Que filosofar es aprender a morir
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El título forma parte del libro "Ensayos" de M. Montaigne. A partir de ahí, vamos a reflexionar con la ayuda de varios pensadores sobre la muerte: qué es y qué significa morir. Descubriremos que todos ellos nos llevan no solo a aprender a morir, sino a saber vivir.
Asuncion Urbon
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Que filosofar es aprender a morir - Asuncion Urbon
Presentación
Morir es tan natural como nacer. ¿O no?
Registramos el día y la hora de nacimiento, luego registraremos el día y la hora del fallecimiento.
En muchos lugares, el futuro padre está presente en el parto; acompaña a la mamá, vive y recibe la llegada del niño al mundo: su nacimiento. Entonces al menos, son dos personas recibiéndolo a la vida con cariño y amor. ¡Y ahora bien!, su marcha de la vida —ese acto de morir—, ¿también es en compañía de un ser querido? Y la persona que se está muriendo ¿ha aprendido a morir? ¿Qué necesita?
Nos van ayudar a reflexionar Elizabeth Kübler (Siquiatra, siglo XX), Michel de Montaigne (Filósofo humanista, siglo XVI), y Epicuro (Filósofo griego, siglo IV a.C.). Sería muy fácil comparar lo que ellos tres argumentan, pero al hacerlo yo estaría interpretando por ti. Además, no se trata de comparar pues cada uno es rico en pensamientos humanistas, que expresan mucho más allá de las simples palabras. Por tanto partiremos de cada uno desde su motivación, lo que los lleva a pensar en ello, como lo hacen y para qué.
Al final del libro, incluyo el texto íntegro del ensayo de Montaigne, que da título a esta reflexión: QUE FILOSOFAR ES APRENDER A MORIR
Elisabeth Kübler Ross
Elisabeth Kübler Ross nació en el año 1926 en Suiza, y falleció en él 2004 en Estados Unidos. En Suiza vivió la llegada de las personas que huían de la Segunda Guerra Mundial: su sufrimiento y dolor. Luego, al terminar la guerra el día 7 de mayo de 1945 se alistó como voluntaria para ayudar a la Europa devastada. Y se encontró con el hambre y el sufrimiento: por heridas, mutilaciones, por pérdida de los seres queridos, por sus hogares destruidos, … seres humanos que querían pasar página
y vivir en paz.
Hasta ese momento, Europa había sido la primera potencia mundial por la gran cantidad de colonias repartidas por el mundo, pero la guerra la dejó arruinada y destrozada, entonces pasa a ser primera potencia Estados Unidos. La población se encontraba aterrada por la bomba de Hiroshima: el daño de las armas nucleares; al mismo tiempo se sentían esperanzados con la ciencia en que podía salvarles la vida, y además prolongarla...; y también con la tecnología: para trabajar menos, gracias a las máquinas —cosa que no ocurrió, ni tampoco ahora—. Su trayectoria profesional continuó en Estados Unidos, donde emigró al casarse con un estadounidense.
Elizabeth decía que ella era una psiquiatra no solo intuitiva, sino además una psiquiatra tozuda. ¿Por qué? Su especialidad era atender a los familiares de las personas que iban a morir, pero también atendía al moribundo. Cosa que esto último no se hacía, pues eran llevados a una sala alejada del hospital, con la luz siempre encendida, visitas de familiares y amigos de solo cinco minutos, y nada de niños; ahí esperaban la llegada de la muerte: solos, sin que nadie les diera la mano, y menos escucharlos: conocer que necesitaban, que querían contar…
Siendo niña, vivió de cerca la muerte de un vecino, amigo de la familia. Era un granjero de 50 años: un día se cayó de un manzano dañándose de tal manera el cuello, que su muerte estaba cerca. Él, conociendo su situación, pidió que quería morir en casa no en el hospital, en su cama: mirando por la ventana los campos, los árboles, los pájaros, … Luego, ya en su cama: la familia hablaba con él, le daban la mano, y las comidas y bebidas que quería. Así fue contando todo lo que quiso decir y sus familiares también. Elizabeth lo visitaba en su casa y también fue a verlo después sin vida. Cuenta que le daba reparo ir a verlo muerto, pero aprendió: que solo vio un cuerpo, eso que le daba la vida al granjero ya no estaba allí. Solo había un cuerpo.
Por contra, en el hospital eso era imposible: morir rodeado y atendido de las personas queridas, hablar con ellos… Es decir, morir tranquilo, en paz… acompañado; atender las necesidades humanas del moribundo.
Elizabeth se