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“DUC IN ALTUM” II/3 – FELIZ NAVIDAD

A los Consultores Generales,


a los Prepósitos Provinciales y sus Consejos,
a las Comunidades locales,
a las Religiosas hijas de la Ven. Úrsula Benincasa,
a los devotos de San Cayetano,
a los familiares, amigos y bienhechores,
a la Familia Seglar Teatina.

FELIZ NAVIDAD
“Duc in Altum” II época – Núm. 3
Roma, diciembre 2009

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“DUC IN ALTUM” II/3 – FELIZ NAVIDAD

1. Muy queridos todos en el Dios hecho carne en las


entrañas virginales de Santa María Nuestra Señora:

¡Feliz Navidad!, en primer lugar, a nuestros aspirantes y


postulantes, novicios y juniores y a cada una de nuestras
comunidades de vida consagrada teatina. Que el Niño
Dios, nacido de la Bienaventurada Virgen María, nuestra
“Patrona” y “Estrella” en frase de San Cayetano, el santo
de la Navidad, sea gozosa y fervorosamente acogido en los
grupos de la Familia Seglar Teatina, en las Cruzadas y
Oratorios del Amor Divino, en todos los equipos de
Caritas y Acción Social impregnados por el carisma
teatino… Feliz Navidad muy especialmente a cada
religioso y sacerdote de la Orden. Que las fiestas que
vamos a celebrar próximamente, todavía en pleno Año
Sacerdotal, afiance nuestra vocación teatina y fortalezca el
incansable seguimiento de Jesús que nos llama al “amor
perfecto” y a la entrega total al evangelio de la salvación.
Leemos en Lc 2,10-12: «Os anuncio una gran alegría, que
lo será para todo el pueblo: Os ha nacido hoy en la ciudad
de David, un salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto os
servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales
y acostado en un pesebre».

2. La devoción y la alegría emocionadas ante el


acontecimiento de la celebración de la Navidad le viene a
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nuestra familia religiosa de la sensibilidad tierna y delicada


de San Cayetano. También Madre Úrsula, fundadora de
nuestras apreciadas hermanas Religiosas Teatinas de la
Inmaculada Concepción, era muy navideña.

Teatinos y teatinas, religiosos y laicos, hemos de


proponernos celebrar y vivir el imponderable Misterio de
la Encarnación del Señor con todo nuestro ser orientado a
Belén. Insiste San Lucas: «Los pastores se decían unos a
otros: Vamos a Belén a ver eso que ha sucedido y que el
Señor nos ha anunciado. Fueron de prisa y encontraron a
María, a José y al niño acostado en el pesebre» (2,15-16).
Todos sabemos que San Cayetano encontró en el marco de
este relato navideño la señal luminosa e indicadora del
camino de su espiritualidad. Releamos aquellos párrafos
encendidos dirigidos a la monja bresciana Sor Laura
Mignani del día 28 de enero de 1518: «A la misma hora
del Santísimo Parto, me acerqué al santo pesebre…, y de
las propias manos de la púdica Doncellita, mi protectora,
que acababa de ser madre, recibí al recién nacido Niño,
carne y envoltura del Verbo eterno. Cuando mi corazón no
se derritió en aquel momento, señal es, creedlo, Madre,
que es más duro que el diamante ¡Paciencia!».
Cuantos somos miembros de esta familia religiosa querida
por el Espíritu Santo a favor de su Iglesia, hemos de poner
todo el interés posible en celebrar el gran Misterio de la
Navidad con todas las consecuencias. Es el motivo de este
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nuevo Cuaderno “Duc in Altum” que les dirijo muy


humilde y fraternalmente. Al llegar las fechas que
preceden a la celebración del Misterio Litúrgico del
Nacimiento del Niño Dios, cuidemos, lo primero de todo,
en no dejarnos enredar por aquello que no es Navidad. Hay
Navidad y “navidades”. Estas escamotean lo
profundamente verdadero. Se quedan sólo en las tarjetas de
felicitación, los adornos, las luces, lo ternurista, las
melodías pastoriles, los dulces, la gran cena… Preparamos
las “navidades” y no la Navidad. Según el modo y manera
de San Cayetano y de Madre Úrsula tiene que ser al revés.
La Navidad es un acontecimiento que repercute en lo más
hondo y personal nuestro, o se queda en mero
costumbrismo simplemente sociológico. Puede que en
algún caso sea algo devoto, piadoso, pero, al cabo y al fin,
exterior.

3. La celebración de la verdadera Navidad contiene mucho


“milagro”, y éste ha de “prepararse”. Precisamos
“preparar” la Navidad como San Cayetano cuando la
noche del 25 de diciembre, y el día de la Circuncisión y la
fiesta de Reyes iba, desde su domicilio de Via dei
Coronari, a la Basílica de Santa María la Mayor con el
alma removida y dispuesta a contemplar el Misterio. Al
llegar estas fechas hay que pensar: es enormemente
desorbitado lo que está por ocurrir. Y como resulta que lo
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intuimos y advertimos incluso por fe, nos situamos en ese


clima espiritual que llamamos Adviento: el tiempo de
preparación de la Celebración de la Navidad

El Adviento es la ocasión propicia para acumular sueños y


esperanzas y echarse con el saco de camino repleto de
todas esas esperanzas y sueños en dirección de la
celebración navideña. Al aproximarse estas fiestas se
dijera que se nos remueven a todos extrañas sensaciones
por dentro. Da la impresión de que el corazón fuese a
salírsenos de la caja del pecho. Algo tiene la cercanía de la
Navidad que nos pone a todos el alma de puntillas. Es un
tiempo pastoralmente muy importante que hemos de
aprovechar al máximo. Toda la creación se pone en
movimiento. Las cosas, todas, desean que Dios venga por
medio de ellas. Quieren ser caja de resonancia de los pasos
de Dios. Recién puesta en marcha, la creación entera se
echó a caminar en dirección de Belén, el tiempo cumplido,
la hora última, el instante definitivo.
En estas fechas nuestra Orden ha de potenciar la dimensión
contemplativa. Adviento consiste en aumentar la oración y
en rogar que se nos abran los ojos interiores para ver
cuanto tenemos que “ver”: que van y vienen puñados de
ángeles de una punta de la noche a otra; que los pastores se
quedan boquiabiertos; que los ojos de los niños se abren
más y más; que por donde Dios viene todo adquiere
sentido: las malas rachas, los sinsabores, ciertas faenas,
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aquella zancadilla, esas paletadas de basura que te echan


encima, rencores, mala fama, falsos testimonios… Dios
viene, en Navidad, por las cuatro esquinas de nuestra vida.
No basta por tanto con montar un árbol a la entrada de
casa, organizar la Misa de Nochebuena por todo lo alto en
la parroquia, juntar y a las familias, a los niños y a los
jóvenes del barrio para cantar hasta no poder ya. ¿Qué se
necesita más? San Cayetano nos respondería: ¡Todo! Esto
es, crear las condiciones necesarias en el aspirantado y el
postulantado, en el juniorado, en la casa fraterna religiosa,
en el equipo sacerdotal, en el grupo de liturgia…, para que
cada quien acoja el Misterio de la venida de Dios en lo
más personal de sí. “¡Lo más mío de mí!”, era la expresión
de San Cayetano.

4. Existe un lugar en cada ser humano que es lo “más


suyo de sí”, la centralidad de su propio yo. ¡Es ahí donde
Dios quiere venir! Lo teatino se esmera en cuidar
vigilantemente este sitio. San Cayetano es el santo de la
Navidad, que supo y quiso vivir en primera persona del
singular la verdad de que si Dios no entra en el territorio
más particular de cada quien, no existe celebración de la
Navidad. No hay, de hecho, queridos hermanos y
hermanas, nada que haya que celebrar tanto como el
Misterio de que Dios “venga a mi”. No ha ocurrido en la
historia de la humanidad ningún acontecimiento tan
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portentoso como éste. Al mismo tiempo es el anhelo más


exultante de todo ser humano. En el fondo, todo ser
humano busca, intuye y desea, quizás sin darse cuenta de
cómo y porqué, que Dios venga a él para:

 Invadirlo por completo;


 incautarle el corazón;
 arramblar con cuantos obstáculos va poniendo
delante su entrada.

Por ejemplo:
 El desencanto,
 la desgana,
 el tedio,
 la falta de ideal y de sueños,
 la prevención contra toda clase de riesgos…

Sin Navidad no seriamos lo que estamos llamados a ser. A


la creación le ocurre lo mismo. Navidad es que viene Dios
a través del día y de la noche, del calor y del frío, de la
lluvia y la sequía, del pan y del vino, de la leche y el
requesón. ¿Cómo y por dónde viene Dios? Es una pregunta
fundamental para cuantos hemos sido llamados por el
Espíritu a integrarnos en esta familia religiosa.

5. Al llegar el Adviento cuantos estamos dispuestos a


caminar tras las huellas de San Cayetano hemos de

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movilizarnos y crear las circunstancias propicias para que


ocurra el milagro de la Navidad.

Estamos llamados a ser constructores de Navidad.


Volvamos a meditar el relato de Lc 2, 4-7: “José, de la
estirpe y familia de David, subió desde la ciudad de
Nazaret a la ciudad de David que se llama Belén, para
inscribirse con María, su esposa, que estaba encinta.
Mientras estaba en Belén le llegó a María el tiempo del
parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en
pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio
para ellos en la posada”.
Hemos de leer y releer muy teatinamente este texto, que no
es sino un bellísimo apunte de catequesis acerca de cómo
Dios ha dispuesto venir a nuestro corazón de cristianos y
sacerdotes urgidos por vocación a despabilar la
indiferencia religiosa actual del hombre, evangelizarlo,
darle la mano y llevarlo hasta Belén para celebrar la vida
que florece. Ahí está la Bienaventurada Virgen María,
nuestra guía del Adviento y Maestra de la celebración de la
Navidad. En Lc 1,34, toda desconcertada pregunta al
ángel: «¿Cómo va a nacerme un hijo del Altísimo si no
conozco varón?» La respuesta es: Dios viene por el lado
del no tener, del titubeo, del asombro, del desconcierto, de
la inseguridad. ¿Queremos que venga Dios a nuestra vida
religiosa, nuestros proyectos de Orden, los planes de área
de la Curia General, los noviciados, las casas de
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formación? Vendrá por el lado donde la arrogancia no


cuente; ni el poder, ni el dominio, ni ciertas maneras de
actuar como Prepósitos, por ejemplo. En resumidas
cuentas, Dios viene por los caminos y los campos de lo
virginal. “Sea Señor –respondió María-, como Tú
dispongas”.
Durante el Adviento, por tanto –toda la existencia teatina
debe ser “adviento”- quienes hemos nacido de San
Cayetano, ministros consagrados y “christifideles laici”, la
Familia Seglar, los Movimientos Juveniles de inspiración
teatina, tenemos que cuidar de manera exagerada la
dimensión virginal. O sea:
 La humildad,
 la desinstalación,
 la pobreza,
 la fraternidad,
 el servicio desinteresado,
 la capacidad de obedecer y, confiados en la
Providencia, saber dejar ciertas seguridades o
refugios…

El sentido profundo de la consagración religiosa lo ilumina


el Catequista Lucas con la respuesta de la Virgen al Ángel:
“Hágase en mí según tu palabra”.

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6. Antonio Oliver, aquel gran evangelista teatino de la


Navidad, que todos los años al llegar estas fechas nos
deleitaba poniéndonos delante del Nacimiento de Dios,
comentando Lc 2,6 se fijaba en el “aprisco”, lugar al aire
libre en el que se vio obligada la Virgen María a dar a luz a
su Hijo Jesús. Dios, concluía Oliver, no quiere nacer en los
sitios cerrados: “Donde hay puertas no hay Navidad!”

Queridos Padres y Hermanos: Deseo hacerles llegar mi


más afectuosa felicitación de Navidad. Decía al comienzo
del presente escrito que hay “navidades” y Navidad. En
esos días ya próximos, en los que celebraremos lo que
aconteció en Belén de Judá, los teatinos, como San
Cayetano, hemos de acoger en nuestros brazos al Hijo que
María Virgen quiere ofrecernos. No se entiende un teatino
que no vaya por la vida con el Niño Dios en sus manos.
Abramos, pues, de par en par las puertas de nuestros
entresijos más profundos. Necesitamos una Orden abierta
totalmente a Dios Padre y abierta también totalmente a los
hermanos. A todos: a quienes la profesión religiosa nos ha
enlazado con un vinculo sobrenatural que requiere la
máxima veneración; a cuantos pasan por ahí mendigando
el indispensable don de la caridad, la luz del evangelio, los
sacrosantos dones de los sacramentos. Tendemos a
fabricarnos refugios blindados en los que solemos
acomodarnos tan tranquilos. Incluso somos capaces de

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poner cartelitos en la puerta de nuestra habitación:


“Prohibida la entrada”, “no molestar”…

7. Dios respeta con tristeza nuestros parapetos, y cuando


llega la Navidad y nos ve enredados en la celebración de
las otras “navidades”, pasa de largo buscando otra
comunidad y otros religiosos y sacerdotes cuya vida se
resuelva tal como nos revela el evangelista Lucas.

Dentro de pocos días va a comenzar el tiempo litúrgico del


Adviento. Es la ocasión para dedicarnos a descubrir qué
puertas tenemos atrancadas. Podemos organizar algún día
de retiro espiritual para ello; uno dedicado primeramente a
la comunidad religiosa, y otros, después, para la Familia
Seglar, para los grupos de jóvenes… Días de Retiro
Espiritual Teatino en vistas a la celebración de la Navidad
según el estilo de San Cayetano.
¿Cuáles las puertas que tenemos atrancadas?
 Esos reductos de “silencio” en donde nos inhibimos
de la experiencia comunitaria;
 las incomunicaciones sistemáticas en las que nos
instalamos adrede;
 el vivir tan a gusto a nuestro aire sin aprecio
ninguno por las necesidades de la Orden;
 el comportamiento monótono, simple y aburrido de
nuestra existencia cristiana y sacerdotal por falta de
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oración, o por irnos escabullendo, quizás


inconscientemente, de una celebración de los
sacramentos encendida, gozosa, enamorada.

Dios quiera que vivamos el Adviento y la Navidad de este


nuevo sexenio con unos deseos enormes de echarnos a
caminar de verdad por rutas distintas de las que traíamos, y
se cumpla en nosotros la formidable experiencia que
nuestro Fundador describía de sí mismo a Sor Laura
Mignani, y se nos conmueva hondamente el corazón de
modo que nos decidamos a vivir al máximo nuestra
teatinidad.

Un abrazo muy grande


Vuestro Servidor en Cristo Jesús

P. Valentín Arteaga, C.R.


Prepósito General

En Sant’Andrea della Valle, Roma, 17 de novembre de 2009


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