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A partir del siglo XVI la complejidad de los territorios gobernados por la Corona
española hizo que se ampliase el modelo diseñado por los Reyes Católicos:
En la cúspide sigue el rey, que encarna el poder por encima de todo derecho, auxiliada
por la todopoderosa figura de los Secretarios. Éstos son consejeros personales del monarca a los
que se consulta, redactan las órdenes reales,... aunque su principal fuente de poder reside en la
cercanía al trono. A partir del siglo XVII perderán importancia con la aparición del valido u
hombre de confianza (privado) que acaba convirtiéndose, de hecho, en el auténtico rector de los
destinos políticos de la monarquía española.
Pero lo que define al modelo político de los Austrias es lo que se ha venido en llamar
Sistema Polisinodial. Se trata de un conjunto de trece consejos, de los cuales tres son
supraterritoriales, nueve territoriales y uno especial. Todos ellos son órganos consultivos en los
que el rey suele delegar las decisiones y la Administración de sus reinos (salvo en el caso de la
política exterior que es dirigida personalmente por los reyes). Los Consejos tenían también la
función de relacionar el gobierno de los virreyes (Aragón, Cataluña, Navarra, Valencia, Sicilia,
Cerdeña, Nápoles, Perú y Nueva España) con las decisiones reales.
El papel de las Cortes ya no es tan activo como en la Baja Edad Media. En el caso de
Castilla la derrota de las Comunidades en 1523 significó el comienzo de una época de
sometimiento a la política regia. En Aragón las Cortes siempre fueron más reticentes a apoyar la
política exterior de los Austrias (y, en consecuencia, a votar los subsidios correspondientes). Por
ello, los monarcas las convocarán en contadas ocasiones.
Aunque, en teoría, el modelo de gobierno se basaba en una unión de reinos, es decir, en una
corona que aglutinaba varios reinos, con Felipe II el peso de Castilla fue aumentando,
reafirmándose como motor financiero y militar del rey.