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PERÓN

EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX:


EL PERFIL DE UN LIDER
Un jinete que supo cabalgar
la historia de los argentinos
Sus orígenes, su formación, sus convicciones, su relación con el poder y con
las masas. El estilo de un hombre contradictorio y decisivo que definió el
destino de la política y del país.

Solía ofrecer una explicación del fenómeno simple y contundente, mil veces
repetida en su estilo refranero. También en su estilo daba una explicación
incompleta: "No es que nosotros seamos buenos, es que los que vinieron después
fueron peores".
Hubo bastante más que eso en el proceso por el cual Juan Domingo Perón, un
coronel del Ejército con pasado reiteradamente golpista (1930 y 1943), con
formación y experiencia política marcadamente elitista, se convirtió en el más
importante, más duradero líder popular, líder de masas, de la historia argentina.

Cuando hace justo 30 años, el 1° de julio de 1974, Perón moría, la Argentina


entraba por eso, con eso, en otra etapa, presentida en el sentimiento de orfandad,
de angustia de casi toda la sociedad. También había cambiado la historia, unos 30
años antes, el 17 de octubre de 1945, con su consagración como líder popular.

Ese 1° de julio del 74 se sobrecogían y lo lloraban casi todos: Los trabajadores,


que lo habían acompañado desde el principio y habían aprendido de él, y le habían
enseñado —en un proceso dialéctico de libro por la magnitud de sus
contradicciones internas—, cómo se democratiza una sociedad periférica, cómo se
hace más justa y autónoma a través de la generación de poder popular consciente.

También muchos de los que lo habían odiado y combatido, y casi todos sus hijos.

Y lo lloraban todavía más sobrecogidos los que sabían que esa muerte era una
confirmación definitiva del enfrentamiento implacable de dos bandos que
invocaban su nombre y su herencia política.

Para alcanzar esa dimensión, para encarnar bisagras en la historia, Perón había
recorrido un largo camino desde su nacimiento, en 1895, en Lobos, según la
historia oficial. O en 1893, en la vecina Roque Pérez, como hijo natural de Tomás
Perón y la india tehuelche Juana Sosa, según una investigación bastante
contundente de Hipólito Barreiro.

Hasta 1941, fecha de su retorno de una misión oficial de dos años en la Italia
fascista, su relación con la política extracastrense sólo había sido circunstancial.
Según su propia confesión, se había identificado como casi todos los oficiales de
Ejército con el golpe con el que el general José Evaristo Uriburu derrocó en 1930
a Hipólito Yrigoyen, el mismo Yrigoyen al que después reivindicaría como la
expresión del antecedente político más próximo al de su propio modelo de país.
Incluso llegó a ser durante unos meses secretario privado del general Francisco
Medina, el ministro de Guerra de Uriburu.

Pero en la Argentina del 41, con una Segunda Guerra de suerte todavía indefinida
como contexto global y en los estertores de la "Década Infame", como contexto
nacional, el tema del poder era el único que importaba, el único que se imponía.
El aplicado alumno del estratega alemán Carl von Clausewitz entendió que en la
Argentina, en medio de la guerra, era hora de volver a la política por sus propios
medios, por sus medios naturales.

Ya, para entonces, las resistencias argentinas a las presiones aliadas para que se
involucrara en la guerra habían frenado la llegada al país de productos industriales
europeos, sobre todo británicos.

Una buena cantidad de talleres empezaban a crecer en tamaño y desarrollo como


pequeñas unidades industriales en el proceso de sustitución de importaciones. Con
ellos, crecía un nuevo proletariado nativo, en buena medida conformado por el
"ejército de reserva", los desocupados y excluidos de la década anterior.

La dinámica de la política superestructural estaba muy lejos de poder contener y


expresar las nuevas realidades sociales.

Conservadores y radicales alvearistas manejaban los poderes del Estado a través


de componendas y fraudes "patrióticos", como salvaguarda institucional de los
intereses de la Argentina tradicional, la de la producción primaria y las
exportaciones agrícolas.

Perón fue uno de los argentinos que mejor entendió la etapa, que mejor "cabalgó
la historia"

según su propia definición de la esencia de la política.

Una definición equívoca que está en el origen de la posterior emergencia de


varios peronismos definitivamente antagónicos entre ellos. Un peronismo
revolucionario —Evita, John William Cooke, Gustavo Rearte, la CGT de los
Argentinos, las organizaciones peronistas armadas y de base— para el que Perón,
como un jinete en pleno control, cabalgaba la historia para modificarla, y otro
peronismo adaptativo —el vandorismo, el menemismo, el actual aparato del
PJ— para el cual cabalgar la historia quiere decir estar siempre arriba de ella, en el
lugar del poder.
En los comienzos de la década del 40, Perón cabalgó la historia primero a través
de la formación de una logia militar, el Grupo de Oficiales Unidos, GOU, con el
que participó de la preparación del golpe del 4 de junio de 1943 que frenó la
elección como presidente del estanciero salteño pro británico Robustiano Patrón
Costas.
Después, y para sorpresa y tal vez satisfacción de muchos de sus compañeros de
logia, con una visión típica del nacionalismo oligárquico de los militares
argentinos, a través del ejercicio de un cargo considerado menor, casi puramente
burocrático: el Departamento Nacional del Trabajo.

Desde allí, Perón construyó lo que sería su base fundamental de apoyo social, los
trabajadores organizados y, en aquel proceso dialéctico, generó también una
identidad política y de lucha de la clase obrera argentina que la expresó por
décadas y explicó a la vez casi todas sus mejores conquistas y algunos de sus
peores fracasos.

Cuando las distintas visiones sobre el sentido de la "revolución" del 43 hicieron


estragos entre sus máximos dirigentes, Perón surgió como la encarnación
hegemónica, la "necesaria" para esa etapa de la Argentina y su particular
conformación social desde sus actividades en el Departamento, ya convertido en
Secretaría de Trabajo y Previsión. Desde esa tarea, desde su relación con los
trabajadores, nació el 17 de octubre de 1945, su entronización como líder nacional
de masas.

Antes, a Perón le había cambiado su propia historia: conoció y se enamoró de Eva


Duarte, destinada a encarnar el costado más clasista y radical del primer
peronismo en vida, y como bandera después de su rápida muerte, el 26 de julio de
1952.

Los casi 10 años de los dos primeros gobiernos de Perón, a través de una gestión
con algunos rasgos autoritarios, fueron los parteros de la sociedad más
democrática de América latina, en términos de distribución del ingreso,
integración y movilidad social y reparto social de los espacios de representación y
poder institucional. Una organización social que sólo pudo revertir el trabajo
—sangriento en muchos de sus tramos— acumulado de varias dictaduras militares
y de algunos gobiernos constitucionales, con especial éxito, en este caso, de uno
surgido del Partido Justicialista, el de Carlos Menem.

Lo que vino después del golpe que lo derrocó el 16 de setiembre de 1955 fue el
inicio de los intentos de terminar con "el hecho maldito del país burgués", según
una de las caracterizaciones del fenómeno peronista imaginada por Cooke.

Esos intentos fortalecieron la aparición de un nuevo peronismo, el de la


Resistencia, con sus procesos de radicalización ideológica y en los métodos de
lucha, una realidad acompañada por Perón, desde el exilio, con un replanteo de la
naturaleza de su liderazgo. Fueron los años, 18, en los que forjó progresivamente
la imagen y el discurso de un líder revolucionario.

Su retorno al país, en noviembre de 1972, fue posible en gran medida por la lucha
de los sectores revolucionarios del peronismo, con métodos bien diversificados
que incluyeron una respuesta a la militarización de la política —otra vuelta de
tuerca para el discípulo de Clausewitz— impuesta por los regímenes militares y
sus estrategias represivas.
Pero el Perón ya anciano de su último y breve gobierno no era un líder socialista.
Aunque el 12 de junio de 1974, en aquella última aparición pública en la Plaza de
Mayo, previa a su muerte, demostró que tampoco era el líder de una entente
empresario-sindical a la que expresamente desautorizó como su pretendida
heredera.

EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX:


OPINION
Medio siglo de presencia
Néstor Kirchner. PRESIDENTE DE LA NACION

Ninguna figura argentina ha logrado trascender en el escenario de la política del


modo como Perón lo hizo. Desde el mismo instante de su aparición pública hasta
el último minuto de su vida, su presencia determinó el alineamiento de los sectores
mayoritarios de la sociedad a un proyecto que tenía en su persona la misma
síntesis de los objetivos buscados.

Para las fracciones más reaccionarias, un militarista emergente de los


nacionalismos desarrollados en los albores de la segunda gran guerra. Para los
jóvenes asomados a la política tras la autodenominada Revolución Argentina, el
cultor de la Patria Socialista, justa, libre y soberana. Así, ofreciendo imágenes
duales, Perón ocupó todos y cada uno de los roles centrales ofertados en el más
amplio arco del contexto político argentino.
Conservadores y radicales; nacionalistas y comunistas; republicanos y
anarquistas; hombres y mujeres pertenecientes a sectores antagónicos fueron
cautivados por el pensamiento y acción de un individuo para quien la
transformación de un presente fundado en la inequidad e injusticia, no era más
riesgoso que convivir con ese estado de cosas. Tuvo a su lado a Eva, la energía
que lo impulsó en su gesta reformista. En los pocos años en que el destino los
unió, consolidaron la última revolución social que nuestro país recuerda,
permitiendo el acceso de los marginados al lugar donde se diseña el país buscado.

Ante la mirada molesta de los poderosos, contó con el acompañamiento de unos


"cabecitas negras" que fueron evolucionando primero en "descamisados" y
después en "trabajadores argentinos". Así organizó una comunidad fundada en un
modelo social ascendente que posibilitó un desarrollo más equilibrado y en el que
el sueño de la industrialización basada en una burguesía nacional comprometida
comenzó a plasmarse.

Por las cosas buenas que hizo —y no por sus errores— un día de septiembre de
1955 fue derrocado. Allí comenzó un exilio que se prolongó durante casi dos
décadas a lo largo de las cuales siguió ocupando el centro de la escena. Acumuló
entonces el odio de los poderosos de siempre, la lealtad exacerbada de los más
fieles, la ingratitud de quienes pensaban en un peronismo sin Perón y el ensueño
de unos jóvenes que veían en él al único impulsor real del cambio.

Volvió a la Patria como un último gesto de entrega. Lúcido pero agobiado por los
años, enojado con los jóvenes y engolado por los obsecuentes, lejos estuvo de
protagonizar el proceso transformador pendiente que tantos añoraban por
entonces. Y así murió. Ese día millones de argentinos lo lloramos sintiendo que se
esfumaba la última esperanza, temerosos por saber de todos los espacios que con
su ausencia quedaban vacíos. Sabedores, tal vez, de que la realidad no ha sido
generosa a la hora de ofrecer líderes capaces de encabezar el cambio que millones
de marginados aún esperan.

Yo lo conocí
Alejandro Romay

Lo conocí en Canal 9, en 1973. Al terminar el


programa lo acompañé hasta su auto. Se abrazó a
mi cuerpo, como si estuviera enfermo, y así
caminamos varios metros, hasta que lo introduje
en el coche. Por temor a un atentado, al general
le pidieron que se abrazase a mi pecho.

EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX:


LOS AÑOS PREVIOS A SU ASCENSO AL PODER
Del cuartel y los sindicatos al balcón
de la Casa Rosada
Perón tardó medio siglo, hasta 1945, para llegar al gobierno. Cómo fue su
carrera militar, su vida privada y su transformación en un líder político.

Claudio Savoia.
csavoia@clarin.com

Cincuenta años le llevó a Juan Domingo Perón convertir un origen pobre y vacío
de futuro en la semilla que se pudriría en la Historia para alumbrar al líder
argentino más popular de todos los tiempos. La biografía de aquellos, sus años
desconocidos, rebosa de misterios, leyendas y senderos que se bifurcan hasta
perderse, hasta chocar contra algún testigo, contra algún documento que desmiente
o corrige un acto, un diálogo. Los hechos, entonces, podrían haber sucedido así:
La historia oficial asienta el nacimiento del ex presidente el 8 de octubre de 1895
en Lobos, pero en el 2000 el historiador Hipólito Barreiro atrajo la atención
diciendo que Perón había nacido el 7 de octubre de 1893, en un rancho de las
afueras de Roque Pérez. El propio general lo habría reconocido en privado a varias
personas. No hay discusiones, en cambio, en señalar al futuro presidente como un
hijo ilegítimo: sus padres Mario Tomás Perón y Juana Sosa no se casaron hasta el
25 de setiembre de 1901. Dos años después la familia partió hacia la Patagonia
para administrar campos. Pero desde 1904 Juancito ya no acompañó esas
vacilaciones.

Otros planes tenía para él su abuela paterna, Dominga Duteil, artífice del
volantazo que separó a Juan Domingo de la suerte familiar y autora de la mayoría
de los maquillajes que soportó la primera parte de su biografía. Ella fue la
fogonera de su ingreso al Colegio Militar: el Ejército era el mejor pasaporte para
devolver a los Perón al escalón social que había alcanzado su abuelo, el médico
Tomás Liberato, y del que había descendido su padre.

En el gimnasio del Colegio, el cadete habría dejado más que su impronta


inolvidable: según el biógrafo Jorge Crespo, durante una sesión de ejercicios
habría recibido un golpe que lo dejaría estéril. Era el 4 de julio de 1913, y sólo
había dos testigos. Pero los historiadores aún discuten la causa de la falta de
herederos del general. La tesis del accidente es verosímil por el amor de Perón
hacia los deportes; entre 1918 y 1928 fue campeón militar y nacional de esgrima,
aunque también se destacó como boxeador y era un excelente esquiador.
En 1916, cuando votó por primera vez, eligió la boleta de Hipólito Yrigoyen( en
1930, como capitán del Ejército, Perón participó del golpe militar que derrocó al
caudillo radical), a quien reivindicaría muchos años después. En tanto, el Ejército
iba abriendo sus jóvenes ojos ante la revuelta realidad social: en 1919 fue enviado
a reprimir a las huelgas obreras en la localidades de Villa Guillermina y San
Cristóbal. El joven oficial tenía poco tiempo para el amor, aunque no evitaba los
flirteos transitorios. Sin embargo, en 1926 conoció en un cine a la joven Aurelia
"Potota" Tizón, con quien intercambió alianzas el 5 de enero de 1929. Pero un
cáncer de útero cerró los ojos de Potota en setiembre de 1938: "Hoy me diste el
único disgusto en diez años".
En mayo de 1939 se embarcó hacia Italia, donde practicó montañismo y presenció
con interés la experiencia fascista. Dicen que dijo: "En Italia aprendí todo lo que
se debe y lo que no se debe hacer". De regreso, Perón decidió sumergirse de
cabeza en las turbulentas aguas políticas, en las que hasta entonces sólo se había
remojado. En febrero de 1943 cofundó el GOU, que para muchos historiadores
significaba "Grupo de Oficiales Unidos" y para otros "Grupo Obra de
Unificación".

La logia secreta agrupaba a militares de "pensamiento nacional" que resistían el


ingreso argentino en la Segunda Guerra Mundial y creían que el gobierno de
Ramón Castillo debía acabar: ejecutaron su idea el 4 de junio de 1943, con el
golpe que llevó al poder al general Pedro Ramírez. Desde ese día, Perón no paró
de sumar poder y desconfianzas. Lo nombraron secretario del ministerio de
Guerra, y pidió para sí el Departamento Nacional del Trabajo. La caída de
Ramírez y la llegada de Edelmiro Farrell a la Casa Rosada despejaron de su
camino la última brizna de paja.

La transformación del poderoso coronel en el "querido coronel" fue veloz. Con


precisión de cirujano, Perón radiografió el convulso mapa de los trabajadores y ató
a ellos su futuro político. Entre 1914 y 1942 la cantidad de industrias había crecido
de 39.000 a 62.000, y su personal de 440.000 a más de un millón de obreros. En
noviembre del 43 asumió como secretario de Trabajo y Previsión, y en pocos
meses hizo promulgar los decretos que establecían indemnizaciones por despido,
consagaban el Estatuto del Peón de Campo y creaban el Instituto Nacional de
Previsión. A su lado ya tronaba la voz de la actriz Eva Duarte, quien puso su
cucharada de aceite a la potente maquinaria peronista: en junio empezó un
programa con libretos que alababan las nuevas conquistas sociales.

Imbatible, Perón logró que Farrell lo nombrara ministro de Guerra y


vicepresidente, pero en su gabinete crecía el descontento por su protagonismo y su
discurso social: hasta entonces, la única "sociedad" dentro de la cual se discutía el
poder era el Ejército. Los empresarios y la Embajada de Estados Unidos tampoco
gustaban del coronel, y el 9 de octubre de 1945 lograron su renuncia a todos los
cargos. Para evitar que organizara una respuesta, el 13 lo llevaron detenido a la
isla Martín García. Pero en la mañana del 17 lo trasladaron al Hospital Militar para
atenderle una supuesta afección, y allí tuvieron que ir a buscarlo al mediodía: una
multitud fenomenal se estaba reuniendo en la Plaza de Mayo. Sus gritos pedían
por él.

Yo lo conocí
Froilán González
En 1948 se realizó la carrera Buenos Aires
Caracas, una idea del general para unir a los
pueblos de Sudamérica. Lo conocí en la
Casa Rosada, cuando él nos convocó para
desearnos suerte. A partir de allí fuimos
grandes amigos. Un gran hombre, muy
humano.
EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX
Los vínculos de vida y muerte con Italia
Julio Algañaraz. ROMA. CORRESPONSAL
jalganaraz@clarin.com

El apellido Perón es de origen sardo-catalán, aunque en el Véneto también es


común encontrarlo. El italiano es el único idioma extranjero que el general
hablaba fluidamente gracias a los años transcurridos en la península, primero
como oficial de tropas de montaña que se convirtió en un penna bianca (pluma
blanca). En su vejez, le gustaba recordar ese honor que distingue en el birrete de
los soldados alpinos, los militares más prestigiosas de Italia, a los oficiales. Eran
muy fuertes sus lazos de sangre y de carrera con Italia.
Perón fue además agregado militar en la Embajada argentina ante el gobierno
italiano. Llegó en 1939 y vivió un tiempo en el modesto hotel Werder, como
recuerda una chapa colocada en la entrada de nuestra Embajada en la plaza del
Esquilino, que hace cruz con el albergue, que hoy lleva el nombre de la "piazza".

En aquellos años, Perón quedó muy impresionado con la experiencia del


fascismo, su proyecto de "sociedad organizada", las corporaciones que reunían a
empresarios, sindicatos, oficios y profesiones liberales. También con el
dopolavoro que ofrecía a los trabajadores espacios y diversiones en el tiempo
libre. Perón admiraba a Benito Mussolini, el Duce (conductor) del fascismo,
aunque aplicó relativamente sus ideas, porque el justicialismo tuvo diferencias
radicales con el "fascio", a partir de sustentarse ante todo en la clase obrera y los
sindicatos y de rechazar la idea del partido único. Perón sabía leer la realidad y
cuando llegó al poder, en 1946, Mussolini había sido fusilado, el modelo fascista
estaba enterrado y el contexto internacional había cambiado.
Los pasajes con la realidad italiana fueron intensos en la época del exilio. Sobre
todo por los 14 años que el cadáver de Evita estuvo secretamente enterrado en el
cementerio Maggiore de Milán con el falso nombre de la viuda María Maggi de
Magistris, bajo la protección de la Iglesia Católica.
Depués, hubo otros vínculos. Perón aterrizó en Roma en noviembre de 1972,
cuando partió a Buenos Aires el "chárter" de Alitalia que lo llevó a la Argentina
después de un largo exilio. De Madrid a Roma lo llevó un avión del entonces
"capo" de la Fiat, Gianni Agnelli. El mediador de aquel viaje fue Giancarlo Elía
Valori, hoy presidente de los industriales de Roma. Valori le presentó a Perón un
amigo llamado Licio Gelli, el polémico jefe de la logia masónica Propaganda Due
(P2) que se vinculó con el último gobierno de Perón, gracias a su gran amistad con
López Rega.

EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX


La necesidad, la llave maestra del amor
Alicia Dujovne Ortiz. ESCRITORA

La pregunta que siempre nos formulamos al comparar a las diversas mujeres o a


los sucesivos maridos de personajes públicos o privados se refiere al denominador
común : ¿ hay parecidos u oposiciones entre unos y otros ?

Un somero análisis de las tres mujeres— Aurelia, Eva e Isabel— de Perón nos
conduciría a inclinarnos por la alternancia y no por la similitud: la apagada Aurelia
Tizón y la arratonada María Estela Martínez eran la contracara exacta de la
resplandeciente Eva Duarte.

Sin embargo, aunque el parecido entre las tres no salte a la vista, algo en común
tuvieron. En primer lugar, su necesidad : los tres casamientos de Perón
correspondieron a momentos en los que él necesitaba a una mujer con
determinadas características, variables según la ocasión. Y en segundo lugar, por
extraño que parezca, lo que equiparó a las tres ante sus ojos fue la opacidad. En
esta obra Perón no le asignó a Aurelia un papel lucido, Evita se le escapó de las
manos al relumbrar demasiado, e Isabelita se mantuvo en una semipenumbra
originada en su propia grisura y en los atinados consejos de López Rega.

Pero para Perón, en el fondo, las tres eran opacas porque el único brillante era él.
Su casamiento con Aurelia Tizón en 1929 correspondió a una etapa en la que se
veía obligado a mostrar que tenía mujer : sus camaradas de armas se sorprendían
de su escaso interés por las frecuentaciones femeninas. Le hacía falta una esposa
que abultara poco mientras él trabajaba.

Tímida y pequeñuela, Aurelia parecía hecha a medida. En efecto, molestó lo


menos posible, tejió batitas para un bebé que nunca llegaría y se borró a sí misma
muriéndose de un cáncer de útero en 1938.
En la Italia de Mussolini, Perón comprendió que los dos pilares del poder eran el
sindicalismo y la radio. En 1944, ya convertido en secretario de Trabajo,
necesitaba el segundo pilar, que se llamó Evita. Una mujer de radio, capaz de
difundir sus ideas y de tirarse al fuego por él. Una dócil discípula y una nueva
máscara femenina para mostrarla en público, esta vez con reflectores. Pero en
privado, ella seguía siendo la "chinita" palidona a la que él nunca le perdonó haber
dejado de ser su sombra.

Ella también eligió el cáncer de útero para salir de escena.

En el exilio de Panamá, y tras un período sexualmente oscuro, inducido por dos de


sus ministros, Perón tuvo otras necesidades.

Isabelita era compatriota, mujer de escena y de trato fácil, y no amenazaba con


brillar. Su astucia, su mediocridad, su ausencia de pasión la volvían cómoda. Si en
algo difiere este caso de los dos anteriores es en el esoterismo.

Isabelita sólo fue el agente de enlace entre Perón y López Rega, un puente hacia el
mucamo meloso que le servía rituales mágicos al indiscutido patrón.
Luces y sombras de un dirigente
Raúl Alfonsín.
Ex Presidente de la Nación.

En treinta líneas no se puede sino hacer un juicio esquemático, que


puede parecer injusto. Para abreviar podemos pasar a señalar,
directamente, algunas de sus realizaciones.

1) Fue el primero en estructurar un gran partido de masas en la


Argentina.

2) Produjo mejoras sociales que hasta hoy merecen el


agradecimiento de los trabajadores.

3) Organizó un sindicalismo generalizado, desconocido hasta ese


momento en la Argentina.

4) Instrumentó un sistema de industrialización basado en la


sustitución de importaciones, con el que casi logra el pleno
empleo.

5) Creó un sistema de jubilaciones que abarcaba a todos los


sectores.

6) Incrementó la ciudadanía, en un doble sentido: otorgando el voto


a la mujer y aumentando no sólo el nivel de vida, sino la
autoestima de los trabajadores.

Pero, también:

1) Lo organizó desde el poder y no democráticamente. l mismo y


su esposa Evita eran los jefes supremos y podían hacer lo que
quisieran por encima de los organismos.

2) Nunca se conoció efectivamente su ideología y cuando llegó a


golpear la crisis económica, no tuvo reparos en propiciar duros
ajustes.

3) Lo hizo siguiendo lineamientos incompatibles con la


democracia.

4) Lo llevó adelante con dos errores básicos: la radicación y la


organización de la producción.

5) Extrajo del sistema fondos que iniciarían más tarde la debacle


que padecemos.

6) Se olvidó de la libertad y de elementos constitutivos de la


República.
EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX:
LA VIDA SENTIMENTAL Y FAMILIAR
Aurelia, Eva e Isabel,
tres mujeres para un general

Lo acompañaron en diferentes etapas de su vida. Tuvieron, de distintas


formas, un destino trágico. Pero fue Evita la que lo potenció como líder.

Matilde Sánchez.
msanchez@clarin.com

Miles de páginas de literatura, crónicas, diatribas, hagiografías, recubren a estas


cuatro personas que fueron en un hojaldre mitológico: Perón y sus tres esposas:
Aurelia Tizón o Potota para los íntimos; María Eva Duarte, después Evita y María
Estela Martínez, conocida más tarde como Isabelita.

Cuando el coronel comenzó su carrera como esposo, aun no se había iniciado en


la política pero tenía el respeto de sus camaradas y la virtud que pronto detectó el
escritor polaco Witold Gombrowicz en los argentinos: un alarde de estilo.
Alguien observó hasta qué punto Perón se servía de la gomina para explotar su
parecido con Gardel —quien a su vez tanto se parecía a Bela Lugosi—. En los
años 40 es imposible mirar la política con independencia de los medios y el
entretenimiento de masas.

Buenos Aires, 1929. Juan Perón se casa con una jovencita apodada Potota.
Sabemos de Aurelia Tizón que pintaba acuarelas y retrató a su marido en un óleo y
que lo fogueó como enfermero de su cáncer ginecológico. Murió en 1938. Ocho
meses después, el viudo partió a una Europa cuya geografía reencontraría en el
exilio, transfigurada.

El 15 de enero de 1944, un terremoto sacude a San Juan. Por entonces Eva Duarte
ya protagonizaba un exitoso ciclo radial que difundía biografías femeninas. En su
estudio, Marysa Navarro ha destacado que la denigración de la carrera artística de
Eva es posterior a su ascenso político. Mientras, el coronel había transformado la
Dirección de Trabajo en una activa secretaría de Estado. Se conocieron esa misma
semana. La primera charla formal se produjo el 22 de enero, durante el gran
evento de beneficencia en el Luna Park. De ahí se fueron juntos esa noche.
Semanas después Perón y su "chinita" ya se fotografiaban como pareja.
IZQUIERDA. CON SU PRIMERA MUJER, AURELIA TIZN,
CON LA QUE CONTRAJO MATRIMONIO EL 5 DE ENERO DE 1929.
(Foto: Archivo General de La Nación)

Una capa de ese interminable milhojas —en este caso la propaganda sindical,
refrendada por el propio Perón— revistió de heroísmo la tensa y discreta espera de
Evita durante el 17 de octubre. El pacto entre ambos quedó sellado con la boda, el
22 de octubre.

Si una palabra puede definir la vida de Evita es el trabajo: sobre sus deseos y
ambiciones, sobre la realidad —el trabajo incesante contra sus enemigos y a favor
de su electorado—, el trabajo sobre su propia imagen. Trabaja para su cáncer y su
mito, se niega a una operación, su discurso obrerista hace harapos de los primeros
atributos del glamour. Laica consagrada al ministerio de una fe -¡Perón, Perón!-,
entrega una de las pocas imágenes heráldicas de Argentina: un perfil clásico, de
nariz fuerte y chignon a la nuca que serán calcado para la urbanización Ciudad
Evita, cuyo plano proyecta al espacio su cabeza. Es un perfil apto para una
moneda: el valor de una Evita en peso para el obrero argentino. Su enfermedad —
y luego el secuestro de su cadáver, que es el suplicio que la hace santa— encuentra
su contrario en la debilidad de carácter de Isabelita.

Nacida en La Rioja en 1931, en un hogar de clase media, María Estela Martínez


Cartas se mudó con su familia a la capital cuando tenía tres años. No consta que
terminara la secundaria; estudió piano y francés. Pero una gran pelea familiar la
lanzó a una casa alternativa, junto a José Cresto y su mujer, Isabel Zoila, de quien
tomaría su nombre. Medium convencido, Cresto la inició en el espiritismo. En
1951 Isabel empezó a estudiar baile y dos años después se fue de gira por
Uruguay, y de ahí a otra, hasta que en Caracas la contrató un tal Joe Herald,
coreógrafo de Cuba, o bien pícaro argentino ducho en zapateo americano. Perón,
que también venía de una gira, llegó a Panamá en 1955.
Los testimonios sobre cómo conoció Perón a su tercera esposa, citados por María
Sáenz Quesada, difieren sobre todo en el estúpido punto de la "dudosa moralidad"
de María Estela: fue en un asado organizado la Navidad del 55 en un balneario
panameño. Pocas semanas después el general la invitó a mudarse con él.
Enseguida le escribe a un amigo que ella "administra la casa, haciéndonos la vida
más agradable, por lo que ni por pasteles la dejaremos ir."
Llegan a España en 1960 y allí comienza la educación política de Isabel. Se
convierte en embajadora y negociadora de Perón ante emisarios y sindicatos;
también absorbe todo el credo de la dictadura española. Como Perón no podía
casarse por haber sido excomulgado, el obispo de Madrid les dispensa un
"matrimonio de conciencia" en noviembre de 1961. José López Rega conoció a
Isabel en 1966, en un viaje de ésta al país. El ex cabo retirado de la Policía,
practicante de umbanda y otras mancias, se ofreció para trabajar como valet del
general. Más tarde, ni siquiera faltó el objeto mágico, el cuerpo incandescente de
Evita recobrada.

En contraste con una Evita capitana, Isabel es "una mujer bajo influencia": no
trabajó en nada, fue trabajada por "las fuerzas". Su debilidad fue trágica para los
argentinos, no menos que la sangrienta impaciencia de quienes no usaron la
Constitución para derrocarla, junto con toda su corte de demonios. Los años nos
devolverían a una viuda española adulada con patéticos bouquets, que repetía ante
las cámaras con gritos histéricos: "¡No me atosiguéis, no me atosiguéis!".

Yo lo conocí
Chunchuna Villafañe

Fue en 1968, en su casa de Puerta de Hierro.


Me pareció un señor muy simpático, muy
afable, muy culto. Yo siempre fui peronista.
Un hermano de mi tío César Marcos,
dirigente del partido, me consiguió la
entrevista con el general.
EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX:
EL MUNDO, SEGUN PERON
La "tercera posición":
lejos de Washington y de Moscú

La política exterior en la primera época de Perón se caracterizó por la


búsqueda tenaz de autonomía nacional en el mundo de la Guerra Fría.

Oscar Raúl Cardoso.


ocardoso@clarin.com

De izquierda, de derecha? Algunas veces el peronismo es de izquierda, otras de


derecha. Es lo que, en cada momento, conviene al país." Mucho más que una mera
socarronería, esta respuesta que Juan Domingo Perón diera en los años 70 a una
pregunta sobre el lugar del espectro ideológico que ocupaba la fuerza política que
había creado tres décadas antes, sirve para aproximarse a la proyección externa
que la Argentina realizó bajo su liderazgo.
Esa fluctuación del péndulo ideológico ayuda a explicar lo que aparece como una
historia —sobre todo en el lapso de la década 1945-1955— por momentos
contradictoria de la política exterior del peronismo. Una que lo lleva a promover,
en el seno de América Latina sobre todo, una "tercera posición" con aspiración de
equidistancia de los polos de atracción de la época, Washington y Moscú, a optar
por una adhesión curiosamente mansa a los postulados de seguridad que Estados
Unidos impuso a la región (Acta de Chapultepec en 1945 y Pacto de Río en 1947)
al tiempo que desafiaba la prolijidad del orden de la Guerra Fría intentando abrir
mercados en el área socialista (Rumania y Checoslovaquia en 1947; Bulgaria en
1949, etcétera). Sólo una búsqueda tenaz de espacios de autonomía nacional en el
contexto mundial le concede —en el acierto y en el error— un grado de
coherencia a aquel pragmatismo externo del peronismo, mucho más preocupado
con los resultados prácticos que con la aplicación dogmática de postulados.
Coherente con su propia dimensión, el peronismo no fue una ideología en el
sentido acabado y también rígido en que lo fue el marxismo, aquella política
exterior intentó aprovechar al máximo los medios siempre limitados de los que
disponía la Argentina en su relación con el mundo. El breve período de su segunda
presidencia (1973-1974) no muestra a un Perón que se hubiese desencantado de
aquel pragmatismo, aun en condiciones internacionales diferentes.

El norte siempre estuvo dado por la dimensión doméstica, antes que por la
búsqueda de influencia externa. La proyección internacional del país fue clásica en
el sentido de que Perón la empleó para ganar espacio para su programa de
transformación interno —modernización productiva con eje en la industrialización
y de las relaciones sociales a través de una radical redistribución del ingreso—
sabiendo que en el mundo posterior a la II Guerra Mundial era posible para un país
intentar casi cualquier cosa, menos ignorar sus reglas de juego.

Los principios centrales de la política exterior del peronismo en el gobierno


constituyeron menos una innovación que una profundización de cursos de acción
históricos de la Argentina. La tradición de neutralidad en los conflictos
internacionales en los que no estuviesen claramente en juego intereses nacionales
le resultó funcional a Perón, del mismo modo en que también pudo incorporar con
facilidad la vocación argentina por la resolución pacífica de conflictos a su visión
"tercerista". Después de muchas dudas y debates internos, la negativa del
peronismo a comprometer tropas argentinas en el conflicto de Corea (1950-1953)
como deseaba Washington es una opción que se nutre en la neutralidad a la que la
Argentina se había aferrado en dos contiendas mundiales anteriores. Sólo otro
gobierno de aparente cuño justicialista, el de Carlos Menem, se atrevió en 1991,
cuando la primera guerra del Golfo Pérsico, a quebrar aquella tradición, un giro
cuyas consecuencias para el país no parecen haber sido aún identificadas por
completo.

Otro rasgo particular del examen retrospectivo de la política exterior del primer
período peronista es cierta capacidad de anticipación de las condiciones del futuro.
La búsqueda de acuerdos estructurales con vecinos considerados tradicionales
rivales de la Argentina —la promoción de un "ABC" (Argentina, Brasil y Chile)—
sugiere también que fue en aquella década en que Buenos Aires percibió por
primera vez un horizonte en el que las naciones verían severamente limitadas sus
capacidades individuales para promover sus intereses en el mundo y en el que la
asociación política y económica entre pares se convertiría en la respuesta al
interrogante de la viabilidad. De esta visión se nutre el actual Mercosur.

En aquella política hubo también errores de cálculo de considerable grosor. Perón


parece haber creído en la inevitabilidad de una resolución militar para la
confrontación Este-Oeste que nunca se dio y como consecuencia de ello la
recuperación de una Argentina capaz de aferrarse a su neutralidad del lugar de
privilegio como proveedor de materias primas que le fuera sustraído
tempranamente en su gestión presidencial, a partir de 1948, y que nunca volvería a
ocupar. La denuncia hecha por Perón del programa de reconstrucción de Europa
("Plan Marshall") como un esfuerzo deliberado por limitar los grandes mercados a
los países latinoamericanos expresa esa frustración.

La proyección "continentalista" de los años del peronismo también muestra algún


grado de ingenuidad —o al menos de destiempo histórico— al imaginar que el
resto de América latina podría abrazar la doctrina peronista de un modo poco
menos que automático.

En todo caso, la característica central se mantuvo: la creencia férrea de que el


destino argentino estaba asociado a su pertenencia efectiva a la comunidad
internacional y que nada había para el país en el aislamiento.
Logros y fracasos de un régimen
Carlos Altamirano. Sociólogo

Por diez años, a partir del 17 de octubre de 1945, Perón fue el


dominador de la vida política argentina. Tras su caída en 1955, sus
críticos menos obcecados no tardaron en admitir el avance histórico
que trajeron esos años: el de la justicia social. No se trataba de la
introducción de la idea de la justicia social, ni tampoco de la lucha
por lograrla —los socialistas podían reclamar la prioridad—, sino de
una política de Estado, la del justicialismo. Derechos como el
aguinaldo, el sistema de jubilaciones, los contratos colectivos de
trabajo, las vacaciones pagas, la justicia del trabajo, las
indemnizaciones por despido y accidentes laborales proceden de
entonces. A esta ampliación de la ciudadanía se añadió el estímulo
de los salarios, que bajo el aliento de la política oficial no hicieron
sino crecer en los primeros años del gobierno peronista.

En efecto, los cuatro primeros años de la Nueva Argentina fueron


de bienestar y energía reformadora: desarrollo de la industria y
expansión del mercado interno, altos precios para las exportaciones
agrícolas argentinas y extensión del consumo, florecimiento de la
legislación social y sindicalización masiva. Una serie de
nacionalizaciones, nuevas empresas públicas y la creación del IAPI,
el órgano oficial que monopolizaría la comercialización de la
producción agrícola, consolidaron al Estado como agente rector del
proceso económico.

El orden justicialista fue un orden autoritario, rasgo que se


acentuaría a medida que se institucionalizaba como régimen. Su
vocación dominadora se mostró en la restricción de las libertades
públicas, en el hostigamiento a las fuerzas de oposición
(periódicamente el gobierno de Perón encontraba o fraguaba
motivos para encarcelar a dirigentes opositores o clausurar las
publicaciones adversas), en la ampliación del aparato oficial de
propaganda, en el acoso a la prensa que no tenía bajo control. Perón
no disimulaba su hostilidad hacia la pluralidad de partidos. En
cuanto al peronismo dijo: "Esa ha sido la concepción básica. No
somos, repito, un partido político; somos un movimiento, y como
tal, no representamos intereses sectarios ni partidarios;
representamos sólo los intereses nacionales. Esa es nuestra
orientación".

¿Quién podía oponerse, sino un traidor a la patria, al movimiento


que se identificaba con la nación misma?
EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX
Stalin y la "dacha" para la Argentina
Telma Luzzani.
tluzzani@clarin.com

"Dos actitudes totalmente inusuales en José Stalin revelaban claramente su interés


por la Argentina", escribió en sus memorias Mijail Sergheev, importante
diplomático ruso y primer embajador soviético en la Argentina.

Se refería a que Stalin lo había hecho regresar de inmediato de Bruselas para


hablar con él sobre Argentina en el Kremlin y que esa reunión había durado "más
de una hora", algo insólito en la agenda del líder comunista, según consigna
Isidoro Gilbert en su libro El oro de Moscú.

Pero hubo un tercer hecho —no menos significativo aunque no tan conocido—
que confirmó esa propensión de Stalin por la Argentina de Perón y fue la decisión
del soviético de asignar una de las mejores dachas existentes —un verdadero
privilegio que no tuvo ningún otro país latinoamericano— para que viviera el
recientemente nombrado embajador argentino en la Unión Soviética, el bloquista
sanjuanino Federico Cantoni. Hay que recordar que la Argentina congeló las
relaciones diplomáticas con el Kremlin a partir de la Revolución de Octubre de
1917, y que fue Perón, casi tres décadas después, en 1946, quien las reaunudó.

Los detalles de la historia los contó a Clarín Federico Bravo, embajador en la


URSS durante el gobierno de Raúl Alfonsín, e integrante de aquel grupo histórico
que acompañó a Cantoni y del que también participó su hermano Leopoldo Bravo.
Leopoldo sucedió a Cantoni en la Embajada de Moscú y fue el último diplomático
en ver vivo a Stalin, el 7 de febrero de 1953.

Sobre la dacha dijo Federico Bravo: "Cuando llegamos, en 1947, había todavía
restos de tanques alemanes en los suburbios. Moscú había sido ferozmente
bombardeada. Casi no había edificios. Nosotros éramos una embajada grande, 25
personas. A Don Federico lo ubicaron en un piso del Hotel Nacional, cerca de la
Plaza Roja y el resto fuimos a otro hotel. Cuando Stalin supo que Cantoni no tenía
residencia, asignó una casa de campo para él. Está en un lugar de ensueño llamado
el "bosque de plata" con árboles de 200 años. La casa es lindísima. Había
pertenecido a Japón pero como en la II Guerra Mundial fue enemigo de Rusia, se
la habían sacado."
"El viaje fue una aventura" remata. "Salimos desde Buenos Aires en el barco
''Buena Esperanza'' hasta Nápoles. En otra nave fuimos por el Mediterráneo y el
Mar Negro hasta Odessa y, de ahí, en tren hasta Moscú en un viaje que duró dos
días."
EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX:
ASCENSO Y CAIDA DEL PRIMER PERONISMO (1945-1955)
Tiempos del Estado protector,
la justicia social y la censura

Perón basó su fuerza en la defensa de los trabajadores, la participación de la


mujer y el desarrollo industrial desde el Estado. También hubo ira contra
toda oposición.

María Seoane.
mseoane@clarin.com

El 17 de octubre de 1945 partió la historia contemporánea de la Argentina en un


antes y un después. Fue el momento mítico en que los trabajadores, ya argentinos,
ya hijos o nietos de inmigrantes, ocuparon la Plaza de Mayo, el centro de la
política argentina, luego de liberar de la prisión al coronel Juan Domingo Perón
que había promovido leyes sociales y la organización del movimiento obrero en
sindicatos. Esa historia es lo suficientemente conocida. Lo que siguió después fue
un gobierno complejo, contradictorio, con glorias y fracasos que marcaron
definitivamente la historia.

Cuando asumió la presidencia el 4 de junio de 1946— luego de derrotar a


radicales, socialistas y conservadores apoyados por el embajador de los Estados
Unidos Spruille Braden—, Perón ya era Perón: había sido desde tapa de la revista
Time hasta el hombre del año en 1944. Había acumulado los más altos cargos—
excepto el de Presidente— al que un político podía aspirar entonces. Y, sobre
todo, había conocido a María Eva Duarte, entonces una actriz, que pronto sería
Evita.

Durante el primer gobierno, entre 1946 y 1952, los beneficios obtenidos por la
clase obrera aventajaron sustancialmente a todos los obtenidos hasta entonces. La
afiliación a los sindicatos fue masiva, y en esa tarea colaboró decisivamente Evita,
cuya relación con los trabajadores, los pobres y las mujeres pulverizó cualquier
previsión para un líder político de entonces. Su principal trabajo social lo realizó
desde la Fundación Eva Perón, dedicada a la beneficencia, el otorgamiento de
subsidios, el apoyo a instituciones de la niñez y la donación de mobiliario,
vestimentas y otros productos de primera necesidad. Pero Eva no fue solamente
"la abanderada de los humildes". También jugó un papel fundamental en el acceso
de las mujeres a la vida política al impulsar el voto femenino en 1947.

Con su apoyo incondicional, Perón fundó el Partido Peronista, al que después


llamó "Justicialista". Desarrolló los aspectos doctrinarios de su fuerza y la
fundamentó en el cristianismo y el humanismo propios de la tradición occidental.
Su movimiento era policlasista, en él tenían un lugar los obreros y empresarios que
"defendieran los intereses nacionales." Perón hizo de la consigna de la justicia
social el núcleo de la ideología de esta nueva cultura política; su modelo, que se
concebía "superador del capitalismo salvaje y del comunismo", suponía la
planificación del Estado para ordenar el capitalismo y la humanización de las
condiciones de vida y trabajo de los asalariados. Así, durante el peronismo el
Estado amplió su autonomía relativa respecto de las distintas clases y grupos
sociales; medió entre trabajadores y patrones legitimando las reivindicaciones
laborales y también reguló al sector empresario, al que financió con subsidios de
todo tipo para la formación de empresas industriales vinculadas al mercado
interno. En el Primer Plan Quinquenal, se creó el Instituto Argentino de
Promoción en Intercambio (IAPI), Gas del Estado y la Flota Mercante. Se
nacionalizó el Banco Central y las empresas de servicios públicos —ferrocarriles,
gas, agua y teléfonos—, dio un nuevo impulso a la construcción de viviendas,
abrió el crédito bancario a los trabajadores, duplicó la infraestructura hospitalaria
entre 1946 y 1951, alfabetizó a fondo la Argentina y erradicó muchas
enfermedades endémicas vinculadas con la pobreza. También, se inauguró el
Aeroparque, se creó la Orquesta Sinfónica del Estado y se aumentó la protección
al cine nacional. La política social del peronismo contribuyó decisivamente a su
arraigo en los sectores populares. Justicia social, para el peronismo, significaba
redistribución del ingreso: durante su gobierno la participación de los trabajadores
en la renta nacional fue del 48 por ciento, con índices de desempleo prácticamente
inexistentes. La vasta legislación laboral incluyó indemnizaciones, vacaciones
pagas, regulación de la jornada laboral de ocho horas, congelamiento de los
alquileres, subsidios a las industrias alimentarias y a las tarifas de los servicios
públicos y generalización del sistema jubilatorio. En cuanto a la educación, hubo
un énfasis especial en la enseñanza técnica para calificar a los trabajadores.

A nivel de la sociedad argentina, el peronismo generó tanta devoción como odios.


Perón tuvo una relación conflictiva con los intelectuales, la Universidad, la prensa
y la Iglesia Católica. Borges, quien dijo de Perón: "Era una persona abominable y
la tiranía que ejerció fue realmente monstruosa", fue relevado de su cargo en una
biblioteca y nombrado "inspector de aves y conejos en los mercados públicos". En
1946, Perón había intervenido la Universidad, que era autónoma, y había dejado
cesantes a numerosos docentes. Sin embargo, hubo intelectuales que provenían del
yrigoyenismo y del comunismo que adhirieron al peronismo, como Arturo
Jauretche, Leopoldo Marechal, Rodolfo Puiggrós y Raúl Scalabrini Ortiz. Durante
su primer gobierno y en medio de la bonanza económica, Perón promovió el juicio
político a la Corte por la legitimidad que le había otorgado a los gobiernos
golpistas de 1930 y de 1943. En 1947, Perón logró destituirla y conformar un alto
tribunal afín. También controlaba las dos Cámaras del Congreso. Y reformó así la
Constitución de 1853. La nueva, sancionada en 1949, con la abstención de la
mayoría de los partidos opositores, permitía la reelección presidencial e
incorporaba dos artículos centrales que daban rango constitucional a los derechos
sociales y económicos: como el derecho de huelga y el derecho a la salud, la
educación y el trabajo. La nueva Constitución consagraba el monopolio estatal del
comercio exterior y la explotación de los servicios públicos. Otras cláusulas
establecían la función social de la propiedad, el capital y la economía.
Al promediar el 51, la situación económica no era la misma del 45. Ya en 1949, la
Argentina había entrado en una virtual cesación de pagos y las reservas
internacionales acumuladas durante la Segunda Guerra se estaban evaporando. En
este marco, Perón endureció su política hacia la oposición y en especial hacia la
prensa—La Vanguardia, La Prensa y La Nación, entre otros— que expropió,
cerró o censuró. Y con una policía brava avaló la prepotencia y la represión. A
unos los llamó "vendepatria", a otros "traidores". Evita murió en el 52, mientras
Perón estaba llevando adelante un ajuste económico que debilitaría su base social
entre los trabajadores y los empresarios. El 53 se inició bajo el signo de la crisis:
hubo inflación y desabastecimiento. Y hubo violencia: ataques con bombas a
manifestaciones peronistas y varios muertos. Esto llevó a Perón a pronunciar una
frase de venganza que muchos años después sonaría en las calles en los setenta:
"Por cada uno de nosotros que caiga, caerán cinco de ellos".

Los motivos de la ruptura de la neutralidad de la Iglesia fueron varios: Perón


derogó la ley que imponía la enseñanza religiosa en las escuelas públicas y
sancionó una ley de divorcio. También sancionó leyes que equiparaban a los hijos
legítimos con los extramatrimoniales y facultó a las provincias argentinas y a la
ciudad de Buenos Aires a legalizar la prostitución. Perón, además, propició la
separación de la Iglesia del Estado.
El final del gobierno peronista ocurrió en 1955. La fractura en el frente interno del
peronismo se profundizó cuando Perón firmó un precontrato con la Standard Oil
de California para la explotación del petróleo que levantó una oleada de críticas de
quienes sostenían que el convenio era lesivo para la soberanía nacional. Con
motivo de la procesión de Corpus Christi, el 8 de junio de 1955, una manifestación
multitudinaria marchó hacia el Congreso gritando consignas contra el gobierno. A
esta manifestación le siguieron actos opositores en todo el país, que formaron
parte de una ofensiva que culminó el 16 de junio con un alzamiento militar
sangriento, liderado por la Marina de Guerra. Su objetivo fue matar a Perón en un
ataque aéreo a la Casa de Gobierno.
El golpe se frustró porque el Ejército y la Aeronáutica no se plegaron. Sin
embargo, en el desarrollo del intento golpista la Marina bombardeó y ametralló la
Plaza de Mayo matando a más de trescientos civiles. Esa noche, grupos de civiles
peronistas, a manera de venganza, quemaron y saquearon iglesias y la sede de la
Curia. El Vaticano excomulgó a Perón. La fracción militar golpista aceleró la
conspiración. El 16 de setiembre de 1955, Perón fue derrocado y obligado a un
exilio de casi dieciocho. Comenzaba su largo derrotero: Paraguay, Centroamérica,
España. En los primeros días de su exilio en Paraguay, un periodista de la National
Broadcasting Company (NBC) le preguntó qué pensaba hacer para volver a la
Argentina. "Nada en absoluto", contestó Perón. Y luego completó su frase: "Todo
lo harán mis enemigos".
La historia demostraría que no se equivocó.

EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX


Aquella iconografía peronista
Pablo Calvo.
pcalvo@clarin.com

Es Evita la que lleva la pelota al centro del campo, porque Perón está ocupado en
el gesto que lo sobrevivirá: ojos clavados en la multitud, cabeza recostada seis
grados y brazos al cielo, casi tocando las nubes que pispean la flamante cancha de
Racing esa tarde de 1949. El los abraza, él los cuida, él se encarga.

La impronta simbólica del peronismo se pobló de esos registros, decorativos a la


mirada inicial, didácticos para describir el estilo que eligió el líder para sujetar el
apoyo popular.
Los retratos del general colmaron oficinas, monumentos, llaveros, tractores,
ceniceros, agendas, locomotoras, estanterías de almacén. Un busto de Perón llegó
a la punta del Aconcagua. Su efigie, más alta que un tranvía, fue instalada en el
microcentro. "Perón cumple", pintaron en el viaducto de Sarandí.

El libro infantil Alelíofrecía lecturas como ésta: "El domingo mi papá me llevó al
campo. ¡Cómo me divertí! Anduve a caballo casi todo el día. En todas las casas vi
vacas, bueyes, gallinas, pollos, gallos, patos... Los campesinos están contentos con
Perón".

A los alumnos de primero inferior se les enseñaba a silabear y a deletrear el


apellido más famoso de la época.
La radio, que en la década del 40 habitaba en el centro del hogar, se acostumbró a
la voz de Perón, que brotaba de una garganta con arena y era imbatible en el
armado de frases con aspiración de eternidad.

UN SELLO DE EPOCA. LIBRO DE LECTURA DE LA ERA PERONISTA. EL CULTO A LA PERSONALIDAD Y SU


PROFUSA SIMBOLOGIA FUE UN CLASICO DE LA EDUCACION PERONISTA EN LOS AÑOS CINCUENTA.

La revista PBT dibujó en la tapa una caricatura de Evita vestida como hada
madrina, abrazada a tres chicos y un anciano. Ella los cuida, ella se encarga.
Cuando la "Jefa Espiritual de la Nación" murió, la provincia de La Pampa llegó a
llamarse Eva Perón". Siempre el sello, había que marcarlo a fuego en los
corazones. La Fundación Eva Perón, los Campeonatos Evita, el Plan Agrario Eva
Perón.

En esta colección de objetos perdidos de la iconografía peronista, hay camiones


repletos de obreros, capítulos para el cine de Sucesos Argentinos dedicados a la
actividad presidencial, obras públicas, consignas en cal. Hay un escudo y una
marcha, sinfonía para bombo y hollín. Lleva la voz del actor y cantante Hugo del
Carril y una letra con renglones violados.
Hay también una foto sobre un caballo pinto, sanmartiniano. Uno igual le
regalaron a Carlos Menem en los 90, "para que siga las huellas del General".
Nadie calculó que iba a llover. Y menos que al pobre animal se le iba a notar el
baño de tintura.

EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX:


EL PODER DESDE EL EXILIO
Todos los caminos llevaban a
Puerta de Hierro

El general llegó a España en 1960, después de un periplo por América latina.


Desde Madrid empezó a tejer la trama de su regreso.

Juan Carlos Algañaraz.


jcalganaraz@clarin.com

El período de 13 años que pasó Perón en España fue el escenario muchas veces
dramático de una larga lucha para superar desde el exilio el peligro de un ocaso de
su carismático liderazgo popular y el mantenimiento de su hegemonía en el
movimiento peronista. La conducción de Perón fue jaqueada por el
"neoperonismo" y el creciente poder de la llamada "burocracia sindical", cuyo
máximo exponente fue Augusto "El Lobo" Vandor. Las Fuerzas Armadas, que
habían protagonizado el golpe contra Perón en setiembre de 1955, se convirtieron
durante todos estos años, a través de sucesivos gobiernos civiles y militares, en las
garantes de la ilegalización del perónismo. Esta exclusión de los sectores
populares selló a fuego la tragedia argentina, y orientó las diversas iniciativas
desde Madrid, fundamentales para su retorno al poder.

Perón llegó a Sevilla desde la República Dominicana el 26 de enero de 1960,


acompañado por la joven María Estela Martínez y una pequeña comitiva que
ocupaba un pequeño espacio del especialmente fletado Super Constelation que no
pudo aterrizar en Madrid por orden de Francisco Franco. Funcionarios menores
recibieron a Perón, una señal de que el dictador quería mantener las distancias.
"No lo he visto nunca", se quejaba Perón a lo largo de sus años madrileños.

Franco no tenía una buena opinión del ex-presidente argentino: "Perón es un


hombre débil que primero se dejo dominar por su esposa (aludía a Evita), que era
mucho más inteligente que él, y ahora se deja dominar por las logias (masónicas)".

Pero, Franco estaba de uniforme en el aeropuerto de Barajas para despedir a


Perón cuando su definitivo viaje a la Argentina el 19 de junio de 1973. Era la
tercera salida del líder justicialista desde la capital española hacia su patria. El 2 de
diciembre de 1964, un avión de Iberia despegó de Madrid con toda su primera
clase ocupada por Perón y sus colaboradores. Lo dejaron llegar hasta el aeropuerto
El Galeao, en Río de Janeiro, y tuvo que retornar ese mismo día a España. Perón
terminó con el exilio el 15 de noviembre de 1972 cuando viajó a Roma con
pasaporte paraguayo para desde allí volar a Buenos Aires, donde estuvo unas
semanas para volver otra vez a Madrid.

Después de dos estancias en Torremolinos y en un chalet de El Plantío, una


localidad residencial ubicada a doce kilómetros de Madrid, el general e "Isabelita"
ocuparon un vasto departamento ubicado en la calle donde también vivía el doctor
Arce (embajador de Perón ante Naciones Unidas) en la capital española. Es allí
donde Perón recompone sus contactos y comienza a prodigar una correspondencia
que, junto con mensajes grabados, constituiría su principal medio de comunicación
con el movimiento peronista en la clandestinidad.

Perón era un hombre de costumbres metódicas, cuarteleras casi, y por la noche lo


atormentaban las fiestas, con zapateo flamenco incluido, que ofrecía su vecina del
piso de arriba, la famosa actriz Ava Gardner, a quien el líder justicialista detestaba.
Perón no sabía, o hacía como que no se daba cuenta, de que la estrella bajaba de
vez en cuando para saborear las empanadas criollas que le preparaba Isabelita, de
las que Ava Gardner se había vuelto devota.

Mientras tanto, Perón había comprado un vasto terreno en la lujosa urbanización


de Puerta de Hierro, ubicada cerca de la carretera del Pardo que lleva en pocos
minutos al Palacio de la Zarzuela y a la residencia que ocupaba Francisco Franco.
Allí se construyó la quinta "17 de octubre", en Navalmanzano, 5 (ahora 4-6), una
vivienda confortable pero sobria al lado del esplendor de otros edificios vecinos.
Pasó a la historia, (y a la leyenda) de Argentina como "la casa", o "Puerta de
Hierro", como la llamó el peronismo.

Esta fue la legendaria sede de múltiples cónclaves que, a medida que pasaba el
tiempo y se consolidaba el poder de Perón y el peronismo, reunía a numerosos
políticos, sindicalistas y diversos personajes acompañados de algunos periodistas.

Perón se levantaba a las cinco de la mañana en invierno, y a las siete en verano.


"Como decíamos los militares, al ''pepe'' pero temprano", bromeaba, y después de
unos mates amargos iniciaba un largo paseo por las bellas calles de Puerta de
Hierro, bastante desiertas todavía hoy, que se convertían en "footing" y algunos
ejercicios de sus viejos tiempos de boxeador. Cuando volvía, dos horas después, se
entonaba con otros mates, y recibía a la siempre interminable lista de invitados.

El almuerzo, y la cena, eran de una sencillez que también recordaban la vida


militar. Un "bifecito vuelta y vuelta", ensalada, y fruta. De noche, Perón se
preparaba un puré "amarillo" y esa escueta dieta sólo variaba con algunas tortillas
y diversas verduras. De vez en cuando, Perón salía de noche a comerse un glorioso
puchero madrileño, algún plato de pastas italianas, y después iba al cine o a
presenciar algún combate de boxeo. Otros días, iba a comprar al centro de Madrid
el diario italiano Corriere della Sera, y después recalaba en la confitería
California a tomar un café.

Para consolidar su dominio del movimiento, amenazado por los "neoperonistas" y


el poder sindical, Perón envió como su delegada a Buenos Aires a Isabel, quien
cuando volvió de su primer viaje el 10 de julio de 1966 lo hizo acompañada de su
nuevo hombre de confianza, el siniestro José Lopez Rega. La presencia más
estremecedora y dominante de toda esta historia fue el cadáver de Evita, que en
1971 fue instalado en una habitación del primer piso de Puerta de Hierro.

EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX:


EL ULTIMO GOBIERNO (1973-1974)
Regreso y despedida de un país
cruzado por la violencia

En 1973, Perón comenzó su último gobierno. Ya enfermo, no pudo domar a


sus partidarios. Su muerte dio paso a un tiempo de tragedia.

Alberto González Toro.


agonzaleztoro@clarin.com

El regreso definitivo de Perón a la Argentina empezó con una tragedia y terminó


con otra. El 20 de junio de 1973, en Ezeiza, el enfrentamiento entre la derecha y la
izquierda del peronismo tiñó de sangre el fin del exilio de Perón. Y anticipó otra
tragedia: la fractura del peronismo. Perón, a quien esperaban cerca de dos millones
de personas, debió aterrizar en la base militar de Morón. Así comenzó su tercer
gobierno— a la presidencia ascendió el 12 de octubre del 73—, que duró menos
de un año. Su muerte, el 1øde julio de 1974, cerró el círculo trágico iniciado ese
20 de junio.
"Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino", fue la consigna que
Perón intentó instalar en un país que había soportado, durante años, dos dictaduras
militares. Pero en esa Argentina no hubo lugar para la reconciliación entre
argentinos. El choque entre la derecha y la izquierda peronista fue feroz. Las
formaciones guerrilleras— la guevarista ERP y la peronista Montoneros—
sumaron violencia.
El proyecto político del general Perón era instaurar en el país un modelo de
capitalismo nacional, con un fuerte mercado interno, basado en un Estado que
regularía las reglas de la economía. Para esto contaba con José Ber Gelbard, un
ministro que impulsó un pacto social entre empresarios y trabajadores, con la vista
puesta en una inflación cero y en una mejor distribución de la riqueza. Y una
apertura a los mercados entonces socialistas, Cuba y Rusia. Este proyecto, sin
embargo, se daba en un contexto difícil: Perón tenía casi ochenta años, estaba
enfermo, y era muy evidente la influencia que ejercían sobre él la vicepresidenta,
su tercera esposa ,Isabel Martínez, y su secretario privado, el ex cabo de la
Federal, José López Rega. Además, en pocos meses había cambiado el panorama
político en Chile, Bolivia y Uruguay: dictaduras militares, bendecidas por Estados
Unidos, rodeaban a la Argentina.

Poco pudo hacer Gelbard (un "topo" del Partido Comunista; ver recuadro), para
contrarrestar esta ofensiva. Gelbard tenía el apoyo de Perón, pero no contaba con
la simpatía de López Rega, también ministro de Bienestar Social y creador de la
organización terrorista de ultraderecha Triple A, que se dio a conocer
públicamente con un atentado contra el diputado radical Hipólito Solari Yrigoyen,
que salvó su vida por milagro. La Triple A empezó a amenazar a políticos
progresistas y a figuras del ambiente artístico, muchas de las cuales tuvieron que
exiliarse.

Perón había ganado las elecciones el 23 de septiembre con el 62 por ciento de los
votos. Sin embargo, con un respaldo tan masivo y con un radicalismo debilitado,
el viejo caudillo no pudo tomar las riendas como en su época de esplendor. Entre
los sectores ortodoxos de su movimiento y los revolucionarios que aspiraban a la
"patria socialista", el jefe justicialista optó por los primeros. Su proyecto político
no pudo cuajar. De nada valió su muy buena relación con el jefe del radicalismo,
Ricardo Balbín, que a diferencia de las dos primeras presidencias de Perón—
cuando la UCR fue enemiga acérrima del líder peronista—, intentó una política
conciliadora. El general, además, tenía los días contados. Su muerte, el primero de
julio de 1974, precipitó el golpe militar de marzo de 1976. Su viuda, Isabel, lo
sucedió en el Gobierno. López Rega gozó de un poder breve pero terrorífico. La
guerrilla siguió golpeando, y las Fuerzas Armadas se prepararon para tomar el
poder. El ministro de Economía de Isabel, Celestino Rodrigo, anticipó con su plan
económico el proyecto que impondría, unos meses después, José Alfredo Martínez
de Hoz. El "rodrigazo" redujo los salarios e intentó terminar con una legislación
laboral, hija del peronismo. La reacción que produjo su plan hizo caer a López
Rega, pero abrió el camino a los militares.
Enfundado en su grueso sobretodo, con dificultades para respirar, el general
escuchó el 12 de junio de 1974 los aplausos y los vivas de sus partidarios, reunidos
como siempre en la Plaza de Mayo. "Mi único heredero es el pueblo", dijo. En esa
tarde helada, el último Perón se despedía de su pueblo.

EZEIZA. EL 20 DE JUNIO DE 1973, DIA DEL REGRESO DE PERON, SE ENFRENTARON TRAGICAMENTE LA DERECHA
Y LA IZQUIERDA DEL PERONISMO. (Foto: Archivo Clarín)

EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX


El mago como víctima rotunda
de la Historia
José Pablo Feinmann. FILOSOFO

Conducir era, para Perón, "conducir el desorden". Para conducir un movimiento


des-ordenado (por eso era un movimiento, sino habría sido un partido) se requiere
la pericia de un "gran conductor". Perón, tal como lo dice la marcha del
movimiento (un movimiento que, además, "marcha", es el colmo del vértigo, el
éxtasis del devenir), era, precisamente, eso: el "gran conductor".

Durante sus primeras dos presidencias el esquema le funcionó bien. Pero su


presencia omnipresente, su carisma fuerte y joven, obliteraban el surgimiento de
líneas internas antagónicas. Los des-órdenes, si los había, no eran graves. Perón,
en esa etapa, tiene un solo, real antagonista: Evita. Sus elogios desmesurados lo
abrumaban y lo exigían. Si uno, durante todo el tiempo, le dice a otro que es Dios,
algo, el otro, tendrá que hacer para parecerlo. Evita muere y Perón, sin su
antagonista, pierde vértigo, imaginación. Se entrega. Quiere ser como sus
enemigos quieren que sea: aperturista, liberal, amigo de los Estados Unidos, de las
petroleras y los capitales extranjeros. Sus enemigos razonan de un modo simple y
definitivo: para ser como nosotros los mejores somos nosotros, no usted. Cañonera
paraguaya y exilio.

Desde afuera, en exterioridad, sigue "controlando el desorden". No como


conductor presente, sino como mito lejano. Es otra forma de poder y acaso más
irresistible. Esa negación neurótica y fóbica que sus adversarios decretan sobre su
nombre y su imagen en el ámbito interno agiganta su mito: es lo prohibido, lo
maldito. Nace el peronismo de la maldición y, si ha de volver, volverá con el color
de lo maldito: el negro. En un "avión negro". La tentación del Mago que todo lo
puede embriaga, colma, al conductor.

Estar "fuera" de todos los conflictos (fuera del país, fuera del escenario) le
permite no elegir, no ser parte de las pasiones, sino ser el "Padre Eterno" que,
amparado en el mito y la distancia, en la des-historización, las controla, orienta el
caos y le da una dirección unívoca: derrotar al enemigo.

Maneja, así, todas las contradicciones. Lo que implica avalar, legitimar todas las
fuerzas que se pongan a sus "órdenes". Conduce (más que nunca, desde la patria
del mito, desde la no-historia) el desorden. Agrede con todas sus piezas. Su
"ausencia" lo hace Dios: el pueblo lo ama y lo espera, con su regreso vendrá la
redención. Sus conducidos, obedecen. Ellos forman parte de la historia, el
"conductor" no.

El conductor (con la fría lucidez de la lejanía, sin pasiones que lo enturbien) los
maneja como fichas. Para esto, los "duros". Para esto, los "dialoguistas". Para esto,
los "políticos". Para esto, las "formaciones especiales". Para esto, los "sacerdotes
del Tercer Mundo". Para todo, para la "totalidad", yo. Ocurre, sin embargo, lo
único que podía quitarle sus poderes mágicos. Regresa, vuelve. Mito que vuelve,
mito que se historiza. Mito que se historiza, mito que muere. El avión no es negro.
Al Mago, de cerca, se lo ve viejo y cansado. Y el espectacular des-orden que
desató y controló desde la lejanía es, en el escenario de las pasiones, incontrolable.

Perón, ahora, es uno más. No totaliza el caos, forma parte de él. No controla el
desorden, lo padece. En medio de este "delirio báquico", propone el tiempo y no la
sangre. Pero es tarde. Todas las fuerzas que desató desde el mito y no puede
controlar desde la historia, quieren sangre. Y él, impotente, acaso atónito, ya no
tiene tiempo. Hizo entonces lo único que verdaderamente hizo, lo que hizo el
exacto día en que regresó. Hizo lo que había venido a hacer y él, que creía saberlo
todo, ignoraba: morirse.
Los sueños de
un país de iguales
María del C. Feijóo. Socióloga

Mítica saga de la Argentina contemporánea, para las mayorías;


pesadilla para otros, el peronismo ha sido el principal actor político
del país a lo largo de varias décadas. Décadas de cambio, pues un
movimiento de "larga duración" sólo pudo haberse mantenido
mutando sus formas y, en parte, su identidad, para adaptarse al
cambiante panorama histórico. Se habla, así, de "los peronismos" o
se plantea irónicamente, en relación con su última transformación,
el haber pasado de ser "el hecho maldito del país burgués" — tal
como lo planteaba en los 60, John William Cooke, el dirigente más
radicalizado del peronismo en esa época—a convertirse en "el
hecho burgués del país maldito" en referencia al intento febril de
cambiar su identidad durante los 90, con el gobierno neoliberal de
Carlos Menem.
Sin embargo, pese a todos los intentos, hay una marca del
peronismo que sigue prácticamente indeleble y que es su legado
fundamental como movimiento político: se trata del papel
desempeñado en la construcción de actores sociales, sujetos de
derecho, referidos a una condición de ciudadanía garantizada y
expresada en la Constitución de 1949, consolidada en un contexto
de desarrollo socio—económico coincidente con el momento de
máximo esplendor de nuestra sociedad "salarial". Durante largo
tiempo, esta identidad se transmitió como memoria histórica aunque
ahora hay motivos para pensar que la destrucción de ese mundo la
debilita y la referencia empieza a ser más mitología que memoria.
Sin embargo, aun débil, está presente cuando la población funda su
protesta en el dispositivo de una ciudadanía activa en que se asienta
el reclamo por el derecho. Claro que esta voluntad de persistir no
sólo fue puesta en cuestión por el contexto sino que a veces fueron
algunos sectores de la propia dirigencia los que postergaron su
logro.
Para otros, el peronismo no dejó un legado sino un prontuario. Son
los que alentaron los golpes institucionales que golpeando al
peronismo destruyeron la nación, los que vieron la memoria como
un obstáculo al mercado, los que lo analizan by default y no pueden
pasar de leerlo como populismo. El peronismo, sin embargo,
magnificando las virtudes y limitaciones de nuestra sociedad, sigue
ahí. Y la herencia que deja es la de haber sido capaz de pensar que
se podía construir un país de iguales para todos.
EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX:
MITOS Y LEYENDAS
Dueño de gloria y espanto

Se exilió con una fortuna colosal; acosó sexualmente a las estudiantes nucleadas
en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES); fue un agente nazi; ordenó a su
Policía que secuestrase chicos para sacarle la sangre que necesitaba una Evita
moribunda; era tan desalmado que no asistió al velorio de su madre; nunca pudo
superar su impotencia sexual; falsificó su fecha de nacimiento; inventó que
regresaría a la Argentina en un extraño avión negro.
No existe un líder popular que pase por la vida sin generar mitos, leyendas,
historias maliciosas, ominosos secretos. El general Perón no fue una excepción,
mucho más en una sociedad polarizada que durante el primer peronismo enfrentó
con encarnizamiento a peronistas y a antiperonistas.
Después del golpe militar que en setiembre de 1955 derrocó al peronismo, las
historias que rodearon a Perón tuvieron gran eco entre los "contreras".

Muchos de esos anatemas nacieron en los teatros Maipo y Nacional, con sus
famosas "revistas", donde una platea de clase media festejaba los chistes
antiperonistas, mientras Nélida Roca y otras vedettes mostraban sus físicos
espectaculares.

Uno de los temas recurrentes en esos escenarios fue la supuesta relación que el
general habría tenido con una estudiante de 15 años, Nelly Rivas, que se jactó en
varios reportajes de haber sido la "única pasión" del general.
En los barrios populares se fantaseaba con la llegada de un avión negro que
traería de vuelta al general. Tal vez éste haya sido uno de los mayores mitos del
peronismo.

En las paredes, el "Perón Vuelve" era ya una bandera de lucha. Y gracias a un


programa radial de vasta audiencia, los "contreras" se habían convertido en los
"gorilas".

Nacían otros mitos, otras leyendas.


La brasa roja de la guerrilla peronista
Carlos Eichelbaum. ceichelbaum@clarin.com

¿(Perón) líder de masas o líder revolucionario? ¿Brazo armado del


movimiento peronista u organización revolucionaria de la clase
obrera peronista independiente de las otras estructuras del
peronismo y de la conducción táctica de Perón? Estas eran algunas
de las discusiones fundamentales, entre los últimos días de los 60 y
los primeros de los 70 en las organizaciones armadas que se
reconocían como peronistas.
Desde el exilio, en sus movidas de neutralización defensiva o
estrategia ofensiva frente a los gobiernos militares, Perón tenía
dudas parecidas respecto del fenómeno de las prácticas de guerrilla
urbana de muchos militantes que se reconocían como peronistas.
Perón lo resolvió, en principio, con una aceptación de hecho de una
dimensión de la lucha política en la Argentina sobre la que nunca
tuvo control real. Decidió jugar a las organizaciones armadas
peronistas como si se trataran de un recurso táctico —entre varios
otros— surgido y dependiente de su conducción estratégica
personal. En rigor ya venía haciendo lo mismo, desde mucho antes,
con la estructura sindical, también ésta con proyectos propios.
La relación entre el caudillo y esas organizaciones guerrilleras fue
cordial mientras sus objetivos coincidieron, más o menos hasta las
elecciones del 11 de marzo de 1973.
Después llegó la ruptura, sobre todo con Montoneros, que por más
tiempo había jugado el juego del "brazo armado" de Perón: su
máxima dirigencia intentó disputarle al propio líder la conducción
del peronismo y determinar el rumbo de la gestión del Estado.

Gelbard: el comunista de Perón


Casi medio siglo después es posible saber lo que se murmuró
durante décadas: José Ber Gelbard fue miembro activo del Partido
Comunista argentino, aun siendo ministro de Economía de Perón.
Renunció en octubre de 1974, poco después de la muerte del
general. Facilitado por la actual dirección del PC, el carné que se
muestra abajo— número de afiliado 00525, de 1957— demuestra
que Gelbard era un "topo". Los afiliados como él no tenían nombre:
sólo un número. Gelbard era parte del famoso "directorio" que armó
las finanzas comunistas. El carné confirma que Perón le entregó el
timón de la economía a un hombre que fue el líder durante tres
décadas de la llamada burguesía nacional, con vínculos con la
entonces poderosa URSS. Gelbard murió en el destierro, en los
EE.UU. en octubre de 1977.
EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX:
TESTIGOS DE UN TIEMPO
El destino del pequeño héroe peronista

En 1953, Miguel Angel Fida, de 10 años, fue condecorado.


Aquí su historia.

Pablo Calvo.
pcalvo@clarin.com

Cuando vio la foto, un chico de 10 años sonrió dentro suyo y un hombre de 60


comenzó a llorar. El alboroto de las dos biografías le hizo temblar las manos. Y el
pico de la pava perdió la puntería en un mate que hacía rato había dejado de
humear. "¡Qué lindo fue ese día!", balbuceó. Se estaba produciendo el milagro de
un recuerdo, tal vez cuando enfilaba hacia las tinieblas del olvido.
Miguel Angel Fida cursaba cuarto grado cuando el general Perón lo alzó frente a
la multitud reunida en la Plaza de Mayo para los festejos del Día de la Lealtad. Ese
17 de octubre de 1953, en un instante más breve que un segundo, Miguelito se
sintió suspendido como un ángel, ovacionado como un artista, condecorado como
un mariscal. La Medalla Peronista lo esperaba en las manos del dictador
nicaragüense Anastasio Somoza.

Antes de la recompensa, hubo una historia breve de valentía infantil. La muerte


merodeó el capítulo inicial. Una nena de cinco años se había soltado de la pollera
de su mamá en medio de las vías del ferrocarril San Martín, al cruzar el paso a
nivel de la calle Campana. La locomotora la iba a atropellar, pero Miguelito la
sacó del camino y la salvó. La madre de la nena no sabía cómo agradecerle. Le dio
un abrazo y le llenó los cachetes de carmín. Ahí terminaba el acto de arrojo. El
olvido se empezaba a frotar las manos. Cometió error: testigos y vecinas no se
iban a perder semejante anécdota. El relato saltó de boca en boca. Los detalles
variaban según el narrador, aunque la hazaña era siempre la misma.

En la primavera del 53, Miguelito fue llamado por el director de la escuela


"Tomás Liberato Perón". El interrogatorio fue amable. ¿Qué hiciste aquella tarde?
¿Te pasó algo en el camino?. La confirmación sacudió al barrio. Un "héroe
peronista" tomaba la leche en Villa Devoto.

Manuelita López de Fida levantaba puntos de media cuando se enteró del


notición. De tanto orgullo por su hijo, se desesperó:
—¿De dónde saco un trajecito? Ahh, ya sé, lo mando con el guardapolvo, al
General le va a gustar.

Lo planchó apenas unas 150 veces. Angel, el papá, lustró los zapatos. Y el
peluquero le hizo un corte al ras, sin sospechar que tallaba para la posteridad.

El rugido de la Plaza de Mayo envolvió la aparición de Perón, a las 17 en punto.


Se acercaba la coronación. Había medallas "a la Fe Peronista", "a la Producción",
"al Deber Sindical", "a la Madre". El diploma de Miguelito decía: "Medalla
Peronista a la Abnegación, como reconocimiento a sus virtudes para ejemplo y
estímulo de los compañeros".
El chico avanzó por el palco hacia donde estaba el General. Se iniciaba la
secuencia que, cincuenta años después, iba a despertar una nueva búsqueda.
¿Quién será ese chico que sostiene Perón?, se preguntó alguien en la redacción de
Clarín. Y alguien salió a buscarlo, con el sólo rastro de una foto de atrás.
"Fuerte el aplauso para Migueeeeeell Angeeeell Fidaaaaa", avivó el locutor
oficial. Y el chico del guardapolvo impecable se transportó hacia un mundo color
sepia. Perón lo recibió con caricias. En su brazo izquierdo llevaba un brazalete de
luto, por Evita. Miguelito apenas respiraba. Se dieron un beso y un abrazo. Dos
potencias se saludan:

—Gracias, General.

—No, muchacho, gracias a vos, me hacés muy feliz. ¡Te felicito!. Seguí
portándote así toda la vida.

Somoza, que sostenía el estuche con la recompensa, quiso elogiar la fuerza de su


anfitrión:

—Y eso que el chico está rellenito. ¡Qué bien se come en la Argentina!

Cuando el nene aterrizó de las nubes, se activó otro reloj. En junio de 1955, la
plaza de la foto fue bombardeada. En setiembre, Miguelito se quedó sin
primavera: tuvo que escaparse por una ventana del aula de sexto grado. Ni le
habían enseñado geometría y ya se topaba con los paredones obtusos de la historia
argentina. Su anécdota sagrada, diría Alejandro Dolina, fue rociada con el Licor
del Olvido.

La familia empezó a borrar toda huella. Un amigo radical ofreció ayuda. Y a su


casa fue a parar el diploma, la medalla, los libros peronistas y el pase que decía:
"El portador, señor alumno Miguel Angel Fida, tiene libre acceso a la Casa de
Gobierno al acto a realizarse en el día de la fecha".

Un decreto militar prohibió nombrar a Perón. Miguelito, a los 12 años, recibía la


condena a vivir otra vida. Alguien lo reconoció en la escuela donde hacía la
secundaria. l lo desmintió. Tres veces negó a Perón.
Abandonó en tercer año y la promesa que había hecho en 1953, de llegar a
ingeniero mecánico, se esfumó. Sólo fue mecánico. Nunca pudo usar la beca que
le había prometido el peronismo para estudiar en Estados Unidos y especializarse
en motores diesel. No volvió a hablar de la medalla escondida. Cuando Clarín
salió a su búsqueda, él seguía prefiriendo el silencio. Alguien, sin embargo,
guardaba un frasco del Vino del Recuerdo, ese que diluye los efectos del Licor del
Olvido.

UN 17 INOLVIDABLE. PERON ALZA FRENTE A LA MULTITUD, EL 17 DE OCTUBRE DE 1953, A MIGUEL ANGEL


FIDA, DE 10 AÑOS, A QUIEN CONDECORO. A SU LADO (DERECHA) ESTA EL DICTADOR NICARAGENSE
ANASTASIO SOMOZA. (Foto: Penelides Fusco. Archivo Pavón Pereyra)

Si los procedimientos de la suerte necesitaran una descripción, aquí viene una. En


el archivo de Clarín apareció una foto de frente de un chico con guardapolvo,
tomada el 17 de octubre de 1953. Lo habían homenajeado por su coraje. Se
llamaba Miguel Angel Fida. Los primeros veinte Fidas de la guía no lo conocían.
Sólo uno se llamaba igual. ¿Usted tiene 60 años?. Sí. ¿Usted recibió la medalla
peronista?. Silencio. ¿Usted estuvo en brazos de Perón?. No, no, no. Tengo una
foto que me gustaría mostrarle. ¿Una foto? ¿podría venir mañana?. Cuando la vio,
un chico de 10 años sonrió dentro suyo. Y un hombre de 60 comenzó a llorar.
La medalla está en un banco, "por la inseguridad". La mamá, de 84 años, sigue
orgullosa: "logró que pisara el balcón de Eva". Y Miguel, "peronista de Perón",
acepta que ya es tiempo de recordar. Por primera vez, mandó a enmarcar aquel
instante sagrado.

El crimen de las manos robadas


Silvana Boschi. sboschi@clarin.com

Habían pasado trece años desde la muerte del general Juan


Domingo Perón, cuando el juez Jaime Far Suau comprobó en el
cementerio de la Chacarita que se había cometido uno de los
crímenes más misteriosos de la historia argentina: la mutilación de
las manos del ex presidente. Tan misterioso como fue en su
momento la desaparición del cadáver de Evita.

Era el 30 de junio de 1987. Un día antes, el senador Vicente


Leonides Saadi, jefe del PJ, había recibido una de las tres cartas que
circularon con la firma de "HERMES IAI y los 13", donde decían
que las manos estaban en su poder y pedían un rescate de 8 millones
de dólares.

Un año después, el juez Far Suau murió en un supuesto accidente,


en plena investigación. Y meses más tarde murió otro de los
hombres que conocía la causa: el jefe policial Juan Angel Pirker.
Luego, varios testigos fueron amenazados, tiroteados, y algunos
desaparecieron.

Una de las hipótesis— muchas de ellas alocadas, tan irracionales


como ese crimen— sostenía que las manos habían sido usadas para
acceder a una cuenta en Suiza, mediante las huellas digitales.

Hoy solamente queda una teoría: que fue obra de un grupo de


extrema derecha. La intolerancia más extrema se reflejaba en esa
acción de mutilar a un muerto.

En la causa judicial no hay ningún detenido, pero sí una nueva línea


de investigación: la que sostiene que las manos estarían escondidas
en una iglesia del gran Buenos Aires.
EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX:
TESTIGOS DE UN TIEMPO
"Lo vi triste, pero nunca lo vi llorar"
Eduardo Pompilio, 77 años, trabajó como mozo en la Casa Rosada desde 1945
hasta 2001. Jubilado, vive en Villa Celina. Tiene dos hijos gemelos, de 53 años; 10
nietos y 7 bisnietos. Estos son sus recuerdos:.

MOZO. EDUARDO POMPILIO TRABAJO EN LA CASA ROSADA DESDE 1945 HASTA 2001. FUE QUIEN
SIRVIO SIEMPRE A PERON EN EL GOBIERNO. (Foto: Leo Vaca

"Perón pedía un cafecito, y del cafecito tomaba la mitad. Se cuidaba mucho, no era
un hombre vicioso. De vez en cuando me pedía un cigarrillo, pero daba dos
pitadas y lo tiraba. Fumaba Particulares livianos, sin filtro. Después dejó de fumar.
El general hablaba muy poco. Cuando descansaba no le gustaba que le hablaran.
No quería que le hablara de nada. Se ponía mal si lo molestaban.

"En su trato de todos los días, Perón era un hombre muy seco. Después de la
muerte de Evita, un día me dijo: ''¿Sabe cuánto me cuesta ir allá?''. Se refería a su
despacho, porque allí tenía un retrato de ella. Nunca lo vi tan triste. Le pregunté:
¿Qué vamos a hacer ahora, mi general?. Y me dijo, triste, muy triste como jamás
lo vi: ''Hay que seguir tirando y seguir siendo peronista''.

"Isabel dormía en su pieza y él en la de él. Tampoco durmió con Evita. Según


decían, él tuvo un golpe en el Colegio Militar y quedó anulado. Con la primera
mujer tampoco había tenido hijos. Evita dijo un día: ''Me voy a morir sin tener un
hijo con el general. Cuídenlo porque las víboras ya van a entrar en la Casa de
Gobierno".

"Nunca lo vi llorar. Siempre tenía una palabra para salir del pozo. Antes de que se
matara Juan Duarte, dijo: ''Si a mi padre le tengo que poner un cuchillo en la
barriga por traición, se lo pongo''.

"La madre del general, a la que le decíamos ''la gorda'', a veces lo visitaba. Era
una mujer alta, grandota, hija de indios. ''¿Está mi Juancito'', preguntaba. La
hacían pasar a la privada, y él la atendía. ''Está mamita'', decía. Se quedaba un
ratito con ella, una hora, y le preguntaba por el campo. Cuando ella murió, Perón
no fue al velatorio. El dijo: ''No, ella tiene sus indios para que la velen''."

Los sobres secretos


Una tarde de mayo de 2004, periodistas del equipo de Telenoche
Especial de Canal 13, que dirige Carlos de Elía, se reunieron con el
ministro del Interior, Aníbal Fernández. Estaban preparando un
documental sobre Perón. Pidieron que tres sobres, considerados
secretos, sobre la salud del general, guardados desde hacía treinta
años en el tesoro de la Escribanía General del Gobierno, fueran
desclasificados. El escribano Nicolás Echegaray confirmó la
existencia de los sobres. Fernández consultó con Kirchner la
desclasificación del material que envió, poco después, al Archivo
General de la Nación. Ese material inédito se cuenta en estas
páginas.
EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX:
TESTIGOS DE UN TIEMPO
"Yo le hice los zapatos al general"

Héctor y Rodolfo Locane son fabricantes de zapatos. Su zapatería está en pleno


barrio de Boedo, en Cochabamba al 3800. Américo y Adolfo Gorga— parientes de
los Locane— tenían una sastrería militar, y eran proveedores del Ejército. Los
Gorga estuvieron en la sastrería militar desde su fundación, en 1890, hasta su
cierre, en 1987. Ellos hacían zapatos para el Ejército. Entre los tantos que hacían,
también hicieron los de Perón.

ZAPATOS BICOLOR. ARRIBA, EL ZAPATERO RODOLFO LOCANE; ABAJO, PERON EN MADRID CON SUS
TRADICIONALES ZAPATOS COMBINADOS. CIRCA 1960. (Foto: Leo Vaca)

"Yo le hice a Perón los zapatos que dieron la vuelta al mundo en las fotografías de
las revistas y los diarios: los zapatos blanco y negro y los blanco y marrón. Los
hice cuando él ya estaba exiliado. Se los mandé en 1961. Con esos zapatos, el
general aparece en la foto en que está con los dos perritos en Puerta de Hierro",
comenta Héctor, que prefiere hablar pero no fotografiarse. Le cede el lugar de la
foto a su hermano Rodolfo.

Recuerda Héctor: "Perón calzaba el 43. El tío de mi mujer, Adolfo Gorga, lo


atendía personalmente. Adolfo era un gran artesano. Cuando el general retornó a la
Argentina pidió que lo atendiera Adolfo Gorga. Pero lo fue a ver Américo, que le
explicó a Perón que Adolfo estaba muerto. Adolfo era muy peronista, y cuando el
general Juan José Valle se sublevó contra el gobierno de Aramburu y Rojas, los
militares lo mataron a palos. Su hermano Américo pudo lograr que no lo fusilaran,
pero se lo devolvieron arruinado por los golpes. Al poco tiempo murió. La
cuestión es que cuando Perón lo vio a mi suegro Américo, le dijo: ''Usted no es
Gorga''. Y mi suegro le respondió: ''Sí, soy Gorga, Américo Gorga. A Adolfo lo
mataron con Valle en el 56''. Y Perón le contestó: ''Algún día ésto se va a saber''".

EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX:


LA HISTORIA SECRETA DE LA SALUD DEL GENERAL
Perón sabía que iba a morir
si aceptaba ser Presidente
Así lo revelan tres sobres que contienen su historia clínica, guardados
celosamente durante 30 años en la Escribanía General del Gobierno.

María Seoane.
mseoane@clarin.com

No deja de ser estremecedor: Perón sabía que si asumía la Presidencia, en octubre


de 1973, podía morir en poco tiempo. Lo demuestra la Historia Clínica 32.967,
guardada durante treinta años en tres sobres secretos en la Escribanía General del
Gobierno de la Nación.
El primer sobre, registrado como la escritura 16, pasada al folio 65 del registro
de la defensa nacional (secreto) con fecha 26 de diciembre de 1973, fue
entregado por los médicos de Perón, los doctores Pedro Cossio y Jorge Taiana al
entonces escribano mayor de gobierno, Jorge Garrido. En él se adjuntan los
electrocardiogramas y los análisis clínicos del general realizados por el biólogo
Moisés Schere. Excepto los electrocardiogramas, el resto de estudios clínicos está
a nombre del suboficial Juan Esquer, jefe de la custodia de Perón, a quien le
entregaban los estudios para protegerlos no sólo de los curiosos en el laboratorio:
también de las presiones de López Rega sobre Cossio, Taiana y Domingo Liotta
para reemplazarlos por alguien de su confianza.
Los antecedentes médicos sobre las enfermedades de Perón— entregados a Cossio
y a Taiana— habían sido realizados en Madrid por su médico Francisco José
Flores Tazcón y su urólogo Antonio Puigvert. Ya en enero de 1964, había sido
operado de un tumor de próstata. En setiembre de 1971, cuando tenía ya 76 años,
había tenido malestares por obstrucción de pequeñas arterias cerebrales, una
pericarditis senil que anunciaba ya entonces la posibilidad de un infarto grave.
Según Taiana —que lo revisó junto con Cossio— "la enfermedad cardíaca de
Perón se inició en el tercer trimestre del 72, debido a una angina de pecho, con
dolores no intensos pero espontáneos". Uno de esos dolores ocurrió en el avión
charter que lo trajo de Madrid el 20 de junio de 1973. Y se agravó después de la
tragedia de Ezeiza. En el informe de diciembre de 1973, que sintetiza el primer
sobre guardado en la Escribanía, Taiana y Cossio se refieren a la crisis cardíaca
desde el 26 de junio hasta el 15 de julio de 1973. Perón estaba alojado en la casa
de Gaspar Campos en Vicente López. En la madrugada del 26, Taiana lo llamó de
urgencia a Cossio por fuertes dolores abdominales, que luego se confirman como
trombosis aórtica y una notable cardiopatía, agravada al compararse con los
estudios que Perón traía de Madrid. Entonces, Taiana y Cossio alertan del peligro
a Isabel y a López Rega: "debe guardar reposo", ordenan. En el informe se detalla
lo ocurrido, día por día, y Taiana y Cossio terminan diciendo que Perón ya había
tenido dos infartos y un edema de pulmón "y por lo tanto debe cuidarse mucho,
limitándose a los actos imprescindibles de su alto cargo, suprimiendo todo
acto de demostraciones o protocolares, de lo contrario podría acelerarse la
evolución natural de su enfermedad. Más aún, todo programa fuera de los actos
de gobierno, debería ser visado por sus médicos". Y terminan aclarando que, a
partir de ese momento, el general contaba con "un servicio médico permanente de
emergencia no sólo en Gaspar Campos, sino también en la Casa Rosada y Olivos,
como también en los trayectos de sus traslados."

La suerte estaba echada. A pesar de eso, Perón asumió la presidencia el 12 de


octubre de 1973. El segundo sobre registrado como la escritura 4, pasada al folio
7 del registro de la defensa nacional (secreto) con fecha 27 de marzo de 1974,
contiene sólo dos informes de Taiana y Cossio. No hay ya estudios clínicos. Un
informe del 24 de enero y otro del 24 de marzo de 1974. En el primero, se resume
la evolución de la salud del general durante enero así como la medicación
indicada. La síntesis de este informe es que— y así se lo comunican Taiana y
Cossio al español Tazcón que lo visita a Perón en esos días— el corazón de
Perón se debilitaba cada vez más. Los médicos estaban preocupados porque ni
Isabel ni López Rega parecían darse cuenta de la gravedad de la situación. En el
informe de marzo, Taiana y Cossio insisten en monitorear el corazón de Perón
minuto a minuto, con un aparato novedoso entonces, el Holter. "Si esto no se
realiza— dicen— debe haber una vigilancia permanente, día y noche, de su
pulso". Y recomiendan: que cualquier actividad extrapresidencial debe estar
autorizada por los médicos.

Pero nadie parece escucharlos. Perón viaja el 13 de junio a Paraguay. En el avión


a Asunción ya tiene su primera descompensación. Pero igual asistió a los actos, se
mojó por una llovizna pertinaz, subió escaleras en un barreminas. Quería
despedirse de su amigo Stroessner. El tercer y último sobre, registrado como
escritura 8, pasada al folio 32 del registro de la defensa nacional (secreto) con
fecha 25 de junio de 1974 tiene un solo y dramático informe. Se registran los
últimos días de Perón. Isabel y López Rega viajan a Europa el 15 de junio. En la
madrugada del 18, dicen Taiana y Cossio, Perón tiene un nuevo ataque. El 20, y a
pesar del reposo— que fue comunicado a la prensa como "un fuerte estado
gripal"— los médicos deciden pedirle a Isabel y a López Rega que vuelvan de
Europa.

El último párrafo del informe se refiere al día 23 de junio de 1974. A pesar de que
se ve una pequeña mejoría ya que "hasta el día de hoy no han vuelto a repetirse los
dolores de la angina de pecho", los médicos aconsejan, definitivamente que a
partir de ese momento Perón debe dejar de ser Presidente. Dicen: "...será
imperioso que tome un largo descanso, desvinculándose de todas las actividades
de su elevado cargo, en un clima templado y seco..." Murió ocho días después.

Perón eligió no renunciar. Ya lo había dicho en 1972: "Prefiero morir con las botas
puestas, en la Argentina, que expirar quietamente en la cama de un hospital, en
cualquier parte".

Y así fue.

EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX


Cómo se enseña hoy la historia
del peronismo

Felipe Pigna. HISTORIADOR

De aquel cantito juvenil de los 70 "se siente, se siente, Perón está presente" a hoy,
¿qué ha quedado de su figura? ¿Qué se enseña en los colegios argentinos sobre su
trayectoria política? Afortunadamente quedaron muy atrás los tiempos en los que a
la sombra del nefasto decreto 4161, en aquellos espantosos libros de "Educación
Democrática", se nombraba invariablemente a Perón como al "tirano prófugo" y a
su gobierno como a la "segunda tiranía".

El famoso decreto del golpe de estado autodenominado "Revolución Libertadora"


prohibía: "la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios
peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del
presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones ''peronismo'', ''peronista'',
''justicialismo'', ''justicialista'', ''tercera posición'', la abreviatura ''P.P'', las fechas
exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales denominadas
''Marcha de los muchachos peronistas'' y ''Evita capitana'' o fragmentos de las
mismas, la obra La razón de mi vida o fragmentos de la misma, y los discursos
del presidente depuesto y de su esposa o fragmentos de los mismos".
La lucha popular echó por tierra el absurdo decreto pero durante los sesenta y
parte de los setentas los programas de estudios terminaban sospechosamente en
1943. En los últimos años, Perón y su movimiento ya son parte de los planes de
estudio de los colegios secundarios y polimodales de todo el país.

La calidad de los manuales de historia para ese nivel ha mejorado notablemente y


se puede decir con satisfacción que brindan lecturas históricas equilibradas sobre
la trayectoria del movimiento peronista y su líder. Podrán verse allí los grandes
logros sociales, los avances legislativos del peronismo, el voto femenino, la
incorporación de la clase obrera a la vida política y también los episodios de
censura, la persecución a la oposición y los aspectos negativos de aquellos
primeros dos gobiernos.

Quizás falte profundizar el análisis del período más polémico de la trayectoria de


Perón, su actuación en en el gobierno a partir de octubre de 1973, que incluyó su
conflictiva relación con la juventud peronista, la creación de la Alianza
Anticomunista Argentina, más conocida como la Triple A y el protagonismo de
José López Rega, su secretario privado.
En las aulas el tema se estudia y, dependiendo de cómo se trabaje, puede
despertar la curiosidad y el interés entre los jóvenes. Hace pocos días, dando una
charla en un colegio estatal, comparábamos al primer peronismo con el
menemismo y un chico de 15 años concluyó "Menem le resolvió el dilema al
general, hizo todo lo posible para que el 2000 nos encontrara dominados y lo
logró".

EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX:


MITOS Y LEYENDAS
Lo nuevo, lo viejo en su biografía

La Historia puede ser una musa voluble: con el pasar del tiempo, ella revisa las
figuras públicas. La manera en que se aprecian los personajes puede evolucionar
cuando nuevas generaciones, con formas de pensamiento diferentes, examinan el
pasado o cuando la información antes ignorada pule los perfiles. Hay muchos
ejemplos. Entre los más notables está la forma como se lo ve ahora a John F.
Kennedy. Después del asesinato de 1963, los historiadores optaron por una visión
romántica de su presidencia — "el Reino de Camelot a la vera del Potomac"—
pero hoy el conocimiento de su conducta sin miramientos hacia las consecuencias
y una evaluación fría de sus logros reales ha llevado a una percepción más opaca
de su vida pública.

A treinta años de la muerte de Perón no hay motivos para que él escape del
dinamismo del análisis histórico. Y, sin embargo, su sitio en la historia argentina
ha permanecido sorprendentemente estático, con la dicotomía tradicional entre
peronistas y antiperonistas dominando las opiniones. No ha surgido ninguna
información dramática y confiable que pueda alterarlas, ni ha florecido todavía
una nueva raza de pensadores e investigadores jóvenes, que puedan pesar el
significado de su carrera pública sin tanta pasión. A la par, aquellos que han estado
escribiendo sobre Perón parecen no poder escapar el campo magnético que lo
rodea. ¿Cuánto de lo que se comenta es inédito? La historia se repite y, a menudo,
también los historiadores se repiten. Volver a mirar a Perón permite revaluar su
legado en relación a los hechos transcurridos durante treinta años. ¿Hasta qué
punto sigue siendo una fuerza positiva (o negativa), o un ícono mítico o un
elemento irrelevante? Estas son las cuestiones que encararé en un próximo trabajo.

EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX


Opiniones
MARTIN BALZA
Ex jefe del Ejército
El teniente general Perón —sin duda alguna— fue un sobresaliente profesional y es
innegable que desarrolló una profunda acción transformadora. Más allá de toda
evaluación, su pensamiento y obra, de un sesgo personal insoslayable y un gran poder
carismático, hicieron de él una de las más relevantes figuras de un período de nuestra
historia que abarca más de tres décadas. Los hombres que trascienden a su
circunstancia tienen adversarios, y es imperativo dar cabida a todos los protagonistas
en nuestra sociedad, respetando y valorando sus actos, más quienes somos soldados y
como tales pueblo mismo. Al respecto, el propio teniente general Perón dijo: "Las
Fuerzas Armadas son la síntesis del pueblo, no pertenecen a un partido ni sector
alguno. Pertenecen a la Patria". Y no debemos olvidar que —como dijo Borges— "...
nadie es la Patria, pero todos lo somos...". Estas máximas mantienen inusitada
actualidad. Perón, un hombre del Ejército Argentino, es ya un hombre de la historia de
todos los argentinos.

ROBERTO CIRILIO PERDI


Ex dirigente montonero
Yo creo que Perón fue claramente el líder nacional más importante del siglo XX. Hizo
posible un país con una fuerte presencia y participación del pueblo. Yo creo, también,
que el último Perón conservaba todavía cierta lucidez. Nosotros, los montoneros, a
pesar del enfrentamiento muy duro que habíamos tenido con él el primero de mayo de
1974, pocas semanas después llegamos a algunos acuerdos: entre otros, logramos que
Perón aceptara la normalización del movimiento con la incorporación de la cuarta rama,
la Juventud, donde éramos claramente mayoritarios. Este acuerdo se hizo a mediados
de junio. Perón procuró moverse dentro de las contradicciones que siempre tuvo el
movimiento. En algún momento se movió a favor nuestro, después, a favor de los
sectores sindicales; era su modo típico de conducción. Lo importante es el claro
testamento que dejó en su último discurso en la Plaza de Mayo: "Mi único heredero es
el pueblo", y "Yo no vine a consolidar la dependencia sino a luchar por la liberación".

ANTONIO CAFIERO
Senador del PJ
Juan Perón fue un hombre de tres siglos: nació a fines del siglo XIX, dominó con su
presencia la política argentina del siglo XX, y el testimonio de su obra y de su
pensamiento se prolongan al siglo XXI. Quines lo conocimos y tratamos recordaremos
siempre su personalidad: derrochaba vigor, apostura, pulcritud, encanto, carisma.
Persuasivo antes que autoritario, cordial, extremadamente formal, austero, metódico,
resolvía situaciones conflictivas del presente que le tocaba vivir. No fue filósofo, ni
erudito, ni científico, ni técnico. Desarrolló un pensamiento orgánico que no tiene
misterios, pero sí adversarios. Muchas veces criticado por alguna frase sacada de
contexto, buscó la unión de los argentinos. Tal vez un reproche válido a su figura sea el
no haber privilegiado las libertades públicas en su primera etapa de Gobierno. Pero
aquel fue un tiempo signado por duros enfrentamientos e intolerancias de todos sus
actores; y ya en sus últimos días el haber permitido a su alrededor la presencia de
algunas figuras indeseables y nefastas.

RICARDO LÓPEZ MURPHY


Dirigente político
Nadie puede dudar que Perón, su nombre y sus ideas, marcaron a fuego cuatro
décadas de la vida nacional. Quiero dejar constancia de mi reconocimiento por su
esfuerzo, en la última etapa de su vida, en alcanzar la reconciliación entre los
argentinos. Siempre recuerdo la expresión de Ricardo Balbín del 4 de julio de 1974:
"Este viejo adversario despide a un amigo". Pero esta frase no es el principio sino el
final de un enorme esfuerzo de reconciliación que realizaron ambos líderes, y al que
contribuyeron el resto de los partidos políticos argentinos. Sostengo hoy, treinta años
después de aquellos hechos, que el espíritu de esos acuerdos básicos —lo que Balbín
llamó "conjugar los verbos comunes de la comprensión"- sobrevivió a la locura desatada
de los años siguientes y fueron como los pactos preexistentes que hicieron posible el
renacimiento de la concordia para la democracia recuperada en 1983. No olvidar esa
lección: una obligación de todos.

FÉLIX LUNA
Historiador
Perón descubrió e impuso realidades humanas que hasta entonces no se habían
manifestado en el escenario político argentino. Fue su gran aporte a la evolución
histórica del país. A cambio de este logro, cometió gruesos errores. Su veta autoritaria
lo llevó a elaborar una "comunidad organizada" que en los hechos consistió en colocar
todos los elementos constitutivos de la Nación al servicio del Estado peronista; y esta
inclinación lo aisló y, hacia 1955, hizo frágil y vulnerable ese poder suyo que parecía tan
omnímodo. También se equivocó al ensayar una economía cerrada, estatista y
distribucionista. Y erró cuando en los tempranos 70 alentó a la guerrilla. En lo personal,
la figura de Perón está asociada a mi juventud y a las nobles luchas cívicas de la época;
también al miedo, la cárcel y las torturas. Pero esto no debe pesar a la hora de hacer un
balance de la significación de Perón: gracias a su acción, la idea de la Justicia Social
integra como una categoría moral la tabla de valores de la sociedad argentina.

FERMÍN CHÁVEZ
Historiador
La personalidad de Juan Perón no fue nada simple. Quien a los 16 años escribió poesía
criollista y a los 19 comedias para ser representadas por soldados a su mando, en
Paraná, no aparecía como un oficial común. Estando en Europa —él lo rememora—
estudió ciencias en Turín y en Milán. Con el tiempo se definió como un "león herbívoro",
y lo era. Algunos de los "yuyos" que masticó: Tales de Mileto, Solón el Ateniense, y
otros presocráticos. También "mascó" a Gustavo Le Bon, a Maritain y a Colmar von der
Goltz. Quienes lo acusan de pronazi omiten, callan hechos significativos en contrario.
En 1949 reconoció al Estado de Israel creado dos años antes; fue agasajado por la
Organización Israelita Argentina, y tuvo entre sus colaboradores a judíos, como César
Tiempo y Carlos M. Grunberg. El 6 de junio de 1946 estableció relaciones con la URSS,
y a principios de 1955 fue invitado por Nerhu para la reunión con Nasser y Tito. En rigor,
Juan Domingo Perón fue un ecléctico.

EL HOMBRE QUE MARCO EL SIGLO XX


Treinta años después
Eduardo van der Kooy.
evanderkooy@clarin.com

Si una característica del peronismo se ha derrumbado, según se lo conoció hasta la


muerte de Juan Perón, es la del liderazgo personal y excluyente. A partir de ese
momento se empezó a saber que el PJ era incapaz de albergar a todas las
corrientes internas, como había acontecido desde sus orígenes, durante los tiempos
de la resistencia e, incluso, en los primeros años de la década del 70.

Aquella mutación, sumada a las cuentas pendientes que tenía con la sociedad,
neutralizó la posibilidad de una victoria peronista cuando la Argentina recuperó la
democracia. Después sobrevino la irrupción de Carlos Menem que reconstruyó en
los 90 un liderazgo poderoso pero que no llegó a ser macizo —las pruebas están a
la vista— como lo fue, mientras vivió, el de Perón.
Menem basó su fortaleza en una alianza social inédita y fuera de las raíces
históricas que habían identificado al peronismo. Ese giro le permitió asentarse en
el poder pero al precio de pequeñas sangrías que, al final de una década, se
transformaron en un escollo insalvable para su permanencia y su pretensión de
retorno.
El principal anticuerpo que fue incubando Menem se localizó en el propio
peronismo. La maquinaria del justicialismo bonaerense, acaudillada por Eduardo
Duhalde, fue la que terminó dándole el último empellón. Pero el ex presidente de
la emergencia también resultó impotente para reeditar un liderazgo con la
impronta de Perón: el poder en el peronismo se diseminó entre Buenos Aires y un
puñado de gobernadores del interior.
El ensayo de Néstor Kirchner está todavía demasiado inmaduro como para
arriesgar un juicio final. Pero todo conduciría a vaticinar dificultades si persistiera
con cierta vocación personalista, ignorando que la geografía política del partido es
hoy mucho más heterogénea y diversa que años atrás.
Sólo Perón fue capaz de sostener una amalgama entre ideas y sectores
antagónicos del peronismo. Menem consolidó su era de poder, en cambio,
apostando a la inclusión de unos pero a la exclusión de otros. Kirchner y Duhalde
aspiran a restituir preceptos peronistas desechados en los 90, como el papel del
Estado en la transformación económica, social y cultural, aunque transitan todavía
un período de transición.
Entre todo ese fárrago de transformaciones, el peronismo parece conservar con el
tiempo una cualidad: su nombre está asociado a la gobernabilidad posible y ésta,
con más y con menos, a la preservación del sistema republicano.

El peronismo fue macerando su historia entre el ejercicio del poder y los largos
años de la intemperie, de la resistencia. Su amoldamiento a las reglas de la
democracia no ha sido sencillo: como oposición orgánica ha resultado, demasiadas
veces, una fuerza en forma de torbellino, a veces avasallante. No pareciera una
casualidad que las dos experiencias no peronistas desde 1983, la de Raúl Alfonsín
y la de la Alianza, hayan concluido en medio del desorden social y la violencia.
EL ADIOS.12 DE JUNIO DE 1974, POR ULTIMA VEZ EN EL BALCON, PERON DIJO:
'LLEVO EN MIS OIDOS LA MUSICA MAS MARAVILLOSA QUE ES LA VOZ DEL PUEBLO'.
(Foto: Archivo General de La Nación)

Esta descripción es indicativa de que el peronismo, como todo el sistema político


argentino, está conmocionado, en un proceso de cambio que sólo permite indagar
en el pasado pero, difícilmente, descifrar su futuro.

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