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Los expertos barajan la posibilidad de que, con el deshielo del año 5000 a. C.,
el mar Mediterráneo elevara su nivel, inundando lo que hasta entonces había
sido un pequeño lago de agua dulce y creando así el mar Negro. Este detalle
ha sido corroborado por los propios científicos de National Geographic. Según
Ballard, la aparición de dos tipos diferentes de conchas, unas de animales de
agua salada y otras de agua dulce, éstas últimas de unos 7.000 años de
antigüedad, refuerza la hipótesis de la existencia de una gran catástrofe que
hizo cambiar el régimen hídrico en este lugar.
Entre 1922 y 1929, el británico Leonard Woolley descubrió las tumbas reales
de Ur, la patria de Abraham, en la actual Irak: «Téraj tomó a su hijo Abraham, a
su nieto Lot, el hijo de Harán, y a su nuera Saray, la mujer de su hijo Abraham,
y salieron juntos de Ur de los caldeos, para dirigirse a Canaán» (Génesis 11,
31). Tras excavar a más de 12 metros de profundidad, Woolley se topó con un
estrato de 2,5 metros en el cual solamente había arcilla. La única explicación
lógica era que en algún momento de la antigüedad tuvo lugar una gigantesca
inundación. Woolley estimó que solamente con un nivel de agua superior a los
8 metros de altura, durante un largo período de tiempo, podría haberse
depositado allí tal cantidad de arcilla. En otras palabras, el arqueólogo se dio
cuenta de que podía tener ante sí la primera prueba arqueológica de la realidad
histórica del mítico Diluvio bíblico.
Este mes, trabajando desde un barco a 20 kilómetros al este del puerto turco
de Synope, el equipo de Ballard empleó un nuevo tipo de sonar para
cartografiar las anomalías del fondo marino, enviando un submarino robot para
investigar los emplazamientos más prometedores.
El Arca de la Alianza
El Arca de la Alianza se ha llegado a situar bajo el Monte del Calvario, en un
túnel próximo al Muro de las Lamentaciones (ANO/CERO 78). El último gran
intento fue realizado por el arqueólogo estadounidense Vendyl Jones, que lleva
más de una década excavando en el Valle dcl Jordán, no lejos de Qumram,
donde en 1947 aparecieron los famosos textos religiosos. En 1998 Jones
afirmó estar muy cerca de su descubrimiento. Pero su trabajo aún no ha dado
los frutos esperados. La tradición más atractiva es la arraigada en Etiopía.
Según ésta leyenda, Salomón tuvo con la reina de Saba, un hijo llamado
Menelik, fundador de la dinastía etíope.
Al cumplir los veinte años el joven príncipe viajó hasta Jerusalén para conocer
la corte de su padre que, por entonces, se encontraba desolada. Observando la
situación, Menelik decidió volver a Etiopía llevándose consigo el Arca de la
Alianza, de donde no habría vuelto a salir jamás. Indagando en los vericuetos
más insólitos de esta tradición, el escritor Graham Hancock descubrió una
trama en la que supuestamente habrían participado los mismísimos templarios.
Sin embargo, no está demostrado que esta soberana fuera etíope.
«La reina de Saba había oído la fama de Salomón... y vino a probarle por
medio de enigmas. Llegó a Jerusalén con gran número de camellos que traían
aromas, gran cantidad de oro y piedras preciosas; llegada que fue donde
Salomón, le dijo todo cuanto tenía en su corazón» (1 Reyes 1-2).
La Torre de Babel
En cualquier caso, se encuentre donde se encuentre, la ubicación del reino de
esta misteriosa y poderosa mujer no deja de ser extraño. Una de las razones
son los insólitos viajes que en pocas horas realizaba su amado Salomón desde
Jerusalén hasta Saba. Aunque si realmente este reino se encontraba en el
Yemen, Etiopía o Nigeria, es totalmente imposible que el rey sabio pudiera
cubrir distancias de varios miles de kilómetros en pocas horas. Amal Sulaiman
Salibi, de la Universidad Americana de Beirut, basándose en la toponimia de
los lugares, afirma que la Palestina bíblica, incluida Jerusalén, no se
encontraba en la moderna Israel, sino en la región de Asir, en la Península
Arábiga. De esta forma, Salomón sí podría haber realizado esos viajes de
forma tan rápida. Pero tampoco debemos olvidar que la epopeya etíope Kebra
Negest sugiere claramente que pudo realizarlos mediante un artefacto volador
asociado al Arca de la Alianza.
Investigación interdisciplinar
El arqueólogo Wilfred Alliger—Csollich afirma que la clave
se encuentra en una inscripción grabada sobre uno de
sus muros exteriores. Allí se dice que esta torre fue
construida por el rey Nabucodonosor hace más de 2.500
años y, lo más interesante, que es similar a una que
existía en la ciudad de Babel, construida, literalmente,
«para alcanzar el cielo». Al igual que sucede con las
famosas puertas de Babilonia, la torre pudo haber estado
cubierta en su parte más alta con ladrillos de loza azul
sobre los que se habían representado animales
imaginarios. Por desgracia. la situación política y el aislamiento actual de Irak
dificultan las investigaciones. Pero, en lo que se refiere a la historicidad de la
Biblia, también disponemos de una base arqueológica para afirmar que un
suceso en apariencia tan mítico como el que narra la construcción de la Torre
de Babel pudo ocurrir en realidad.
En otros casos han sido las pruebas filológicas las que han ayudado a
encontrar los paralelismos necesarios para afirmar con rotundidad que la
Sagrada Escritura tenía razón cuando nos informaba de muchos
acontecimientos aparentemente legendarios.
Sin embargo, a pesar de todos los indicios que poseemos, es mucho lo que
aún queda por hacer. La interpretación del material arqueológico descubierto al
sur de la costa de Mar Negro en Sinop (Turquía) va a reabrir, una vez más, un
viejo debate que va más allá de las simples creencias religiosas.