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NO TENGAN MIEDO!
(Mt 10, 26-33)
Jess, previendo los tiempos de persecucin y represin para sus
discpulos, les pide de no temer: no tengan miedo!. Ms vale
permanecer fieles a aquel que salva de la perdicin eterna que ser excluidos
de la vida plena de Dios. La contraposicin cuerpo y alma, en el
contexto evanglico, es simblica y nos remite a la perspectiva de la
salvacin o condenacin eterna: No teman a los que slo pueden matar el
cuerpo, pero no el alma; teman ms bien al que puede echar el alma y el
cuerpo al infierno. La contraposicin aparente, en efecto, es entre el
cuerpo mortal, que puede ser matado por mano de hombres, y el alma
inmortal, contra la que stos no tienen poder alguno, mientras la que s
existe es la contraposicin entre la perdicin, simplemente corporal, y la
perdicin eterna, o sea, la muerte eterna, a la que Dios puede entregar al
hombre y que es el verdadero concepto de infierno. Solamente en este
contexto se justifica el temor de Dios: Teman, ms bien, a quien puede
arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo.
Puesto que la perspectiva del da del juicio final no puede ser ocultada,
entonces, ser inevitable tenerle algn temor a Dios. Temor, bblicamente,
significa respeto amoroso hacia a un Dios padre bondadoso que, sin
embargo, no pierde su carcter de Seor y juez. Mientras el miedo
depende de la sumisin forzosa a alguien, el respeto es de la persona libre.
Y nosotros somos libres. Adems, Cmo no respetar a aquel, que nos ama
y nos protege ms que a cualquier otra cosa, y que provee silenciosamente
por nosotros, hijos suyos? Jess, con razn, refuerza, aqu, los conceptos
acerca de la asistencia y providencia divina con las imgenes simblicas de
los cabellos y de los pjaros: No teman pues, hasta los cabellos de sus
cabezas estn contados. No tengan miedo, porque ustedes valen ms que
todos los pjaros del mundo. Quien teme a Dios es tranquilo, tambin en
medio de las tempestades de la vida; adems, tiene la seguridad del nio en
los brazos de su madre.
El no tengan miedo es expresin frecuente en los Evangelios y muy
oportuna para todos los discpulos que, hoy, por razn de su fe, se ven
obstaculizados y hostigados. Las formas persecutorias, por cierto, cambian
rostro a lo largo del tiempo, pero, nunca desaparecen. Hoy en da, en
efecto, parecen haber asumido los rasgos del laicismo hiriente e ignorante,
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