You are on page 1of 23

“No se trata sólo de interpretar la realidad, sino de transformarla cotidiana e

incansablemente.”
Paráfrasis militante a Karl Marx

“La verdad puede decirse y callarse de muchas maneras. Nosotros derivamos nuestra estética
y nuestra moral de las necesidades de nuestra lucha.” Bertolt Brecht (1938)

“Los débiles no luchan. Los que son un poco más fuertes


quizá luchan una hora.
Los que son todavía más fuertes, luchan muchos años. Pero
los más fuertes de todos luchan toda su vida. Estos
son los imprescindibles.
* * *
Die Schwachen kämpfen nicht. Die Stärkeren
Kämpfen vielleicht eine Stunde lang.
Die noch stärker sind, kämpfen viele Jahre. Aber
Die Stärksten kämpfen ihr Leben lang. Diese
Sind unentbehrlich.”
BERTOLT BRECHT, Gesammelte Gedichte in vier Bänden; edition suhrkamp, Frankfurt am
Main, 19813, Band 2, p. 691.

Bertolt Brecht
(1898-1956)

“Cinco dificultades para escribir la verdad1


Q UIE N QU IE R E HOY DÍA combatir la mentira y la ignorancia y escribir la verdad, tiene que
vencer por lo menos cinco dificultades. Deberá tener el valor de escribir la verdad,
aun cuando sea reprimida por doquier; la perspicacia de reconocerla, aun cuando sea
solapada por doquier; el arte de hacerla manejable como un arma; criterio para
escoger a aquellos en cuyas manos se haga eficaz; astucia para propagarla entre
éstos. Estas dificultades son grandes para aquellos que escriben bajo la férula del
fascismo, pero existen también para aquellos que fueron expulsados o han huido, e
incluso para aquellos que escriben en los países de la libertad burguesa.

1. El valor de escribir la verdad


1 Bertolt Brecht, Schriften 2, Teil I; en Grosse kommentierte Berliner und
Frankfurter Ausgabe, Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, 1993, pp. 74-89. La
traducción castellana ha sido tomada de Bertolt Brecht, El compromiso en literatura y
arte; trad. de J. Fontcuberta, Península, Barcelona, 1973, pp. 157-171.
Parece cosa sobreentendida que el escritor debe escribir la verdad, en el sentido de
que no puede reprimirla o callarla y de que no puede escribir nada falso. No debe
doblegarse a los poderosos, no debe engañar a los débiles. Naturalmente que resulta
muy arduo no doblegarse a los poderosos, y en cambio es muy provechoso engañar a
los débiles. Desagradar a las clases acomodadas significa renunciar a la posesión de
bienes. Renunciar a la paga por el trabajo efectuado significa, en ocasiones, renunciar
al trabajo, y rehusar la honra entre los poderosos significa a menudo rehusar toda
honra. Para esto hace falta valor. Las épocas de represión más extremada son
generalmente épocas en que se habla de cosas grandes y sublimes. Hace falta valor,
en estas épocas, para hablar de cosas tan vulgares y pequeñas como la comida y la
vivienda de los obreros, en medio de un gran vocerío que proclama que lo principal es
el espíritu de sacrificio. Cuando se colma a los campesinos de homenajes, tener valor
es hablar de máquinas y forrajes a bajo precio que facilitaría su tan venerado trabajo.
Cuando por todas las emisoras de radio se proclama a gritos que es mejor el hombre
sin erudición y cultura que el sabio, entonces tener valor significa preguntar: ¿para
quién es mejor? Cuando se habla de razas perfectas e imperfectas, tener valor es
preguntar si el hambre, la ignorancia y la guerra no engendran deformaciones graves.
Asimismo se precisa valor para decir la verdad sobre sí mismos, los vencidos. Muchos
de los que son perseguidos pierden la capacidad de reconocer sus errores. La
persecución les parece la mayor injusticia. Los perseguidores son, puesto que
persiguen, los malos; ellos, los perseguidos, son perseguidos a causa de su bondad.
Pero esta bondad ha sido golpeada, vencida y prohibida, y era por eso una bondad
débil; una bondad mala, inconsistente e insegura: porque es inadmisible atribuir la
debilidad a la bondad como a la lluvia su humedad. Para decir que los buenos no
fueron vencidos porque eran buenos, sino porque eran débiles, hace falta valor.
Naturalmente, hay que escribir la verdad combatiendo la falsedad, y no puede ser
una cosa genérica, abstracta y ambigua. De esta especie abstracta, genérica y
ambigua es precisamente la falsedad. Cuando se dice de alguien que ha escrito la
verdad, por de pronto es que algunos o muchos o uno solo han dicho algo distinto,
una mentira o algo genérico, pero él ha dicho la verdad, algo práctico, positivo,
innegable, ha puesto el dedo en la llaga.
Menos valor se precisa para quejarse en términos generales de la ruindad del mundo
y el triunfo de la barbarie y amenazar con el triunfo del espíritu, en una parte del
mundo donde esto todavía está permitido.
Entonces muchos actúan como si se les apuntara con cañones, cuando en realidad
sólo se ha dirigido hacia ellos unos anteojos de teatro. Proclaman a gritos sus
pretensiones de orden general en medio de un mundo de amigos insignificantes.
Piden una justicia universal por la cual nunca han hecho nada, y libertad universal
para obtener parte del botín que fue compartido con ellos largo tiempo. Tienen por
único verdadero aquello que suena bien. Cuando la verdad se presenta como algo
numérico, seco, real, algo cuyo hallazgo requiere esfuerzo y estudio, entonces no es
una verdad para ellos, nada que les suma en el entusiasmo. Tienen únicamente el
comportamiento de aquellos que dicen la verdad. Su miseria es que no saben la
verdad.
2. La perspicacia de reconocer la verdad
Puesto que es difícil escribir la verdad, porque se ve reprimida por doquier, les parece
a la mayoría que escribir o no la verdad es cosa de convicciones. Creen que para ello
sólo hace falta valor. Olvidan la segunda dificultad, el descubrimiento de la verdad. Ni
hablar de que es fácil encontrar la verdad.
Para empezar, ya no resulta fácil averiguar qué verdad vale la pena decir. Hoy, por
ejemplo, ante los ojos de todo el mundo, los grandes estados civilizados se precipitan
uno tras otro en la mayor de las barbaries. Además, cualquiera sabe que la guerra
civil, realizada con los más atroces medios, cada día puede convertirse en una guerra
exterior que tal vez deje a nuestro continente convertido en un montón de
escombros. Esto, indudablemente, es una verdad, pero hay otras, desde luego. Así,
por ejemplo, también es verdad que las sillas tienen asientos y que la lluvia cae de
arriba abajo. Muchos escritores escriben verdades de este género. Se parecen a los
pintores que cubren de naturalezas muertas las paredes de barcos zozobrantes. No
existe para ellos nuestra primera dificultad, y no tienen, no obstante, ningún
remordimiento. Impertérritos ante los poderosos, pero sin turbarse tampoco por los
gritos de los oprimidos, van pintando sus cuadros. Lo absurdo de su manera de obrar
engendra en ellos mismos un «profundo» pesimismo que venden a buen precio y que,
a decir verdad, a la vista de tales maestros y de tales ventas, sería más justificado en
otros. Con todo, no resulta fácil tampoco darse cuenta de que sus verdades son del
mismo género que las de las sillas y la lluvia, por lo general suenan de modo muy
distinto, como si fueran verdades acerca de cosas importantes. Porque la creación
artística consiste precisamente en atribuir importancia a una cosa.
Sólo fijándose bien llega uno a distinguir que solamente dicen: «Una silla es una silla»
y «No hay nada que hacer contra el hecho de que la lluvia caiga hacia abajo».
Esta gente no encuentra la verdad que vale la pena escribir. Otros, por su parte, se
ocupan realmente en las tareas más urgentes, no temen a los potentados ni a la
pobreza, y no obstante no pueden encontrar la verdad. Carecen de conocimientos.
Están llenos de viejas supersticiones, de prejuicios ilustres y bellamente formulados
en la antigüedad. El mundo es demasiado complicado para ellos, desconocen los
hechos y no perciben las causas. Aparte de los propios sentimientos, hacen falta
conocimientos que se adquieren y métodos que se aprenden. A todos los escritores
de este tiempo de confusión y grandes cambios les es preciso conocer la dialéctica
materialista, la economía y la historia. Este conocimiento puede obtenerse en los
libros y a través de una iniciación práctica, cuando existe la aplicación necesaria. Se
pueden descubrir muchas verdades de la manera más simple, partes de verdad o
estados de cosas que conducen al encuentro de la verdad. Cuando uno quiere buscar,
le irá bien un método, pero también puede encontrar sin método, incluso sin buscar.
Pero de una manera tan casual difícilmente se consigue una exposición de la verdad
que baste por sí sola a enseñar a los hombres cómo deben actuar. La gente que sólo
toma nota de pequeños hechos, no está en condiciones de hacer manejables las
cosas de este mundo. Y sin embargo la verdad tiene este único objetivo, no otro. Esta
gente no es capaz de cumplir con la exigencia de escribir la verdad.
Cuando alguien está dispuesto a escribir la verdad y en condiciones de reconocerla, le
quedan aún tres dificultades.
3. El arte de hacer la verdad manejable como un arma
Hay que decir la verdad por las consecuencias que se desprenden de ella en cuanto a
la conducta a seguir. Como ejemplo de una verdad de la cual no pueden sacarse
consecuencias o tan sólo consecuencias falsas, nos servirá la opinión muy extendida
de que las graves circunstancias imperantes en algunos países provienen de la
barbarie. Según este modo de ver las cosas, el fascismo es una ola de barbarie que
ha irrumpido en algunos países por fuerza natural.
Según esto, el fascismo es una tercera nueva fuerza junto a (y por encima de) el
capitalismo y el socialismo; no solamente el movimiento socialista, sino también el
capitalismo, no hubieran podido continuar existiendo, siempre según esta opinión, sin
el fascismo, etc. Naturalmente se trata de una afirmación fascista, de una
capitulación ante el fascismo. El fascismo es una fase histórica en la que el
capitalismo ha intervenido en tanto que algo nuevo y a la vez viejo. El capitalismo
existe en los países fascistas nada más que como fascismo, y el fascismo sólo puede
ser combatido como capitalismo, como el más desnudo, insolente, contundente y
falaz de los capitalismos.
En consecuencia, ¿cómo quiere alguien decir la verdad sobre el fascismo, contra el
cual está, si no quiere decir nada en contra del capitalismo que lo engendra?
¿Cómo ha de resultar entonces practicable la verdad?
Aquellos que están en contra del fascismo, sin estar en contra del capitalismo, que se
lamentan de la barbarie originada por la barbarie, se parecen a aquellas personas,
que quieren comer su ración de ternera, pero sin que haya que degollar la ternera.
Quieren comer la ternera pero no ver la sangre. Se contentarán con que el carnicero
se lave las manos antes de servirles la carne. No están en contra de la situación
creada por la barbarie respecto de la propiedad, sólo en contra de la barbarie.
Levantan su voz contra la barbarie, y lo hacen en países donde impera la misma
situación económica, pero donde los carniceros todavía se lavan las manos antes de
servirle la carne.
Las acusaciones públicas contra medidas barbaras pueden surtir efecto un tiempo
corto, en tanto quienes escuchan crean que no viene al caso hablar de tales medidas
en sus países. Ciertos países están en condiciones de mantener su situación respecto
de la propiedad con medios menos violentos que en otros. La democracia les presta
aún servicios que otros tienen que conseguir recurriendo a la fuerza, a saber, la
garantía de la propiedad en los medios de producción. El monopolio sobre las
fábricas, minas, tierras, crean en todas partes situaciones de barbarie; sin embargo,
son menos visibles. La barbarie se hace visible tan pronto como el monopolio
cínicamente puede ser protegido gracias al poder público.
Algunos países que, a causa del monopolio, no tienen aún necesidad de renunciar a
las garantías formales del Estado constitucional, así como a comodidades tales como
el arte, la filosofía, la literatura, escuchan con especial complacencia a los forasteros
que recriminan a su patria por haber tenido que renunciar a ellas, por cuanto van a
sacar provecho de ello en las guerras que se avecinan. ¿Puede decirse que han
reconocido la verdad aquellos que piden a gritos guerra sin cuartel contra Alemania
«porque es la verdadera patria de la maldad en esta época, la filial del infierno, la
morada del Anticristo»? Más bien habría que decir que son gente necia, desorientada
y perniciosa. Porque la consecuencia que se saca de su palabreo es que este país
debe ser aniquilado. El país entero con todos sus habitantes, porque el gas tóxico no
escoge a los culpables cuando mata.
El hombre despreocupado, que no sabe la verdad, se expresa de forma general,
abstracta e imprecisa. Dice disparates de «los» alemanes, se lamenta «del» mal, y
quien escucha no sabe qué hacer, en el mejor de los casos. ¿Ha de decidirse a no ser
alemán? ¿Desaparecerá el infierno, si él es bueno? También la charlatanería sobre la
barbarie que nace de la barbarie es de esta especie. A juzgar por lo que dicen, la
barbarie proviene de la barbarie, y deja de existir por la civilización, que viene de la
cultura. Esto viene expresado de una forma demasiado general, no de cara a las
consecuencias para una conducta práctica, y en el fondo no va dirigido a nadie.
Tales declaraciones muestran muy pocos eslabones de la concatenación de causas y
presentan determinadas fuerzas motrices como fuerzas indomables. Tales
declaraciones entrañan mucha oscuridad, y esta oscuridad oculta las fuerzas que
preparan las catástrofes. Un poco de luz y ¡aparecen en escena hombres como
causantes de las catástrofes! Pues vivimos en un tiempo en que el destino del hombre
es el hombre.
El fascismo no es una catástrofe natural que pueda comprenderse partiendo de la
«naturaleza» del hombre. Pero incluso en el caso de las catástrofes naturales, hay
maneras de describirlas que son dignas del hombre, porque apelan a su fuerza
combativa.
Después de un gran terremoto, en muchas revistas americanas se podían ver
fotografías que mostraban un campo de ruinas. Al pie se ponía steel stood (el acero
resistió), y realmente, quien a primera vista sólo había visto ruinas, se daba cuenta
ahora, atraída su atención por la leyenda, de que ¡algunos edificios altos habían
quedado en pie! Entre las relaciones que se pueden dar de un terremoto, tienen una
importancia imponderable las de los ingenieros, los cuales toman en cuenta el
movimiento del suelo, la fuerza de los impactos, la temperatura que se desarrolla y
cosas por el estilo, y conducen a la construcción de edificios que resistan a los
seísmos. Quien quiera describir el fascismo y la guerra, las grandes catástrofes que
no son catástrofes naturales, debe presentar una verdad practicable. Debe mostrar
que son catástrofes preparadas a las enormes masas de trabajadores sin medios de
producción propios por los poseedores de estos medios.
Quien quiera escribir con éxito la verdad sobre estado de cosas graves, deberá
escribir de tal manera que se hagan reconocibles las causas evitables de aquéllos.
Cuando se conocen las causas evitables, puede combatirse una situación grave.

4. Criterio para escoger a aquellos en cuyas manos la verdad se


haga eficaz
Por la costumbre secular de comerciar con lo escrito en el mundo de las opiniones y
narraciones, por el hecho de haber descargado al escritor de la preocupación por lo
que había de escribir, el escritor tuvo la impresión de que su comprador o comitente,
el intermediario, hacía llegar lo escrito a todos. Pensaba: yo hablo, y los que quieren
oír, me oyen. En realidad, él hablaba, y los que podían pagar le oían. Sus palabras no
eran oídas por todos, y los que las oían, no querían oírlo todo. Sobre esto se ha
hablado mucho, aunque no aún lo suficiente; yo únicamente quiero poner de relieve
que «escribir a alguien» se ha convertido en un «escribir». Pero no se puede
simplemente escribir la verdad, hay que escribirla indispensablemente a alguien que
con ella pueda empezar algo. El conocimiento de la verdad es un paso previo común a
escritores y lectores. Para oír cosas buenas hay que poder oír bien y oír cosas buenas.
La verdad tiene que ser dicha con fundamento y tiene que ser oída con fundamento. Y
es importante para nosotros, los escritores, saber a quién la decimos y quién nos la
dice.
Debemos decir la verdad sobre situaciones graves a aquellos para quienes la
situación es más grave que nadie, y debemos enterarnos por ellos. No sólo hay que
hablar a personas de una mentalidad determinada, sino a aquellas a las cuales
corresponde esta mentalidad en virtud de su situación. ¡Y nuestros oyentes se
transforman a cada paso! Incluso de los verdugos se puede hablar, cuando ya no
corre dinero para pagarles las ejecuciones o el peligro es demasiado grande. Los
campesinos bávaros estaban en contra de cualquier revolución, pero cuando la guerra
hubo durado lo suficiente y sus hijos volvieron a casa y no encontraron sitio en las
casas de campo, entonces se les podía ganar para la revolución.
Para los que escriben es importante encontrar el tono de la verdad. Por lo regular se
oye por ahí un tono suave, quejumbroso, el de las gentes que no son capaces de
matar una mosca. El que escucha este tono y está en la miseria, se hace más
miserable. Así hablan algunos que quizá no son enemigos, pero indudablemente no
son compañeros de lucha.
La verdad es algo belicoso, no combate únicamente la falsedad, sino también a
determinadas personas que la difunden.

5. Astucia para difundir la verdad ampliamente


Muchos, orgullosos de tener valor para decir la verdad, felices de haberla encontrado,
cansados tal vez de la labor que exige darle una forma manejable, esperando
impacientes a que echen mano de ella aquellos cuyos intereses comparten, no
consideran necesario hacer uso de la industria oportuna para la difusión de la verdad.
Y así pierden toda la eficacia de su labor. En todas las épocas se ha utilizado la
astucia para la difusión de la verdad, cuando ésta es sofocada y embozada. Confucio
falseó un viejo almanaque histórico patriótico. Se limitó a cambiar ciertas palabras.
Donde decía «El monarca de Kun hizo matar al filósofo Wan, porque había dicho esto
y lo otro», Confucio puso «asesinar» en vez de matar. Donde se decía que el tirano
Fulano de Tal había perecido en un atentado, el escribió «fue ajusticiado». Con esto
Confucio abrió nuevos horizontes a la crítica histórica.
Quien en nuestra época dice población en lugar de pueblo y fincas rústicas en vez de
suelo, deja de fomentar ya muchas mentiras. Quita a las palabras su mística
corrompida. La palabra pueblo expresa cierta uniformidad y denota intereses
generales, por lo tanto sólo debería emplearse al hablar de varios pueblos, ya que a
lo sumo entonces es fácil imaginarse una comunidad de intereses. La población de
una región tiene intereses distintos, opuestos incluso, a los de otra, y esto es una
verdad prohibida. Apoya también las mentiras de los que gobiernan aquel que habla
de suelo y describe los campos a satisfacción de las narices y los ojos, hablando de su
olor a tierra y sus colores; porque no es la fertilidad del suelo lo que interesa ni el
amor del hombre hacia él, ni siquiera su cultivo, sino sobre todo el precio de los
cereales y el coste del trabajo. Los que obtienen beneficios del suelo no son aquellos
que sacan el grano de él, y el sabor al terruño es desconocido a las bolsas. Estas
huelen a otra cosa. Frente a suelo, la palabra apropiada es finca rural; así se engaña
menos. Para disciplina habría que elegir, donde hay opresión, la palabra obediencia,
porque la disciplina también es posible sin señor y por esto mismo tiene algo de más
noble que la obediencia. Y mejor que honor es dignidad humana. Con ello el individuo
no desaparece tan fácilmente del campo visual. Ya sabemos, no obstante, ¡qué tipo
de granujas aspiran a poder defender el honor de un pueblo! Y cuán pródigamente los
hartos dispensan honor a aquellos que les hartan a costa de su propia hambre. La
astucia de Confucio es todavía hoy útil.
Confucio sustituyó opiniones injustificadas sobre acontecimientos nacionales por otras
justificadas. El inglés Tomás Moro describió en una utopía un país en donde
imperaban unas condiciones justas –era un país muy distinto del país en que vivía,
¡pero se le parecía mucho, incluso en las condiciones de vida!
Lenin, amenazado por la policía del zar, quiso describir la explotación y opresión en la
isla Sajalín por parte de la burguesía rusa. Puso Japón en vez de Rusia y Corea en
lugar de Sajalín. Los métodos de la burguesía japonesa recordaron a todos los
lectores los de la rusa empleados en Sajalín, pero el escrito no fue prohibido, porque
Japón estaba enemistado con Rusia. Mucho de lo que en Alemania no está permitido
decir sobre Alemania, puede decirse de Austria.
Existen muchas tretas con que engañar al Estado suspicaz.
Voltaire combatió la creencia en milagros de la Iglesia escribiendo un obsequioso
poema sobre la Doncella de Orleans. Narró los milagros que sin duda tuvieron que
ocurrir para que Juana permaneciera virgen en medio de un ejército, en una corte y
entre monjes.
Con la elegancia de su estilo y la descripción de aventuras eróticas suministradas por
la vida lujuriosa de los soberanos, sedujo a éstos a abandonar una religión que les
facilitaba el medio para esta vida relajada. Y bien, de esta manera se creó la
posibilidad de que sus trabajos llegaran a aquellos para quienes estaban destinados.
La gente poderosa entre sus lectores fomentaba o toleraba su difusión. Y así no
recurrieron a la policía, la cual protegía sus diversiones. Y el gran Lucrecio subraya
expresamente que esperaba mucho de la belleza de sus versos para la difusión del
ateísmo epicúreo.
Realmente un alto nivel literario puede servir de protección a un relato. Sin embargo,
a menudo despierta también sospechas. Entonces cabe la posibilidad de que uno baje
de tono intencionadamente. Esto sucede, por ejemplo, cuando en la forma
menospreciada de una novela policíaca se introducen subrepticiamente en pasajes
disimulados descripciones de condiciones de vida malas.
Tales descripciones justificarían del todo una novela policíaca. El gran Shakespeare,
por toda una serie de consideraciones más fútiles, bajó el nivel al restar fuerza
deliberadamente a las palabras de la madre de Coroliano con las que hace frente al
hijo que marcha contra su ciudad natal –quería que Coroliano desistiera de sus planes
no por motivos reales o por una profunda emoción, sino por cierta desidia con que se
abandonó a una antigua costumbre. En Shakespeare encontramos también una
muestra de verdad difundida con astucia en el discurso de Antonio ante el cadáver de
César. Subraya sin cesar que el asesino de César, Brutus, es un hombre honorable,
pero describe también su acción y esta descripción es más impresionante que la de su
propio autor; el orador mismo se deja arrastrar así por los hechos, les confiere una
elocuencia más grande que «ellos mismos».
Un poeta egipcio, que vivió hace cuatro mil años, empleo un método parecido. Fue
una época de grandes luchas de clases. La clase hasta entonces dominadora se
defendía con dificultad de su gran adversario, la parte de la población hasta entonces
servidora. En su poema aparece un sabio en la corte del soberano, al cual exhorta a la
lucha contra los enemigos internos. Describe profusa y enérgicamente el desorden
surgido a causa de la rebelión de las capas inferiores. La descripción era de este
tenor:
«Así es: los nobles se lamentan y los humildes se alegran. Todas las ciudades
dicen: arrojemos a los poderosos de nuestro seno.
»Así es: Se destrozan las oficinas y se llevan sus listas; los siervos se convierten en
amos.
»Así es: Ya no es posible reconocer al hijo de un notable; el hijo del ama se
convierte en el hijo de su esclava.
»Así es: Los burgueses han sido atados a la piedra del molino. Los que nunca
vieron el día, se han ido.
»Así es: las cajas de las ofrendas son destrozadas; despedazan la madera preciosa
de Sesnem para hacer camas.
»Mirad, la capital se ha venido abajo en una hora.
»Mirad, los pobres del país se ha vuelto ricos.
»Mirad, quien no tenía pan, posee ahora un granero; lo que abastecerá su almacén
será la hacienda de otro.
»Mirad, le sienta bien al hombre tomar su sustento.
»Mirad, quien no tenía un grano, posee ahora graneros; quien iba a por donaciones
de trigo se hace ahora él mismo la parte.
»Mirad, quien no tenía una yunta de bueyes, posee ahora rebaños; quien no podía
procurarse bestias de labranzas, posee ahora tropas de ganado.
»Mirad, quien no podía construir para sí una alcoba, vive ahora entre cuatro
paredes.
»Mirad, los consejeros buscan cobijo en el granero; a quien apenas era lícito dormir
en las murallas, éste posee ahora una cama.
»Mirad, quien antes no podía construirse un bote de madera posee ahora naves; si
su propietario mira por ellas, encontrará que ya no son suyas.
»Mirad, quienes poseían vestidos van ahora andrajosos; quien no tejía para sí
posee ahora finas telas.
»El rico duerme sediento; quien antes le mendigaba las sobras, posee ahora
cerveza de la fuerte.
»Mirad, quien no entendía nada del tañido del arpa, tiene ahora un arpa; aquel
ante quien nadie cantaba, pondera ahora la música.
»Mirad, quien por pobreza dormía solo, encuentra ahora damas; quien
contemplaba su rostro en el agua, tiene ahora un espejo.
»Mirad, los más ilustres del país corren sin ocupación alguna. A los grandes ya no
se le comunican nada. Quien era mensajero, manda ahora a otro...
»Mirad, cinco hombres son enviados por sus amos. Ellos dicen: haced vosotros el
camino, nosotros ya hemos llegado.»
Es evidente que este desorden así descrito debe aparecer por fuerza como un estado
de cosas envidiable a los oprimidos. Y sin embargo el poeta se expresa de forma
difícil de comprender. Condena categóricamente este estado de cosas, aunque mal...
Jonathan Swift propuso en un opúsculo que, para que el país alcanzara la prosperidad,
se escabechara a los hijos de los pobres y se les vendiera como carne. Hizo cálculos
muy exactos que demostraban que se puede economizar mucho si uno no se detiene
ante nada. Swift se hizo el tonto. Con gran fuego y bien documentado, defendió cierta
ideología, odiosa para él, en una cuestión en que apareció evidente para todo el
mundo toda su infamia. Cualquiera podía ser más listo que Swift o al menos más
humano, sobre todo aquel que hasta entonces no había analizado ciertas ideas en las
consecuencias que de ellas se derivaban.
Hacer propaganda en pro del pensamiento, en cuyo terreno siempre da buenos
resultados, es útil a la causa de los oprimidos. Una propaganda de este tipo es muy
necesaria. El pensamiento pasa por ser cosa vil bajo gobiernos que sirven a la
explotación.
Pasa por cosa vil aquello que es útil a los envilecidos. Pasa por vil la preocupación
constante por el hastío; el desprecio a los honores que se ofrecen a los defensores del
país en el cual aquéllos pasan hambre; dudar del Führer cuando éste conduce al
desastre; la aversión al trabajo que no alimenta a quien lo ejecuta; la irritación contra
la obligación de adoptar actitudes absurdas; la indiferencia hacia la familia, cuando el
interés por ella no serviría de nada.
Se injuria a los hambrientos tachándoles de glotones que no tienen nada que
defender, de cobardes que dudan de su opresor, de gente que duda de su propia
fuerza, que quiere tener la recompensa por su trabajo, de holgazanes, etc. Bajo tales
gobiernos el pensamiento es considerado por regla general algo vil y cae en
descrédito. Ya no es enseñado en ninguna parte y, donde aparece, es perseguido. Sin
embargo, siempre existen zonas donde, sin ser castigado, uno puede llamar la
atención sobre los éxitos del pensamiento; son aquellas zonas en las cuales las
dictaduras necesitan del pensamiento. Así, por ejemplo, se pueden acreditar los
triunfos del pensamiento en el campo de la ciencia bélica y de la técnica. También el
alargamiento de las existencias de lana con una buena organización y la invención de
materias substitutivas necesita del pensamiento. La mengua de alimentos, la
preparación de la juventud para la guerra, todo esto necesita del pensamiento: puede
describirse. El encomio de la guerra, objetivo inconsiderado de este pensamiento,
puede eludirse con astucia; así, el pensamiento suscitado por la cuestión de cómo
hacer mejor la guerra, puede llevar a la cuestión de si esta guerra es razonable y
utilizarse en la cuestión de cómo evitar de la mejor manera una guerra absurda.
Esta cuestión, claro está, difícilmente puede plantearse en público. Por tanto, ¿no se
puede aprovechar el pensamiento ya propagado, esto es, configurarlo radicalmente?
Claro que se puede.
Para que en una época como la nuestra siga siendo posible la opresión, que sirve a la
explotación de una parte de la población (la mayor) por la otra (la menor), se requiere
una determinada actitud base de la población que debe abarcar todos los campos. Un
descubrimiento en el campo de la zoología, como el del inglés Darwin, pudo resultar
de repente peligroso para la explotación; sin embargo, durante mucho tiempo, sólo la
Iglesia se ocupó de ello, mientras que la policía todavía no cayó en la cuenta. Las
investigaciones de los físicos en los últimos años han llevado a consecuencias en el
campo de la lógica que, sin duda alguna, podían poner en peligro toda una serie de
dogmas que sirven a la opresión. El filósofo nacional prusiano Hegel, entregado a
arduas investigaciones en el campo de la lógica, proporcionó a Marx y Lenin, los
clásicos de la revolución proletaria, métodos de valor incalculable. La evolución de las
ciencias es un resultado de conjunto, pero desigual, y el Estado se ve incapaz de
controlarlo todo. Los campeones de la verdad pueden escoger campos de batalla que
pasen relativamente inadvertidos. Pero todo estriba en que se enseñe un pensar
justo, un pensar que interrogue todas las cosas y todos los acontecimientos por lo que
tienen de efímeros y variables.
Los que mandan sienten una gran aversión hacia los cambios profundos. Quisieran
que todo permaneciera igual, con preferencia miles de años. ¡Lo mejor sería que la
luna se quedara quieta y el sol no siguiera ya su curso! Entonces nadie pasaría más
hambre ni tendría ganas de cenar. Cuando ellos han disparado, el adversario no tiene
derecho a disparar; su disparo tiene que ser el último.
Un modo de ver las cosas que subraye especialmente lo efímero es un buen medio
para estimular a los oprimidos. También el hecho de que en cada cosa y en cada
situación nazca y crezca una contradicción es algo que debe utilizarse como
argumento en contra de los vencedores. Puntos de vista semejantes (como el de la
dialéctica, de la doctrina del fluir de las cosas) pueden emplearse en la investigación
de materias que escapen durante cierto tiempo a los que mandan. Pueden aplicarse
en la biología o la química. Pueden también ensayarse en la descripción de las
vicisitudes de una familia, sin llamar demasiado la atención. La dependencia de
cualquier cosa respecto de otras muchas, constantemente cambiantes, es una idea
peligrosa para las dictaduras y puede cundir de muchas y variadas maneras sin que la
policía tenga en donde agarrarse. La descripción completa de todas las operaciones y
eventualidades por las que tiene que pasar un hombre que abre un estanco, puede
resultar un duro golpe para la dictadura. Quienquiera que reflexione un poco,
encontrará el porqué. Los gobiernos que conducen las masas humanas a la miseria
tienen que evitar que, en medio de la miseria, se piense en el gobierno. Hablan
mucho del destino. Este, y no ellos, es el culpable de la escasez. Quien investiga las
causas de la pobreza, es detenido antes de que dé con el gobierno. Con todo, es
posible, por lo general, hacer frente a esta cháchara sobre el destino; se puede
mostrar que el destino del hombre viene preparado por otros hombres.
Y esto, por otro lado, puede hacerse de diferentes maneras. Se puede narrar, por
ejemplo, la historia de un caserío. Todo el pueblo comenta que pesa una maldición
sobre la casa. Una campesina se ha arrojado al pozo, un labrador se ha ahorcado. Un
día se celebra una boda, el hijo del labrador se casa con una muchacha que aporta
unos cuantos acres de tierra al matrimonio. La maldición desaparece del caserío. El
pueblo no juzga con unanimidad este feliz cambio. Unos lo atribuyen al natural alegre
del muchacho, otros a los acres que aporta la joven campesina y que convertirán por
fin el caserío en un lugar viable.
Pero incluso puede lograrse algo con una poesía que describa la campiña, es decir,
siempre que se incluyan en la naturaleza las cosas creadas por la mano del hombre.
Se requiere astucia para que la verdad se difunda.

Resumen
La gran verdad de nuestra época (cuyo conocimiento solo no resuelve nada, pero sin
el cual no puede encontrarse ninguna otra verdad de alcance) es que nuestro
continente naufraga en la barbarie porque la propiedad se encuentra forzosamente
atada a los medios de producción. ¿De qué sirve en este caso escribir algo valiente de
lo cual se desprenda que el estado de cosas en el cual nos hundimos es propio de la
barbarie (cosa que es verdad), si no queda claro por qué hemos ido a parar en él?
Es necesario decir que se tortura a la gente porque tienen que subsistir las mismas
condiciones de propiedad. Cierto, si decimos esto, perderemos a muchos amigos que
están en contra de la tortura, porque creen que estas condiciones podrían
mantenerse también sin tortura (lo cual es falso). Hemos de decir la verdad sobre las
condiciones de barbarie que reinan en nuestro país, hemos de decir que existe la
manera de hacerlas desaparecer, esto es, modificando las condiciones de propiedad.
Hemos de decirla, además, a aquellos que más sufren bajo estas condiciones, que
tienen el máximo interés en su reforma, a los trabajadores y a aquellos que podemos
presentar como aliados suyos, porque, bien mirado, también carecen de propiedad en
los medios de producción, aunque tengan participación en los beneficios.
Y, en quinto lugar, debemos proceder con astucia.
Y debemos superar estas cinco dificultades a un tiempo, ya que no podemos
investigar la verdad sobre condiciones de barbarie, sin pensar en aquellos que sufren
bajo ellas, y mientras buscamos las verdaderas causas, sacudiéndonos sin cesar todo
amago de cobardía, en atención a aquellos que están dispuestos a conocerlas y
utilizarlas, debemos pensar todavía en hacerles llegar la verdad de tal forma que
pueda convertirse en un arma en sus manos, y al propio tiempo hacerlo con tanta
astucia que esta entrega no pueda ser descubierta ni estorbada por el enemigo.
Todo lo más que se pide, si es que algo se pide, es que el escritor escriba la verdad.”
–––

“FÜNF SCHWIERIGKEITEN BEIM SCHREIBEN DER WAHRHEIT
WER HEUTE DIE LÜGE und Unwissenheit bekämpfen und die Wahrheit schreiben will, hat
zumindest fünf Schwierigkeiten zu überwinden. Er muss den Mut haben, die Wahrheit
zu schreiben, obwohl sie allenthalben unterdrückt wird die Klugheit, sie zu erkennen,
obwohl sie allenthalben verhüllt wird; die Kunst, sie handhabbar zu machen als eine
Waffe; das Urteil, jene auszuwählen, in deren Händen sie wirksam wird; die List sie
unter diesen zu verbreiten. Diese Schwierigkeiten sind gross für die unter dem
Faschismus Schreibenden, sie bestehen aber auch für die, welche verjagt wurden
oder geflohen sind, ja sogar für solche, die in den Ländern der bürgerlichen Freiheit
schreiben.

1. Der Mut, die Wahrheit zu schreiben


Es erscheint selbstverständlich, dass der Schreibende die Wahrheit schreiben soll in
dem Sinn, dass er sie nicht unterdrücken oder verschweigen und dass er nichts
Unwahres schreiben soll. Er soll sich nicht den Mächtigen beugen, er soll die
Schwachen nicht betrügen. Natürlich ist es sehr schwer, sich den Mächtigen nicht zu
beugen und sehr vorteilhaft, die Schwachen zu betrügen. Den Besitzenden missfallen,
heisst dem Besitz entsagen. Auf die Bezahlung für geleistete Arbeit verzichten, heisst
unter Umständen, auf das Arbeiten verzichten und den Ruhm bei den Mächtigen
ausschlagen, heisst oft, überhaupt Ruhm ausschlagen. Dazu ist Mut nötig. Die Zeiten
der äussersten Unterdrückung sind meist Zeiten, wo viel von grossen und hohen
Dingen die Rede ist. Es ist Mut nötig, zu solchen Zeiten von so niedrigen und kleinen
Dingen wie dem Essen und Wohnen der Arbeitenden zu sprechen, mitten in einem
gewaltigen Geschrei, dass Opfersinn die Hauptsache sei. Wenn die Bauern mit
Ehrungen überschüttet werden, ist es mutig, von Maschinen und billigen Futtermitteln
zu sprechen, die ihre geehrte Arbeit erleichtern würden. Wenn über alle Sender
geschrieen wird, dass der Mann ohne Wissen und Bildung besser sei als der Wissende,
dann ist es mutig, zu fragen: für wen besser? Wenn von vollkommenen und
unvollkommenen Rassen die Rede ist, ist es mutig zu fragen, ob nicht der Hunger und
die Unwissenheit und der Krieg schlimme Missbildungen hervorbringen. Ebenso ist
Mut. nötig, um die Wahrheit über sich selber zu, über sich, den Besiegten. Viele, die
verfolgt werden, verlieren die Fähigkeit, ihre Fehler zu erkennen. Die Verfolgung
scheint ihnen das grösste Unrecht. Die Verfolger sind, da sie ja verfolgen, die
Bösartigen, sie, die Verfolgten, werden ihrer Güte wegen verfolgt. Aber diese Güte ist
geschlagen worden, besiegt und verhindert worden und war also eine schwache Güte,
eine schlechte, unhaltbare, unzuverlässige Güte; denn es geht nicht an, der Güte die
Schwäche zuzubilligen, wie dem Regen seine Nässe. Zu sagen, dass die Guten nicht
besiegt wurden, weil sie gut, sondern weil sie schwach waren, dazu ist Mut nötig.
Natürlich muss die Wahrheit im Kampf mit der Unwahrheit geschrieben werden und
sie darf nicht etwas Allgemeines, Hohes, Vieldeutiges sein. Von dieser allgemeinen,
hohen, vieldeutigen Art ist ja gerade die Unwahrheit. Wenn von einem gesagt wird, er
hat die Wahrheit gesagt, so haben zunächst einige oder viele oder einer etwas
anderes gesagt, eine Lüge oder etwas Allgemeines, aber er hat die Wahrheit gesagt,
etwas Praktisches, Tatsächliches, Unleugbares, das, um was es sich handelte.
Wenig Mut ist dazu nötig, über die Schlechtigkeit der Welt und den Triumph der
Roheit im allgemeinen zu klagen und mit dem Triumphe des Geistes zu drohen, in
einem Teile der Welt, wo dies noch erlaubt ist. Da treten viele auf, als seien Kanonen
auf sie gerichtet, während nur Operngläser auf sie gerichtet sind. Sie schreien ihre
allgemeinen Forderungen in eine Welt von Freunden harmloser Leute. Sie verlangen
eine allgemeine Gerechtigkeit, für die sie niemals etwas getan haben, und eine
allgemeine Freiheit , einen Teil von der Beute zu bekommen, die lange mit ihnen
geteilt wurde. Sie halten für Wahrheit nur, was schön klingt. Ist die Wahrheit etwas
Zahlenmässiges, Trockenes, Faktisches, etwas, was zu finden Mühe macht und
Studium verlangt, dann ist es keine Wahrheit für sie, nichts was sie in Rausch
versetzt. Sie haben nur das äussere Gehaben derer, die die Wahrheit sagen. Das
Elend mit ihnen ist: sie wissen die Wahrheit nicht.

2. Die Klugheit, die Wahrheit zu erkennen


Da es schwierig ist, die Wahrheit zu schreiben,. weil sie allenthalben unterdrückt wird,
scheint es den meisten eine Gesinnungsfrage, ob die Wahrheit geschrieben wird oder
nicht. Sie glauben, dazu ist nur Mut nötig Sie vergessen die zweite Schwierigkeit, die
der Wahrheitsfindung. Keine Rede kann davon sein, dass es leicht sei, die Wahrheit zu
finden.
Zunächst einmal ist es schon nicht leicht, ausfindig zu machen, welche Wahrheit zu
sagen sich lohnt. So versinkt z.B. jetzt, sichtbar vor aller Welt, einer der grossen
zivilisierten Staaten nach dem andern in die äusserste Barbarei. Zudem weiss jeder,
dass der innere Krieg, der mit den furchtbarsten Mitteln geführt wird, jeden Tag in den
äussern sich verwandeln kann, der unsern Weltteil vielleicht als einen Trümmerhaufen
hinterlassen wird. Das ist zweifellos eine Wahrheit, aber es gibt natürlich noch mehr
Wahrheiten. So ist es z. B. nicht unwahr, dass Stühle Sitzflächen haben und der Regen
von oben nach unten fällt. Viele Dichter schreiben Wahrheiten dieser Art. Sie gleichen
Malern, die die Wände untergehender Schiffe mit Stilleben bedecken. Unsere erste
Schwierigkeit besteht nicht für sie, und doch haben sie ein gutes Gewissen.
Unbeirrbar durch die Mächtigen, aber auch durch die Schreie der Vergewaltigten nicht
beirrt, pinseln sie ihre Bilder. Das Unsinnige ihrer Handlungsweise erzeugt in ihnen
selber einen "tiefen" Pessimismus, den sie zu guten Preisen verkaufen und der
eigentlich eher für andere angesichts dieser Meister und dieser Verkäufe berechtigt
wäre. Dabei ist es nicht einmal leicht zu erkennen, dass ihre Wahrheiten solche über
Stühle oder den Regeln sind, sie klingen für gewöhnlich ganz anders, so wie
Wahrheiten über wichtige Dinge. Denn die künstlerische Gestaltung besteht ja gerade
darin, einer Sache Wichtigkeit zu verleihen.
Erst bei genauem Hinsehen erkennt man, dass sie nur sagen: ein Stuhl ist in Stuhl
und niemand kann etwas dagegen "machen" dass der Regen nach unten fällt.
Diese Leute finden nicht die Wahrheit, die zu schreiben sich lohnt. Andere wieder
beschäftigen sich wirklich mit den dringendsten Aufgaben, fürchten die Machthaber
und die Armut nicht, können aber dennoch die Wahrheit nicht finden. Ihnen fehlt es
an Kenntnissen. Sie sind voll von altem Aberglauben, von berühmten und in alter Zeit
oft schön geformten Vorurteilen. Die Welt ist zu verwickelt für sie, sie kennen nicht die
Fakten und sehen nicht die Zusammenhänge. Ausser der Gesinnung sind erwerbbare
Kenntnisse nötig und erlernbare Methoden. Nötig ist für alle Schreibenden in dieser
der Verwicklungen und der grossen Veränderungen eine Kenntnis der
materialistischen Dialektik, der Oekonomie und der Geschichte. Sie ist aus Büchern
und durch praktische Anleitung erwerbbar, wenn der nötige Fleiss vorhanden ist. Man
kann viele Wahrheiten aufdecken auf einfachere Weise, Teile der Wahrheit oder
Sachbestände, die zum Finden der Wahrheit führen. Wenn man suchen will, ist eine
Methode gut, aber man kann auch finden ohne Methode, ja sogar ohne zu suchen.
Aber man erreicht, auf so zufällige Art, kaum eine solche Darstellung der Wahrheit,
dass die Menschen auf Grund dieser Darstellung wissen, wie sie handeln sollten.
Leute, die nur kleine Fakten niederschreiben, sind. nicht imstande, die Dinge dieser
Welt handhabbar zu machen. Aber die Wahrheit hat nur diesen Zweck, keinen andern.
Diese Leute sind der Forderung, die Wahrheit zu schreiben, nicht gewachsen.
Wenn jemand bereit ist die Wahrheit zu schreiben und fähig, sie zu erkennen,
bleiben noch drei Schwierigkeiten übrig.

3. Die Kunst, die Wahrheit handhabbar zu machen als eine Waffe


Die Wahrheit muss der Folgerungen wegen gesagt werden, die sich aus ihr für das
Verhalten ergeben. Als Beispiel für eine
Wahrheit, aus der keine Folgerungen oder falsche Folgerungen gezogen werden
können, soll uns die weitverbreitete Auffassung dienen, dass in einigen Ländern
schlimme Zustände herrschen, die von der Barbarei herrühren. Nach dieser
Auffassung ist der Faschismus eine Welle von Barbarei, die mit Naturgewalt über
einige Länder hereingebrochen ist.
Nach dieser Auffassung ist der Faschismus eine neue dritte Macht neben (und
über) Kapitalismus und Sozialismus; nicht nur die sozialistische Bewegung, sondern
auch der Kapitalismus hätte nach ihr ohne den Faschismus weiter bestehen können
usw. Das ist natürlich eine faschistische Behauptung, eine Kapitulation vor dem
Faschismus. Der Faschismus ist eine historische Phase, in die der Kapitalismus
eingetreten ist, insofern etwas neues und zugleich altes. Der Kapitalismus existiert in
den faschistischen Ländern nur noch als Faschismus und der Faschismus kann nur
bekämpft werden als Kapitalismus, als nacktester, frechster, erdrückendster und
betrügerischster Kapitalismus.
Wie will nun jemand die Wahrheit über den Faschismus sagen, gegen den er ist,
wenn er nichts gegen den Kapitalismus sagen will, der ihn hervorbringt? Wie soll da
seine Wahrheit praktikabel ausfallen?
Die gegen den Faschismus sind, ohne gegen den Kapitalismus zu sein, die über die
Barbarei jammern, die von der Barbarei kommt, gleichen Leuten, die ihren Anteil vom
Kalb essen wollen, aber das Kalb soll nicht geschlachtet werden. Sie wollen das Kalb
essen, aber das Blut nicht sehen. Sie sind zufriedenzustellen, wenn der Metzger die
Hände wäscht, bevor er das Fleisch aufträgt. Sie sind nicht gegen die
Besitzverhältnisse, welche die Barbarei erzeugen, nur gegen die Barbarei. Sie erheben
ihre Stimme gegen die Barbarei und sie tun das in Ländern, in denen die gleichen
Besitzverhältnisse herrschen, wo aber die Metzger noch die Hände waschen, bevor sie
das Fleisch auftragen.
Laute Beschuldigungen gegen barbarische Massnahmen mögen eine kurze Zeit
wirken, solange die Zuhörer glauben, in ihren Ländern kämen solche Massnahmen
nicht in Frage. Gewisse Länder sind imstande, ihre Eigentumsverhältnisse noch mit
weniger gewalttätig wirkenden Mitteln aufrecht zu erhalten, als andere. Ihnen leistet
die Demokratie noch die Dienste, zu welchen andere die Gewalt heranziehen müssen,
nämlich die Garantie des Eigentums an Produktionsmitteln. Das Monopol auf die
Fabriken, Gruben, Ländereien schafft überall barbarische Zustände; jedoch sind diese
weniger sichtbar. Die Barbarei wird sichtbar, sobald das Monopol nur noch durch
offene Gewalt geschützt werden kann.
Einige Länder, die es noch nicht nötig haben, der barbarischen Monopole wegen
auch noch auf die formellen Garantien des Rechtsstaates, sowie solche
Annehmlichkeiten wie Kunst, Philosophie, Literatur zu verzichten, hören besonders
gern die Gäste, welche ihre Heimat wegen des Verzichtes auf solche
Annehmlichkeiten beschuldigen, da sie davon Vorteile haben in den Kriegen, die
erwartet werden. Soll man da sagen, diejenigen hätten die Wahrheit erkannt , die da
z.B. laut verlangen: unerbittlichen Kampf gegen Deutschland, »denn dieses ist die
wahre Heimat des Bösen in dieser Zeit, die Filiale der Hölle, der Aufenthalt des
Antichrist«? Man soll lieber sagen, es sind törichte, hilflose und schädliche Leute.
Denn die Folgerung aus diesem Geschwätz ist, dass dieses Land ausgerottet werden
soll.
Das ganze Land mit allen seinen Menschen, denn das Giftgas sucht nicht die
Schuldigen heraus, wenn es tötet.
Der leichtfertige Mensch, der die Wahrheit nicht weiss, drückt sich allgemein, hoch
und ungenau aus. Es faselt von "den" Deutschen, er jammert über "das" Böse, und
der Hörer weiss im besten Fall nicht was tun. Soll er beschliessen, kein Deutscher zu
sein? Wird die Hölle verschwinden, wenn er gut ist? Auch das Gerede von der
Barbarei, die von der Barbarei kommt, ist von dieser Art. Danach kommt die Barbarei
von der Barbarei und hört auf durch die Gesittung, die von der Bildung kommt. Das ist
alles ganz allgemein ausgedrückt, nicht der Folgerungen für das Handeln wegen und
im Grunde niemandem gesagt.
Solche Darstellungen zeigen nur wenige Glieder der Ursachenreihe und stellen
bestimmte bewegende Kräfte als unbeherrschbare Kräfte, hin. Solche Darstellungen
enthalten viel Dunkel, das die Kräfte verbirgt, welche die Katastrophen bereiten.
Etwas Licht, und es treten Menschen in Erscheinung als Verursacher der
Katastrophen. Denn wir leben in einer Zeit, wo des Menschen Schicksal der Mensch
ist.
Der Faschismus ist keine Naturkatastrophe, welche eben aus der "Natur" des
Menschen begriffen werden kann. Aber selbst bei Naturkatastrophen gibt es
Darstellungsweisen, die des Menschen würdig sind, weil Sie all seine Kampfkraft
appellieren.
In vielen amerikanischen Zeitschriften könnte man nach einem grossen Erdbeben,
das Jokohama zerstörte, Photographien sehen, welche ein Trümmerfeld zeigten.
Darunter stand "steel stood" (Stahl blieb stehen) und wirklich, wer auf den ersten
Blick nur Ruinen gesehen hatte, bemerkte nun, durch die Unterschrift darauf
aufmerksam gemacht, dass einige hohe Gebäude stehen geblieben waren. Unter den
Darstellungen, die man von einem Erdbeben geben kann, sind von unvergleichlicher
Wichtigkeit diejenigen der Bauingenieure, welche die Verschiebungen des Bodens, die
Kraft der Stösse, die sich entwickelnde Hitze usw. berücksichtigen und zu
Konstruktionen führen, die dem Beben widerstehen. Wer den Faschismus und den
Krieg, die grossen Katastrophen, welche keine Naturkatastrophen sind, beschreiben
will, muss eine praktikable Wahrheit herstellen. Er muss zeigen, dass dies
Katastrophen sind, die den riesigen Menschenmassen der ohne eigene
Produktionsmittel Arbeitenden von den Besitzern dieser Mittel bereitet werden.
Wenn man erfolgreich die Wahrheit über schlimme Zustände schreiben will, muss
man sie so schreiben, dass ihre vermeidbaren Ursachen erkannt werden können.
Wenn die vermeidbaren Ursachen erkannt werden, können die schlimmen Zustände
bekämpft werden.

4. Das Urteil, jene auszuwählen, in deren Händen die Wahrheit


wirksam wird
Durch die jahrhundertlangen Gepflogenheiten des Handels mit Geschriebenem auf
dem Markt der Meinungen und Schilderungen, dadurch, dass dem Schreibenden die
Sorge um das Geschriebene abgenommen wurde, bekam der Schreibende den
Eindruck, sein Kunde oder Besteller, der Mittelsmann gebe das Geschriebene an alle
weiter. Er dachte: ich spreche, und die hören wollen, hören mich. In Wirklichkeit
sprach er; und die zahlen konnten, hörten ihn. Sein Sprechen wurde nicht von allen
gehört, und die es hörten, wollten nicht alles hören. Darüber ist viel, wenn auch noch
zu wenig gesagt worden; ich will hier nur hervorheben, dass aus dem "Jemandem
schreiben" ein "schreiben" geworden ist. Die Wahrheit aber kann man nicht eben
schreiben; man muss sie durchaus jemandem schreiben, der damit etwas anfangen
kann. Die Erkenntnis der Wahrheit ist ein den Schreibern und Lesern gemeinsamer
Vorgang. Um Gutes zu sagen, muss man gut hören können und Gutes hören. Die
Wahrheit muss mit Berechnung gesagt und mit Berechnung gehört werden. Und es ist
für uns Schreibende wichtig, wem wir sie sagen und wer sie uns sagt.
Wir müssen die Wahrheit über die schlimmen Zustände denen sagen, für die die
Zustände am schlimmsten sind, und wir müssen sie von ihnen erfahren. Nicht nur die
Leute einer bestimmten Gesinnung muss man ansprechen, sondern die Leute, denen
diese Gesinnung und Grund ihrer Lage anstünde. Und eure Hörer verwandeln sich
fortwährend! Sogar die Henker sind sprechbar, wenn die Bezahlung für das Hängen
nicht mehr einläuft oder die Gefahr zu gross wird. Die bayrischen Bauern waren gegen
jeden Umsturz, aber als der Krieg lange genug gedauert hatte und die Söhne nach
kamen und keinen Platz mehr auf den Höfen fanden, waren sie für den Umsturz zu
gewinnen.
Für die Schreibenden wichtig ist, dass sie den Ton der Wahrheit treffen. Für
gewöhnlich hört man da einen sehr sanften, wehleidigen Ton, den von Leuten, die
keiner Fliege weh tun können. Wer diesen Ton hört und im Elend ist, wird elender. So
sprechen Leute, die vielleicht keine Feinde sind, aber bestimmt keine Mitkämpfer. Die
Wahrheit ist etwas Kriegerisches, sie bekämpft nicht nur die Unwahrheit, sondern
bestimmte Menschen, die sie verbreiten.
5. Die List, die Wahrheit unter vielen zu verbreiten
Viele, stolz darauf, dass sie den Mut zur Wahrheit haben, glücklich, sie gefunden zu
haben, müde vielleicht von der Arbeit, die es kostet, sie in eine handhabbare Form zu
bringen, ungeduldig wartend auf das Zugreifen derer, deren Interessen sie
verteidigen, halten es nicht für nötig, nun auch noch besondere List bei der
Verbreitung der Wahrheit anzuwenden. So kommen sie oft um die ganze Wirkung
ihrer Arbeit, die es kostet, sie in eine handhabbare Form zu bringen, ungeduldig
wartend auf das Zugreifen derer, deren Interessen sie verteidigen, halten es nicht für
nötig, nun auch noch besondere List bei der Verbreitung der Wahrheit anzuwenden.
So kommen sie oft um die ganze Wirkung ihrer Arbeit. Zu allen Zeiten wurde zur
Verbreitung der Wahrheit, wenn sie unterdrückt und verhüllt wurde, List angewandt.
Konfutse fälschte einen alten, patriotischen Geschichtskalender. Er veränderte nur
gewisse Wörter. Wenn es hiess »Der Herrscher von Kun liess den Philosophen Wan
töten, weil er das und das gesagt hatte«, setzte Konfutse statt töten “ermorden”.
Hiess es, der Tyrann soundso sei durch ein Attentat umgekommen, setzte er
“hingerichtet worden”. Dadurch brach Konfutse einer neuen Beurteilung der
Geschichte Bahn.
Wer in unserer Zeit statt Volk Bevölkerung und statt Boden Landbesitz sagt
unterstützt schon viele Lügen nicht. Er nimmt den Wörtern ihre faule Mystik. Das Wort
Volk besagt eine gewisse Einheitlichkeit und deutet auf gemeinsame Interessen hin,
sollte also nur benutzt werden, wenn von mehreren Völkern die Rede ist, da
höchstens dann eine Gemeinsamkeit der Interessen vorstellbar ist. Die Bevölkerung
eines Landstriches hat verschiedene, auch einander entgegengesetzte Interessen,
und dies ist eine Wahrheit, die unterdrückt wird. So unterstützt auch, der Boden sagt
und die Aecker den Nasen und Augen schildert, indem er von ihrem Erdgeruch und
von ihrer Farbe spricht, die Lügen der Herrschenden; denn nicht auf die Fruchtbarkeit
des Bodens kommt es an, noch auf die Liebe des Menschen zu ihm, noch auf den
Fleiss, sondern hauptsächlich auf den Getreidepreis und den Preis der Arbeit.
Diejenigen, welche die Gewinne aus dem Boden ziehen, sind nicht jene, die aus ihm
Getreide ziehen und der Schollengeruch des Bodens ist den Börsen unbekannt. Sie
riechen nach anderem. Dagegen ist Landbesitz das richtige Wort; damit kann man
weniger betrügen. Für das Wort Disziplin sollte man, wo Unterdrückung herrscht, das
Wort Gehorsam wählen, weil Disziplin auch ohne Herrscher möglich ist und dadurch
etwas Edleres an sich hat als Gehorsam. Und besser als das Wort Ehre ist das Wort
Menschenwürde. Dabei verschwindet der einzelne nicht so leicht aus dem
Gesichtsfeld. Weiss man doch, was für ein Gesindel sich herandrängt, die Ehre eines
Volkes verteidigen zu dürfen! Und wie verschwenderisch verteilen die Satten Ehre an
die welche sie sättigen, selber hungernd. Die List des Konfutse ist auch heute noch
verwendbar.
Konfutse ersetzte ungerechtfertige Beurteilungen nationaler, Vorgänge durch
gerechtfertigte. Der Engländer Thomas Morus beschrieb in einer Utopie ein Land, in
dem gerechte Zustände herrschten –– es war ein sehr anderes Land, als das Land, in
dem er lebte, aber es glich ihm sehr, bis auf die Zustände!
Lenin, von der Polizei des Zaren bedroht, wollte die Ausbeutung und Unterdrückung
der Insel Sachalin durch die russische Bourgeoisie schildern. Er setzte Japan statt
Russland und Korea statt Sachalin. Die Methoden der japanischen Bourgeoisie
erinnerten alle Leser an die der russischen in Sachalin, aber die Schrift wurde nicht
verboten, da Japan mit Russland verfeindet war. Vieles was in Deutschland über
Deutschland nicht gesagt werden darf, darf über Oesterreich gesagt werden.
Es gibt vielerlei Listen, durch die man den argwöhnischen Staat täuschen kann.
Voltaire bekämpfte den Wunderglauben der Kirche, indem er ein galantes Gedicht
über die Jungfrau von Orleans schrieb. Er beschrieb die Wunder, die zweifellos
geschehen sein mussten, damit Johanna in einer Armee und an einem Hof und unter
Mönchen eine Jungfrau blieb.
Durch die Eleganz seines Stils und indem er erotische Abenteuer schilderte, die aus
dem üppigen Leben der Herrschenden stammen, verlockte er diese, eine Religion
preiszugeben, die ihnen die Mittel für dieses lockere Leben verschaffte. Ja, er schuf so
die Möglichkeit, dass seine Arbeiten auf ungesetzlichen Wegen an die gelangten, für
die sie bestimmt waren. Die Mächtigen seiner Leser förderten oder duldeten die
Verbreitung. Sie gaben so die Polizei preis, die ihnen ihre Vergnügungen verteidigte.
Und der grosse Lukrez betont ausdrücklich, dass er sich für die Verbreitung des
epikuräischen Atheismus viel von der Schönheit seiner Verse verspreche.
Tatsächlich kann ein hohes literarisches Niveau einer Aussage als Schutz dienen. Oft
allerdings erweckt es auch Verdacht. Dann kann es sich darum handeln, dass man es
absichtlich herabschraubt. Das geschieht z.B., wenn man in der verachteten Form des
Kriminalromans an unauffälligen Stellen Schilderungen übler Zustände
einschmuggelt. Solche Schilderungen würden einen Kriminalroman durchaus
rechtfertigen. Der grosse Shakespeare hat aus viel geringeren Erwägungen heraus
das Niveau gesenkt, als er die Rede der Mutter Koriolans, mit der sie dem gegen die
Vaterstadt ziehenden Sohn gegenübertritt, absichtlich kraftlos gestaltete er wollte,
dass Koriolan nicht durch wirkliche Gründe oder durch eine tiefe Bewegung von
seinem Plan abgehalten werden sollte, sondern durch eine gewisse Trägheit, mit der
er sich einer alten Gewohnheit hingab. Bei Shakespeare finden wir auch ein Muster
listig verbreiteter Wahrheit in der Rede des Antonius an der Leiche des Cäsar.
Unaufhörlich betont er, das Cäsars Mörder Brutus ein ehrenwerter Mann sei, aber er
schildert auch seine Tat und die Schilderung dieser Tat ist eindrucksvoller als die ihres
Urhebers; der Redner lässt sich so durch die Tatsachen selber besiegen; er verleiht
ihnen eine grössere Beredtsamkeit als »sich selber«.
Ein ägyptischer Dichter, der vor viertausend Jahren lebte, benutzte eine ähnliche
Methode. Es war eine Zeit grosser Kämpfe der Kalssen. Die bisher herrschende Klasse
erwehrte sich mit Mühe ihres großen Widersachers, des bisher dienenden Teils der
Bevölkerung. Im Gedicht nun tritt am Hofe des Herrschers einWeiser auf und ermahnt
zum Kampf gegen die inneren Feinde. Er schildert lang und eindringlich die
Unordnung, die durch den Aufstand der unteren Schichten entstanden ist.
Diese Schilderung sieht so aus:
»Es ist doch so: Die Vornehmen sind voll Klagen und die Geringen voll Freude.
Jede Stadt sagt: Laßt uns die Starken aus unserer Mitte vertreiben.
Es ist doch so: Die Amtszimmer werden geoffnet und ihre Listen
fortgenommen; die Leibeigenen werden zu Herren. Es ist doch so: der Sohn eines
Angesehenen ist nicht mehr zu erkennen; das Kind der Herrin wird zum Sohn
ihrer Sklavin.
Es ist doch so: Die Bürger hat man an die Mühlsteine gesetzt. Die den Tag nie
sahen, sind herausgegangen.
Es ist doch so: die Opferkästen aus Ebenholz werden zerschlagen; das herrliche
Sesnemholz zerhackt man zu Betten.
Sehet, die Residenz ist in einer Stunde zusammengestürzt.
Sehet, die Armen des Landes sind zu Reichen geworden. Sehet, wer kein Brot
hatte, besitzt jetzt eine Scheune; womit sein Speicher versehen ist, das ist die
Habe eines andern.
Sehet, es tut einem Manne wohl, wenn er seine Speise ißt. Sehet, wer kein Korn
hatte, besitzt jetzt Scheunen; wer sich Kornspenden holte, läßt sie jetzt selbst
austeilen.
Sehet, wer kein Joch Ochsen hatte, besitzt jetzt Herden; weisich keine Pflugstiere
verschaffen konnte, besitzt jetzt Viehherden.
Sehet, wer keine Kammer für sich bauen konnte, besitzt jetzt vier Wände. Sehet,
die Räte suchen Obdach im Speicher; wer kaum auf den Mauern ausruhen durfte,
besitzt jetzt ein Bett.
Sehet, der sonst kein Boot für sich zimmerte, besitzt jetzt Schiffe, schaut ihr
Besitzer nach ihnen, so sind sie nicht mehr sein.
Seht, die Kleider besaßen, sind jetzt in Lumpen, wer nicht für sich webte, besitzt
jetzt feines Leinen.
Der Reiche schläft durstig, wer ihn sonst um seine Neigen bat. besitzt jetzt
starkes Bier.
Sehet, wer nichts vom Harfenspiel verstand, besitzt jetzt eine Harfe, der, vor
dem man nicht sang, der preist jetzt die Musik.
Sehet, der aus Mangel ehelos schlief, findet jetzt Damen; die ihr Gesicht im
Wasser besah, besitzt jetzt einen Spiegel.
Sehet, die Obersten des Landes laufen, ohne daß sie ein Geschäft haben. Den
Großen meldet man rzichts mehr. Wer ein Bote war, schickt jetzt einen andern
aus. . .
Sehet, da sind funf Ma'nner, von ihren Herren ausgeschickt. Sie sagen: geht jetzt
selber den Weg, wir sind angelangt.«
Es ist einleuchtend, daß dies die Schilderung einer Unordnung ist, die den
Unterdrückten als ein sehr begehrenswerter Zustan erscheinen muß. Und doch ist der
Dichter schwer faßbar. Er verurteilt ausdrücklich diese Zustande, wenn auch
schlecht...
Jonathan Swift schlug in einer Broschüre vor, man solle, damit das Land zu Wohlstand
gelange, die Kinder der Armen einpökeln und als Fleisch verkaufen. Er stellte genaue
Berechnungen auf, die bewiesen, daß man viel einsparen kann, wenn man vor nichts
zurückschreckt.
Swift stellte sich dumm. Er verteidigte eine bestimmte, ihm verhaßte Denkungsart mit
vielem Feuer und vieler Gründlichkeit in einer Frage, wo ihre ganze Gemeinheit
jedermann erkennbar zu Tage trat. Jedermann konnte klüger sein als Swift oder
wenigstens humaner, besonders der, welcher bisher gewisse Anschauungen nicht auf
die Folgerungen untersucht hatte, die sich aus ihnen ergaben.
Die Propaganda für das Denken, auf welchem Gebiet immer sie erfolgt, ist der Sache
der Unterdrückten nützlich. Eine solche Propaganda ist seht nötig. Das Denken gilt
unter Regierungen, die der Ausbeutung dienen, als niedrig.
Als niedrig gilt, was für die Niedergehaltenen nützlich ist. Niedrig gilt die ständige
Sorge um das Sattwerden; das Verschmähen der Ehren, welche den Verteidigern des
Landes, in dem sie hungern, in Aussicht gestellt werden; der Zweifel am Führer, wenn
er ins Unglück führt; der Widerwille gegen die Arbeit, die ihren Mann nicht nährt; das
Aufbegehren gegen den Zwang zu sinnlosem Verhalten; die Gleichgültigkeit gegen die
Familie, der das Interesse nichts mehr nützte. Die Hungernden werden beschimpft als
Verfressene, die nichts zu verteidigen haben als Feiglinge, die an ihrem Unterdrücker
zweifeln, als solche, die an ihrer eigenen Kraft zweifeln, die Lohn für ihre Arbeit haben
wollen, als Faulpelze usw. Unter solchen Regierungen gilt das Denken ganz allgemein
als niedrig und kommt in Verruf. Es wird nirgends mehr gelehrt und, wo es auftritt,
verfolgt. Dennoch gibt es immer Gebiete, wo man ungestraft auf die Erfolge des
Denkens hinweisen kann; das sind diejenigen Gebiete, auf denen die Diktaturen das
Denken benötigen. So kann man zum Beispiel die Erfolge des Denkens auf dem
Gebiet der Kriegswissenschaft und Technik nachweisen. Auch das Strecken der
Wollvorräte durch Organisation und Erfindungen von Ersatzstoffen erfordert Denken.
Die Verschlechterung der Nahrungsmittel, die Ausbildung der Jugendlichen für den
Krieg, all das erfordert Denken: es kann beschrieben werden. Das Lob des Krieges,
des unbedachten Zweckes dieses Denkens, kann listig vermieden werden; so kann
das Denken, das aus der Frage kommt, wie man am besten einen Krieg führt, zu der
Frage führen, ob dieser Krieg sinnvoll ist und bei der Frage verwendet werden, wie
man einen sinnlosen Krieg am besten vermeidet.
Diese Frage kann natürlich schwerlich öffentlich gestellt werden. Kann also das
Denken, das man propagiert hat, nicht verwertet, daß heisst eingreifend gestaltet
werden? Es kann.
Damit in einer Zeit wie der unsrigen die Unterdrückung, die der Ausbeutung des einen
(grösseren) Teils der Bevölkerung durch den (kleineren) anderen Teil dient, möglich
bleibt, bedarf es einer ganz bestimmten Grundhaltung der Bevölkerung, die sich auf
alle Gebiete erstrecken muss. Eine Entdeckung auf dem Gebiet der Zoologie, wie die
des Engländers Darwin konnte der Ausbeutung plötzlich gefährlich werden; dennoch
kümmerte sich eine Zeitlang nur die Kirche um sie, während die Polizei noch nichts
merkte. Die Forschungen der Physiker haben in den letzten Jahren zu Folgerungen auf
dem Gebiet der Logik geführt, die immerhin eine Reihe von Glaubenssätzen die der
Unterdrückung dienen, gefährlich werden konnten. Der preussische Staatsphilosoph
Hegel beschäftigt mit schwierigen Untersuchungen auf dem Gebiete der Logik, lieferte
Marx und Lenin, den Klassikern der proletarischen Revolution, Methoden von
unschätzbarem Wert. Die Entwicklung der Wissenschaften erfolgt im Zusammenhang
aber ungleichmässig und der Staat ist ausserstande, alles im Auge zu behalten. Die
Vorkämpfer der Wahrheit können sich Kampfplätze auswählen, die verhältnismässig
unbeobachtet sind. Alles kommt darauf an, dass ein richtiges Denken gelehrt wird, ein
Denken, das alle Dinge und Vorgänge nach ihrer vergänglichen und veränderbaren
Seite fragt.
Die Herrschenden haben eine grosse Abneigung gegen starke Veränderungen. Sie
möchten, dass alles so bleibt, am liebsten tausend Jahre. Am besten der Mond bleibe
stehen und die Sonne liefe nicht weiter! Dann bekäme keiner mehr Hunger und wollet
zu Abend essen. Wenn sie geschossen haben, soll der Gegner nicht mehr schiessen
dürfen, ihr Schuss soll der letzte gewesen sein. Eine Betrachtungsweise, die das
Vergängliche besonders hervorhebt, ist ein gutes Mittel, die Unterdrückten zu
ermutigen. Auch, dass in jedem Ding und in jedem Zustand ein Widerspruch sich
meldet und wächst, ist etwas was den Siegern entgegengehalten werden muss. Eine
solche Betrachtungsweise (wie der Dialektik, der Lehre vom Fluss der Dinge) kann bei
der Untersuchung von Gegenständen eingeübt werden, welche den Herrschenden
eine Zeitlang entgehen. Man kann sie in der Biologie oder Chemie anwenden. Aber
auch bei der Schilderung der Schicksale einer Familie kann sie eingeübt werden, ohne
allzuviel Aufsehen zu erwecken. Die Abhängigkeit jeden Dings von vielen andern; sich
ständig ändernden, ist ein den Diktaturen gefährlicher Gedanke, und er kann in
vielerlei Arten auftreten, ohne der Polizei eine Handhabe zu bieten. Eine vollständige
Schilderung aller Umstände und Prozesse, von denen ein Mann betroffen wird, der
einen Tabakladen aufmacht, kann ein harter Schlag gegen die Diktatur sein. Jeder,
der ein wenig nachdenkt, wird finden warum. Die Regierungen, welche die
Menschenmassen ins Elend führen, müssen vermeiden, dass im Elend an die
Regierung gedacht wird. Sie reden viel vom Schicksal. Dieses, nicht sie, ist am Mangel
schuld. Wer nach der Ursache des Mangels forscht, wird verhaftet, bevor er auf die
Regierung stösst. Aber es ist möglich, im allgemeinen dem Gerede vom Schicksal
entgegenzutreten; man kann zeigen, dass dem Menschen sein Schicksal von
Menschen bereitet wird.
Dies kann wieder auf vielfache Art geschehen. Es kann zum Beispiel die Geschichte
eines Bauernhofes erzählt werden, etwa eines isländischen Bauernhofes. Das ganze
Dorf spricht davon, dass auf diesem Hof ein Fluch liegt. Eine Bäuerin hat sich in den
Brunnen gestürzt, ein Bauer hat sich aufgehängt. Eines Tages findet eine Heirat statt,
der Sohn des Bauern verheiratet sich mit einem Mädchen, das einige Aecker mit in die
Ehe bringt. Der Fluch weicht vom Hof. Das Dorf ist sich in der Beurteilung dieser
glücklichen Wendung nicht einig. Die einen schreiben sie der sonnigen Natur des
jungen Bauern zu, die andern den Aeckern, die die junge Bäuerin mitgebracht hat und
die den Hof erst lebensfähig machen.
Aber selbst in einem Gedicht, das eine Landschaft schildert, kann etwas erreicht
werden, nämlich wenn der Natur die von Menschen geschaffenen Dinge einverleibt
werden.
Es ist List nötig, damit die Wahrheit verbreitet wird.

Zusammenfassung
Die grosse Wahrheit unseres Zeitalters (mit deren Erkenntnis noch nicht gedient ist,
ohne deren Erkenntnis aber keine andere Wahrheit von Belang gefunden werden
kann) ist es, dass unser Erdteil in Barbarei versinkt, weil die Eigentumsverhältnisse an
den Produktionsmitteln mit Gewalt festgehalten werden. Was nützt es da, etwas
Mutiges zu schreiben, aus dem hervorgeht, dass der Zustand, in den wir versinken,
ein barbarischer ist (was wahr ist), wenn nicht klar ist, warum wir in diesen Zustand
geraten? Wir müssen sagen, dass gefoltert wird, weil die Eigentumsverhältnisse
bleiben sollen. Freilich, wenn wir dies sagen, verlieren wir viele Freunde, die gegen
das Foltern sind, weil sie glauben, die Eigentumsverhältnisse könnten auch ohne
Foltern aufrechterhalten bleiben (was unwahr ist).
Wir müssen die Wahrheit über die barbarischen Zustände in unserem Land sagen, daß
das getan werden kann, was sie zum Verschwinden bringt, nämlich das, wodurch die
Eigentumsverhältnisse geändert werden.
Wir müssen es ferner denen sagen, die unter den Eigentumsverhältnissen am meisten
leiden, an ihrer Abänderung das meiste Interesse haben, den Arbeitern und denen,
die wir ihnen als Bundesgenossen zuführen können, weil sie eigentlich auch kein
Eigentum an Produktionsmitteln besitzen, wenn sie auch an den Gewinnen beteiligt
sind.
Und wir müssen, fünftens, mit List vorgehen.
Und alle diese fünf Schwierigkeiten müssen wir zu ein- und derselben Zeit lösen, denn
wir können die Wahrheit über barbarische Zustände nicht erforschen, ohne an die zu
denken, welche darunter leiden und während wir, immerfort jede Anwandlung von
Feigheit abschüttelnd, die wahren Zusammenhänge im Hinblick auf die suchen, die
bereit sind, ihre Kenntnis zu benützen, müssen wir auch noch daran denken, ihnen die
Wahrheit so zu reichen, dass sie eine Waffe in ihren Händen sein kann und zugleich so
listig, dass diese Ueberreichung nicht vom Feind entdeckt und verhindert werden
kann.
Soviel wird verlangt, wenn verlangt wird, der Schriftsteller soll die Wahrheit
schreiben.”––

Bertolt Brecht, Fünf Schwierigkeiten beim Schreiben der Wahrheit, Paris, 1938.

You might also like