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Patriarcas bíblicos

Mucho de lo que ocurre en el mundo, y en especial las primeras guerras, se deriva de


un “código de sucesión” que depriva al primogénito a la sucesión si otro hijo es nacido
de una media hermana.

Esto se refleja en las historia de los patriarcas hebreos. La biblia nos relata que
Abraham (quien salió de la capital sumeria, la ciudad de Ur) le pidió a su esposa Sarah
(nombre que significa “princesa”) a identificarse, cuando se presentara ante reyes
extranjeros, como su hermana en vez de su esposa. Aunque no era del todo cierto
tampoco era una mentira, como se explica en Génesis 20:12: “En verdad ella es mi
hermana, la hija de mi padre pero no de mi madre, y se convirtió en mi esposa”.

El sucesor de Abraham no fue el primogénito Ismael, hijo de la sirvienta Hagar, sino


Isaac, el hijo de su media hermana Sarah, aunque nació mucho después.

La estricta adherencia a estas reglas de sucesión en la antigüedad en todas las cortes


reales, ya sea en Egipto en el viejo mundo o el imperio Inca en el nuevo mundo,
sugieren un “linaje” o genética, postura que parece ser contraria a la creencia que
aparearse con relativos cercanos es indeseable.

En 1980 un grupo liderado por Hannah Wu de la Universidad de Washington, encontró


que, si se le daba a escoger, las monas preferían aparearse con monos que fueran
medios hermanos. “Lo excitante sobre el experimento” dice el reporte, “es que aunque
el medio hermano preferido compartía el mismo padre, tenían madres distintas.

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