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Solía ofrecer una explicación del fenómeno simple y contundente, mil veces
repetida en su estilo refranero. También en su estilo daba una explicación
incompleta: "No es que nosotros seamos buenos, es que los que vinieron después
fueron peores".
Hubo bastante más que eso en el proceso por el cual Juan Domingo Perón, un
coronel del Ejército con pasado reiteradamente golpista (1930 y 1943), con
formación y experiencia política marcadamente elitista, se convirtió en el más
importante, más duradero líder popular, líder de masas, de la historia argentina.
También muchos de los que lo habían odiado y combatido, y casi todos sus hijos.
Y lo lloraban todavía más sobrecogidos los que sabían que esa muerte era una
confirmación definitiva del enfrentamiento implacable de dos bandos que
invocaban su nombre y su herencia política.
Para alcanzar esa dimensión, para encarnar bisagras en la historia, Perón había
recorrido un largo camino desde su nacimiento, en 1895, en Lobos, según la
historia oficial. O en 1893, en la vecina Roque Pérez, como hijo natural de Tomás
Perón y la india tehuelche Juana Sosa, según una investigación bastante
contundente de Hipólito Barreiro.
Hasta 1941, fecha de su retorno de una misión oficial de dos años en la Italia
fascista, su relación con la política extracastrense sólo había sido circunstancial.
Según su propia confesión, se había identificado como casi todos los oficiales de
Ejército con el golpe con el que el general José Evaristo Uriburu derrocó en 1930
a Hipólito Yrigoyen, el mismo Yrigoyen al que después reivindicaría como la
expresión del antecedente político más próximo al de su propio modelo de país.
Incluso llegó a ser durante unos meses secretario privado del general Francisco
Medina, el ministro de Guerra de Uriburu.
Pero en la Argentina del 41, con una Segunda Guerra de suerte todavía indefinida
como contexto global y en los estertores de la "Década Infame", como contexto
nacional, el tema del poder era el único que importaba, el único que se imponía.
El aplicado alumno del estratega alemán Carl von Clausewitz entendió que en la
Argentina, en medio de la guerra, era hora de volver a la política por sus propios
medios, por sus medios naturales.
Ya, para entonces, las resistencias argentinas a las presiones aliadas para que se
involucrara en la guerra habían frenado la llegada al país de productos industriales
europeos, sobre todo británicos.
Perón fue uno de los argentinos que mejor entendió la etapa, que mejor "cabalgó
la historia"
Desde allí, Perón construyó lo que sería su base fundamental de apoyo social, los
trabajadores organizados y, en aquel proceso dialéctico, generó también una
identidad política y de lucha de la clase obrera argentina que la expresó por
décadas y explicó a la vez casi todas sus mejores conquistas y algunos de sus
peores fracasos.
Los casi 10 años de los dos primeros gobiernos de Perón, a través de una gestión
con algunos rasgos autoritarios, fueron los parteros de la sociedad más
democrática de América latina, en términos de distribución del ingreso,
integración y movilidad social y reparto social de los espacios de representación y
poder institucional. Una organización social que sólo pudo revertir el trabajo
—sangriento en muchos de sus tramos— acumulado de varias dictaduras militares
y de algunos gobiernos constitucionales, con especial éxito, en este caso, de uno
surgido del Partido Justicialista, el de Carlos Menem.
Lo que vino después del golpe que lo derrocó el 16 de setiembre de 1955 fue el
inicio de los intentos de terminar con "el hecho maldito del país burgués", según
una de las caracterizaciones del fenómeno peronista imaginada por Cooke.
Su retorno al país, en noviembre de 1972, fue posible en gran medida por la lucha
de los sectores revolucionarios del peronismo, con métodos bien diversificados
que incluyeron una respuesta a la militarización de la política —otra vuelta de
tuerca para el discípulo de Clausewitz— impuesta por los regímenes militares y
sus estrategias represivas.
Pero el Perón ya anciano de su último y breve gobierno no era un líder socialista.
Aunque el 12 de junio de 1974, en aquella última aparición pública en la Plaza de
Mayo, previa a su muerte, demostró que tampoco era el líder de una entente
empresario-sindical a la que expresamente desautorizó como su pretendida
heredera.
Por las cosas buenas que hizo —y no por sus errores— un día de septiembre de
1955 fue derrocado. Allí comenzó un exilio que se prolongó durante casi dos
décadas a lo largo de las cuales siguió ocupando el centro de la escena. Acumuló
entonces el odio de los poderosos de siempre, la lealtad exacerbada de los más
fieles, la ingratitud de quienes pensaban en un peronismo sin Perón y el ensueño
de unos jóvenes que veían en él al único impulsor real del cambio.
Volvió a la Patria como un último gesto de entrega. Lúcido pero agobiado por los
años, enojado con los jóvenes y engolado por los obsecuentes, lejos estuvo de
protagonizar el proceso transformador pendiente que tantos añoraban por
entonces. Y así murió. Ese día millones de argentinos lo lloramos sintiendo que se
esfumaba la última esperanza, temerosos por saber de todos los espacios que con
su ausencia quedaban vacíos. Sabedores, tal vez, de que la realidad no ha sido
generosa a la hora de ofrecer líderes capaces de encabezar el cambio que millones
de marginados aún esperan.
Yo lo conocí
Alejandro Romay
Claudio Savoia.
csavoia@clarin.com
Cincuenta años le llevó a Juan Domingo Perón convertir un origen pobre y vacío
de futuro en la semilla que se pudriría en la Historia para alumbrar al líder
argentino más popular de todos los tiempos. La biografía de aquellos, sus años
desconocidos, rebosa de misterios, leyendas y senderos que se bifurcan hasta
perderse, hasta chocar contra algún testigo, contra algún documento que desmiente
o corrige un acto, un diálogo. Los hechos, entonces, podrían haber sucedido así:
La historia oficial asienta el nacimiento del ex presidente el 8 de octubre de 1895
en Lobos, pero en el 2000 el historiador Hipólito Barreiro atrajo la atención
diciendo que Perón había nacido el 7 de octubre de 1893, en un rancho de las
afueras de Roque Pérez. El propio general lo habría reconocido en privado a varias
personas. No hay discusiones, en cambio, en señalar al futuro presidente como un
hijo ilegítimo: sus padres Mario Tomás Perón y Juana Sosa no se casaron hasta el
25 de setiembre de 1901. Dos años después la familia partió hacia la Patagonia
para administrar campos. Pero desde 1904 Juancito ya no acompañó esas
vacilaciones.
Otros planes tenía para él su abuela paterna, Dominga Duteil, artífice del
volantazo que separó a Juan Domingo de la suerte familiar y autora de la mayoría
de los maquillajes que soportó la primera parte de su biografía. Ella fue la
fogonera de su ingreso al Colegio Militar: el Ejército era el mejor pasaporte para
devolver a los Perón al escalón social que había alcanzado su abuelo, el médico
Tomás Liberato, y del que había descendido su padre.
Yo lo conocí
Froilán González
En 1948 se realizó la carrera Buenos Aires
Caracas, una idea del general para unir a los
pueblos de Sudamérica. Lo conocí en la
Casa Rosada, cuando él nos convocó para
desearnos suerte. A partir de allí fuimos
grandes amigos. Un gran hombre, muy
humano.
EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX
Los vínculos de vida y muerte con Italia
Julio Algañaraz. ROMA. CORRESPONSAL
jalganaraz@clarin.com
Un somero análisis de las tres mujeres— Aurelia, Eva e Isabel— de Perón nos
conduciría a inclinarnos por la alternancia y no por la similitud: la apagada Aurelia
Tizón y la arratonada María Estela Martínez eran la contracara exacta de la
resplandeciente Eva Duarte.
Sin embargo, aunque el parecido entre las tres no salte a la vista, algo en común
tuvieron. En primer lugar, su necesidad : los tres casamientos de Perón
correspondieron a momentos en los que él necesitaba a una mujer con
determinadas características, variables según la ocasión. Y en segundo lugar, por
extraño que parezca, lo que equiparó a las tres ante sus ojos fue la opacidad. En
esta obra Perón no le asignó a Aurelia un papel lucido, Evita se le escapó de las
manos al relumbrar demasiado, e Isabelita se mantuvo en una semipenumbra
originada en su propia grisura y en los atinados consejos de López Rega.
Pero para Perón, en el fondo, las tres eran opacas porque el único brillante era él.
Su casamiento con Aurelia Tizón en 1929 correspondió a una etapa en la que se
veía obligado a mostrar que tenía mujer : sus camaradas de armas se sorprendían
de su escaso interés por las frecuentaciones femeninas. Le hacía falta una esposa
que abultara poco mientras él trabajaba.
Isabelita sólo fue el agente de enlace entre Perón y López Rega, un puente hacia el
mucamo meloso que le servía rituales mágicos al indiscutido patrón.
Luces y sombras de un dirigente
Raúl Alfonsín.
Ex Presidente de la Nación.
Pero, también:
Matilde Sánchez.
msanchez@clarin.com
Buenos Aires, 1929. Juan Perón se casa con una jovencita apodada Potota.
Sabemos de Aurelia Tizón que pintaba acuarelas y retrató a su marido en un óleo y
que lo fogueó como enfermero de su cáncer ginecológico. Murió en 1938. Ocho
meses después, el viudo partió a una Europa cuya geografía reencontraría en el
exilio, transfigurada.
El 15 de enero de 1944, un terremoto sacude a San Juan. Por entonces Eva Duarte
ya protagonizaba un exitoso ciclo radial que difundía biografías femeninas. En su
estudio, Marysa Navarro ha destacado que la denigración de la carrera artística de
Eva es posterior a su ascenso político. Mientras, el coronel había transformado la
Dirección de Trabajo en una activa secretaría de Estado. Se conocieron esa misma
semana. La primera charla formal se produjo el 22 de enero, durante el gran
evento de beneficencia en el Luna Park. De ahí se fueron juntos esa noche.
Semanas después Perón y su "chinita" ya se fotografiaban como pareja.
IZQUIERDA. CON SU PRIMERA MUJER, AURELIA TIZN,
CON LA QUE CONTRAJO MATRIMONIO EL 5 DE ENERO DE 1929.
(Foto: Archivo General de La Nación)
Una capa de ese interminable milhojas —en este caso la propaganda sindical,
refrendada por el propio Perón— revistió de heroísmo la tensa y discreta espera de
Evita durante el 17 de octubre. El pacto entre ambos quedó sellado con la boda, el
22 de octubre.
Si una palabra puede definir la vida de Evita es el trabajo: sobre sus deseos y
ambiciones, sobre la realidad —el trabajo incesante contra sus enemigos y a favor
de su electorado—, el trabajo sobre su propia imagen. Trabaja para su cáncer y su
mito, se niega a una operación, su discurso obrerista hace harapos de los primeros
atributos del glamour. Laica consagrada al ministerio de una fe -¡Perón, Perón!-,
entrega una de las pocas imágenes heráldicas de Argentina: un perfil clásico, de
nariz fuerte y chignon a la nuca que serán calcado para la urbanización Ciudad
Evita, cuyo plano proyecta al espacio su cabeza. Es un perfil apto para una
moneda: el valor de una Evita en peso para el obrero argentino. Su enfermedad —
y luego el secuestro de su cadáver, que es el suplicio que la hace santa— encuentra
su contrario en la debilidad de carácter de Isabelita.
En contraste con una Evita capitana, Isabel es "una mujer bajo influencia": no
trabajó en nada, fue trabajada por "las fuerzas". Su debilidad fue trágica para los
argentinos, no menos que la sangrienta impaciencia de quienes no usaron la
Constitución para derrocarla, junto con toda su corte de demonios. Los años nos
devolverían a una viuda española adulada con patéticos bouquets, que repetía ante
las cámaras con gritos histéricos: "¡No me atosiguéis, no me atosiguéis!".
Yo lo conocí
Chunchuna Villafañe
El norte siempre estuvo dado por la dimensión doméstica, antes que por la
búsqueda de influencia externa. La proyección internacional del país fue clásica en
el sentido de que Perón la empleó para ganar espacio para su programa de
transformación interno —modernización productiva con eje en la industrialización
y de las relaciones sociales a través de una radical redistribución del ingreso—
sabiendo que en el mundo posterior a la II Guerra Mundial era posible para un país
intentar casi cualquier cosa, menos ignorar sus reglas de juego.
Otro rasgo particular del examen retrospectivo de la política exterior del primer
período peronista es cierta capacidad de anticipación de las condiciones del futuro.
La búsqueda de acuerdos estructurales con vecinos considerados tradicionales
rivales de la Argentina —la promoción de un "ABC" (Argentina, Brasil y Chile)—
sugiere también que fue en aquella década en que Buenos Aires percibió por
primera vez un horizonte en el que las naciones verían severamente limitadas sus
capacidades individuales para promover sus intereses en el mundo y en el que la
asociación política y económica entre pares se convertiría en la respuesta al
interrogante de la viabilidad. De esta visión se nutre el actual Mercosur.
Pero hubo un tercer hecho —no menos significativo aunque no tan conocido—
que confirmó esa propensión de Stalin por la Argentina de Perón y fue la decisión
del soviético de asignar una de las mejores dachas existentes —un verdadero
privilegio que no tuvo ningún otro país latinoamericano— para que viviera el
recientemente nombrado embajador argentino en la Unión Soviética, el bloquista
sanjuanino Federico Cantoni. Hay que recordar que la Argentina congeló las
relaciones diplomáticas con el Kremlin a partir de la Revolución de Octubre de
1917, y que fue Perón, casi tres décadas después, en 1946, quien las reaunudó.
Sobre la dacha dijo Federico Bravo: "Cuando llegamos, en 1947, había todavía
restos de tanques alemanes en los suburbios. Moscú había sido ferozmente
bombardeada. Casi no había edificios. Nosotros éramos una embajada grande, 25
personas. A Don Federico lo ubicaron en un piso del Hotel Nacional, cerca de la
Plaza Roja y el resto fuimos a otro hotel. Cuando Stalin supo que Cantoni no tenía
residencia, asignó una casa de campo para él. Está en un lugar de ensueño llamado
el "bosque de plata" con árboles de 200 años. La casa es lindísima. Había
pertenecido a Japón pero como en la II Guerra Mundial fue enemigo de Rusia, se
la habían sacado."
"El viaje fue una aventura" remata. "Salimos desde Buenos Aires en el barco
''Buena Esperanza'' hasta Nápoles. En otra nave fuimos por el Mediterráneo y el
Mar Negro hasta Odessa y, de ahí, en tren hasta Moscú en un viaje que duró dos
días."
EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX:
ASCENSO Y CAIDA DEL PRIMER PERONISMO (1945-1955)
Tiempos del Estado protector,
la justicia social y la censura
María Seoane.
mseoane@clarin.com
Durante el primer gobierno, entre 1946 y 1952, los beneficios obtenidos por la
clase obrera aventajaron sustancialmente a todos los obtenidos hasta entonces. La
afiliación a los sindicatos fue masiva, y en esa tarea colaboró decisivamente Evita,
cuya relación con los trabajadores, los pobres y las mujeres pulverizó cualquier
previsión para un líder político de entonces. Su principal trabajo social lo realizó
desde la Fundación Eva Perón, dedicada a la beneficencia, el otorgamiento de
subsidios, el apoyo a instituciones de la niñez y la donación de mobiliario,
vestimentas y otros productos de primera necesidad. Pero Eva no fue solamente
"la abanderada de los humildes". También jugó un papel fundamental en el acceso
de las mujeres a la vida política al impulsar el voto femenino en 1947.
Es Evita la que lleva la pelota al centro del campo, porque Perón está ocupado en
el gesto que lo sobrevivirá: ojos clavados en la multitud, cabeza recostada seis
grados y brazos al cielo, casi tocando las nubes que pispean la flamante cancha de
Racing esa tarde de 1949. El los abraza, él los cuida, él se encarga.
El libro infantil Alelíofrecía lecturas como ésta: "El domingo mi papá me llevó al
campo. ¡Cómo me divertí! Anduve a caballo casi todo el día. En todas las casas vi
vacas, bueyes, gallinas, pollos, gallos, patos... Los campesinos están contentos con
Perón".
La revista PBT dibujó en la tapa una caricatura de Evita vestida como hada
madrina, abrazada a tres chicos y un anciano. Ella los cuida, ella se encarga.
Cuando la "Jefa Espiritual de la Nación" murió, la provincia de La Pampa llegó a
llamarse Eva Perón". Siempre el sello, había que marcarlo a fuego en los
corazones. La Fundación Eva Perón, los Campeonatos Evita, el Plan Agrario Eva
Perón.
El período de 13 años que pasó Perón en España fue el escenario muchas veces
dramático de una larga lucha para superar desde el exilio el peligro de un ocaso de
su carismático liderazgo popular y el mantenimiento de su hegemonía en el
movimiento peronista. La conducción de Perón fue jaqueada por el
"neoperonismo" y el creciente poder de la llamada "burocracia sindical", cuyo
máximo exponente fue Augusto "El Lobo" Vandor. Las Fuerzas Armadas, que
habían protagonizado el golpe contra Perón en setiembre de 1955, se convirtieron
durante todos estos años, a través de sucesivos gobiernos civiles y militares, en las
garantes de la ilegalización del perónismo. Esta exclusión de los sectores
populares selló a fuego la tragedia argentina, y orientó las diversas iniciativas
desde Madrid, fundamentales para su retorno al poder.
Esta fue la legendaria sede de múltiples cónclaves que, a medida que pasaba el
tiempo y se consolidaba el poder de Perón y el peronismo, reunía a numerosos
políticos, sindicalistas y diversos personajes acompañados de algunos periodistas.
Poco pudo hacer Gelbard (un "topo" del Partido Comunista; ver recuadro), para
contrarrestar esta ofensiva. Gelbard tenía el apoyo de Perón, pero no contaba con
la simpatía de López Rega, también ministro de Bienestar Social y creador de la
organización terrorista de ultraderecha Triple A, que se dio a conocer
públicamente con un atentado contra el diputado radical Hipólito Solari Yrigoyen,
que salvó su vida por milagro. La Triple A empezó a amenazar a políticos
progresistas y a figuras del ambiente artístico, muchas de las cuales tuvieron que
exiliarse.
Perón había ganado las elecciones el 23 de septiembre con el 62 por ciento de los
votos. Sin embargo, con un respaldo tan masivo y con un radicalismo debilitado,
el viejo caudillo no pudo tomar las riendas como en su época de esplendor. Entre
los sectores ortodoxos de su movimiento y los revolucionarios que aspiraban a la
"patria socialista", el jefe justicialista optó por los primeros. Su proyecto político
no pudo cuajar. De nada valió su muy buena relación con el jefe del radicalismo,
Ricardo Balbín, que a diferencia de las dos primeras presidencias de Perón—
cuando la UCR fue enemiga acérrima del líder peronista—, intentó una política
conciliadora. El general, además, tenía los días contados. Su muerte, el primero de
julio de 1974, precipitó el golpe militar de marzo de 1976. Su viuda, Isabel, lo
sucedió en el Gobierno. López Rega gozó de un poder breve pero terrorífico. La
guerrilla siguió golpeando, y las Fuerzas Armadas se prepararon para tomar el
poder. El ministro de Economía de Isabel, Celestino Rodrigo, anticipó con su plan
económico el proyecto que impondría, unos meses después, José Alfredo Martínez
de Hoz. El "rodrigazo" redujo los salarios e intentó terminar con una legislación
laboral, hija del peronismo. La reacción que produjo su plan hizo caer a López
Rega, pero abrió el camino a los militares.
Enfundado en su grueso sobretodo, con dificultades para respirar, el general
escuchó el 12 de junio de 1974 los aplausos y los vivas de sus partidarios, reunidos
como siempre en la Plaza de Mayo. "Mi único heredero es el pueblo", dijo. En esa
tarde helada, el último Perón se despedía de su pueblo.
EZEIZA. EL 20 DE JUNIO DE 1973, DIA DEL REGRESO DE PERON, SE ENFRENTARON TRAGICAMENTE LA DERECHA
Y LA IZQUIERDA DEL PERONISMO. (Foto: Archivo Clarín)
Estar "fuera" de todos los conflictos (fuera del país, fuera del escenario) le
permite no elegir, no ser parte de las pasiones, sino ser el "Padre Eterno" que,
amparado en el mito y la distancia, en la des-historización, las controla, orienta el
caos y le da una dirección unívoca: derrotar al enemigo.
Maneja, así, todas las contradicciones. Lo que implica avalar, legitimar todas las
fuerzas que se pongan a sus "órdenes". Conduce (más que nunca, desde la patria
del mito, desde la no-historia) el desorden. Agrede con todas sus piezas. Su
"ausencia" lo hace Dios: el pueblo lo ama y lo espera, con su regreso vendrá la
redención. Sus conducidos, obedecen. Ellos forman parte de la historia, el
"conductor" no.
El conductor (con la fría lucidez de la lejanía, sin pasiones que lo enturbien) los
maneja como fichas. Para esto, los "duros". Para esto, los "dialoguistas". Para esto,
los "políticos". Para esto, las "formaciones especiales". Para esto, los "sacerdotes
del Tercer Mundo". Para todo, para la "totalidad", yo. Ocurre, sin embargo, lo
único que podía quitarle sus poderes mágicos. Regresa, vuelve. Mito que vuelve,
mito que se historiza. Mito que se historiza, mito que muere. El avión no es negro.
Al Mago, de cerca, se lo ve viejo y cansado. Y el espectacular des-orden que
desató y controló desde la lejanía es, en el escenario de las pasiones, incontrolable.
Perón, ahora, es uno más. No totaliza el caos, forma parte de él. No controla el
desorden, lo padece. En medio de este "delirio báquico", propone el tiempo y no la
sangre. Pero es tarde. Todas las fuerzas que desató desde el mito y no puede
controlar desde la historia, quieren sangre. Y él, impotente, acaso atónito, ya no
tiene tiempo. Hizo entonces lo único que verdaderamente hizo, lo que hizo el
exacto día en que regresó. Hizo lo que había venido a hacer y él, que creía saberlo
todo, ignoraba: morirse.
Los sueños de
un país de iguales
María del C. Feijóo. Socióloga
Se exilió con una fortuna colosal; acosó sexualmente a las estudiantes nucleadas
en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES); fue un agente nazi; ordenó a su
Policía que secuestrase chicos para sacarle la sangre que necesitaba una Evita
moribunda; era tan desalmado que no asistió al velorio de su madre; nunca pudo
superar su impotencia sexual; falsificó su fecha de nacimiento; inventó que
regresaría a la Argentina en un extraño avión negro.
No existe un líder popular que pase por la vida sin generar mitos, leyendas,
historias maliciosas, ominosos secretos. El general Perón no fue una excepción,
mucho más en una sociedad polarizada que durante el primer peronismo enfrentó
con encarnizamiento a peronistas y a antiperonistas.
Después del golpe militar que en setiembre de 1955 derrocó al peronismo, las
historias que rodearon a Perón tuvieron gran eco entre los "contreras".
Muchos de esos anatemas nacieron en los teatros Maipo y Nacional, con sus
famosas "revistas", donde una platea de clase media festejaba los chistes
antiperonistas, mientras Nélida Roca y otras vedettes mostraban sus físicos
espectaculares.
Uno de los temas recurrentes en esos escenarios fue la supuesta relación que el
general habría tenido con una estudiante de 15 años, Nelly Rivas, que se jactó en
varios reportajes de haber sido la "única pasión" del general.
En los barrios populares se fantaseaba con la llegada de un avión negro que
traería de vuelta al general. Tal vez éste haya sido uno de los mayores mitos del
peronismo.
Pablo Calvo.
pcalvo@clarin.com
Lo planchó apenas unas 150 veces. Angel, el papá, lustró los zapatos. Y el
peluquero le hizo un corte al ras, sin sospechar que tallaba para la posteridad.
—Gracias, General.
—No, muchacho, gracias a vos, me hacés muy feliz. ¡Te felicito!. Seguí
portándote así toda la vida.
Cuando el nene aterrizó de las nubes, se activó otro reloj. En junio de 1955, la
plaza de la foto fue bombardeada. En setiembre, Miguelito se quedó sin
primavera: tuvo que escaparse por una ventana del aula de sexto grado. Ni le
habían enseñado geometría y ya se topaba con los paredones obtusos de la historia
argentina. Su anécdota sagrada, diría Alejandro Dolina, fue rociada con el Licor
del Olvido.
MOZO. EDUARDO POMPILIO TRABAJO EN LA CASA ROSADA DESDE 1945 HASTA 2001. FUE QUIEN
SIRVIO SIEMPRE A PERON EN EL GOBIERNO. (Foto: Leo Vaca
"Perón pedía un cafecito, y del cafecito tomaba la mitad. Se cuidaba mucho, no era
un hombre vicioso. De vez en cuando me pedía un cigarrillo, pero daba dos
pitadas y lo tiraba. Fumaba Particulares livianos, sin filtro. Después dejó de fumar.
El general hablaba muy poco. Cuando descansaba no le gustaba que le hablaran.
No quería que le hablara de nada. Se ponía mal si lo molestaban.
"En su trato de todos los días, Perón era un hombre muy seco. Después de la
muerte de Evita, un día me dijo: ''¿Sabe cuánto me cuesta ir allá?''. Se refería a su
despacho, porque allí tenía un retrato de ella. Nunca lo vi tan triste. Le pregunté:
¿Qué vamos a hacer ahora, mi general?. Y me dijo, triste, muy triste como jamás
lo vi: ''Hay que seguir tirando y seguir siendo peronista''.
"Nunca lo vi llorar. Siempre tenía una palabra para salir del pozo. Antes de que se
matara Juan Duarte, dijo: ''Si a mi padre le tengo que poner un cuchillo en la
barriga por traición, se lo pongo''.
"La madre del general, a la que le decíamos ''la gorda'', a veces lo visitaba. Era
una mujer alta, grandota, hija de indios. ''¿Está mi Juancito'', preguntaba. La
hacían pasar a la privada, y él la atendía. ''Está mamita'', decía. Se quedaba un
ratito con ella, una hora, y le preguntaba por el campo. Cuando ella murió, Perón
no fue al velatorio. El dijo: ''No, ella tiene sus indios para que la velen''."
ZAPATOS BICOLOR. ARRIBA, EL ZAPATERO RODOLFO LOCANE; ABAJO, PERON EN MADRID CON SUS
TRADICIONALES ZAPATOS COMBINADOS. CIRCA 1960. (Foto: Leo Vaca)
"Yo le hice a Perón los zapatos que dieron la vuelta al mundo en las fotografías de
las revistas y los diarios: los zapatos blanco y negro y los blanco y marrón. Los
hice cuando él ya estaba exiliado. Se los mandé en 1961. Con esos zapatos, el
general aparece en la foto en que está con los dos perritos en Puerta de Hierro",
comenta Héctor, que prefiere hablar pero no fotografiarse. Le cede el lugar de la
foto a su hermano Rodolfo.
María Seoane.
mseoane@clarin.com
El último párrafo del informe se refiere al día 23 de junio de 1974. A pesar de que
se ve una pequeña mejoría ya que "hasta el día de hoy no han vuelto a repetirse los
dolores de la angina de pecho", los médicos aconsejan, definitivamente que a
partir de ese momento Perón debe dejar de ser Presidente. Dicen: "...será
imperioso que tome un largo descanso, desvinculándose de todas las actividades
de su elevado cargo, en un clima templado y seco..." Murió ocho días después.
Perón eligió no renunciar. Ya lo había dicho en 1972: "Prefiero morir con las botas
puestas, en la Argentina, que expirar quietamente en la cama de un hospital, en
cualquier parte".
Y así fue.
De aquel cantito juvenil de los 70 "se siente, se siente, Perón está presente" a hoy,
¿qué ha quedado de su figura? ¿Qué se enseña en los colegios argentinos sobre su
trayectoria política? Afortunadamente quedaron muy atrás los tiempos en los que a
la sombra del nefasto decreto 4161, en aquellos espantosos libros de "Educación
Democrática", se nombraba invariablemente a Perón como al "tirano prófugo" y a
su gobierno como a la "segunda tiranía".
La Historia puede ser una musa voluble: con el pasar del tiempo, ella revisa las
figuras públicas. La manera en que se aprecian los personajes puede evolucionar
cuando nuevas generaciones, con formas de pensamiento diferentes, examinan el
pasado o cuando la información antes ignorada pule los perfiles. Hay muchos
ejemplos. Entre los más notables está la forma como se lo ve ahora a John F.
Kennedy. Después del asesinato de 1963, los historiadores optaron por una visión
romántica de su presidencia — "el Reino de Camelot a la vera del Potomac"—
pero hoy el conocimiento de su conducta sin miramientos hacia las consecuencias
y una evaluación fría de sus logros reales ha llevado a una percepción más opaca
de su vida pública.
A treinta años de la muerte de Perón no hay motivos para que él escape del
dinamismo del análisis histórico. Y, sin embargo, su sitio en la historia argentina
ha permanecido sorprendentemente estático, con la dicotomía tradicional entre
peronistas y antiperonistas dominando las opiniones. No ha surgido ninguna
información dramática y confiable que pueda alterarlas, ni ha florecido todavía
una nueva raza de pensadores e investigadores jóvenes, que puedan pesar el
significado de su carrera pública sin tanta pasión. A la par, aquellos que han estado
escribiendo sobre Perón parecen no poder escapar el campo magnético que lo
rodea. ¿Cuánto de lo que se comenta es inédito? La historia se repite y, a menudo,
también los historiadores se repiten. Volver a mirar a Perón permite revaluar su
legado en relación a los hechos transcurridos durante treinta años. ¿Hasta qué
punto sigue siendo una fuerza positiva (o negativa), o un ícono mítico o un
elemento irrelevante? Estas son las cuestiones que encararé en un próximo trabajo.
ANTONIO CAFIERO
Senador del PJ
Juan Perón fue un hombre de tres siglos: nació a fines del siglo XIX, dominó con su
presencia la política argentina del siglo XX, y el testimonio de su obra y de su
pensamiento se prolongan al siglo XXI. Quines lo conocimos y tratamos recordaremos
siempre su personalidad: derrochaba vigor, apostura, pulcritud, encanto, carisma.
Persuasivo antes que autoritario, cordial, extremadamente formal, austero, metódico,
resolvía situaciones conflictivas del presente que le tocaba vivir. No fue filósofo, ni
erudito, ni científico, ni técnico. Desarrolló un pensamiento orgánico que no tiene
misterios, pero sí adversarios. Muchas veces criticado por alguna frase sacada de
contexto, buscó la unión de los argentinos. Tal vez un reproche válido a su figura sea el
no haber privilegiado las libertades públicas en su primera etapa de Gobierno. Pero
aquel fue un tiempo signado por duros enfrentamientos e intolerancias de todos sus
actores; y ya en sus últimos días el haber permitido a su alrededor la presencia de
algunas figuras indeseables y nefastas.
FÉLIX LUNA
Historiador
Perón descubrió e impuso realidades humanas que hasta entonces no se habían
manifestado en el escenario político argentino. Fue su gran aporte a la evolución
histórica del país. A cambio de este logro, cometió gruesos errores. Su veta autoritaria
lo llevó a elaborar una "comunidad organizada" que en los hechos consistió en colocar
todos los elementos constitutivos de la Nación al servicio del Estado peronista; y esta
inclinación lo aisló y, hacia 1955, hizo frágil y vulnerable ese poder suyo que parecía tan
omnímodo. También se equivocó al ensayar una economía cerrada, estatista y
distribucionista. Y erró cuando en los tempranos 70 alentó a la guerrilla. En lo personal,
la figura de Perón está asociada a mi juventud y a las nobles luchas cívicas de la época;
también al miedo, la cárcel y las torturas. Pero esto no debe pesar a la hora de hacer un
balance de la significación de Perón: gracias a su acción, la idea de la Justicia Social
integra como una categoría moral la tabla de valores de la sociedad argentina.
FERMÍN CHÁVEZ
Historiador
La personalidad de Juan Perón no fue nada simple. Quien a los 16 años escribió poesía
criollista y a los 19 comedias para ser representadas por soldados a su mando, en
Paraná, no aparecía como un oficial común. Estando en Europa —él lo rememora—
estudió ciencias en Turín y en Milán. Con el tiempo se definió como un "león herbívoro",
y lo era. Algunos de los "yuyos" que masticó: Tales de Mileto, Solón el Ateniense, y
otros presocráticos. También "mascó" a Gustavo Le Bon, a Maritain y a Colmar von der
Goltz. Quienes lo acusan de pronazi omiten, callan hechos significativos en contrario.
En 1949 reconoció al Estado de Israel creado dos años antes; fue agasajado por la
Organización Israelita Argentina, y tuvo entre sus colaboradores a judíos, como César
Tiempo y Carlos M. Grunberg. El 6 de junio de 1946 estableció relaciones con la URSS,
y a principios de 1955 fue invitado por Nerhu para la reunión con Nasser y Tito. En rigor,
Juan Domingo Perón fue un ecléctico.
Aquella mutación, sumada a las cuentas pendientes que tenía con la sociedad,
neutralizó la posibilidad de una victoria peronista cuando la Argentina recuperó la
democracia. Después sobrevino la irrupción de Carlos Menem que reconstruyó en
los 90 un liderazgo poderoso pero que no llegó a ser macizo —las pruebas están a
la vista— como lo fue, mientras vivió, el de Perón.
Menem basó su fortaleza en una alianza social inédita y fuera de las raíces
históricas que habían identificado al peronismo. Ese giro le permitió asentarse en
el poder pero al precio de pequeñas sangrías que, al final de una década, se
transformaron en un escollo insalvable para su permanencia y su pretensión de
retorno.
El principal anticuerpo que fue incubando Menem se localizó en el propio
peronismo. La maquinaria del justicialismo bonaerense, acaudillada por Eduardo
Duhalde, fue la que terminó dándole el último empellón. Pero el ex presidente de
la emergencia también resultó impotente para reeditar un liderazgo con la
impronta de Perón: el poder en el peronismo se diseminó entre Buenos Aires y un
puñado de gobernadores del interior.
El ensayo de Néstor Kirchner está todavía demasiado inmaduro como para
arriesgar un juicio final. Pero todo conduciría a vaticinar dificultades si persistiera
con cierta vocación personalista, ignorando que la geografía política del partido es
hoy mucho más heterogénea y diversa que años atrás.
Sólo Perón fue capaz de sostener una amalgama entre ideas y sectores
antagónicos del peronismo. Menem consolidó su era de poder, en cambio,
apostando a la inclusión de unos pero a la exclusión de otros. Kirchner y Duhalde
aspiran a restituir preceptos peronistas desechados en los 90, como el papel del
Estado en la transformación económica, social y cultural, aunque transitan todavía
un período de transición.
Entre todo ese fárrago de transformaciones, el peronismo parece conservar con el
tiempo una cualidad: su nombre está asociado a la gobernabilidad posible y ésta,
con más y con menos, a la preservación del sistema republicano.
El peronismo fue macerando su historia entre el ejercicio del poder y los largos
años de la intemperie, de la resistencia. Su amoldamiento a las reglas de la
democracia no ha sido sencillo: como oposición orgánica ha resultado, demasiadas
veces, una fuerza en forma de torbellino, a veces avasallante. No pareciera una
casualidad que las dos experiencias no peronistas desde 1983, la de Raúl Alfonsín
y la de la Alianza, hayan concluido en medio del desorden social y la violencia.
EL ADIOS.12 DE JUNIO DE 1974, POR ULTIMA VEZ EN EL BALCON, PERON DIJO:
'LLEVO EN MIS OIDOS LA MUSICA MAS MARAVILLOSA QUE ES LA VOZ DEL PUEBLO'.
(Foto: Archivo General de La Nación)