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La sensación de temor

entorno al concepto
“delincuencia”:
consecuencias procesales
y penitenciarias.

Integrantes:
Paulina Digmann Cuadra
Andrea Pasten Fernández
Cátedra:
Curso Profundizado de Derecho Penal
Delincuencia: Consideraciones Generales.

La Real Academia Española (RAE) define el acto de delinquir como


cometer delito. En el mismo sentido, define delincuencia como la acción de
delinquir.
Si revisamos el fenómeno social de la delincuencia bajo ésta concepción,
será inevitable notar que desde el principio de nuestro desarrollo social, la noción
de delito ha existido y evolucionado conforme nuestros propios cambios e
identificaciones intelectuales.
Así se ha expresado a través de la historia de los más diversos sistemas
jurídicos que, ya desarrollados, ya rudimentarios, han encontrado soluciones
heterogéneas - y en cierta medida, cuestionables – en relación con lo que se debe
hacer o dejar de hacer con el delincuente1.
Cuestionarse que la aplicación del poder estatal en su máxima expresión
puede provocar efectos irreversibles en la vida y desarrollo de uno o más sujetos
que delinquen es una cosa. Cuestionarse hoy en día la posibilidad que el
fenómeno de la delincuencia pueda superar los actos y disposiciones de un estado
de derecho es una muy distinta.
Dos cuestiones aparecen como necesarias para precisar en el examen que
se expondrá a continuación:
¿Es posible que un fenómeno minoritario, cual es la delincuencia, pueda
superar las disposiciones penales, procesales y penitenciarias que pretenden
controlarlo?
Conforme las deducciones que resulten del cuestionamiento precedente
¿Existe un quiebre al llamado contrato social, siendo necesario replantearse
un nuevo trato penal, procesal, penitenciario, pero por sobretodo, de los valores
que informan al estado de derecho?
Brevemente, intentaremos fotografiar el panorama de la delincuencia en
Chile como fenómeno de temores, de resguardos, pero principalmente, de
relevancia política, social y legislativa.

1 En éste sentido, Politoff, Matus y Ramirez. Lecciones de Derecho Penal – Parte general. Segunda Edición,
pág. 19 y siguientes.
Primera Parte: Justificación del temor al fenómeno de la delincuencia.

La delincuencia como fenómeno sugiere la acción de varios sujetos


cometiendo delitos, lo que supone las correlativas consecuencias de éstos que
deben ser soportados por las víctimas.
Así, el mayor o menor índice de delincuencia se traduce en una mayor o
menor posibilidad de transformarse en un sujeto vulnerado en sus derechos.
El tratamiento de las circunstancias que se cristalizan en torno a éste tema,
ya sea respecto del responsable de la comisión de un delito, ya sea respecto de la
víctima que lo sufre, es materia de las más diversas ramas del estudio social,
entre las que contamos la criminología, el derecho penal, la política criminal y
ciertamente el derecho político y constitucional, en cuanto enfrenta el complejo
equilibrio que implica sancionar el acto trasgresor de derechos y la defensa de los
derechos que subyacen en toda persona por el sólo hecho de ser tal.
Si bien a lo largo de la evolución histórica hemos descubierto las ventajas
de construir sistemas jurídicos en pro del derecho penal de acto, limitando al
máximo las manifestaciones y resabios del – alguna vez popular – derecho penal
de autor, lo cierto es que la delincuencia encierra la idea colectiva de un grupo de
intimidantes malechores, ávidos de provocarnos perjuicios, privarnos de nuestros
bienes, inferirnos daño y hasta de arrebatarnos nuestras vidas.
La mencionada concepción se ha ido construyendo a punta de desaciertos
legislativos, de oportunismos electorales, descontento social y, claramente, de
carencias educacionales que a nuestro juicio constituyen un soporte basal de ésta
pirámide.
La constante creencia popular de que estamos expuestos a la visceralidad
de los delincuentes que en cualquier minuto, incluyendo éste instante, están
dispuestos a actuar contra la ley, sin importar que bien jurídico violenta con su
acción, retroalimenta la sensación de inseguridad y el temor de una comunidad
cada vez más dispuesta a perder la confianza en sus instituciones.
Es así que la percepción ciudadana sobre la evolución de los indicadores
relacionados con la delincuencia ha puesto a este problema en los primeros
lugares de la agenda pública2. Eso ha implicado que los gobiernos de turno
incluyan en sus discursos y planes de trabajo temas como la “Reforma Procesal
Penal”, el “Plan Cuadrante de Seguridad Preventiva”, el Programa “Comuna
Segura, Compromiso 100”, “Barrio Seguro”, “Política sobre Drogas” impulsada por
el Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (CONACE), la “Política
Penitenciaria”, los programas impulsados por el Servicio Nacional de Menores
(SENAME) y las “Acciones de las Gobernaciones en materia de Seguridad

2 Revista Electrónica AGENDA PÚBLICA Edición Año V / N° 8 Enero 2006


Ciudadana”.

La primera pregunta que surge en relación con lo mencionado es: ¿Cuáles


son los niveles de delincuencia reales para intentar justificar el temor a ella?

En mayo de 2008, la ENUSC3 publicó en su boletín 01, cifras de


victimización, llegando a determinar que un 34,8% de los hogares urbanos fue
víctima de algún delito.

Sin perjuicio de lo anterior, señala


que el nivel de victimización disminuyó de
un 43% al nivel anteriormente señalado.

Si asumimos que es un avance la


rebaja en 8 puntos porcentuales en el nivel
de hogares victimizados, pero que aún así
tener un 34,8% de ellos en tal estado es
una cifra alarmante, es menester indicar los
delitos que concurren a ésta afectación.

Conforme lo anterior, el estudio


destaca a los delitos contra la propiedad no
violentos, los delitos contra la propiedad
violentos y las lesiones.

Lo primero que llama la atención es


que la encuesta agrupe y distinga los delitos
contra la propiedad de forma más simple y
clara que el propio legislador, quien se
deshace en detalles innecesarios y
engorrosos a la hora de regular ésta materia

En segundo lugar, aparece que los delitos contra la propiedad no violentos,


hurto y hurto falta por ejemplo, son los más populares con un 15,5% al año 2007.
Si se considera que la mayor parte de las denuncias de éste tipo de delitos
procede de grandes tiendas y supermercados4 parece ser que la encuesta resulta
ser menos transparente de lo que pretende.

3 Encuesta nacional urbana de seguridad ciudadana

4 www.pjud.cl – información de causas – por nombre – tribunales penales – cencosud, líder a modo de
ejemplo.
En consideración a que uno de los delitos consignados en el gráfico anterior
hace referencia al delito de lesiones, lo que se puede vincular con la estrecha
relación que guarda éste delito con la violencia intrafamiliar, es menester referirnos
al seudodelito más mencionado durante los últimos años: el femicidio.

Un estudio5 de la ONU realizado durante el año 2004 nos indica ciertas


cifras que pueden ayudar a la comprensión no sólo del tema en sí, sino que
además de la sobredimensión con que se aborda en los medios de comunicación.

En primer término se expone un gráfico que indica la cantidad de femicidios


cometidos en la región metropolitana en el periodo 2001-2002

Posteriormente, hace una relación entre la cantidad y tipos de femicidios


que aparecen en los expedientes judiciales y los registrados en el diario “La
Cuarta”6

5 http://www.onu.cl/pdfs/fenicidio.pdf; pág. 27

6 http://www.onu.cl/pdfs/fenicidio.pdf; pág. 29
Es notorio que en el grafico comparativo, los delitos efectivamente
investigados y tramitados ante la justicia constituyen la mitad de los femicidios que
el periódico indica se cometieron. Esa información lleva a concluir dos situaciones
que inducen a error al rústico común:

a) 71 mujeres -y no 28- murieron en el periodo 2001-2002 víctimas de


femicidio.
b) Los órganos de justicia permitieron que 43 de estos delitos quedaran
impunes.

A favor de nuestra postura podemos agregar un nuevo esquema que indica los
niveles de inseguridad de la ciudadanía y su reacción frente a delito al año 2007

Podemos apreciar que la sensación


de ser efectivamente víctima de un delito
disminuye respecto de años anteriores.

Casi todos los niveles manifiestan


una baja, excepto la sensación de que
serán abordados por delincuentes si van
caminando solos, que aumenta hasta un
34,6%.

Si en los datos empíricos la


victimización y la sensación de
victimización desciende en varios puntos
porcentuales, ¿cómo se explica que el
discurso político de batalla antidelincuencia
sea tan exitoso?

Una probabilidad es que efectivamente los niveles de delincuencia siguen


siendo altos – al menos en las gráficas – y por ello se ha perdido confianza en los
órganos de justicia y en las acciones preventivas que ejercen principalmente las
policías.
Una segunda probabilidad es que el concepto de delincuencia inserto en el
discurso político vende, como vende una escandalosa historia en el periódico.

Segunda Parte: Consecuencias procesales y penitenciarias ante el tratamiento de


la delincuencia. Las bases de un nuevo trato.

Verificado el hecho de que la sensación de temor a sufrir un acto delictivo


existe, es necesario hacerse cargo de las medidas preventivas y represivas que
ha tomado la autoridad frente al tema.

Algunas de las consecuencias inmediatas que ha tenido este clima del


terror ante la delincuencia se concretan hoy, por ejemplo, en la ley de
responsabilidad de penal juvenil, que se tramitó durante tres años en el Congreso
Nacional. Posterior a un estudio emitido el 22 de septiembre del año 2005 por el
CEP que señalaba “el 47% cree que el problema más importante que debiera
solucionar el gobierno es la delincuencia”. - aunque no se trataba del 47% de 100,
sino el 47% de 300 encuestados – las consecuencias se hicieron notar: se le dio
discusión inmediata al proyecto de ley y se aprobó en menos de 10 días.

Otra norma de relevancia que sufrió modificaciones importantes fue el


código procesal penal a través de la ley 20.253, también denominada ley de
agenda corta antidelincuencia, que entró en vigencia el 14 de marzo del año 2008,
la que en palabras del fiscal nacional es “aún incipiente en el tiempo”7 sin perjuicio
que “las nuevas atribuciones que se les entregan a las policías, así como las
modificaciones en materia de recursos, nos permitirán optimizar nuestra labor
investigativa y actuar de manera más eficiente frente al fenómeno delictual de
nuestro país”8.

Las nuevas atribuciones que gozan las policías, implicaron modificaciones


profundas, como las que sufrieron por ejemplo los artículos 83 y 85 del texto legal
citado, normas que se establecieron con expreso ánimo garantista y que hoy se
ven mermadas por el amplio espectro de acción que poseen los agentes de
policía.

Con todo, parece que la madre del cordero en éste tema pasa porque se
toman medidas para encarcelar a los delincuentes, con la modificación de tipos
penales – con gran falta de técnica legislativa, sobre todo en materia de delitos
sexuales – con modificaciones que amplían las facultades de las policías previas a
la iniciación del proceso, pero que no son suficientes para retener en la cárcel al
malvado delincuente.

Convengamos en que tampoco se trata de victimizar al transgresor de


derechos. Se trata de balancear y conciliar las normas que componen nuestro

7 Cuenta Pública año 2008. Fiscal Nacional

8 Cuenta Pública año 2008. Fiscal Nacional


ordenamiento jurídico, normas que no sólo deben ser represivas, sino que además
deben estar avocadas al tratamiento humanitario del condenado y a mejorar las
que se vinculan a la prevención del delito.

Un ejemplo de esto lo encontramos en el tratamiento que da la ley de


salidas alternativas al cumplimiento de la pena.

Las modificaciones del año 2002 permitieron que la ley 18.216 este acorde
a las necesidades del nuevo procedimiento y a las nuevas consideraciones de los
sujetos de derecho, permitiendo un enfoque de rehabilitación post-delito, que es
conteste con los tratados internacionales suscritos por Chile en materia de
derechos humanos.

De ésta forma se ha pretendido que la aplicación de ésta norma concrete el


carácter punitivo de forma más moderada en relación con la pena privativa de
libertad, incorporando al mismo tiempo un carácter resocializador.

Lamentablemente, estas medidas que buscan la integración de los


condenados por la comisión de un delito que se ajusta a los parámetros de ésta
benéfica ley son disfrazadas por el renombrado concepto de puerta giratoria de
ingreso y egreso de delincuentes al sistema jurídico penal, quienes a ojos de
ciertos líderes políticos quedan en verdadera impunidad.

La sensación de temor al fenómeno de la delincuencia y el miedo al


delincuente sublima un conjunto de otros miedos que existen en nuestra sociedad
y que dicen relación con el funcionamiento del sistema socioeconómico.9 Así, la
falta de posibilidades de desarrollarse en ámbitos intelectuales de verdadera
relevancia y a los índices altísimos de alienación de las personas parecen ser los
reales fenómenos detrás de los actos delictuales que florecen con mayor
frecuencia y violencia, sin perjuicio que la sensación de riesgo parece ser mucho
mayor.

Sin ir más lejos, en Antofagasta durante el mes de septiembre de éste año


se cometieron tres homicidios, cifra que impacta no sólo por la cantidad sino por la
gravedad del delito.

Así, volvemos a la pregunta del inicio de ésta exposición:

¿Es posible que un fenómeno minoritario, cual es la delincuencia, pueda


superar las disposiciones penales, procesales y penitenciarias que pretenden
controlarlo?

Es nuestra opinión dar una negativa a ésta pregunta toda vez que los
órganos de justicia dan respuesta al llamado fenómeno de la delincuencia en
conformidad a las normas imperantes que buscan la certeza y seguridad jurídica

9 Chile: Miedo a la delincuencia y campaña del terror. La Nación – 16 de octubre de 2005


en materia criminal de los sujetos de derecho que observan los límites pactados
alguna vez en aquél contrato del que nos habló Rousseau.

En cifras, es posible afirmar que la población que habita dentro de las


cárceles de nuestro país ha aumentado considerablemente, cumpliendo condenas
privativas de libertad, tal como muestra el gráfico elaborado por Gendarmería de
Chile al año 2006.

Si el fenómeno de la delincuencia en el suma y ajuste arroja un resultado


más bien positivo, puesto que las tasas de detenidos han bajado conforme este
mismo gráfico, que los condenados cumplen penas aflictivas dentro de un recinto
penitenciario y que incluso la sensación de temor ha bajado en estos últimos años
a lo menos 8 puntos porcentuales

¿Existe un quiebre al llamado contrato social, siendo necesario replantearse


un nuevo trato penal, procesal, penitenciario, pero por sobretodo, de los valores
que informan al estado de derecho?

En términos leguleyos, hay que distinguir. Es preciso distinguir entre las


medidas e instituciones que hoy responden a las necesidades en ésta materia y
en cuales serán necesarias propuestas más inteligentes y oportunas.

Una de las cuestiones de relevancia que asoman en el desfiladero


legislativo es la dictación de un nuevo y reformado código penal. Aún cuando el
texto legal vigente parece captar los tipos penales de forma satisfactoria, no es
menos cierto que requiere ciertos ajustes a la realidad de nuestra época.

Por otra parte, parece ser que el código procesal penal ha sufrido los
suficientes cambios como para permanecer en el mismo estado en que se
encuentra actualmente.

En el caso del trato penitenciario, es de suma urgencia que se regule


legalmente la situación que viven los más de 39.000 mil reclusos que se rigen por
lo establecido en un mero reglamento, que puede ser modificado por los ánimos
políticos de la administración de turno, que provoca incerteza y trasgrede
abiertamente los tratados sobre derechos humanos suscritos y vigentes en
nuestro país.

Es una verdadera vergüenza que a meses de nuestro bicentenario no exista


una norma legal que regule la situación de las cárceles en chile, el estatuto del
condenado, ni que se establezcan medidas eficientes que tiendan a la
rehabilitación e incorporación a la sociedad de los sujetos condenados o un
tratamiento serio y paliativo para aquellos que se vean imposibilitados de convivir
en ella.

Por último, parece de máximo interés revisar donde están los acentos
valoricos de nuestra sociedad. Es impresentable que hoy las penas de homicidio
simple y ciertas figuras de delitos contra la propiedad figuren en la misma escala
de penalidad, cuando uno y otro valor o bien jurídico – más allá de lo discutible
que pueda resultar el concepto de bien jurídico – son de tan diversa importancia.
Consideraciones Finales

Son los vestigios de una sociedad ignorante que se niega a comprender la


situación que vive, los que determinan el resultado de las dañosas consecuencias
que percibimos y tememos.

No tememos a que nos asalten por la calle y comprometan nuestra


integridad física, sino que nos arrebaten los objetos que nos han costado horas de
sacrificio frente a un trabajo poco gratificante y en que somos un engranaje más
de una inmensa imprenta de billetes.

Como dato final, agregamos un gráfico en que se indica el origen


socioeconómico de las víctimas de la delincuencia en que se ve con horror como,
quienes más tienen son quienes menos pierden y quienes más pueden poner
relevancia a éste tema, usándolo como escudo electoral, como distractor de
errores de información, pero por sobretodo como una forma de restringir
libertades.
Bibliografía

– Lecciones de derecho penal, parte general – Politoff, Matus y Ramirez.


Segunda edición.
– Revista electrónica agenda pública, N° 8, Año 2006
– www.archivochile.com
– http://www.onu.cl/pdfs/fenicidio.pdf
– www.pjud.cl
– Cuenta pública año 2008. Fiscal Nacional.
– Página web Ministerio de justicia.
– Balance 2006. Fundación Paz Ciudadana
– ENUSC 2007 – Ministerio del Interior
– Código procesal penal – edición actualizada año 2009.
– Ley 18.216
– Ley 20253

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