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The Stars Are Right. Providence de Juan Francisco Ferré.

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The Stars Are Right


Sobre Providence de Juan Francisco Ferré

por René López Villamar


S i nos hiciésemos opinión de un autor a partir de lo
que se escribe sobre su obra, al leer las reseñas de
las dos últimas novelas de Thomas Pynchon uno
pensaría que ha quedado completamente superado. Michiko
Kakutani calificó a Inherent Vice de «Pynchon Lite», mien-
tras que James Wood aseveró, sobre Against the Day, que
casi todas las alabanzas que recibió la novela son políticas
y no literarias, en un libro que es prácticamente imposible
disfrutar. De la misma forma, la legión de reseñistas que
llevaron a cabo la titánica tarea de leer las 1300 páginas de
Against the Day en dos semanas parecen estar de acuerdo
en algo: Pynchon estaba bien para 1975, cuando sus maes-
tros los hicieron sufrir con la lectura de Gravity's Rainbow,
pero no tiene mucha relevancia en el siglo veintiuno. Sus
novelas son demasiado densas, complicadas y sus persona-
jes no nos hablan con profundidad de la «condición huma-
na». Son —hay que decirlo con todas sus letras— novelas
demasiado experimentales. A propósito de Against the Day,
Wood señala:

Uno de los problemas del realismo histérico, del


Providence. Juan Franciso Ferré. Barcelona: Anagrama, 2009. cual esta novela es una excéntrica guía, es que sufre
de ambos, la histeria y el realismo: lo peor de los dos
mundos. Ahí está el exceso superfluo, las imposibili-

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dades, el aburrimiento que siempre acompaña a la ladines del realismo como Wood, en el mundo literario co-
actividad novelística inauténtica y caricaturesca. mienza a tomar fuerza la idea de que habría que escribir (y
Pero también está presente el aburrimiento del rea- leer) como si el posmodernismo no hubiera existido2.
lismo directo y convencional utilizado para escapar Muerto Derrida, arrojemos el postestructuralismo y todo su
de ese mismo realismo. relativismo incómodo a la fosa común. Los grandes relatos
se han derrumbado pero, ¡por Dios!, vaya si nos hacen fal-
El término «realismo histérico», acuñado por el crítico ta. ¿No podríamos hacer como si siguieran ahí?
inglés a propósito de una novela de Zadie Smith, es una
suma de muchas de las críticas que se han hecho contra la Sí, sí podemos. Al fin y al cabo, como muestran los rigu-
novela posmoderna, y lo mismo incluye a Pynchon que a rosos análisis de James Wood sobre los mecanismos de la
Salman Rushdie, Jonathan Franzen, David Foster Wallace, narrativa, esta es una vía no sólo posible, sino válida y va-
Don DeLillo, Dave Eggers y Jonathan Safran Foer1. Habla- liosa, de afrontar la ficción que, no está de más recordarlo,
mos de novelas enormes y ambiciosas que, a decir de vive en estado de constante asedio por la superioridad de la
Wood, carecen de lo humano. El autor de How Fiction non fiction (no ficción), al menos en Estados Unidos —fe-
Works parece decirnos que la novela posmoderna es un pe- nómeno de alto contraste con la ausencia de esa non fiction
rro enfermo (un perro que cita a Dickens y tiene un docto- literaria en países como México.
rado en física cuántica) y lo mejor que podríamos hacer es
acabar con su miseria. Sin embargo, la otra vía se adivina igualmente válida,
pero más complicada. ¿Cómo narrar después el posmoder-
Muchos estarían de acuerdo. Vivimos, al fin y al cabo, la nismo, de la caída de los grandes mitos, del fin de la objeti-
resaca del posmodernismo. Así, no debería de extrañarnos vidad? La tarea no parece sencilla. Sin embargo, diversas
que mientras las academias mueven sus métodos a las corrientes literarias alrededor del mundo buscan una solu-
aguas más tranquilas de los estudios culturales o hacia el
anacronismo del marxismo y la nueva crítica, y surgen pa- 2 Para una aproximación mexicana al problema, véase el
brillante ensayo de Rafael Lemus, "Un montón de lápices
1 Aunque nadie se ha molestado en hacer una nómina de rea- chatos": "¿En qué momento se jodió la narrativa?
listas histéricos mexicanos, no costaría mucho meter en esta ca- Probablemente en la segunda mitad del siglo XX.
nasta a Daniel Sada, Juan Villoro, Fernando del Paso, Ignacio Seguramente cuando el clasicismo le ganó la partida a las
Padilla y, si mucho me apuran, a Mario Bellatin. vanguardias."

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ción a este dilema. Desde España se ensaya —cada vez con corazón del imperio americano me parece muy significati-
más éxito— una de las respuestas más eficaces, que busca vo.
renovar las expresiones literarias (no sólo la ficción) mi-
rando fuera de la literatura y su tradición, a los recorridos [Hablan Mark Ryan, Donnie Darko local y
estéticos de otras disciplinas artísticas durante el siglo vein- aspirante a guionista, y el cineasta español Álex
te, a la ciencia y a la cultura de masas. Esta visón de la lite- Franco, protagonista Providence.]
ratura y del arte no niega los principios del
postestructuralismo ni la estética posmoderna, sino que —Le pasé ZODIACO [a su profesor, el escritor
busca superarlos. En palabras del Eloy Fernández Porta: español A.M.T.] por ingenuidad y me lo devolvió
«El pop ha muerto: lo que queda ahora es una reconstruc- con muchas anotaciones y tachadurías, todas
ción de la alta cultura realizada a costa de sus ruinas.» referidas a errores gramaticales y estilísticos. Me
dijo que era demasiado fantasioso, que leyera para
aprender otras técnicas más sencillas a narradores
Apuntalados por una robusta propuesta crítica del ya
realistas como Carver o Ford, los más grandes
mencionado Fernández Porta, así como de Vicente Luis escritores americanos del siglo veinte en su opinión.
Mora, Agustín Fernández Mallo y Juan Francisco Ferré, en- No he vuelto a ir a ninguna de sus clases. Me
tre otros, a esta movida literaria se le ha llamado Genera- decepcionó totalmente, ¿es eso todo lo que produce
ción Nocilla, Literatura Mutante, Postpoesía, Afterpop o tu país?
Avant-Pop3. Lo mismo podría llamarse Afterpynchon.
Avant-Pop, por cierto, es un mote compartido con ciertas —Estoy yo, no está tan mal, ¿no te parece?
sensibilidades musicales y con una propuesta norteamerica-
na de ideas muy similares, pero que coexiste, hasta donde —Por si fuera poco, traté de hablarle inútilmente de
sé, de manera paralela y con menor éxito que su vertiente Dick, Philip K. Dick, ya sabes, el escritor que mejor
española. ha descrito la realidad americana del siglo veinte y,
por descontado, del veintiuno, y va y me dice, para
El hecho de que la respuesta venga de España y no del humillarme delante de los otros estudiantes, que
detesta la ciencia ficción, que es «un subgénero
subnormal y adolescente», que no es literatura seria
3 Las diferencias entre estos términos, si es que existen, no resultan y, por supuesto, él sólo lee literatura seria...
evidentes desde la Ciudad de México.

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Esta es nuestra puerta de entrada a Providence y al After- lumbrante reseña de Providence (en francés), François
pop, un universo paralelo —aunque demasiado parecido al Monti indica dos claves esenciales para navegar a través de
nuestro— en el que el mejor cuentista del siglo veinte no es esta novela, que servirán a nuestro propósito. El primero es
Raymond Carver (Bolaño dixit) sino Philip K. Dick. la degradación del sueño americano (y de su realidad), no
en pesadilla, sino en delirio:

¿D e qué trata Providence? En su lectura más super-


ficial, es la historia de Álex Franco (nombre que
se antoja a una mezcla entre el inolvidable Alex
Lo que ha sucedido en los últimos cincuenta años es
un fenómeno insólito. En lugar de que el cine se
haya ido pareciendo más a la realidad, ha sucedido a
de La naranja mecánica y el Jesús Franco de Vampyros
Lesbos) . Franco es un cineasta español que, visto fracasar la inversa y la realidad se ha ido pareciendo más y
su primer largometraje en Cannes, firma no uno, sino dos más al cine hasta el punto de hacerse indistinguibles.
[...] Si la vida se ha vuelto similar a una película,
páctos fáusticos, para abandonar la medianía de su vida,
qué les queda a las películas por hacer. ¿Parecerse a
tanto privada como profesional, y desplazarse a Providence, un videojuego?
Rhode Island, a trabajar en el tratamiento de un guión de
dos malhadados documentalistas rusos sobre un videojuego — ¿Y a la vida? ¿Qué le queda a la vida, Franco?
extremo que la extinta KGB planeaba utilizar como meca-
nismo de control social. Para encubrir su verdadero objeti- Divida en tres partes o niveles, como si fuera un videojuego
vo, sus nefandos mecenas le consiguen un trabajo de o un juego de rol, ese delirio llamado Providence —o como
profesor visitante en la universidad local (Brown, no Mis- se describe hacia el final de la novela— «una conspiración
katonic). Lo que encuentra en Providence, sin embargo, es para imponer el mundo virtual al mundo real» va a infectar
un laberinto de violencia, posiblidades eróticas y conspira- progresivamente el texto y la mente del protagonista. La
ciones esotéricas en constante conflicto por la identidad de primera parte, «El principio Delphine» transcurre en diver-
Providence y, en consecuencia, de una realidad que termi- sos parajes europeos y proporciona una gama de inicios fal-
nará —quizá literalmente— por consumirlo. sos o posibles para la novela. Cierra con una espantosa
viñeta de la tortura de Álex a su llegada al aeropuerto JFK
Una lectura más profunda revela una historia más esca- en Nueva York. Sin embargo, al abrir la segunda parte, «El
brosa, que puede servirnos de modelo a los mecanismos movimiento browiniano», todo indica que dicha tortura
que utiliza el After Pop para encarar la narrativa. En su des-

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nunca sucedió, reemplazada ahora por un encuentro sexual Francisco Ferré, indica que «el avance tecnológico a veces
con una editora española en uno de los baños del aeropuer- sólo sirve para encubrir las ataduras más rancias». El sueño
to. Es el primer momento, uno de muchos, en que la novela americano —transfigurado en delirio— sirve sólo como
nos hará dudar si lo que estamos leyendo realmente suce- una capa de oropel para encubrir la moral decimonónica y
dió, es un sueño o parte de un guión cinematográfico, si es retrógrada del imperio. La confusión entre ficción y reali-
que todavía no son la misma cosa. Una vez pisado el suelo dad no es fortuita, sino que, justo como la imagen de Love-
americano, la trama de esta segunda parte se desdobla en craft de la portada, se sirve de una reproducción previa de
posibilidades cada vez más desquiciadas, a la vez que pue- la realidad (la fotografía) y aplica una operación de resigni-
de leerse como «una enciclopedia alternativa del cine», se- ficación pop (el estilo de Warhol) por medio de la tecnolo-
ñala Monti. Para cuando inicia la tercera parte «La gía (la alteración digital de la imagen) para cubrir o
corporación Cthulhu» resulta imposible separar la realidad deformar el significado original del sujeto.
del delirio. ¿Es Álex, el insoportable misógino mujeriego,
violado por cinco supremacistas blancos enfundados en tra- Estas dos claves, delirio y simulacro, nos pueden dar una
jes de futbol americano, o es sólo una alucinación provoca- aproximación al tipo de ficción que persigue el Afterpop.
da por el Blue Moon, insecticida psicotrópico que aparece No se trata, de la narrativa de la farsa y el delirio, ni de una
de vez en cuando en su casa? O por el contrario, ¿es la vio- narrativa falsa y delirante, como malentiende James Wood.
lación lo que lo hunde por completo en el consumo de las Se trata de utilizar el delirio y el simulacro como herra-
drogas y lo hunde en una fantasía erótica y paranoica? «La mientas de reconstrucción de un código estético caduco, al
corporación Cthulhu» termina la novela como empezó, con oponerlos a sí mismos. ¿Qué resulta de oponer un espejo a
un listado de de finales imposibles o improbables para la otro espejo? De la misma forma, el Afterpop no es una ne-
aventura americana de Álex, en un enigmático viaje en as- gación al realismo, sino que se nutre del mismo y lo utiliza
censor del que prefiero no anticipar nada para no diluir su como herramienta. No se trata de una de suspensión de la
efecto. idea de la narrativa, sino de una reformulación constante de
sus capacidades. Tampoco se trata de ignorar el viejo pro-
La segunda clave que señala Monti es la portada de la no- blema de la «condición humana» tan caro al realismo, sino
vela, diseñada por Aina Lorente y Agustín Fernández Ma- de quitar esa pátina que, disfrazada de cultura pop, se ha
llo: una fotografía de Lovecraft warholizada, de ojos asentado sobre el concepto hasta ocultarlo.
amarillos y labios carmín, que en propias palabras de Juan

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Muestra de lo anterior es el personaje de Lovecraft, cuya lá- de la literatura. Sin embargo, y en este punto difiero de
pida sirve como epígrafe a la novela (I AM PROVIDEN- François Monti, a mi parecer hay dos presencias literarias
CE) y se establece así como el «Antiguo» mayor de la que configuran la estructura y la trama de la novela. Para
novela. No es el Lovecraft popularizado y esterilizado de decirlo de otra forma, dos autores con los que Ferré hace un
los muñecos Cthluhu de peluche y las campañas electorales remix de los temas lovecraftianos. Donde Monti ve la in-
(¡Vota por Cthulhu! ¿Por qué elegir a un mal menor?), ni el fluencia de Bret Easton Ellis (sobretodo en Glamorama y
rebajado por sus epígonos en un Mefistófeles de segunda, American Psycho), yo me decanto por otras dos fuentes.
sino al apologizado en H.P Lovecraft. Contra el mundo,
contra la vida, de Houellebecq. Más de uno de los lectores La primera es J.G. Ballard, el Ballard de Crash y High
del hijo predilecto de Providence se sentirá insultado con su Rise, pero sobretodo Ballard en The Unlimited Dream
aparición como un asesino serial al cierre de la segunda Company y Cocaine Nights. Los paralelismos entre las dis-
parte de la novela, si es que llegan tan lejos, pero lo cierto tópicas visiones ballardianas y la estancia americana de
es que el texto de Juan Francisco Ferré una extraordinaria Álex Franco son notables. Todos los elementos están ahí:
relectura de la obra del creador de En las montañas de la los bizarros encuentros sexuales que se repiten hasta el has-
locura, actualizada para el siglo veintiuno. (El otro famoso tío, la figura mesiánica amoral e hipersexuada (el terrible
escritor norteamericano nacido en Providence, Cormac Mc- Andy Ross), el observador que resiste pero termina por ser
Carthy, no recibe mención alguna en la novela). seducido por el mesías (Álex Franco) y el lento declive de
la civilización que al final culmina en un espectacular melt-
Si bien Lovecraft sirve a la vez de perfecto pretexto temáti- down de la realidad. La gran diferencia es que, mientras
co y dios tutelar de Providence, toda la banda está ahí: des- que en las novelas de Ballard esa disolución final represen-
de Roberto Bolaño («Los detectives amaestrados»), ta siempre un regreso a un estadio más primitivo, y por lo
pasando por David Lynch («El fuego camina conmigo») y mismo más feliz, de la humanidad —una suerte de resolu-
Martin Scorsese («La última tentación») hasta llegar en la ción del malestar en la cultura freudiano— en la obra de
última toma —el nombre que se le da a los capítulos—, por Ferré esa disolución lleva, como dice el texto de contrapor-
supuesto, a Thomas Pynchon («El arco iris de la tada de Eloy Fernández Porta, «al fin de la noche america-
televisión»). Estos autores son presencias fugaces, guiños y na».
homenajes, nunca fuera de lugar, un panteón de mitos para
el inicio del nuevo milenio, un canon para la refundación

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La segunda es Naked Lunch, no tanto el texto de Burroughs más, si ama tanto su cultura y le gusta todo lo euro-
como el filme de David Cronenberg. La paranoia y las peo, ¿por qué no se ha quedado allí en vez de venir a
conspiraciones de la novela, así como la ingestión de gran- sermonearnos sobre el cine narrativo comercial? Na-
des cantidades de insecticida alucinógeno, el completo de- die le ha pedido su opinión...
sorden temporal y la confusión entre sueño y realidad
parecen copiados casi sin cambios de esta película: Provi- Hay infinidad de temas en conflicto: el cine y la literatura,
dence como una Interzona del nuevo régimen global. Otra la alta y la baja cultura, lo colectivo y lo individual, etcétra.
película de Cronenberg, eXistenZ, tiene también un enorme Estos conflictos, sobretodo, tienen como finalidad confun-
peso en la obra, sobretodo en la vertiente de Providence dir los límites, disolverlos, justo como se disuelve la reali-
como un videojuego (donde constantemente se deletrea dad y la fantasía en la ficción. Así, Providence puede leerse
Providenz) y en uno de los finales posibles de la novela, en también como una propuesta de refundación de la ética y
el que Álex ingresa, no voy a decir por que medios, a la estética en el arte, «una respuesta contundente a lo que se
posthumanidad. puede esperar de una novela escrita a comienzos del siglo
XXI», como remata la contraportada.

E sta enorme novela americana, escrita en español por


un español, puede leerse como una propuesta de re-
formación, tanto de la tradición anglosajona de la
que se nutre y con la tradición hispánica que la origina.
Cierto, Álex Franco aparenta de una insoportable superiori-
Es también una novela política, una condena brutal a la
América post 9-11 (otra figura del panteón de estos nuevos
mitos), el monstruo hegemónico que por un lado goza un
asombroso despliegue tecnológico y por otro un anquilosa-
dad estética y moral que relaciona con Europa, pero en el miento moral, pero es también una crítica mordaz al ador-
fondo se siente superado por los productos de la sociedad mecimiento de Europa y su relación con los Estados
de consumo americana, como muestra su larga digresión Unidos. No hay que olvidar que el protagonista es un espa-
sobre el significado de Tiburón. Como reclama uno de los ñol en una tierra extranjera, que no resiste su encanto y que
alumnos a Franco: toma parte importante en su caída.

—Usted es un fascista cultural. Lector de Cahiers du Pero es sobre todo una novela humana, demasiado humana.
Cinéma y de otros engendros propagandísticos como Excesiva e imposible, pero siempre auténtica, Providence
ése. Europa está muerta y es un caso perdido. Ade- no apela sólo al intelecto, sino también a la ética y a la re-

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acción visceral del lector. No se trata de zapping, un reci-


claje o de una «estética facebook». No es un simple acto de
malabarismo estilístico ni de equilibrismo poético. Es un La tumba de H. P. Lovecraft, en el lote 276 del cementerio de
proyecto narrativo que va más allá de la deconstrucción, Swan Point en Providence, Rhode Island.
para poner de relieve el estado de la humanidad al arranque
del nuevo milenio. En su nivel más profundo, Providence
no es una novela posmoderna, un azaroso guión cinemato-
gráfico o un videojuego maldito. En el fondo, es la historia
del ser humano, aquí y ahora, que se enfrenta a eventos que
lo rebasan en escala y ante los que no puede hacer nada,
ofuscados por un avance tecnológico que no comprende ni
le permite actuar en consecuencia. Hace 83 años, un escri-
tor nativo de Providence escribió:

No hay en el mundo fortuna mayor, creo, que la in-


capacidad de la mente humana para relacionar entre
sí todo lo que hay en ella. Vivimos en una isla de
plácida ignorancia, rodeados por los negros mares
de lo infinito, y no es nuestro destino emprender lar-
gos viajes. Las ciencias, que siguen sus caminos
propios, no han causado mucho daño hasta ahora;
pero algún día la unión de esos disociados conoci-
mientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posi-
ción que en ella ocupamos, perspectivas tan terribles
que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos
de esa funesta luz, refugiándonos en la seguridad y
la paz de una nueva edad de las tinieblas.
—Ciudad de México, diciembre de 2009.
Providence narra la historia de ese día, el día de hoy.

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