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Digitalizacién Kclibertari(A) eit im siempre hay que volver a empezar. ¥ hoy Lo so nee ema cee a Sree a entre grupos que Se en: tan por dineccion del movéniento insurgente def proketariado, con un cuestionamiento acerca de Lo que se ha constituido como ek "marxismo tradicionak". de crttica hacia la conriente marxista que ha convertido ar teonta en una ideologta. Su andli as acerca def papel que juegan ef "partido", la. "20s "disfraces de nevolucionartos” vs Los mikitantes que se"incorporan"al movimien to proletario para aportarte a este La "concien cia de clase", son de vleat tmpot tanele: rams Ne tomar ka diseusign sobre et cambio de ta cébn sociak existente a La sociedad sin sacs. iEscucha Marxista! intenta ubicar La discu- 446n dek cambio sociaka travbs del anhlisis cienttfico en este momento histbrico,dejando a eandenthalianas eernadas en la transicion del feudatismo al ca pitatiamo, de una sociedad clasista a otra tam- béén de chase. Para ef autor, La transicion del capitalismo a La fonmacion social sin clases, debe revestin naa Gotan destintas & tas qe’ eb marscina ha EDICIONES ccion mpeRO Lvextco, p.F.,1976 directa ki jESCUCHA, MARXISTA! de 165 afios treinta esta de regreso: dlinga de clase», el “papel de la clases, los «cuadros ddies- dose, el «partidé de vanguardia» y la «dictadura proleta. riax. Todo aquello ha vuelto, y en forma mas wilgarizada que nunca, El Progressive Labor’ Party no es el tinico’ ejemplo; es solo el peor. Se huele cl mismo tufillo.en varios despren- dimi€ntos de ia SDS y_en los circulos marxistas y socialistas de los campus, no digamios ya en los grupos trotskistas, lox Clubs Socialistas Internacionales y 1a Juventud Contra la Guerra y el Fascismo *. : En los afios treinta, al menos, esto era comprensible. Los Estados Usieios ‘cstaban’ paralizados’por una crisis: econémi- ¢a.crénicacia:ms profunda y prolongada de: su historia. Las vinicas fuerzas vives .queparecian conmover los muros del:ca- . pitalismo eran lus poderosos impulsos organizatives de la CIO **, con sus espéctaculares huelgas y sentadas callejeras, su militancia radical, sus encuentros sangrientos con la poli- cia. La atmésfera politic’ del mundo entero estaba: cargada con la electricidad dé la guerra civil éspafiola, Witima ex- presién de las clasicas revoluciones obreras, donde‘cada secta radical de la izquierda americana podia identificarse con su~ propia columna miliciana en Madrid o Barcelona: Esto era hace treinta afios. En aquel tiempo, cualquizra que tuviera la [El autor se refiere # organiraciones de Ja nueva izquierda de USA, La sigia ‘SDS corresponde a la radical «Students for Democratic Societys. —N. Gel Te "ef Smpociante centrei obsera norteamericana.--N, del T. 2 est ccurrencia de gritar «Haz el amor, no la guerra» hubiera sido tomado por loco; el grito de entonces era «Haced empleos, no guerras»: Hanto di Ja escasez, cuan- do la implantacion del so aba «sacriicios y suponia un «periodo de transicion> de cara a una economia de abundancia material. Para cualquier chico de dieciocho afios, en 1937, el concepto de cibernética hubiera sonado a ciencia ficcion desenfrenada, una fantasia sélo comparable a las visiones del viaje interestclar, Aquel muchacho de die- ciocho afios acaba de cumplir Ja cincuentena, y tiene las rai- ces plantadas en una era tan remota que difiere cuantitativa- mente de las realidades del periodo actual en los Estados Unidos. El propio capitalismo ha cambiado desde entonce adoptando formas cada vez mis. estratificadas que. s6lo ae dian avizorarse pdlidamente hace treinta aios. Y ahora se nos propohe que volvamos a la «linea de clase», la «estrate- gia», los ya no ¢s aplicable a nvestro tiempo, nd porque resulte demasiado visionario 0 excesivamente revolucionario, sino porque nq lo es en grado suficiente. Creemos que nacié de una era de escasez y pre- sent una critica brillante de aquella era, concretamente del capitalismo industrial, y que esta naciendo una nueva era que el marxismo no abarca adecuadamente y cuyos linea- mientos s6lo pudo anticipar en forma unilateral y parcial. Sostenemos que el problema no es «abandonary el marxismo © «anularlo», sino trascenderlo dialécticamente, del mismo modo que Marx trascendié la dialéctica hegeliana, la econo- mia de Ricardo y las tacticas y modalidades organizativas blanguistas. Consideramos que, en un estadio del capitalismo més avanzado que el que conocié Marx hace ya un siglo, y en una etapa més avanzada del desarrollo tecnolégico que Marx pudo anticipar claramente, es necesaria una nueva critica, que a su vez inspire nuevas formas de lucha, de organiza- cién, de propaganda y de estilo de vida. Llamen a estas for- mas como les plazca, incluso «marxismo» si lo desean. Hemos preferido dar a este nuevo enfoque el nombre de anarquismo Post-escasez, por una cantidad de contundentes razones que en las paginas que siguen resultardn evidentes. Los limites histéricos del marxisrio La idea de que un hombre cuyas mas grandes contribu- ciones teéricas fueron hechas entre 1840 y 1880 pudiera «pre- ver» toda la dialéctica del capitalismo resulta claramente 6 absurda. Si atin podemos aprender mucho de las concepciones de Marx, es mas atin lo que aprenderemos de los inevitables errores de un hombre que estaba limitado por una cra de escasez materia! y una tecnologia que apenas inclufa el uso de la energia cléctrica. Podemos aprender hasta qué punto €s diferente nuestra época con relacién a toda la historia pa- sada, hast2 qué punto son cualitativamente distintas las potencialiclacles que se nos presentan y tinicos los plantea- mientos, andlisis y praxis que debemos acometer para hacer una revolucién y no un nuevo aborto histérico. No se trata de que ci marxismo, como «método», deba aplicarse a «nuevas situaciones», 0 que deba desarrollarse un ‘neomarxismo» para superar las limitaciones del emarxis- mo clésico». El intento de rescatar el pedigree marxista, enfa- tizando ¢l método subre el sistema o agregando el prefijo «neo» a la palabra sagrada no es mas que una lisa y Hana mixtificacién, dado que !as conclusiones practicas del sistema contradicen abiertamente estos propusitos*. Sin embargo, éste es precisamente el estado de cosas en la exégesis mar. xista de hoy. Los marsistas se basan en el hecho de que su sistema desplicea unia brillante interpretacién del pasado, mientras ignorin deliberadamente las atroces desviaciones en que ha incurrido de cara al presente y al futuro. Hablan de Ia coherencia que el materialismo histérico y el andlisis de clase han impreso a In interpretacién de la historia, de la luz que Ia concepcién econémica de El Capital ha echado sobre el desarrollo cc! capitalismo industrial, de la brillantez on que Marx ha analizado las revoluciones anteriores y de- ducido conclus'ones ticticas, sin reconocer ni por asomo que han surgido pro!lemas cualitativamente nuevos, que en tiem- + EL marsismo es, ante todo. una tcoria de la praxis, 0, para ubicar esta elacién en su perspectiva correcta. une praxis de la teoria, Este es el verdadero significado de ta transformacion marcisna de la dialéetica, a la gue desplazs de Ja dimensién suojetiva (donde Yo Jovenes Hegelianos atin trataban de confinar In ‘goncepcién de Hegel) a la objei.vidad, de la eritica filoséfies a ta accién social, Cuando la teor‘s se divorcia de a prictica, no es que se mate al marxismo, sino ‘que éste se sticida, Aqui reside su aspecto mis noble y admirable. Los esfuctzos de los cretinos qu: se sirven de Marx para mantener vivo el sistema con remicn- dos y reformas son fnsultos que degraden el nombre de Marx con un sacasie- micismo» a la Maurice Dobb y Georgs Novack, deformando y contaminande todo To que Marx sostenis. 7 1 jEscucha, marxista! pos de Marx no existian, ni muchisimo menos. ¢Puede con- cebirse que los problemas histéricos y los métodos de anéili- ii sis clasista, integramente basados en una inevitable escasez, ‘se transplanten a una nueva era potencialmente abundante? @Es concebible que un andlisis econdmico centrado originavia- \) mente en un sistema capitalista de «libre concurrencia» indus- trial se transfiera a un sistema de capitalismo gerencial, en | que el Estado y los monopolios se combinan para manipular I Ia vida econdmica? Puede creerse que el repertorio tactico bs y estratégico formulado durante un periodo en que la base de ja tecnologia industrial residia en el carbén y el acero resulte aplicable para una era basada en fuentes cnergéticas radical- } mente nuevas, en {a electronica y la cibernética? —s ; Como resultado de este trasplante, un cuerpo tedrico que hace un siglo era liberador se ha convertido, hoy, en una ca- | misa de fuerza. Se nos pide que veamos en la clase obrera al «agente» de! cambio revolucionario, cuando vemos que el ca- pitalismo produce contradicciones, y agentes revolucionarios, " virtualmente en todos los estratos de la sociedad, particular- mente dentro de la juventud. Se nos dice que debe guiar " nuestras tacticas el concepto de una «crisis econémica cré- nica», a pesar de que no ha habido tal crisis durante los ul- timos treinta aiios *. Se espera de nosotros que aceptemos la edictadura del proletariado» —un largo «periodo de tran- sicién» destinado no sélo a suprimir a los contrarrevolucio- narios sino también a desarrollar una tecnologia de abun- i dancia— en momentos en que dicha tecnologia esté, ya, al alcance de la mano. Se nos propone orientar nuestra «estra- tegia» y nuestra «tdctica» en funcidn de la pobreza y la mi- seria material en una época en que el sentimiento revolucio- { nario se origina en la banalidad de la vida bajo condiciones de abundancia material. Se nos pide que formemos partidos politicos, organizaciones centralizadas, jerarquias y élites | «revolucionarias» y un nuevo Estado, en plena decadencia de las instituciones politicas como tales, cuando la centraliza- cién, el elitismo y el estado son puestos en tela de juicio a En realidad, 10s marxistas hablan muy poco, hoy dia, de la serisis ¢r6- t nica (econémica) del capitalismas, a pesar de que este concepto constituye el unto focal de la teoria economica de Marx. una escala desconocida en Ja historia de la sociedad je:ar- quizada. Se nos propone, en. pocas palabras, que volvamos al pa- sado, que nos encojamos en lugar de crecer, que forcemos 1a impetuosa realidad de nuestro tiempo, con sus promesas y esperangas, y para avenirla a los prejuicios exangiies de un tiempo que ya pass. Se pretende que operemos con principios que estiin superados, no sélo en el plano teérico sino en tér- minos del propio desarrollo social. La Historia no se ha pa- ralizado con ia muerte de Marx, Engels, Lenin y Trotsky: tampoco ha evolucionado en la direccién simplista que pro- nosticaron estos pensadores, brillantes, sf, pero cuyas mentes tenian Jas raices en el siglo diecinueve 0 en los albores de) veinte, Hemos visto al propio capitalismo realizar muchas de las tareas (incluyendo el desarrollo de una tecnologia de abundancia) que se consideraban socialistas; lo hemos visto snacionalizar» la propiedad, armonizando ia propiedad con el estado alli donde fuera necesario. Hemos visto a ia clase obrera neutralizada en tanto que «agente del cambio revo. lucionarie», embebida todavia en una iucha dentro del marco «burgués» por mejoras salariales, menos horas de trabajo y participacién en los beneficios. La lucha de clases en el sen- tido eldsico no ha desaparecido; peor atin, ha sido asimilada Por el capitalismo. La lucha revolucionaria en los paises capitalistas avanzados ha pasado a un plano histéricamente nuevo: se ha convertido en la batalla de una generacién ju- venil que no ha conocido crisis crénicas de la economia, con- tra la cultura, los valores e instituciones de la gencracién mayor, conservadora, cuya visién de la vida fue tallada por la escasez, el sentimiento de culpa, la privacién, la ética del trabajo y la busqueda de la seguridad material. Nuestros enemigos no son solamente Ja burguesia, visiblemente atrin- cherada, y el aparato estatal, sino también la concepcién que sustentan liberales, socialdemécratas, instrumentadores de los corruptos medios de masas, partidos «revolucionatios» del pasado y, aunque resulte doloroso para los acélitos del marxismo, obreros dominados por la jerarquia fabril, la ru- tina industrial y la ética del trabajo. El caso es que, ahora, las divisiones cortan al través todas las Iineas clasistas tradi. cionales, trazando un espectro de problemas que ninguno de @ 0 a iEscucha, marxistaf los marxistas pudo imaginar, basindose en las sociedades de la escasez. + El mito del proletariado Hagamos a un lado todos los residuos ideolégicos del pa- sado pars entrar de Meno en las raices tedricas del problema. La maxima contribucién de Marx al Pensamiento revolucio- nario es su dialéctica del desarrollo social. Marx esclarecié el gran movimiento desde el comunismo Primitivo, a través de la propiedad privada, hacia la forma superior del comunis- mo: una sociedad comunal basada en una tecnologia libera- dora. Segtin Marx, durante este movimiento el hombre pasa Por la dominaciéa de fa naturaleza* y por la dominacién so- cial. Dentro de esta dialéctica mayor, Marx examina la dialéc- tica especitica del capitalismo, sistema social que constituye el Ultimo «estadic» histérico de la dominacién del hombre por el hombre. En este punto, Marx no s6lo hace una profun- da aportacién al pensamiento revolucionario contempordneo (especialmente por su brillante andlisis de la mercancia) sino que también exhibe las limitaciones de tiempo y lugar que tan decisivas resultan desde nuestra perspectiva. La mis seria de estas limitaciones se presenta cuando Marx intenta explicar la transicién dei capitalismo al socia- lismo, de la sociedad de clase: aia sociedad sin clases. Es de Vital importancia que tengamos presente que toda esta expli- cacién fue elaberada por analogia con la transicién del feu- dalismo capitatisino, esto es, de una sociedad de clases @ otra socied:'t de clases, de un sistema de apropiacién a otro. En cons-: sencia, sefiala Marx que, asi como la burgue- sia se desarroito dentro del feudalismo como producto de Ja contradiccin entre ciudad y campo (mds precisamente, entre artesanado y agricult:ra) el moderno proletariado se desarrollaria dentro de! capitalismo al compas del avance POF atones de carécier ecolégico, podemos aceptar no el concept de «do- ‘minaciéa de la noturaleza por el hombres en el sentido simplista que tenia pare Marx hhsce un siglo. Este problema se analiza en «Ecologia y pensamiento reve fonation, ii de la tecnologia industrial. Ambas clases, segiin se afirma, de sarrollan sus propios intereses sociales: estos intereses son, clertamente, revolucionarios, y los proyectan contra la vieja sociedad en la cual se originaron. Si la burguesia obtuvo el control de la vida econémica mucho antes de derrocar a la Sociedad feudal, el proletariado conquista su propio poder Tevolucionario gracias a un sistema fabril que lo «disciplina, unifica y organiza» *. En ambos casos, el desarrollo de las fuerzas productivas se hace incompatible con el sistema tra. dicional de relaciones sociales. Una nueva sociedad reemplaza a Ia vieja. He aqui la pregunta critica: ¢Podemos explicar Ja transi- cién de una sociedad clasista a una sociedad sin clases por medio de la misma dialéctica que aplicamos a la etapa de transicin entre dos sociedades de clases? No se trata de un problema académico ni de una especulacién en torno a abs- tracciones légicas, sino de un interrogante concreto y real de nuestro tiempo. Hay profundas diferencias entre el desarro. _ Mo de la burguesia bajo el feudalismo y el del proletarindo bajo el capitalismo, que Marx no supo anticipar o no pudo ver con claridad. La burguesia habia logrado controlar la actividad econémica mucho antes de tomar el poder; antes _ de asumir el dominio politico se instalé como clase dominan. te, material, cultural e ideolégicamente. El proletariado, en cambio, no controla la vida econdmica. A pesar de su papel indispensable dentro del proceso industrial, la clase obrera ni siquiera es mayoria en la poblacién, y su estratégica po- sicién dentro de la economia sufre, hoy dia, la erosién de rr ESE ero jEscucha, marzxistal la cibernética y otros progresos tecnoldgicos *. De aqui que, para el proletariado, suponga un acto de elevada conciencia social, utilizar su poder para producir una revolucin. Hasta ahora, esta toma de conciencia se ha visto bloqueada por el hecho de que ei medio fabril es uno de los reductos mejor atrincherados de la ética del trabajo, los sistemas jerarquiza- dos de administracién y la obediencia a los lideres; en tiem- Os recientes se ha voicado a la produccién de mercancias su- perfluas y armamentos. La fabrica no sélo se cnida de «disci- ciplinar», «unificar» y «organizar> a los trabajadores, sino que ademds to hace en una forma acabadamente burguesa. En el medio fabril la produccién capitalista no s6lo renueva, diariamente, las relaciones sociales del capitalismo, como observaba Marx, sino que también renueva la psique, los valores y la ideologia del capitalismo. Marx percibia este hecho en grado suficiente como para buscar razones mas consistentes que la mera explotacién, o Jos conflictos sobre horarios y jornales, como impelentes del proletariado hacia la accién revolucionaria. En su teoria ge- neral de la acumulacién del capita! traté de delinear las leyes objetivas e insalvables que lanzarian al proletariado a la ac- cién revolucionaria. Asi fue como elaboré su famosa teoria de la pauperizacion: la competencia entre capitalistas los obliga a reducir progresivamente los precios, y esto a su vez supone una merma continua en los salarios con el consi- guiente y absoluto empobrecimiento de los trabajadores. El proletariado se ve empujado a la revuelta porque, con el pro- eso de competencia y centralizacién del capital, «crece la masa de miseria, opresién, esclavitud y degradacién ** * Este lugar es tan bueno como cualquier otro para desechar ta nocién de ‘gue «proletarios es todo aquel que no puede vender otra cosa que su fuerza de {rabajo. Es cierto que Marx definid al proletariado en estos términos, pero tam bien elaboré una dialéctica historica del desarrollo de la clase. El propletariads surgié de una clase desposeida y explotada, alcanzando su expresién mas avanzada ‘en el obrero industrial, que correspondia En los Jiltimos afios de su vida, Marx exterioriz6 cierto desprecio por los trabaja ores de Paris, ocupades fundamentalmente en Ia produccion de bienes. de Iujo, Fefiriéndose a ‘nuestros obreros alemanes+ —los mas robotizados de Europa como proletariado «modelo» del mundo, “+ ‘Trasiadar 1a teoria marxiana de la pauperizacién a términos internaciona- les, y mo ya macionales (como la planteaba Marx) es un sublertugio. En primer. ‘ugar, esta triquifiuela tedrica intenta esquivar la pregunta de por qué Ia paupe- 13 Pero el capitalismo no se ha aquietado desde los dias de Marx. Este escribié sus obras a mediados del siglo diecinue- ve: no podia esperarse que captara todas las implicaciones de ‘sus propias observaciones sobre la centralizacién del capital y el desarrollo de la tecnologia. No podia exigirsele que pre- viera las proyecciones del capitalismo, no sdlo desde cl mer- cantilismo hasta la forma industrial que predominaba en su €poca —desde los monopolios comerciales apoyados por el estado hasta las unidades industriales altamente competiti- vas— sino también hacia un retorno a los origenes mercan- tilistas, asociado a la centralizacién del capital y reasumiendo la forma monopélica semi-estatal en un nivel superior. La economia tiende a combinarse con el estado y el capitalismo comienza a «planificar> su desarrollo, en lugar de dejarlo exclusivamente librado al interjuego de la concurrencia v las fuerzas del mercado. No cabe duda de que el sistema no ha abolido la lucha de clases tradicional, pero se cuida bien de contenerla, sirviéndose de sus inmensos recursos tecnolo- gicos para atraerse a los sectores mas estratégicos de la cla- se obrera. Asi se despoja a la teoria de Ia pauperizacién de todo su peso y, en los Estados Unidos, la lucha de clases tradicional no deviene guerra clasista. Se mantiene integramente dentro de los limites burgueses. El marxismo se convierte, de hecho, en una ideologia, Es asimilado por las formas mds avanzadas del capitalismo de Estado: notoriamente, por Rusia. En una increible ironia de la historia, ei «socialismo» marxista aca- ba por convertirse, en gran medida, en el propio capitalismo de Estado que Marx no supo anticipar con su dialéctica del izacién no ha ocurrido dentro de las plazas fuertes industristes det capitalisine, las ‘Gnicas reas en que se da un punto de partida tecnoldgicamente adecuade Para una sociedad sin clases. Si depositamos ‘nuestras esperancas en el mundo colonial como «proletariado», estaremos tentando al genocidio, América y 3 nueve formacién de los Estados Unidos en un imperio nazi, Es disparatado alirmar que este pais es «un tigre de papels. Es un tigre termouclear, y la clase dirt- gente norteamericana, cesprovista como est4 de frenos cultursies, es capaz de actos ain mis salvajes que ‘os de Alemania, si £2 convierte en una potencia fauténticamente fascista. 14) dEscucha, marxista! capitalismo* El proletariado, en lugar de transformarse en clase revolucionaria en el seno del capitalismo, actta como un érgano mds en el cuerpo de la sociedad burguesa, A esta altura de la historia, debemos preguntarnos si una revolucion soci! que pretende instaurar una sociedad sin cla- ses puede surgir de un conflicto entre las clases tradiciona- les de una sociedad clasista, o si ese tipo de revolucién social sdlo ha de sobrevenir a la descomposicién de las clases tra- dicionales, a través de la emergencia de una «clase» comple- tamente nueva, cuya propia esencia reside en que no es una clase, sino un estrato revolucionario en crecimiento, Para responder a este interrogante, serd provechoso volver a la dialéctica general que Marx concibié para la sociedad humana en su conjunto, sin referirnos al modelo que extrajo del pa- saje de Ja socicdad feudal al capitalismo. Asi como los clanes y linajes primitivos comenzaron a diferenciarse en clases, existe actualmente uma tendencia a que las clases se descom- pongan en subculturas totalmente nuevas, que recuerdan 2 las formas precapitalistas de relacin social. Pero ya no se trata de grupos econémicos; de hecho, expresan la tendencia del desarrollo social, que comienza a trascender las catego- rias econémicas propias de la civilizacién de 1a escascz. Estos grupos constituyen, en la practica, una prefiguracién ambi- gua e incipiente del desplazamiento de la sociedad, desde la escasez hacia la abundancia. Es necesario que se comprenda el proceso de descompo- sicién de clases en todas sus dimensiones. Destaquemos el término «proceso»: las clases tradicionales no desaparecen, ni tampoco —por otra parte— Ja propia lucha de clases. Sélo una revolucién social podria suprimir la estructura de domi- nio clasista y los conflictos que genera. El problema radica en que la luchs tradicional de clases pierde sus connotacio- nes revolucionarias; se revela como fisiologia de la sociedad establecida, y no come los dolores de un trabajo de parto. En realidad, la lucha de clases en su forma tradicional es- * Consciente de cio, Lenin describfa al «socialismos como «un monopolio capitalista estatal que opera en bencficio de todo el pueblo» (29). Si uno atiende 4 sus implicaciones, esta afirmacion resulta por demds exiraordinaria y contra: 45 tabiliza a la sociedad capitalista, «corrigiendo» sus abusos: salarios, horas de trabajo, inflacidn, nivel de empleo, etc. En a sociedad capitalista, los sindicatos se convierten en «con- tramonopolios» de los monopolios industriales, incorpordin: dose a la economia neomercantil estatificada. Existen con: flictos mas o menos agudos dentro de esta estructura, pero, en su conjunto, los sindicatos sirven al sistema y favorecen su perpetuacién. Reforzar esta estructura de clases parloteando sobre el _ «papel de la clase obrera», reforzar la lucha tradicional de clases adjudicdndole un supuesto contenido «revolucionario», infectar con «obreritis» al nuevo movimiento revolucionario de nuestro tiempo es reaccionario hasta la inédula. ¢Hastix cuando habra. que recordar a los doctrinarios marxistas que la historia de la lucha de clases es Ja historia de una enfer- medad, de las heridas abiertas por la famosa «cuestién so- cial», por el desarrollo unilateral del hombre, en su intento de dominar a la naturaleza por medio del dominio del pré- jimo? Si el subproducto de esta enfermedad ha sido el des- arrollo tecnolégico, sus productos principales han sido la re- presién, un terrible derramamiento de sangre y una distorsién feroz de la psique humana. Préximo ci fin de la enfermedad, cicatrizadas ya algunas de las heridas, el proceso comienza a desplegarse hacia la totalidad; el contenido revolucionario de la lucha tradicional de clases ya no existe ni como elaboracién tedrica ni como realidad social. El proceso de descomposicién no solo abarca la estructura tradicional de clases, sino también la familia patriarcal, los regimenes autoritarios de educacién y crianza, las instituciones y las costumbres basadas un el esfuerzo, el renunciamiento, ia culpa y la represién sexual. El proceso de desintegracién, en pocas palabras, se ha generalizado, atra- vesando virtualmente todas las clases tradicionales, sus va- lores e instituciones. Ha creado formas de lucha, pautas or- ganizativas y reivindicaciones totalmente nuevas: reclama un concepto absolutamente nuevo en la teoria y la praxis. {Qué significa esto, concretamente? Comparemos dos con- cepciones, la marxista y la revolucionaria. El tedrico marxista nos propondra un acercamiento al obrero —o, mejor atin, «entrar» en la fabrica— para hacer «proselitismo» entre los 16 ; jEscucta, marxista! obreros con preferencia a cualquier otro grupo social. ¢El propésito? Dotar, al trabajecor de una «conciencia de clase». En fa vieja izquierda mas neanderthaliana, esto implica. cor- tarse el pele, ataviarse con ropas éonvencionales, dejar’ la grifa por los cigarrillos y Ja cerveza, bailar a la vieja usanza, adoptar maiteras «rudas» y desarrollar un estilo pomposo, pesado y desprovisto de sentido del humor. En otras palabras, uno se convierte en la peor caricatura del obrero: no ya un «pequefio burgués degenerado» sino un degenerado burgués. Uno imita al obrero, que, a su vez, imita a sus patrones. Esta metamorfosis del estudiante en «obrero» encierra un pervertido cinismo. Se intenta utilizar la disciplina incu‘cada al trabajador por el medio fabril para someterlo a la del partido. Se utiliza el respeto del obrero por la jerarquia industrial para acoplarlo a la jerarquia de partido, Etsa desagradable faena, que en caso de tener éxito sdlo conduciria al reemplazo de una jerarquia por otra, la rea- liza uno a costa de simular que le preocupan los problemas econdémicos que cada dia sufre el trabajador. Hasta la teoria marxista se degrada conforme a esta imagen empobrecida del obrero. (Véase cualquier ejemplo de Challenge, el National Enquirer de la izquierda. Nada fastidia més a los obreros. que este tipo de literatura). Finalmente, el trabajador descu- bre que, en su cotidiana lucha de clases, la burocracia sindi- cal le ofrece mejores resultados que la burocracia del partido marxista. Esto se evidenciéd tan espectacularmente durante os afios cuarenta que, sin mayor oposicién por parte de las bases, los sindicatos se permitieron expulsar en uno 0 dos afios a millares de «marxistas» que habian batallado por el movimiento obrero durante mds de una década, legando en algunos casos a la conduccién maxima de las antiguas inter- nacionales CIO. El obrero no se convierte en revolucionario acentuando su condicién de obrero, sino despojandose de ella. Y no es el tinico; lo mismo vale para el granjero, el estudiante, el sol- dado, el burécrata, el empleado dependiente, el profesional... y el marxista. El obrero no es menos «burgucs» que el gran- jero, estudiante, dependiente, soldado, burdcrata, profesional © marxista. Su condicién obrera es la enfermedad que lo aqueja, el mal social proyectado a dimensiones individuales. 17 18 rr Lenin tenia esto claro en ¢Qué hacer?, pero lo camuflé para | la vieja jerarquia con una bandera roja y alguna verborrea revolucionaria. El obrero comienza a transformarse en revo- lucionario cuando reniega de su «condicién obrera», cuando comienza a detestar su situacién de clase aqui y ahora, cuan- do se despoja de las caracteristicas que mas le alaban los marxistas: su ética de trabajo, su estructura mental derivada de Ia disciplina industrial, su respeto por la jerarquia, su obediencia a los lideres, su consumismo, sus vestigios purita- nos. En este sentido, el obrero se convierte en revolucionario en la medida en que abandona su status de clase y desarrolla una conciencia desclasada, Degenera, y lo hace maravillosa- | mente. Esta rompiendo, precisamente, con las cadenas cla- sistas que lo ligan a todos los sistemas de dominacién. Se | aparta de los intereses de clase que lo esclavizan en funcién del consumo, de las barriadas suburbanas y de una concep- cién contable de Ia vida *. El fenémeno mas prometedor en las fabricas de la actua- lidad es la aparicién de jvenes trabajadores que Ievan el pelo largo, exigen mas tiempo libre en lugar de mas paga, se insubordinan contra todas las figuras autoritarias, pierden y recobran constantemente sus empleos, que por otra parte les importan un comino, van en motocicleta y contagian a sus compaficros. Atin mas auspiciosa es la emergencia de estz tipo humano en escuelas de comercio y colegios medios, re- serva de Ja clase trabajadora industrial del futuro. En la medida en que obreros, estudiantes vocacionales y colegiales * En este aspecto, el obfero comienza a aproximarse a los tipos humanos de transicién social, que siempre han sido los elementos ms revolicionarios de la historia. En general, e! proletariados ha sido mds revolucionario en los periodos de transicién cuanio mesos «proletarizados estaba, peiquicamente, por el sistema industrial. Los grandes focos de las revoluciones’ obreras clasicas fueron. Petro- grado y Barcelona, donde los trabajadores habian sido virtualmente arrancados del medio campesino, y Paris, donde ain desempetaban oficios artesanales © Provenian directamente del medio artesanal. Al hallar grandes dificultades para adaptarse a Ia dominacién industrial, estos trabajadores se convirtieron en ‘una. continua fuente de conflictos sociales 'y revolucionarios, La clase obrera estable y hereditaria, en cambio, resull® sorprendentemente no-revolucionaria. Am en el caso del proletariado alemin —que Marx y Engels calificaron de sclase obrera modelo» curopea— la mayoria no apoyé a los espartaquistas en 1919. Enviaron ‘wna gran mayoria de socialdemécratas oficiales al Congreso de Comités Obreros, ‘ F,a1 Reichstag en afos posteriores, alineindose tras el Partido Social Demécrata ta 1933, 19 jEscucha, marsistat liguen sus estilos de vida a los distintos aspectos de la cultura " juvenil, el proletariado dejaré de ser una fuerza favorable a ‘a Ia conservacién de lo establecido para convertirse en una fuerza creadora. ‘Una situacién cualitativemente nueva emerge cuando eP hombre se enfrenta a la transformacién de la sociedad repre- ) siva de clases, basada en la escasez material, en una socicdad sin clases, liberadora, busada en la abundancia material. Un nuevo tipo humano, cada vez mds numeroso, surge de la \ descomposicién de la estructura clasista tradicional: el revo- | lucionario, Este revolucionario comienza a desafiar no sélo las premisas econémicas y politicas de 1a sociedad jerarqui- zada, sino también a la jerarquia como tal. No sélo proclama Ja necesidad de una revolucin social sino que también trata it de vivir de un modo revolucionario en la me: en que esto €s posible dentro de la sociedad actual *. No sélo ataca las formas heredadas de la dominacié3 sino que, a la vez, im- provisa nuevas formas de liberacién que toman su poesia del i" futuro. ‘a Esta preparaci6n para el futuro, esta experimentacién con las formas liberadoras de relacién social post-escasez, podrian y ser ilusorias si el futuro no nos deparara mas que la substi- ¥ tucién de una sociedad clasista por otra; pero resultan im- prescindibles si lo que nos espera es una sociedad sin clases, i edificada sobre las ruinas de la sociedad clasista. ¢Cudl sera, \ entonces, el «agente» del cambio revolucionario? Seré, literal: mente, la gran mayoria de la sociedad, proveniente de todas las clases sociales tradicionales y fundida en una comtn fuer za revolucionaria por la descomposicién de las instituciones, formas sociales, valores y estilos de vida de la clase domi- nante, Tipicamente, sus elementos mds avanzados son los jévenes: la generacién que no ha conocido las crisis crénicas de la economia capitalista y cuya orientacién se aleja cada vez mas del mito de la seguridad material, tan difundido en _ Ia generacién de los afios treinta. 4 1 é lh ie * Este estilo de vida revolucionario puede desarroliarse tanto en las fabri- ‘€2s como en las calles, en las esctelas y barriadas, en los suburbios, el East- Side o la Bahia de San Francisco. Su esencia es el desaflo, que erosiona las ‘costumbres, instituciones y fetiches. 20 Descartando los mi.nuiales tacticos del pasado, ia revolu- cién del futuro sigue el camino del menor esfuerzo, devoran- do las distancias gue Ja separan de las 4reas mas sensibles de la poblac sin veparer en su eposicién de clase». Se nutre de fodas ‘as contradicciones de ia sociedad burguesa, no sélo de las contradicciones de 1860 y 19:7. De aqui que atraiga a todos aquellos que sienten la carga de la explota- cién, ia gobreza, el racismo, el imperialismo y también a quienes ven sus vidas frustradas por el consumismo, la ru- tina suburbana, los medios de comunicacién de masas, la escuela, los supermercados y el sistema de represién sexual. La forma de la revolucién resulta, asi, tan total come su con- tenido: sin clases, sin apropiaci6n, sin jerarquia y tolalente liberadora, Obstruir este proceso revolucionario con las manidas re- cetas del marxismo, parlotear sobre «lucha de clases» 0 «el papel de la clase obrera» implica una subversién del pre- sente y el futuro en beneficio del pasado. Anteponer una ideo- logia esterilizante a base de divagaciones sobre los «cuadros», el «partido de vanguardia», el «centralismo democratico» y la «dictadura del proletariado» es pura contrarrevolucidn. A este problema de la «cuestion organizativay —vital contribucién del leninismo al marxismo— debemos dedicar, ahora, alguna atencién, El mito del partido No son los partidos, grupos y cuadros quienes realizan las revoluciones sociales: éstas ocurren como resultado de fuer- zas histéricas profundamente asentadas, y contradicciones que movilizan a grandes scctores de la poblacién. No sobre- vienen sdlo porque las «masas» encuentran intolerable a Ia sociedad existente (como decia Trotsky) sino también a causa de la tensién entre lo real y lo posible, entre lo-que-es y lo- que-podria-ser. La miseria mas abyecta no produce revolucio- nes, por si sola; mas bien suele engendrar una profunda desmoralizacion, 0, peor atin, una lucha personal por la su- pervivencia. La Revolucién Rusa de 1917 pesa sobre la conciencia de ae jEscucha, marxistal sus supervivientes como una pesadilla porque fue, basica- mente, el producto de una «situacién intolerable», de una devastadora guerra imperialista. Tocios sus sucfios fueron virtualmente destruidos por una guerra civil alin mas san- grienta, por el hambre y la traicidn. Lo que resulté de la re- volucién no fueron las ruinas de la vieja sociedad sino las de_ todas las esperanzas de construir una nucva sociedad. La Revolucién Rusa fracasé penosamente; reemplaz6 el zarismo_ por el capitalismo de Estado*. Los bolcheviques fueron tragicas victimas de su propia ideologia y pagaron con, sus vidas, en gran mimero, a Jo largo de las purgas de los aios | treinta. Es ridiculo pretender extraer de esta revolucién en la escasez las normas de una sabidurta tinica. Lo que pode- mos aprender de las revoluciones del pasado és lo que todas las revoluciones tienen en comtin, y sus profundas limita-_ ciones en comparacién con las enormes posibilidades que actualmente se nos presentan. La caracteristica mas Iamativa de las revoluciones conu- cidas radica en lo espontaneo de sus comienzos. Si examina- mos la fase inicial de la Revolucién Francesa de 1789, las de 1848, la Comuna de Paris, la Revolucion de 1905 en Rusia, el derrocaniiento del zar en 1917, la revolucién htingara de 1956 o Ja huelga general de 1968 en Francia, observaremos que, en términos generale, todos estos fendémenos comenzaron del mismo modo: un periodo de fermentacién culminando, es- Pontaneamente, con un alzamiento de las masas. El éxito 0 fracaso de este alzamiento depende de su decision y de que las tropas carguen —o no— contra el pueblo, El «glorioso partido», cuando existe, marcha casi invaria- blemente a la zaga de los acontecimientos. En febrero de SuESE && tm hecho que Trotsky jamis comaresdé, por no desarrollar hasta us ltimas consecuencias su propio concepto de sdesariollo cominadoe, Trotsky Setimé correctamente que Ia Rusia de tos zares, versgada en e] desarrollo burgues furopeo, elaboraria aceleradamente las etapas més avancadas del capiialismor in dustrial, sin reconstruir el proceso desde el principio. Hipnotizado por ta ecuacion sRrepiedad nacionalizada = socialismos. Trotsky no comprencio ue el capitalio, mo monopolista tendia a amalgamarse con el Estado, y que lo gue s¢ instaurabe en Rusia era esta nueva forma del capitalism, Eliminadas las estructuras, burs ucts tradicionales, el stalinismo preparé un «puro» capitalismo de Estado, una ontrarrevolucién que reconstruys las formas mctcantiles ea un nivel industeol ‘Superior. El Estado se convirtié en clase dominsnte, % cs 1917, la organizacién bolchevique de Petrogrado se opuso a las huelgas, precisamente en visperas de la revolucién que acabaria por derrocar a los zares. Afortunadamente, los obre- _ Tos ignoraron las «directivas» bolcheviques y fueron a la huelga. Durante los hechos que siguieron, nadie se vio mas” sorprendido por la revolucién que los partidos «revoluci narios», bolcheviques incluidos. Recuerda el dirigente bole chevique Kayurov: «No hubo, absolutamente, iniciativas die rectrices del partido... el comité de Petrogrado habia sido arrestado, y el representante del Comité Central, camarada Shliapnikov, no estaba en condiciones de emitir directivas para el dia siguicnte» (30). Tal vez fue un hecho afortunado, Antes del arresto del comité de Petrogrado, su evaluacién de la situacién y de su propio papel habia sido tan débil que, si los obreros hubieran seguido sus indicaciones, es probable que la revolucién no hubiera estallado en aque! momento. Cosas parecidas pueden decirse de los alzamientos que precedicron al de 1917, y de los que le siguieron, por ejemplo la huelga general de mayo y junio de 1968, en Francia, para citar sélo el caso més reciente. Existe una tendericia a olvie dar convenientemente el hecho de que habia cerca de una docena de organizaciones de tipo bolchevique, «estrechamen: te centralizadas», en Paris, por aquellos dias, Rara vez sé menciona que practicamente todos estos grupos de «van- guardia» desdefiaron la movilizacién estudiantil hasta el 7 de mayo, cuando Ia lucha callejera adquirié sus contornos mas agudos. La trotskista Jeunesse Communiste Révolutionnaire fue una notable excepcidn, y se limité a acompafiar el pro- Ceso, siguiendo bisicamente las iniciativas del Movimiento 22 de Marzo* Antes del 7 de mayo, todos los grupos maois- tas criticaban al alzamiento estudiantil, calificandolo de pe- riférico ¢ insignificante; Ja también trotskista Fédération des Etudiants Révolutionnaires lo consideraba «aventurero> y trat de que los estudiantes abandonaran las barricadas, el 10 de mayo; el Partido Comunista jugé, como es natural, un. «EI movimiento 22 de Marzo funcioné como agente catalizador y no como vanguardia. No orden: instigs, permitiendo el libre juego de los indispensable a Ia dialécticx de! alzamiento; por esto los estudiantes actuafon fen el momento adecuaco, Sin ¢!, no hubieran existido las barricadas del 10 de Mayo, que desencadenaron la huelga general obrera. 23 iEscucha, marxist papel totalmente, traidor. Lejos de conducir et movimien popular, los maoistas y trotskistas fueron sus cautivos. mayor pacte de estos grupos bolcheviques utilizé desverg zadas técnicas manipuladoras durante la asamblea estudiant de la Sorbona para tratar de «controlarla», creando una mésfera tensa que desmoralizé a todo el cuerpo. Finalmen para completar esta ironia, todos los grupos bolcheviqi Fompieron a pariotcar sobre la necesidad de una «van dia centralizada» ante el colapso del movimiento populs que habia surgido a pesar de sus directivas y, a menu contrariandolas, Las revoluciones y los alzamientos dignos de mencién s6lo tienen una {ase inicial magnificamente anarquica, si que tambita tienden a crear sus propias modalidades de aust gobierno revolucionario. Las secciones parisinas de 179% fueron las formas de autogobierno més atotables de todas 1 revoluciones sociales de le historia. Los consejos o « viets» instaurados por jos obreros de Petrogrado en. 1905 ers formalmente mas convencionales. Aunque menos demgcri ticos que las secciones, estos consejos habrian de reaparecel en muchas revoluciones poste-iores. A esta altura debiéramsos preguntarnos cual es el rol qu juega el partido «revolucionario» en todos estos movimien- tos. Al principio, como acabamos de ver, tiende a servir ui funcién inhibitoria y no a ocupar la «vanguardia», Alli don ejerce alguna influencia, tiende a desacelerar cl rumbo de lo: acontecimientos, y no a «coordinar» las fuerzas revolucion: rias. Esto no es accidental. El partido esta estructurado cor forme a Iineas jerarquicas que reflejan a la misma socieda que se pretende combatir. A pesar de sus pretensiones tedricas, es un organism: burgués, un Estado en miniatura con un aparato y unos cuadros cuya funcién es tomar el poder, y no disolverlo. Arraie gado en el periodo prerrevolucionario, asimila todas las for- mas, técnicas y mecanismos mentales de la burocracia. Sus miembros son adoctrinados en la obediencia y los prejuicios de un dogma rigido, y se les ensefia a reverenciar a la autori- Ver «Lis formas de la libertsds, dad de los lideres. El dirigente del partido, a su vez, recibe una fo:macién compuesta de habitos que estan asociados al comando, la autoridad, la manipulacién y ta egomania. Esta situacion’ se agrava cuando el partido interviene en eleccio- nes parlamentarias. Durante las campatias electorales, cl par- tido de vanguardia se amolda totalmente a las formas bur- guesas convencionales y adquicre, incluso, la parafernalia de los partidos electorales. La situacién cobra dimensiones auténticamente criticas cuando el partido recurre a la gran prensa, a costosos locales, a cadenas periodisticas controla- das y desarrolla un «aparato» profesional: una burocracia, en una palabra, con velados intereses materiales. Con la expansién del partido, aumenta invariablemente la distancia entre los dirigentes y las bases. Sus lideres, conver- tidos en «personalidades», pierden contacto con las condiciu- nes de vida de la nasa. Los grupos locales, que conocen me- jor su propia situacion que cualquier lider remoto, son obligados a subordinar sus puntos de vista a las directivas emanadas de lo alto. La direccién, a falta de todo conoci- miento directo de los problemas locales, acta con prudencia y moderacién, Aunque suclen aducirse justificaciones a base de una «vision mds amplia» y de una mayor «competencia tedrica», la idoneidad de los dirigentes tiende a disminuir a medida que asciende Ia jerarquia del comando. Cuanto mas nos aproximamos al nivel donde se formulan las decisiones concretas, tanto mas conservador es el proceso de elabora- cién de las decisiones, tanto mas burocraticos y exteriores los factores en juego, tanto ms reemplazan el prestigio y la antigiiedad a la creatividad, la imaginacién y la entrega de- sinteresada a los objetivos revolucionarios. El partido pierde eficacia, desde un punto de vista revo- lucionario, cuando Ja busca a través de Ja jerarquia, los cua- dros y la centralizacién. Aunque todo y todos estén en su lugar, las Grdenes suclen resultar erréneas, especialmente cuando los acontecimicntos se desarrollan con rapidez y to- man cursos inesperacios, como ocurre en todas las revolu- ciones. El partido sélo es eficiente en la tarea de amoldar la sociedad a su propia imagen jerarquica, cuando triunfa ta revolucién, Regenera la burocracia, la centralizacién y el Estado. Redobla la burocracia, la centralizacion y el Estado. 25 iEscucha, marxista! Ampara las condiciones sociales creadas por este tipo de sociedad. En lugar de «suprimirlass, el Estado controlado por el «glorioso partido» preserva las condiciones que hacen «ne- cesaria» la existencia del Estado, y la de un partido que lo «guarde», Por otro lado, este tipo de partido es extremadamente vulnerable durante los periodos de represién, La burguesia no tiene més que echar mano a sus dirigentes para inmovili zar a todo el movimiento. Con sus lideres presos u ocultos, el partido se paraliza; los disciplinados militantes no tienen a quién obedecer y tienden a disgregarse. Cunde la desmo- ralizacion. El partido se descompone no sélo debido a la atmésfera represiva sino también a su indigencia en materia de recursos internos. La descripcién que acabo de resefiar no es una série de inferencias hipotéticas sino un esbozo compuesto por las caracteristicas de todos los partidos marxistas de masas del ultimo siglo: 1os socialdemécratas, los comunistas y el parti do trotskista de Ceylan, que es el tinico de masas en su tipo. Pretender que estos partidos fracasaron porque no tomaron en serio sus principios marxistas equivale a soslayar otra pregunta: ¢A qué se debid, en principio, esta incapacidad? El hecho es que estos partidos fueron asimilados por la so- ciedad burguesa porque estaban estructurados segtin linea- mientos burgueses. El germen de la traicién estaba en ellos desde su nacimiento. El Partido Bolchevique eludié esta suerte entre 1904 y 1917 por una sola razén: durante casi todos los afios anterio- res a la revolucion, fue una organizacion ilegal. El partido fue reiteradamente desintegrado y reconstituido, con el re- sultado de que, hasta la toma del poder, no Ileg a organizar- se como maquina plenamente centralizada, burocratica y je- rarquica. Ademis, estaba dividido en facciones; una atmés- fera intensamente facciosa persistié durante todo 1917 y has- ta Ja guerra civil. A pesar de todo, la direccién bolchevique era _extremadamente conservadora, rasgo que Lenin se vio obligado a combatir en 1917: primero, con sus esfuerzos para orientar al Comité Central contra el gobierno provisional (el famoso conflicto en torno a las «Tesis de Abril») y luego, en octubre, levando al Comité Central a la insurreccién. En am- 26 bos casos, amenazé con renunciar al Comité Central y pre- sentar sus puntos de vista a «los cuadros de base del par- tidos. 4 En 1918, las disputas facciosas sobre el problema del tra- tade de Brest-Litovsk se tornaron tan serias que los bolche- viques estuvieron a punto de dividirse en dos partidos comu- nistas enemigos. Los grupos bolcheviques de oposicidn, como los centralistas democraticos y !a Oposicién Obrera, libraron amargas batallas dentro del partido durante 1919 y 1920, para no mencionar los movimientos opositores que se desarrolla- ron dentro del ‘Ejército Rojo a causa de las inclinaciones centralizadoras de Trotsky. La centralizacién total del partido bolchevique —Iuego recibié el nombre de «unidad leninistao— no se produjo hasta 1921, cuando Lenin logré que et Décimo Congreso del Partido proscribiera las facciones. Para esas fechas, la mayoria de la Guardia Blanca hab{fa sido aplasta- da, y los intervencionistas extranjeros hab{an retirado sus tropas de Rusia. Jams insistiremos demasiado en la observacién de qué los bolcheviques centralizaron el partido hasta el punto de aislarse de la clase obrera. Este fenémeno ha sido poco in- vestigado en los circulos leninistas de la actualidad, aunque Lenin, en su momento, tuvo la honestidad de admitirio. La historia de la Revolucién Rusa no es solo la historia de! Par- tido Bolchevique y sus acélitos, Bajo el flujo de los aconte- cimientos oficiales que describen los historiadores soviéticos, transcurrfa otro fenémeno, mas profundo; la esponténea movilizacién de los obreros ¥ campesinos revolucionarios, que luego chocaria violentamente, contra la politica burocratica de los bolcheviques. Con el derrocamiento del zar, en fe- brero de 1917, los trabajadores de casi todas las fabricas de Rusia establecieron espontaneamente sus comités de fabrica En junio de 1917, tuvo lugar en Petrogrado una conferencia de comités de fabrica de todas las Rusias,-que proclamé la necesidad de «un amplio control de la produccién y la distri- bucién por los trabajadores». Rara vez se mencionan estas exigencias en los relatos leninistas de la Revolucién Rusa, a pesar de que la conferencia se asocié a Ja linea bolchevique. Trotsky, que describe los comités de fabrica como «la repre- sentacion mas directa e indudable del proletariado en todo 28 | TN | jEscucha, marxista! el pais», sdlo trata ocasionalmente el tema en los tres voli- menes de su historia de la revolucién. Sin embargo, tan im- portantes eran estos organismos espontineos de autogobierno que Lenin, cuando desesperaba de! obtener el contro! de los soviets en el verano de 1917, se prepard a lanzar la consig- na de «todo el poder a los comités de fabrica» en lugar de «todo el poder a los soviets», Esta proclama hubiera catapul- tado a los bolcheviques hacia una posicién por completo anar- co-sindicalista, aunque es dudoso que la hubieran conservado por mucho tiempo. Con 1a Revolucién de Octubre, todos los comités de f4- brica tomaron el control de las plantas productivas, expul- sando a la burguesia y dominando por completo el funcio- namiento industrial. Al aceptar el concepto del control obrero con su famoso decreto del 14 de noviembre de 1917, Lenin no hizo més que reconocer un hecho consumado. Los bolche- viques no se atrevicron a oponerse a los trabajadores en aquellos comicnzos; prefirieron desgastar el poder de los comités de fibrica. En enero de 1918, dos meses escasos des- pués de edecretar» el control obrero de la produccién, Lenin comenz6 a abogar por que la administracion de las fabricas fuera encargada a los sindicatos. La historia de que los bol- cheviques experimentaron «pacientemente» con el control obrero, encontrandolo en definitiva ! El comunista de izquierdas Osinsky censuré amargamente todos estos conceptos espurios, advirtiendo al partido que «el socialismo y la organizacién socialista seran edificados por el proletariado mismo, 0 no Jo serdn en absoluto; se es- tard edificando otra cosa: el capitalismo de Estado» (31). En interés del socialismo», el Partido Bolchevique aparté al proletariado de todos Jos terrenos que habia conquistado por su propio esfuerzo e iniciativa propia. El partido no coor- diné Ja revolucién, ni siquiera la dirigi6; la domin6. Primero el control obrero, y luego el control sindical, fueron reem- plazados por una elaborada jerarquia, tan monstruosa como cualquier estructura de los tiempos prerrevolucionarios. Como se veria en afios posteriores, la profecia de Osinsky se habia vuelto realidad. | E] problema. de «quién debe prevalecer» —los bolchevi- ques o las «masas» de Rusia— no se limitaba, en modo algu- no, a las fabrics. Una turbulenta guerra campesina habia rebasado al movimiento obrero. A pesar de lo que rezan los relatos leninistas oficiales, el alzamiento agrario no consistia €n una mera redistribucién de la tierra en parcelas privadas. En Ucrania, campesinos inspirados por las milicias anarquis- tas de Néstor Makhno y guiados por la maxima comunista de «tomar de cada uno de acuerdo a su capacidad; darle de acuerdo a sus necesidades» establecieron un sinnimero de comunas rurales. Por todas partes, en el norte y en el Asia soviética, emergieron varios miles de estos organismos, en Parte por iniciativa de la izquierda socialrevolucionaria y en gran medida como resultado de los tradicionales impulsos co- | lectivistas que provenion de la aldea rusa, o mir. Poco impor- ta que estas comunas fucran numerosas o que agruparan a grandes cantidades de campesinos; el hecho es que se trataba de auténticos organismos populares, nticleos de un espiritu moral y social que se alzaba muy por encima de los valores deshumanizados de la sociedad burguesa. Los bolcheviques temieron a estos organismos desde el Principio, y finalmente los condenaron. Para Lenin, la forma superior y mas «socialista» de empresa agricola estaba re- presentada por la granja del Estado: una fabrica agraria en la cual tanto la tierra como el equipo de labranza eran de 30 iEscucha, marxista! propiedad estatal, y el Estado nombraba administradores que contrataban campesinos segin un régimen de jornales. En estas actitudes hacia el control obrero y las comunas agri- colas se advierte el espiritu y la mentalidad esencialmente burguesas de que estaba impregnado el Partido Bolchevique, que no sdlo emanaban de sus teorias, sino también de su tipo de organizacién. En diciembre de 1918, Lenin se lanz6 contra las comunas con el pretexto de que se «obligaba» a los campesinos a incorporarse a ellas. En realidad, poca 0 ninguna coaccién se utilizaba para organizar estas formas comunitarias de autogobierno. Robert G. Wesson, que estu- did en detalle las comunas soviéticas, concluye: «Quienes en- traban a las comunas debfan hacerlo, fundamentalmente, por su propia voluntads (32), Las comunas no fueron suprimidas, pero se desaienté su crecimiento hasta que Stalin subsumié todo el movimiento en las medidas de colectivizacién forzosa de finales de la década del veinte y comienzos de la del treinta. Hacia 1920, los bolcheviques se habian aislado de la clase obrera rusa y el campesinado. La eliminacién del control obrero, la supresién de los makhnovistas, una atmésfera poli- tica restrictiva en el campo, una burocracia agigantada y la demoledora indigencia material heredada de los aiios, de la guerra civil originaron una profunda hostilidad popular con- tra el gobierno bolchevique. Con, el fin de la guerra, surgié de las profundidades de la sociedad rusa un movimiento por Ja ctercera revolucién»: no para restaurar el pasado, como lujeron los bolcheviques, sino para realizar las mismas as- piraciones de libertad econémica y politica que habian ali- neado a las masas tras el programa bolchevique de 1917. El nuevo movimiento encontré su expresién mas consciente el proletariado de Petrogrado y entre los marineros de Krons- tadt. También tuvo entusiastas dentro del partido: el crect miento de las tendencias anticentralistas y anarco-sindicalis- tas entre los bolcheviques Megé a tal punto que un bloque de grupos opositores, de esta orientacién, obtuvo 124 escafios en una conferencia provincial de Moscu, contra 154 para los partidarios del Comité Central. El 2 de marzo de 1921, los «marineros rojos» de Kronstadt se alzaron en abierta rebelidn, portaestandartes de una «Ter- 31 sus métodos, métodos de andlisis socisi; se contentaba con una consideracién en términos de pura metodologia organi- zativas (34). Si es cierto que, en las revoluciones bury las «fra. ses se anteponian al contenido», en la revolucién bolchevique las formas sustituyeron al contenido. Los sovicts reemplaza- ron a los obreros y suis comités de fabrica, e! partido a los soviets, el Comité Central al Partido, y el Buré Politico al Comité Central. En otras palabras, los nedlios reemplazaron - a los fines. Esta increfble sustitucién de forma por contenido es uno de los rasgos mds caracteristicos del marxismo-leninis- mo. En Francia, durante los acontecimientos de mayo y ju nio de 1968, todas las organizaciones bolcheviques estaban preparadas para destruir la asamblea estudiantil de la Sorbo- na, con tal de aumentar su influencia y caudal de afiliados. Su preocupacién principal no era la revolucién, sino las autéati- cas formas sociales creadas por los estudiantes, sino el creci- miento de sus respectivos partidos. Sdlo una fuerza social pudo haber detenido cl crecimiento de la burocracia en Rusia. Si el proletariado y el campesina- do ruso hubieran logrado ampliar el alcance «el autogobier- no a través del desarrollo de comités de fabrica viables, co- munas rurales y soviets libres eficientes, ia historia del pais habria tomado un curso espectacularmente diferente. No Puede discutirse que el fracaso de las revoluciones socialistas en Europa, después de la Primera Guerra Mundial, condujo al aislamiento de la revolucién rusa. La indigencia material de Rusia, sumada a la presién del mundo capitalista que la rodeaba, conspiré claramente contra el desarrollo de una sociedad socialista o coherentemente libertaria. Pero de nin- gin modo era inevitable que Rusia se desarrollara segin las pautas del capitalismo de Estado; a pesar de las previsiones iniciales de Lenin y Trotsky, la revolucién fue derrotada por fuerzas internas y no por ejércitos invasores. Si un movimien- to desde abajo hubiera restaurado las conquistas originales de la revolucién de 1917, se habria desarrollado una estruc- tura social multifacética, basada en el contro! obrero de la industria, en una economia campesina de desarrollo libre Para el agro y en un libre juego de ideas, programas y movi- mientos politicos. Rusia no habria sido aprisionada, en lo 32 ‘oth més minimo, por cadenas toialitarias, ni el stalinismo, envenenado ef movimiento revolucionario mundial, pi do el camino para el fascismo y la Segunda Guerra Mi La evolucin det Partido Bolghevique, sin embargo, dié todos estos fendmenos, a pesar de las «buenas int nes> de Lenin y Trotsky. Al destruir el poder de los de fébrica en Ia industria y aplastar a los makhnovisias, obreros de Petrogrado y los marineros de Kronstadt, los bole cheviques garantizaron el triunfo de Ja burocracia rusa sobre a sociedad rusa. E! partido centralizado —institucién bur- guesa, si las hay— se convirtio en un reducto de la mas siniestra contrarrevolucién, Esta era la contrarrevolucién en- cubierta, escudada tras a bandera roja y la terminologia de Marx. En itime instancia, lo que los bolcheviques suprimie- ron en 1921 no era una «ideologia» ni una «conspiracion de, guardias blancos» sino una lucha elemental del pueblo ruso por liberarse de toda sujecién y asumir el control de su pro- pio destino *, A Rusia, esto le valid la pesadilla de la dic- tadura stalinista; para Ia generacién de los afios treinta sig- nified el horror del fascismo y la traicién de los partidos co- mumnistas en Europa y los Estados Unidos. Las dos tradiciones, Pecariamos de increible ingenuidad si supusi¢ramos que el leninismo fue el producto de un solo hombre. La enferme- dad cala mucho més hondo, no sélo en Jas limitaciones de la teoria marxista sino también en las del momento social que produjo al marxismao. Si esto no se comprende con claridad, seguiremos tan ciegos a la dialéctica de los acontecimientos actuales como Io estuvieron Marx, Engels, Lenin y Trostky * Describieado este movimiento de los trabajadores rusos como scomplot del capital internacional», sresistencia kulak» o «conspiracion de la Gearula Blancas, Jos bolshevigues deveendleron aun rivelesico pauptrrimo, sie raat sii svo mlmos: La eroslt enplrtual dentro del partido allané el camino para la politica de policia tecreta y asesinato de la personalidad, a uilacién de 10s, cuadros bolcheviques. Esta odiosa ‘mentalidad -policial Por ejemplo, en cualquier edicién de ja rensta reson stig yg iy. yay Oe earn lemony tun «anti-obreros, 33 en su momento. Y esta ceguera seria en nosotros mucho mis reprobable, porque contamos con una riqueza de experiencia de la que carecian estos hombres cuando desarrollaron sus teorias, Karl Marx y Friedrich Engels eran centralistas: no sélo politicamente, sino también en lo social y econdmico. Jamas Jo negaron, y sus escritos rebosan de radiantes elogios a la centralizacién politica, econémica y organizativa. Ya en mar- zo de 1850, en su famoso «Informe del Comité Central de la Liga Comunista», formularon una Hamada a los obreros para que lucharan no sdlo por «una republica alemana unica e in. divisible, sino también, dentro de ella, por la mas decidida centralizacién del poder en manos de la autoridad estatal». Para que la recomendacién no fuera tomada a la ligera, se la reiteré continuamente en el mismo parrafo, que concluye asi: Como en Francia en 1793, también hoy en Alemania es tarca del auténtico partido revolucionario la instauracién de una centralizacién esiricta.» El mismo tema reaparece continuamente en aiios poste- riores. Al estallar la guerra franco-prusiana, por ejemplo, Marx escribe a Engels: «Los franceses necesitan un correc. tivo. De vencer los prusianos, la centralizacién del poder es- tatal resultar4 dtil a la centralizacién de la clase obrera ale. mana» (35). Sin embargo, Marx y Engels no fueron centralistas por- que Jos sedujeran las virtudes del centralismo per se. Muy al contrario: marxismo y anarquismo han coincidido siempre en que una sociedad liberada, comunista, implica una des- centralizacién profunda, la disolucién de la burocracia, la abolicién del Estado y la desintegracién de los grandes ciu- dades. «La abolicin de la antitesis entre ciudad y campo no es sélo posible —apunta Engels en el Anti-Diiliring— sino que se ha convertido en una necesidad directa... s6io la fu. sién de ciudad y campo pondré fin al actual cnvenenamiento del aire, el agua y Ia tierra...» Para Engels, esto supone una sdistribucién uniforme de la poblacién sobre todo el pais» (36) en otras palabras, la descentralizacién fisica de las ciudades. Los origenes del centralismo marxisia radican en los problemas planteados por la formacién del Estado nacional, Hasta bien entrada la segunda mitad del siglo diecinueve, 34 re... i | jEscucha, marxista! ‘Alemania ¢ Italia estaban divididas,en multitud de ducados, principados y reinos independientes. La consolidacién de estas unidades geogréficas en naciones unificadas, crefan Marx y Engels, era un sine qua non del desarrollo de la in- dustria moderna y el capitalismo. Su clogio del centralismo no sc inspiraba, pues, en una mistica centralista, sino que se basaba en los acontecimientos del perfodo en que vivian: cl desarrollo de la tecnologia y el comercio, de una clase obre- ra unificada, y del Estado nacional. En este aspecto les preo- cupaba la emergencia del capitalismo, las tareas de la revolu- cién burguesa en una era de inevitable escasez material. El concepto marxiano de «revolucién proletaria», por otra parte, cs marcadamente distinto. Marx saluda con entusiasmo a la Comuna de Paris como «modelo para todos los centros in- dustriales de Francia». «Este régimen —escribe— una vez es- tablecido en Paris y en los centros secundarios, obligard al viejo gobierno centralizado de las provincias a dar paso, tam- bien, al autogobierno de los productores», (La bastardilla es mia). Indudablemente, Ia unidad nacional no se disolveria, y durante la transicién hacia el comunismo existiria un gobier- no central, aunque con funciones limitadas. No intento abrumar al lector con citas de Marx y Engels, sino subrayar que los conceptos fundamentales del marxismo —aue hoy son aceptados sin el menor sentido critico— eran en realidad el producto de una'etapa que ha sido largamen- te superada por el desarrollo capitalista en los Estados Uni- dos y Europa occidental. Marx no sélo traté los problemas de Ia erevolucién proletaria» sino también los de la revolu- cién burguesa, particularmente en Alemania, Espafia, Italia y Europa oriental. Planted la problematica de la transicién del capitalismo al socialismo en los paises capitalistas que apenas habian superado la tecnologia del carbon y el acero, y la problemitica del paso del feudalismo al capitalismo Para los paises que atin no habian trascendido el nivel de las artesanias y oficios. Ea una palabra, los estudios de Marx se referian especificamente a las precondiciones de la libertad (desarrollo tecnolégico, unidad nacional, abundancia material) y nO ya a las condiciones de la libertad: descentralizacién, formacién de comunidades, democracia directa, redimensio- namiento a escala humana. Sus teorias atin pertenecian a ia 35 esfera de la supervivencia, no a la esfera de la vida. Comprendido esto, el legado tedrico marxista se sittia en una perspectiva adecuada, separando sus ricos aportes de sus planteamientos histéricamente limitados ¢ incluso para- lizantes dentro del contexto actual. La dialéctica de Marx, sus muchas y muy valiosas observaciones cnglobadas en cl materialismo historico, su soberbia critica de la mercancia, gran parte de sus teorias econémicas, la teorfa de la aliena- n, y sobre todo la nocién de que la libertad tiene prerre quisitos materiales, son contribuciones perdurables al pensa- miento revolucionario, ‘Al mismo tiempo, el énfasis que Marx puso en el proleta- riado industrial, como «agente» del cambio revolucionario, su «anilisis clasista» de la transicién de la sociedad de clases, su concepto de la dictadura del proletariado, su tendencia cen- tralista, su tesis sobre el desarrollo capitalista (que confunde el capitalismo de Estado con el socialismo) sus proyectos de accién politica a través de partidos electorales, ademas de muchos conceptos menores asociados a todos éstos, son di- rectamente falsos en el contexto de nuestro tiempo, y, como veremos, ya estaban descaminados en su propia época. Pro- vienen de una visidn limitada, 0 mejor dicho, de las limitacio- nes de una etapa histérica. Sélo tienen sentido si recordamos que Marx consideraba que el capitalismo era una etapa his- torica progresiva, paso indispensable para el desarrollo del socialismo, y su aplicabilidad prictica se reduce estrictamen- te al momento en que Alemania afrontaba las tareas demo- cratico-burguesas y la unificacién nacional. (No quiero decir que este enfoque de Marx era.correcto, sino que el enfoque tenia sentido dentro de su ticmpo y lugar). Asi como la Revolucién Rusa contenia un movimiento sub- terraneo de las «masa$» que chocaba con el bolchevisma, exi te ahora un movimiento subterranco histérico que se estrella contra todos los sistemas de atitoridad. En la época actual, este movimiento ha recibido el nombre de «anarquismo», aunque nunca se constrifié a una ideologfa tinica o cuerpo de textos sagrados. El anarquismo es un movimiento libidinal de la humanidad contra la opresién en cualquiera de sus formas: sus origenes se remontan a la misma emergencia de la apropiacién, la dominacién clasista y el Estado. De este 37 : jEscucha, marxist periodo en adelante, los oprimidos han resistide a todas Ia: formas que tienden a contener el desarrollo espontaneo di orden social. El anarquismo irrumpe en el trasfondo soci: durante todos los pericdos de transicion histérica. La decli. nacion del mundo feudal coincidié con diversos movimiente de masas, en algunos casos de inspiracidn salvajemente di nisiaca, que exigian la abolicién de todos los sistemas dé autoridad, privilegio y opresién. 4 Los movimientos anérquicos del pasado fracasaron, bas camente, porque la escascz material, consecuencia del baj nivel tecnoldgico, viciaba toda armonizacicn organica de \ inteveses humanos. Toda sociedad que, en el plano materia no pudiera prometer mas que una distribucion equitativa dk Ja miseria, engendraba invariablemente una profunda tenden- cia hacia la restauracién del privilegio, reformulado segin un nuevo sistema. A falta de una tecnologia que pudiera reducir apreciablemente Ja jornada laboral, la necesidad de trabajar contaminaba las instituciones sociales basadas en el auto- gobierno. Los girondinos de la Revolucion Francesa util ron la jornada laboral contra el Paris revolucionario. >=: x excluir a los elementos radicales de las Secciones, trataron ic imponer una ‘egisiacién que establecfa el fin de todas lay asambieas para las diez de !a noche, hora en que los traba. Jadores parisinos volvian de sus empleos. Pero las fases andr. Quicas de las revoluciones del pasado no abortaron sélo por culpa de las técnicas de manipulacién y las traiciones de las «vanguardias», sino también a causa de sus propias limitacio- nes materiales. Las «masas» siempre se han visto obligadas a__ Volver a sus trabajos de toda !a vida, y rara vez pudieron es. tablecer drganos de auto-gobierno que sobrevivieran lueyo de la revolucién. Sin embargo, los anarquistes como Bakunin y Kropotkin estaban en lo cierto cuando censuraban a Marx por su énfa- sis centralista y sus conceptos organizativos elitistas. gEt cen. tralismo era absolutamente necesario para el progreso tecno- Vésgico? ¢1:1 Estado nacional era indispensable para la expan. sion del comercio? ¢La emergencia de grandes empresas eco- nomicas centralizadas fue beneficiosa para el movimiento obrero? Solemos aceptar sin critica estas afirmaciones de Macx, en gran parte porque el capitalismo se desarrollé den. 38 tro de un contexto politico centralizado. Los anarquistas del sigio pasado advirtieron que el enfoque centralista de Marx, en caso de afectar el cturso de los acontecimientos histéricos, reforzara de tal modo a la burguesia y ei aparato estatal que Ja abolicién del capitatismo se veria seriamente dificultada. FI partido revolucionario, al duplicar estas caracteristicas ccntralizadas y jerirquicas, reproduciria la jerarquia y el cen- trolismo en Ia sociedad revolucionaria, Bakunin, Kropotkin y Malatesta no cometieron la ingenui- jad_de creer que el anarquismo podria establecerse de la joche a la mafiana. Al atribuir este delirio 9 Bakunin, wose del fuego» inmediatamente posterior a la revolucién, ara decirlo con los términos oscurantistas que escogi lars, y que Lenin repitié con ligereza cn Estado y Revolu- jon. Ademas, mucho de to que en Estado y Revolucién pasa ‘or «marxismo» es anarquismo puro: por ejemplo, la substi- ucién de las fuerzas armadas profesionales por milicias re- lucionarias y la substitucién de fos cucrpos parlamentarios m de una «nueva» burocracia y Ja iden- ificacién de los soviets con el Estado. Los anarquistas de! siglo pasado estaban profundamente reocupados por el problema de industrializar sin aplastar | espiritu revohicionario de las «masas» ni interponer nuc- tos obstacuios 4 su emancipacién. Temian que la ceniraliza- jon robusteciera la capacidad de la burguesia para resistir la revelucion ¢ inyectar un sentimiento de obediencia a los breros. Intentaron rescatar todas las formas comunales pre- eapitalistas (el mtr ruso, el pueblo espaiiol, entre otros) que pudieran servic de referencia para una sociedad libre, no sélo ea un sentido estructura sino también espiritual. Por esto proclamaron ls necesidad de una descentralizacién, ain du- rante cl capitaliseio. Al contrario de los partidos marxistas, Sus organizaciones prestaban especial atencién a lo que Ila- maban «educacién integral» —el desarrollo del hemb:c to- fal— para contrarrestar la influencia banalizante de io so- 39 jEscucha, marxista! ciedad burguesa. Los anarquistas trataban de vivir segtin los valores del futuro, en la medida en que esto eva posible den- tro del capitalismo, Confiaban en que la accion directa fa- voreceria la iniciativa de las «masas», conservatia el espiritu creativo y alentaria la espontaneidad. Trataban de desarro- Nar organizaciones basadas en la ayuda mutua y la fraterni- dad, cuyo control se ejerceria de abajo hacia arriba, y no al revés. Hagamos una pausa, ahora, para examinar las organiza- ciones anarquistas con algin detalie. Este tema ha sido os- curecido por una sorprendente cantidad de infundios. Los anarquistas, 0 al menos los anarco-comunistas, aceptan que la organizacion es necesaria *. Esto es tan indiscutible como Marx aceptaba la necesidad de una revolucion social. Lo’que esta en discusién no es «organizacién 0 no», sino qué tipo de organizacién proponen Jos anarco-comunistas. La diferencia esta en que los anarco-comunistas proponea el desarrollo orgdnico desde abajo, en contraposicién con la orquestacién de cuerpos institucionales desde arriba. Se trata de movimientos sociales que, combinan un estilo de vida cre: tivo y revolucionario con una teoria igualmente creativa y revolucionaria, y no ya de partidos politicos cuyo modo de vida ¢s indistinguible del medio burgués que los rodea, y cuya ideologia se reduce a «programas probados y acepta- dos», En la medida de lo humanamente posible, tratan de re- flejar a la sociedad liberada que constituye su aspiracién, en lugar de esclavizarse cn 1a imitacién del sistema dominante de clases, jerarquias y autoridades. Se edifican en torno. a grupos intimos de hermanos y hermanas —grupos de afini- dad— cuya capacidad de accion comtin se basa en la iniciativa, as convicciones libremente asumidas y un profundo compro- miso personal, y no alrededor de un aparato burocratico in- tegrado por afiliados déciles y manipulado desde arriba por un puiiado de lideres omniscientes. + I término sanargustas o& de canicter genérico, como sseviaisigs, ¥ pro brablemente:eulsten tantes pot de. anayulame Como de socainmo. En Anioos ‘casos, cl especiro sbarea, deve las formas extras del hiberaliomo (los sanarguts {Be eieidulistase por un lado, log sucla-demcratas por el otro) hasta lon co: Muniias revouctonirios! anarcecomuntiss por un fale, y revlusionatioe mate Shue, Kninitas y Wotskistas por el oro, 40 Los anarco-comunistas no niegan la necesidad de una coor dinacién entre los grupos, a los efectos disciplinarios, o para un planteamiento meticuloso y cierta unidad d= accién. Pero consideran que la coordinacién, 1a disciplina, la planificaci6n y la unidad de accion deben surgir vohontariamente, a través de una autodisciplina nutrida por la conviccién y 1a com- prensién, y no por Ja coaccién ni por una obediencia clega a jas érdenes superiores. La eficacia que se supone privativa del centralismo, ellos se proponen obtenerla sin recurrir a una estructura jerérquica centralizada..En funcién de distin- tas necesidades 0 circunstancias, los grupos de afinidad puc- den lograr eficacia por medio de asambleas, comités de ac- cid y conferencias locales, regionales © nacionales. Pero se oponen enérgicamente al establecimiento de una estructura organizativa que pudiera convertirse en un fin en si misma, ge comités que se perpetuian después de que sus objetivos practicos estén agotados, de una «vanguardiay que haria del erevolucionario» un simple robot. Estas conclusiones no son cl resultado de impulsos «indi- vidualistas» y volitiies: muy por el contrario, emergen de un'estudio preciso de fas revoluciones del pasado, del impac- to que los partidos ccntralizados han tenido sobre el proce: so revolucionario y de Ia naturaleza del cambio social en una era de abundancia potencial, Los anarco-comunistas tratan de preservar y extender la Jase andrquico que abre todas las grandes revoluciones sociales. Aun més que los marxistas, Consideran que las revoluciones son e! fruto de profundos procesos histéricos. Ningtin comité central chace» una revolu- cidn; en el mejor de los casos puede orquestar un golpe de estado, cambiando una jecarquia por otra; en el peor, es ca- paz de detener un proceso revolucionario, si ejerce una in- fluencia mas © menos extensa. Todo comité central ex un érgano para la toma del poder, para recrear cl poder: se apropia de lo que las «masas» han obtenido con su propio esfuerzo revolucionario, Hay que estar ciego a todo Io octt- rrido durante los das ‘ittimos siglos para no reconocer estos hechos. En el pasado, los marxistas han podido formular tn plar- teamiento intetigible (aunque no por eso valida) sobre la ne- cesidad de un partido centratizado, porque la fase anirguica 41 (Escucha, marxistat de la revolucién se agotaba al chocar contra la escasez mate- rial. Econémicamente, las «masas» debian volver siempre a su esforzado trabajo de toda la vida. La revolucién cesaba a las diez de la noche, al margen de las intenciones reaccio- narias de la Gironda en 1793; el bajo nivel tecnoldgico Ia de- tenfa. Hoy en dia, esta excusa’ ha sido eliminada por el des: arrollo de una tecnologia de abundancia, especialmente en Jos EE.UU. y Europa occidental. Se ha ilegado a un punto en que las «masas» pueden comenzar a expandir drasticamen- te el «reino de la libertad» en el sentido marxista, adquirien- do el tiempo libre que supone un ejercicio superior del auto- gobierno. Lo que demostraron los acontecimientos de mayo-junio en Francia no es la necesidad de una conciencia mayor entre _ las «masas». Paris demostré que se necesita una organizacion que difunda sistematicamente ideas: y no sdlo ideas, sino ideas que promiuevan el concepto de auto-gobierno. A las «masas» de Francia no les falté un Lenin que las «orsanizara» © dirigiera, sino la conviccion de que podrian haber gestiona. do las fabricas, en lugar de limitarse a ocuparlas. Es notable que ni un sol» pertide de tipo bolchevique haya alzado, »n Francia, la bandera del auto-gobierno. Sélo los anarquistas y situacionisis plantearon esta reivindicacién. Existe a necesidad de una organizacién revolucionaria, pero suis funciones deben estar siempre claras. Su primer objetivo es la propaganda: «explicar pacientementes, como decfa Lenin. En una situacién prerrevolucionaria, la organi- zacion revolucionaria presenta las exigencias mas avanzada: esté en condiciones de formular, ante cada nuevo giro de los acontecimeintos y en forma concreta, el objetivo inme. diato en la linea del proceso revolucionario. Suministra los elementos més eficaces para la accién y la elaboracién de decisiones en los érganos revolucionarios. ¢En qué difieren, entonces, los grupos anarco-comunistas del tipo bolchevique de partido? No, por cierto, en cuestiones como Ja necesidad de una organizacién, de cierto planteamien, to, para le coordinacién del esfuerzo, de la propaganda en todas sus formas o de un programa social. Fundamentalmen. te, difieren del partido bolchevique en su creencia de que los revolucionarios genuinos deben funcionar dentro del marco 42 de las formas creadas por la revolucién, y no dentro de las formas creadas por el partido. Esto significa que estan com- prometidos con los érganos de autogobierno revolucionario, y_no con la «organizacién» revolucionaria; con formas so- ciales, no politicas. Los anarco-comunistas no intentan insta- lar una estructura estatal sobre estos érganos populares revolucionarios sino, por el contrario, disolver todas las for- mas organizativas del period prerrevalucionario (incluyendo a las suyas propias) en el seno de estos organismos genuina- mente revolucionazios, Las diferencias son fundamentals. A pesar de su reto- rico y sus slogans, los bolcheviques rusos jams han creido en los Soviets; los consideraban meros instrumentos del Par- tido Bolchevique, actitud que los trotskistas franceses imita- ron fielmente en sus relaciones con la asamblea estudiantil de Ja Sorbona, asi como los maoistas franceses con los sindi- catos, y los grupos de la Vieja Izquierda con el movimiento americano Students for a Democratic Society (SDS). Hacia 1921, los soviets estaban pricticamente muertos; el Buré Po- litico y ei Comité Central del Partido Bolchevique tomaban todas las decisiones. Los anarco-comunistas no solo se pro- ponen evitar que los partidos marxistas vuelvan a hacer est también tratan de impedir que su propia organizacién legue a jugar un papel similar. Por lo tanto, evitan cuidadosamente toda emergencia de elementos burocraticos, jerarquias o éli- tes dentro del movimiento. No menos importante es su in- tento de rehacerse « si misinos: erradican de sus propias per- Sonalidades todo rasgo autoritario o inclinacién elitista de los que se asimilan desde la cuna cn Ia sociedad jerarqui- ca. El movimiento anarquista no sélo acttia en el plano de los estilos de vida en beneficio de su propia integridad, sino en funcién de la misma revolucién *. Ante las desconcertantes encrucijadas ideolégicas de nues- * Cabe sefislar que este e$ el sentido det dadaismo anarquista, al excentric cidad anarquica que taata consternacion produce en Ia gente del PLP. Esta excentricidad anarqui:a se propone despedtzear los valores heredados de Ia so. edad jerdrquica, hacen estallar 1as rigideces instauradss por el proceso de s0c! Hizaci6n burguesa. En oocas palabras, se trata de un intent de nuptuca del super yo, que tiene un electo paralizante sobre la espontaneidad, la imozinacion y Ia sensibilidad, y de restaurar el sentido del deseo, de lo maravillosn de lo Posible, de la rovolucion como festival jubiloso y liberador. 43 iEscucha, marxistal tro tiempo, hay una pregunta de fondo que deberia estar siempre presente: ¢Para qué diablos estamos tratando de hacer una revolucién? ¢Para recrear la jerarquia, agitando ante los ojos de la humanidad el suefio confuso de un futuro de libertsd? ¢Para impulsar el desarrollo tecnolégico, crean- do una abundancia de bienes atin mayor que la actual? ¢Para «igualars a la burguesia? ¢Para Hevar al poder ai PL? 20 al Partido Comunista? ¢O a! Partido Socialista Obrero?* ¢Se trata de emancipar abstraciones como «E} Proletariado», «EL Pueblo», la «Historia», la «Sociedad»? ¢Q se trata de disolver, finalmente, la jerarquia, la domi- nacion de clases y la opresién: de que cada individuo tome el control de su vida cotidiana? ¢Se trata de hacer de cada momento una experiencia mara- villosa, y de la vida de cada individuo’ una realizacién inte- gral? Si el verdadero propésito de la revolucién es instalar a Jos hombres de neanderthal del {PL en el poder, no creo que merezca la pena. Es innecesario @iscutir el problema absurdo. de si el desarrollo individual puede separarse de la evolucién social y comuns!; obviamente ambos van juntos, La hase de un ser bumanc total es una sociedad integral; la base para un hombre libre es una sociedad libre. Al margen de estas cuestiones, alin debemos responder a la pregunta que Marx se planteaba ya en 1850: ¢Cuando co- menzaremos a tomar nuestra poesia del futuro en lugar de robar'a al pasado? Debemos dejar que los muertos entierren a sus muertos. El marxismo esti muerto porque tiene sus raices en una era de escasez, cuyas posibilidades estaban li- mitadas por la privacion material. El mensaje social mds im- Portante del marxismo consiste en que la libertad tiene ciertos prerrequisitos materiales: debemos sobrevivir, para vivir, Con el desarrollo de una tecnologia que ni la ciencia- ficcién ms audaz pudo imaginar en tiempos de Marx, ha venido a plantearse ante nosotros la posibilidad de una socie- dad post-escasez. Todas las instituciones de la sociedad de apropiaciéa —dominacisn clasista, jerarquia, familia patriar- sul, burocracia, ciudal, Estado-- estén agotadas. Hoy, la des- * Progressive Labor Party: (PLP también PL) y Socialist Workers Party aside Sucstisn Obrero en esta traduccion) son gruplscuas de 1s inquirda sorteamericana.—W, del T. 44 pontancidad es necesaria para que la revoluciin social ponga 8 cada individuo al timén de su determinacién, e} inyperialismo y la miseria; y to mismo pu do. docirse, por Gea aes tn gobestees to ! | ral— cstaremos combatiendo las premisas de la dominacién clasista, Por primera vez en ta historia, ta fose andrqutca que ludé el principio de todas las grandes revoluciones det sado pucde scr preservada come cendicién permanente, gra jEscucha, marxist. tuciones revolucionarias? <0 edificaremos un partido bur cratico, centralizado, jerarquizado, que intentaré dominar las, suplantarlas y finalmente destruirlas? Escucha, marxista: la organizacién que intentamios con: truir es el tipo de sociedad que creara nuestra revolucié: Si no sepultamos al pasado —en nosotros mismos, asi com: dentro de nuestros grupos— no tendremos nada que ganai en el futuro. Sobre los grupos de afinida La expresién inglesa «affinity group» es la traduccién d grupo de afinidad*, nombre que designaba en Espaiia a célula basica de la Federacién Anarquista Ibérica, reducto d los militantes mas idealistas de la CNT, la inmensa central anarco-sindicalista. No creo conveniente ni posible imitar lo métodos y organizaciones de la FAI. Los anarquistas espa: fioles de los afios treinta afrontaban problemas totalmente diferentes a los que actualmente encaran los anarquistas nor teamericanos. El grupo de afinidad, en tanto que organisino, posee sin embargo algunas caracteristicas aplicables a cual- quier situacién social: las reconocemos en las formas adop- tadas intuitivamente por los radicales americanos, bajo el nombre de «comunas», «familias» y «colectivos». El grupo de afinidad podria definirse como un nuevo tipo de familia ampliada, en la cual los lazos de parentesco son reemplazados por relaciones humanas profundamente empa- ticas, que se nutren de unas ideas y una practica revolucio- naria comunes. Mucho antes de que el término «tribu» co- nociera su actual popularidad en la contracultura america- na, los anarquistas espafioles se referfan a sus congresos como asambleas de las tribus. Deliberadamente, cada grupo de afinidad conservaba sus reducidas dimensiones, para ase- gurar la maxima intimidad posible entre sus miembros. Direc- tamente democratico, comunal y auténome, cl grupo combi- naba la teoria revolucionaria con un estilo revolucionario de vida cotidiana, Creaba un espacio libre donde los revolucio- * En espafiol en el original, —N. det T. 46 narios podian reconstruirse a si mismos, como individuos y como seres sociales. Los grupos de afinidad tenian la funcién de actuar como catalizadores en el contexto del movimiento popular, pero no se consideraban su «vanguardia»; provefan iniciativa y con- ciencia, no un «equipo dirigente» ni una «jefatura». Por sus caracteristicas, el grupo de afinidad tiende a actuar en una forma molecular. La coordinacién de esfuerzos 0 su eventual separacién depende de las situaciones que se van presentan- do, no de las érdenes burocraticas de un lejano centro de co- mando. En casos de represién politica, los grupos de alinidad resultan altamente refractarios ala infiltracion policial. Da- das unas intimas relaciones entre los, participantes, los gru- pos suelen ser dificiles de penetrar y, cuando Ia infiltracion se produce, no existe ningtin aparato central que pueda rev Jor al infiltrado la estructura de todo el movimiento. En las condiciones més severas, los grupos siguen mantcniendo contacto entre si, por medio de sus periddicos y publica- iciones. Por otro lado, durante periodos de actividad intensa, nada impide a los grupos de afinidad trabajar en estrecha union, en la exacta medida en que asi lo requiera la situacién espe- cifica, Pueden federarse con toda facilidad, a través de’asam- pleas locales, regionales 0 nacionales, para formular una po- Jitica comtn; pueden, también, crear comités de accién tem- porales (come los estudiantes y obreros franceses de 1968) coordinando tareas especificas. Pero, ante todo, los grupos de afinidad estan arraigados en el movimiento popular. Deben fidelidad a las formas sociales creadas por el pucblo revolu- cionario, y no a una burocracia impersonal. Debido a su auto- nomia y localismo, los grupos conservan siempre una marca da sensibilidad a toda posibilidad nueva. Intensamente expe- rimentales y con muy variados estilos de vida, se estimulan mutuamente, ¥ estimulan al movimiento popular. Cada grupo trata de obtener los recursos necesarios para funcionar esen- cialmente por sus propios medios. Cada grupo elabora su pro- pio cuerpo global de conocimiento y experiencia, con el ob- jeto de superar las limitaciones sociales y psicoldgicas que 1a Sociedad burguesa impone al desarrollo individual. Cada gru- po, como nucleo de conciencia y experiencia, trata de impwl- 47 Se j MOTAS 23.< Marl Marx. Bl 16 Brumerio de Luis Lenin Libray, vol. II (International - Publishers, ait 1932), pég. 37 30.= Citado por Leén Trotsky en su His. toria de ls Revolucién Rusa, Zero,1973 Sl.« ¥.¥.Osinaky “On the Building of Socdialisa” citado por R.V. Daniels, The eonscieseie of the revolution (Harvard University Press; Cambridge, 1960)pags. 32.= Robert G. Wesson, Soviet Communes (Rutger University Press; New Brumswich N.d., 1963) pég. 110. 33. R.V. Daniels, op. cit., p&g, 145. (3a) Moses Levin, Lenin;s Last 7 (Pantheon, B.J.,1968) Pag.122 ee (Intarostiona Publisher, 3.J. “19ko oa 7 ing, Anti-During, Ciencia Ste Hegel, op. itn. pamnle

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