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ST 97 (2009) 693-705
La justicia penal
vista desde sus consecuencias
Julián Carlos RÍOS MARTÍN*
1. Introducción
1. Para una mayor información en estos aspectos es bueno leer los siguientes
libros: VALVERDE MOLINA, J., La cárcel y sus consecuencias, Ed. Popular,
Madrid 2004; RÍOS MARTÍN, J.C: y CABRERA CABRERA, P.J, Mil Voces presas,
UPCO, Madrid 1999; ID., Mirando el abismo: el régimen cerrado, UPCO,
Madrid 2003. MANZANOS BILBAO, C., Cárcel y marginación social, Gankoa,
Bilbao 1997.
2. Las reformas penales están recogidas en las Leyes Orgánicas 7/2003, de 30 de
junio, de medidas de reforma para el cumplimiento íntegro y efectivo de las pe-
nas; 11/2033, de 29 de septiembre, de materias concretas en materia de seguri-
dad ciudadana, violencia doméstica e integración social de los extranjeros;
15/2003, de 25 de noviembre, de modificación de la LO 10/95; y 20/2003, de
23 de diciembre, dirigida a castigar la convocatoria ilegal de un referéndum;
1/2004, de 28 de diciembre, de medidas para la protección integral contra la
violencia de Género. El incremento del número de penados desde la entrada en
vigor de estas leyes es desproporcionado respecto de los últimos cinco años. A
2 de junio de 2009, hay 76.000 reclusos en España: una tasa de 166 por cada
100.000 habitantes; es el país de Europa con más número de personas presas.
Ello no se debe tanto a los nuevos ingresos cuanto a las dificultades para salir
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4. Quien haya visitado los patios de, al menos, cuatro prisiones sabe perfecta-
mente de lo que hablamos. La cárcel es el espacio institucional que recibe el
fracaso social: la pobreza, la marginación, la ausencia de educación no violen-
ta e igualitaria, la enfermedad mental, las toxicomanías y las consecuencias de
esta sociedad consumista, de gratificación inmediata. Para profundizar en este
tema ver: WACQUANT, L., «Voces desde el vientre de la bestia americana» (Pró-
logo), en (Daniel Burton-Rose, Dan Pens y Paul Wright [eds.]) El encarcela-
miento de América: una visión desde el interior de la industria penitenciaria
de EE.UU., Virus Editorial, Barcelona. Vid. Tb, Los mitos cultos de la nueva
seguridad, en Políticas sociales en Europa. Tolerancia cero, Ed. Harcer,
Barcelona 2004.
5. En el trabajo elaborado para la Fundación Encuentro (CECS 2003) básicamen-
te por policías y guardias civiles, se dice que la evolución de la seguridad pri-
vada en nuestro país no guarda relación directa con la evolución de la crimina-
lidad. El incremento del personal de seguridad privada se produce tanto cuan-
do aumenta la delincuencia como cuando ésta desciende.
6. Para intuir las consecuencias de la industria del sistema penal, visitar
http://www.correctionscorp.com/index.html, de la empresa privada que gestio-
na más cárceles en los EE.UU., aprovechándose económicamente del dolor y
el sufrimiento del sistema penal e introduciéndose e incorporando en éste un
carácter privado y de lucro al que tiene que ser, en todo caso, siempre público;
sorprende la campaña de atracción de inversores y los resultados económica-
mente espectaculares. Ver también
<http://xxx.afscme.org/private/aculinjk3. htm>, que contiene una importante
variedad de documentos antiprivatización. España se ha gastado 7 millones de
euros en tecnología Israelí para el control de medios telemáticos.
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tir de este momento, las personas reclusas comienzan a sufrir una in-
determinable experiencia de convivencia que las conduce, a través de
una adaptación anormalizadora, a un medio social caracterizado por la
omnipresencia de relaciones de dominación, disciplina, obediencia
irracional, estancia obligada, sumisión permanente y tensión violenta
en las relaciones, a una quiebra del yo y una pérdida definitiva de los
roles y status sociales anteriores al ingreso. La adquisición de una nue-
va identidad, como consecuencia de la alteración de la identidad per-
sonal y de la forma de ser anterior, viene impulsada por el aislamiento
de su entorno social y la imposición de los nuevos marcos de referen-
cia psicológicos y relacionales de la prisión. Ello hace que la cárcel se
convierta en un auténtico sistema social donde el preso no puede pre-
ver las situaciones, circunstancia esta que motiva el origen de un per-
manente peligro y de un notable estado de ansiedad.
Las pautas de comportamiento cambian. La actitud permanente de
desconfianza ante todos los que le rodean, frente a compañeros, los
funcionarios, e incluso la propia familia, se hace manifiesta. Esta acti-
tud viene motivada por la necesidad de desarrollar mecanismos de de-
fensa, de autoconservación, en un ambiente hostil y agresivo. Esta ac-
titud se generaliza, y la desconfianza se convierte a veces en un senti-
miento o deseo de venganza hacia categorías abstractas (policía, so-
ciedad) y se dispara hacia las personas más cercanas ante la necesidad
de descargar la tensión y la angustia acumuladas. Al ser la institución
penitenciaria una estructura poderosa frente a la cual el recluso se vi-
vencia a sí mismo como débil, se ve obligado a autoafirmarse frente a
ese medio hostil para mantener unos niveles mínimos de autoestima.
En este contexto, con frecuencia, el preso adopta una actitud violenta
y agresiva. Ello origina la intervención de los mecanismos penitencia-
rios de disciplina que motivan, la pérdida de posibilidades de obtener
permisos, regresiones de grado, imposibilidad de acceder a situaciones
de contacto con el exterior, aislamiento, etc. Estados o modos de vida
que conllevan un agravamiento en la anormalización y en la desestruc-
turación personal.
Por otra parte, el internamiento carcelario origina una depravación
sensorial (vista, oído, olfato) y una alteración de los ritmos vitales an-
teriores al ingreso. Esta alteración es provocada por la relación de de-
pendencia absoluta a la institución, debido a que la reglamentación de
todas las actividades vitales (comida, sueño, ocio, relaciones persona-
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les) está dirigida al control de todos los actos, a fin de evitar la auto-
nomía del preso y su capacidad de reacción. Esta situación conduce a
un proceso de infantilización, de pérdida del rol de adulto, creando un
sentimiento íntimo de dependencia absoluta que altera su identidad
personal y social, su autoimagen y la conciencia de sí mismo. El mie-
do al aislamiento, que implica un sentimiento profundo de soledad y
angustia vital ante la pérdida de puntos habituales de referencia, la ten-
sión permanente, la violación de la intimidad motivada por el hacina-
miento físico y psíquico, las humillaciones y amenazas, la monotonía,
el tiempo vacío... agravan esta situación.
Al salir de la prisión, existe una serie de condiciones objetivas que
influyen en el desarraigo social. En este sentido, los graves trastornos
psíquicos originados por la cárcel, la dificultad para relacionarse y
mantener relaciones empáticas hacia otros seres humanos, sin manipu-
lar ni engañar (actitudes necesarias aprendidas en la cárcel), la falta de
posibilidades de trabajo, la carencia de habilidades socio-laborales, la
situación familiar y del entorno social próximo y, en no pocas ocasio-
nes, la necesidad de un tratamiento socio-sanitario ante graves proble-
mas de salud, sobre todo creados por el consumo de drogas, hacen ca-
si imposible la inserción social y la no reincidencia en las conductas
delictivas. No dejan otras posibilidades. La cárcel sumerge a muchos
sumergidos; la sociedad o los factores de control se encargarán de ra-
tificarlo. Esta actitud tan poco propicia del Estado y de la sociedad, que
sólo exige que el delincuente sea castigado, echa por tierra toda políti-
ca preventiva y resocializadora.
Una vez centrada la cuestión en estos términos, no dudamos en afir-
mar que el protagonista esencial del que va a depender el cumplimiento
de los fines legislativos de la pena es la administración penitenciaria y,
junto a ella, sus responsables políticos. Éstos deberán utilizar los medios
necesarios para evitar los efectos desocializadores de la prisión, porque
no todos los problemas que tiene ésta para conseguir sus metas resocia-
lizadoras le vienen dados desde fuera. Es más, los principales obstácu-
los se encuentran dentro de la misma cárcel. Es ahí donde hay que bus-
car las causas de su inutilidad y su ineficacia. Si se observa con realismo
la praxis y los preceptos legales y reglamentarios que regulan el sistema
penitenciario, pronto se observará que existen instituciones, modelos y
datos difícilmente compaginables, cuando no simplemente contrarios a
las metas resocializadoras que teóricamente se propone alcanzar.
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ST
EDITORIAL
VEDAD
NO
176 págs.
P.V.P.: 12,00 €