimesis?”, en Punto de Vista, Nº
25, Buenos Aires, diciembre de 1985, pp. 1-6.

22
Por otro lado, es interesante resaltar que las consecuencias
de la gran debacle neoliberal no las vivió gran parte de esta
intelectualidad beneficiada desde la ocupación de espacios
institucionales o, al menos, con mayores posibilidades de marchar
al exilio, sino la sociedad en bloque. De hecho y en relación a la
construcción de cierto recorte de la historia reciente, clausurada la
dictadura y abierto el proceso de apertura democrática, es lícito
reflexionar en torno a cuáles fueron las causas que dieron lugar a
cierta cristalización de presupuestos a través de la cual se suele
analogar en el imaginario social de la clase media la figura del
desaparecido a la del intelectual y no a la del obrero o trabajador en
general, cuyo porcentaje sobrepasa abruptamente en los distintos
ámbitos de militancia el número de desapariciones y muertes,
teniendo en cuenta el gran desarrollo organizativo de los sectores
trabajadores en este período.13 La herencia semántica de la
Dictadura -que no fue “Proceso” ni “Dictadura militar” en términos de
unas Fuerzas Armadas díscolas que tomaron el poder sin encarnar
intereses concretos de sectores dominantes-, cristalizó
profundamente en el imaginario social, a través de discursos y
textos institucionales. Piénsese, en el tipo de historia que narran los
textos escolares preparados por el Ministerio de Educación y en el
tipo de interpretación que fija el Estado en la narración de la
memoria colectiva. El recorte selectivo que se lleva a cabo en torno
a la figura del “desaparecido” en el ámbito de la opinión pública,
suele ser analogable a figuras tales como las de Haroldo Conti,
Rodolfo Walsh y en menor medida, Francisco Urondo. Que se

13
Una fuente de datos acerca de los índices y las características de las
desapariciones en nuestro país se encuentra en Verbitsky, H. Rodolfo Walsh y
la prensa clandestina, Ediciones de la Urraca, Buenos Aires, 1985, p. 45.

23
circunscriba al terreno específico de la producción cultural o de las
figuras ligadas al campo intelectual y artístico, la inmensa lista de
perseguidos, desaparecidos y muertos, cuando más del 50 % de las
desapariciones en Argentina, entre 1976 y 1983, corresponden al
movimiento obrero es bastante llamativo. Por supuesto, que en esta
selección tendenciosa, la desaparición de figuras como los
mencionados Walsh y Conti, se explica como consecuencia de su
práctica artística específica y no de su militancia política concreta:
Walsh fue orgánico a Montoneros y Conti al PRT (Partido
Revolucionario de los Trabajadores). El vaciamiento de la
materialidad de la memoria social fue una de las grandes victorias
del terrorismo de Estado.
En el arco de funciones de los intelectuales durante las
décadas del ´60 y ´70 encontramos posiciones que van desde la
criticidad -el intelectual como conciencia crítica de la sociedad-
hasta la radicalización política y la asunción de tareas y posiciones
revolucionarias, que corre pareja a la cuestión de la organicidad sea
a un partido o a un movimiento político específico. El sentido del rol
que debía jugar el campo intelectual de estas décadas se debatía
en gran medida entre esas dos posturas. Era impensable que los
intelectuales se definan escindidos de algún tipo de responsabilidad
respecto a la sociedad de la que formaban parte. Portavoces de los
desposeídos, voz de los que no tenían voz, conciencias críticas de
la sociedad: la criticidad o la organicidad no eran posturas que
podían asumirse o no asumirse tal como resulta la vara de toque
para las generaciones que nos incorporamos en la vida intelectual y
política entrada la década del ´90, donde el intelectual orgánico o
crítico de la dependencia y de las medidas del gran capital suele ser
tildado con el mote de “arcaico” o “setentista”. Intervenir en los

24
debates políticos o en la cosa pública suele estar matizado con
signos peyorativos, en la medida en que esa sería una tarea de
“políticos” en sentido estricto, de profesionales de la actividad.
Lo que se llamó “radicalización”14 entrada la década de 1970 y
que supuso el pasaje a la “acción concreta” de múltiples
intelectuales, se tradujo las más de las veces, en organicidad y
especialización de tareas y en otras, en abandono de la tarea
intelectual específica para pasar a contribuir en otras labores
inmediatas para la coyuntura política, fue para los intelectuales de
La Ciudad Futura una forma de abandono del ideal crítico. A modo
ilustrativo, en el Nº 35 (verano 1992-1993) la revista organiza una
mesa redonda centrada en el debate sobre los años ´70, donde
participan hijos de militantes de aquel período. Ilustrativas de las
opiniones vertidas frente a una suerte de pregunta disparadora de la
revista (“Ustedes sufrieron las consecuencias de una actividad que
desarrollaron sus padres en la década del 60. Estas fueron duras:
el exilio, la muerte de algunos, las idas y vueltas, la cárcel, la
separación con sus padres. A partir de esto ¿qué opinión tienen del
compromiso que ellos asumieron?”), respecto al nuevo paradigma
de compromiso intelectual, son las palabras de uno de los

14
Este concepto, muy utilizado para caracterizar las transformaciones
acaecidas en la intelectualidad del período, merece una aclaración por su
parcialidad. Podríamos preguntarnos de qué se trataba la cuestión de “ser
radical” en un país que experimentó una dictadura -con breves intervalos-
desde 1955 hasta 1983. ¿Se trataba de resistir a las proscripciones, a los
fusilamientos de José León Suárez, al Decreto Nº 4161? ¿O acaso al cierre de
partidos y sindicatos, al plan Conintes, a la Doctrina de Seguridad Nacional, al
Plan Cóndor? ¿Radicales no fueron acaso la UCR y el PS que apoyaron el
golpe de 1955 y los bombardeos? ¿La represión del Conintes? ¿El plan de
Martínez de Hoz, las privatizadas y su aparato represivo policial? En Argentina
todo preso por robar por hambre o marginalidad es preso “político” y “radicales”
son los liberales que matan de hambre y reprimen, no únicamente los
guerrilleros.

25
partícipes, Pablo Semán, una de las nuevas figuras jóvenes que se
incorporan a la revista en los ´90:

“(…) Entre los que estamos hoy acá, hay una vocación de
intervención pública que entre la academia y la política recoge una
parte de lo que produjo esa generación. Sobre todo en los setentas,
años en los cuales las fronteras entre estos dos ámbitos eran
borrosas, y permitían cierta polifuncionalidad. Y digo una parte,
porque hacia los setenta la academia se desdibujó en beneficio de
El Partido (el de cada uno) y El Partido en beneficio de la
Organización. (…) Entre estos dos momentos las pasiones
cambiaron de cualidad, y yo prefiero la primera parte. Si se plantea
que el primer momento lleva inexorablemente al segundo yo digo
que no.”15

Esta suerte de negación de la intervención política de los


intelectuales que refrendan también, las palabras de Sarlo citadas
previamente, será una nota distintiva de la revista, encarnada en
figuras de la generación del ´70 y en las nuevas generaciones que
participan en el proyecto editorial. La reivindicación de la vocación
intervencionista en los límites de lo académico, esto es, de la
institución de formación y reproducción del saber (la universidad, en
este caso) como “isla” desgajada de las necesidades de las mayoría
sociales se consolidó como un modelo que pervive al día de hoy.
Ahora bien, en una coyuntura donde la tarea política concreta
e inmediata se tornaba imperativa, como se torna también en la
actualidad, lo era y lo es para todos los sujetos implicados en un
movimiento de cambio, sin distinción de roles sociales específicos.
La radicalización de los intelectuales se inscribió, además, en la

15
“Hijos de los Setentas”, La Ciudad Futura, Nº 35 (verano 1992-1993). Mesa
redonda coordinada por Lucrecia Teixidó y Sergio Bufano. Participan de la
misma, Julián Gadano, Marcelo Leirás, Ernesto y Pablo Semán y Karina Terán.
Los hermanos Semán serán parte de las nuevas generaciones intelectuales de
la revista en los ´90. pp. 8-10.

26
crisis generalizada de los valores y de las instituciones tradicionales
de la política: de la democracia parlamentaria, de los partidos
políticos y de los criterios clásicos de la “representación” política en
un país donde a partir de 1930, los golpes de Estado y la violencia
militar marcarían los ritmos políticos de la vida nacional. La creencia
generalizada en este período, y sobre todo tras el derrocamiento de
Juan Domingo Perón en el año 1955, de que en una democracia de
proscripciones la única forma de hacer política era la que daban las
propias estructuras -a la violencia estatal se responde con violencia
popular- se dio fundamentalmente porque no se podía ejercer la
democracia parlamentaria. Esto es, la radicalización de los
intelectuales como asimismo la radicalización de vastas franjas de
sectores populares fue producto de la violencia de los sectores
reaccionarios. Es ilustrativo pensar que entre 1945- 1955 no existió
ninguna organización armada, exceptuando la vinculación de, por
ejemplo, el PS y la UCR a acciones terroristas desplegadas
conjuntamente con sectores de la oligarquía local.
Creemos que es fundamental señalar aquí esta cuestión, en la
medida en que la historiografía acerca del proceso de radicalización
del campo intelectual del período suele marcar como eje fundante y
causal de la misma la influencia que tuvo en Argentina el fenómeno
de la Revolución Cubana. Ésta tuvo un influjo importante en la
izquierda y en los sectores juveniles universitarios más que en el
peronismo y fue central en la formulación de propuestas
revolucionarias en personajes de cuño peronista tales como John
William Cooke pero, lo que resultó la piedra de toque de la crítica
radical al sistema político y al modelo social vigente fue la
proscripción del mayor partido de masas de la historia argentina, el
peronismo, y la violencia ejercida a través del bombardeo a la Plaza

27
en 1955, las persecuciones y las muertes de militantes populares.
Incluso, algunas acciones armadas del período de la Resistencia
son previas a la experiencia cubana. Los sectores populares sí
creían en el mecanismo electoral y las cifras electorales sin
proscripciones del período lo confirman. Fueron los sectores que
impusieron la proscripción los que no creían en el valor del voto y
de la democracia parlamentaria. La radicalización no estaba en la
cabeza de los intelectuales meramente por la influencia de
revoluciones en otras latitudes sino, que fue un proceso de
mutación social al que llevó la práctica misma de la dinámica
política nacional.
Entonces, que el modelo de intelectual propiciado por el
colectivo nucleado en torno a La Ciudad Futura haya podido
instaurarse tan poderosamente en el imaginario social y en las
diversas instituciones y usinas ideológicas como paradigma de
accionar legítimo, se vincula al mencionado contexto experimentado
en nuestro país y en el mundo. Tiene su correlato nacional en
términos políticos, económicos, sociales y culturales específicos
tras el golpe de Estado de 1976 que instaura un modelo de
dominación que hace trizas el antiguo modelo caracterizado por su
estructuración en torno a un país con una industria nacional
mercado internista, con un Estado de bienestar regulador con
competencias amplias y por una economía de pleno empleo con
salarios altos producto de la acción y la organización del
movimiento obrero en sindicatos, como asimismo respecto a los
proyectos de cambio radical de la sociedad propiciados por las
organizaciones revolucionarias peronistas y no peronistas.

28
CONTEXTO DE SURGIMIENTO Y FORMACIÓN DEL
NÚCLEO DURO DE LA CIUDAD FUTURA

“Volver a la realidad es el imperativo inexcusable. Para ello es


preciso exigirse una virginidad mental a toda costa y una resolución
inquebrantable de querer saber exactamente cómo somos. Bajo
espejismos tentadores y frases que acarician nuestra vanidad para
adormecernos, se oculta la penosa realidad americana. Ella es a
veces dolorosa, pero es el único cimiento incorruptible en que
pueden fundarse pensamientos sólidos y esperanzas capaces de
resistir a las más enervantes tentaciones.” Raúl Scalabrini Ortiz16

“No luchamos contra un gobierno determinado, sino contra todos los


que hacen posible la esclavitud de la patria y del pueblo argentino.
Nuestros objetivos son, pues, la liberación del país entregado al
neocolonialismo desde 1955, y la soberanía popular usurpada por
los que han ocupado el poder desde esa fecha. Con ese concepto y
con esa finalidad, cada peronista ha de ser un combatiente en la
forma en que cada uno sea capaz de luchar y ser provechoso.”
Juan Domingo Perón17

Los años ´60 y ´70 en Argentina fueron escenario de las más


grandes luchas populares de nuestra historia nacional, enmarcadas
en un contexto más amplio de grandes transformaciones a nivel
internacional y de las experiencias de revoluciones triunfantes en la
Unión Soviética, China, África, Indochina y con mayor repercusión
en nuestro país, por su cercanía geográfica, cultural e idiomática, el
fenómeno de la Revolución Cubana. En la Iglesia europea surgieron
las figuras de Juan XXIII y luego de Pablo VI, que oficiaron como
marco para la aparición, primero en Brasil, de Helder Cámara y
posteriormente en la Argentina, del Movimiento de los Curas del

16
Scalabrini Ortiz, Raúl. Política Británica en el Río de La Plata, Plus Ultra,
Buenos Aires, 2001, p. 7.
17
Perón, Juan Domingo. “Mensaje a la juventud reunida en el Congreso de la
Federación Nacional de Estudiantes en Rosario”, Mayo de 1971.

29
Tercer Mundo. La experiencia del auge de masas que significó el
peronismo a mediados de la década del ´40 y su proscripción tras el
´55 que se extendió por casi dos décadas, hizo eclosión hacia los
años ´60 y se desarrolló hasta bien entrada la década del ´70 en el
período denominado “Resistencia Peronista” o “Peronismo
Combativo.”18 La organización obrera en sindicatos y el desarrollo
de los distintos frentes del movimiento peronista mayoritario en la
Argentina, así como otros sectores de la nueva izquierda nucleados
en partidos y agrupaciones diversas, tuvieron un protagonismo
inédito en la historia de las luchas de clases en nuestro país. Las
reivindicaciones de los distintos sectores en lucha por la vuelta de
Perón al poder y por la instauración de elecciones sin proscripción
marcaron a fuego estos años, como asimismo, aunque en menor
nivel, las luchas antisistema de organizaciones no peronistas como
el PRT.
El ataque radical a la cultura del capitalismo hegemónico en
Estados Unidos y Europa transplantado a las naciones
tercermundistas latinoamericanas, se expresó en términos de un
nacionalismo revolucionario imbuido por herramientas de un tipo de
marxismo apartado ya de la tutela soviética y resignificado tanto, a

18
En La resistencia peronista. La toma del frigorífico Lisandro de la Torre,
Altamira, Buenos Aires, 2006, pp.14-15, Ernesto Salas circunscribe la
Resistencia al período 1955-1960, esto es, entre la caída del peronismo y el
último intento de golpe militar peronista encabezado por el general Iñiguez.
Anota, además, que hacia fines de los ´60 las corrientes peronistas
denominaron Resistencia a todos los hechos ocurridos durante los dieciocho
años que mediaron entre la caída y el retorno de Perón a la Argentina. Por su
parte, José Amorín en Montoneros: la buena historia, Catálogos, Buenos Aires,
2006, pp. 336-337, denomina Peronismo Combativo al período que se extiende
entre 1955 y la muerte de Perón. Éste estaría dividido en tres etapas:
Peronismo de la Resistencia (como en Salas, hasta 1960), Peronismo
Revolucionario (hasta la creación de la CGTA) y Tendencia Revolucionaria del
Peronismo. La segunda acepción anotada por Salas o el concepto global de
Peronismo Combativo utilizaremos nosotros para referirnos a este período.

30
la luz de las luchas de descolonización a lo largo del mundo, como
sobre todo, a través de la experiencia de las luchas nacionales
específicas. El clima de radicalización ideológica antiimperialista
hizo eclosión en Latinoamérica y en las diversas naciones oprimidas
por el imperialismo norteamericano y exigió un compromiso activo
de los intelectuales en las batallas de liberación nacional.
El período que podríamos circunscribir entre el golpe de
Estado de 1955, el onganiato de 196619 y el retorno del general
Juan Domingo Perón en el año 1973, se caracteriza en líneas
generales, por un panorama de grandes acciones y movilización de
las masas populares encolumnadas detrás de las banderas del
peronismo y de los sectores obreros radicalizados anclados en
otras corrientes ideológicas -pensemos, por ejemplo, en el
Cordobazo, la primer gran movilización popular que no se define
estrictamente en términos peronistas, aunque incluye a múltiples
figuras de extracción peronista-, y por el surgimiento, crecimiento y
especialización de las organizaciones armadas y de la guerrilla
urbana iniciada en la etapa inaugurada tras el golpe del año 1955
en la Resistencia Peronista. Son los años del nacimiento de la
“nueva izquierda”, como desgajamiento de los partidos de la
izquierda tradicional y como parte de la reformulación de algunos
planteos de corrientes internas del Peronismo, que promueven
importantes modificaciones tanto en el campo político como en el
campo cultural. Múltiples intelectuales de izquierda se distanciaron

19
Tras el golpe de Estado de 1955 se producen marcadas transformaciones
ideológicas, políticas y culturales en Argentina con un peso decisivo de la
fracción de izquierda y peronista revolucionaria. El golpe militar de 1966 con
Perón proscrito produce una enorme aceleración de las condiciones
sociomateriales y políticas que conllevan a la radicalización de la
intelectualidad, de grandes sectores de la clase media y del sector obrero
organizado.

31
o fueron expulsados de la organización política que por aquellos
años hegemonizaba la organicidad de este bloque, el Partido
Comunista Argentino20, y comenzaron un complejo proceso de, lo
que podríamos denominar, “nacionalización” a la luz de una
reinterpretación del fenómeno peronista que había producido
cambios medulares en la redistribución del ingreso a favor de las
masas trabajadoras y había llevado adelante las principales
medidas antiimperialistas en la historia de nuestro país -
nacionalizaciones de ferrocarriles y bancos, por ejemplo-, que en la
mirada de los intelectuales, virará desde la usual conceptualización
en términos de “fascismo”, a ser considerado un movimiento de
masas con ribetes antiimperialistas.

20
El PCA surge en el año 1918 como escisión del PS. Hacia 1964, son
expulsados del Partido Comunista Andrés Rivera, Juan Gelman, José Aricó y
Juan Carlos Portantiero, entre otros intelectuales que pronto comenzarán a
cobrar importancia en nuestro país. El Congreso del PCUS realizado en 1956,
a tres años de la muerte de Stalin, había aportado una fachada de
desestalinización que se vio prontamente desmentida tras la invasión a Hungría
y a Checoslovaquia, con los tanques reprimiendo la primavera de Praga en
agosto de 1968. La ruptura de varios intelectuales con el PCA será considerada
con mayor amplitud en otro apartado, ya que creemos responde a un clima de
época que se venía gestando en el período -repercusión en los intelectuales de
acontecimientos diversos tales como, el caso Padilla en Cuba y su posterior
retractación pública en 1971, que ponen en cuestión el lugar del intelectual en
las revoluciones triunfantes -la Unión Soviética, Cuba y China- entre otras
cuestiones. Previamente, se habían ido del partido figuras tales como Rodolfo
Puiggrós o Juan José Real. Para más datos ver Ramos, Jorge Abelardo. El
Partido Comunista en la política argentina. Su historia y su crítica, Coyoacan,
Buenos Aires, 1962.

32
PERONISMO E IZQUIERDA ARMADA21
“Somos socialistas revolucionarios en tanto somos argentinos y
latinoamericanos del siglo XX, que es el siglo de la irrupción de las
masas en la creación de sus propios destinos. Esta afirmación de lo
nacional no entraña contradicción alguna con las ideas generales
del marxismo, sino que constituye su ratificación más diáfana,
porque el socialismo no germina ni puede triunfar sino en las
condiciones específicas heredadas del pasado. La correlación de
las tareas socialistas con las tareas democráticas en el proceso
revolucionario sólo podrá ser fijada por la lucha misma, por el
desarrollo económico del país y por la madurez política de las
masas.” Jorge Abelardo Ramos22

En estos años se consolidaron las principales corrientes del


sindicalismo combativo y clasista, desde el sindicalismo marxista
independiente y antiimperialista liderado por Agustín Tosco, hasta
las corrientes de la CGT peronistas-clasistas y de extracción
cristiana (Ongaro) que encumbraron las banderas de la liberación
nacional. Además, del interior del peronismo combativo surgieron
nuevas organizaciones revolucionarias que tuvieron primacía
entrada la década del ´70. En este período, el peronismo continúo
mostrándose incapaz de retomar al poder por la vía insurreccional y
las posibilidades de jugar en el plano electoral le fueron negadas
por la proscripción de partidos o candidaturas ligadas al peronismo.
El fallido acto electoral del año 1962 fue tomado por sectores del
peronismo, como una fecha bisagra en su relación con el líder en el
exilio.23 Ante la imposibilidad del regreso de Perón, grupos de

21
Realizamos un breve repaso del surgimiento de las organizaciones armadas
funcional al tema de nuestro escrito. Para ampliación ver Gillespie, Richard,
Soldados de Perón, Grijalbo, Buenos Aires, 1987.
22
“Las izquierdas en el proceso político argentino.” Respuestas a un
cuestionario de Carlos Strasser, 1959. En
http://www.marxists.org/espanol/ramos/1950s/1959.htm.
23
El 18 de marzo se realizaron elecciones en la provincia de Buenos Aires y
en 17 distritos electorales, incluida la Capital Federal. Framini, candidato
peronista, salió electo gobernador. Los militares en alianza con Frondizi,

33
sindicalistas ligados a Vandor, consideraron que había llegado el
momento de desarrollar una experiencia política alternativa y en el
marco del Congreso de Avellaneda del año 1963, Vandor expuso
públicamente la famosa frase “hay que estar contra Perón para
salvar a Perón.” El dirigente sindical consideraba que había llegado
el momento de hacer del Justicialismo un partido con base
primordialmente sindical, al estilo de los partidos laboristas
europeos. Ante las elecciones del año 1963, el Consejo
Coordinador y Asesor del Peronismo había decidido votar en
blanco, postura que alcanzó el 17 % de los votos y no tuvo un
número mayor por la decisión de algunos sectores peronistas de
participar en listas provinciales. La estrategia del voto blanquismo
no adquirió el resultado esperado por Perón, que en este cuadro,
movería el péndulo hacia la izquierda y daría oxígeno a las
corrientes combativas del movimiento. En este contexto, designó a
Héctor Villalón como su delegado personal, quien intentó
reorganizar al Peronismo bajo la hegemonía de los sectores
combativos del movimiento caracterizados por su oposición a
Vandor.24

anularon las elecciones. El peronismo a seis años de su proscripción seguía


mostrando la adhesión electoral de la clase obrera y la voluntad de las
mayorías a gobernarse. La vía electoral no se transformaba en victoria política.
He aquí un caso concreto que alimenta nuestra hipótesis acerca de la
radicalización política de las masas y de sus intelectuales frente a la violación
de los derechos ciudadanos, la proscripción y la violencia política ejercida por
los sectores dominantes en este período. Para ampliación de acontecimientos
ver Horowicz, Alejandro. Los cuatro peronismos, Edhasa, Buenos Aires, 2005.
pp. 181-219.
24
Gustavo Rearte en el año 1963, fundaría el Movimiento Revolucionario
peronista (MRP), se reorganizaría la Juventud Peronista, bajo la égida de
“Cacho” El Kadri, aparecerían los primeros intentos de creación de las Fuerzas
Armadas Peronistas (FAP). Para ampliación ver: Duhalde, Eduardo L. y Pérez,
Eduardo M. De Taco Ralo a la alternativa independiente. Historia de las
Fuerzas Armadas Peronistas y del Peronismo de Base, De La Campana, La
Plata, 2003.

34
Hacia fines de la década del ´60 surgieron además, las
principales organizaciones revolucionarias armadas que tuvieron,
entrada la década del ´70, un papel fundamental en la organización
de los diversos sectores en lucha. Entre sus antecedentes se
encuentra la breve experiencia del EGP (Ejército Guerrillero del
Pueblo) que interesará aquí por sus vínculos con algunos
intelectuales de La Ciudad Futura, y el ELN (Ejército de Liberación
Nacional) que dio lugar más tarde a las FAR (Fuerzas Armadas
Revolucionarias).
Surgió posteriormente el ERP (Ejército Revolucionario del
Pueblo) brazo armado del PRT y el crecimiento y centralidad de la
organización Montoneros, tras el asesinato de Aramburu (mayo de
1970, a un año del Cordobazo). A partir de la creación de la CGTA
se inició la etapa de formación de la Tendencia, que contendrá en
su seno a las corrientes del Peronismo Revolucionario, más la
participación masiva de la juventud, proveniente de varias corrientes
ideológicas, no sólo peronistas. Varias de estas organizaciones
hacia 1973 se fusionaron bajo la hegemonía de Montoneros,
organización con mayor capacidad de movilización e influencia en
los distintos ámbitos sociales desde la formación de la estructura de
Regionales -movimiento obrero, villeros y organizaciones barriales,
universidades, escuelas secundarias, etc.-.

En este período de eclosión política comenzaron a


diferenciarse dos tendencias bien marcadas dentro del movimiento
revolucionario argentino: por un lado, una más minoritaria
compuesta por los sectores sindicales liderados por Tosco25 que
pensaban en un proceso radical de transformación a través del
25
Vale aclarar que Tosco era una figura de gran prestigio y autoridad moral, al
margen de que muchos de estos sectores no obedecían su liderazgo.

35
movimiento obrero y popular sobre pilares tales como la democracia
sindical y la autonomía obrera. Por otro lado, sectores más vastos
ligados al Peronismo que tuvieron como objetivo a corto plazo la
vuelta de Perón a la Argentina por la vía electoral y posteriormente
la agudización de la guerra popular prolongada (esta última, con
Perón en el país, tendrá como vanguardia a Montoneros).

Gráficamente, podemos circunscribir la Tendencia


Revolucionaria a través de distintas organizaciones26, tales como:

1- En el plano sindical: sindicatos y agrupaciones de la CGTA y


línea combativa de las 62 Organizaciones;

2- En el plano institucional: Curas del Tercer Mundo;

3- En el plano político: Bloque Peronista de la CGTA, núcleo del


MRP, OP 17, etc.;

4- En el plano político militar: FAP, Montoneros, Comandos


Autónomos.

26
“Desde la cárcel, firmes en la lucha. Documento de cuatro militantes del MNR
Tacuara, detenidos desde 1964”. Publicado en Cristianismo y Revolución. Nº
28, Abril de 1971 y reproducido por Baschetti, Roberto (comp.). Documentos I.
1970-1973. De la guerrilla peronista al gobierno popular, de la campana, La
Plata, 2004. pp. 303-308.

36
INTELECTUALES Y LUCHA REVOLUCIONARIA:
CONTRAPUNTOS

“Una de las condiciones para que la clase obrera asuma la


conducción del proceso nacional, para que tome el poder, es el
rechazo de las formas ideológicas que corresponden a la
organización económica-social vigente y la creación de una visión
de mundo propia: eso es la teoría revolucionaria. Lo que la masa
trabajadora necesita no es que la halaguen, que le dediquen loas
enternecedoras, que le digan que tiene razón, sino que sus
direcciones políticas les vayan explicando cómo tiene que tener
razón, que vayan ayudándola en el esfuerzo por conocer el mundo
a través de sus propios valores y no sus valores ajenos. En el
régimen capitalista lo material, la posesión de la riqueza, condiciona
lo espiritual y cultural. La cultura popular será imposible mientras
impera el capitalismo; y la teoría revolucionaria es una creación en
que se funden los esfuerzos de los intelectuales revolucionarios y
los sacrificios y penurias de las masas trabajadoras.” John William
Cooke27

"Todo nuestro problema consiste en empezar a ver las cosas desde


la perspectiva de nuestra realidad." Arturo Jauretche28

También el ámbito universitario29 fue escenario de las luchas


por la liberación nacional a nivel docente y a nivel estudiantil a
través del desarrollo y crecimiento masivo de las organizaciones
estudiantiles. Se crearon espacios académicos como las Cátedras
Nacionales, con un perfil marxista nacional jauretcheano o cookista
y las Cátedras Marxistas, con un sesgo más estructuralista

27
Cooke, John William, “Universidad y país” en Baschetti Roberto
(Compilador). Documentos de la Resistencia Peronista 1955-1970, Puntosur,
Buenos Aires, 1988, p. 172.
28
Jauretche, Arturo, Los Profetas del Odio, Peña Lillo Editor, Buenos Aires,
1982, p. 43.
29
Para la ampliación de este tema ver Recalde, Aritz y Recalde, Iciar.
Universidad y Liberación Nacional. Un estudio de la Universidad durante las
tres gestiones peronistas: 1946-1652; 1952-1955; 1973-1975, Nuevos
Tiempos, Buenos Aires, 2007.

37
althusseriano. En éstas últimas participó una de las figuras que
tendrá protagonismo pasados los años, junto con José Aricó, en las
páginas de La Ciudad Futura y en proyectos ideológicos afines,
Juan Carlos Portantiero, paradigma del viraje del intelectual
revolucionario hacia posiciones socialdemócratas.30
En este proceso de radicalización y profundización de las
demandas de transformación social, los intelectuales se
posicionaron activamente en la lucha revolucionaria desde su
condición específica en la división social del trabajo como
pensadores o trabajadores de la cultura, o haciéndola a un lado
para pasar a la acción directa en las acciones guerrilleras. La
dicotomía pensamiento-acción estuvo sujeta a múltiples debates
que no interesarán específicamente en este apartado. Importa sí,
intentar situarnos en aquel clima de efervescencia política en el que
los intelectuales cuestionaron su papel tradicional en la sociedad
para posicionarse críticamente frente a la misma, para poder
examinar críticamente el rol de muchos de ellos en el contexto de
los años ´80 y ´90.
Ilustrativas de la puesta en cuestión de su rol tradicional frente
a la sociedad y su consecuente reformulación, resultan las palabras
del escritor Oscar Collazos reproducidas en la revista Crisis en el
año 1973. Ante su condición de escritor se pregunta:

“¿Qué significa el Marqués de Sade para el obrero, estudiante, o


sargento brasileño torturado?
¿Qué quiere decir ´estructuralismo´ para el muchacho masacrado
en Caracas, encarcelado en Montevideo, fetichizado por la negritud
en Port-au-Prince?

30
Trataremos la experiencia de las Cátedras Marxistas en otro apartado.

38
¿Qué es el “monólogo interior” para el condenado a veinte años a
prisión, acusado de subversión y complot contra las “instituciones”
legales?
¿Qué querían decir Bataille, Levi- Strauss, Tel Quel o la New York
Review of Books para los quince estudiantes asesinados
recientemente en la ciudad de Cali, Colombia?”31

La cuestión del compromiso del intelectual, los debates en


torno a su posicionamiento y el reclamo por asumir la prioridad
revolucionaria en las luchas de liberación en nuestro país se
constituyeron en agenda de discusión del período. El qué hacer
frente a la densidad de lo real que planteó Collazos en el párrafo
trascripto grafica cabalmente el posicionamiento del intelectual
comprometido latinoamericano. Citamos, por último, un fragmento
de un extenso debate alrededor de esta cuestión publicado en la
revista Nuevos Aires32, en el cual Ricardo Piglia expresa una
postura compartida por muchos intelectuales en el período:

“Me parece buena la diferencia entre cuerpo y conciencia, lo que


digo, es que la única manera de resolver esa contradicción, es

31
Revista Crisis, Buenos Aires, Nº 5 septiembre de 1973, p. 23. Collazos
(Bahía Solano, 1942), escritor e intelectual vinculado a la militancia
revolucionaria, vivió a principios de la década del ´70 en Cuba, donde dirigió el
Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas. Puede verse la
interesante polémica que entabló en este período con el escritor argentino Julio
Cortázar en torno a la función del intelectual en naciones del Tercer Mundo en
la revista Nuevos Aires, Nº 1 (junio, julio, agosto de 1970) y Nº 2 (septiembre,
octubre, noviembre de 1970).
32
La trascripción del debate titulado “Intelectuales y revolución: ¿conciencia
crítica o conciencia culpable?” ocupa todo el Nº 6 de la revista, de enero-
febrero de 1972. Participaron en el mismo, además de Ricardo Piglia, Noé Jitrik
y Marcos Kaplan, entre otros. En el debate, la revista participa como “Nuevos
Aires”. Sus directores en ese momento eran Vicente Battista y Gerardo M.
Goloboff. Vale aclarar que la posición de Piglia aparece en el debate bastante
aislada frente a actitudes más livianas y hasta reacias del resto de los
participantes; interesa esta salvedad para matizar la cuestión de la militancia
activa de los intelectuales en torno a cuánto tuvo de proyecto fundado para
algunos y cuánto de clima de época para otros, sobre todas las cosas, para
entender el viraje de los intelectuales de La Ciudad Futura. La cita de Piglia
corresponde a las pp. 59, 61 y 63.

39
ligarse a las organizaciones revolucionarias. (…) La única manera
de romper con eso que vos llamás el cuerpo de derecha, la única
manera de romper con la ideología de la separación es ligarse al
movimiento político revolucionario. (…) Yo te digo que Rodolfo
Walsh trabajando en la CGTA, es un ejemplo de un intelectual que
se liga al movimiento político. O David Viñas es otro intelectual con
un trabajo político. Y, me parece que son dos de los intelectuales
que más están haciendo por la cultura argentina en estos
momentos.”

Figuras tales como los referidos Walsh y Viñas, Haroldo Conti,


Silvio Frondizi, John William Cooke, Juan José Hernández Arregui,
Jorge Abelardo Ramos, Roberto Carri, Diana Guerrero, Norberto
Habegger, Rodolfo Ortega Peña, Carlos Mugica, Miguel Ángel
Bustos, Dardo S. Dorronzoro, Alicia Eguren, Claudio Ferraris,
Héctor G. Oesterheld, Roberto Santoro, Francisco Urondo, entre
muchos otros, fueron el paradigma del intelectual comprometido con
el proyecto de liberación nacional.
Tal como afirmaba Piglia en la cita precedente, la organicidad,
en términos de enlace con las organizaciones políticas, sería el
modo concreto en que el intelectual participaría de las luchas
nacionales de liberación en una coyuntura donde la cuestión de la
“autonomía”, aunque presente en las contradicciones propias del
intelectual, no tendría el rasgo positivo que adquirió en gran parte
del campo intelectual en las décadas del ´80 y del ´90. Ahora bien,
la elección de las palabras de Piglia no es meramente anecdótica.
En el Nº 29 de La Ciudad Futura de junio-septiembre de 1991, se
publicó una extensa reseña de un trabajo de Piglia, donde se
desplegó una fuerte crítica al modelo del intelectual del
compromiso. Citamos:

40
“(…) El libro es un recorrido de las posiciones teóricas y políticas
del autor sobre literatura nacional, sin dejar de lado reflexiones
sobre la historia, la política y los intelectuales. (…) La relación entre
las posiciones políticas, las condiciones sociales y la literatura
preanuncian los tramos más problemáticos del libro. (…) Piglia se
introduce en el análisis de la literatura a partir, fundamentalmente,
del papel del intelectual en la sociedad, más específicamente en su
transformación (…) y de forma menos elíptica, contra aquellos, “que
se han vuelto sensatos y conformistas” y “corren el riesgo de
convertirse en funcionarios del sentido común”.(…) En otro tramo
del libro, Ricardo Piglia afirma que “cuando digo utopía pienso en la
revolución…¿o vamos a entender ahora la política como la
renovación parcial de las cámaras legislativas? En este país hay
que hacer la revolución. Sobre esta base se puede empezar a
hablar de política”. Si en un primer momento la literatura adquiere
sentido sólo ligada a una forma de experiencia social, ahora la única
actividad social rescatable es el acto de la revolución. (…)”33

Más adelante, Ernesto Semán (hermano de aquel que


señalábamos en páginas previas como parte de la nueva
generación de “desencantados” intelectuales jóvenes vinculados a
la revista) señala los “excesos” de Piglia en contrapunto con el
accionar de los intelectuales de La Ciudad Futura, vinculados con el
alfonsinismo:

“(…) Adjudicarle a la tarea intelectual del escritor esa carga de “acto


total” que significa “hacer la revolución” parece un exceso. Más
bien, atendiendo al momento en que se producían estas
declaraciones -entre 1984 y 1987- y aprovechando la efusividad que
permite el reportaje, las opiniones políticas de Piglia parecen
marcadas por el desencanto frente a una democracia que no era
todo lo mágico que muchos esperaban, que presentó problemas
cuya solución no requería solamente de creatividad sino de una
acción concreta en esta política para su superación, y que llevó el
esfuerzo de muchos intelectuales y hombres de la cultura que, sin
renunciar a horizonte alguno, comprometieron y comprometen su

33
“El lugar del intelectual” (Sección “Libros”), La Ciudad Futura, Nº 29, junio-
septiembre de 1991, p. 22. La reseña está firmada por Ernesto Semán y
corresponde al trabajo Crítica y Ficción (1990) de Ricardo Piglia.

41
acción más allá de su actividad intelectual, en la búsqueda tortuosa
y a veces nada grata de esa política que el autor espera.”34

La cita es bastante gráfica de la posición de la revista


respecto a la tarea intelectual. Por otro lado, resulta interesante
notar que los interlocutores de la crítica de Piglia respecto a la
sensatez y el conformismo que se reproduce en la reseña son, visto
a la distancia y por su visibilidad en el campo intelectual de los ´80,
los intelectuales de La Ciudad Futura, que responden y legitiman su
accionar como “intelectuales y hombres de la cultura” frente a quien
sería una figura intelectual anacrónica que aún osaba pronunciar la
palabra “revolución” en el contexto de la transición democrática,
desconociendo el fin de la lucha de clases y la consumación de
todas las luchas que no se ciñeran a los dictados del consenso
alfonsinista.

34
Ibíd., p. 22.

42
ALGUNAS NOTAS SOBRE LA EXPERIENCIA DE PASADO Y
PRESENTE

“Pasado y Presente, en cuanto aspira a convertirse en una


expresión de la izquierda real argentina, parte de la aceptación del
marxismo como la filosofía del mundo actual y asume los deberes
que esa aceptación le plantea. Será por ello una revista
“comprometida” con todas las fuerzas que hoy se proponen la
transformación revolucionaria de nuestra realidad. Comprometida
con todo el esfuerzo liberador del hombre. Será por ello una revista
“política” en el más amplio y elevado sentido de la palabra.” (José
Aricó, “Pasado y Presente”, Pasado y Presente, Nº 1, Córdoba,
abril-junio de 1963)

“El verdadero intelectual de izquierda es revolucionario no en las


frases sino en los hechos, no sólo en los libros, sino combatiendo
junto al pueblo y contra las falsas valoraciones culturales de la clase
dominante. Eso es un intelectual de izquierda.” (Juan J. Hernández
Arregui, La formación de la conciencia nacional, Plus Ultra, Buenos
Aires, 1960, p. 150)

El PCA y el surgimiento de la Nueva Izquierda


Las figuras fundamentales de La Ciudad Futura nacieron a la
vida intelectual y política argentina en el contexto de surgimiento de
lo que la historiografía de las ideas denominó en nuestro país, en
América Latina y Europa, Nueva Izquierda.35
La Nueva Izquierda en términos internacionales, fue un
fenómeno derivado del proceso de "desestalinización" iniciado en
los años ’50, los procesos revolucionarios en las periferias, y el
desencanto con las políticas del Partido Comunista en los ’60 que
tendrían su epicentro en lo acontecido durante el Mayo Francés. A
nivel nacional, y en lo referente al campo intelectual y a su

35
Existe cuantiosa bibliografía referida a este fenómeno. Intentaremos
simplemente, trazar ciertas líneas de interés que permitan al lector situarse en
el contexto de surgimiento a la vida política de los referentes fundamentales del
colectivo intelectual que nos atañe.

43
asociación obligada con lo político, el nacimiento de la Nueva
Izquierda fue consecuencia de la propia dinámica política nacional y
del papel que habían cumplido en la misma los partidos de
izquierda tradicionales, tanto el Partido Socialista (PS) como el
Comunista (PCA), en un contexto internacional de agitados debates
teóricos y políticos articulados con el entusiasmo despertado por el
triunfo de la Revolución Cubana y otros procesos de liberación
nacional en el Tercer Mundo. A pesar de su escaso peso político
institucional y electoral –con la excepción de la victoria de Alfredo
Palacios en la Capital Federal a principios de la década de 1960-,
tanto el PS como el PCA, habían nucleado en su interior durante
décadas a considerable número de partidarios provenientes de los
sectores medios e intelectuales afectos a sus políticas, las más de
las veces “retrógradas” en términos de las luchas concretas y de los
intereses de los sectores mayoritarios en nuestro país. La piedra de
toque del surgimiento de la Nueva Izquierda en términos de
paulatino proceso de erosión, alejamiento y posterior ruptura con los
partidos de izquierda tradicional, fue inaugurada sin lugar a dudas
tras el golpe de Estado de 1955 encabezado por Pedro E.
Aramburu, que derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón, elegido
en las urnas por mayoría popular. La ceguera política de algunos
partidos de izquierda, que habían respaldado y legitimado el golpe
no simplemente contra Perón sino contra las masas que a lo largo
de aproximadamente diez años habían acompañado su política,
tendría su contraparte en el alejamiento de sus filas de múltiples
cuadros políticos a la luz de los acontecimientos de represión y
violencia. Vale aclarar que el marxismo, ni en la teoría ni en su
puesta en práctica necesariamente, se opone a las luchas
nacionales por la liberación sino mejor, insiste en la centralidad de

44
la independencia nacional de los países coloniales, cuestión que la
dirigencia de los partidos de la izquierda tradicional argentina no
logró poner en marcha en relación al proceso de ascenso de masas
expresado por el peronismo y previamente también, en torno a la
significación del programa nacional de Yrigoyen. Esto es, con la
caída de Yrigoyen cayó un programa de gobierno de orientación
nacional difusa y endeble base social de clase media, en gran parte,
de origen inmigrante. Con la caída de Perón, esta vez, la clase
trabajadora en su conjunto fue arrasada. Es necesario, antes de
continuar con el desarrollo de nuestra línea argumental, trazar un
acotado panorama de lo que habían significado 10 años de
gobierno peronista para la vida nacional, ya que muchas veces, se
suelen pasar por alto estos datos en los análisis tendientes a
explicar el fenómeno peronista. Una rápida visión de los mismos,
explica en cierta medida, por qué las masas trabajadoras se
embanderaron tras el programa de Perón y en qué medida éste fue
expresión de la lucha de clases en nuestro país a través de los
pilares de la justicia social, la independencia económica y la
soberanía política. Sintéticamente, el peronismo llevó adelante en
sólo diez años de gestión:
1- Nacionalización de la economía, créditos para la industria, plena
ocupación y altos salarios;
2- Aumento de un 55 porciento de la renta nacional en 1954 en
relación a 1943. El país se capitalizó como en ninguna otra época
de su historia.
3- La casi inexistente dependencia de los mercados extranjeros,
permitió mayor libertad para comerciar con los países de la órbita
comunista;

45
4- Creación de la Central única de Trabajadores y participación de
la CGT en el poder político a través del Parlamento;
5- Crecimiento del mercado interno nacional y de la industria;
6- Nacionalización de ferrocarriles, teléfonos, gas, servicios
públicos, etc.
7- Dignificación de los trabajadores mediante contratos de trabajo,
leyes de previsión social, jubilaciones y pensiones, sistema de salud
gratuito, cooperativas, etc.
8- Democratización del acceso de las masas a la cultura a través de
un sistema educativo inclusivo en sus distintos niveles (primario,
secundario, universitario); auge de publicaciones nacionales a
través de la legislación proteccionista; políticas de difusión y
masificación del público lector, etc.

El golpe que derrocó a Perón en 1955, tuvo como objetivo


retrotraer a la Argentina a su antigua situación agropecuaria,
transferir la riqueza nacional al sector ganadero y agrario y detener
la industrialización por imposición de las grandes potencias
exportadoras; además, intentó disminuir el consumo interno, bajar el
salario de los trabajadores, aplastar al movimiento sindical
organizado, entregar a los monopolios extranjeros el control de la
economía nacional, etc. En síntesis: destruir el programa popular
construido durante una década de gobierno a través de la violencia
de las bombas en Plaza de Mayo y de la sangre derramada en los
basurales de José León Suárez.
Después del ´55, roto el frente antiperonista que había
hermanado durante una década a sectores heterogéneos e incluso
usualmente opuestos (desde la oligarquía más conservadora hasta
el PS), fusilamientos de militantes peronistas, implantación de

46
políticas económicas reaccionarias y proscripción política de las
mayorías de por medio, la evidencia para la izquierda de que no se
producía la esperada “desperonización” de la clase obrera sino que
por el contrario, los trabajadores reafirmaban su identidad política
en medio de un creciente despliegue de combatividad, daría lugar a
los primeros intentos en el seno mismo de los partidos de intentar,
inútilmente, la rectificación del rumbo político propiciado por su
dirigencia.
Por cuestiones obvias, centraremos nuestro interés, en los
procesos acontecidos en las filas del PCA, donde de manera similar
a la izquierda en su conjunto, el registro reciente de la Unión
Democrática se volvería intolerable para muchos militantes. Vale
anotar de todas maneras, que el cimbronazo acontecido en el PS
por su actitud colaboracionista con los golpistas y por el apoyo que
muchos socialistas, a través de sus “gremios democráticos”, habían
dado al hostigamiento del mayoritario sindicalismo peronista,
fuertemente reprimido por los gobiernos militares, estallaría a
mediados de 1958 con la división del Partido en “Democrático”
(PSD) y “Argentino” (PSA).36
El PCA, a pesar de haber participado en la creación de la
Comisión Intersindical y de las “62 Organizaciones” posteriores a
1955, había recibido con buenos ojos el golpe, con la creencia de
que las nuevas condiciones políticas desorganizarían a las masas
peronistas que entonces, confluirían en sus filas abriendo amplias
posibilidades para la creación de un “Frente Democrático Nacional”
para las elecciones que se realizarían en 1958 -con proscripción del
peronismo- en el que los comunistas tendrían un papel central. Con
este objetivo, el PCA propuso a distintas fuerzas políticas la
36
James, Daniel. Resistencia e integración, Sudamericana, 1990.

47
constitución de un “frente” en base a cinco puntos programáticos37,
que no tuvo los resultados esperados y que devino en el
consecuente apoyo al candidato de la Unión Cívica Radical
Intransigente (UCRI), Arturo Frondizi, en virtud de su perfil
"antioligárquico y antiimperialista" y del programa que representaba
dentro del radicalismo, una tradición de izquierda democrática y
nacionalista que no sería plasmada tras su triunfo. Los puntos
fuertes de su propuesta electoral estaban basados en dos
cuestiones fundamentales: por un lado, la salida del subdesarrollo
por las vías del desarrollo nacional y por otro, la resolución del
conflicto político de las mayorías tras la exclusión del peronismo de
la escena electoral. A poco de asumir su mandato, Frondizi cambió
las consignas antiimperialistas por las privatizaciones, reprimió al
movimiento obrero, generó las condiciones para la entrada de
universidades y corporaciones privadas a nuestro país y mantuvo
las prohibiciones sobre Perón y su Partido. Todas éstas medidas
conservadoras, que serían en este período tildadas con el mote de
“Traición Frondizi”, fueron motivos suficientes para que gran parte
de los sectores progresistas y de izquierda, al igual que el
peronismo, pasaran paulatinamente a la oposición. Tras este
cimbronazo, a diferencia del peronismo, la dirigencia del PCA no
revisó su línea política ni las decisiones que en función de la misma
había tomado en relación al apoyo a Frondizi y a la
conceptualización de las masas peronistas como “vacantes

37
Pueden consultarse los “5 puntos” en el Editorial “La gran tarea de la hora es
derrotar al continuismo” de la publicación teórico-política del PCA en este
período, la revista Nueva Era, Nº 1 de 1958. Los “5 puntos” aprobados por la
Convención Nacional de 1957 se referían a: 1-defensa y explotación de las
riquezas naturales por parte del Estado; 2- respeto a las conquistas de los
trabajadores; 3- reforma agraria; 4- restablecimiento de todos los derechos
democráticos; 5- política exterior independiente.

48
políticas” que dejarían de defender su tradicional identidad (que
para el PCA era paternalista y reformista) para ensanchar las filas
de su partido.38 De esta manera, la cúpula comunista reafirmaría
sus posturas políticas argumentando que la traición del gobierno al
programa progresista había sido consecuencia de la "insuficiente
presión" de los sectores populares que, por haber perseverado en
su identidad política, no habían logrado constituir el “Frente
Democrático y Nacional” que el PCA les había propuesto. Ahora
bien, para algunos sectores del PCA la desilusión producida por
Frondizi corroboraba el error de línea política sostenida por la
dirigencia del partido, sobre todo a la luz de la conceptualización
tradicional del peronismo y de la aplicación de modelos externos -el
de la URSS- a la experiencia nacional. Este fue el principio39 de un
distanciamiento crítico que llevó a la ruptura total de la militancia
más joven con el partido entre 1962 y 1963 y con mayor intensidad

38
El PCA, al igual que otras organizaciones de izquierda, entusiasmado con la
combatividad desplegada por la clase obrera peronista tras el derrocamiento de
Perón, profundizó sus intentos de acercamiento a la misma que, desde el
punto de vista político, consideraba como un electorado vacante. Prueba de
estos intentos fue el llamamiento conjunto a votar en blanco en las elecciones
legislativas del 27 de marzo de 1962, por la proscripción del peronismo, la
vigencia del Estado de Sitio y del Plan Conintes. Para ampliar este tema:
Strasser, C. Las izquierdas en el proceso argentino, Palestra, Buenos Aires,
1959.
39
Una crisis medular dentro del partido generada por una cuestión nacional fue
la expulsión de sectores críticos tras el triunfo de Perón en 1946 (vale anotar,
sin embargo, que otras crisis anteriores, como la del año 1928, también habían
puesto en juego cuestiones locales o nacionales). Éstos habían expresado su
desavenencia con la dirigencia partidaria respecto a la lectura que se hacía de
la supuesta derrota próxima de Perón. Se acusaba a las autoridades de: “1º De
haber abandonado el marxismo; 2º De caracterizar erróneamente de fascista a
un movimiento de orientación nacional; 3º Que con su política, el PC servía a
los enemigos del proletariado; 4º Que era necesario someter a una crítica
profunda la estrategia y la táctica seguidas por el partido.” Citado en Hernández
Arregui (1973), p. 402.

49
hacia 1967-1968.40 Es necesario aclarar, que la división dentro del
PCA fue un proceso complejo y paulatino, en la medida que el
partido presentaba, en este período, heterogeneidades bien
marcadas entre los distintos frentes y la conducción. Por ejemplo, el
frente cultural y universitario liderado por Héctor P. Agosti, intentó
una mayor apertura para construir con otros sectores -en particular
los del socialismo argentino-41 con el fin de atesorar el proceso de
izquierdización que se estaba produciendo en sectores de las capas
medias y del peronismo, diferenciándose de la actitud condenatoria
de los dirigentes.
Entre 1962-1963, con el impulso de la situación política
argentina, el disconformismo se tradujo en ruptura: se fueron del
PCA los grupos de Pasado y Presente, La Rosa Blindada,
“Vanguardia Revolucionaria”42 y figuras que actuarán
posteriormente como grupos de apoyo urbano o directamente se

40
El verticalismo y la férrea disciplina impuesta por la dirección del PCA,
impidió la apertura de los debates hacia el interior del partido que, entonces,
comenzó a circular por canales subterráneos. Asimismo se reforzó aún más la
línea sostenida respecto al peronismo que puede analizarse a través de las
sucesivas notas publicadas en Cuadernos de Cultura hacia fines de 1960 (Nº
50, diciembre de 1960) donde se alerta sobre los “errores de la llamada
izquierda nacional” graficados a través de las figuras de los ex militantes
Rodolfo Puiggrós y J. J. Real. La revista Cuadernos de Cultura era editada por
la Comisión de Cultura del PCA y dirigida por Héctor P. Agosti.
41
No es objeto de estas páginas, pero es interesante señalar, que antes de que
se produjeran las rupturas totales se desarrolló hacia fines de 1960, un breve
intento de confluencia entre comunistas y socialistas a través de la edición de
la Revista Che cuya intención era la reorientación de los partidos de la
izquierda y el desarrollo revolucionario del peronismo propiciado, entre otros,
por John W. Cooke con quien la revista mantenía fuertes vínculos. Che estuvo
compuesta en principio por socialistas tales como, Pablo Giussani, Abel A.
Latendorf, Manuel Dobarro, Julia Constenla y Elías Semán. Además,
acompañaban el proyecto algunos intelectuales independientes o provenientes
del frondizismo como Carlos Barbé, Susana Lugones, Francisco Urondo y
David Viñas y por figuras del comunismo, tales como Juan Carlos Portantiero e
Isidoro Gilbert.
42
Kohan, Néstor. La Rosa Blindada. Una pasión de los 60, Ediciones La Rosa
Blindada, Buenos Aires, 1999.

50
incorporarán al Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), núcleo
guerrillero instalado por Jorge Masetti en Salta, y directamente
vinculado a la estrategia del Che Guevara para América Latina.
También salió del PCA el núcleo inicial de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR).

PASADO Y PRESENTE Y LOS VIRAJES POLÍTICOS43


Producida la Revolución Cubana y exacerbadas las luchas en
el frente interno tras la proscripción de Perón en la Resistencia
Peronista, la violencia y la subordinación a intereses externos
propiciada por los sucesivos gobiernos militares, encontró a un
núcleo importante de la Nueva Izquierda reunido en las páginas de
Pasado y Presente, dando al vínculo conflictivo entre intelectuales y
política un lugar predominante en las discusiones del período.
Mientras tanto, se produce tanto en Argentina como en América
Latina y el mundo, un profundo viraje hacia la discusión ya no del
intelectual “comprometido” sino del intelectual "revolucionario" a
secas en este nuevo contexto histórico. Los intelectuales reunidos
en Pasado y Presente intentaron una definición del lugar del
intelectual a través de ciertas formulaciones de Antonio Gramsci,
bajo el dominio estratégico de corrientes fundamentalmente
maoístas o guevaristas, ya de lleno inmersos en la nueva etapa de
renovación del marxismo que culminó en los procesos
revolucionarios de los años ’70 y en el alejamiento total del PCA.
Conformada en 1963 por José Aricó en Córdoba, Juan Carlos
Portantiero en Buenos Aires, Oscar del Barco, Héctor Schmucler y
Aníbal Arcondo, entre otros, Pasado y Presente surgió como un

43
La revista Pasado y Presente tuvo dos momentos de edición: en Córdoba
entre 1963-1965 y en Buenos Aires entre 1971-1973.

51
proyecto editorial con ambiciones de cumplir un rol ideológico
fundamental en los debates abiertos en la década del ´60 y en el
interior del PCA.44 Respecto a la batería teórica marxista, se intentó
durante la primera época de la revista, rescatar ciertas voces de la
tradición marxista italiana olvidadas por el recorte teórico del PCA,
tales como Labriola, Togliatti y Gramsci.
Esta primera etapa de la revista que marcó la ruptura
irreconciliable con el PCA, concluyó en el año 1965 y durante la
misma fueron editados 9 números donde aparecieron artículos de
los editores y de colaboradores, varias traducciones de autores
marxistas “heterodoxos" para los cánones del PCA -entre ellos,
Colleti, Della Volpe, Hobsbawm, Lukács, Gorz, Sartre, Guevara,
Fernando Henrique Cardoso, etc.-, notas sobre crítica cultural y
cruces entre el marxismo y otras disciplinas, material enmarcado,
como ya señalamos, en la preocupación por la función del
intelectual y en la temática referente al divorcio entre intelectuales y
pueblo-nación que será considerado también, como un tópico
central del desarrollo de la figura intelectual a través de la historia
nacional. Esta cuestión, enmarcada en el posicionamiento histórico
que había tenido el PCA45 respecto al fenómeno peronista, del cual
querían tomar distancia, llevaría a los intelectuales de Pasado y
Presente a encarar lo que el ya mencionado John William Cooke

44
Pasado y Presente aunó en principio a militantes reunidos por su trabajo en
los distintos emprendimientos ideológico-culturales del PCA. El trabajo conjunto
no contuvo la ruptura con el partido. En 1988, Aricó caracterizará a Pasado y
Presente como una "tentativa inicial de trabajar en el interior del PC para
contribuir a renovarlo". Aricó José. La cola del Diablo, Puntosur, Buenos Aires,
1988, p. 75.
45
Para el desarrollo de las complejas relaciones entre el PCA y el peronismo
puede consultarse el volumen de Jorge Abelardo Ramos citado previamente y
la investigación de Andrés Gurbanov y Sebastián Rodríguez. Comunismo y
peronismo: historia de una relación compleja (1943-1955), Centro Cultural de la
Cooperación Floreal Gorini, Buenos Aires, 2007.

52
había caratulado como “hecho maldito del país burgués” a través de
ciertas formulaciones propuestas por Gramsci. Así como el proyecto
mismo de la revista se había legitimado a través de la adquisición y
reapropiación de categorías gramscianas, las discusiones de
Gramsci con Benedetto Croce46 les resultaron analíticamente
adecuadas para romper la idea de que el peronismo era una forma
de “fascismo americano” o una estrategia de “autoritarismo y
manipulación” del líder exiliado frente a las masas irracionales, que
había tejido la izquierda tradicional durante años.
En esta primera etapa, el cariz de la revista estuvo signado
por el propósito de vislumbrar el fenómeno peronista en toda su
complejidad, hasta la diferenciación de una derecha y una izquierda
dentro del movimiento, ésta última, con la que Pasado y Presente
colaborará finalmente en su segunda etapa en la década del ´70. Se
tendió además en esta etapa, a analizar las perspectivas
estratégicas abiertas por la Revolución Cubana.
El nuevo planteo en torno a la relación del intelectual con las
masas, a nivel nacional -la relación con las masas peronistas- y a
nivel internacional bajo el influjo de la experiencia cubana –la
función del intelectual en la revolución- en el contexto de los
procesos revolucionarios abiertos en el Tercer Mundo, llevó al grupo
de Pasado y Presente a plantear la cuestión del problema nacional
frente al imperialismo y a su propio lugar como colectivo intelectual
frente a las organizaciones que encaraban el proyecto de liberación
nacional en nuestro país. La ruptura con el PCA había significado la
pérdida de un anclaje político concreto, cuestión que con distintos
matices veremos sucederse a lo largo de toda la trayectoria del
grupo. La búsqueda de la organicidad o dicho de otro modo, del
46
Arico (1988), p. 50.

53
sujeto político al cual representar, como asimismo la falta de
autocrítica hacia el viraje a distintos posicionamientos políticos será
desde sus inicios la marca distintiva de este grupo intelectual.
Podríamos argumentar que la cuestión de la "organicidad" con los
movimientos de liberación nacional y la disyuntiva en torno al papel
de los intelectuales en las organizaciones revolucionarias fueron
tópicos propios del imaginario y de los debates e intereses del
período, concientes y con un grado de compromiso profundo en lo
referente a muchos casos y no tan concientes, “pasatistas” y
consecuencia de “modas ideológicas” en muchos otros. Puede
pensarse este último caso en relación al colectivo intelectual del que
nos ocupamos a la luz de los sus vaivenes político-ideológicos
observables a lo largo de su devenir político.
En este contexto, Juan Carlos Portantiero fundó un nuevo
grupo político, Vanguardia Revolucionaria, mientras que José Aricó
y el núcleo cordobés continuaron agrupados a través de la revista
sin formar una organización estrictamente política, que según sus
propias palabras significó:
“Un largo "deambular detrás del sujeto político" (…) vivimos esa
situación con un sentimiento de culpa que creíamos poder apagar
buscando desesperadamente un anclaje político.”47

Porque si bien en su carácter de revista política, el proyecto


estuvo perfilado hacia la apertura de debates, la variedad de
temáticas y de autores seleccionados durante la edición de la
revista, demuestran que el deambular del que habla Aricó fue
extenso y sin mucha reflexión o autocrítica respecto a los abruptos
virajes efectuados. A modo de ejemplo, en el Nº 7/8 publicado en

47
Aricó, José, "América Latina: el destino se llama democracia", entrevista de
Horacio Crespo y Antonio Marimón, en www.arico.unc.edu.ar, 1983.

54
marzo del año 1965, a través de la publicación de un artículo de
Régis Debray, puede observarse la hegemonía pro- guerrillera en el
seno de la revista. El “anclaje político” y la “búsqueda de sujeto”,
conllevó además, una breve experiencia de colaboración con el
Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), con el que algunos de sus
colaboradores trabaron relación como "apoyo urbano"48 y que fue
desarmado por las fuerzas de seguridad en 1964. Fracasada esta
experiencia, en el último número de la primera etapa de la revista
de fines de 1965, se observa un viraje hacia temáticas que se alejan
de los contenidos de interés reciente. La mirada será puesta
entonces, en las fábricas a través de un "Informe" sobre la situación
en la FIAT precedido de "Algunas consideraciones preliminares" de
Aricó, y el rescate de la "Encuesta Obrera de 1880" de Carlos Marx.
Clausurada la edición de la revista durante el gobierno de
Onganía, hacia 1968 comenzaron a editarse los Cuadernos, a
través de un sello editorial creado para esos fines (Editorial Pasado
y Presente) que permitió a varias generaciones de militantes, la
lectura de múltiples autores marxistas desconocidos en nuestro
país. Asimismo, se fundó también EUDECOR (Editorial Universitaria
de Córdoba) y luego GARFIO. Aricó en la entrevista ya señalada
expondrá:

"Cuando en su primera época la revista no logró resolver de manera


fructuosa el problema del anclaje político, y las debilidades del

48
Burgos, Raúl. Los gramscianos argentinos, Siglo XXI, Buenos Aires, 2004, p.
83. El interés respecto a este trabajo es que ofrece vasto material y
documentación sobre la experiencia del grupo de Pasado y Presente. Respecto
a sus interpretaciones, suele ser demasiado obsecuente en relación a los
continuos virajes sin puesta en crítica realizados por el grupo, sobre todo, el
realizado post dictadura que supuso un pasaje a posiciones conservadoras en
el plano político.

55
grupo impidieron continuar con su tarea de recomposición de la
cultura de izquierda, se abre la alternativa de los Cuadernos.”49

La labor de traducción y edición de textos de la izquierda


llevada a cabo en estos años no tuvo parangón con ninguna otra
empresa editorial en la Argentina y es importante señalar este
hecho irrefutable como aspecto positivo del grupo respecto a la
tarea de difusión cultural.50 Asimismo, veremos que la actividad de
edición no fue la única, ya que en el período 1967-1968, algunos
miembros de la revista colaboraron en la fundación del Partido
Comunista Revolucionario (PCR), ruptura del PCA, de tendencia
maoísta51, nueva opción política efímera, de la que hacia 1973, en
plena primavera camporista, tras la apertura de la segunda etapa de
la revista, no se dirá nada. A este período pertenecen también las
actividades de difusión ideológica llevadas a cabo a través de las
Cátedras Marxistas que comentaremos en otro apartado.
Ahora bien, hacia el año 1973, manteniendo la referencia
gramsciana (alejada ya de las teorizaciones leninistas), se
presentarán como guías ideológicos de Montoneros, organización

49
Aricó (1983).
50
Vale anotar aquí, entre otras publicaciones centrales del período, también
expulsada del PC, a La Rosa Blindada, dirigida por José Luis Mangieri. La
Rosa Blindada publicó, entre otros, libros de Gramsci y trabajos sobre su obra.
El mismo Aricó colaboró estrechamente con Mangieri en esta publicación.
Respecto a la recepción gramsciana en Argentina y a los disímiles usos que se
hicieron del pensador italiano, vale anotar también, que no fue monopolio del
grupo de Pasado y Presente, sino que existieron distintos canales de recepción
y difusión, entre otros, los de CICSO (Centro de Investigaciones en Ciencias
Sociales) y la labor de discusión gramsciana, por ejemplo, desde las Cátedras
Nacionales. Para ampliar estar referencias, una interesante reseña del trabajo
de Burgos (2004) sobre el grupo de Pasado y Presente, puede verse Kohan,
Néstor, “Gramsci y los gramscianos argentinos” en
http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2005/02/05/u-916319.htm.
51
Puede consultarse la página web del PCR, donde Otto Vargas menciona a
José Aricó como colaborador en la fundación del partido.

56
hegemónica del período. En este momento reapareció fugazmente
la revista, tras la edición de dos únicos números.
En el “Editorial”52 inicial redactado por Aricó aparecieron
diagramados los ejes centrales de la revista en esta segunda etapa.
Encontramos llamativamente, la postulación abierta del terreno
ideológico como espacio de intervención del intelectual en un
contexto de creciente radicalización de la lucha guerrillera, donde
aquel pasaba directamente al campo de la acción; por otro lado, se
levantaría la bandera ideológica de Montoneros que sostenía que la
alternativa socialista se lograría dentro del movimiento nacional
peronista donde se reflejaba la unidad política de las masas. En el
último número de la revista la apuesta recae en la unificación de
Montoneros con las FAR. Citamos:

"Sobre las espaldas de los peronistas revolucionarios recae la


responsabilidad de que esa posibilidad [la del socialismo] no se
frustre.”

La creación de un partido revolucionario que aunara a


Montoneros con las FAR y el sindicalismo cordobés fue la apuesta
fuerte del grupo de Pasado y Presente en la última fase de la
revista. Sus colaboradores experimentarían otra vez, un brusco
cambio político en los años venideros en la etapa del exilio a través
de otra publicación, Controversia. Esta vez, con una profunda
derrota de por medio, el leit motiv de época sería la diagramación
del modelo democrático. Las posturas conservadoras y
complacientes, en la práctica concreta fueron con una democracia
que continuaba los proyectos económicos de miseria y exclusión

52
Aricó, José, "La ‘larga marcha’ al socialismo en Argentina" Pasado y
Presente, nueva serie, Nº 1, abril-junio 1973.

57
legados por la dictadura, dando auspicio a un modelo de intelectual
“autónomo” de las críticas a la dependencia nacional. A modo de
balance, hacia 1988 Aricó concluirá que él y su grupo fueron:

“Ciegas víctimas de una guerra civil en cierne."53

PASADO Y PRESENTE Y EL EJÉRCITO GUERRILLERO DEL


PUEBLO

“Y existe la otra Cuba: la que logró a fuerza de actos heroicos y


escalando sobre cadáveres destrozados, saltar la muralla de bolsas
de azúcar y mostrar al mundo entero que las estridencias del cha
cha cha no lograban tapar sus gritos de indignación. Que la isla de
Martí era ocupada por un pueblo, que luchaba violenta y
tenazmente por recuperar lo que había ganado al ganar la
independencia. Que había logrado que su revolución no fuera una
revolución más en el Caribe, sino que se convirtiese en el símbolo
de lo que puede la voluntad de ser libre, sobre la maquinaria
opresora de una dictadura.” Jorge Ricardo Masetti 54

“De ahora en más, cualquier movimiento liberador se cumplirá a


partir de la Revolución Cubana.” J. W. Cooke55

En el contexto de la presidencia de Arturo Illia56, un grupo de


jóvenes guerrilleros se internó en el monte salteño bajó la égida
ideológica de Ernesto Che Guevara, constituyéndose como uno de
los primeros (y fallidos) intentos de guerrilla rural en nuestro país: el
denominado EGP (Ejército Guerrillero del Pueblo) encabezado por

53
Aricó (1988), p. 76.
54
Masetti, Jorge Ricardo. Los Que Luchan y los que lloran, Nuestra América,
Buenos Aires, Argentina, 2006, p. 32.
55
Perón – Cooke, Correspondencia, Parlamento, Tomos II, Buenos Aires,
1984, p. 156.
56
Arturo Illia asume la presidencia sólo con el 25 porciento de los votos y con la
proscripción del peronismo (un 60 porciento de votos en blanco).

58
Jorge Masetti.57 En el grupo de apoyo urbano, participaron algunos
ex militantes de la Federación Juvenil Comunista y otros
independientes, entre ellos, José Aricó del grupo de Pasado y
Presente.
El proyecto del EGP estuvo centrado en la apertura de un
frente de lucha armada en el norte de la Argentina a fin de extender
la revolución cubana a nivel continental. Recordemos las vicisitudes
políticas previas al gobierno de Illia: en 1962, fue destituido Frondizi
y asumió las riendas de la nación, José Maria Guido, fiel
representante de la oligarquía y de los grupos económicos
extranjeros, quien continuó la proscripción del peronismo
inaugurada en el ´55, disolvió el Congreso e implementó medidas
represivas e intervenciones en las provincias. En lo referente a las
políticas de saqueo al movimiento obrero, proveyó un nuevo golpe a
los sindicatos tras la anulación de la Ley de Asociaciones
Profesionales y a través de su Ministro de Economía, Álvaro
Alsogaray, puso en acción un riguroso plan de ajuste económico en
beneficio de los sectores exportadores y de los grupos comerciales
y financieros vinculados a éstos. Este es el contexto que da
nacimiento al intento guerrillero nucleado en el EGP: tal como lo
señalamos en otro lugar de este escrito, la proscripción de las
mayorías políticas, como asimismo, la violencia del sistema político
argentino sobre grandes capas sociales fueron el caldo de cultivo
de la guerrilla en nuestro país, reforzado por la instrucción militar

57
Massetti, cuyo nombre de guerra era “Comandante Segundo” en virtud del
“Comandante Primero”, Ernesto Guevara, fue uno de los creadores de la
agencia cubana de noticias Prensa Latina. Había combatido en Argelia y
entrevistado a Fidel Castro y a Guevara en Sierra Maestra para Radio El
Mundo. La Revolución Cubana y el contexto político argentino, lo habían
convencido de la necesidad de establecer un foco guerrillero rural.

59
recibida en Cuba y en Argelia, que experimentan varios cuadros del
grupo de Masetti.
En el mes de mayo de 1963, el primer grupo del EGP se
encontraba en la frontera argentina (entre ellos, Masetti, Hermes
Peña, Federico Méndez, Ciro Bustos, Leonardo Werthein y algunos
miembros de la Federación Juvenil Comunista Boliviana) y hacia
1964, se sumarían varios militantes originarios del proceso de
ruptura con el PCA. Ya para mayo de 1964, el Ejército comenzó a
desarticular este intento guerrillero improvisado que no había
logrado constituirse como expresión de las masas. El EGP, junto
con los Uturuncos (primer núcleo guerrillero de origen peronista
comandado por John William Cooke), constituidos como parte de la
estrategia guevarista para América Latina, fueron desarticulados
rápidamente y abrieron un camino que seguirían varias
organizaciones políticas entrada la década de 1970.
Ahora bien, la participación de Pasado y Presente en la
experiencia del EGP, más allá de los escasos comentarios que
recibirá tras los tantos virajes políticos operados por el grupo, ha
quedado documentada en varias entrevistas realizadas a los
sobrevivientes de esta experiencia guerrillera.58 Al referirse a los
contactos urbanos del EGP, Bustos establecerá la relación con el
grupo de Pasado y Presente:

“Yo pensé en una familia amiga en Córdoba (…) Ademar y Clelia


(…) organizaron un encuentro con un miembro de la dirección de
Pasado y Presente, una cotizada publicación teórica de marxismo,
que se editaba en Córdoba. La revista nucleaba en su entorno, el

58
Interesará aquí lo establecido por Ciro Bustos en la entrevista titulada “El
sueño revolucionario del Che era Argentina.” (Entrevista hecha por Jaime
Padilla en Suecia, octubre de 1997). Documento sin fuente.

60
grueso de la disidencia izquierdista y revolucionaria, que ya se
había enfrentado a la dirección del PC, y estaba produciendo
rupturas considerables en todo el país. Oscar del Barco escuchó lo
que constituía mi discurso, muy simple y muy concreto, y se fue
para organizar una reunión ampliada. En un par de días, me
buscaron para llevarme a Córdoba y allí encontré a toda la
dirección de la revista. (…) El as en la manga, era la jefatura del
Che y yo lo puse arriba de la mesa en el momento culminante.
Pancho Aricó, respondió en nombre de todos, aceptando participar
en la tarea de facilitarme contactos para construir lo que sería la red
urbana del EGP. Me dieron el primer contacto en Buenos Aires, un
joven filósofo escindido ya del PC, de gran arrastre en los medios
intelectuales: Juan Carlos [se refiere a Portantiero]. Él me puso en
relación con el sector que ya había sido expulsado del partido. A
partir de allí, todo caminaría sobre ruedas.”

La experiencia del EGP de los años 1963-4, se vincula con la


crisis de la izquierda tradicional y con mucha fuerza con las
repercusiones en nuestro país de la polémica chino- soviética. Esta
polémica empieza en 1960 en el XXII Congreso del PC en la Unión
Soviética y tiene como reflejo más claro en nuestro país, el surtidor
de cuadros para el EGP provenientes de Pasado y Presente.
Respecto a esta experiencia, Aricó dirá pasados los años:

“Ahí se produce algo [habla del encuentro de Oscar del Barco con
Ciro Bustos, quien reclutaba gente para esa experiencia guerrillera]
que muestra hasta qué punto en muchas cosas nosotros éramos
más una hoja arrastrada por la tormenta que un centro ideológico
formulador de política. Muestra la debilidad intrínseca de ese grupo
que había nacido para una función que no podía cumplir. Es el
deslumbramiento, no tanto frente a la consistencia de la empresa,
como a la heroicidad de una empresa hecha por un conjunto de
hombres dispuestos a dar su vida por cambiar una situación y por
contribuir a precipitar un cambio revolucionario que nosotros
pensábamos que estaba inscripto en la lógica del mundo y del país.
(...) Creo que en la historia de Pasado y Presente ese fue un
momento de apartamiento de cierta idea de constitución de un
grupo político cultural, que luego vuelve a reconstituirse en los

61
números posteriores, en el número 9 de la revista. (…) Me parece
que lo de la guerrilla es un apartamiento.” 59

Y continúa:

“El editorial del número cuatro [se está refiriendo a "Examen de


conciencia", publicado con su firma en Pasado y Presente, I,
Número 4, Enero-Marzo de 1964] está absolutamente dictado por la
necesidad de fundar, mediante un reconocimiento teórico-político, la
posibilidad de existencia de un movimiento guerrillero no
autosuficiente sino en esa vieja idea guevarista del pequeño motor
que dinamiza. Eso nos lleva a exagerar ciertas cosas. Por ejemplo,
el grado de integración del movimiento obrero, exagerando el
concepto de aristocracia obrera, frente a un movimiento obrero
integrado la necesidad de romper, mediante la movilización de las
zonas marginales. (...) Pero entonces ese editorial es casi como un
editorial escrito por encargo.”

La molestia de Aricó muchos años después, respecto al apoyo


al EGP se explicita a través del "casi (...) por encargo” como una
suerte de autocrítica liviana que observamos también en páginas
precedentes a través del citado fuimos “Ciegas víctimas de una
guerra civil en cierne” respecto al apoyo a Montoneros.
Respecto a las desavenencias del grupo de Pasado y
Presente con su pasado político resulta interesante comentar un
debate abierto a mediados del 2000 entre Oscar del Barco y Sergio
Schmucler a raíz de la publicación de un reportaje a un ex
guerrillero del EGP. En el año 2004, Sergio Schmucler publica en la
revista digital La Intemperie60 un reportaje a Héctor Jouvé, que junto

59
Entrevistas a Aricó. 1974-1991, Presentación y edición a cargo de Horacio
Crespo. Córdoba: Ediciones del Centro de Estudios Avanzados, Universidad
Nacional de Córdoba, 1999. pp. 28
60
La revista La Intemperie. Política- Cultura fundada por Sergio Schmucler se
edita en la provincia de Córdoba. Director general: Sergio Schmucler. Dirección
Editorial: Cecilia Pernasetti, Luis E. Rodeiro y Emanuel Rodríguez. Puede ser
consultada en la página web www.laintemperie.com.ar. El reportaje titulado
“¿No matarás?” (www.revistalaintemperie.com.ar/entrevista1.php) aparece con

62
a Federico Méndez, fueron los dos principales cuadros del EGP
presos con vida. En el reportaje, entremedio de la narración de la
experiencia guerrillera, Jouvé rememora cómo fusilaron los
guerrilleros a compañeros de la guerrilla porque uno rompió los
reglamentos. En el año 2005, Oscar del Barco publica una carta
abierta61 dirigida a Schmucler, donde realiza una autocrítica in
extremis tratando de utilizar un método paradojal, que sostiene que
Lenin, Trotsky, el Che Guevara, todos los revolucionarios, fueron
unos traidores y asesinos. Citamos:

“Creo que parte del fracaso de los movimientos "revolucionarios"


que produjeron cientos de millones de muertos en Rusia, Rumania,
Yugoeslavia, China, Corea, Cuba, etc., se debió principalmente al
crimen. Los llamados revolucionarios se convirtieron en asesinos
seriales, desde Lenin, Trotsky, Stalin y Mao, hasta Fidel Castro y
Ernesto Guevara. No sé si es posible construir una nueva sociedad,
pero sé que no es posible construirla sobre el crimen y los campos
de exterminio. Por eso las "revoluciones" fracasaron y al ideal de
una sociedad libre lo ahogaron en sangre.”

Una verdadera “puesta al día” de uno de los miembros de


Pasado y Presente. Respecto a lo dicho por el ex guerrillero del
EGP, del Barco sostendrá enfáticamente (los subrayados son
nuestros):

“Al leer la entrevista con Héctor Jouvé, cuya trascripción ustedes


publican en los dos últimos números de La Intemperie, sentí algo
que me conmovió, como si no hubiera transcurrido el tiempo,
haciéndome tomar conciencia (muy tarde, es cierto) de la gravedad

la nota “versión reducida de la entrevista videograbada por Abril Schmucler y


Ciro Del Barco en Agosto de 2004.”
61
La carta de Oscar del Barco a Schmucler puede consultarse en el web de La
Intemperie (Enero 2006). También en
http://www.causapopular.com.ar/article769.html y en múltiples páginas web que
dan cuenta de la repercusión que generó esta polémica en los circuitos de
discusión política y cultural. Todas las citas corresponden a esta última fuente.

63
trágica de lo ocurrido durante la breve experiencia del movimiento
que se autodenominó "Ejército Guerrillero del Pueblo". Al leer cómo
Jouvé relata sucinta y claramente el asesinato de Adolfo Rotblat (al
que llamaban Pupi) y de Bernardo Groswald, tuve la sensación de
que habían matado a mi hijo y que quien lloraba preguntando por
qué, cómo y dónde lo habían matado, era yo mismo. En ese
momento me di cuenta clara de que yo, por haber apoyado las
actividades de ese grupo, era tan responsable como los que lo
habían asesinado.”

Y continúa en la misma línea:

“Pero no se trata sólo de asumirme como responsable en general


sino de asumirme como responsable de un asesinato de dos seres
humanos que tienen nombre y apellido: todo ese grupo y todos los
que de alguna manera lo apoyamos, ya sea desde dentro o desde
fuera, somos responsables del asesinato del Pupi y de
Bernardo.(…) Este reconocimiento me lleva a plantear otras
consecuencias que no son menos graves: a reconocer que todos
los que de alguna manera simpatizamos o participamos,
directa o indirectamente, en el movimiento Montoneros, en el
ERP, en las FAR o en cualquier otra organización armada,
somos responsables de sus acciones. Repito, no existe ningún
"ideal" que justifique la muerte de un hombre, ya sea del
general Aramburu, de un militante o de un policía.”

Asimismo, respecto a la Teoría de los dos demonios, del


Barco dirá en la Carta:

“En este sentido podría reconsiderarse la llamada teoría de los "dos


demonios", si por "demonio" entendemos al que mata, al que
tortura, al que hace sufrir intencionalmente. Si no existen "buenos"
que sí pueden asesinar y "malos" que no pueden asesinar, ¿en qué
se funda el presunto "derecho" a matar? ¿Qué diferencia hay entre
Santucho, Firmenich, Quieto y Galimberti, por una parte, y
Menéndez, Videla o Massera, por la otra? Si uno mata el otro
también mata. Esta es la lógica criminal de la violencia.”

Lo antedicho por del Barco no merece demasiados


comentarios, que quedan a cuenta del lector de estas páginas.
Ahora bien, en una línea similar, en el Nº 10 de la revista que aquí

64
interesa, correspondiente al mes de abril de 1988, Héctor
Schmucler establecerá que:

“(…) En algunos que ahora pensamos que el socialismo no puede


sino ser la otra cara de esa misma moneda en que se estampa el
capitalismo, pero que persistimos en nuestra vehemencia contra la
injusticia, el agravio y la humillación, la idea de la revolución
comienza a desmoronarse. Su lugar no lo reemplaza ni la
resignación, ni el escepticismo. Por el contrario, son las
revoluciones las que han contribuido –con sus rostros reales y no
los imaginarios que surgen de la fiesta heroica de sus estallidos- a
la desazón y el desasosiego. En vez de resignarnos a matar para
no ser muertos, quisiéramos pensar que ningún humano tiene
derecho a decidir la muerte de otro. (…) Cuando las preguntas
superen la confusión, es posible que los miedos aflojen sus tenazas
paralizantes. Podremos regresar a nosotros mismos (…) Podremos
reconocer el bien y el mal. Saber que hay bien y hay mal.
Reconocer que no todos somos culpables de todo, pero que
ninguno es inocente.” 62

Sostendrá además que:

“(…) La represión de la dictadura –implacable, sorda a toda


clemencia, ajena a cualquier moral- tuvo como objetivo destruir a la
guerrilla en un escenario –el país- donde la violencia había crecido
hasta el límite del espanto. La sociedad entera fue sumergida en el
terror. Pero ¿es verdad que la sociedad entera sufrió el terror? La
pregunta puede resultar mortificante, aunque resulta ineludible si
queremos avanzar hacia ciertas claridades. Estoy lejos de intentar
una acusación colectiva. (…)”63

Sin embargo, para concluir con un llamado de atención a la


sociedad argentina, sustentará lo siguiente:

62
Schmucler, Héctor, “Miedo y confusión (Reflexionar sobre la violencia)”, La
Ciudad Futura, Nº 10, abril de 1988, pp. 11-13. En este extenso artículo
Schmucler reflexiona, a partir del relato de la desaparición de su hijo militante
montonero en el año 1977, acerca de la violencia militar y de la violencia
guerrillera, de la guerra de Malvinas, de los levantamientos militares del año
1987 (Semana Santa) y de la necesidad de autocrítica de la sociedad argentina
en su conjunto. Este artículo se publica en el contexto en que la revista legitima
desde sus Editoriales las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.
63
Ibíd.

65
“(…) ¿Por qué debía la sociedad pagar el mismo terror que los
guerrilleros o que esa amplia franja de la población que simpatizó
con ellos? Los guerrilleros habían contribuido a “naturalizar” la
sangre, habían pugnado por generalizar la guerra, habían aceptado
instrumentalizar la muerte. La guerrilla, antes o después que el
bando armado que los reprimía (no importa el detalle temporal para
el imaginario colectivo), contribuyó a la confusión de los espíritus.
Los guerrilleros y sus represores coincidieron en levantar como
bandera la fuerza liquidadora de las armas. El otro, no merecía
ninguna consideración: había que liquidarlo. Así se había construido
la ofuscación, la intolerancia.”64

Las argumentaciones de del Barco en su Carta Abierta y las


de Schmucler en La Ciudad Futura nuevamente, no merecen
demasiado comentario: su densidad ideológica habla por sí misma.
Es necesario recordar, además, que tras la derrota del EGP,
Pasado y Presente realizó un viraje teórico similar al operado tras el
apoyo a Montoneros hacia 1974 y su consecuente derrota: en esta
ocasión, se pasó del énfasis puesto en la autonomía obrera por
sobre la guerra revolucionaria sin ninguna puesta en crítica de las
posiciones desplegadas. Volveremos a la cuestión de los “dos
demonios” más adelante en el análisis específico de La Ciudad
Futura.

64
Ibíd.

66
LA EXPERIENCIA DE LAS CÁTEDRAS “MARXISTAS”65
Intentaremos esbozar sintéticamente, las características del
proyecto de las que se denominaron a fines de los años ´60,
Cátedras Marxistas, cuyo referente fundamental, Juan Carlos
Portantiero, será conjuntamente con José Aricó, uno de los
intelectuales cardinales de las experiencias de Pasado y Presente
en este período y de La Ciudad Futura en las décadas que nos
interesan en este escrito. En este último período, Portantiero será
una de las figuras más representativas del viraje operado hacia
posiciones conservadoras en el terreno político que comentamos en
páginas precedentes y que trataremos más adelante a través del
proyecto de la revista. Interesará además, dar cuenta del contexto
de surgimiento de esta experiencia como asimismo del proceso
referente a la radicalización política del intelectual que comentamos
en el apartado anterior y en el referente a la publicación de Pasado
y Presente.
Se tratarán asimismo y brevemente, las características de la
universidad como espacio monopolizado históricamente por
sectores oriundos de la clase media, tradicionalmente
antiperonistas, en el proceso de ebullición y movilización social del
período y cómo éste operó respecto a los cambios realizados por
algunos sectores docentes de la UBA. Las experiencia de las
Cátedras forma parte del mismo proceso de acercamiento al
peronismo de vastos sectores de clase media que glosamos
brevemente al analizar el proyecto de Pasado y Presente, como

65
Este apartado es una síntesis razonada de un capítulo de mi propia autoría
titulado “Las Cátedras Nacionales” del volumen en coautoría con Aritz Recalde,
op. Cit. (2007). Los testimonios citados corresponden a entrevistas realizadas
por los autores y se encuentran ampliadas en la referencia señalada.

67
asimismo del operado en relación al marxismo por múltiples
cuadros peronistas.
Ahora bien, la experiencia de las Cátedras Marxistas debe ser
analizada en contrapunto con las polémicas operadas en relación a
las que se denominaron, Cátedras Nacionales, que a nuestro
entender, a la luz de la historia, se presentan como una de las
propuestas históricas de aproximación entre las luchas nacionales,
el peronismo y la universidad más serias del período.
La experiencia de las Cátedras se desarrolló en el período
circunscripto entre el primer cuatrimestre del año 1968 hasta los
años 1971 y 1972 en el marco de la facultad de Filosofía y Letras de
la UBA.66 Las actividades docentes llevadas a cabo a través de
estas experiencias oficiarían como marco para el debate de un
recorte de ideas y planteos en torno al rol de la universidad en
relación a las luchas del pueblo argentino, acerca de cuál debería
ser el rol del docente dentro de una comunidad académica en un
país del Tercer Mundo y su vinculación con las acciones políticas
concretas del pueblo combatiente. Estos debates estarían
cristalizados en el contexto de las clases, a través de publicaciones
y desde la acción concreta de sus integrantes en la política
nacional. El pasaje por las Cátedras de varios miembros de
organizaciones políticas peronistas y de integrantes de corrientes
del pensamiento nacional y de izquierda, iría desarrollando una
66
La experiencia de las Cátedras no es la única propuesta histórica de
acercamiento entre las luchas nacionales, el peronismo y la universidad en la
UBA durante las décadas del cuarenta al setenta. Tampoco y en este sentido,
Filosofía y Letras, ni la UBA tienen el monopolio en relación al resto de las
facultades y universidades nacionales. Tomamos esta experiencia y más allá
de la importancia que tuvieron, a nuestro entender, sobre todo, las Cátedras
Nacionales, como la facultad de Filosofía y Letras, por el hecho de que los
docentes implicados en la experiencia expresaron una de las más originales
concepciones del rol del intelectual, la teoría y la práctica docente existentes en
el período.

68
concepción uniforme de la relación entre teoría y práctica,
conocimiento académico y conocimiento práctico, cultura nacional y
cultura colonial, etc. entre los diversos sectores académicos
cercanos al peronismo. Esta construcción conjunta de acuerdos en
torno a distintas conceptualizaciones oficiaría como una matriz
básica para la defensa y la difusión de una nueva forma de actuar
de los intelectuales en relación a su país y a la política,
implementada en diversas disciplinas y docentes tras el regreso del
peronismo al poder en el año 1973.

69
LA UNIVERSIDAD EN LOS AÑOS ´60
“Razas enteras fueron exterminadas, las praderas se poblaron. Las
selvas vírgenes se explotaron y muchas se talaron criminalmente
para siempre. La llamada civilización entró a sangre y fuego o en
lentas tropas de carretas cantonas. El aborigen fue sustituido por
inmigrantes. Estos eran hechos enormes, objetivos, claros. La
inteligencia americana nada vio, nada oyó, nada supo. Los
americanos con facultades escribían tragedias al modo griego o
disputaban sobre los exactos términos de las últimas doctrinas
europeas. El hecho americano pasaba ignorado para todos. No
tenía relatores, menos aún podía tener intérpretes y todavía menos
conductores instruidos en los problemas que debía encarar. (…) El
conocimiento preciso de la realidad fue suplantado por cuerpos de
doctrina, parcialmente sabidos, que no habían nacido en nuestro
suelo y dentro de los cuales nuestro medio no calzaba, ni por
aptitudes, ni por posibilidades, ni por voluntad.” Raúl Scalabrini
Ortiz67

Durante la década de 1960 se experimentaría una profunda


reformulación de la práctica estudiantil y de la práctica docente
dentro de la universidad marcada por las vicisitudes del afuera
político de la Argentina. La formación intelectual comenzaría a ser
considerada en términos de “herramienta de transformación política”
y las tradiciones intelectuales, entonces, intentarían trastocarse en
relación al ingreso de nuevas corrientes y autores. Lo fundamental
en este marco de acción sería la nueva concepción en torno a que
todo saber debía vincularse con las luchas populares. Hacía 1966,
tras el golpe militar de Onganía, este proceso se aceleró a la luz de
la dinámica de los acontecimientos políticos. La dura represión de
los bastones del onganiato ofició como un catalizador para el
enfrentamiento de estudiantes y docentes con el gobierno. El
ingreso masivo de alumnos provenientes de sectores populares en

67
Scalabrini Ortiz (2001), p. 6.

70
la universidad de 194668, había mediado como un factor interno de
modificación del espacio de formación cultural-ideológica en las
aulas. Esto es, tras los duros acontecimientos de represión
ejercidos por la dictadura y a través del ingreso a la universidad de
actores sociales oriundos del campo popular, se fueron generando
los puentes para el acercamiento de grandes sectores universitarios
al peronismo. Este reencuentro generacional y de clases sociales, a
diferencia de la experiencia de la primer gestión peronista en la
universidad69, tendría como referentes de la juventud a las figuras
intelectuales de la Resistencia, tales como Puiggrós, Jauretche,
Hernández Arregui y Scalabrini Ortiz -partícipes también de la
experiencia de la universidad del primer peronismo- conjuntamente
con nuevas figuras ligadas a la CGTA, tales como Rearte, Ramos,
Ortega Peña, Walsh, entre otros. La juventud comenzaría a
formarse en una tradición cultural que en algunos aspectos, se
diferenciaría del programa del peronismo histórico. La dinámica
propia de la Resistencia y de la guerra popular, serían difíciles de
detener hacia 1973 con el regreso del gobierno popular, cuestión
acelerada por acciones terroristas de grupos de derecha y muchas
veces, de la desconexión de la izquierda del ERP (que seguiría
fogueando la lucha armada) con la realidad nacional. El posterior
enfrentamiento entre la juventud y Perón, habla un poco de esta
experiencia de miles de jóvenes que ingresaron a su vida militante

68
Ver Recalde, Aritz y Recalde, Iciar (2007).
69
Al margen de sus grandes logros a nivel gratuidad y ampliación de la
matrícula a través del ingreso irrestricto, la universidad del primer peronismo
tuvo las limitaciones propias de su ciclo histórico. Al no contar con una
intelectualidad numerosa y orgánica –salvo casos puntuales, tales como Juan
José Hernández Arregui, John William Cooke, Carlos Astrada, entre otros-, el
primer peronismo cedió el manejo de la universidad a la Iglesia que, a
diferencia de las características que comenzaría a cobrar hacia mediados de la
década del ´60, era fuertemente tradicional y ortodoxa.

71
teniendo como referente la figura de un Perón en el exilio
vociferando asiduamente las consignas del socialismo nacional y de
la lucha armada.
En esta universidad (año 1966) copada por sectores de
derecha adictos al mandato del onganiato, como consecuencia de
los miles de docentes despedidos por el gobierno militar, se daría a
nivel institucional un enorme vacío que las nuevas autoridades
llenarían con cuadros intelectuales partidarios del régimen. Muchos
de estos docentes provenían de medios intelectuales vinculados a
la Iglesia Católica, en un contexto histórico en que el mundo
cristiano experimentaba un proceso de radicalización ideológica
tanto en Argentina como en América Latina, que condujo a muchos
sacerdotes y cuadros eclesiásticos de la Iglesia hacia el
“Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo” y hacia la “Teología
de la Liberación.” De la labor movilizada por la Iglesia en las villas
miseria y barrios marginales, surgieron nutridas formas de
participación de movimientos de base, que en la década de 1970,
irán radicalizando paulatinamente sus posiciones en relación a los
gobiernos oligárquicos y proscriptivos antiperonistas. Vinculados a
esta nueva corriente del mundo católico, en el proceso de
intervención militar, ingresaron en la Facultad de Filosofía y Letras
de la UBA, dos docentes que desempeñaron un papel fundamental
en este período y en el proceso posterior de la universidad de 1973.
El ex cura Justino O´Farrel, ocupó la Cátedra de Sociología
Sistemática y Gonzalo Cárdenas -que había estudiado en un centro
teórico de sacerdotes progresistas de la Iglesia Católica en Bélgica-
dictó la materia Historia Social Latinoamericana. Tres años
después, en 1969, O´Farrel fue nombrado Director de la carrera de
Sociología y Cárdenas ocupó la Dirección del Instituto de

72
Sociología. Ambos personajes, que llevaban consigo una pesada
carga político ideológica por ingresar con Onganía, que generó en
un principio el rechazo del movimiento estudiantil, expresaron más
tarde la posibilidad de comenzar a gestar un proyecto de
universidad nacional y popular. A través del ingreso de estos
docentes a la universidad, surgen las Cátedras Nacionales que con
el correr del tiempo irán ampliándose con la acogida de nuevas
figuras (además de Justino O´Farrel y Gonzalo Cárdenas, Alcira
Argumedo, Horacio González, Roberto Carri, Juan Pablo Franco,
Alejandro Álvarez, Guunar Olson, Ernesto Villanueva, Guillermo
Gutiérrez, Jorge Carpio, Néstor Momeño, Norberto Wilner, E.
Pecoraro, Sasa Altaraz, Marta Neuman, Lelio Mármora, Alejandro
Peyrou, entre otros).
El viraje ideológico del estudiantado y el desarrollo de las
organizaciones peronistas en la universidad, marcó una nueva
etapa en las relaciones entre los docentes, los estudiantes y las
luchas populares. En este contexto se forjó rápidamente, como en
una especie de realimentación mutua, la articulación entre el
movimiento estudiantil y los profesores ingresantes. Una nueva
generación de intelectuales con otras propuestas de enseñanza
desde sus formas, sus contenidos y su vinculación con el país, se
hacía presente en la universidad, marcando un hito histórico para la
historia de los intelectuales en Argentina. Asimismo, junto a estas
designaciones en los claustros docentes, fueron nombrados
numerosos grupos de militantes de izquierda ligados a un tipo de
marxismo más a la “europea” (si lo comparamos con el marxismo
en clave nacional del grupo descripto precedentemente), que por
mucho tiempo habían caracterizado al peronismo como un actor
contrarrevolucionario (entre otros, Juan Carlos Portantiero, Héctor

73
Schmucler, Oscar Landi, Isidoro Cheresky, María Braun y Juan
Villareal). Éstas figuras se nuclearon en torno a las denominadas
Cátedras Marxistas. Su orientación programática y el alcance real
de las diferencias con las Cátedras Nacionales puede ser definida
de la siguiente manera, en palabras de Horacio González:70

“El programa de la cátedra de Portantiero era un programa ya


influido por el althusserismo, por toda la filosofía francesa
estructuralista, y las cátedras que hicimos nosotros (se refiere a las
Cátedras Nacionales) eran con un programa historicista
latinoamericanista. De todas maneras, la historia después cruzó de
muchas otras formas estas antípodas. También nosotros
conocíamos los otros temas. La disputa se hizo en términos de
programa a programa, el programa historicista era acusado por los
estructuralistas y viceversa.”

Los sectores de las Cátedras lideradas por Portantiero, verían


a las Cátedras Nacionales como adeptas a un “nacionalismo
retrógrado”, asociado al clericalismo de la dictadura de Onganía y,
por lo tanto, de su mismo negativo linaje político e ideológico. Las
disputas ideológicas y políticas entre ambas cátedras dentro de la
universidad fueron álgidas y conllevaron muchas veces a rupturas
en principio irreconciliables.
Por otro lado, la fortaleza de las Cátedras Nacionales se había
dado, sobre todo, en el contexto altamente represivo del gobierno
de Onganía. Con la caída de Levington en 1971 y la asunción del
general Lanusse a la presidencia, comenzaron a darse también en
la universidad una serie de reformas, como resultado de las
presiones de la época, con el objetivo de instaurar una transición
controlada a la vida civil. Como primera medida fueron abiertos los

70
Para ampliación de referencias ver Recalde, Aritz y Recalde, Iciar (2007).
Las entrevistas fueron realizadas por los autores.

74
concursos para el ingreso de profesores a las cátedras
universitarias. En la Facultad de Filosofía y Letras, el nuevo
interventor, Alfredo Castellán, coordinó el proceso y trabajó para la
sustitución de las Cátedras Nacionales, nombrando jurados
adversos a la línea nacional y popular. La radicalización en términos
ideológicos, las prácticas pedagógicas de este sector y su
adscripción al peronismo, se presentaban como factores
amenazantes para la nueva intervención militar. El resultado de los
concursos digitados por los jurados de Castellán aprobó finalmente
al sector de las Cátedras Marxistas y las Cátedras Nacionales
comenzaron a perder poder en el terreno académico aunque aún
por un extenso período tuvieron hegemonía dentro del movimiento
estudiantil. En palabras de Horacio González:

“Las Cátedras Nacionales terminan institucionalmente cuando


Lanusse pone interventores en la universidad que llaman a
concurso y poco a poco los concursos, influidos por la presencia de
los interventores, van dejando desmanteladas a las Cátedras
Nacionales. El concurso central se llamó en la cátedra de
Sociología Sistemática cuyo titular era Justino O´ Farrell y el titular
que se presenta en concurso es Juan Carlos Portantiero. El jurado
le da la cátedra a Portantiero, que venía con la sociología
gramsciana clásica. (…) Ahí los estudiantes deciden que los
profesores de ambos grupos, de las Cátedras Nacionales y de la
tradición liberal de izquierda, disputen exponiendo sus respectivos
programas ante los estudiantes a la manera de asamblea. Es un
hecho interesante, cada curso debería dictarse en asamblea que
definía que profesores quedaban. Poco a poco los profesores de la
orientación nacional y popular iban perdiendo las elecciones porque
la cátedra oficial era la otra, ningún estudiante elige en una
asamblea una cátedra que no tiene respaldo institucional.”

Por su parte, otra partícipe de la experiencia, Alcira


Argumedo, argumenta, cuándo se la interroga acerca de los motivos

75
por los que la intervención opta por las denominadas “Cátedras
marxistas”, la siguiente opinión:

“Llaman a concurso el cargo para Sociología Sistemática donde se


presenta Justino O´Farrel y Portantiero, en donde lo designaron a
Portantiero. La verdad que en ese caso no fue tan alevoso. Lo cierto
es que, paradójicamente, ellos eran menos peligrosos que el caso
nuestro, donde la militancia y la movilización eran mucho más
grandes y engarzaban mucho más con las movilizaciones externas.
Éramos claramente peronistas y esta izquierda un poquito
intelectual y no tan militante, era menos numerosa y más soportable
“que la barbarie peronista ligada a factores externos, a la CGT, el
Cordobazo o la guerrilla.”

MONTONEROS, FAP Y LAS CÁTEDRAS MARXISTAS


En este período, entre los intentos de fusionar el peronismo
con el marxismo, las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) llevaron
adelante el denominado “Proceso de Homogeneización Política
Compulsiva” (PHPC).71 Montoneros, a diferencia de las FAP, se
abocó a llevar adelante la campaña electoral y a la masificación de

71
Las actividades de las FAP estarían centradas en el objetivo de consolidar la
“alternativa independiente” dentro del peronismo, manteniéndose distantes por
eso, de la campañas electoral de los años 1971 a 1973. La alternativa táctica
adoptada por sectores las FAP no estaría exenta de debates entre sus
miembros que ya habrían experimentado una división en torno al GAN: el grupo
que se queda con el nombre FAP, hará hincapié en la formación de la
alternativa independiente y se abocará a la formación del Peronismo de Base
(PB). Estos se denominarían los “iluminados”; el otro grupo, nacerá hacia el
año 1971 e irá ingresando paulatinamente a Montoneros. Los primeros
llamarían a los segundos “oscuros.” El rótulo de “oscuros” tuvo que ver con una
crítica de los “iluminados” al otro sector, basada en un supuesto giro “popular”
de la ideología de los “oscuros” que estaría arraigado en concepciones
distantes del marxismo. En este contexto, el PHPC implicaba convertir en
marxistas a todos los peronistas a través de un manual de Marta Harnecker, en
el período en que el sector de los “iluminados” crea el Peronismo de Base y se
define como marxista.

76
las fuerzas, que tendió hacia la formación de la estructura de
regionales del año 1973.
Tras la campaña electoral y la llegada de Cámpora al poder,
las exigencias de Montoneros hacia el gobierno electo fueron en
aumento. Las pretensiones de la juventud en relación a los espacios
que debería otorgar Perón a Montoneros, con el paso del tiempo
entraron en conflicto directo con las tácticas del General. El punto
más alto de enfrentamiento entre Montoneros y Perón estuvo dado
por el asesinato de Rucci y la expulsión de la Plaza de Mayo el 1º
de mayo del año 1974. En este proceso podemos observar cómo
Montoneros se distancia de sus posiciones “movimientistas” y
comienza a virar hacia posiciones vanguardistas dentro del
movimiento nacional y en relación a los planteos del líder. La
disputa con Perón era ni más ni menos, que un cuestionamiento a
la forma de distribuir los espacios de poder dentro de la política del
país. En esta disputa, Montoneros profundizó el enfrentamiento
entre la juventud y las conducciones sindicales y en muchos casos,
esta actitud implicó la disputa directa por los espacios de poder con
Perón. Montoneros desde actitudes muchas veces provocativas,
pasó de los cuestionamientos a los sectores “burocráticos” del
movimiento al enfrentamiento frontal con el gobierno. Del
“movimientismo” previo al proceso electoral, Montoneros viró hacia
una trifulca de la conducción del peronismo desde su propia
estructura y por sobre el esquema de mando tradicional. A
diferencia de las FAP, que habían apostado a la formación de una
alternativa independiente con anterioridad a la llegada de Cámpora
al gobierno, Montoneros en un espacio reducido de tiempo, viró del
apoyo a la candidatura de Perón hacia una posición de abierta
disputa de poder. En este contexto, la posición política de

77
Montoneros fue la de radicalizar el proceso revolucionario de la
Argentina y para eso, fue necesario llevar el movimiento justicialista
hacia el socialismo nacional. El marxismo apareció como un
elemento conceptual que dio marco al proceso de superación del
esquema político del país. Algunos grupos dentro de Montoneros no
verían con buenos ojos el viraje hacia posiciones radicales en torno
al líder, especialmente tras la ejecución de Rucci o el
cuestionamiento de algunos aspectos del Plan económico de
Gelbard.
La polémica ideológica dentro del peronismo universitario
avanzó hasta transformarse en ruptura entre una línea próxima a
los mandamientos de Perón (“Lealtad”), y una línea que
cuestionaba los lineamientos políticos planteados por el líder y que
iría delineando un perfil ideológico más característico del marxismo.
Este proceso fue acelerado con la fusión de Montoneros y FAR.
Ligados a algunos miembros de las FAR, varios intelectuales de las
Cátedras Marxistas se acercaron a Montoneros, que aceptó el
ingreso de estos intelectuales de vertiente y trayectoria marxista y
no peronista. En palabras del Rector interventor de la UBA que
asumió tras la salida de Puiggrós y que fue participante de la
Cátedras Nacionales, Ernesto Villanueva, los nuevos miembros de
las FAR estaban:

“Ligados a Roqué que era de las FAR y había formado parte de


Pasado y Presente. Montoneros acepta el apoyo de estos que
nunca adquirirían demasiada influencia en la universidad durante mi
gestión o la de Puiggrós. Las autoridades designadas en este
período eran particularmente peronistas. Los miembros de las
Cátedras Marxistas influyeron más ideológicamente en la
conducción de Montoneros que en la universidad.”

78
La fusión de las FAR con Montoneros, la cercanía de algunos
miembros de la conducción a los postulados del marxismo y la
radicalización de posiciones clasistas, fueron creando el marco
propicio para la justificación de la acción militar de la organización
contra posiciones de otros sectores del movimiento. La violencia de
la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) contra dirigentes de
izquierda haría aún más complicada la posibilidad de detener el
espiral de violencia y militarización de la política. Respecto al
acercamiento de Montoneros al sector de las Cátedras Marxistas, la
continuidad de la lucha armada y su enfrentamiento con Perón,
Argumedo dirá:

“En mayo de 1973 ya empiezan a haber enfrentamientos en el


campo interno de Montoneros acerca del debate que se plantea
después de las elecciones del 11 de marzo: si lo que hay que seguir
adelante es una política militar de cuadros o una política de
organización de masas. Empiezan a discutirse esas cuestiones.
Nosotros planteábamos que la legitimidad de la lucha armada
terminaba el 11 de marzo. A partir de aquí, venía el protagonismo
de masas y el otro sector no estaba de acuerdo en eso. Querían
seguir “teóricamente” profundizando la revolución. Para esta fecha
ya había una oposición a Perón. (…) A su vez, esto iba vinculado
por el hecho si desde el peronismo se podría profundizar la
revolución o si era necesario el marxismo o una alternativa
independiente de la clase obrera para llevar adelante. Y por
supuesto, estaba el lugar del liderazgo de Perón.”

En la misma línea argumental Argumedo sostiene:

“En 1973, con todo este ambiente, Pasado y Presente saca una
carta de apoyo a los Montoneros - la revista estaba ligada más a las
FAR que eran marxistas-. Las FAR aceptan la primacía de
Montoneros y el nombre de Montoneros para el conjunto y desde
Pasado y Presente sacan esta carta. En este momento, muchos de
nosotros estábamos con las FAP y otros con Montoneros. Aquí
ocurría una disputa interna en Montoneros. (…) Desde Montoneros

79
la cuestión con Pasado y Presente residía en su vuelco al marxismo
y por eso, era importante tener el asesoramiento de los sectores
propios del marxismo. Este proceso duró muy poco ya que se
retiran en 1974 cuando la cosa se pone más pesada.”

Respecto a la “retirada” a la que alude Argumedo, podríamos


interpretarla desde, por lo menos, tres puntos de vista: retirada del
país (hacia el exilio), retirada del marxismo (hacia nuevas modas
teóricas y también, hacia un tipo de marxismo en clave
socialdemócrata) y retirada de un modelo de intelectual (hacia el
posibilismo que, tras 1983, será de apoyo al gobierno de Alfonsín).
En el “Editorial”72 del número de Pasado y Presente de apoyo a
Montoneros, la lucha armada y la fusión Montoneros- FAR
(realizada el 12 de octubre de 1973, fecha en que además, Perón
asume por tercera vez la presidencia del país), se establecerá
taxativamente:

“Hoy la posibilidad del socialismo atraviesa el movimiento peronista


y sobre las espaldas de los peronistas revolucionarios recae la
posibilidad de que esa posibilidad no se frustre. (…) La reciente
unificación de FAR y Montoneros, las dos más importantes
organizaciones político-militares, desarrolladas y fogueadas
paralelamente con la profundización de la conciencia de la clase
obrera y de los trabajadores y más particularmente de la juventud,
constituye un hecho destinado a tener una profunda significación en
la historia futura de la lucha de clases en Argentina. Su
trascendencia reside en que, por primera vez, aparece un polo
organizativo revolucionario sostenido sobre una propuesta
estratégica correcta y una gravitación ponderable en las masas.”

Resulta de interés señalar que el énfasis puesto en la


centralidad de la estrategia que Montoneros comenzó a desplegar
en este período (guerra popular prolongada) coincide con la

72
“Pasado y Presente”, Pasado y Presente (Segunda Época), Nº 2/3, julio-
diciembre de 1973, p. 192.

80
consolidación de un gobierno constitucional elegido por las
mayorías populares a través del voto. Esta cuestión no será puesta
en crítica, en términos de qué legitimidad tenía durante el tercer
gobierno peronista en las masas la lucha armada, en el período
posterior de condena radical a la estrategia armada. En el extenso
trabajo de Burgos73 que señalamos en páginas precedentes, se
analiza este período de Pasado y Presente como el de la
“idealización del peronismo.” Creemos que, es necesario aclarar
que ésta no fue del peronismo sino, de la estrategia armada. El
peronismo estaba en el poder y llevaba adelante un programa de
gobierno que, más allá de sus contradicciones, reflejaba los anhelos
populares de justicia social. Pasado y Presente dejaba atrás las
loas vertidas meses atrás a través del documento “Declaración de
apoyo al Frejuli”, y del Editorial titulado “La ´Larga Marcha´ al
Socialismo en la Argentina”74, donde se establecía:

“Estos son, a nuestro entender, los rasgos que definen la


originalidad del movimiento peronista. De un movimiento que, con el
triunfo electoral del 11 de marzo [1973] dio los primeros pasos hacia
una nueva etapa de su historia. Ese día, el peronismo actuó como
síntesis política del conjunto de clases que se opusieron, desde
1966, al proyecto monopolista, cuantificó en las urnas todo el odio
acumulado por el pueblo frente al imperialismo y sus aliados
internos. El pronunciamiento masivo que significó el voto, puso
también al descubierto el error de quienes, desde una izquierda que
salía de la crisis del reformismo y que había logrado una primera
inserción en el movimiento de masas, propugnaron el voto en
blanco, alentando una vana ilusión de pureza programática”.

El quiebre dentro de Montoneros culminó dando lugar a la


ruptura de sectores del grupo de los “leales” a Perón o “Lealtad.”

73
Op. Cit., pp. 208-217.
74
Pasado y Presente (Segunda Época), Nº 1, abril- junio de 1973.

81
Este enfrentamiento, a veces teórico, a veces político, llevó a la
fragmentación del campo nacional en la universidad y, tras la
intervención de Ottalagano y el avance de la derecha a nivel
nacional, al derrumbe de la universidad en su totalidad. Por su
parte, las figuras centrales ligadas a las Cátedras Marxistas que
habían provisto de insumos discursivos a Montoneros, marcharon
hacia el exilio mexicano donde precipitadamente, a través de
nuevos marcos teóricos y alejados de la crítica radical, comenzaron
una nueva etapa intelectual signada por los límites del posibilismo.
Sobre su paso por la universidad del breve período Cámpora- Perón
y sobre el abierto apoyo a la estrategia armada de Montoneros, en
México tendrán poco que decir.

82
DICTADURA: ALGUNAS NOTAS SOBRE ECONOMÍA, CULTURA
E INTELECTUALES

“No hay “tierra de nadie”; lo que no es ocupado por la teoría


revolucionaria permanece ocupado por los mitos del régimen
imperante.” John William Cooke75

El terrorismo de Estado instituido tras el golpe de Estado de


1976 implementó un plan de gobierno basado en la instauración de
un modelo económico que provocó la concentración del ingreso en
un conjunto de grupos económicos locales y transnacionales,
ligados a la renta del capital financiero. Este esquema de
acumulación implicó una redistribución del ingreso a favor del gran
capital sobre el pequeño productor y el trabajador asalariado, a
través de la reducción de los salarios -congelación de salarios y
liberación de precios- y de la apertura económica indiscriminada. El
beneficiado fue el capital extranjero y los grandes grupos
económicos, desarticulando el tejido industrial y destrozando el
esquema del Estado interventor, pilar de una economía centrada en
el mercado interno y la producción manufacturada nacional. Este
proceso generó la expulsión de miles de trabajadores y obró como
una forma de disciplinar el mercado de trabajo, bajando los salarios
de la masa ocupada en un marco de violencia, terror y coacción
impuesto a sangre y fuego. Los objetivos del Estado terrorista
actuaron de manera coordinada, ejerciendo el uso de la fuerza con
el objetivo de desorganizar a las clases subalternas y a su vez,
reorganizar a las clases dominantes sacudidas tras décadas de
movilizaciones populares. La lucha política abierta por el gobierno
militar tuvo entre sus objetivos la lucha cultural con el objetivo claro

75
Op. Cit., p. 179.

83
de destruir la identidad nacional y clasista de los sectores populares
que se había expresado en la defensa del modelo de Estado
interventor y los beneficios obtenidos principalmente durante las
gestiones de gobierno peronista, como punto de partida para
arrasar la alianza social policlasista conformada durante el período
de sustitución de importaciones.
Derrotada prácticamente la oposición al régimen, los sectores
dominantes consolidaron un nuevo patrón de acumulación basado
en la valorización financiera, que garantizaba a su vez, el control
político y social sobre los sectores populares. Los acreedores
externos y el capital concentrado interno -conglomerados
extranjeros y grupos económicos locales- pasaron a controlar
entonces, el proceso económico asentado en la quiebra de la
economía nacional y la sobreexplotación de los trabajadores y en
una férrea subordinación del Estado a sus intereses particulares.
La acción represiva de la dictadura estuvo orientada a
derrotar, lo que en lenguaje estatal se denominó subversión,
categoría que contendría en su interior toda la gama semántica de
prácticas que pudieran actuar como opositoras al régimen
encarnadas en distintos actores sociales -curas, militantes políticos,
sindicatos, obreros, estudiantes, escritores, intelectuales, etc.- y que
tenía como tarea estratégica, desarticular la organización obrera y
popular, pulverizando sus bases materiales. La mira estaba puesta
ante todo, en la destrucción de los movimientos políticos que habían
postulado una transformación social radical, derrotados militarmente
hacia 1975-1976, a través de la acción represiva de la Alianza
Anticomunista Argentina y a través del denominado Operativo
Independencia en adelante. Al mismo tiempo, el brazo armado
estatal además de producir un proceso de fragmentación de los

84
movimientos armados, barrió la organización de la clase obrera en
general y la estructura organizativa de los sectores populares
establecida tras años de resistencia y lucha.
Puede establecerse que el mayor aporte que hizo la dictadura
a los sectores dominantes, fue el aniquilamiento de gran parte de
los cuadros políticos que habían hecho posible la organización y la
movilización de los sectores populares, abortando la lucha social
por el asesinato y el terror. La ofensiva económica, cultural, política
y militar de las clases dominantes rompió de esta manera, el
comportamiento económico y social de la sociedad argentina,
imponiendo otro caracterizado por sus altos índices de exclusión
social, que se continúo y profundizó, tras la apertura democrática de
1983 y los gobiernos subsiguientes.76
Además de hacer un uso de la violencia en formas
desmesuradas, el Estado militar intervino en el manejo y control
oficial de gran parte de los aparatos de formación y reproducción de
la opinión pública y en los distintos espacios de difusión de la
actividad cultural. A diferencia de otras experiencias dictatoriales, la
dictadura argentina de 1976 sistematizó en el aspecto cultural, una
doctrina definible en un conjunto de medidas con fines precisos que
legitimaron su ejercicio del poder,77 y sobre todo, detentó una

76
Fueron presidentes de la Argentina durante las décadas de 1980-1990: el
radical Raúl Ricardo Alfonsín en el período 1983-1989 (renunciando antes de
concluir se mandato), el peronista Carlos Saúl Menem en dos períodos
consecutivos, 1989-1995, 1995-1999 y sin completar su mandato, el radical
Fernando de la Rua en el período 1999-2001.
77
A diferencia de nuestro planteo, Sidicaro en su trabajo “Ideas de cuando las
ideas se mataban”, Babel, Año II, N° 10, Buenos Aires, julio de 1989, pp.14-16,
sostiene que a falta de una ideología sistemática que legitime el ejercicio del
poder, la legitimación del mismo se construyó apelando a situaciones históricas
previas, ancladas en una ideología anticomunista y occidentalista no
cristalizada en una formulación elaborada y sistemática. En la misma línea, se
inscribe de Diego al sostener que, en el ámbito de la cultura, la dictadura no

85
ideología78 que orientó, dio sentido y justificó el accionar del Estado
militar en los distintos ámbitos de la vida social. Como ejemplo,
baste mencionar las operaciones “directrices” en el dictado de
lineamientos de los organismos financieros internacionales del
Imperio, sobre todo el Banco Mundial y el FMI, personalizado en
múltiples consultores nacionales y extranjeros.
La dictadura argentina consolidó un marco ideológico, que no
puede reducirse a determinada tradición nacional puntual o a las
formulaciones ideológicas de algún partido conservador. Es decir, el
sujeto que generó la ideología que hizo posible la vigencia del
sistema de dominación, al margen de que retomó tradiciones
nacionales previas, recién se consolidó en la experiencia de 1976 y
desde lineamientos norteamericanos. No existió un intelectual
capaz de trazar un vínculo entre los intelectuales autóctonos y los
de los países centrales, sino que la construcción de una nueva
ideología provino directamente de afuera, coordinada con insumos
ideológicos locales. Los sectores dominantes recurrieron al golpe
militar como consecuencia de la exacerbada organización popular.

generó una ideología propia, más allá de la reiteración de tópicos de la


tradición católica y antiliberal del nacionalismo de derecha argentino, esto es,
más que generar una ideología nueva, la dictadura de 1976 reinstaló una
cultura autoritaria asentada en nuestra sociedad, consistente en líneas
generales, en la formulación de modelos excluyentes de cualquier tipo de
disidencia. Esta formulación, su desarrollo y profundización en de Diego, José
Luis. ¿Quién de nosotros escribirá el Facundo? Intelectuales y escritores en
Argentina (1970- 1986), Ediciones Al Margen, La Plata, 2001. pp. 118-119.
Creemos, a la luz de las consecuencias que la última dictadura tuvo en nuestro
país, que hipótesis de este tipo deberían ser repensadas a la luz de las
profundas secuelas culturales que aún perviven en nuestra sociedad.
78
La construcción ideológica de las categorías implementadas por la dictadura
fue parte del “laboratorio” político de los regímenes dictatoriales posteriores al
derrocamiento de Juan Domingo Perón: 1955, 1966, etc. El golpe de Estado de
1976, marcó el desenlace político a una propuesta ideológica, política,
económica y cultural que se venía gestando en décadas anteriores.

86
Respecto a los cuadros intelectuales que nutrieron a la
dictadura argentina, podríamos diferenciarlos de la siguiente
manera: por un lado, los intelectuales orgánicos, que provenían y
actuaban dentro del establishment económico y social en la nueva
relación de fuerzas del sistema político de nuestro país, como es el
caso de Juan Alemann o de Martínez de Hoz, entre otros; por otro
lado, el Estado dictatorial, controlado por el capital financiero y por
los grupos económicos locales y transnacionales, fue formando
paulatinamente cuadros propios que, avanzada la dictadura, le
garantizaron el diseño y la implementación del nuevo modelo de
acumulación capitalista, a través de fundaciones tales como
Mediterránea (1977) y CEMA (1979), entre otras, instaladas en
nuestro país con recursos estatales.79 Veremos más adelante
cuáles fueron los cuadros intelectuales que sustentaron las
democracias posteriores, sobre todo el alfonsinismo y el
menemismo del período histórico que intenta cubrir este trabajo. A
esta altura de nuestra argumentación, creemos que va
delineándose certeramente la idea que planteáramos en un
principio en torno a que la “autonomía intelectual“es más una
zoncera académica o un objeto de deseo que una realidad concreta
de la dinámica histórica.

79
La ampliación de esta cuestión puede encontrarse en Basualdo, E. Sistema
político y modelo de acumulación en Argentina. Notas sobre el transformismo
argentino durante la valorización financiera (1976-2001), Editorial Universidad
de Quilmes, 2001., pp. 16 y 32-34.

87
LA EXPERIENCIA DEL EXILIO: LA REVISTA
CONTROVERSIA. PARA EL ANÁLISIS DE LA REALIDAD
ARGENTINA

“Para una generación que nos habíamos formado políticamente en


el destino manifiesto y heroico de un proyecto popular y nacional
intransferible, que habíamos incluido en eso las claras herencias
que nos destinaban, la posterior derrota, las muertes cuantiosas, el
regreso al hogar, las ausencias, las verificaciones, las mutaciones
del alma, nos devolvieron una patria donde ya los años de exilio
también habían trazado distancias impronunciables con respecto a
lo propio.” (Nicolás Casullo, op. Cit., p. 115)

En este breve apartado intentaremos trazar un recorrido por


ciertos ejes o núcleos temáticos que comenzaron a cobrar
visibilidad a través de las páginas de la revista Controversia editada
en México entre 1979 y 1981 y que encontramos cristalizados, a
mediados de la década del ´80, como centros de la agenda de
debate de la revista La Ciudad Futura. Interesará aquí notar cómo
el viraje operado respecto a la función intelectual y a sus objetos de
interés no fue un mero acontecer de fines de la década del ´80 sino
que, tuvo su caldo de cultivo en plena dictadura argentina y en el
caso de los intelectuales vinculados a La Ciudad Futura, en el exilio
mexicano80 y, visto a la distancia, de un modo vertiginoso. Esto es,
aquellas figuras -José Aricó, Juan Carlos Portantiero, Héctor
Schmucler, Jorge Tula, entre los más representativos- que partían
al exilio estrechamente vinculadas al movimiento revolucionario
argentino y a proyectos de la envergadura política y cultural de

80
Señalamos la cuestión de la pertenencia estricta a esta revista porque, otras
figuras cercanas a la misma permanecen en el país, colaboran a distancia de la
misma y editan además, la revista Punto de Vista. El viraje hacia posiciones
conservadoras en el plano político opera en ambos grupos tanto en Argentina
como en México pero, veremos, que en el caso de los intelectuales exiliados,
se produce con una vertiginosidad sorprendente.

88
Pasado y Presente comenzaron a experimentar nuevos rumbos
teóricos y políticos, así como a diseñar nuevos tipos de intervención
cultural y política en un lapso temporal de una brevedad asombrosa.
Tal es así, que a través de los trece números de Controversia, se
observa una suerte de prefacio bien diagramado de las líneas
ideológicas propuestas posteriormente en las páginas de La Ciudad
Futura, en lo referente a la sobrevaloración de la democracia
política, la crisis terminal del marxismo, la asunción de la derrota
como consecuencia inevitable frente a propuestas políticas críticas
de la dependencia, la crítica radical a la militancia previa, entre otras
cuestiones equivalentes tamizadas por la heterogeneidad de líneas
políticas presentes en la revista. Esto es, el proyecto primigenio de
Controversia estuvo pergeñado por la formación intelectual que aquí
interesa, de filiación de izquierda marxista que viró en este período
a un tipo de auto filiación “socialista” a secas, conjuntamente con
algunas figuras de la vertiente de la izquierda peronista como
Nicolás Casullo y Rubén Caletti. Esta misma heterogeneidad será la
causante de la breve duración de la revista motivada por los
debates irreconciliables entre ambas líneas políticas, tal como había
sucedido, salvando las diferencias propias del contexto histórico y
de las figuras partícipes, una década atrás respecto a las Cátedras
Marxistas-Cátedras Nacionales.
El panorama político de los exiliados en México dio lugar al
surgimiento de grupos heterogéneos reunidos por su afinidad
ideológica.81 Por un lado, se encontraba el “Grupo de los reflexivos”
constituido hacia 1977 por Héctor Schmucler, Nicolás Casullo,

81
Los datos que se comentan a continuación están extraídos de una entrevista
realizada a Nicolás Casullo, “Tu cuerpo ahí, el alma allá”, en Boccanera, Jorge.
Tierra que anda. Los escritores en el exilio, Ameghino, Buenos Aires, 1999, pp.
95-119.

89
Sergio Caletti, Carlos Abalo y Jorge Bernetti. Este grupo hacia
1978, se fundiría con otro formado por Miguel Talento, Juan Carlos
Añón, Jorge Todesca, Guillermo Greco y Adriana Puiggrós. En este
espacio se realizarían reuniones semanales de análisis de la
derrota política acontecida en Argentina y de reflexión del ideal
político militar guerrillero, peronista y marxista. Paralelamente, se
organizarían otros grupos peronistas y socialistas. Dirá Casullo
respecto a la heterogeneidad de éstos:

“(…) Unos más ligados a un ideario sindical como el de Pepe


Fidanza, otros más peronistas ortodoxos como el de Mario
Kestelboim y Alcira Argumedo, otros camporistas con Julio Villar, el
Bebe Righi y Rody Gil, otros situados más en la línea del peronismo
revolucionario, y además la Mesa Socialista, donde participaron
Portantiero, Aricó, De Ipola, Nudelman, el Tula, Pedroso y otros.
Hay también grupos marxistas clasistas.”82

Hacia fines del año 1979 el grupo de los “reflexivos” de


dividiría en dos grupos y uno de los subgrupos, compuesto por
Schmucler, Casullo, Caletti, Abalo, Bernetti y Puiggrós participaría
de la edición de Controversia, conjuntamente con los integrantes de
la Mesa Socialista.
La Dirección de Controversia estuvo a cargo de Jorge Tula y
su Consejo de Redacción estuvo conformado por Sergio Bufano,
Carlos Abalo, José María Aricó, Ricardo Nudelman, Rubén Caletti,
Nicolás Casullo, Oscar Terán, Héctor Schmucler y Juan Carlos
Portantiero. El eje que aglutinó en principio a estos intelectuales en
torno al proyecto de edición de Controversia fue de modo central, el
reconocimiento de la derrota del proyecto político en el que se
habían enrolado y la necesidad de reflexionar en torno a él de forma

82
Casullo (1999), pp. 106-7.

90
crítica y superadora. El modo de “superación” tanto de las
posiciones políticas así como de las teóricas, será la piedra de
toque de las rupturas en el interior de la revista, así como las
discusiones en torno al marxismo, el peronismo, los regímenes
socialistas de Europa del Este, focos de reflexión que recorren la
revista. En el Editorial del primer número se afirmaba:

“Muchos de nosotros pensamos, y lo decimos, que sufrimos una


derrota atroz. Derrota que no sólo es consecuencia de la
superioridad del enemigo, sino de nuestra capacidad para valorarlo;
de la valoración de nuestras fuerzas, de nuestra manera de
entender el país, de nuestra concepción de la política”83

EL MARXISMO DEL GRUPO DE PASADO Y PRESENTE


AGONIZA

La derrota del proyecto revolucionario a nivel nacional y su


consecuente, en los miles de muertos y en la desarticulación del
campo popular, de su forma de organización política y cultural,
producto del terrorismo de Estado sería procesada en el exilio por
los intelectuales de Pasado y Presente a través de una estrategia
tendiente a diseñar un modo de pensar y hacer política distante del
marxismo típico de su militancia pasada en la nueva izquierda y
sujeta a las nuevas agendas teóricas y políticas importadas de
Europa y Estados Unidos. Las posiciones previas que habían
guiado el hacer de estos intelectuales comenzarían a ser revisadas
desde una óptica de corrosión de la batería marxista en bloque, que
había funcionado como marco teórico de criticidad para abordar la
realidad periférica de la Argentina, conjuntamente con una selección

83
“Editorial”, Nº 1, 1979, Controversia. Para el análisis de la realidad Argentina,
México.

91
y relectura de pensadores marxistas, tales como el italiano Antonio
Gramsci84 en clave socialdemócrata, en consonancia con los
nuevos vientos políticos que soplaban desde Europa. Aricó en el Nº
185 de la revista plantearía la cuestión de la revisión de la teoría
marxista a través de los siguientes argumentos:

“¿No es hora ya de que los marxistas acepten los riesgos de una


polémica que se les impone más allá de sus recatadas
perplejidades o de sus obtusas resistencias? ¿No ha llegado el
momento de comenzar a deshacer un enredo que amenaza
conducir a una situación sin salida?”86

La pregunta, borrado ya hacia 1979 del discurso el nosotros


inclusivo (léase: “que los marxistas acepten”), funcionaba como una
advertencia para el universo de la izquierda a nivel nacional y con
proyecciones internacionales:

“El debate actual parte de la trágica realidad de un proyecto que se


ha realizado de forma tal que ha puesto en cuestión el significado
mismo del socialismo. (…) Si hoy resulta imposible formular una
idea deductiva del socialismo, para que oficie de guía intelectual y
moral del movimiento, si el socialismo por el que combatimos debe
84
La filiación gramsciana del grupo aparece condensada en las referencias
explícitas de los nombres de los proyectos editoriales, tanto Pasado y Presente
como La Ciudad Futura. El recorte teórico, la puesta en foco como asimismo, la
interpretación de Gramsci, sufrieron variaciones respecto a los intereses
políticos del grupo en sus distintas etapas. No ahondaremos en esta cuestión
que, estimamos, podría ser analizada en un trabajo futuro.
85
Dirá Kohan en la reseña del volumen del libro ya señalada en lo referente a
la producción de Aricó: “Durante el exilio, Aricó aprovecha para investigar.
Produce dos excelentes estudios: una extensa introducción a Mariátegui y los
orígenes del marxismo latinoamericano (junio de 1978) y Marx y América Latina
(marzo de 1980). Ambas relecturas seguían inspirándose en la heterodoxia del
marxismo. (…) La reflexión teórica de alto vuelto sobre Marx, Mariátegui y el
socialismo latinoamericano no tuvo equivalencia cuando se trataba de
cuestiones políticas más mundanas.”
86
Aricó. José, “La crisis del marxismo”, Controversia. Para el análisis de la
realidad Argentina, Nº 1, México, 1979, p, 2.

92
validarse en el examen en las virtudes pero también en las lacras
del socialismo “real”, es preciso abandonar retórica y moralismo
para abordar serenamente los efectos de una crisis de la teoría y de
la practica del movimiento socialista. Porque es difícil de sostener
que la fenomenológica concreta de las sociedades
posrevolucionarias, con sus acentuados rasgos autoritarios y
burocráticos, no cuestiona directamente el pensamiento marxista”87

En la misma línea, continúa Aricó, prefigurando la indagación


de un nuevo “socialismo” que será agenda de La Ciudad Futura:

“(…) Solo a través de su critica despiadada y radical podemos


sostener la esperanza y la voluntad de lucha por otro tipo de
socialismo, aún inédito. (…) No tenemos otra realidad a la que
aferrarnos si queremos permanecer en la historia.”88

Los debates en torno al socialismo estarán fuertemente


vinculados con las discusiones en torno a la revalorización de la
cuestión democrática a la luz de las experiencias de los socialismos
reales a nivel internacional y del terrorismo de estado en el plano
nacional. El contexto de producción de estos nuevos discursos era
México, un país que en ese período recibía a exiliados de distintas
naciones latinoamericanas y donde se experimentaba el aluvión de
los debates acerca de la crisis del marxismo a nivel europeo, que
fue recepcionada en Latinoamérica en el marco de la derrota de los
proyectos de cambio.89

87
Ibíd.
88
Ibíd.
89
Un trabajo de Paramio y Reverte dio entrada al tema de la crisis del
marxismo como cuestión central en las páginas de Controversia. Se trata de
Paramio, Ludolfo y Reverte, Jorge, “Razones para una contraofensiva”,
Controversia, Nº 1, 1979, México, p. 12. A modo ilustrativo, citamos: “Suponer
que el único marxismo “verdadero” es el marxismo “revolucionario”, el de
quienes rompen con la II internacional (…) no es sostenible. El reformismo es
también una lectura de Marx, independientemente de la opinión política y
teórica que pueda merecernos. Pues bien, una vez que recordemos algo tan
elemental nos será fácil comprobar que el marxismo reformista no está en
crisis.”

93
En la reconsideración de la problemática de la democracia se
basaba la apuesta por un nuevo socialismo. Los intelectuales de La
Ciudad Futura irían colocándose a través de Controversia como el
polo modernizador de un tipo de socialismo “renovado” a la luz de
las nuevas modas políticas europeas. Así, Portantiero planteaba en
el Nº 11 de la revista, la necesidad de interrogarse sobre la relación
entre democracia y liberalismo y democracia y socialismo:

“La identificación entre democracia y liberalismo (y por esa vía entre


democracia y capitalismo) suele aparecer como un dato no
cuestionado tanto para los mismos liberales como para parte de las
izquierdas: sea la socialdemocracia (...) sean aquellos que con el
calificativo de burguesa niegan toda raigambre popular al concepto
de democracia y lo relegan como un capítulo de la historia de las
clases dominantes. Históricamente, sin embargo, las cosas fueron
diferentes; la democracia no es un dato que necesariamente surge
de una estructura sino que es una producción social. Ni la
democracia formal es coextensa con el capitalismo, ni la
estatización de los medios de producción genera automáticamente
a la “verdadera democracia”, la democracia es, por el contrario, una
construcción popular (…) todo el resto: valores e instituciones que
se asocian con la democracia (...) configuran conquistas políticas e
ideológicas arrancadas a través de las luchas populares.”90

Desde esta nueva configuración ideológica comenzará a


diseñarse el espectro teórico y político que veremos funcionando
posteriormente como insumo discursivo del alfonsinismo a través de
La Ciudad Futura. El argumento en torno a la asunción de la
democracia como única plataforma para la construcción del
socialismo y como terreno estratégico para el proceso de
transformación de la sociedad argentina no estará exento de críticas
hacia el seno mismo de la revista y a través de los intelectuales del

90
Portantiero, Juan Carlos, “La democracia difícil. Proyecto democrático y
movimiento popular”, Controversia, Nº 11, México, p. 6.

94
ala de la izquierda nacional. En el Nº 9 de Controversia, Nicolás
Casullo y Rubén Caletti, sostendrán:

“El primer aspecto que llama la atención en este sentido es que el


nuevo discurso socialista no emerge de un análisis sobre la
presencia del llamado socialismo y sus variantes en nuestro
reciente pasado nacional. (...) Cada una de sus versiones, cada una
de sus nuevas teorizaciones nacieron y buscaron instalarse en el
escenario político nacional a partir del impacto producido por las
ideas que otras realidades generaban: adaptaciones y traslaciones,
antes que elaboraciones de interrogantes y respuestas nacidos
desde nuestra propia encrucijada nacional.” 91

Todo el artículo será una crítica nada consecuente al viraje de


los intelectuales que luego fundarán La Ciudad Futura, del
socialismo revolucionario hacia posiciones que defendían los
procedimientos de la democracia formal, sin tener en cuenta la
complejidad de lo que sería la reconstrucción de la democracia en
Argentina y copiando los modelos de los países centrales poco
propicios para razonar la realidad de los países periféricos. Es dable
aclarar que Controversia fue una de las publicaciones más ricas del
período en términos políticos y teóricos, en la medida en que
englobó la reflexión en torno a las cuestiones acuciantes de la
coyuntura: la problemática de las organizaciones armadas, el
peronismo, el marxismo, la democracia y la cuestión nacional y la
crisis que experimentaba el campo de la izquierda a nivel
internacional.

91
Casullo, Nicolás y Calleti, Rubén, “El socialismo que cayo del cielo”,
Controversia, Nº 9, México, p. 7.

95
PALABRAS PRELIMINARES: EL GRUPO DE PASADO Y
PRESENTE EN LOS ´80

La década de 1980 estuvo signada, en líneas generales, por


la derrota política y cultural de las clases subalternas acontecida a
través de la dictadura militar y posteriormente y con otras
características, durante la instauración democrática iniciada en
1983. En este contexto comenzó a conformarse en la sociedad
argentina, lo que podríamos denominar como una nueva política de
la “democracia moderna pos guerra fría”, centrada en el replanteo
de las relaciones sociales y políticas de nuestro país, propias del
período comprendido entre las décadas de 1940 a 1970. Durante la
década del ´80 se trasformó abruptamente la relación entre los
intelectuales y la política, produciéndose una redefinición de sus
funciones y de su vinculación con el poder en Argentina. Esta
mutación y cooptación se llevó a cabo en gran parte del campo
cultural y en las instituciones académicas y tuvo como correlato, en
la zona específica del campo intelectual que aquí interesa, la
redefinición de la tarea intelectual y de la política misma, que
entrados los años ´90 sería conceptualizada desde el prisma
neoliberal.
La recolocación de las nuevas identidades intelectuales en la
red conformada por las nacientes relaciones institucionales, haría
de la política una tarea de tecnócratas e ideólogos del modelo del
“fin de la historia.” El auge de este modelo supondría, en el contexto
de una historia que no culminaba sino que, por el contrario,
continuaba andando vertiginosamente, un tipo de consumación bien
concreto: el fin de la historia de las políticas inclusivas para las
mayorías a través de la justificación de las reformas para las
minorías. Con la clausura de los ´80 y a partir de los ´90 cualquier

96
propuesta alternativa de redistribución de la renta o de oposición
político-cultural al programa neoliberal sería tildada de “arcaica” o
“setentista” por los nuevos intelectuales de la “modernización” y de
la “democracia” sin adjetivos. Su transformación ideológica no sería
azarosa sino que se encuadraría como parte de la derrota política y
de un paulatino proceso de transformismo a nivel nacional, que
implicó agudas mutaciones en el grupo de Pasado y Presente, así
como en los partidos populares mayoritarios de nuestro país.92
Resulta ventajoso para examinar el proceso de transformación de la
sociedad argentina de la década del ´80, como asimismo para
analizar la mutación de este colectivo intelectual, la utilización del
concepto gramsciano de “transformismo.” A través del mismo,
podemos vislumbrar un proceso por el cual los dos partidos
mayoritarios de la vida política nacional, el radicalismo y el
peronismo, fueron cooptados a través de su dirigencia, a favor de
los intereses de los grupos dominantes. Para controlar a los
sectores populares, estos grupos desarrollaron una estrategia
negativa que no consistió en generar un consenso directo, sino en
“descabezar” a los sectores populares, desarticularlos, y
desorganizarlos a través de sus dirigentes y de aquellos
intelectuales que habían actuado en la historia reciente a su favor.
Este rasgo fundamental operó en los ´80 en el grupo de Pasado y
Presente.
El modelo social instaurado por el terrorismo de Estado
desplegó nuevas relaciones de dominación, en las que los
intelectuales de izquierda, se inscribirían, interpretarían y actuarían
de manera disímil: desde la crítica, la resistencia y la militancia
92
Para la ampliación de este tema ver Campione, Daniel y Gambina, Julio C.
Los años de Menem. Cirugía mayor, Centro Cultural de la Cooperación,
Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, Buenos Aires, 2003.

97
típica de las décadas pasadas, a posturas flexibles, complacientes,
orgánicas y funcionales al nuevo modelo de dominación. Los
derrotados ´80 se dispusieron como un campo de lucha ideológica
en torno a la significación del pasado reciente y a las posibilidades y
perspectivas de acción sobre un presente sombrío como plataforma
de construcción del futuro.
En la medida en que todo planteo ideológico o programa
cultural debe interpretarse en relación a las implicancias concretas
que desarrolla en el campo político, inscriptos en el contexto
material y simbólico de la naciente democracia, los intelectuales de
La Ciudad Futura comenzaron a abogar por un tipo de práctica
intelectual acomodaticia a los regímenes políticos de turno,
caracterizados por un contenido netamente antipopular y por el
ejercicio de un tipo de política generalmente esquiva a
problematizar o generar un cuestionamiento real del modelo social y
de sus desigualdades. Como observaremos previamente, estas
posturas pueden rastrearse tras el largo proceso de autocrítica de
su pasado político efectuado hacia 1978 en el exilio mexicano.
Condenando fuertemente la militancia de las décadas del ´60-´70,
ya en la Argentina, aceptaron y contribuyeron a poner en circulación
la “teoría de los dos demonios” que operó en aquellos años por los
intersticios de la sociedad y que impuso una supuesta extensión de
las culpas del terrorismo de Estado a las organizaciones guerrilleras
(algo referido a esta cuestión adelantamos en el apartado relativo a
la significación que se le otorgó a la participación en experiencia del
EGP).
Asimismo, cuestionaron duramente a la izquierda, ya sea en
su variante tradicional -sobre todo al Partido Comunista-, como a
toda la gama de la izquierda nacional -Montoneros y organizaciones

98
peronistas aledañas- analogándolas, muchas veces al accionar
violento de los militares en el poder tras el golpe de 1976. En su
lugar instalaron las consignas de cambio social y utopía
transformadora de las organizaciones militantes de 1970, como
terreno de lo imposible, a favor de una “utopía” sensata y
conformista, circunscripta a los vaivenes de la política neoliberal de
las democracias argentinas.
A diferencia de la concepción acerca de la función de la
cultura sustentada en los años ´70, su revisión del pasado no sería
una estrategia tendiente a modificar los modos de actuar sobre el
presente para construir un porvenir con justicia social. El pasado
político, veremos más adelante, debería ser olvidado en bloque y
las tácticas ideológicas y conceptuales utilizadas tenderían hacia la
tarea de tornarlo olvidable. El intelectual como portador de las
herramientas críticas puestas al servicio de la corrosión del sistema
de dominación y dependencia, sería considerado un modelo
anacrónico. Por el contrario, estos intelectuales se convertirían en
formadores de consenso a través de la aglutinación del discurso de
la dominación, llamando “globalización” al imperialismo, “desafíos
de la democracia” al modelo de las mafias y el genocidio y
“gobernabilidad” a la garantía de implementación del programa del
gran capital. Su discurso ideológico sería funcional a la
implementación de los ajustes estructurales del Estado y del sector
privado perpetrados durante estos años.
La nueva concepción de lo “político” a través de la pretendida
defensa de la democracia, abandonaría la idea de la política como
herramienta para la resolución de intereses estructuralmente
antagónicos y por el contrario, éstos últimos serían puestos en
segundo plano ante el supuesto “fin de la lucha de clases y de la

99
historia universal”. Se abandonaba al pasado la concepción
marxista de la política como ejercicio de la lucha por la ruptura de
las relaciones de dependencia. La política como una forma de
generar proyectos para disputar poder en cada ámbito de la
sociedad.
Manteniendo la identidad de izquierda (a fuerza de
retransformar totalmente su contenido), el grupo de Pasado y
Presente buscaría integrarse al poder, ajustarse a sus engranajes,
produciendo insumos discursivos tendientes a sostenerlo y
ejecutarlo. Asesores algunos durante el gobierno de Alfonsín,
críticos light del menemismo, promoverían luego el triunfo de la
Alianza y ocuparían cargos estratégicos en espacios académicos de
las universidades públicas desde donde su modelo de accionar
intelectual tendría un fuerte impacto en la formación universitaria de
las nuevas generaciones nacidas a la vida estudiantil y política entre
los escombros de un proyecto de cambio fracasado.

100
LA CIUDAD FUTURA. REVISTA DE CULTURA SOCIALISTA

“(…) Muchos exiliados volvimos pensando que acá íbamos a tener


un porvenir en la cultura, que se nos iba a utilizar. Pero nada de eso
pasó. (…) Aquí el que no se sometió al estatus radical o al
menemista, no ha tenido ninguna participación. Yo he sido
absolutamente discriminado y silenciado, quizá porque no estaba
dispuesto a transar.” Osvaldo Bayer93
.
"Luego ocurrió que la represión golpeó ciegamente. Todos callaron.
O mejor, se reunieron para charlar de otras cosas, de la buena
mesa, por ejemplo, en el desencanto. ¿Por qué no fundar una
revista entonces?" Toni Negri 94

En el mes de agosto de 1986 sale el primer número de La


Ciudad Futura. Revista de Cultura Socialista como materialización
y consolidación de la agenda de debates y del proyecto ideológico
que sus integrantes venían desarrollando en el exilio mexicano que
los aglutinó en su mayoría, como asimismo en torno al Club de
Cultura Socialista. En páginas precedentes realizamos un breve
repaso por el proyecto editorial plasmado en la revista Controversia.
Restaría señalar cuáles fueron las organizaciones que las figuras
centrales de La Ciudad Futura transitaron durante su itinerario por el
exilio.
La compleja realidad política y organizativa del exilio
mexicano dio lugar principalmente a dos organizaciones, por un
lado, la Comisión Argentina de Solidaridad (CAS), creada en los
primeros meses de 1975, y por otro, el Comité de Solidaridad con
el Pueblo Argentino (COSPA), fundado en 1975 y fuertemente

93
Ángel, Raquel, “Los caminos de la complicidad”, entrevista a Osvaldo Bayer,
en Rebeldes y domesticados (Los intelectuales frente al poder), El Cielo por
Asalto, Buenos Aires, 1992.
94
Negri, Toni. El Tren a Finlandia, Colección Ensayos, Ediciones Libertarias,
2004, pp. 263

101
vinculado a Montoneros. Posteriormente se fundaría también “La
Coordinadora de Derechos Humanos.”95 Estos espacios además de
cumplir una función de denuncia contra el genocidio de la dictadura
y de trabajar en defensa de los derechos humanos fueron lugares
de debate político en torno a la historia reciente. La CAS agrupaba
a exiliados de diversas procedencias políticas, desde la izquierda
independiente, hasta radicales y peronistas, y se abocaba
fundamentalmente a recibirlos, solucionar problemas y realizar una
labor de denuncia acerca de las violaciones a los derechos
humanos que se estaban aplicando en Argentina. En el COSPA,
dirigido por Rodolfo Puiggrós, con similares funciones, se nucleaban
en su mayoría, miembros de Montoneros y algunos del ERP. Esta
organización96 institucional de los exiliados fue desgajándose
paulatinamente y muchos de sus miembros fueron integrándose a la
CAS que, de este modo, terminó siendo la organización principal del
exilio.
En octubre de 1976, los intelectuales del grupo de Pasado y
Presente exiliados en México rompen con el COSPA y participan de
la fundación de la CAS. En este espacio de discusión política
comenzó a prefigurarse la agenda de debates centrada en tres ejes
que consideraremos fundamentales y que aparecerán claramente
en La Ciudad Futura: la consolidación del proyecto democrático y
sus relaciones con el “socialismo”, la crisis del marxismo y el
95
Bernetti y Giardinelli sostienen que esta coordinadora en rigor “nunca llegó a
ser un organismo sino sólo una instancia de funcionamiento”, y que se nutría
de “representantes del COSPA y de una docena de otros grupos del exilio.”
Bernetti, Luis y Giardinelli, Tempo. México: El exilio que hemos vivido. Memoria
del exilio argentino en México durante la dictadura 1976-1983, Universidad
Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2003.
96
El operativo de retornar a la Argentina para continuar la lucha armada que,
diezmada la guerrilla, lanza la dirigencia de Montoneros desde el exilo en el
año 1979, generó grande debates y disidencias hacia el interior del COSPA. A
este operativo de lo denominó “Contraofensiva.”

102
armado de una imagen del pasado reciente centrada en el ataque a
la militancia revolucionaria, la lucha armada, la imposibilidad de
cambios profundos y la asunción de la derrota como modelo de
accionar futuro. De regreso del exilio tras la apertura democrática
del año 1983, el grupo de Pasado y Presente comenzará a
consolidar estos ejes de debate, paralelamente a que sus
integrantes ocuparán espacios institucionales, algunos en la gestión
del gobierno radical y los más como aliados del gobierno, en
cátedras de la Universidad de Buenos Aires. Estos espacios fueron
los lugares donde se construyó su legitimidad como colectivo
intelectual del momento, conjuntamente con los espacios editoriales
desde donde expondrían sus ideas -La Ciudad Futura y Punto de
Vista- así como a través del Club de Cultura Socialista. Desde aquí,
se lanzaron a la escena pública como portavoces de la
intelectualidad de izquierda autorizada y excluyente en su selección
de interlocutores legítimos para pensar la cuestión nacional y
delinear líneas de acción referentes a la misma.

CORPUS Y FIGURAS RECURRENTES


Esquemáticamente, el recorte del corpus de ejemplares de la
revista que realizamos para este escrito corresponde a los números
publicados durante las décadas del ´80 y del ´90. En este lapso, se
publica un corpus de un total de 44 ejemplares: 17 números en la
década del ´80 que van del Nº 1 de agosto de 1986 al Nº 20 de
diciembre de 1989 (algunos salieron conjuntamente en un mismo
ejemplar, por eso la discontinuidad numérica); y 27 ejemplares en la
década del ´90, desde el Nº 21 de febrero- marzo de 1990 hasta el
Nº 49 en la primavera de 1998. El Nº 50 aparece recién en la

103
primavera- verano del año 2001, pues en el intervalo que va del año
1999 al 2000 la revista no se publica.
Respecto a la permanencia y a la variación de las figuras en la
revista, ofrecemos el siguiente esquema de continuidades- rupturas
que es ilustrativo de ciertas permanencias de lo que, a lo largo del
escrito denominamos como “núcleo duro” de este colectivo
intelectual que designamos como grupo de Pasado y Presente en
los años ´60 y ´70 y colectivo intelectual de La Ciudad Futura en los
´80.

DÉCADA DE 1980

En esta década los Directores de la revista tendrán


continuidad: José Aricó97, Juan Carlos Portantiero y Jorge Tula.
Variarán las figuras del Consejo de Redacción y del Comité
Editorial. La permanencia en la dirección marcará la línea ideológica
de continuidad del “núcleo duro” de la revista. Gráficamente:

NÚMERO 1

Consejo de Redacción
Sergio Bufano
Jorge Dotti
Ricardo Ibarlucía
Héctor Leis
Osvaldo Pedroso

Comité Editorial
Carlos Altamirano
Emilio de Ipola
Rafael Filippelli
Julio Godio
Oscar R. González
Jorge Kors
97
Aricó muere en el año 1991 cuando la revista va por la publicación del N° 30-
31.

104
Carlos Kreimer
Jorge Liernur
Marcelo Lozada
Ricardo Nudelman
José Nun
Juan Pablo Renzi
Sergio Rodríguez
Daniel Samoilovich
Beatriz Sarlo
Oscar Terán
Hugo Vezzetti
NÚMERO 2 constante sin variaciones

NÚMERO 3

CE
Se va Osvaldo Pedroso

NÚMERO 4, 5 y 6 constantes sin variaciones

NÚMERO 7
CR
Nuevas figuras:
Javier Artigues
Javier Franzé
Antonio Marimón
Gustavo Merino
Guillermo Ortiz
Héctor Leis pasa al CE y desaparece Ricardo Nudelman

NÚMERO 8- 9 constantes sin variaciones

NÚMERO 10
Se va Dotti al CE y se agrega Godio que viene del CE.

105
NÚMERO 11
CE
Se van: se van Altamirano, Rodríguez, Liernur, Samoilovich, Sarlo y
Vezzetti.

NÚMEROS 12-13-14,15, 16, 17, 18, 19, 20 constantes sin


variaciones

DÉCADA DE 1990

NÚMERO 21
Nuevas figuras en CR: Julián Gadano, Miguel Ángel, Ernesto
Semán y Pablo Semán.

NÚMERO 22
Nuevos en CR: Fabián Bosoer, Fabián Bosoer, Marcelo Leiras. Se
va Merino.

NÚMERO 23-24
CE: se agrega Marcelo Lozano, se van Leis y Lozada.

NÚMERO 27
CR: se agrega Hugo Farusi

NÚMERO 29
CR: se agrega Roberto Gargarella

NÚMERO 30-31
CR: se agrega Pedroso, se van Farusi y Gargarella

NÚMERO 34
CE: vuelve Lozada y se va Lozano

NÚMERO 36
CE: se va Renzi

106
INTELECTUALES DEL COMPROMISO CON LA DERROTA
“(…) Reniego, dice el intelectual trágico argentino, porque
alegóricamente ya morí con Rodolfo Walsh y ahora me queda
desandar un camino, desmentirme.”98

Es importante sentar posición en torno a la cuestión del


compromiso del intelectual con los proyectos de cambio en un país
dependiente y subdesarrollado, en tanto en los derrotados años ´80
se ha producido inmensidad de debates y de bibliografía en torno al
mismo. El retorno a la institucionalidad democrática -hablar de
“democracia” a secas, resulta a luz de la historia, excesivo- tras el
repliegue de la dictadura, aconteció en medio de un contexto
arrasado por políticas conservadoras aplicadas en los distintos
ámbitos de la vida social: economía, cultura, militancia, sindicatos,
partidos políticos y organizaciones populares. La devastación del
campo de la cultura, con desaparecidos, exiliados, políticas de
ajuste económico, imposición ideológica, colonización cultural y
disciplinamiento no tuvo parangón en ningún otro período de
nuestra historia nacional.
Durante la década del ´80 y de manera creciente en el período
que va, desde la instauración de la legalidad democrática en 1983
hasta el derrumbamiento de la “primavera” alfonsinista en 1986,
salieron a la luz múltiples debates acallados por la censura
precedente efectuados tanto en nuestro país como en el exilio y
nuevas agendas de discusión en torno al sentido del fracaso político
reciente y de la participación tanto personal como colectiva en lo
sucedido. Los conocidos argumentos de autocrítica en la línea del

98
González, Horacio. “El intelectual argentino. De Lugones a Portantiero”, El
Porteño, Buenos Aires, marzo de 1988, pp. 77-79. Este fragmento de
González, reformulado, ha servido de leiv motiv para el título de este escrito.

107
“qué hicimos”, “cómo nos equivocamos tanto”, entre otros,
proliferaron como maneras de tornar comprensible, tolerable y
certera la asunción de la derrota política. En este reencuentro de los
intelectuales con la esfera pública posdictatorial, los intelectuales de
La Ciudad Futura formaron parte del proceso de resignificación de
las luchas sociales previas a 1976. A continuación realizaremos
algunos comentarios al respecto.

NOSOTROS LOS SOCIALISTAS


Preanunciando el proyecto de la revista, en el Editorial del Nº
1 se establece:
“La Ciudad Futura aspira a ser un terreno crítico de confrontación
de las distintas voces que animan un proyecto de reconstitución de
la sociedad argentina sobre bases democráticas y socialistas. Se
concibe, por tanto, como una de las formas de organización de una
presencia cultural de izquierda, que en las condiciones del país y
del mundo requiere un profundo y radical cuestionamiento de toda
su tradición y sus instrumentos de análisis. (…) El ideal socialista y
la cultura de izquierda están en crisis; es hora ya de reconocerlo si
se quiere salvar al socialismo como proyecto y como movimiento.”99

Las distintas voces a las que refiere el párrafo citado


quedarían subsumidas a unas pocas: las propias. Afuera quedaban
la izquierda tradicional, la izquierda nacional, el peronismo como
asimismo las voces disonantes respecto al apoyo incondicional al
alfonsinismo. Sin embargo, se argumentaría en el mismo editorial:

“No somos alfonsinistas, ni radicales, ni socialdemócratas. Somos


simplemente socialistas que tenemos una convicción compartida.
(…) Procuraremos ser un elemento activo de la construcción de una
democracia social avanzada no porque hayamos renunciado a

99
Editorial “La Ciudad Futura”, La Ciudad Futura, Nº 1, agosto de 1986, p. 3.

108
nuestros ideales socialistas, sino porque es la única forma de
mantenerse fiel a ellos.”100

La negación de la inscripción en la socialdemocracia y en el


alfonsinismo se verá desmentida en los números posteriores que,
además, darán cuenta de las características de los nuevos ideales
socialistas post años ´70. Tres cuestiones fundamentales destacan
en el fragmento del Editorial citado: izquierda en crisis, democracia
y socialismo, tópicos que con ciertas variaciones de coyuntura,
veremos sucederse obsesivamente en la revista y que por sí
mismos no expresan más que un estado de la cuestión bastante
obvio respecto al período post dictatorial y a la situación
internacional de las izquierdas en el contexto de los años ´80.
Observamos en páginas precedentes que el pasaje del paradigma
revolucionario hacia el democrático había comenzado a delinearse
a través de las plumas de este colectivo intelectual a fines de los
años ´70 en el exilio mexicano, esto es, sin su correlato concreto en
la Argentina sino, en términos de proyecto con posibilidades de ser
puesto en marcha. La reapertura democrática de 1983 concretizará
aquellos posibles y aquí jugarán, en términos pragmáticos, las
voces de algunos integrantes del núcleo duro de la revista. Será
fundamental, entonces, examinar los tópicos señalados a la luz de
su inserción concreta en el campo intelectual y político argentino,
donde cobran su real significación. Ahora bien, ¿se plasmaba en la
revista el ideal de confrontación de distintas voces dispuestas a
reconstituir la nación sobre las bases preanunciadas? Vasta
corroborar la permanencia de la línea editorial (materializada en la
continuidad de los directores en el período que aquí analizamos)
como asimismo, examinar los virajes políticos e ideológicos

100
Ibíd.

109
operados en cada uno de ellos para poder hipotetizar que la
mentada confrontación pluralista no pasaría de ser un slogan.
Veremos que lejos de constituirse como espacio de confrontación
de voces disímiles, La Ciudad Futura reunió en sus páginas a
intelectuales preocupados por discutir y legitimar en la sociedad una
agenda de debates bien definida que funcionó como filtro de
exclusión para cualquier voz disonante101 a los mandatos de la
modernización neoliberal del Estado preanunciada por el
alfonsinismo y consolidada por la gestión del presidente Menem,
como asimismo del ajuste de cuentas con el pasado político
reciente y con el marxismo. No encontramos en la revista
formulaciones críticas respecto de la dependencia de nuestro país,
ni análisis de la economía del período vinculados con sus
consecuencias sociales en la exclusión y el desempleo que
comienzan a ahondarse en estos años. Esto es, la imagen respecto
a la realidad nacional que el lector puede formularse a través de la
lectura atenta de la revista entra en contradicción las más de las
veces con lo real en términos históricos o con análisis críticos del
subdesarrollo y la regalía nacional que sumiría al país a un nuevo
colonialismo. O mejor, los intereses que guían los análisis y las
interpretaciones de la situación nacional no se condicen con lo que

101
Un hecho fundamental que contribuye a nuestra hipótesis será el
distanciamiento del grupo de la revista Punto de Vista y de otras figuras a
causa de las desavenencias respecto a la posición que tomará la dirección de
La Ciudad Futura en torno a las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.
Trataremos esta cuestión más adelante. De todas formas, creemos, que la
línea ideológica del núcleo duro de la revista marcará de antemano la
colaboración o participación de los intelectuales en el proyecto editorial. Esto
es, aquellas figura que tras la dictadura mantuvieron una línea ideológica
consecuente con su adscripción a la izquierda en su vertiente tradicional o
nacional, no participaron de hecho. Vale esta aclaración en la medida en que el
grupo de Punto de Vista renegará del alfonsinismo exacerbado de la dirección
pero, en líneas generales, compartirá su misma visión de la política y del papel
de la izquierda.

110
se espera de la izquierda intelectual que es la crítica a la
dependencia y a la desigualdad social.
El panorama político presentado en este período fue
delineado entre una izquierda anacrónica -analogada muchas veces
a la derecha- y un colectivo de intelectuales ideológica y
metodológicamente “actualizados”, en la medida en que desde la
revista se arguyó que el marxismo debía ser enterrado en bloque en
pos de la utilización de nuevos marcos teóricos y metodológicos,
posmodernos o propios de la socialdemocracia europea. El
intelectual colonizado con la mirada puesta en ideas surgidas de
realidades del Primer Mundo y funcionales a ellas volvía a instalarse
en los ámbitos porteños.
Eran años en que se intentaba, en muchos casos, asumir la
derrota, más o menos críticamente según los sujetos implicados,
para posicionarse en el nuevo esquema que inauguraba la
democracia tutelada por los grandes Grupos Económicos locales y
por los organismos multilaterales de crédito. Desde aquí se
estructuraron estrategias y posiciones político-ideológicas cuyos
objetivos tendieron a la ocupación de cargos en los nuevos
esquemas institucionales, que variaron desde posiciones más
críticas a las políticas en boga a otras abiertamente justificadoras y
defensoras del modelo político que se desplegó en el período.
En este esquema de “refundación democrática” era
imprescindible (desde un punto de vista acomodaticio) reubicarse
ideológicamente y los intelectuales de La Ciudad Futura diseñaron
una agenda de debate para cerrar el pasado e ingresar en el nuevo
sistema político, al cual definían en torno a su capacidad de

111
garantizar que con la democracia se come, se cura y se educa.102
Con este objetivo, debería saldarse el sentido otorgado a las luchas
políticas previas, en las que muchos de ellos habían sido
protagonistas. Éstas, en tanto reivindicatorias de cambios profundos
en la redistribución del ingreso a partir de métodos que, en algunos
casos no contemplaban únicamente la disputa electoral, eran
peligrosas para la democracia en ciernes, más cuando el término
“revolución” había sido dejado en el tintero del pasado, como
asimismo, las opciones políticas lindantes con la crítica al sistema
capitalista o al subdesarrollo.
Los debates en la sociedad fueron complejos y en tanto tales,
revistieron el carácter de una disputa ideológica hacia los ámbitos
de la producción cultural. La posición que resultó victoriosa y que se
difundió posteriormente desde distintos espacios institucionales fue
la que, no renunciando a la autoidentificación en la izquierda,
condenó fuertemente el compromiso activo y militante de los
intelectuales de 1960 y 1970, naturalizando la derrota de la batalla
por una democracia participativa y de masas, dando apertura a la
democracia neoliberal de “ciudadanos” que se materializó en la
década del ´90. En esta línea, se legitimó el paquete de reformas
del Estado en la medida en que el problema de la Argentina sería
considerado no, en términos de su condición de semicolonia del

102
Con un discurso socialdemócrata que prometía defender los derechos
humanos y dar batalla a la pobreza, postulando que “con la democracia se
come, se cura y se educa”, el candidato de la UCR, Raúl Alfonsín, consigue el
triunfo electoral en 1983. Pocos años después, cederá a la presión del poder
económico y traicionará a sus votantes, dictando las aberrantes leyes de Punto
Final y Obediencia Debida e implementando “la economía de guerra” y los
ajustes a través, por ejemplo, del Plan Austral. Para ampliación, Campione
(2003). Veremos más adelante las relaciones entre los intelectuales de La
Ciudad Futura y el alfonsinismo.

112
imperialismo, sino por sus aparatos burocráticos e ineficientes. A
modo ilustrativo:
“(…) Reformar el Estado no sólo quiere decir tornar más eficiente su
comportamiento burocrático, sino lograr que la sociedad participe
crecientemente en su gestión. Esto implica, por un lado, crear
instancias como el plebiscito, el referéndum, la iniciativa popular y la
revocatoria y descentralizar las decisiones administrativas para
acercar a los ciudadanos a ellas, en todos los rubros que hacen a la
vida cotidiana y a los consumos sociales como la salud, la vivienda
o la educación.”103

El modelo político -o por lo menos la lucha por hacerlo


posible- caracterizado por una economía de pleno empleo, con
sistemas de seguridad social y con un Estado como actor
económico que manejaba recursos estratégicos centrales, fue
clausurado en nombre de la modernización y el republicanismo.
Entretanto, se desarrolló un bagaje conceptual que puso en primera
plana a la dictadura como resultado inevitable de una generación
intelectual que había errado en su accionar -no que había perdido,
junto con otros sectores sociales, una guerra por la contraofensiva
del capital local y extranjero-, con lo cual debería revisar los
presupuestos de sus prácticas, condenar la organicidad del
intelectual con la política partidaria de izquierda y alardear en torno
a la inevitabilidad de la autonomía de los campos de la que
habláramos al principio de este escrito. En el Nº 10 de abril de
1988, se dirá en relación a la práctica política:

“(…) La política no puede ser otra cosa que un eterno errar. (…)
Concebir así la política no es pesimista. Es como el chiste, efecto
de la experiencia, y de saber que, al ser el sujeto producto de la
palabra, y al ser ésta limitada para dar cuenta de lo real, no hay otra

103
“Entre pactos perfectos y acuerdos posibles y sociales”, La Ciudad Futura,
Nº 8-9, diciembre de 1987, pp. 23.

113
posibilidad en la construcción de la sociedad que el ensayo y el
error. Error fecundo, en tanto incita a corregir, a renovar
formulaciones, en el infinito trajinar del movimiento social. (…) En
este sentido planteo que, todo discurso político se revela como de lo
imposible. El “posibilismo” ignora justamente esto, y se ilusiona con
la “posibilidad” de pensar las sociedades apelando solamente a la
conciencia y a la racionalidad de sus actores. (…) Si en la reflexión
sobre la política no se atiende eso, no se entienden vaivenes y
paradojas del movimiento social. La perplejidad de nuestra
izquierda fue efecto de haber creído en los “60” que, renunciando a
la democracia, obteníamos la “posibilidad” del socialismo. Y como
efecto de los “70” que, rebajando aspiraciones, defendemos la
“posibilidad” democrática zafando de la amenaza uniformada. La
obstinada crueldad de la historia ha cuestionado ambos
posibilismos y básicamente la idea de modelos. No hay modelo
posible. La historia, discurso puesto en acto, no es más que un
eterno trabajo de sus actores sobre sí.” 104

La inexistencia de modelos estuvo estrictamente ligada a la


existencia del modelo neoliberal de sujetos que ya no serían
caratulados en términos materialistas sino como producto de la
palabra. La “autonomía”, por otro lado, se vio desmentida en los
hechos, en tanto estos intelectuales, en varios casos, fueron parte
de proyectos partidarios y los que no, ingresaron en una dinámica
de publicaciones y producción en espacios que los acercaron al
modelo caracterizado por la hegemonía de las políticas del capital
financiero. Podríamos argumentar que existió una forma de
autonomía bien definida: los intelectuales de La Ciudad Futura se
autonomizaban de una vez y para siempre de la política
transformadora de izquierda y del resto de los grupos que estaban
cuestionando el ajuste neoliberal: CTA, MTA, FTV, piqueteros de
diferentes corrientes, etc., para ingresar en una tensión constante

104
Sergio Rodríguez, “Tradición y modernización: ¿Desde dónde enunciamos
los socialistas?”, La Ciudad Futura, Nº 10, abril de 1988, p. 11.

114
que los acercaba a posiciones justificatorias de las políticas en boga
que inauguraban la destrucción de la economía nacional. Citamos:

“(…)Contra la opinión corriente de la izquierda hemos dicho en las


columnas de LA CIUDAD FUTURA que una fase del capitalismo
había entrado en descomposición y que ella no se resolvía con la
receta de más de lo mismo. En la medida de nuestras capacidades
planteamos temas de reforma que iban desde cambiar las bases de
acumulación, protegida y prebendalista, hasta las formas
constitucionales del estado y los hábitos de nuestra cultura política,
por todo lo cual se nos acusó de “posibilistas”. En verdad, nos
consideramos como reformistas y lo asumimos, porque sabemos
que hay pocas tareas más difíciles y más duras que la de intentar
reformar a una sociedad salvajemente capitalista como es la
Argentina.”105

En el paquete de reformas mencionadas, en este pasaje como


en muchos otros, no se alude al rostro real de la cuestión: la
Argentina subdesarrollada resulta ser un drama más cercano a
cuestiones vinculadas con hábitos de nuestra cultura política o
problemas de acumulación. El certeramente tildado como salvaje
capitalismo argentino sería plausible de ser reformado a través, por
ejemplo, de una reforma constitucional. Definiendo las reformas
dentro del terreno que la coyuntura permitía, se diría:

“Por eso no nos colocamos frente a las actuales propuestas de


reconversión con el ánimo negativo de impedir todo cambio o de
creer que la solución está en el pasado o en un futuro sólo dibujado
en la ilusión. Con toda la cuota de utopía que sea menester para no
convertirnos en estériles, seguimos siendo, si se quiere, “realistas” o
“posibilistas”. Sabemos, por ejemplo, que no es pensable una
reestructuración que no incluya un acuerdo con el capitalismo. El
problema es cómo se estructura ese acuerdo, con qué grado de
distancia estatal frente a los intereses particulares se lo construye.

105
La cita corresponde al ya reseñado artículo “¿Y ahora qué?” (Nº 18-19, junio-
septiembre de 1989). Hacia este número comienzan a autoproclamarse
reformistas, título que habían negado en los comienzos de la publicación.

115
Recuperamos, para reflexionar sobre ellos, todo lo que otros y
nosotros hemos dicho en los últimos años sobre la necesidad de
equilibrar los pesos relativos del poder corporativo y del poder
político en la legitimidad democrática de las decisiones.106

CONDENA AL INTELECTUAL DEL COMPROMISO


Ya es hora de perder
la inocencia, ese
estupor de las criaturas que todavía
no pudieron hacerse cargo
de la memoria
del mundo al que recién nacieron.

Pero nosotros, hombres


grandes ya, podemos olvidar, sabemos
perfectamente que tendríamos
que hacer para dañar
el presente, para romperlo.

Aquí nadie
tiene derecho a distraerse,
a estar asustado, a rozar
la indignación, a exclamar su sorpresa.
Francisco Urondo107

La crítica al modelo de intelectual comprometido con el


cambio social se presentó como modelo a seguir entre pares y en la
formación de las nuevas generaciones que entraban a la dinámica
intelectual y política en este período. La acotada agenda de
discusión -fortalecimiento y consolidación de cierto modelo de
democracia, reforma del Estado, reconstrucción selectiva y

106
Ibíd.
107
“Mi tierra querida”, Obra poética, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires,
2006, p. 382

116
tendenciosa de una imagen del pasado reciente, como puntos
fuertes- condicionó la práctica intelectual en pos de fortalecer el
consenso. Ilustrativos de esta posición resultan los argumentos
esgrimidos por Beatriz Sarlo a comienzos de la década del ´90 en
referencia al período de apertura democrática:

“(…) Con el fin de la dictadura militar, cuando se supo que, tarde o


temprano, el exilio retornaría a la Argentina y se abrirían las nuevas
condiciones de debate, estaba claro que iba a ser necesario revisar
no sólo el pasado inmediato sino también aquella época más lejana
que había sido escenario de nuestra constitución intelectual y
política. En esos años ´83 y ´84 nos apasionaba volver la mirada
hacia los sesenta (…) un período definido donde se clausuran
modos de pensar y se inauguran otros (…) los sesenta podían ser
pensados (…) a partir de la producción de un nuevo modelo de
relaciones entre cultura y política. La cultura de los intelectuales de
izquierda tuvo vocación de cultura práctica, lo que no significa sólo
una colocación subordinada respecto a la política misma (en rigor
de una invasión de lo político por los intelectuales y los
universitarios no tradicionales). Nuestros años sesentas rodeaban
críticamente el lugar común de una cultura esclavizada por la
política (…) esa época en que la voluntad de transformación se
apoyaba en una creencia firme sobre la capacidad de los sujetos
para protagonizarla y dirigirla. También se apoyaba en valores,
aunque con ellos y a pesar de ellos se imaginaran políticas que hoy
juzgamos equivocadas.” 108

108
Sarlo, Beatriz, “Un examen de ideas” en La Ciudad Futura, Nº 30-31,
diciembre 1991 febrero 1992, pp. 37-8. Beatriz Sarlo, miembro del Club de
Cultura Socialista, directora de la revista Punto de Vista, forma parte del Comité
Editorial de La Ciudad Futura hasta el Nº 10 de abril de 1988. Esta figura
consigue amplia visibilidad en el campo intelectual de la década del ´80 hasta
la actualidad, ocupando cátedras universitarias en la carrera de Letras de la
UBA, con múltiples publicaciones y participación en debates públicos, desde
donde militó fervorosamente por instalar un modelo de intelectual funcional al
neoliberalismo. Volveremos sobre esta figura. Asimismo, para una visión
certera de la misma ver Saavedra, Guillermo. Entrevista a Beatriz Sarlo, “El
poder es la falta radical de los intelectuales.” El Porteño, Nº 73, Buenos Aires,
enero de 1988, pp. 74-77.

117
El tipo de revisión que plantea Sarlo conllevó directamente a
la reprobación de la práctica intelectual ligada a la militancia política
de aquellos años y ésta a la voluntad de incidir en la realidad para
transformarla. Así como, los “modos de pensar” no eran formas de
concebir el mundo cultivadas en manuales de teoría marxista,
modos de ver o imaginarios sociales caídos del cielo sino, prácticas
concretas de miles de sujetos forjadas en años de lucha,
proscripciones, golpes de Estado y fusilamientos.
En la misma línea de Sarlo, Portantiero rememorando desde
una óptica condenatoria los años de militancia intelectual sesentista
desde las páginas de La Ciudad Futura, argumentará en el mismo
período que:

“(…) Otros desenlaces pudieron haber sido, si no hubieran operado


elementos de historicidad resumidos en el golpe del ´66, que
bloquearon la especificidad de una práctica cultural y precipitaron
un escenario de violencia y de muerte. Es cierto, pero lo es también
que nuestra manera de vivir y sentir los años sesenta iba a ayudar a
ese remate trágico. (…) Fue a partir de ese mundo de ideas que
entramos en los terribles años ´70”.109

El mundo de ideas abierto tras el golpe de Onganía en 1966


fue aquel que, producto de la violencia ejercida por el poder, acercó
a múltiples intelectuales a las luchas de los distintos sectores
sociales. Porque la especificidad de la práctica cultural era aquella
que permanecía de espaldas al país real preocupada por los
debates importados por las naciones centrales. “Canibalización”,
“servilismo” de los intelectuales, cultura “esclavizada” por la política
en palabras de Sarlo, que llevaron consecuentemente a los

109
Portantiero, Juan Carlos, “Demanda contra el olvido” (Reseña al libro de
Oscar Terán: Nuestros años sesenta), La Ciudad Futura, Nº 30-31, diciembre
1991-febrero 1992, p. 37.

118
“trágicos”, “terribles años setenta de violencia y muerte”, al decir de
Portantiero, son recortes parciales del pasado cargados de un tinte
ideológico bien claro interesado en dar pautas y fijar modelos de
accionar intelectual y penar otros como modelos de futuro.
A diferencia de las declaraciones de Sarlo y Portantiero,
compartidas por La Ciudad Futura, creemos que la politización del
intelectual no implicó la dependencia de las prácticas culturales a
los objetivos políticos sino que, en las condiciones de la sociedad
argentina de fines de los años ´60 y principios de los ´70, la decisión
de los intelectuales de dar preponderancia a lo político fue
expresión conciente y sincera de las funciones de la cultura y de las
necesidades concretas de la militancia para cada contexto
específico. Podríamos plantearnos el siguiente interrogante: ¿era
acaso, posible escindir la práctica de los intelectuales en un país
que desde el año 1955 era parte de dictaduras, proscripciones y
violencia sistemática? ¿Las víctimas de las bombas del ´55, los
fusilados en el ´56, los muertos en las manifestaciones populares,
los guerrilleros asesinados en los montes salteños eran los
productores de violencia? En el marco de funcionamiento represivo
de nuestro país, toda una generación respondería a la violencia del
modelo con el compromiso inevitable contra el modelo y muchas
veces éste compromiso devendría en formas violentas. Ya hemos
comentado que a la violencia oligárquica de las minorías se
respondería con la violencia popular organizada de las mayorías en
el contexto de integración de los paradigmas de la revolución
nacional y de la revolución social. Esto es, conjugando el
nacionalismo de la primera independencia inconclusa y las luchas
nacionales del movimiento peronista y de los sectores clasistas con
el socialismo de la segunda independencia cuyos exponentes eran

119
Cuba, Argelia y Vietnam. La significación dada a las luchas sociales
de la historia reciente vinculada con la condena al accionar militante
será planteada en términos como los que siguen:

“(…) El país que conocimos entre fines de los 60 y principios de los


80 minimizó el valor de la moral y maximizó el valor de la guerra
hasta límites nunca alcanzados en nuestra vida como república. Su
resultado fue la ruina y el terror (…)”110

El término “moral” vs. “guerra” coincide con los argumentos de


Sarlo y Portantiero comentados precedentemente. Asimismo,
veremos que el tópico de la “violencia” se agudizará hacia fines de
los años ´80 tras los levantamientos militares de Campo de Mayo y
La Tablada y antes, a través de los debates hacia el seno de la
revista en torno a las leyes del perdón militar dictadas por Alfonsín.
La violencia del pasado se condenará en bloque sin distinción de
objetivos ni causas, como se la condenará en los ´80 y en los ´90
como producto de una sociedad no afecta a la “democracia” y no
como consecuencia de un sistema de exclusión que la genera a
través de la pseudo paz de la democracia meramente formal.
En la actualidad, tras décadas de políticas de ajuste neoliberal
tendientes a disciplinar a una sociedad bajo el mandato del capital
financiero trasnacional, la “socialdemocracia” de las reformas
defendida por estos intelectuales mostró su rostro real: fábricas
cerradas, empresas públicas privatizadas, millones de desocupados
y subempleados, instituciones educativas quebradas, sistema de
salud precarizado y universidades estatales con planes de estudio
dictados por los organismos multilaterales de crédito tales como el

110
Héctor Leis, “Sobre el ´Punto final´. ¿Un paso adelante y otro atrás?”, La
Ciudad Futura, Nº 3, diciembre de 1986, p. 4.

120
Banco Mundial o el FMI. En este contexto y como producto de la
organización creciente del campo intelectual antineoliberal, es difícil
sostener argumentos como los citados111 en medios académicos e
intelectuales sin entrar en espinosas batallas ideológicas que
reiteramos, aún es necesario dar porque las ideas de condena a la
militancia, de la dupla moral vs. guerra, entre otras, operan aún a
través de textos de historia nacional y en boca de profesores
universitarios. Pese a las resistencias al discurso único neoliberal, la
hegemonía del “sálvese quién pueda”, de la “neutralidad ideológica”
o del ser “políticamente independiente” como dador de valor de las
prácticas intelectuales consensuadas y políticamente correctas, aún
no ha sido desnaturalizada como regla y como horizonte de
posibilidades. De la misma manera en que en las décadas del ´60 y
del ´70, el modelo de intelectual posibilista que se quiere de
izquierda, “progresista”, “camaleónico”112 de La Ciudad Futura
hubiere sido una figura difícil de encontrar, desde la década del ´80
a esta parte, en el período de revolución conservadora, el modelo
de intelectual crítico y comprometido con el cambio social, desde la
óptica de La Ciudad Futura fue considerado “setentista”, pasado de
moda, un imposible histórico que navegaría en contra de la marea
neoliberal.

111
Piénsese en las reacciones que provocó la carta abierta de Oscar del Barco
comentada en páginas precedentes.
112
Usamos esta figura porque sostenemos que la trayectoria de estos
intelectuales estuvo signada por la apropiación y el acomodamiento apacible en
todas las modas políticas: fueron comunistas a principios de la década del ´60,
izquierdistas radicales a comienzos de los ´70, orgánicos a Montoneros y
fervientes defensores de la lucha armada en 1973, arrepentidos en 1976,
alfonsinistas en 1983 y defensores de las políticas neoliberales en los ´90. Más
allá de la cuestión de la hegemonía en términos de variaciones en el mundo de
valores colectivo y de la derrota acontecida tras la última dictadura, estas
figuras usufructuaron, en términos económicos y simbólicos, a través de sus
prácticas en distintos espacios institucionales y discursivos los frutos del
genocidio social de los ´90.

121
EL GRUPO ESMERALDA113

“En la Argentina, esta clase de tragedias pueden verse en lugares


inesperados. Es posible verla en Juan Carlos Portantiero, por
ejemplo, que escribió en los años 70 una plena justificación del
acceso a la vida democrática a través de la movilización nacional-
popular ocurrida en 1945. (…) Antes Portantiero había sido partícipe
principal de la crisis que en el PCA produjo la recepción -entre fines
de los ´50 y comienzos de los ´60- de la obra traducida de Antonio
Gramsci. Más de dos décadas después, la “reforma cultural”, la
gran espoleta de la reflexión gramsciana, quedaría reducida a un
vasto intento de rechazar las “culturas políticas” del pasado
argentino aparentemente culpables de haber bloqueado la
conciencia democrática. Esa parábola biográfica pertenece
estrictamente a la tragedia de la renegación.”114

Las figuras más destacadas del colectivo intelectual de La


Ciudad Futura (alejadas en este período del tipo de vínculo entre
cultura y política o entre intelectuales y nación periférica típicas de
Pasado y Presente) que proveyeron de insumos discursivos a la
gestión de gobierno de Alfonsín, fueron Juan Carlos Portantiero y
Emilio de Ipola. Asimismo, como veremos a través de la revisión de
ciertos tópicos de La Ciudad Futura, la revista en bloque (más allá
de ciertas discusiones internas que tuvieron corta duración) abrazó
la causa alfonsinista, conjuntamente con El Club de Cultura
Socialista.
A través de la publicación del volumen Crisis política y pacto
democrático (1984), Portantiero y de Ipola, idearon el concepto de

113
Esta denominación fue la utilizada por la prensa para referirse al equipo de
colaboradores del presidente Raúl Alfonsín, ya que el mismo funcionaba en la
calle homónima de la ciudad autónoma de Buenos Aires. Éstos habían sido
nucleados por Meyer Goodbar, interventor de ATC durante el alfonsinismo y
empresario prolífico durante el menemismo.
114
González, op. Cit., pp. 77-79.

122
democracia que propondría a la ciudadanía el alfonsinismo. En
síntesis, se trataba de una concepción de la práctica política basada
en determinadas “reglas de juego” respetadas por todos los
sectores y de un nuevo “contrato” de tolerancia civil. Conceptos que
se verán plasmados en palabras del presidente:115

"Si bien es verdad que los grandes sistemas ideológicos están en


crisis, es verdad también que esa crisis libera elementos parciales
que aceptan una recomposición en un nuevo consenso integrador.
Pensamos en una síntesis que recupere lo mejor de las grandes
tradiciones políticas argentinas y que, al hacerlo, sea capaz de
construir una nueva voluntad colectiva que sea algo más que una
suma de programas parciales. Esta voluntad democrática colectiva
no implica uniformidad: significa un piso común de creencias
capaces de contener dentro de sí al pluralismo y a la diversidad. Al
transformar diferentes problemas planteados por variadas
ideologías en temas comunes, una nueva voluntad democrática se
consolida porque es capaz de penetrar como un lenguaje
compartido, en la mayoría de las propuestas políticas y sociales,
respetando su particularidad. (…)La construcción de una sociedad
requiere escapar de las pujas salvajes y de la lucha de todos contra
todos, a través de un pacto social entre los actores. Pero ese pacto
sólo puede lograrse de verdad cuando un gran objetivo nacional lo
exige y legitima. (…) El ejercicio responsable de las divergencias y
las oposiciones supone un consenso básico entre los actores
sociales, esto es, la aceptación de un sistema de reglas de juego
compartidas.”

Las reglas de juego que los argentinos conocerían, tras un


primer intento de política económica socialdemócrata, serían las
vinculadas con la entrega del país a los grupos económicos a través
de la continuación y profundización del modelo económico legado

115
"Convocatoria para una convergencia democrática" en Alfonsín, Raúl. El
poder de la democracia, Ediciones Fundación Plural, Buenos Aires, 1987, pp.
43, 24-5, 23 y 38. También se puede consultar Discursos sobre el Discurso,
EUDEBA y FUCADE, Buenos Aires, 1986. Este discurso se lo conoce también
como el "discurso de Parque Norte."

123
por Martínez de Hoz. Se acordaría con los “capitanes de la
industria” y con el sector más poderoso de la burocracia sindical.
Conjuntamente, se pactaría con un Partido Justicialista, en la
antesala del neoliberalismo, de cuño neoliberal regenteado por el
próximo presidente, Carlos Saúl Menem, que sería reforzado más
adelante a través del Pacto de Olivos en 1994. Pese a iniciar los
juicios a las Juntas militares, en un acto de inmensa importancia
política, se derivaría en la legislación que, en cierta medida,
legitimaría los muertos y desaparecidos de la dictadura (Leyes de
Punto Final y Obediencia Debida).
A la teoría de la dependencia de décadas precedentes, éstos
intelectuales la transformarían profundamente en términos de teoría
de la democracia, o mejor, de la transición a la democracia, donde
comenzarían a cobrar valor términos tales como consenso, reglas
constitutivas del juego, parlamento, pluralismo, convergencia, en
lugar de conflicto, dependencia, sistema político corrupto, sistema
económico exclusor de las mayorías populares, etc. Todo el
paquete discursivo de la “Economía de Guerra”, la “Casa está en
Orden”, así como su claudicante legislación (las mencionadas leyes
del perdón genocida), los complots ideológicos del Pacto de Olivos
y de la Reforma Constitucional del año 1994 y finalmente, la
justificación teórica de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU)
y de los Superpoderes, pasarán por la pluma de éstas figuras a
través de la revista La Ciudad Futura y de las distintas
publicaciones de este período116 y además, a través de las cátedras
universitarias.117

116
Entre otras: Investigaciones políticas de Emilio de Ipola; Rebelión del coro.
Estudios sobre la racionalidad política y el sentido común (Nueva Visión,
Buenos Aires, 1989) de José Nun; "La producción de un orden. Ensayos sobre
democracia entre el estado y la sociedad" (Nueva Visión, Buenos Aires, 1988)

124
La crisis de la Argentina no sería para estas figuras una crisis
vinculada con el modelo de la dependencia sino, con los legados
“autoritarios” del pasado que serían resueltos a través del “pacto”
como esfera autónoma e irreductible a la esfera económica-social.:

"La única metáfora fundadora de un orden político democrático a la


altura de la diversidad de los proyectos que en su estallido
constituyen la crisis, es la clásica, la del pacto."118

Los resabios de autoritarismo serían insertos en la teoría de


los "dos demonios" por los portavoces y representantes de un
sector importante del progresismo porteño con cargos de
asesoramiento en el gobierno de Alfonsín, entre ellos, Juan Carlos
Portantiero, Emilio de Ipola y Sergio Bufano del grupo de La Ciudad
Futura y por otros tales como Hugo Rappaport, Pablo Giussani119 y
Pedro Parturesni.
Respecto al pasaje por el alfonsinismo, avanzados los ´90
Emilio de Ipola sostendrá:

de Juan Carlos Portantiero y Ensayos sobre la transición democrática en la


Argentina (Punto Sur, Buenos Aires., 1987) compilado por Nun y Portantiero.
117
Por ejemplo, entre las figuras centrales, Portantiero fue profesor titular de la
Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, unidad académica de la que luego
fue decano durante dos períodos consecutivos, entre 1990 y 1998.
118
de Ipola y Portantiero (op. Cit.), p.15.
119
Pablo Guissani (1927- 1991) publicó en el año 1984, en plena transición
institucional a la democracia, Montoneros. La soberbia armada, que pronto se
convirtió en best seller en las principales librerías del país. En este volumen,
trazó una genealogía más bien tendenciosa, selectiva y opaca de la trayectoria
del movimiento armado que da título al libro, equiparándolo en términos de
medios y fines, al terrorismo perpetrado por el estado militar argentino. Escribió
además, Los días de Alfonsín (1986); ¿Por qué, doctor Alfonsín? (1987) y
Menem, su lógica secreta (1990). Para ampliación ver la reseña
correspondiente a Giussani en Recalde, Iciar. Diccionario de Autores
Argentinos, Ecuación Editores, Buenos Aires, 2007.

125
"Yo pensaba que había que apoyar el proyecto de Alfonsín, en la
medida en que me parecía un proyecto profundo, profundamente
democrático, pero sabía que eso podía fallar. En realidad, falló o,
corrigiéndome, no falló totalmente: si bien ciertas esperanzas que
nosotros habíamos depositado en su política no se cumplieron,
otras si lo hicieron. El problema quizá fue que creímos que el país
se parecía al alfonsinismo, pero luego nos enteramos que se
parecía más al menemismo; fue en este sentido que no se
cumplieron nuestros anhelos. Éramos conscientes de la posibilidad
del fracaso pero, de todas maneras, nos parecía que debíamos
apoyar activamente su gestión; aun hoy creo que hicimos lo
correcto. Mi biografía política se termina más o menos ahí."120

Llamativamente, más adelante las referencias al accionar del


grupo en el armado de la democracia alfonsinista serán
minimizadas, tras una nueva apuesta política de signo similar al
alfonsinismo, la Alianza. Comentando el rol del Club de Cultura
Socialista se dirá:

"El Club no es una organización política en sentido estricto sino un


grupo de discusión, con una cierta posición política de
centroizquierda, que recién ahora ha comenzado a traducirse en
apoyo político explícito, me refiero al apoyo a la Alianza. En su
momento se lo ligó al alfonsinismo pero, en verdad, esta es la
primera vez que toma una posición política definida. Su carta
orgánica tiene incluso una cláusula, redactada por Pancho Aricó,
que dice que por el momento -remite a los años de su fundación- no
vamos a tomar posición política definida, aunque no se descarta
hacerlo en el futuro. Finalmente ahora lo hicimos." 121

Será corriente encontrar referencias de este tipo entre los


voceros del grupo. El montaje de una estrategia de borramiento de
las apuestas políticas pasadas cuando de apostar nuevamente se

120
Trímboli, Javier. La izquierda en la argentina; "Conversación con Emilio de
Ipola", Manantial, Buenos Aires, 1998, p. 154. Resulta llamativo que este
volumen interesado por recuperar voces de “izquierda” se ocupe
mayoritariamente de todos estos personajes.
121
Ibíd.

126
trata o a lo sumo, en algunos casos, opacas acotaciones sin ningún
tipo de esclarecimiento respecto a los pasajes ideológicos y
políticos constantes y en otros, condena del pasado propio y
colectivo a secas. Como pudimos observar en los distintos
apartados, las posiciones y las apuestas políticas se sucedieron una
tras otra sin demasiada puesta en limpio viraje tras viraje.

127
NOSOTROS DE IZQUIERDA: DEBATES, ENEMIGOS POLÍTICOS
Y FOCOS CENTRALES DE CRÍTICA

“La política ha perdido, en la superficie al menos, su tradicional


resorte antiintelectual y muchas vidas han dado un viraje teórico-
biográfico de envergadura. (…) ¿No estaban con la liberación
nacional hace unos años? ¡Y ahora están a favor de la democracia
que “cura”!”122

En relación al epígrafe que abre este apartado y que cuadra


perfectamente con el accionar de las figuras que de Pasado y
Presente devinieron en escribas de La Ciudad Futura a mediados
de los ´80 -no en balde el escrito de González alude a Juan Carlos
Portantiero- es preciso, hacer como mínimo, un comentario. El
viraje no resulta problemático per se en la medida en que,
coyunturas variables, pueden exigir puestas al día y
reformulaciones de roles en períodos determinados. Esto es, por
dar un ejemplo, no se espera del intelectual el mismo rol en
períodos de resistencia en el contexto de las luchas por la liberación
nacional que en el marco de una revolución triunfante o de un
Estado de Bienestar con pleno empleo. Claramente, el viraje de la
figura intelectual a través de estos ejemplos podría operarse de una
posición de resistencia y corrosión de un determinado modelo social
a la organicidad y al apoyo respecto de un proyecto social que
contempla a las mayorías. Creemos que la cuestión central tiene
que ver estrictamente, con la dimensión política de la mutación
inserta en un contexto específico. Esto es, el problema de los
intelectuales de La Ciudad Futura reside en la contradicción abierta,
por un lado, entre una supuesta filiación de izquierda y socialista y
por otro, en el apoyo de planes económicos antipopulares como

122
González, op. Cit., p. 78.

128
asimismo, de políticas de exculpación de genocidas, como fueron
las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida alfonsinistas123, por
citar únicamente algunos términos de la contradicción. La cuestión,
como ya lo comentamos reiteradas veces en estas páginas, no
reside a nuestro entender en la exigencia de férreas posturas
políticas congeladas en el tiempo ni de dogmatismo alguno, sino, de
la funcionalidad concreta del intelectual a proyectos específicos
para clases o sectores sociales determinados. Se juega para la
organización de las clases subalternas, se otorgan insumos
discursivos e ideológicos a la aglutinación de un proyecto que
contemple a las mayorías, se escriben libros como herramientas de
lucha del campo popular para la liberación nacional, se denuncia la
dependencia o se alientan agendas de gobierno neoliberales, se
editan revistas para ciertos sectores de las clases medias que están
cansadas del Estado ineficiente que debe privatizar y modernizar
sus estructuras, se forma estudiantes universitarios en la lógica de
la rentabilidad y de los delirios academicistas primermundistas…
entre estas variables la gama es vasta. Es más, ni siquiera aludimos
en este escrito al olvido de antiguas posiciones anticapitalistas. No
se necesita proclamarse “anticapitalista” para ser crítico del sistema
de dependencia, sobre todo en un país que experimentó el mayor
auge de masas en el contexto de un capitalismo de Estado inclusivo
tras las banderas de la justicia social, la independencia económica y
la soberanía política. Tampoco creemos que la centralidad de un
123
Ahondaremos en esta cuestión en otro apartado. El apoyo acérrimo del
núcleo duro de la revista a la puesta en marcha de las leyes produjo debates y
hasta rupturas en el seno de la publicación. Se utilizó la misma estrategia y
argumentos en torno a lo que, en el apartado acerca del modelo de
democracia, denominamos “fantasma del golpe de Estado”. Es necesario
anotar, sin embargo, que en pocos países se juzgó a los militares implicados
en las dictaduras. La voluntad inicial del alfonsinismo fue en principio, un hecho
notable. Los avatares posteriores, una vergüenza nacional.

129
intelectual de un país periférico pase por señalar la vigencia o la
muerte del marxismo sino, por mantener una posición crítica de la
dependencia. Aludimos sí, a las exacerbadas loas a un modelo de
democracia (alfonsinista, menemista, aliancista) que produjo
hambre, desocupación y niveles de exclusión pavorosos.
Hecha esta salvedad, intentaremos aquí, trazar un panorama
de lo que, a través de varios números de la revista, se va
conformando como “enemigo político” o como “foco de crítica” en
las páginas de La Ciudad Futura. Llamativamente, veremos que la
autoproclamada izquierda se diluye en su propia nostalgia de ya no
ser tal, en la medida en que su invectiva no estará puesta, tal como
podría esperarse de esta filiación ideológico-política, en la derecha
enquistada en el poder o en la extranjerización de la economía
perpetrada durante las décadas en que la revista vivió su mayor
auge, sino en otros objetos de interés. Gráficamente, la revista irá
conformando su propia identidad a través del ataque reiterado a las
políticas del Partido Comunista, la corrosión ambivalente del
Peronismo histórico o doctrina peronista y la condena a la militancia
del período 1960-1970, punto éste último que comentamos en
páginas precedentes.

DISPAREN CONTRA LA IZQUIERDA


“(…) Sin duda, uno podría decir que, mientras hay sectores de la
derecha que han modernizado su discurso e incluso algunas de sus
prácticas, la izquierda es bastante resistente y tradicionalista. (…)
Una izquierda cristalizada que, cuando parece conmover alguna de
sus estructuras como es el caso del PC tirando algunos viejos por la
ventana, lo que hace es encarar una radicalización que, a mi juicio,
no pasa de repetir las consignas de los partidos colocados a la
izquierda del PC. (…) Podría decirse que, si por un lado hay
intelectuales posibilistas (se refiere, sin hacerse cargo, al grupo del
que forma parte y que el entrevistador previamente, señala en torno

130
a los integrantes del Club de Cultura Socialista) en su relación con
el gobierno, por otro lado los intelectuales de izquierda que están en
la oposición son intelectuales sencillistas, son los Fernández
Moreno de la política.”124

A partir del Editorial del primer número (agosto de 1986), la


identidad política de la revista comenzará a diseñarse fuertemente
en contrapunto a una izquierda otra que aparece criticada y
deslegitimada en pos de un posicionamiento propio como única voz
de izquierda genuina y modernizada, tal como observamos a través
de un recorrido por la revista. Citamos:

“Pero la necesidad de mantener viva la virtualidad de una sociedad


mejor, al tiempo que se despliega una reflexión crítica de la propia
izquierda, un cuestionamiento de su tendencia a definir de una vez
y para siempre una imagen determinada de sociedad y una forma
cristalizada de movimiento. Esto es lo que debate la izquierda en el
mundo; esto es lo que deberíamos discutir aquí si se pudiera
erosionar el inmovilismo de una izquierda detenida en el tiempo,
congelada en viejas propuestas que no pueden dar cuenta de una
realidad distinta.” 125

En este mismo número se publica126 una serie de trabajos,


entre ellos, un artículo del francés Michel Rocard, “Socialistas.
Atrevámonos a decir que hemos cambiado” donde se plantea la
necesidad de modernizar el socialismo, en contrapunto con otro de
Miguel Ángel García (“XVII Congreso del PCI. El comunismo
mutante: una lectura organizativa”) donde se comenta la capacidad
de transformación que tuvo el PC italiano a diferencia del PCA que
devino en secta de nostálgicos dogmáticos. Asimismo, el trabajo de

124
Saavedra, Reportaje a Sarlo (op. Cit., p. 76).
125
Editorial “La Ciudad Futura”, La Ciudad Futura, Nº 1, agosto de 1986, p. 3.
126
Ibíd. “Socialistas. Atrevámonos a decir que hemos cambiado”, p. 10; “XVII
Congreso del PCI. El comunismo mutante: una lectura organizativa”; “Otro
congreso, otro estilo. Testimonio: El error de un acierto”, p. 13.

131
Sergio Rodríguez (“Otro congreso, otro estilo. Testimonio: El error
de un acierto”) completa el cuadro a través de la denuncia del
accionar del PCA, sobre todo durante la última dictadura militar, a
través de un extenso mea culpa de un ex comunista cansado y
arrepentido que reniega del iluminismo de vanguardia del su antiguo
partido de pertenencia. Se sucederá esta línea de crítica a la
izquierda durante varios números. Veámoslo.
En el Nº 3 de diciembre de 1986, José Aricó en un artículo
titulado “¿Recreación o consumación del comunismo argentino?”,
afirmará que el PCA desconoce la crisis del PC a nivel mundial,
crisis que supone la imposibilidad en la coyuntura política de los ´80
de pensar la sociedad desde un paradigma de clase.
En el Nº 6 (agosto de 1987) comenzará a publicarse una
sección titulada “Debate sobre la izquierda” donde se desplegará
con fuerza la crítica a los partidos de izquierda y el delineamiento de
la propia identidad. En un artículo de Carlos Altamirano127 se
establece que la izquierda debe cambiar (en la medida en que se
afirma que existe una izquierda marxista ortodoxa) en el contexto de
avance conservador y bipartidismo (radicalismo-peronismo). En
este número aparece además y llamativamente, un artículo de
Oscar Valdovinos128, (militante del Partido Intransigente), uno de los
pocos textos del período que analiza los límites reales de la
democracia argentina, piensa a la izquierda como fuerza política de
transformación y llama a los intelectuales a consolidar un nuevo
bloque histórico.

127
“Comencemos por reconocer los problemas”, La Ciudad Futura, Nº 6
(agosto de 1987), p. 5
128
Ibíd., “¿Es posible la izquierda en Argentina?”, p. 6

132
Hacia el Nº 7 del mes de octubre de 1987, aparece un artículo
de Miguel Ángel García129, donde se establece (a través del
comentario de un texto de Labini) el fin de la historia como historia
de la lucha de clases. Esta sería un residual histórico, se afirma, en
la medida en que ya no hay clases sociales, desaparecidas por el
desarrollo de la tecnología y el proceso de democratización propio
del movimiento de la sociedad. En una línea similar, en el Nº 8-9 de
diciembre de 1987, José Aricó130, plantea que la izquierda en la
actualidad, debe construir el socialismo abandonando la pretensión
de la toma del poder en el camino de consolidación de una
democracia avanzada. Asimismo, señala que los temas
privilegiados de debate en torno al socialismo responden a la
centralidad de la vida y los derechos de los ciudadanos como
hombres libres. En este contexto, apuesta a la ruptura con una
supuesta visión anacrónica típica de los años ´60 y ´70, por estar
plagada de premisas totalizadoras e ideológicas. En este mismo
número, se publica un trabajo de Ludolfo Paramio131 que viene a
robustecer la apuesta del colectivo intelectual, en la medida en que
sostiene que tras las lecciones de la derrota, la mejor izquierda en
Argentina es la que está pensando la consolidación democrática y
el proceso de modernización. Hasta incluye la posibilidad del
perdón a los militares en la tarea de refundación nacional, que se
está legitimando en la revista en estos años.
Hacia el Nº 11 del mes de junio de 1988, comenzarán a
aparecer en la revista trabajos de análisis y apuestas políticas

129
“Otra vez las clases sociales”, La Ciudad Futura, Nº 7, octubre de 1987, p.
29.
130
“Imaginar hoy el socialismo en la Argentina”, La Ciudad Futura, Nº 8-9,
diciembre de 1987, p. 8.
131
Ibíd., Ludolfo Paramio, “La izquierda ante el fin de siglo”, p. 11.

133
respecto a las próximas elecciones del año 1989. Comentando el
proceso eleccionario, Sergio Bufano planteará que:

(…) Es notoria la ausencia de una izquierda democrática que


renueve su discurso y que ofrezca alternativas a una buena porción
progresista de esta sociedad; si todo esto es así los socialistas
deberíamos votar a aquel partido -más que candidato-, que mejor
garantice los cuatro siguientes puntos: Libertad de acción (…)
Desarrollo de la cultura (…) Cultura política (…) No violencia. (…)
Existen sin duda otros temas de importancia que serán decisivos en
cuanto al partido a elegir. Sin embargo, los cuatro antes
mencionados, creo, son los más destacados para facilitar la
formación de una fuerza socialista que pueda ofrecer, en un futuro
cercano, una opción de izquierda a la sociedad.”132

Creemos que en este trabajo de Bufano se condensan los


intereses respecto al proyecto político delineado en la revista, a
través del argumento en torno a la apuesta electoral. Así, los focos
de interés de la izquierda de La Ciudad Futura aparecen aquí
claramente estipulados: Libertad de acción (…) Desarrollo de la
cultura (…) Cultura política (…) No violencia. (…). Sin más, una
agenda política preocupada por el pluralismo democrático, el
fomento de las artes y las letras, la tolerancia y la no confrontación
y, tópico machacado en la revista, la apuesta a la no violencia. No
aparece, llamativamente, referencia alguna a la exclusión social, la
extranjerización de la economía, la dependencia o el subdesarrollo,
esto es, no se diseña una agenda de apuestas de cambio para el
país real sino, a lo sumo, para un sector minoritario del progresismo
porteño. Las reflexiones en torno al proceso eleccionario serán
retomadas en el Nº 13-14 correspondiente al mes de noviembre de
1988- enero de 1990 donde desde el Editorial se continuará

132
Bufano, Sergio, “Vamos a votar. Frente a la falta de opciones políticas”. La
Ciudad Futura, Nº 11, junio de 1988, p. 9.

134
señalando la ausencia de una fuerza de izquierda real, porque la
izquierda existente en su anacronismo setentista no hace creíbles
sus propuestas en la medida en que pervive en la lógica típica del
rechazo y la critica. Estas caracterizaciones aparecen como
contradicciones de lo que en el Editorial se estipula como nota de
valor propia: la modernización de la izquierda. Citamos:

“ (…) Esa opción histórica de izquierda, esa tensión política hacia


los cambios profundos elaborados desde la izquierda y con centro
en las cuestiones sociales, todavía debe construirse en la Argentina
que está al borde de 1989, porque fuera de las palabras no es más
que una ausencia. ¿Hay motivos para esa omisión? (…) Uno de
ellos reside en que, frente al gobierno de partido político que se
impuso en las elecciones de 1983, la izquierda más activa recurrió a
un único camino: el de la crítica global y el rechazo. Fue clara la
resistencia a aceptar al radicalismo como una fuerza política de
centro, democrática y con posibilidades de formular y aun potenciar
proposiciones transformadoras.”133

Hasta aquí las opiniones vertidas en la revista respecto a la


izquierda. Ahora bien, hemos observado a través de estas páginas
que el re-posicionamiento de los sujetos en un campo cultural
quebrado por la dictadura, con el correlato en los miles de
compañeros muertos, la vuelta o no del exilio, el encuentro con la
patria desvastada, entre otros factores, supuso un proceso complejo
y doloroso. Abundaron los debates, las disputas, los ajustes de
cuentas, las puestas al día, los re-posicionamientos en un país que
había sido arrasado a nivel socioeconómico, cultural y político y que
ya no era el mismo. Dirán dos figuras134 distantes de las posiciones

133
Editorial “La izquierda: todo un tema”, La Ciudad Futura, Nº 13-14,
noviembre de 1988- enero de 1990, p. 3.
134
Nos referimos a Juano Villafañe y Aldo Ferreres. La cita corresponde a
“Intelectuales: entre el ayer y la nada”. Mascaró, Buenos Aires, Año 2, Nº 6,
septiembre de 1986, p. 56. Este interesante artículo es, casualmente, la

135
de los intelectuales de La Ciudad Futura respecto a éstos y al
proceso abierto por el alfonsinismo:

“(…) La apertura democrática encuentra a la intelectualidad de


izquierda fraccionada y aún no repuesta de la derrota. Las ideas
metropolitanas vuelven a encontrar adeptos. (…) La idea de
“modernidad” –que debe entenderse como una readaptación del
país a los intereses del capitalismo mundial- es hegemónica entre
las clases medias. El intelectual ha dejado de ser un protagonista
para transformarse en un tecnócrata, en un profesional eficiente.”

El proceso de apertura democrática mostró rápidamente sus


lazos carnales con el modelo implementado por Martínez de Hoz.
La intelectualidad optó por proseguir los viejos rumbos críticos de la
desigualdad o se inscribió en la nueva dinámica política
implementada por el capital concentrado, los grupos económicos
locales y las transnacionales a través del montaje de un discurso
acorde a los nuevos vientos políticos que arrasaban con fábricas y
empresas nacionales, pequeños productores, produciendo la
exclusión que en los ´90 devendría en el modelo de la patria
privatizada. Intelectuales colonizados, a secas. En la primera línea,
tras el avance alfonsinista y la agudización de las desigualdades
sociales, Villafañe y Ferreres sostendrán, haciendo eco de la
intelectualidad devenida radical:

“(…) No obstante, existen otros sectores preocupados en


recomponer el bloque intelectual. Recuperando lo más avanzado de
lo que fue la actividad intelectual argentina, tanto dentro del campo

respuesta a un escrito de Sergio Bufano, al que hemos hecho referencia en


páginas precedentes. Se trata de “Intelectuales. ¿Veinte años no es nada?”
publicado en El Periodista de Buenos Aires, Buenos Aires, Nº 80, 21 al 27 de
marzo de 1986, pp. 26-27, donde se analizan diversos fenómenos sociales y
políticos de la década del ´70 en la clave que venimos señalando.

136
nacional-popular, como de la izquierda. Interesados en participar en
la creación de un nuevo proyecto orgánico alternativo, superador
del pasado y de las estrecheces de quienes apuestan a la nada.”135

Ya observamos cuál fue el re-posicionamiento de las ex


figuras de Pasado y Presente frente a la nueva onda política, antes
de la asunción de Alfonsín, en el exilio mexicano. En el retorno al
país para los que se fueron y en el encuentro del núcleo de los que
se quedaron (las figuras nucleadas en Punto de Vista), se diseñó la
nueva agenda de discusión y una nueva identidad. En este
accionar, no se intentó suturar el campo intelectual de izquierda
quebrado por la dictadura sino, reposicionarse a través del ataque a
los viejos compañeros de ruta en nombre de la izquierda:

“Para esta izquierda la admisión de la crisis equivale a


renunciamiento; por temor al cambio se atrinchera en las
certidumbres del pasado. Cualquier intento de penetrar en la oscura
metamorfosis del mundo debe ser evitado. Reconocer los procesos
de cambio que preanuncian la declinación de ese estrato social que
por más de un siglo representó, para la teoría socialista, el sujeto
histórico de transformación, es sólo una pérfida manera de
introducir el veneno socialdemócrata. Y para la izquierda argentina
–de matriz socialista o comunista, pero también aquella de origen
nacionalista o populista- nada es peor que el demonio
socialdemócrata.”136

Toda la gama política militante (comunistas, socialistas,


peronistas, izquierda nacional) caerán en la rodada. El mentado
“renunciamiento de las certidumbres del pasado” fue un axioma en
la revista que, sin demasiadas especificaciones en cuanto a su
contenido, circuló como consigna. Esto es, se perfiló la existencia
de dos izquierdas, por un lado la criticada y por otro, la circunscripta

135
Villafañe y Ferreres, op. Cit., p. 57.
136
Editorial “La Ciudad Futura”, La Ciudad Futura, Nº 1, agosto de 1986, p. 3.

137
al espacio del “nosotros” de la revista. La primera, detenida en el
tiempo, esclerosada, la segunda modernizada, auténtica. Así se
trabó paulatinamente una suerte de dicotomía a través de la dupla
viejo-nuevo que tendió a hacer prevalecer la novedad por sobre lo
supuestamente caduco. La cuestión, más allá del valor de verdad
que esta estrategia supone, es visualizar qué supuso en el terreno
de la política argentina concreta aferrarse a lo viejo o tender hacia lo
nuevo y aquí se aclara el sentido del debate. No hacemos
referencia aquí al “atraso” o a la “modernidad” de la izquierda en
términos de su formación o de su itinerario político concreto. En
este punto, creemos que la intelectualidad comunista o socialista
estuvo mucho más vinculada a acontecimientos internacionales que
a las luchas nacionales específicas, con las excepciones que todos
conocemos. Esta cuestión no se discute en la revista. De hecho, la
autodenominada “izquierda”, tuvo puesta la mirada en las
novedades teóricas europeas y norteamericanas en pos de
modernizarse haciendo caso omiso de las problemáticas del país
subdesarrollado de pertenencia. Lo viejo, las certidumbres del
pasado militante tal como reiteramos más de una vez, supusieron el
compromiso concreto con un modelo de nación específico (sean, la
patria peronista, la patria socialista o variantes), como asimismo, lo
nuevo en el naciente contexto nacional e internacional de los ´80
(salvando la experiencia de revolución triunfante en Nicaragua)
supuso el avance de modelos neoliberales. Con éstos, se auspició
entonces el fin de la historia, se preanunció la caída de los grandes
relatos y el devenir de una socialdemocracia que para la periferia
tuvo costos fuertes. Asimismo, los dos demonios, que analogaría
militares-intelectuales de derecha a gremialistas-intelectuales de

138
izquierda forma parte también del Editorial primero.
Tempranamente, se expresa:

“Parafraseando las palabras con que Marx inició el Manifiesto


Comunista, en la visión de esta izquierda un fantasma recorre
América: el fantasma socialdemócrata. También aquí las fuerzas de
la vieja Argentina se han unido en santa cruzada para acosar al
fantasma. La iglesia y los polizontes, los militares cavernícolas del
proceso y los gremialistas amnésicos, los fascistas y los
comunistas, los intelectuales de izquierda y los de derecha. ¿Qué
conmovedora unanimidad! ¡Sirios y Troyanos exorcizando juntos al
demonio! Pero, en realidad, ¿qué es lo que los une? Una común
irritación contra la Argentina que cambia, un mismo deseo de
aquello que irrumpió en octubre de 1983 no se consolide”.137

TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA Y FANTASMA DEL GOLPE


DE ESTADO

El cambio de la Argentina fue de una envergadura ciertamente


importante. El auspicioso 1983 dio sus frutos a través de la
consolidación de la democracia de la pobreza. Sin embargo, hacia
1987 seguirá sosteniéndose:

“Al margen, los dos partidos de izquierda y derecha parecían


coincidir en la solución final: la muerte de la democracia. “Morir de
pie, como lo enseñó Salvador Allende”, era la consigna que
brindaba la izquierda a Alfonsín, ignorando –ingenuamente,
creemos- la catastrófica consecuencia de ese consejo. La derecha,
obstinada, reclamaba una amnistía total que consagraría la
impunidad y fracturaría la esencia misma de la democracia para
culminar, tarde o temprano, en un golpe de estado.138

En el número siguiente, el lugar que pretendía ocupar la


revista será comentado de la siguiente manera:

137
Editorial “La Ciudad Futura”, La Ciudad Futura, Nº 1, agosto de 1986, p. 3.
138
“Una historia que recién empieza”, La Ciudad Futura, Nº 5, junio de 1987, p.
3.

139
“(…) Hemos dicho que si algún sentido puede tener La Ciudad
Futura es el de contribuir a un debate en el camino de su
constitución como alternativa, al menos como un privilegiado tercero
en discordia en la lucha política. Difícil tarea la de ese virtual
socialismo: organizar idealmente desde algo así como la nada
social, ser garante activo del sistema democrático y diferenciarse
como alternativa de futuro. Desde estas dificultades se gesta
perversamente el vanguardismo, el conformismo, el aislacionismo,
como resultantes opuestas pero semejantes de una carencia
histórica de proyecto capaz de ser compartido.”139

A la luz del análisis que venimos realizando, es evidente que


la mentada alternativa no fue más allá del alfonsinismo en este
período específico. Asimismo, además de la dupla viejo- nuevo
reseñada en páginas precedentes, se hizo hincapié en otra
dicotomía de similar carga ideológica: democracia - dictadura. En el
horizonte de esta opción dicotómica, toda crítica al alfonsinismo fue
tildada como un ataque al proceso de transición hacia la
democracia, a secas, fue tildada de terrorista:

“¿Que se puede decir de la izquierda clásica? La actitud de sus


dirigencias no hizo sino revelar a toda luz su desconcierto, su
dificultad para hacer política, dificultad que apenas puede encubrir
con su propensión a las grandes frases. Dejamos de lado los
grupúsculos más o menos pintorescos que soñaban, ante la mirada
absorta de la gente, con el asalto al Palacio de Invierno. El resto -
pensamos sobre todo en el partido comunista y en los
intransigentes- pagaban sus vacilaciones sobre la definición del
momento actual, al que nunca pudieron ver como un proceso de
transición a la democracia necesitado del compromiso sin retaceos
de la izquierda. La consigna democracia o dictadura se le
presentaba a esta sociedad como un conflicto real, como el más

139
Editorial “Ahora elecciones: ¿y después?”, La Ciudad Futura, Nº 6, agosto
de 1987, p. 3.

140
importante de todos, porque de su resolución dependía el futuro.
Pero la izquierda lo había minimizado durante tres años.”140

En esta línea, avanzado el alfonsinismo se sostendrá:

“(…) Frente al gobierno del partido político que se impuso en las


elecciones de 1983, la izquierda más activa recurrió a un único
camino: el de la crítica global y el rechazo. Fue clara la resistencia a
aceptar el radicalismo como una fuerza política de centro,
democrática y con posibilidades de formular y aún potenciar
proposiciones transformadoras. En casi todas las democracias
contemporáneas, la izquierda se ha modernizado al mismo tiempo
que las sociedades como imperativo para sobrevivir (para no
resignarse a encarnar la nostalgia de un solo registro de utopía).
Esa modernización implica inevitablemente, entre varios aspectos,
la delicada operación de cambiar las viejas tradiciones del rechazo
y las conspiraciones unilaterales, por el horizonte de las propuestas
reales, tangibles y positivas. Pensar en el interior de este orden de
lo concreto, es una necesidad básica para la izquierda socialista y
democrática. No obstante, ese paso hacia la modernidad es el que
aún tarda en vislumbrarse en el marco de las fuerzas políticas que
actúan en la izquierda argentina, y en un buen porcentaje dicha
falencia se debe a su tozuda visión de las cosas dentro de la lógica
del rechazo.”141

Y propondrán como “apasionante” la cuestión electoral en el


camino de la transición democrática bajo las consignas que
mencionamos antes. Respecto a la izquierda se continuará
afirmando:

“(…) Este tema, pues, el de la recategorización ideológica, política y


moral de de la izquierda en Argentina, el de su compresión de la
complejidad del tejido social y de las tensiones hacia el futuro, el de
su planteo de opciones autónomas, positivas y creíbles, aparece
como una cuestión a discutirse cuando el país entra a un nuevo y
apasionante tiempo electoral.”142
140
“Una historia que recién empieza”, La Ciudad Futura, Nº 5, junio de 1987, p.
3.
141
Editorial: “La izquierda: todo un tema”, La Ciudad Futura, nº 13-14,
noviembre de 1988- enero de 1989, p. 3.
142
Ibíd. nota 113.

141
LA CIUDAD FUTURA FRENTE A LAS LEYES DEL PERDÓN
ALFONSINISTA

Como hemos señalado recurrentemente, algunas figuras del


colectivo intelectual que venimos analizando habían participado
activamente de la gestión de Alfonsín a través del diseño de
agendas gubernamentales. Otros, sea desde las publicaciones
como desde el Club, colaboraron por medio de la difusión y el
apoyo ideológico, sea desde sus cargos en la universidad, a través
de artículos en las revistas o en las charlas y seminarios
organizados por el Club. La revista La Ciudad Futura constituyó un
espacio editorial de soporte intelectual bastante homogéneo en su
apoyo las más de las veces incondicional, a la luz de las
limitaciones y medidas ciertamente polémicas (o mejor,
impopulares) a nivel económico y político que el alfonsinismo
desplegó a lo largo de su gestión de gobierno. Una de éstas, fue la
sanción de las leyes de Punto Final (ley Nº 23.492) y Obediencia
Debida (ley Nº 23.521) en los años 1986 y 1987, que impidieron el
juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad cometidos por la
última dictadura militar. El alfonsinismo había ingresado al poder
tras las consignas promisorias de que se juzgaría a las Juntas
militares, promesa electoral que había despertado un importante
apoyo popular y de las clases medias que se vería desmentido a
sólo tres años de haber comenzado su gestión. Veremos qué
repercusiones hacia el seno de la revista tuvieron estas medidas.
Antes, resulta ineludible realizar unos pocos comentarios a la
legislación legada por los militares y a los avances y retrocesos de
la gestión Alfonsín frente a la cuestión militar, avances y retrocesos
que observaremos refractariamente en la revista en la medida en
que (a excepción de unos pocos artículos que enfrentaron la

142
decisión del gobierno de exculpar a los militares), la línea editorial
los legitimó a través del argumento de que había que sostener la
transición. Aquí, la dicotomía que comentáramos antes, compuesta
por la dupla democracia – autoritarismo jugó un papel crucial como
callejón sin salida frente a las vergonzosas leyes: sostener la
transición o entrar en un nuevo golpe de Estado.

AVANCES Y RETROCESOS DEL ALFONSINISMO: POLÍTICAS


DEL OLVIDO

ACERCA DE LA LEY DE “AUTOAMNISTÍA” (LEY Nº 22.924)

En los últimos días de la dictadura, el 23 de marzo del año


1983, la Junta Militar dio a conocer la ley Nº 22.924, por medio de la
cual preparaba su retiro del gobierno y su ingreso a la futura vida
democrática sin responsabilidad alguna y sin posibilidad de
juzgamiento. El 28 de abril de 1983 se publicó el denominado
"Documento Final de la Junta Militar sobre la guerra contra la subversión y el
terrorismo", donde se señalaba que todas las acciones militares del

período dictatorial habían sido en favor a la patria y por lo tanto, no


eran punibles. Asimismo, se argumentaba que únicamente "el juicio
histórico decidiría las responsabilidades sobre la guerra contra la
subversión".143 La ley fue promulgada en septiembre de 1983 a
pesar de las múltiples manifestaciones populares en su contra en
los meses previos. En el artículo 1º del documento se establecía:

“Decláranse extinguidas las acciones penales emergentes de los


delitos cometidos con motivación o finalidad terrorista o subversiva,
desde el 25 de mayo de 1973 hasta el 17 de junio de 1982. Los
beneficios otorgados por esta ley se extienden, asimismo, a todos
143
Todas las citas de la legislación retractadas en este apartado pueden
consultarse en los webs: http://www.desaparecidos.org y
http://www.comisionporlamemoria.org.

143
los hechos de naturaleza penal realizados en ocasión o con motivo
del desarrollo de acciones dirigidas a prevenir, conjurar o poner fin a
las referidas actividades terroristas o subversivas, cualquiera
hubiera sido su naturaleza o el bien jurídico lesionado. Los efectos
de esta ley alcanzan a los autores, partícipes, instigadores,
cómplices o encubridores y comprende a los delitos comunes
conexos y a los delitos militares conexos.”

Y en el artículo 2º:

“Quedan excluidos de los beneficios estatuidos en el artículo


precedente los miembros de las asociaciones ilícitas terroristas o
subversivas que, a la fecha hasta la cual se extienden los beneficios
de esta ley, no se encontraren residiendo legal y manifiestamente
en el territorio de la Nación Argentina o en los lugares sometidos a
su jurisdicción o que por sus conductas hayan demostrado el
propósito de continuar vinculados con dichas asociaciones.”144

El artículo 5º por su parte, prefiguraría junto con los ya


citados, el sentido de las posteriores leyes de Alfonsín:

“Nadie podrá ser interrogado, investigado, citado a comparecer o


requerido de manera alguna por imputaciones o sospechas de
haber cometido delitos o participado en las acciones a los que se
refiere el art. 1º de esta ley o por suponer de su parte un
conocimiento de ellos, de sus circunstancias, de sus autores,
partícipes, instigadores, cómplices o encubridores.”

LOS DECRETOS 157/83 Y 158/83


Tres meses después de promulgada la ley, el 10 de siembre
de 1983, asumió la presidencia de la nación Raúl Alfonsín. El día 29
de diciembre la “Ley de Autoamnistía” fue derogada. Se dictaron
además los Decretos 157/83 y 158/83 que ordenaron el arresto y
enjuiciamiento de dirigentes de las organizaciones guerrilleras
Montoneros y ERP que habían luchado por una patria justa y
contra la dictadura y de los integrantes de las tres primeras Juntas
144
Ibíd.

144
Militares, respectivamente. Respecto al sentido de los decretos, en
el 1º se afirmó la necesidad de "Afianzar la justicia; con este fin,
corresponde procurar que sea promovida la persecución penal que
corresponda contra los máximos responsables de la instauración de
formas violentas de acción política, cuya presencia perturbó la vida
argentina."145 El decreto se aplicó particularmente a los dirigentes
de organizaciones guerrilleras, reforzando de este modo la teoría de
los dos demonios que observamos a través de las páginas de La
Ciudad Futura. El segundo decreto ordenó enjuiciar a las juntas
militares. Leemos en su artículo 1º: "Sométase a juicio sumario ante
el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas a los integrantes de la
Junta Militar que usurpó el gobierno de la Nación el 24 de marzo de
1976 y a los integrantes de las dos juntas militares subsiguientes."146
Este decreto constituyó en su momento la gran proclama de
compensación republicana. Se mandaba a enjuiciar a nueve
personas integrantes de las tres primeras Juntas de Gobierno.
Resulta llamativo que no haya incluido a la 4º Junta, la que estuvo a
cargo de la convocatoria a elecciones y la que traspasó el gobierno
dando tránsito a la salida institucional. Fue además, la que diseñó
los instrumentos legales de impunidad: la comentada “Ley de
Autoamnistía” y el decreto secreto Nº 2726/83 que ordenaba la
incineración de todo documento oficial comprometedor, con lo cual
fueron destruidas pruebas fundamentales. Vale aclarar que este
decreto de Alfonsín promovía un nuevo juicio, esto es, el juicio a las
Juntas, que se sumaba a los más de dos mil juicios en trámite en
ese momento contra diversos represores de todas las jerarquías

145
Ibíd.
146
Ibíd.

145
que representaban el esfuerzo popular en el terreno judicial contra y
durante la dictadura.
El 15 de diciembre de este mismo año fue aprobado otro
decreto, el Nº 187, que estableció la creación de la Comisión
Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). Esta
estaría encargada de investigar las violaciones a los derechos
humanos cometidas durante la dictadura militar. La CONADEP fue
conformada por trece miembros y cinco secretarios y tomó
testimonio a cientos de victimas y familiares del terrorismo de
estado.

EL JUICIO A LAS JUNTAS MILITARES

El 22 de abril de 1985 comenzó el juicio a los nueve miembros


de las Juntas Militares acusados de cometer crímenes de lesa
humanidad y violaciones de los derechos humanos. Fueron
responsables de la causa el Fiscal Federal Julio Strassera, asistido
por Luis Moreno Ocampo. Se presentaron múltiples y los
testimonios recogidos sumaron alrededor de 900 horas. Las
audiencias finalizaron el 14 de agosto, y el 9 de diciembre la
Cámara Federal fijó las sentencias: Jorge Rafael Videla y Emilio
Massera fueron condenados a prisión perpetua. Roberto Viola
recibió una sentencia de 17 años de prisión. Armando Lambruschini
una sentencia de 8 años. A Orlando Agosti se lo condenó a servir
cuatro años. Los otros miembros de la junta (Leopoldo Fortunato
Galtieri, Omar Graffigna, Jorge Anaya, y Basilio Lami Dozo) fueron
absueltos.

146
TRAICIONES RADICALES I: LEY Nº 23.492 (PUNTO FINAL)

El 23 de diciembre del año 1986 la Cámara de Diputados de


la Nación aprobó el proyecto de Punto Final, que instituyó un plazo
final para enjuiciar a los militares involucrados en los crímenes de la
dictadura. Se fijó un término de sesenta días para definir los
procesamientos a los militares involucrados en los crímenes de la
dictadura con vencimiento en marzo de 1987. Un imposible para los
tiempos de la justicia. La ley fue promulgada al día siguiente, a
pesar de las miles de personas que se manifestaron en su contra.
Se establecía en la misma que:

"Se extinguirá la acción penal respecto de toda persona por su


presunta participación en cualquier grado (…) que no estuviere
prófugo, o declarado en rebeldía, o que no haya sido ordenada su
citación a prestar declaración indagatoria, por tribunal competente,
antes de los sesenta días corridos a partir de la fecha de
promulgación de la presente ley."147

Las movilizaciones encabezadas por los organismos de


Derechos Humanos hicieron oír su protesta, sin embargo, el
Congreso contrariando la voluntad popular la aprobó.

TRAICIONES RADICALES II: LEY Nº 23.521 (OBEDIENCIA


DEBIDA)

Antes de los siete meses de sancionada la ley de Punto Final,


se aprobó en el Congreso la ley denominada de Obediencia Debida
(4 de junio de 1987) y cuatros días después fue promulgada. Esta
ley había sido formulada por el alfonsinismo con la justificación de
que serviría para mitigar los sucesivos alzamientos militares que

147
Ibíd.

147
comentaremos más adelante. Absolvía a los militares de rango
intermedio y menor, acusados de violaciones a los derechos
humanos durante la dictadura, por haber cumplido órdenes como
subordinados. El artículo 1º de la ley establece que:

"Se presume sin admitir prueba en contrario que quienes a la fecha


de comisión del hecho revistaban como oficiales jefes, oficiales
subalternos, suboficiales y personal de tropa de las fuerzas
armadas, de seguridad, policiales y penitenciarias, no son punibles
por los delitos (…)por haber obrado en virtud de obediencia debida."
148

Otra ley para la vergüenza nacional y para la lista de


traiciones a los votantes que se sucederán en la Argentina hasta el
día de la fecha.149

148
Ibíd.
149
El 25 de marzo de 1998 las leyes de Obediencia Debida y Punto Final
fueron derogadas por el Congreso Nacional, pero las causas de los militares
continuaron cerradas. El 6 de marzo de 2001, el juez Gabriel Cavallo declaró la
"inconstitucionalidad y la nulidad insanable" de las leyes. El 9 de noviembre del
mismo año, la Sala II de la Cámara confirmó por unanimidad el fallo dictado por
el juez Cavallo y ratificó la inconstitucionalidad. El 12 de agosto de 2003, la
Cámara Nacional de Diputados anuló las leyes y el 20 del mismo mes, la
Cámara Nacional de Senadores finalizó su anulación. En 14 de junio de 2005
bajo la presidencia del justicialista Néstor Kichner, la Corte declaró
inconstitucionales las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. En la
actualidad (año 2007) se están juzgando genocidas en los Tribunales de la
ciudad de La Plata. Esta gestión de gobierno tuvo, en principio, un carácter
ciertamente esperanzador en relación a la voluntad política de llevar adelante
una política seria en torno a los derechos humanos, o mejor, en torno a los
derechos humanos estrictamente vinculados con la desaparición de personas
de nuestro pasado reciente. Hay que decirlo: en la actualidad los derechos
humanos también atañen a los muertos por hambre en el país de las vacas y el
trigo. Una más entre las paradojas de nuestras democracias del ´83 a esta
parte: Kichner impulsa el juzgamiento a los genocidas del proceso y sostiene la
regalía económica de los grandes grupos económicos que fueron los
verdaderos beneficiados del período (Repsol, Techint, Bunge Born, etc.), como
asimismo, continúa las relaciones carnales con las naciones centrales
ahondando el carácter neocolonial de nuestro país.

148
LA CIUDAD FUTURA ANTE LAS LEYES ALFONSINISTAS
A partir de la publicación del ejemplar Nº 3 (diciembre de
1986) la revista hará eco de las decisiones del gobierno nacional de
impulsar las leyes comentadas previamente. El “debate” (se verá
más adelante la mitigación que supone el entrecomillado) tendrá
duración hasta el Nº 6 del mes de agosto de 1987 a través de notas
editoriales y de una sección titulada “Cuestión militar” que no estará
presente en los números subsiguientes. El Nº 11 (junio de 1988)
marcará el distanciamiento que enunciamos antes, del grupo
vinculado a la revista Punto de Vista (Carlos Altamirano y Beatriz
Sarlo fundamentalmente; además se irán: Rodríguez, Liernur,
Samoilovich, y Vezzetti) que seguirá colaborando pero no formará
parte del staff estable del Consejo Editorial de La Ciudad Futura.
Los números intermedios (Nº 7, 8-9 y 10) dejarán de lado el debate
de las leyes (sancionadas ya por el Congreso) para dar relevancia a
los levantamientos militares150 desde la óptica de lo que
denominamos como fantasma del golpe de Estado.
Ahora bien, la posición de la línea editorial (representada por
el núcleo duro del grupo de Pasado y Presente: Aricó, Portantiero y

150
El 16 de abril de 1987, durante la Semana Santa, un grupo de militares bajo
el mando del teniente coronel Aldo Rico ocupó la Escuela de Infantería en
Campo de Mayo para exigir la amnistía y la sustitución de la cúpula militar.
Entre el 14 y el 18 de enero de 1988, Rico encabezó otro levantamiento
carapintada, ahora en Monte Caseros: abandonó su arresto domiciliario y se
acuarteló en el Regimiento 4 de Infantería, con 60 oficiales y 200 suboficiales.
Se rindieron rápidamente. El 3 de diciembre de 1988, usando el Batallón de
Arsenales en Villa Martelli como centro de operaciones, el coronel Mohamed
Seineldín encabezó una rebelión por no haber sido recomendado para el
ascenso a General. La última asonada carapintada tomó lugar el 3 de
diciembre de 1990, en que un grupo de militares ocuparon la sede del Estado
Mayor del Ejército y del Regimiento I de Patricios. Hubo trece personas
muertas y alrededor de 200 heridos.

149
Tula) frente a las leyes será de apoyo incondicional a las mismas
tras el argumento habitual del grupo de fortalecer la transición
democrática. La justificación que aparecerá en reiteradas
oportunidades sustentará que los militares ya hicieron su
autocrítica, ya se procesó a los responsables y se necesita
subordinar las FFAA a un orden constitucional. ¿Puede sostenerse
la autodenominación de izquierda tras este posicionamiento?

LOS “DEBATES” HACIA EL SENO DE LA REVISTA


En el Nº 3 se publica un artículo firmado por La Ciudad Futura
donde se prefigura y se deja asentada la posición de la revista que
veremos sucederse en los números subsiguientes. Tras comentar la
decisión de Alfonsín de dar punto final a los crímenes militares, se
argumentará que no es una medida del todo aceptable pero es
necesaria. Citamos:
“(…) ¿Pero la verdad de las cosas es la misma cuando se la mira
desde el vértice del poder que cuando se lo hace desde el seno de
la sociedad? Existen lógicas distintas. Y también responsabilidades
disímiles. Percepciones encontradas. Exigencias no siempre
aceptables por quienes estamos alejados de las responsabilidades
de gobierno. El proyecto de ley por el cual se pretende establecer
un plazo para el juzgamiento de militares involucrados en delitos
cometidos durante la represión, o por personas que también los
hubieran cometido al instaurar formas violentas de acción política,
parece ser un indiscutible ejemplo de ello. La necesidad de
fortalecimiento del sistema político haría necesaria tan drástica
determinación, pues ninguna sociedad, se afirma, puede vivir sin
una integración de sus fuerzas armadas y sin una reconciliación
nacional.”151

Y se agrega:

151
“El ¨Punto final´, la política y la ética. ¿Una conciliación imposible?” artículo
firmado por La Ciudad Futura, La Ciudad Futura, Nº 3, diciembre de 1986, p. 4.

150
“(…) El proyecto es en sí mismo cuestionable, pues su
implementación no cumpliría con los fines de fortalecer la frágil
democracia que transitamos. No obstante, no es fácil obtener un
diagnóstico claro y consensual respecto de la necesidad y
características de una salida política que establezca bases sólidas
para la integración de las fuerzas armadas al orden constitucional y
legal del país. Habida cuenta de que el orden democrático fue
sistemáticamente quebrado por la acción militar, el problema de la
redefinición política e institucional de las fuerzas armadas tiene una
relevancia insoslayable. (…) En este sentido, el proyecto no
aparece como una herramienta eficaz al no contar con el sustento
que debería darle una sociedad convencida de la justeza y
oportunidad de tal ley, ni con el acuerdo previo de los partidos
políticos e instituciones sociales representativas. La validez del
mismo debe pensarse en términos de su capacidad para resolver
un problema que afecta al conjunto de la sociedad y no al de una
parte. Sólo así será posible que una decisión política del gobierno
no contradiga principios morales y jurídicos aunque de ellos no
extraiga su principal justificación.”152

Estos argumentos no merecen demasiada acotación: la


legitimación otorgada a través de la estrategia del “mal menor”
resulta ineludible, asimismo, el claro posicionamiento respecto a la
disyuntiva: vértice del poder vs. seno de la sociedad. La dirección
de la revista estuvo claramente junto al primero sin titubeos. La
única voz realmente disonante que se pronunció en contra de la
medida fue la de Héctor Leis (miembro del Consejo de Redacción
de la revista). Por esta cuestión, mitigamos el concepto de debate
en la medida en que éste no se produjo abiertamente más allá de la
publicación de un artículo en este número. La posición que
prevaleció fue la de la dirección de la revista. Sostendrá Leis:

“(…) El llamado proyecto de ´Punto final´ intenta olvidar y perdonar


los crímenes cometidos por algunos de los miembros de las fuerzas
armadas. Cabe preguntar entonces por su conveniencia y
necesidad. Lo que se dice a favor de tal medida es que la
152
Ibíd.

151
corporación militar ya realizó su autocrítica, que los responsables de
comando ya están condenados o procesados y que, por último,
eliminando toda incertidumbre respecto del enjuiciamiento futuro de
sus cuadros se garantizará su subordinación al orden constitucional.
(…) Esta medida representaría una demorada toma de partido a
favor de la posición adoptada por las fuerzas armadas en la lucha
contra la guerrilla. (…) La medida que aquí discutimos es
antidemocrática y anuncia un futuro de incertidumbres para los
ciudadanos y ciudadanas de este país.”153

Tres meses después de publicado el Nº 3, en marzo de 1987


hacia el Nº 4, la ley ha sido aprobada por el Congreso. En este
número aparecen dos artículos centrales, ambos en la línea de
apoyo. Julio Godio a través del artículo “Cuarto punto final: lo que
termina y lo que empieza”154, argumentará que a través de la ley el
alfonsinismo busca un compromiso con las FFAA, en la medida en
que ésta permitiría la integración de los militares a la vida
democrática. Asimismo, arguye una defensa abierta al presidente
Alfonsín y sostiene que las críticas al mismo erosionan el sistema
democrático. La ley, en palabras de Godio, “Constituye un acto de
reflexión política y cultural en la tarea de la consolidación
democrática.” El otro trabajo corresponde a Emilio de Ipola155 quien
discute directamente con la posición sostenida por Leis en el Nº 3,
arguyendo que éste se equivoca al juzgar la ley de ese modo,
porque ésta es el mal menor, en la medida en que se debe afrontar
el problema de las FFAA. En el Nº 5 (junio de 1987) se deja la
discusión específica de la ley y se le da relevancia a la cuestión del
compromiso de gobierno de frenar la puja militar. Además, este
número sale en el contexto del levantamiento militar de Semana
153
Leis, Héctor, “Sobre el ´Punto final´. ¿Un paso adelante y otro atrás?”, La
Ciudad Futura, Nº 3, diciembre de 1986, p. 4.
154
La Ciudad Futura, Nº 4, marzo de 1987, p. 3.
155
“Composición tema punto final”, La Ciudad Futura, Nº 4, marzo de 1987, p.
4.

152
Santa, que será un factor a través del cual reforzarán aun más la
posición de defensa de las leyes alfonsinistas. A modo ilustrativo:

“(…) Los sucesos de Semana Santa quebraron la inocencia de la


transición. Advirtieron que el nudo principal de nuestros problemas
no está en el conflicto entre gobierno y oposición acerca de temas
puntuales, sino en la vulnerabilidad peligrosa del sistema
democrático frente a una agresión de la derecha militar. (…) Al
quedar en evidencia las amenazas que penden sobre nuestra frágil
democracia, los sucesos sirvieron para aclarar los significados de
una transición, la suma de compromisos que ella requiere de la
sociedad y de sus dirigentes. (…)”156

En la línea de defensa de la democracia alfonsinista,


continuarán argumentando que:

“La ´cuestión miltar´ es, pues, un tema central de la transición. (…)


El problema en este caso es el de constituir un espíritu republicano
en los militares, para que no asistamos a la maduración del ´huevo
de la serpiente.´ ¿Está dispuesta la sociedad, sus organizaciones,
sus partidos, a encarar esta tarea, sin renunciar a principios no
negociables pero con la dosis de realismo necesario? ¿Están
dispuestos los militares a integrarse subordinadamente a un orden
civil y democrático? No lo sabemos. Lo que sabemos es que si ese
proceso no se intenta, la democracia fracasará y horas negras se
extenderán sobre nuestro país. (…) Es evidente que las políticas
puestas en marcha han fracasado (se refiere a los juicios). (…)
Fracasó (…) la ley de extinción de causas que de ningún modo
colocó un ´punto final´. (…)” 157

Se publica además, una solicitada en repudio al golpismo del


Socialismo de Izquierda Democrática y una propia titulada
“Defendamos la democracia.” En la sección “Cuestión militar”,
Beatriz Sarlo158 sostiene que el papel de la izquierda debe ser el de
analizar lo que denomina dos violencias (militar-guerrillera) para
156
“¿Una historia que recién empieza?”, La Ciudad Futura, Nº 5, junio de 1987,
pp. 3-4.
157
Ibíd.
158
“Y ellos avanzan”, La Ciudad Futura, Nº 5, junio de 1987.

153
ajustar cuentas con el pasado. A su vez, Alejandro Katz159 refiere a
que la Obediencia Debida no responde a presiones o a
negociaciones secretas de gobierno sino a la necesidad de una
sociedad de expulsar de sí misma la posibilidad de la locura ya que
al redimir al asesino, la sociedad se redime a sí misma.

En el Nº 6 de agosto de 1987 se publicará un único artículo160


referente a la Obediencia Debida. En los números siguientes el
apartado interesado en el asunto militar desaparece de la revista y
hacia el Nº 10 de abril de 1988, comienza a cobrar relevancia la
cuestión de la violencia y del fantasma del golpe que comentamos
en páginas precedentes. En la nota editorial, refiriéndose al nuevo
alzamiento militar de Monte Caseros se dirá:

“(…) Sin embargo, sería engañoso minimizar o subestimar lo


ocurrido (…) en esta ocasión se deslizó desde este sector, a través
de voces no siempre coincidentes y confusas, un verdadero
programa golpista y alternativo a la democracia. También, como
signo de la determinación de los sublevados, se debe considerar
que tuvieron un apoyo civil (…) la crisis fue y es verdaderamente
severa en el plano militar. La detención del “grupo Rico” no
garantiza que no haya en las fuerzas armadas otros grupos, con
distintos grados y destinos, convencidos por una ideología fascista
o protofascista y con deseos de alcanzar alguna vez la capacidad
operativa suficiente como para poner en aprietos al sistema
democrático.”161

Y se continuará apoyando las medidas alfonsinistas y


refiriéndose a la izquierda crítica de aquellas en los siguientes
términos:

159
“Un hecho de nuestra historia”, La Ciudad Futura, Nº 5, junio de 1987.
160
Julio Godio, “¿Razón o pasión?”, La Ciudad Futura, Nº 6, agosto de 1987,
p. 9
161
“Los militares ante la sociedad”, La Ciudad Futura, Nº 10, abril de 1988, p. 2.

154
“(…) El terrorismo de estado de la pasada dictadura pertenece a
una inhumanidad inaceptable para los argentinos, porque no es –ni
puede ser- base para ninguna reconstrucción de nuestra
convivencia. Por eso, dicha solicitud, en la que confluyen fascistas y
“liberales”, plantea una crisis de principios cuyos nubarrones sólo
podrán aventarse a partir de políticas que sean tan pacientes como
enérgicas, tan sutiles como ajustadas a un cambio en la relación
entre los militares y la sociedad. (…) En el caso de un pensamiento
político que define sus posiciones dentro de una visión del mundo
que propone una transformación racional, socialista e igualitaria de
la sociedad, la cuestión de la Ley de Obediencia Debida hace a un
ejemplo muy particular. ¿Debe la izquierda olvidar la ética –los
terribles crímenes del terror de estado- y aceptar servilmente la
iniciativa del presidente Alfonsín? ¿Hay acá un dilema entre el
confort de la ética y la incomodidad del pragmatismo? No, la clave
tal vez consista en no desplazar de ninguna manera los principios,
pero también en no dejar de lado el análisis de la realidad tal cual
ella se manifiesta. De lo contrario, contribuiremos a una izquierda
que conocemos muy bien, heredera del breve paraíso escrito de los
dogmas. (…) La reciente crisis avaló de hecho –no de derecho ni
moralmente- la necesidad de que hubiera un instrumento como la
discutible Ley de Obediencia Debida. De no ser así, no nos
engañemos, se hubiera reeditado el curso de Semana Santa.”162

ALFONSINISMO Y MODELO DEMOCRÁTICO: DEMOCRACIA Y


DESPUÉS

“(…) Algunos analistas políticos han sugerido que la crisis de la


Argentina en es realidad consecuencia de las políticas de
disciplinamiento que Estados Unidos le impone a nuestro país. (Dirá
el entrevistador. A continuación la respuesta de Juan Carlos
Portantiero) No coincido, ¿por qué le interesaría a los Estados
Unidos que Argentina tenga un sesenta por ciento de pobreza? No
me parece que eso sea de un interés particular, salvo que

162
Ibíd.

155
pensemos en una mentalidad perversa y diabólica que quiera que la
gente se muera de hambre.”163

Hemos reiterado más de una vez que ya en México y sobre


todo, llegadas a Buenos Aires, las figuras centrales de Pasado y
Presente se abocaron, conjuntamente a su particular revisión del
pasado inmediato y de la condena a la militancia setentista, a
pensar la denominada “cuestión democrática”. Algunos, además,
redactaron los discursos del presidente radical y le suministraron un
modelo de “democracia” pergeñado tras haber digerido las nuevas
modas teóricas y políticas norteamericanas y europeas. El mirar
hacia fuera, típica estrategia de la intelectualidad cipaya y
extranjerizante de nuestro país -tan discutida en el período que va
de 1955 a 1974- volvió a hacer eclosión en las décadas del ´80 y
del ´90. Así, el fin de la historia, la preeminencia de los discursos, el
giro cultural, los modelos sociales extranjeros, la agonía del
marxismo y el fin de la lucha de clases y de la dependencia
nacional, la centralidad de la gobernabilidad, fueron marcos de
pensamiento de la nueva intelectualidad modernizada y puesta al
día. Poco probable hubiere sido encontrar un pasaje como el citado
en boca del Portantiero difusor del marxismo en los años ´60 y ´70.
La centralidad de la cuestión democrática durante el período
que analizamos, estuvo sujeta a la transicionalidad, esto es, se
señalará siempre a la democracia como un objeto en “transición”
hacia la consolidación de sí misma. La democracia como un
proceso paulatino al que, nunca se aborda en términos concretos.
En la nota Editorial del 1º ejemplar de La Ciudad Futura comenzó a

163
Entrevista a Juan Carlos Portantiero “Crisis de hegemonía sin alternativas.
El fin de una época” realizada por la revista Textos para pensar la realidad, Año
1, Nº 1, 2002. p. 49.

156
hacerse visible el cruce democracia-socialismo que había
comenzado a realizarse en México. Con más fuerza aquí, la
democracia se presentó como la única plataforma de construcción
de un supuesto “socialismo”. Citamos:

“Una revista de “cultura socialista” como la nuestra, cuyos


integrantes provienen de distintas experiencias políticas e
intelectuales, se enfrenta naturalmente con un problema que resulta
ineludible en este camino de búsqueda de una nueva identidad que
esté en condiciones de abordar con más o menos éxito una realidad
cada vez menos simple, si es que alguna vez lo fue, y que desde
hace no poco tiempo se nos escapa de las manos: se trata, desde
luego, del fenómeno de la democracia, de la necesidad de su
revaloración, de la relación entre democracia y socialismo.164

Y se agregará más adelante:

El socialismo no puede ser la liquidación de la democracia, sino su


plena realización. Sólo en un contexto democrático puede
expandirse un movimiento social de izquierda que impulse la
transformación y gravite en la vida nacional.165

Tal como comentáramos respecto al Grupo Esmeralda, el


modelo de democracia que se auspició a través de la revista fue
aquel ligado a un tipo de modelo circunscripto a la cuestión de los
procedimientos (elecciones periódicas, competencia entre partidos,
cierto pluralismo social, etc.) basados en reglas de juego como
conjunto de valores más bien abstractos. La centralidad de lo que la
democracia debería suponer (en términos de democracia social o, a
secas, de democracia real) quedó relegado: distribución de la
riqueza, movilidad social, calidad de vida, etc. En el primer número
de la revista se publicó el denominado “Suplemento/ 1 de La Ciudad

164
“El primer número”, La Ciudad Futura, Nº 1 (agosto de 1986), p. 3.
165
Op. Cit, “Editorial”, Nº 1.

157
Futura”166, como expresión de los términos de la propuesta
presidencial de fundación de la Segunda República. Ésta estuvo
sujeta a lo que se denominó nuevo “compromiso” o “pacto”
institucional, vinculado con una reforma constitucional, del estado y
de las instituciones (partidos políticos, gremios, etc.). Las
cuestiones vinculadas a la descentralización, la participación y la
eficacia de gestión, fueron tratadas en este mismo número por Juan
Carlos Portantiero a través de su trabajo “”La reforma del estado.
Una Constitución para la democracia.”167 La cultura de izquierda
propugnada por la revista, estuvo circunscripta a debatir meramente
el consenso, esto es, la estabilidad y el funcionamiento de las
instituciones.
En el Nº 6 de agosto de 1987 respecto a la mentada
consolidación democrática en el tránsito de la transición se dirá:

“(…) Habrá elecciones el 6 de septiembre (…) y seguramente no


habrá ruptura del orden constitucional. (…) La república
democrática parece hoy verosímilmente estable. Pero ¿puede
decirse que ya esté consolidada? Es obvio que no es así: miremos
no más a la última Semana Santa para darnos cuenta que las
grandes cuestiones -sobre todo la amenazante “cuestión militar”- no
está aún dilucidada. De ningún modo está dilucidada.”168

Veremos que la cuestión de la consolidación democrática no


estará vinculada a la democracia social sino, al fantasma de un
nuevo golpe de Estado que recorre las páginas de la revista
recurrentemente y opera como correlato directo del apoyo al
proyecto del alfonsinismo, tal como observamos respecto al apoyo
de las leyes del perdón militar. Esto es, los sectores críticos de las

166
Nº 1, agosto de 1986, p. 15
167
op. Cit.., Nº 1, agosto de 1986, p, 17
168
“Ahora elecciones: ¿y después?”, La Ciudad Futura, Nº 6 (agosto de 1987).

158
políticas implementadas por Alfonsín, estarían estorbando la
posibilidad de consolidación democrática en la transición. Veremos
esta cuestión, además, en relación a las críticas a la izquierda.
Respecto al fantasma del golpe de Estado, citamos:

“(…) El peligro que se perfila sobre el curso próximo de los


acontecimientos es visible: que sobre el escenario de un sistema de
democracia política todavía muy lejos de encontrarse consolidado,
se vayan imponiendo las tendencias exógenas, aquellas
interesadas en vaciar las instituciones, en restarle credibilidad y
capacidad operativa al poder civil y en crear las condiciones para un
vacío que, antes de lo pensado, permita un retorno de las corrientes
autoritarias. (…) Un nuevo brote de insubordinación entre oficiales
del ejército, esta vez en La Tablada, dejó en evidencia que el
problema militar no está apaciguado, sino que más bien hay en
curso una pugna interna con importantes sectores poco dispuestos
a acatar la disciplina.”169

Aún hacia 1988, se sostendrá:

“Lo que se plantea como bien supremo debe tener un carácter


suficientemente general, como para señalar solamente una
tendencia que de lugar luego, a que cada cuestión se discuta en
particular y en una relación puntual con el momento en que se la
encara, evitando la tentación totalizante, integrista, totalitaria.
Quiero decir: debemos poder librarnos de fetichizar las grandes
cuestiones planteadas por el socialismo y el capitalismo: regímenes
de propiedad, orden, libertades individuales. Pero, ¿desde qué
límite? Desde el que marca el bien supremo -mantener activa a la
sociedad contra si natural tendencia a la muerte – (por supuesto
que no me refiero sólo a la biológica) y para el cual, el mejor
andarivel es la democracia que, con su estatuto de libertades y de
alternancia en el poder por vía electoral, crea las mejores
condiciones para dicha actividad.170

Ciertamente se cuela allí la noción de democracia de la que


habláramos: democracia que, con su estatuto de libertades y de

169
Editorial posterior al triunfo del PJ en las elecciones. La Ciudad Futura, Nº 7,
octubre de 1987, p. 3.
170
Op. Cit., Nº 10, abril de 1988.

159
alternancia en el poder por vía electoral, crea las mejores
condiciones para dicha actividad. La cuestión de la democracia
política, asimismo, estuvo sujetada al perfil de un tipo de Estado no
intervencionista. En el marco del nuevo modelo de acumulación
capitalista de los ´80, este modelo de democracia se tradujo en un
acelerado proceso de concentración del capital que dio a luz a una
democracia signada por una correlación de fuerzas favorable a los
sectores o clases dominantes. La democracia de la pobreza,
desconocida para La Ciudad Futura y harto conocida para los
millones de excluidos devino de las privatizaciones (empresas de
transporte, servicios públicos, bancos, plantas industriales, medios
de comunicación, etc.), del descenso del salario real y de la
desocupación creciente y del deterioro de los servicios sociales
fundamentales.
Las décadas del ´80 y del ´90 estuvieron signadas por la
destrucción del tipo de Estado inclusivo de los intereses populares
propio de las décadas del ´40 y del ´50, tarea emprendida por
Martínez de Hoz durante la dictadura militar. El alfonsinismo en los
´80 se hizo cargo de un país con una descomunal deuda externa
con orígenes ilegítimos (54 millones de dólares) a la que se propuso
administrar. Frente a un Estado en quiebra, Alfonsín optó cediendo
a las presiones del poder y llegaron los ajustes: la economía de
guerra a los compatriotas, el Plan Austral que permitió el pasaje de
millonarios recursos públicos a bancos y corporaciones extranjeras.
El doble discurso de las virtudes de la democracia comenzó a verse
desmentido en los hechos. Los derechos humanos tuvieron su
Punto Final y su Obediencia Debida y la absolución de los golpistas
resonó en los oídos argentinos a través del conocido discurso la
casa está en orden, felices pascuas compatriotas. La derrota

160
electoral de la UCR aceleró la crisis del gobierno a través de los
golpes de mercado, la explosión de la hiperinflación y los saqueos
masivos a supermercados. Alfonsín traspasará el poder al
presidente Menem seis meses antes de culminar su mandato
presidencial.
La subestimación del rol estatal en un país semicolonial como
el nuestro, tuvo consecuencias que se tornan visibles aun en la
actualidad. No deber olvidarse que para que un país del Tercer
Mundo pueda desarrollarse en algunos puntos claves de su
estructura económica y social, debe poseer un Estado fuerte como
expresión misma del interés nacional. Sobre todo durante la gestión
menemista, las privatizaciones del patrimonio nacional y la reforma
estructural del Estado operaron como garantes de la hegemonía del
capital transnacional concentrado. El problema para los
intelectuales de La Ciudad Futura no fue la entrega del patrimonio
nacional sino la forma “desprolija” por medio de la cual se privatizó
la heredad de las nuevas generaciones:

“(…) Con Menem la Argentina acometió una serie de reformas pro


mercado que iban en línea con lo que estaba sucediendo en el
mundo, por lo que tampoco podría reprochársele como una traición.
Cómo lo hizo es otra cosa.” 171

A partir del Nº 16 correspondiente a los meses de abril-mayo


de 1989, comenzará a realizarse un balance de la gestión de
Alfonsín. El mismo tendrá resultados positivos y no se pondrá en
discusión las traiciones sucesivas del radicalismo al pueblo
argentino. Asimismo, para el período eleccionario próximo se

171
Entrevista a Juan Carlos Portantiero. Op. Cit., p. 47.

161
llamará votar otra fórmula radical, la encabezada por Angeloz-
Casella. En palabras de Aricó:

“(…) Los límites reales de la experiencia de la administración de


Alfonsín como primer gobierno de la transición a la democracia.
Para todos aquellos que, desde la izquierda tradicional o desde la
derecha jacobina, sostuvieron una constante actitud de oposición, la
cuestión está, como es obvio, cerrada. Por déficit de un liberalismo
económico a ultranza o por ausencia de radicalismo de clase, el
gobierno estuvo condenado al fracaso y las profundas limitaciones
que fue evidenciando en su gestión no fueron sino la consecuencia
necesaria de una ilegitimidad de origen. (…) La definición de los
límites del reformismo alfonsinista, la determinación de los
obstáculos que le impidió llevar a cabo lo que se propuso hacer,
aparecen como un problema cardinal para juzgar la potencialidad
transformadora de las opciones electorales en disputa. (…) Ni uno
ni otro demuestran en los hechos estar dispuestos a discutir
seriamente sobre los problemas decisivos del país y de cuyo
confuso, contradictorio e inconducente manejo institucional son
corresponsables.172

Ya desde mediados de 1988, con un alfonsinismo en crisis


casi terminal, comenzaron a aparecer artículos donde se observa
un distanciamiento más crítico respecto a la gestión de gobierno y
hasta se realizan referencias a la cuestión económica que, en
general, no habían aparecido en años previos:

“(…) El radicalismo, a su vez, no se ha mostrado muy voluntarioso


para paliar al menos relativamente ciertas injusticias que más que
dinero requerían imaginación. (…) Pobreza: (…) Los que estamos
convencidos de que sea quien fuere el partido triunfador en esas
elecciones, los sectores humildes continuarán sufriendo las
consecuencias de un orden económico que no los contempla más
que como productores de bienes. No existe candidato que pueda

172
Aricó, José, “Los bloqueos de la reforma. Un balance de la transición”, La
Ciudad Futura, Nº 16, abril-mayo de 1989, p. 9.

162
garantizar que las capas postergadas, subsumidas económica y
socialmente, vayan a mejorar su condición. ”173

En el Editorial del Nº 18-19 correspondiente a los meses de


junio-septiembre de 1989, en relación a las transformaciones
neoliberales que comenzó a implementar el presidente Menem en el
período, las críticas al alfonsinismo comenzaron a amainar y las
acciones de reforma menemistas fueron vistas sin preocupación:

“(…) El tema de la reconversión del capitalismo ha sido colocado


explícitamente sobre la mesa del debate nacional en los últimos
años y cabe decir que ese fue uno de los méritos del gobierno
anterior (se refiere a la gestión de Alfonsín). LA CIUDAD FUTURA
insistió muchas veces sobre la cuestión, convocando a la izquierda
democrática a discutir un reexamen de las formas perversas en que
se había planteado la relación entre capitalismo y estado en nuestra
sociedad en las últimas décadas. No rechazamos, por lo tanto, la
pertinencia del objetivo trazado en las leyes de reforma del estado y
de emergencia económica, más allá de algunas limitaciones y aun
peligros que ellas puedan traer.” 174

Y continúa:

“El modo de regulación del capitalismo argentino que emergiera y


se consolidara entre 1930 y los años sesenta ha entrado en
descomposición desde mediados de los setenta y hemos dicho
insistentemente que nos parecía por lo menos ingenuo querer
superar esa decadencia con un retorno mítico al pasado.
Sabemos también que esa transformación implica ajustes y que
éstos tienen costos. El drama argentino, desde 1983 en adelante,
consistió en que mientras se daba luz a un régimen de gobierno que
implicaba el paso desde el autoritarismo hacia la democracia, no
acertaba –por falta de una voluntad política firme del gobierno pero
también por ceguera de la oposición y pasividad de la sociedad- en

173
Bufano, Sergio, “Vamos a votar. Frente a la falta de opciones políticas”, La
Ciudad Futura, Nº 11, junio de 1988, p. 9.
174
“¿Y ahora qué?”, La Ciudad Futura, Nº 18-19, junio-septiembre de 1989,
pp.3-4.

163
superar la descomposición de una fase histórica de nuestro
capitalismo.”175

El drama nacional parece haber sido producto más de una


falta de una voluntad política firme del gobierno, ceguera de la
oposición y pasividad de la sociedad que de la victoria en la
imposición del modelo económico neoliberal en Argentina. Este
diagnóstico se expresa claramente en palabras de Portantiero,
donde aparece además, de la consabida crítica a la izquierda y el
rol que éstos intelectuales darían al Estado en el período
subsiguiente:

“(…) Según el diagnóstico que se haga sobre la fase de desarrollo


del capitalismo, sobre el tipo de relaciones que ella haya
establecido entre este y el estado, sobre las formas predominantes
de la acumulación, diferirá el análisis de la crisis y las propuestas de
transformación. Por ejemplo y para ser más claro: si se cree que el
rasgo fundamental de la crisis presente es la quiebra del modelo
agroexportador dependiente implementado a finales del siglo
pasado, la propuesta de transformación estará centrada en el
reconocimiento de un clivaje entre periferia y centro como conflicto
central, condensado en la consigna de “liberación o dependencia” y
en la convicción acerca del rol privilegiado del estado y de una
política de nacionalizaciones para todo cambio en sentido
progresista. (…) Salvando excusables simplificaciones de mi parte,
éste es el diagnóstico y ésta la terapia que propone la izquierda
argentina sobre la crisis actual, tanto desde su vertiente “nacional-
popular” cuanto desde la “alternativista”.176

El diagnóstico de la izquierda nacional que aparece aquí


desestimado y pasado de moda (liberación o dependencia) a la luz
del nuevo poder implantado en la Argentina por el terrorismo de

175
Ibíd. El subrayado es nuestro.
176
Juan Carlos Portantiero, “La transición democrática y la izquierda política.
Una necesaria redefinición de identidad”, La Ciudad Futura, Nº 18-19, junio-
septiembre de 1989, pp. 9-10. Se continúa criticando a la izquierda que no se
moderniza (sobre todo al PC y al PI).

164
Estado (siete años de políticas neoliberales a través de la alianza
entre corporaciones y bancos extranjeros) y retomado por la gestión
de Alfonsín cobraba verdadera relevancia. Agregará Portantiero,
caracterizando la crisis en la línea “modernizadora”:

“Esta perspectiva cambia, por supuesto, si otra es la caracterización


de la crisis. Esto es, si se piensa que lo que está en
descomposición desde los años setenta es el modelo de desarrollo
y el patrón de relación entre clases dominantes y estado. (…) Está
mucho más claro también hoy cuál es el papel real (…) que juega el
estado como otorgador de privilegios a grupos económicos
ineficientes y volcados más a la especulación que al riesgo de
la inversión. Un estado prebendalista que no resulta para nada
antagónico sino totalmente complementario de los intereses
parasitarios de nuestro capitalismo asistido, sea él nacional o
multinacional.”177

Veremos el posicionamiento de la revista frente a las medidas


de ajuste y (regalía) menemista en profundidad en las páginas
siguientes. Los años de administración de la pobreza en Argentina
en manos de democracias reducidas a lo político serán largos:
recordemos el pasaje del poder de Alfonsín a Menem en 1989
(primer caso en la historia de nuestro país de pasaje de poder de un
partido a otro por la vía electoral luego de la ley Sáenz Peña), diez
años de menemismo, pacto de reelección en 1995, nuevo pasaje de
poder a partidos opositores en 1999 -del PJ al radical De La Rúa-.
La revista hará eco a su modo de cada uno de estos nefastos
avatares de la política argentina. Asimismo, habrá
reacomodamientos a cada nueva coyuntura y silencios
inconcebibles: exclusión, patria desvastada, muertos por hambre en
el país de los paladines de la democracia.

177
Ibíd. El subrayado es nuestro. El problema será la “ineficiencia” de los
grupos económicos no las medidas de extranjerización de la economía
nacional.

165
LOS AÑOS DE MENEM

“(…) Con Menem la Argentina acometió una serie de reformas pro


mercado que iban en línea con lo que estaba sucediendo en el
mundo, por lo que tampoco podría reprochársele como una traición.
Cómo lo hizo es otra cosa.” 178

El argumento en torno a “cómo lo hizo” será una forma


recurrente de legitimar desde La Ciudad Futura el paquete de
reformas que acometió la gestión Menem en su período de gobierno
que vistas hoy, a cierta distancia temporal, revistieron un verdadero
carácter de contrarevolución en términos conservadores. Esto es,
los cambios operados en nuestro país durante estos años fueron de
una envergadura tan profunda que transformaron la estructura de la
nación en su conjunto, o mejor, del país, en tanto la identidad
nacional, castigada a sangre y fuego tras la dictadura, terminó de
demolerse durante la gestión menemista para reingresar al
neoliberalismo. El arrasamiento del nivel de vida de las clases
populares y de las clases medias, la privatización del patrimonio
estatal, el paquete de reformas del Estado, el desguase de la
educación y de la salud pública provincializadas, la corrupción del
sistema político y de las instituciones en su totalidad, entre otras
medidas operantes dentro del paquete neoliberal, no tuvieron
parangón en ningún otro momento de la historia argentina. Ni
siquiera a través de la violencia estatal y de los muertos de las
distintas dictaduras en la historia de nuestro país, se logró
implementar un modelo económico tan lesivo respecto a los
intereses de las clases populares en un lapso temporal tan breve y
que tendrá más víctimas sociales que el terrorismo de Estado de
1976 y la guerra de Malvinas de 1982. Con el consentimiento de los

178
Entrevista a Juan Carlos Portantiero, op. Cit., p. 47.

166
votantes se llevó al extremo la regalía y la dependencia nacional a
los intereses extranjeros: la Argentina netamente colonial y
dependiente comenzaría a alzarse entre fábricas cerradas, índices
pavorosos de desempleo, muertos por hambre y desnutrición en el
país hipotecado.
Al modelo legado por la dictadura, alfonsinismo de por medio,
los años de Menem le otorgarían todo su esplendor. El modelo
neoliberal se mostraría en todas sus aristas y conseguiría, con
consenso de la mayoría de la sociedad que pondría su voluntad en
las urnas, perpetuarse en el tiempo a través de la reelección, a
pesar del descenso salarial y del deterioro de las condiciones de
vida de las mayorías. Fueron los años de la descomposición
ideológica total de una identidad política que desde mediados de la
década del ´40 había expresado los anhelos populares y había
llevado adelante el único proyecto de nación independiente y
soberana a lo largo de la historia nacional. Fueron también, los años
de auge del modelo intelectual que intentamos presentar a través
de estas páginas, que únicamente tuvo su parangón en cuanto a su
funcionalidad en el plano de la política concreta, en la derecha
operadora de los planes económicos y culturales menemistas.
Como se definirán ellos mismos en relación a la historia y a la
utopía:
“(…) En estas tareas de nuestro continente, de nuestro país y del
mundo, el debate sobre el socialismo es también el debate sobre
las reformas, la democracia y la hegemonía con consenso,
construida esta como una forma cultural donde la crítica y la
exposición de ideas tengan un sentido inequívocamente fuerte.
Este sentido es, en definitiva, el de nuestra utopía: una utopía
con el horizonte colocado en los años noventa.”179
179
Editorial “El horizonte de los noventa”, La Ciudad Futura, Nº 20 diciembre de
1989- enero de 1990, p. 3. El subrayado es nuestro. En esta línea puede
consultarse en este número bisagra entre las décadas del ´80 y del ´90 los

167
En el año 1993, la revista organizó una mesa redonda para
discutir el rol de las publicaciones políticas y culturales del período
menemista, como asimismo el papel de los intelectuales en el
mismo. Citamos:

“(…) En lo que se refiere a los intelectuales, no ha intervenido (se


refiere al menemismo). Estamos registrando la transición, período
que comienza antes de Alfonsín; empieza en pos- Malvinas. Ahí es
donde este escenario cultural comienza a diseñarse. (…) El
fenómeno de fin de siglo. La desaparición del intelectual, como
aquella figura en la cual la cultura podría tener un sentido de
totalidad.” 180

Hasta aquí podemos observar argumentos similares a los


esgrimidos durante la década del ´80 en torno a la desaparición de
un modelo de intelectual (el crítico de la desigualdad, o mejor, el
intelectual comprometido con las causas del cambio social) y el
surgimiento de otro, funcional a los nuevos tiempos políticos
signados, en la óptica de los nuevos demócratas post marxistas, por
la pérdida de horizontes políticos certeros, el fin de la historia y la
caída de los grandes relatos libertarios típicos de las décadas
precedentes:

“(…) Quizás hemos hecho un registro de los datos resistentes de


toda sociedad. Pensar como lo hacíamos a principios de los setenta
que la sociedad estaba esperando que esas hojas cayeran en sus
manos era equivocarse acerca de lo que sucede en las sociedades.

siguientes trabajos: Javier Franzé, “Centroizquierda: ese ambiguo objeto de


deseo. El tránsito de una época a otra”, pp. 6-7; Fabián Bosoer, “La democracia
perpleja”, p. 11; Jorge Tula, “El neoliberalismo es más que una receta”, p. 17;
Juan Carlos Portantiero, “¿Crisis de la política?”, p. 12.
180
“La cultura en el papel”, La Ciudad Futura, Nº 36, otoño de 1993, p. 4. En la
Mesa redonda, participan como voceros de la revista, Alejandro Blanco y
Sergio Bufano. Los otros partícipes son Sarlo, Samoilovich y Abramovich. Las
palabras citadas corresponden a Sarlo que aparece como la voz que más
interviene en la discusión.

168
Hoy hacemos una lectura que se puede llamar desencantada pero
también realista de los datos duros de lo social. Y toda lectura
realista tiene algo de desencanto. (…) Nuestras revistas están
escritas por gente que escribe exactamente lo que quiere escribir.
Que no va a hacer ninguna operación de traducción de un registro a
otro.”181

La cuestión de las ópticas desencantadas y realistas frente al


panorama político nacional, estarán íntimamente vinculadas con el
afán de la no representación, o en otros términos, con el divorcio
respecto a compromisos específicos (la referencia a la negación del
tipo de operación de traducción de un registro a otro es clara en
este punto: el pasaje de registros resulta ser clave en la
comunicación entre clases sociales, en este caso: de la
intelectualidad de clase media hacia las clases populares). Hemos
reiterado una y otra vez, cuál fue la característica de este divorcio y
creemos que resulta importante hacerlo, en la medida en que las
figuras intelectuales a las que hacemos referencia, tras corroer
drásticamente al tipo intelectual del compromiso, se autoasignaron
una imagen donde la “autonomía” fue la nota de valor predominante
a nivel teórico pero que, en el terreno de la política concreta o de
políticas culturales e ideológicas específicas, tuvo consecuencias
bien definidas que intentamos señalar a través de estas páginas.182
Ahora bien, el menemismo ya no convocaría a los consejeros
del príncipe alfonsinista, sino que se haría de tecnócratas
181
Ibíd.
182
A saber, entre otras: confección de cierta interpretación del pasado histórico,
del sentido de sus luchas y de su derrota y por lo tanto, del accionar futuro y del
lugar del intelectual frente a la desigualdad social, por ejemplo. Además, ¿de
qué autonomía puede hablarse cuando se piensa las agendas de gobierno
alfonsinista? ¿de qué autonomía puede hablarse cuando se condena la
militancia revolucionaria y se publican revistas de discusión cultural y política
con incidencia en la formación de la opinión pública? ¿O cuando se ocupan
cátedras universitarias donde se forma a las nuevas camadas profesionales de
la Argentina?

169
doctorados en Harvard o en alguna universidad del Primer Mundo
pero, aquellos seguirían montando sus utopías reaccionarias que
auspiciaban la entrada a una modernidad fortuita y el eterno errar
por la transición democrática en las universidades públicas y a
través de La Ciudad Futura, el Club de Cultura Socialista y otras
publicaciones. Esto es, perderían en esta nueva coyuntura política,
el protagonismo que habían tenido con el radicalismo respecto a los
espacios de poder gubernamental o al diseño de agendas públicas.
Esta coyuntura, encontraría a las figuras fundamentales del grupo
de Pasado y Presente, dispuestas de lleno en las cátedras de
Sociología o de Letras de la UBA, que como hemos comentado en
páginas precedentes, ocupaban desde el período de la restauración
democrática. Esta sería la forma de incidir en el debate público de
ideas: la formación de nuevas generaciones de profesionales y
agendas de debate para la clase media que veía con buenos ojos el
perfil del Club de Cultura Socialista, de Punto de Vista y de La
Ciudad Futura.
Durante los ´90 desde La Ciudad Futura se deslizó un mero
antimenemisno que refirió más al estilo de ejercicio del poder del PJ
neoliberal que a un abierto repudio a las medidas de gobierno183
(privatizaciones, desregulación, flexibilización laboral, etc.) que
serían cuestionadas por la modalidad en que fueron operadas y no
en su sentido concreto en términos de correlato real en la exclusión
social o en la extranjerización de la economía. Asimismo, la
materialidad de lo real se vería trastocada por argumentos lindantes
con “lo moral” tal como observamos en relación al tema de la
violencia de los años ´70. Citamos:

183
Para la ampliación de este tema ver el trabajo de Campione y Gambina
(2004) donde se analiza el período menemista en profundidad.

170
“(…) Transitando desde la trivialidad al escándalo la propuesta que
bajaba desde el poder se asemejaba más a la de una republiqueta
que a la del invocado “Primer mundo” en el que habríamos de
desembarcar desde las dos fragatas. (…) Creemos que este
gobierno defraudó el contrato electoral que lo llevó al poder y
creemos también que, eligiendo las banderas de la
modernización, al darle a ésta un sesgo conservador malbarató
sus posibilidades. La tragedia del menemisno es que dejó a la
sociedad moralmente desamparada: quebró los sueños
redistributivos de estilo populista pero no produjo alternativas
creíbles en lo económico, en lo político, en lo social, en lo moral. De
ahí el vacío que produce, aunque siga apelando a un peligrosísimo
discurso de omnipotencia. Cuando ya resulta vacuo aludir a “la
pesada herencia recibida” para justificar sus falencias notables, su
propio desempeño resulta patético”.184

Resulta llamativo que a lo que bien se caracteriza como


“tragedia” se lo circunscriba al terreno de la moralidad y no de lo
político en sentido estricto. Porque el desamparo de la sociedad
argentina no fue moralina sino arrasamiento, pobreza, exclusión y
acrecentamiento de la dependencia nacional a límites
sorprendentes. Asimismo, el argumento de que un proceso de
modernización se estaba operando a nivel mundial, que se lee en la
cita de apertura de este apartado y en esta respecto a la
“malbaratización de sus posibilidades”, resulta la piedra de toque
para avalar la modernización en nuestro país, en la línea de que era
viable y necesario “modernizar” ateniéndose meramente a las
formas de operar tal modernización más que a sus objetivos. Los
argumentos tendientes a avalar “necesidades” o “medidas
necesarias” sin medir sus costos sociales fue usual en el accionar
de estas figuras (recuérdese, por ejemplo, las razones que dan para

184
Editorial “Pensando en septiembre (La necesidad de un compromiso de
sistema)”, La Ciudad Futura, Nº 27, febrero-marzo de 1991, p. 3. El subrayado
es nuestro.

171
avalar las leyes del olvido alfonsinista). No tendrán espacio en el
horizonte de expectativas del grupo las necesidades de las
mayorías pobres y de la patria vasalla, sí las recetas
modernizadoras para el país periférico dictadas por el FMI y el
Banco Mundial. Citamos:

“(…) Esta perspectiva es la que nos coloca en la oposición, pero


sabiendo que ya no son posibles las fugas hacia el pasado, sino
que es necesario partir del reconocimiento de este presente para
proyectar un futuro distinto. Frente a la modernización que se nos
propone se hace necesario levantar otro proyecto de modernización
que se haga cargo de los costos sociales y que combata a la vez
las formas concentradoras del poder que caracterizan al esquema
actual.”185

La modernización a través de pequeñas reformas de un país


dependiente revistió en Argentina, el carácter de utopía reaccionaria
a secas. No encontramos en la revista el mencionado proyecto de
modernización alternativo sino, un conjunto de críticas light a las
formas menemistas de llevar adelante, por ejemplo, las
privatizaciones. Además, valga el siguiente interrogante: ¿la crisis
argentina se paliaba a través de la modernización? No es ociosa
esta pregunta porque, ha quedado tan arraigada la idea de que
modernizar el Estado en los ´90 era la solución del país atrasado
que, dar un paso hacia atrás y preguntarnos por su misma
legitimidad no es un dato irrelevante. Esto es, ¿se trata de discutir
con estos intelectuales que a fin de cuenta no tuvieron un proyecto
de modernización alternativo al menemista o mejor, de discutir a
secas, su inscripción en los dictados “modernizadores” del
menemismo? Si los ´90 decretaban modernización, esa sería la
agenda, como, salvando las distancias, los ´70 habían dictado, por
185
Op. Cit. Nº 30-31.

172
ejemplo, lucha armada y allí habíamos tenido a los consejeros de
Montoneros.
Ciertos marcos ideológicos han quedado tan arraigados en los
imaginarios políticos nacionales, que la idea de “modernización” de
los ´90 conserva aún la legitimidad de ser un hecho que la misma
realidad señalaba como necesario. Aquí jugaron fuerte estos
intelectuales, en la medida en que tanto en la revista como en las
publicaciones de cada uno de ellos, se puso como centro de debate
la necesariedad de la modernización que para Argentina y América
Latina tendría los costos que todos conocemos. A sabiendas de
que, más allá de que estas voces intelectuales acompañaron los
vientos políticos epocales del neoliberalismo, hubo otras que
estrictamente en el terreno intelectual, discutirían la misma
legitimidad de la idea de modernización y sus consecuencias en un
país periférico, trastocándola por ejemplo, por la idea de liberación
nacional. Vale decir, la “modernización” fue financiada a través de la
modalidad contractual flexible denominada “consultores”, por fuera
de las plantas de personal del Estado y a través de los marcos
ideológicos que marcaron, en su gran mayoría el BID o el BM,
financistas de estas consultorías. A principios del ´90 comenzará a
aparecer con fuerza en las páginas de la revista la idea de
modernización. Citamos:

“(…) Crecientemente aparecen voces que, advertidas del carácter


político de la crisis económica, avanzan en definiciones que buscan
reconstruir las quebradas relaciones entre la sociedad y el estado,
que aspiran a superar la actual crisis de hegemonía sobre la base
de un realinamiento de las fuerzas políticas a partir de un programa

173
capaz de reformar al estado, a la economía y a las instituciones en
el marco de una modernización democrática y justa.”186

¿Qué funcionalidad tendría esta modernización democrática y


justa en un país periférico? Descentralizar la educación a tantos
subsistemas como provincias existen en Argentina, achicar las
empresas del Estado, colocar en la bolsa de valores la deuda
pública, introducir el liberalismo o el planteo tan absurdo como
corrosivo para la gestión del esquema de la “gobernabilidad” fueron
las medidas del paquete modernizador de los ´90, conjuntamente
con las privatizaciones del patrimonio nacional.187 Respecto a éstas,
a las que nos hemos referido ya, se dirá además:

“(…) Cuando el estado afirma la necesidad de privatizar, reconoce


de hecho que es incapaz de manejar con eficacia la empresa
pública. (…) No se trata de aceptar tan rápidamente el juego porque
es verdad que la empresa privada es más eficaz que la pública.
¿Pero qué significado damos a la palabra eficacia? ¿Eficacia con
relación a qué y a quiénes? Además, ¿podemos aceptar la
categoría de “pública” para las empresas del estado? ¿En qué
medida lo público determina su funcionamiento? Las deficiencias
que inevitablemente generan las empresas estatalizadas fueron
reconocidas por los socialistas ya desde fines del siglo pasado.”188

Punto de partida argumental: las empresas estatales no son


eficaces, por lo tanto el patrimonio nacional pasará a manos

186
Editorial “Frente al vacío, soluciones políticas (Sobre el pacto político)”, La
Ciudad Futura, Nº 21, febrero-marzo de 1990, p. 3.
187
Televisión, teléfonos, radios, peajes, aeronavegación, agua, concesiones de
los ferrocarriles nacionales que destruyeron las economías provinciales, etc.
Piénsese la magnitud de estas medidas a través del siguiente ejemplo:
Argentina fue una de las pocas naciones que remató su petróleo sin perder una
guerra.
188
Ansaldi, Waldo, “Fuimos parte de una expresión iconoclasta y marginal”, op.
Cit., Nº 30-31, p.27.

174
privadas.189No encontramos en ninguna referencia acerca de las
privatizaciones, la idea de soberanía nacional. Volvemos a la
cuestión de los imaginarios: la soberanía nacional, la
extranjerización de la economía no serían parte del debate de los
´90 de la autodenominada izquierda de La Ciudad Futura. Así,
respecto a la discusión en torno al rol de las privatizaciones se
establecerá:

“(…) Es dentro de estos términos que la crisis actual puede ser


reconocida como primordialmente política, porque alude a las
características y a las formas de relación de nuestro capitalismo y
de nuestro estado, sacando la cuestión del trivial debate entre
“estatizantes” y “privatizadores”. La descomposición que oprime a la
Argentina se explica porque virtualmente el estado se ha disuelto en
las determinaciones de los grupos de presión de la sociedad. Ya no
se trata de discutir cuantitativamente cuál debe ser su peso en la
economía y cuál el del mercado; lo que hay que saber es si se le
seguirá birlando, como ahora, su capacidad de regulación.”190

Y además:

(…) Restaba una segunda etapa que no iba a transitar por esas
desprolijidades políticas y/o morales sino por un punto que todavía
parecía quedar firme y no sometido a graves cuestionamientos. En
un primer momento, es efecto, la opaca gestión del contador Erman
González resistió con su áurea mediocritas a la ola de descrédito y
mantuvo su cargo tras la primera reestructuración. Pero bastó otro
“golpe de mercado” para que su autoridad se desmoronara
súbitamente, con lo que a la sospecha de corrupción generalizada
se sumó la de ineficiencia: a casi un año del rebrote
hiperinflacionario, su amenaza volvió a erguirse con lo que la

189
Este tipo de argumento tuvo un peso decisivo en la formación de la opinión
pública que, en cierta medida, legitimó el paquete privatizador, atareada por los
medios de comunicación (también privatizados), por los discursos de gobierno
y por las voces intelectuales que dieron legitimidad al rifado del patrimonio
nacional. Citado entre risas por los funcionarios del período, el decálogo
menemista establecería que nada que sea del Estado quedaría en manos del
Estado.
190
Op. Cit., Nº 21 febrero-marzo 1990.

175
economía del menemismo -mellada por privatizaciones
ineficientes- también se despeñó hacia un cono de dudas.191

La “modernidad” en boca de los nuevos demócratas ocuparía


el lugar que alguna vez había tenido el concepto de capitalismo
periférico o nación subdesarrollada o del Tercer Mundo,
conjuntamente con argumentos tales como “gobernabilidad”,
“construcción de la ciudadanía” y “cuestión republicana” que
atesoraron una importancia capital en este período. En el Editorial
del Nº 21 de La Ciudad Futura correspondiente a los meses de
febrero-marzo de 1990 advertimos estas ideas:

“(…) De ahí la importancia del tema de la gobernabilidad, colocado


en los últimos tiempos en el centro del debate. (…) Es que el tema
de la gobernabilidad alude centralmente a la posibilidad de
consolidar esta precaria democracia y de ese compromiso no es
posible abdicar sobre todo hoy, cuando estamos caminando al
borde de un precipicio. La gobernabilidad significa, en principio, una
condición necesaria para darle densidad política a un sistema débil
y a partir de ahí reformular a un estado sin poder. (…) ¿Es qué la
ingobernabilidad, la falta de confianza, la “desobediencia” de los
mercados habrá de solucionarse con la suma de liderazgos
individuales? La autoridad no es una cáscara vacía sino el producto
de un consenso que ausculte a la voluntad de la sociedad desde la
dirección del estado. Y eso no se consigue sin fortalecer su
capacidad de regulación y sin modificar este programa de libertinaje
de mercados. Se hace difícil, salvo con costos muy altos, este
proyecto tal cual está formulado pueda sostenerse.”192

La cuestión de la precariedad del sistema democrático y la


necesidad, similar a la que plantearon durante el alfonsinismo, de
consolidar la democracia serán argumentos recurrentes.
Encontramos entrada la década del ´90, ciertas continuidades y

191
Op. Cit. Nº 27. El subrayado es nuestro.
192
Ibíd.

176
nuevas argumentaciones propias de este período, tales como las
señaladas en torno a la gobernabilidad y a las reformas del Estado
pero también, una nueva interpretación del peronismo histórico a la
luz del menemismo, que en la primer etapa de la revista era
condenado conjuntamente con las organizaciones de izquierda o, a
secas, con la militancia del ´70. Además, se pergeñará durante
estos años una mirada que intentará atender a la cuestión
económica de las políticas de gobierno (recordemos las mea
culpas de Juan Carlos Portantiero respecto al error “politicista” del
período alfonsinista). Respecto a las continuidades, serán centrales
las referidas a la consolidación de la democracia y a la relevancia
que se dará a la violencia expresada a través de lo que señalamos
ya como “fantasma del golpe de Estado.” La insistencia respecto a
esta violencia resulta llamativa, en la medida en que el sistema
económico plasmado en este período generará niveles de violencia
social vinculados a la exclusión y a la pobreza que no serán
desarrollados. La violencia a la que se refiere en las páginas de la
revista supone una amenaza constante al sistema a través de un
siempre fortuito golpe de Estado que, habíamos visto, como
argumento central de apoyo del alfonsinismo -en la línea de que las
críticas al gobierno debilitaban la democracia en ciernes-, acá
reaparecerá como central para mantener la transición. Veámoslo:

“(…) La descripción no peca de exagerada. Ya hay voces (…) que


convocan a “soluciones drásticas” y algunos diarios
norteamericanos comienzan a hacer pronósticos agoreros sobre
una intervención militar. Podría coincidirse que ella no parece
inminente, al menos para desalojar al poder civil, pero cuidado con
facilitar la creación de esos espesos climas de opinión que siempre
presagian, en una cultura autoritaria como la nuestra, la emergencia
de soluciones mesiánicas. El deterioro social y el escepticismo

177
moral de la población puede encontrarse con ellas ni bien cualquier
chispa se propague a ese material colectivo fácilmente
combustible.” 193

Hemos comentado ya que juicios tales como creación de esos


espesos climas de opinión corrían parejos a las críticas al sistema
en el período alfonsinista donde se habían producido
levantamientos militares como los de Tablada pero donde también
se habían dictado las leyes de protección a los torturadores de la
dictadura del ´76. Abiertos los ´90, se recurrirá al argumento de la
violencia también en estos términos. La continuidad del modelo
debería resguardarse tras el fantasma del golpe de Estado. Las
mayorías hambreadas consecuencia de las políticas menemistas (lo
que en la revista se señala como material colectivo fácilmente
combustible, deterioro social y escepticismo moral de la población)
debían encuadrarse en la continuidad de la fortuita transición hacia
la consolidación democrática siempre jaqueada por la amenaza
golpista o la “debilidad” del sistema. Citamos:

“(…) No transitamos épocas normales y esto vale, al menos, en dos


sentidos. El primero alude a algo que no nos hemos cansado de
repetir en estas páginas: desde 1983 (o mejor un poco antes,
cuando el fracaso de Malvinas obligó al repliegue de los militares)
vivimos una transición que todavía no ha llegado a consolidar
institucionalmente a una democracia que carga, además, con las
responsabilidades del “ajuste”. En estas condiciones y pese a que la
amenaza golpista no se cierra como tormenta en el horizonte,
resulta claro que el funcionamiento del sistema no es todavía
adulto, que sus mecanismos tienen fisuras frente a los embates de
la crisis, centrados como lo están en un presidencialismo obsoleto y
escasamente flexible. En estas condiciones cada manifestación de
la larga decadencia que nos devora parece poner en peligro toda la

193
Ibíd.

178
estructura sin que la misma democracia atine a procesar
racionalmente los problemas que la traban. “194

Caracterización de la crisis: presidencialismo obsoleto y


escasamente flexible. Consecuencia de la crisis: peligro de toda la
estructura.195Más adelante se dirá:

“(…) Colocados en el lugar de proteger la consolidación de esta


democracia como ha sido la regla de esta publicación, no importa
saber si habrá o no trámite constitucional de sucesión sino en que
condiciones, cualesquiera sean los avatares inmediatos, el régimen
democrático puede llegar a su consolidación. En esta dirección,
nuestra voluntad de propugnar un compromiso de sistema
permanece más firme que nunca.”196

Un manifiesto de accionar político- intelectual el anterior. El


compromiso de sistema tendrá como correlato en las páginas de la
revista, el aval del modelo, únicamente matizado en las críticas a
las “formas” ya mencionadas. El período de la “modernización”,
además, daría carta de defunción al modelo de Estado nacional
antiimperialista que, en nuestros días, de la mano de Chávez en
Venezuela, Castro de Cuba y Evo Morales en Bolivia niega aquella
expiración. Citamos, las siguientes palabras de José Aricó,
ilustrativas de lo antedicho:

“(…) Asistimos a la crisis irreversible de este modelo de estado


nacional antiimperialista. (…) Se ha clausurado una época y con
ésta se ha consumado una experiencia que ya no puede medirse
productivamente con un mundo que cambia vertiginosamente en el
sentido de su integración. En América Latina ya entró en crisis en
los años 70 y el ciclo de los golpes militares que le sucedió fue su
resultado. Los actuales procesos de democratización se enfrentan,
194
Op. Cit., Nº 27 Febrero-marzo de 1991.
195
Resulta obvio que llamando a las cosas por su nombre los términos de la
crisis se trastocan: caracterización: neoliberalismo; consecuencias: exclusión
social, extranjerización de la economía, etc.
196
Ibíd. Nº 27.

179
a su vez, a una gravosa herencia de formas perimidas del estado y
de la sociedad, que en muchos casos los autoritarismos militares
contribuyeron a agravar antes que a superar. El camino que ha
emprendido América Latina ya no admite retornos al modelo
del estado nacional antiimperialista, pero la izquierda no ha
demostrado todavía ser capaz de imaginar una alternativa
progresista a las orientaciones neoliberales que se imponen en la
región. (…) La realidad se ha modificado, pero la inercia doctrinista
de la teoría impide una renovación tan necesaria como urgente. (…)
La crisis de los países del Este, y de Rusia en particular, tiene el
enorme mérito de poner delante de nuestros ojos un espejo
gigantesco. Saber leer dicha crisis es tal vez otra ocasión histórica
que se nos presenta. Sí, como se ha dicho, la modernidad es un
destino, el problema a resolver es de qué modo queremos los
latinoamericanos ser modernos.”197

VARIACIÓN I: REVISIÓN DEL PERONISMO HISTÓRICO


Como hemos adelantado, durante la década menemista
comienza a aparecer en la revista cierta “valoración” de lo que
habría significado el peronismo histórico de la década de 1940.
Resulta de interés realizar algunas referencias vinculadas al vaivén
semántico que se produce respecto al proceso que, sobre todo en
la década del ´80, había sido tildado más bien en términos de
fascismo populista. Cuestiones tales como la justicia social o la
distribución del ingreso serán ahora los rasgos fundamentales de
ese peronismo en contraposición al menemismo que bajo la
identidad política peronista traiciona las banderas que habían hecho
de ésta una identidad de masas. Citamos:

“Es alrededor de estos puntos donde comienza a dibujarse la


posibilidad de concebir la existencia de una ruptura entre el
peronismo (o, al menos, entre la forma que él asumió en el
imaginario de muchos de aquellos que construyeron su identidad
política en ese espacio), y el experimento menemista. Uno de los

197
José Aricó, “1917 y América Latina”, op. Cit. Nº 30-31, p. 14.

180
elementos fundacionales de la cultura política peronista, lo que solía
llamarse “justicia social”, no parece reconocerse en este modelo,
que fuerza la desigualdad y concentra la riqueza y el poder
económico. Aún en el plano de lo estrictamente simbólico, esa
ruptura parece expresarse con claridad. (…) Entendemos que el
peronismo nada puede aportar hoy a la transformación de la
sociedad, al menos en el sentido que muchos anhelamos.”198

Recordemos que el peronismo, sobre todo bajo su accionar


militante de los ´70, había caído bajo la crítica mordaz,
conjuntamente con la militancia revolucionaria en bloque.
Refiriéndose al menemismo en el Editorial del Nº 30-31 se
argumentará que:

“(…) Como resultado de todas estas medidas y de las que anuncian


para los próximos meses, una Argentina diferente se está
diseñando, absolutamente distante de la que se conformó cincuenta
años atrás con el sello del peronismo original. Si el menemismo se
consolida nos encontraremos (…) con un cambio epocal. La
mutación tendría esta rúbrica: el país peronista destruido por su
peor cuña: el propio peronismo.”199

En el mismo Editorial, se agregará:

“No vamos a llorar ante esas cenizas porque ni aun en su


apogeo ese modelo nos satisfizo. El tema no es el del llanto por
su memoria sino la preocupación por lo que va a reemplazarlo. (…)
El menemismo nos dice que, si nos liberamos de las ataduras con
que nos aprisionó el peronismo, si desmantelamos el estado,
abolimos la legislación social, nos transformamos en un aliado
incondicional de los Estados Unidos, desprotegemos a la industria
(salvo la que, como la automotriz, está en manos de grandes
grupos ligados al estado), es decir, si borramos el recuerdo

198
Alejandro Cattaruzza, “Una respuesta a Javier Franzé: Menemismo y
neoconservadurismo”, La Ciudad Futura, Nº 29, junio-septiembre de 1991, p. 6.
Este artículo es una respuesta a “El menemismo, del peronismo al
neoconservadurismo. ¿Cisma o permanencia?” de Javier Franzé publicado en
el Nº 28 de La Ciudad Futura. La respuesta de Cattaruzza es una defensa light
de las banderas del peronismo histórico defenestrado en el trabajo de Franzé.
199
Editorial “Mirando hacia delante”, op. Cit., Nº 30-31, p. 3.

181
económico-social del peronismo, estaremos en condiciones de
ingresar al club de los privilegiados del mundo. Claro está –nos
dice también el menemismo- que para lograr ese objetivo
pueden (y deben) utilizarse mecanismos político-
institucionales del viejo peronismo: concentración autoritaria
del poder, desdén por el parlamento, avasallamiento de la
justicia. 200

No entraremos aquí en la discusión en torno a nuestro


subrayado de la primer parte de la cita, porque el lector podrá
recordar la opinión del núcleo duro de La Ciudad Futura respecto al
papel que el peronismo había tenido en la Argentina del período
1940-1970. Asimismo recordará su variación en los ´80. Las
opiniones en un sentido y en otro, los vaivenes abruptos y
constantes según las coyunturas específicas, ya fueron comentadas
in extenso. Nos interesa sí, realizar algunos comentarios al último
subrayado que creemos, condensa de alguna manera la postura
que mantuvo la revista respecto a las políticas implementadas en la
década del ´90: la cuestión de la forma sin hacer alusión al sentido
político de las medidas llevadas a cabo. Éstas, son enumeradas
claramente -si desmantelamos el estado, abolimos la legislación
social, nos transformamos en un aliado incondicional de los Estados
Unidos, desprotegemos a la industria (…) si borramos el recuerdo
económico-social del peronismo (…)- sin ninguna caracterización
respecto a su sesgo ideológico o a sus consecuencias concretas. Si
se hace referencia, sin embargo, a la forma de llevarlas a cabo y
aquí si se desliza una crítica a lo que se señala como mecanismos
político-institucionales del viejo peronismo: concentración autoritaria
del poder, desdén por el parlamento, avasallamiento de la justicia.
Pareciera ser que lo central del menemismo no hubieren sido las

200
Ibíd. El subrayado es nuestro.

182
medidas acometidas sino el autoritarismo y la corrupción de los
mecanismos con que fueron implementadas.

VARIACIÓN II: LA CUESTIÓN ECONÓMICA


Las referencias a la cuestión económica del proceso de
transición democrática, comenzarán a tener durante el menemismo,
un lugar más importante respecto a la mirada meramente
“politicista” que se había implementado en los análisis del período
del gobierno de Alfonsín. Creemos, sin embargo, que el plano
económico seguirá subsumido a cuestiones tales como la
“gobernabilidad” o de las formas de la democracia en términos
exclusivamente políticos. A modo ilustrativo, en un momento en que
la sociedad argentina, sus trabajadores, sus desempleados, veían
descender su nivel salarial a cifras nunca experimentadas en la
historia de la Argentina, se dirá:

“(…) Es seguro que estos resultados no son mayoritariamente


producto de la gracia de Menem sino de la confianza de Cavallo.
Acosados por la inquietud cotidiana frente al salario y al trabajo los
ciudadanos argentinos votan en primer lugar en relación con la
economía; ni siquiera por sus resultados tangibles, sino por las
esperanzas que suscitan (…) la ilusión de estabilidad es el mejor
argumento electoral para el pueblo argentino. Por cierto que dicha
estabilidad es un bien público, un valor que nadie en su sano juicio
podría rechazar: ningún proyecto económico prosperaría en el caos
monetario que ha sido habitual en la Argentina. Pero el tema es que
la estabilidad no agota los problemas de la economía y que la
economía no absorbe todos los problemas de la sociedad, aunque
haya momentos, como el actual, en que su sapiencia opaca todas
las otras cuestiones.”201

Asimismo, encontramos en este período, análisis de la


cuestión democrática vinculados con cierta apertura de los límites

201
Op. Cit. Nº 29.

183
de la democracia meramente formal típicos del período previo de la
revista, tal como se evidencia en la cita subsiguiente,
paradójicamente, continuación del párrafo citado en páginas
precedentes referente al colapso del tipo de estado nacional
antiimperialista. Esto es, la postulación referente a la refundación de
los “instrumentos conceptuales” de la izquierda –a secas, la batería
marxista-, interesada en consolidar la democracia en los ´90 estará
atada a los límites que impone la inexistencia del estado nacional,
como asimismo de la cuestión del imperialismo. Citamos:

“Una democracia que evidenciara su incapacidad para hacerse


cargo y responder a las demandas de enormes masas de hombres
sumergidos en la miseria nunca podría subsistir sin transformar a
sus reglas en meramente formales. Realizar la democracia –para no
utilizar el término neutralizante de “consolidación”- significa ponerla
a prueba en su potencialidad intrínseca de estimular los procesos
de transformación. Pero para esto es preciso que la izquierda
diseñe alternativas concretas a formas económicas que han
demostrado ser incapaces de acordar los derechos de la libertad
con las exigencias de justicia social. La búsqueda de una solución
política de problemas que la crisis del estado social agudizó hasta
extremos desconocidos supone para la izquierda democrática y
socialista una profunda refundación de sus instrumentos
conceptuales y toda su cultura. La desintegración de la cultura
comunista que deriva del fracaso de la vía leninista puede tener
para la izquierda una decisiva función liberadora.202

202
Op. Cit. Nota de Aricó, Nº 30-31, p. 14.

184
A MODO DE CONCLUSIÓN

Se sienta en la mesa y escribe


“con este poema no tomarás el poder” dice
“con estos versos no harás la Revolución” dice
“ni con miles de versos harás la Revolución” dice

y más: esos versos no han de servirle para


que peones maestros hacheros vivan mejor
coman mejor o él mismo como viva mejor
ni para enamorar a una le servirán

no ganará plata con ellos


no entrará al cine gratis con ellos
no le darán ropa por ellos
no conseguirá tabaco o vino por ellos

ni papagayos ni bufandas ni barcos


ni toros ni paraguas conseguirá por ellos
si por ellos fuera la lluvia lo mojará
no alcanzará perdón o gracia por ellos

“con este poema no tomarás el poder” dice


“con estos versos no harás la Revolución” dice
“ni con miles de versos harás la Revolución” dice
se sienta a la mesa y escribe.
Juan Gelman203

Hemos intentado trazar a través de estas páginas el itinerario


de un colectivo intelectual que hacia las décadas de 1980 y 1990
aglutinó el aparato de la superestructura colonial de nuestro país.
Su trayectoria, lejos de desplegarse como encarnación de una
posición ideológica definida y estable, dio cuenta de grandes
transformaciones en su propia razón de ser, esto es, en su propia

203
“Confianzas”, Selección de poemas, UNQUI, Buenos Aires, 2006, pp. 15-16.

185
concepción del “intelectual” y consecuentemente, en sus puntos de
vista en el plano teórico y en el político. Pudimos observar las
oscilaciones ideológicas del grupo a través del análisis de su
accionar en el período que se extiende aproximadamente desde
mediados de los años ´60 hasta fines de la década del ´90: la
variación de posicionamientos, vinculaciones y opiniones frente a
las organizaciones revolucionarias y a la lucha armada -del apoyo al
EGP, los contactos con las FAR, la legitimación y el asesoramiento
a Montoneros a la Teoría de los dos demonios, la condena a la
militancia de los años ´70 y la imposibilidad de pensar grandes
cambios sociales-, a acontecimientos tales como la Revolución
Cubana, el peronismo, la tensión respecto al rol del intelectual -
Cátedras Marxistas, publicaciones, herramientas teóricas,
marxismo- entre otras cuestiones medulares de la historia nacional.
Las reformulaciones teóricas y políticas operadas en el exilio
mexicano, que terminaron de definirse con su vuelta a la Argentina
en los años ´80, proveyeron al alfonsinismo de un concepto de
democracia política que abandonaba cualquier tipo de
cuestionamiento de la cuestión social. Asimismo, examinamos la
relación del grupo con las sucesivas gestiones de gobierno, la
revalorización de la “autonomía” intelectual y el abandono de
cualquier argumento crítico frente a la agudización de la condición
periférica de nuestro país y el deterioro de las condiciones de vida
de los argentinos.
En esta etapa se generó la mayor apatía respecto a las
posiciones críticas de la dependencia experimentadas en la etapa
previa a la dictadura. Puntualmente, el proyecto político y cultural de
este grupo, centrado en el esquema de análisis e intervención sobre
la realidad propio del marxismo militante de las organizaciones

186
revolucionarias de fines de la década del ´60 y principios del ´70, de
las que provenían o a las que habían apoyado explícitamente fue
abandonado paulatinamente en nombre de un tipo de “autonomía”
intelectual de espaldas al país real. Asimismo, este programa fue
tildado de arcaico y las más de las veces, defectuoso en la tarea
que estos intelectuales comenzaban a entablar en la reformulación
y difusión ideológica de otros marcos teóricos de análisis de la
sociedad argentina centrados en las ópticas extranjerizantes
importadas de las usinas ideológicas del Primer Mundo.
El impacto, en lo colectivo y en lo personal, que significó la
dictadura y la derrota del proyecto popular de cambio radical de la
sociedad, conjuntamente con una mutación profunda del clima
político a nivel mundial que favorecía cada vez menos las
propuestas radicalizadas, los marcó a fuego. En el marco de dicho
contexto social, sabemos, pocos intelectuales mantuvieron con
decisión posiciones críticas de la dependencia, la desigualdad
social y la extranjerización de la economía llevadas a cabo con una
violencia y magnitud inusitadas en la historia de nuestro país. Por el
contrario, sus prácticas se transformaron radicalmente hacia
posiciones autodenominadas de forma circular por sus
participantes, como “progresismo socialdemócrata y reformista.”
Hablamos de “autodenominación”, ya que los esquemas de
pensamiento y acción difundidos a través de la revista -que
desplegamos a lo largo de este escrito- fueron la contraparte de una
inserción concreta en el campo de la cultura argentina,
acompañando, manifiestamente o por omisión, programas de
gobierno que lejos de desarrollar “reformas progresistas” legitimaron
en el contexto argentino y latinoamericano, las políticas de ofensiva
del modelo financiero del gran capital internacional y de los grandes

187
grupos económicos locales implementadas en este período que
trastocaron la patria en colonia. Las políticas económicas y las
reformas políticas perpetradas en estas décadas y con mayor
intensidad en los ´90 poco tuvieron de progresistas ni de reformistas
sino que, por el contrario, fueron generalmente en los hechos
antipopulares y antidemocráticas.204
El colectivo intelectual nucleado en La Ciudad Futura en las
décadas de 1980 y 1990 fue más bien progresista en el plano del
discurso y esto únicamente si lo comparamos con el alegato de los
intelectuales de la denominada “derecha liberal” -Domingo Felipe
Cavallo, Juan José Llach, Armando Caro Figueroa, Martín Redrado,
entre otros-. Ahora bien, al legitimar las reformas neoliberales desde
una posición que en relación al planteo liberal tradicional podría
resultar “progresista”, no se apartaron en el plano de la política
concreta de la práctica de los operadores de los mecanismos
ideológicos de justificación del modelo neoliberal, que circuló en
sectores intelectuales y de la clase media, consumidores de la
revista y del modelo político cultural que ésta difundió y defendió. El
proceso de colonización pedagógica glorificado en los ´90 a través
del pensamiento único neoliberal, mostraba su rostro real: se habría
legitimado la entrada al siglo XXI de la mano de las corporaciones y
del gran capital aliado a las naciones imperialistas que condenarían
el futuro de cientos de generaciones nacidas en tierra argentina al
hambre y la exclusión producto del saqueo indiscriminado del

204
Por mencionar algunas: en lo económico, reforma del Estado y
privatizaciones; en lo político, leyes de Punto Final y Obediencia Debida en el
marco de un sistema político con altos grados de corrupción (coimas en el
senado, ley de flexibilización laboral, caso IBM, etc.), en lo cultural, marco legal
de formación de oligopolios en la comunicación, destrucción del sistema
educativo en todos sus niveles, etc.

188
patrimonio nacional y la extranjerización de la economía. Estas
páginas no son más que la denuncia de la estafa cometida a los por
nacer. No son más que un intento de volver a pensar en nacional
para la liberación de la patria.

189
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