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CORRIENTES TEOLOGICAS QUE NIEGAN LA INSPIRACION VERBAL Y

PLENARIA DE LAS ESCRITURAS

por Armando Di Pardo

Publicado originalmente en: "Tratado de Introducción Bíblica. La Santa Biblia:


Palabra inspirada de Dios". © Copyright Escuela Bíblica de Teología ALERTA.
Buenos Aires, 1977.

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CONTENIDO

La hipótesis de inspiración "parcial" y/o "relativa". Definición

Sus orígenes.

Sus fundamentos.

Sus errores.

1) Abuso de la crítica textual o baja y de la crítica literaria o alta

2) Abuso de la crítica moral

Variantes de la hipótesis de inspiración parcial-relativa

A. Variante "ético-sentimental"

B. Variante "dialéctico-existencial"

1) La corriente "Cristocéntrica"

2) La corriente de la "demitologización"

Corrientes teológicas que se basan en la falsa hipótesis de inspiración


parcial-relativa

Neoortodoxia

Demitologización
Mandato cultural

Positivismo

Ateísmo cristiano o muerte de Dios

Nueva moralidad o ética de la situación

Teología de la secularización

Teología de la esperanza

Teología de la liberación

Teología de "proceso"

1. La hipótesis de inspiración "parcial" y/o "relativa". Definición

La hipótesis de inspiración "parcial" y/o "relativa" es la suposición de


que la Biblia, considerada como un todo, NO ES la Palabra totalmente
Inspirada de Dios, sino que ES palabra humana. No
obstante, CONTIENE palabra de Dios en distintas maneras: sea que
la contenga solamente "en algunas" partes (de allí lo de inspiración
parcial), sea que la verdad de esa palabra de Dios esté contenida
sólo "en parte" (de allí lo de inspiración relativa).

Puesto en otras palabras: en la Biblia existen textos que pueden ser


tenidos como inspirados, pero también existen otros que no lo son
(inspiración parcial y no total); y hay pasajes inspirados que
contienen alguna verdad, pero no la dan en forma total o absoluta
sino relativamente o solamente en parte (inspiración relativa).

Lógicamente, tal hipótesis exige que se someta a la Biblia a un


riguroso y minucioso examen crítico que permita establecer o más
bien "seleccionar" cuántos y cuáles sean sus textos "inspirados" y
cuántos no y, además, cuál sea la "proporción" en que la verdad está
contenida en las partes "seleccionadas". Y va sin decir que allí están
los "teólogos" y "críticos" modernistas, repartiendo tarjetas de
"eruditos" y abriendo consultas esperando que les preguntemos
cuáles son esas partes y cuándo podemos creer de lo que esas partes
dicen. Y va también sin decir la mar de abusos o excesos o extremos
a que llegan tales togados; las mutilaciones de porciones, pasajes,
páginas enteras y hasta libros de la Biblia; las tergiversaciones y
negaciones de la veracidad histórica, revelacional y doctrinal, de la
Santa Palabra de Dios.

Conocida es la anécdota que trata de un ministro modernista que fue


a visitar a uno de sus feligreses, enfermo ya por un tiempo. Al llegar
a la casa, vio la Biblia sobre la mesa de noche y la tomó para leerle al
enfermo algún pasaje consolador. Pero grande fue su sorpresa al
constatar estaba llena de tachas y cortes, faltándole páginas enteras
y hasta algunos libros proféticos. "¿Qué ha hecho usted con su
Biblia?", preguntó algo alarmado pensando que quizás el pobre
enfermo estaría a punto de perder su lucidez mental. Pero el mismo,
mirándole fijamente a los ojos, le respondió: "Esa no es mi Biblia:
esa es la verdad" replicó el enfermo, que agregó inmediatamente:
"Cada vez que usted predicaba diciéndonos que tal o cual pasaje
bíblico no era inspirado por Dios y que estaba lleno de mitos, o que
tal o cual libro profético no era otra cosa que pura ficción literaria,
pues yo cortaba el trozo de página o tachaba o arrancaba lo que
usted calificaba como cuento o pura leyenda o folklore de pueblos
primitivos e incultos. Y creo que de haber continuado asistiendo a sus
reuniones, a esta altura no me hubieran quedado sino las tapas". Y
aunque todo esto parezca pura exageración, quizá no lo sea tanto; y
hasta debiéramos acotar que aquel buen hermano tenía razón y que
aun en las tapas se hubiera visto precisado a usar la tijera para
cortar de ellas el calificativo de "Santa" que acompaña al sustantivo
Biblia, dejando así "Biblia", a secas, tan a secas como seca la
erudición modernista que a tal secamiento conduce.

2. Sus orígenes.

La hipótesis de inspiración "parcial" y/o "relativa" (que para mayor


brevedad llamaremos "parcial-relativa"), es de origen y sustentación
complejos. Primariamente, fue incubada por el racionalismo propio de
la así llamada "edad de la crítica" y del cual se nutrió la teología
liberal que le dio a luz. En segundo lugar, tomó consistencia por las
dudas que la teoría de la evolución sembró sobre los relatos bíblicos
del Génesis y otras escrituras. Y en tercer término, se completó con
algunos postulados de la filosofía "dialéctica", del "existencialismo" y
del "relativismo".

Antes de entrar de lleno en la consideración de tal proceso, conviene


decir que los teólogos y críticos radicales, liberales o modernistas,
siempre se han caracterizado por su actitud de rompimiento con las
verdades de las "sendas antiguas" (comparar la cita en Jer. 6: 16) y,
a semejanza de los atenienses de tiempos de Pablo, sólo desean
ocuparse "o en decir o en oír alguna cosa nueva" (Hch. 17: 21).
Encaminados por inclinación vocacional en tales direcciones, los
modernistas han negado prácticamente cada una de las doctrinas
fundamentales de la fe bíblica e histórica, pues incorporaron a la
reflexión teológica y a la crítica escritural, los principios del ya citado
"racionalismo", que, como es sabido, enfatiza la autosuficiencia de la
"razón" humana en su estado meramente natural y se opone a toda
realidad o a toda acción o revelación "sobrenatural".

Encarnando tales premisas racionalistas, los modernistas comenzaron


negando los milagros registrados en las Sagradas Escrituras y
siguieron negando la preexistencia y deidad personal de Jesucristo, el
nacimiento virginal, la expiación de los pecados en el sacrificio de la
cruz y en la preciosa sangre del Cordero de Dios, su resurrección
corporal, su segunda venida corporal, etc. No son, pues, cristianos.
Pero pasan como si lo fueran y aun ejercen influencia en círculos
realmente cristianos y participan en campañas masivas de
evangelización y llevan las almas a sus templos para alimentarlas
luego con sus errores. ¿Por qué así? Por muchísimas razones, sin
duda. Y entre tantas, las sutiles maneras que tienen de presentar sus
ideas usando terminología fundamental y reservándose su explicación
racionalista. Y engañan a hermanos sinceros y de buena fe, pero
desprevenidos, o que ignoran los hechos.

La hipótesis "parcial-relativa" ha servido de mucho a los modernistas


para ayudarles a pasar por aceptables en algunos círculos de
creyentes. Porque ellos pueden usar fraseología como la siguiente:
"Nosotros creemos en la Inspiración de la Biblia" y, con tal
declaración, pueden dejar satisfechos a muchos. Pero si se tuviera la
prudencia de ahondar un poco en lo que ellos quieren decir por tal
"inspiración", pronto se descubriría que sólo la aceptan parcial y
relativamente, con la real significación de que en la Biblia hay partes
inspiradas y partes no inspiradas y que por lo tanto está viciada por
muchos errores. ¿Engaño? Por supuesto que sí. Pero hay que
tomarse la molestia de indagar y de discernir el engaño. Y estar
apercibidos o al tanto de lo que realmente creen, enseñan y escriben
los tales, único modo de conocerles. Si tal hacemos, pronto
descubriremos que también hablan así:

"El ministro bien equilibrado no se encontrará perturbado


indebidamente por las contradicciones e inconsistencias de las
Sagradas Escrituras..." (Comentario Bíblico de Abingdon, p. 40).

La cita hecha es un ejemplo típico de lo que está involucrado en la


hipótesis de inspiración "parcial-relativa", pues como en tal hipótesis
la Biblia no es totalmente inspirada, luego tiene "contradicciones e
inconsistencias", como dicen sus propugnadores. Por supuesto que
tales "contradicciones e inconsistencias" en el único lugar donde
deben buscarse es en la cabeza de los modernistas, desequilibrada
por el trauma racionalista. Sin embargo, el tal modernista se cree
con una mente tan balanceada que se atreve a decirnos que si
nosotros estamos "bien equilibrados" no nos vamos a perturbar por
los fallos de la Biblia (!). Esto y decir que los que creemos que la
Biblia es inerrable somos unos desequilibrados es la misma cosa.

Además del racionalismo, los modernistas asimilaron los postulados


de la teoría de la "evolución", cuyo impacto en sus mentes tuvo
también parte importante en el origen de la hipótesis de inspiración
"parcial-relativa", pues allí vieron que como la Biblia no concordaba
con la evolución, entonces había que corregir a la Biblia. Y la
emprendieron contra el Génesis con saña feroz. Mito, leyenda,
folklore, cuento religioso, saga, cualquier cosa menos registro
histórico veraz revelado por Dios. Se planteó una de las tan famosas
"contradicciones" entre la Biblia y la Ciencia. Y los modernistas
creyeron hacerle un gran favor a la Biblia soslayando el conflicto con
eso de que la inspiración y no inspiración, o sea la hipótesis
funcionaba para dejar tranquilos a los combatientes. Y en cuanto a
las partes bíblicas en entredicho, pues están equivocadas y se acabó
la discusión. Oigamos a uno de estos modernistas expresarlo
claramente:
"Por cierto ocurre que en la Biblia, en tal o cual de sus páginas
antiguas o en las doctrinas de ciertos autores de sus libros, se
encuentra en conflicto con las informaciones que nos dan, sobre el
hombre, nuestras ciencias modernas. No lo discutiremos y, por otra
parte, ese hecho no nos incomoda en absoluto. Reconocemos de
buen grado que los enunciados de la ciencia no deben ser
descuidados por la teología para corregir sus errores. No pensamos
reprochar a los autores bíblicos, que escribieron sus libros en época
pre-científica, el que hayan ignorado lo que nosotros sabemos hoy
día... el ensayo de explicación que daban del origen del mal en la
humanidad como resultado de la desobediencia de una primera
pareja, son ejemplos de creencias que no pueden ya reclamar
nuestra sumisión intelectual." (P. Vergara, en "La Biblia, libro del
hombre" en "Qué es la Biblia", p. 95).

Ciertamente que al tal erudito, para taparle la boca (compárese


respecto a esta expresión un tanto pesada, la escritura de Tito 1: 9-
11), le salen al paso nada menos que el Señor Jesucristo y el apóstol
Pablo:

"¿No habéis leído que el que los hizo al principio, macho y hembra
los hizo y dijo: Por tanto el hombre dejará padre y madre y se unirá
a su mujer y serán dos en una carne?" (Mt. 19: 4, 5).

Estas palabras del Señor que refieren con aprobación a lo que está
escrito en el libro de Génesis cp. 2 v. 21 a 24, confirman entonces
cuanto está relacionado con el hombre y la mujer, según las
Escrituras que cuentan su creación directamente por Dios, su sexo y
su constitución como matrimonio. Que el señor Vergara se las arregle
ahora con el Señor Jesús (que también vivió en una época pre-
científica) y al que ahora el señor Vergara tendría que decirle que
corrija su doctrina porque la evolución enseña otra cosa... Veamos
ahora lo que el apóstol Pablo tiene que decir sobre estos asuntos:

"Mas temo que como la serpiente engañó a Eva con su astucia..." (2ª
Cor. 11: 3).

"Porque Adam fue formado el primero, después Eva; y Adam no fue


engañado, sino la mujer, siendo seducida, vino a ser envuelta en
transgresión" (1 Ti. 2: 13, 14)

"De consiguiente vino la reconciliación por uno, así como el pecado


entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte y la
muerte pasó así a todos los hombres, pues que todos pecaron." (Ro.
5: 12).

Ya lo veo al señor Vergara asiéndose desesperadamente de la


hipótesis de inspiración "parcial-relativa", para decirnos: "Ah, esos
pasajes de los escritos de Pablo, pues como no concuerdan con los
datos que nos suministran las ciencias... pertenecen a los lugares "no
inspirados" de las Escrituras o, en el mejor de los casos, representan
las ideas erróneas de tiempos precientíficos registradas para nuestra
mera información dentro de un concepto de inspiración parcial-
relativa".
Hermano lector: ¿Se da usted cuenta ahora que cualquier cosa que
les moleste a esos modernistas, pues le aplican su "inspiración
parcial" y todos en paz? ¿Y se da cuenta también de la anécdota que
relatamos acerca del ministro modernista y la Biblia del feligrés
enfermo no era tan disparatada después de todo? Pues si tiene razón
el señor Vergara entonces nuestras Biblias necesitan una poda
tremenda.

Y no sólo necesitan la poda en cuanto atañe a la doctrina de la


creación y de la caída de Adam y Eva y la entrada del pecado en el
mundo. También la necesitan en cuanto a la salvación, pues da la
terrible coincidencia, que todo el hecho redentor se basa en la obra
de Cristo para solucionar en primer término lo ocurrido en el Edén,
cosa que no ocurrió para nada si el Génesis es puro cuento. Pues
Pablo insiste:

"De consiguiente, vino la reconciliación por uno, así como el pecado


entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte y la
muerte así pasó a todos los hombres, pues que todos pecaron." (Ro.
5: 12).

"...reinó la muerte desde Adam hasta Moisés aun en los que no


pecaron a la manera de la rebelión de Adam; el cual es figura del que
había de venir. Mas no como el delito tal fue el don: porque si por el
delito de aquel uno murieron los muchos, mucho más abundó la
gracia de Dios a los muchos y el don por la gracia de un hombre,
Jesucristo." (Ro. 5: 14, 15).

O son ciertas, o sea inspiradas, estas escrituras, o nos quedamos no


sólo sin Adam caído, sino también sin el Cristo redentor, pues las
Escrituras nos hacen representados "federalmente" para muerte en
Adam y para vida en Cristo. Grave, pues, de toda gravedad la
hipótesis de inspiración "parcial" y no total, "relativa" y no absoluta.

El lector atento ya se habrá apercibido por qué el modernismo niega


tan insensiblemente tantas doctrinas fundamentales. La razón es que
aplica a los pasajes bíblicos que las definen, su concepto de
inspiración parcial-relativa y entonces: o descarta totalmente esos
pasajes como no inspirados y en consecuencia rechaza totalmente la
doctrina que ellos declaran, o, si les concede el beneficio de una
relativa parte de inspiración, con ello reduce al mínimo la importancia
del pasaje y de la doctrina, que se diluye en su concepto como si
fuera una mera sugerencia que sirve como materia de reflexión para
extraer alguna posible enseñanza que no exige para nada ser
aceptada como artículo de fe.

El racionalismo-religioso se sintió reforzado con la teoría de la


evolución. Y "razonó" así: si la ciencia muestra tales errores en la
Biblia que de creerlos seríamos tomados por incultos, es necesario
que de una vez por todas nos liberemos del yugo de sumisión total
que ha mantenido a los teólogos del pasado atados a la letra de los
escritos bíblicos. Ahora tenemos "libertad" no sólo espiritual sino
también intelectual. Por eso, el señor Vergara termina su frase
calificando al contenido del Génesis, etc., como de: "...creencias que
no pueden ya reclamar nuestra sumisión intelectual." R. Niebuhr,
teólogo neomodernista, lo expresó tan claramente como esto:
"La historia de la caída del hombre en el jardín del Edén, es un mito
primitivo que la teología moderna ha desaprobado con satisfacción
por temor a que la cultura moderna pudiera considerar la creencia en
ella como una prueba del oscurantismo de la religión." (Citado en "El
predicador Evangélico", octubre-diciembre 1950, p. 181)

Allí sale a la luz el neto racionalismo aplicado a la religión por


modernistas de antes y de ahora. La autoridad ya no es más la
Escritura, es la "razón" humana que se inclina y somete no a la Biblia
sino a las seudo-ciencias de moda en un momento que informan a la
"cultura moderna" que parece atraer a la así llamada "teología
moderna", como la luz artificial atrae a los insectos. En cuanto a
nosotros concierne, nos sometemos conscientemente a la Palabra de
Dios, honrando la clarinada de alerta que Pablo dio a Timoteo
precisamente sobre cuestiones relacionadas con la ciencia y la fe,
cuando le escribió diciéndole:

"Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las


profanas pláticas de vanas cosas y los argumentos de la falsamente
llamada ciencia; la cual profesando algunos fueron descaminados
acerca de la fe." (1 Tim. 6: 20, 21).

Conviene aquí remarcar enfáticamente la declaración del apóstol, de


que únicamente la "falsamente llamada ciencia" puede argumentar
contra la Palabra de Dios y contra la fe. Y si es de fe lo registra la
Palabra de Dios en cuanto a Adam, Eva, la caída, la redención,
entonces es falsa la ciencia que se basa en la evolución de las
especies para contradecir los hechos del Génesis. La verdadera
ciencia no puede ser "evolucionista" sino Creacionista. Y digamos que
muchos verdaderos científicos cristianos se han levantado ya contra
la falsa enseñanza de la pseudo teoría evolutiva y en pro de la
verdad creacionista tal como la enseña la Palabra Inspirada de Dios
el Creador. El número de estos hermanos que están librándole batalla
al error evolucionista se cuenta ya por miles. Y todos ellos también
con títulos académicos, aunque han debido tener el valor de
apartarse de los cauces intelectuales de la sabiduría de este siglo que
se deshace.

"Pero —alguien dirá— ¿cómo es que existen creyentes que creen en


la evolución teísta?" La respuesta es que esos hermanos han cedido
terreno precisamente en la doctrina de la Inspiración Plenaria y
Verbal de las Escrituras y, lo sepan o no, han ido detrás de la falsa
hipótesis de inspiración "parcial-relativa". Y esto les ha conducido a
una falsa dicotomía: la de separar el concepto de Inerrabilidad, para
concluir diciendo que la Biblia es inspirada y aun infalible en
cuestiones de fe respecto de la salvación, santificación, etc., pero no
es inerrable en otros asuntos como por ejemplo los relacionados con
las ciencias. Arguyen que la Biblia es un libro religioso pero no un
tratado científico y, por lo tanto, las cuestiones científicas pueden
estar en la Biblia por haber sido inspirado el escritor a ponerlas, pero
sólo como constancia de lo que en esos tiempos se creía, así que,
aunque inspiradas no son autoritativas, ya que en esos casos la
autoridad está en las ciencias. Palabras más, palabras menos, de eso
se trata. Otros tratan de armonizar la Biblia y la teoría de la
evolución, hablando de edades geológicas mediante la interpretación
del término "día" usado en el Génesis, como si se tratara de un largo
período de tiempo y no un día común de 24 horas. Que todo esto es
caer de lleno en el "relativismo" de los modernistas, que hablan que
debe separarse la parte de verdad que los escritos tratan de sugerir,
es más que obvio.

No es este el lugar para debatir la cuestión de la teoría de "evolución


teísta", pero sí es el lugar para mostrar que tal teoría falsa ha venido
a caballo de la hipótesis falsa de inspiración "parcial-relativa". Para
eso, debemos referirnos a los otros elementos que han dado origen a
esta última, ya citados al principio de esta sección y que son: la
filosofía "dialéctica", el "existencialismo" y el "relativismo".

De la filosofía "dialéctica" vino el aporte del concepto de diálogo entre


opuestos: "tesis-antítesis" y su resultado "síntesis". Así, por ejemplo,
por una parte tenemos la Inspiración Verbal y Plenaria y, por la otra
parte, su opuesto, o sea la negación de toda inspiración que hace el
racionalismo ateo. Entonces el "dialéctico" toma un poco de los dos
opuestos y saca su hipótesis media o "síntesis" o un poco de cada
cosa y dice: parte inspirada y parte no, y con ello tenemos la
inspiración parcial-relativa, con lo cual el racionalismo-religioso
puede escapar de la acusación de incredulidad total y pasar por
aceptable en ciertos círculos cristianos. Llevado el asunto a la teoría
de la evolución, pues por un lado estaría el Génesis con su doctrina
creacionista y por el otro lado ciencia con la evolución de las
especies, o sea, los dos extremos: tesis y antítesis. Pues al unirlos en
una "síntesis" o campo unificado tendremos: Dios creó, como se lee
en el Génesis, pero lo hizo por medio de la evolución, como lo dice la
ciencia. Y así nació la teoría de la "evolución-teísta". Es por esto que
hemos dicho que tal teoría vino cabalgando sobre la hipótesis de
inspiración parcial-relativa, nacida del racionalismo, de la evolución y
de la dialéctica combinadas.

Del "existencialismo" provino la idea de selección, de entre el


material de la Biblia, de aquellos pasajes con posibilidad de ser
experimentados existencialmente en un momento siempre actual y
presente. O bien, de interpretar de tal manera las Escrituras que sólo
tenga validez en el sentido de lo experimentable aquí y ahora,
quedando todo lo demás relegado a segundo término con poca o
ninguna importancia. Un típico caso de minimizar por medio de
enfatizar, una paradoja. O sea, que mientras se enfatiza algo en
particular, como lo de real valor, implícitamente se descarta o
minimiza lo que no condiga con ello. Luego, muchas partes de las
Escrituras resultan valiosas, pero muchas otras partes no. De allí a lo
de inspiración parcial-relativa no hay distancia alguna.

Finalmente, del "relativismo" provino la negación del carácter de


absoluto de la total revelación bíblica y su reemplazo por lo relativo:
lo que puede ser y lo que no puede ser y ambos, al mismo tiempo.
Como se ve, este concepto se halla muy emparentado con el
anterior. Así, se dice, un texto puede enseñar algo positivo dentro de
algo abstracto o irreal. Y ello no por contraste, como quizá sería
lógico, sino en su misma esencia, lo cual resulta absurdo. Por
ejemplo: los relatos del Génesis son una mera ficción pero, sin
embargo, nos enseñan alguna real verdad. Un pasaje bíblico puede
entonces, dicen, ser "históricamente falso pero religiosamente
verdadero". Como lo expresara Niebuhr (teólogo neo-ortodoxo de
esta escuela del relativismo) tomando ocasión de las palabras de
Pablo: "Como engañadores mas hombres de verdad", dándole la
vuelta para que concordara con la idea de que aunque enseñamos
una mentira al hablar de Adam y Eva y su caída por causa de la
tentación por medio de una serpiente, sin embargo, decimos una
verdad religiosa y es que la posibilidad del mal es un elemento
común en la especie humana. Verdad y mentira se conjugan
armoniosamente dentro de tal "relativismo" y se requieren la una a la
otra para cumplir un magisterio. La cuestión es saber extraer del
mito o de la fábula o de la ficción, o sea de la mentira, la verdad
vestida en tal ropaje. Así la hipótesis parcial-relativa es un producto
maestro de tal relativismo.

Para concluir, sumarizamos: la hipótesis de inspiración parcial-


relativa se originó en la corriente modernista nutrida de racionalismo-
religioso, de la teoría de la evolución, de la filosofía dialéctica, del
existencialismo y del relativismo. Toda clase de modernismo, antiguo
o contemporáneo, se nutre en alguna manera de tal hipótesis falsa,
que resulta así su denominador común. Haremos bien en estar
alertas ante tan sutiles engaños. Bien lo expresa la Santa Palabra de
Dios:

"Mirad que ninguno os engañe por filosofías y vanas sutilezas, según


las tradiciones de los hombres, conforme los elementos del mundo y
no según Cristo." (Col. 2: 8).

3. Sus fundamentos.

La hipótesis de inspiración parcial-relativa se fundamenta en las


siguientes proposiciones:

1) El acercamiento al estudio de lo que —en lugar de inspiración—


debe entenderse como el "elemento divino en la Biblia" debe
iniciarse, dicen, NO desde una perspectiva o apreciación
"sobrenatural" de la Biblia como de origen divino, y SI desde un
punto de partida "natural", que toma a la Biblia tal como la ve, o sea,
un libro escrito por hombres y, por lo mismo, como un libro humano.

2) Por ser un libro humano, debe ser abordado como tal y examinado
por métodos críticos exactamente como se hace con cualquier otro
libro humano y antiguo.

3) El examen crítico de la Biblia, dicen, muestra errores o fallos de


carácter científico, histórico, geográfico y hasta teológico. No
obstante, existe aún en la Biblia mucho material que puede ser
estimado como contenido "elemento divino" o como revelación divina
en palabra humana. Luego, la Biblia no ES totalmente inspirada sino
"parcial y relativamente" inspirada. Corresponde a la tarea de la
crítica determinar cuál sea el real contenido inspirado o elemento
divino inspirado e inspirador a la vez, que la Biblia contiene.

4. Sus errores.

Se equivoca cuando aborda a las Escrituras como un mero "libro


humano". Porque un libro humano llega a existir cuando la mente de
uno o más hombres se conciertan para concebir y escribir sobre un
tema o asunto y su voluntad decide realizarlo. No es ese el caso de
los escritores humanos de la Biblia. Ellos mismos testifican que no
fue así, como lo leemos en 2 P. 1: 20, 21: "Entendiendo primero
esto, que ninguna profecía de la Escritura es de particular
interpretación, porque la profecía NO FUE en los tiempos pasados
traída por voluntad humana, sino los santos hombres de Dios
hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo".

Se equivoca cuando dice que el examen crítico de la Biblia muestra


sus errores. Lo que debiera decir es que los "críticos modernistas"
dicen eso. No es una cuestión de "crítica" sino de "críticos".

La crítica, en las ciencias teológicas, pertenece al campo de la


Teología Exegética. El término deriva del griego "krino" que significa
"juzgar", implicando la idea de discernir y luego decidir. Las ramas de
la Crítica, en síntesis, son:

1) "Crítica textual o baja", llamada así no por inferior, sino porque se


ocupa de lo primario, o sea, de verificar la fidelidad del texto bíblico
hasta donde tal cosa sea posible en base a las copias de los
manuscritos disponibles atentos al hecho de que los originales no se
poseen. 2) "Crítica literaria o alta crítica", que, partiendo del texto
verificado por la anterior, trata de inquirir sobre su fecha, escritor o
escritores, lugares y posibles fuentes. 3) "Crítica histórica", que
indaga sobre ambientes, circunstancias, fondo y veracidad histórica
de los hechos registrados y cotejo con otras fuentes. 4) "Crítica
moral", que dictamina sobre el carácter de la enseñanza de los
escritos bíblicos, sus valores éticos o morales y su vigencia,
aplicabilidad o adaptación a los tiempos, etc.

Todos esos elementos de la Crítica, cuando tratados por manos


reverentes, han honrado siempre a las Sagradas Escrituras. Pero
digitados por críticos modernistas las han vituperado. ¿Por qué? La
razón está en el hecho de que los críticos modernistas, para suplir la
información requerida por los esquemas críticos, no beben de las
fuentes límpidas y fieles sino de las cisternas rotas que son propias
de los infieles: no siguen las huellas marcadas por críticos
fundamentales que investigaron y confirmaron siempre la Palabra,
sino que comulgan con quienes están en las arenas movedizas de las
opiniones de hombres incrédulos y lo que extraen de esas playas de
sabiduría del siglo, polutas y engañosas, les sirve de materia de
reflexión no en sentido indagativo sino formativo, con el consiguiente
lógico resultado: dudas e incertidumbres, en el mejor de los
supuestos; falsías y negaciones, en la mayoría de los casos. Por
demás decir que cuantos "errores" bíblicos han acusado tales
"críticos" han sido vez tras vez deshechos hasta atomizarlos, por los
críticos fundamentalistas en la fe. Libros, comentarios bíblicos,
artículos especializados, cuentan la historia; y las verdaderas ciencias
también, especialmente en el área de los descubrimientos
arqueológicos.

Los "críticos" modernistas abusan de la crítica. Y por sus métodos,


procedimientos y conclusiones, no se califican como críticos bíblicos
en el sentido técnico correcto de la expresión, sino que se califican
como "criticastros", es decir, como censores sin fundamento, de la
Palabra de Dios. Sin embargo, para vergüenza de muchos, las
conclusiones de tales criticastros han sido y siguen siendo
publicitadas y circuladas como si se tratara de la quinta esencia de la
erudición. Trágico para cuantos carecen de discernimiento.

1. Abuso de la crítica textual o baja y de la crítica literaria


o alta.

Veamos el criterio que suelen seguir los criticastros. Al menor


indicio de alguna aparente diferencia en el estilo del escrito o
a la menor distinción entre nombres o títulos de Dios o de
personas, en lugar de buscar su armonización, tratan de
desmantelar o desmembrar la escritura. Así nos dicen que en
el libro de Génesis, cuando se lee Dios como traduciendo al
término hebreo "ELOHIM", tenemos una fuente literaria;
cuando se lee Jehová traduciendo al tetragrama sagrado
"YHWH" también traducido Yahvé, tenemos otra fuente
literaria; cuando se habla de "sacerdotes" en el Pentateuco,
tenemos una fuente y cuando tratamos con la Ley, pues
tenemos otra fuente; conclusión: Moisés no es el escritor de
los primeros cinco libros de la Biblia y nadie puede precisar
cuántos fueron los actuantes para producirlos. Pero tal vez
alguien pueda pensar que después de todo no es cuestión tan
grave, ya que lo que importa es que tenemos el Pentateuco en
forma acabada. Sin embargo, además del método abusivo y
pleno de apreciaciones subjetivas, está otro hecho grave: el
que tiene que ver con el mentís que tales ideas arrojan sobre
la declaración del Señor Jesucristo, quien afirmó que Moisés
había escrito esos libros (Jn. 5: 46, 47.) ¿Se equivocó el
Señor y tuvieron que aparecer los criticastros para corregirlo a
El y enseñarnos a nosotros cuál era la verdad? ABSURDO,
para decirlo caritativamente.

El colmo de ese tipo de método abusivo se dio cuando


llegaron a afirmar que en el capítulo 37 de Génesis puede
hallarse una subdivisión de 26 fragmentos (!), 3 de los cuales
en un solo versículo (citado del libro "The Inspiration and
Authority of Scripture", de René Pache, trad. del francés,
1969, Moody Press, Chicago, p. 252).

Veamos otro caso: "Relatos que originalmente no eran


israelitas sino cananeos y babilonios, se habían transformado
en israelitas. Así, cuentos religiosos que en su origen tenían
relación con el dios cananeo Baal o el babilónico Marduc o con
alguna otra deidad, ahora se relacionan con Jehová." (Así se
expresa el modernista Julio Bewer en su libro "Literatura del
Antiguo Testamento", p. 61.) Aquí se ve el torcido
procedimiento del criticastro modernista. Toma de fuentes
mundanas para traer dudas sobre la Palabra de Dios, en vez
de proceder en manera opuesta, o sea, tomar la Santa
Escritura para redargüir el error de los mundanos. Y si torcido
el procedimiento, ¿qué diremos de lo que allí se dice explícita
e implícitamente considerado? Una declaración más que
absurda, rayana en blasfemia, que pretende mostrarnos que
las fuentes literarias indignas de crédito son las posibles raíces
de los registros puros de las Sagradas Escrituras.
Nos oponemos, pues, con toda energía, como lo escribe Pablo
apóstol, a "toda altura que se levanta contra la ciencia de
Dios" (2 Co. 10: 5). Por tal razón, no comulgamos con ningún
tipo de enseñanza, sea teológica o secular, que, con pretexto
de "Libertad académica" pretendiere erigirse en "juez" de la
Escritura Divina trayéndola a juicio ante el "tribunal" de la
erudición mundana infiel bajo la acusación de pretender ser
Inspirada por Dios, siendo su fiscal acusador la crítica
modernista y el "Jurado" los criticastros que ya la condenaron
de antemano como mera palabra humana falible y errónea, no
permitiéndose testimonios favorables por habérselos también
prejuzgado como inhábiles para ser tomados en consideración
en tal recinto. Parodia de tribunal, de jueces y jurado,
marionetas accionadas por "espíritus de error" a través de los
hilos sutiles de las "doctrinas de demonios" (véase 1 Ti. 4: 1,
2). Y no se tengan estas metáforas como inapropiadas o quizá
destempladas o carentes de humildad y caridad cristianas. Por
fuertes que parezcan, no son de comparar con la intensidad
de expresión que la Palabra de Dios usa en las suyas propias,
para calificar a sus enemigos disfrazados de enseñadores
eruditos. Consulte el lector las siguientes escrituras y lo
comprobará: Mt. 7: 15; 2 Ti. 2: 16-18; 2 P. 2: 1-3, 12-22 y
compare Jud., v. 4-13.

2. Abuso de la crítica moral.

Aquí es donde los criticastros llegan a niveles insospechados en su


atrevimiento irreverente. Toman el esquema de la crítica moral, que,
como ya se ha dicho, trata de inquirir sobre el carácter de la
enseñanza de los escritos, pero luego no aplican éticamente o
correctamente, tal norma. Pues descolocan los pasajes de su
contexto textual e histórico (violando de paso las otras ramas de la
crítica) y buscan los contrastes aislados antes que la armonía bíblica.
Y así desacreditan las sentencias de un pasaje con relación a las
enseñanzas de otros pasajes. De ello, su hipótesis parcial-relativa
extrae conclusiones: este texto o grupo de textos sí contiene
elemento divino, pero tales otros no. Veamos un ejemplo, que trata
de mostrar que, además de los "errores" antedichos, la Biblia
también contiene "errores" de carácter teológico, o sea, respecto de
la doctrina y de la Persona de Dios mismo. Según esto, como
veremos, la Biblia presenta un Dios en ciertas partes y otro Dios en
otras, con la forzosa conclusión de que se contradicen los pasajes y
los dioses... Dice uno de esos intérpretes:

"El Antiguo Testamento nos presenta en muchas de sus páginas un


Dios antojadizo que tolera la mentira y la astucia, que ordena
masacres, que es presa de celos que nos parecen odiosos y que
encuentra una extraña satisfacción en los sacrificios rituales. ¿Cómo
conciliar tales relatos o tales palabras con las declaraciones centrales
del Nuevo Testamento?"

(Del libro "¿Qué es la Biblia?", por varios autores, tomamos la


citación del trabajo "La Biblia, libre de la revelación de Dios", por P.
Lastringant, p. 121).
Sea dicho aquí sin excusas: en ninguna página, ni párrafo, ni
sentencia alguna del Antiguo Testamento, se presenta esa clase de
"divinidad" a que alude el autor precitado. Sus palabras acusan un
sentido de premeditada generalización y total errónea captación e
interpretación bíblica, pues confunde benignidad con malicia, justos
castigos y juicios con asesinatos en masa y ordenanzas tipológicas
plenas de anticipaciones proféticas con cierta especie de sadismo.
Pero todo ello recubierto con una máscara bonachona que aparenta
ser vindicadora del Dios verdadero, mientras acusa a las páginas de
la Biblia como cuerpo del delito de falsificación de Dios. Toda la
declaración está cargada de intención subjetiva que busca
predisponer sicológicamente al lector, con el fin de que su mente
funcione en dirección a la única respuesta que parece exigir la
pregunta final del párrafo y que se espera debiera ser algo así como
la siguiente: "Esas páginas del Antiguo Testamento carecen de ética
y no son compatibles con alta moralidad que hallamos en las páginas
del Nuevo Testamento. El Dios de las unas no es el mismo Dios que
el de las otras. La Biblia contiene pues graves errores en cuestiones
teológicas. Luego, sólo puede ser considerada como inspirada sólo en
algunas de sus partes o parcialmente", etc.

La cita comentada, a pesar de su gravedad, sin embargo es de las


más suaves, pues otros criticastros han usado un lenguaje tan
irreverente y bajo, que al creyente le producen las náuseas que
suelen sentirse cuando se es oyente involuntario de estos insultos
que se llaman blasfemias. Como éste, por ejemplo: "En los libros que
preceden a los profetas se nos muestra a un Dios tan repugnante que
sólo puede ser comparado a Hitler y su camarilla". (El autor: W. O.
Stephens, en "The Presbiterian Tribune", octubre de 1951). Y otros
casos son aún peores.

Tales son el verdadero y sucio rostro de la clase de "crítica" de los


criticastros basados en la falsa hipótesis de la inspiración "parcial" de
las Escrituras. Todos esos pretendidos "eruditos" harían bien en
detenerse ante algunas "declaraciones centrales del Nuevo
Testamento" (para usar su propia fraseología), como estas del Señor
Jesucristo, por ejemplo:

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, porque sois


semejantes a sepulcros blanqueados, que de fuera a la verdad se
muestran hermosos, mas de dentro están llenos de huesos de
muertos y de toda suciedad. Así también vosotros de fuera os
mostráis justos a los hombres; mas de dentro llenos estáis de
hipocresía e iniquidad." (Mt. 23: 27, 28).

Que apliquen a estos textos cuantas divisiones de la crítica se les


antoje y si les queda luego un átomo de luz, que se disciernan a sí
mismos y procedan a urgente arrepentimiento mientras les quede
tiempo, porque si no tendrán que habérselas luego con otra
declaración del mismo Señor, que dice:

"¡Serpientes, generación de víboras!, ¿cómo evitaréis el juicio del


infierno?" (Mt. 23: 33).

Y con estas otras declaraciones del apóstol Pablo:


"Porque manifiesta es la ira del Dios del cielo contra toda impiedad e
injusticia de los hombres, que detienen la verdad con injusticia." (Ro.
1: 18). "¿O menosprecias las riquezas de su benignidad y paciencia y
longanimidad, ignorando que su benignidad te guía a
arrepentimiento? Mas por tu dureza y tu corazón no arrepentido,
atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la manifestación
del justo juicio de Dios;" (Ro. 2: 4, 5).

Claro como la luz meridiana: no hay dos Dioses contradictorios, uno


en las páginas del Antiguo Testamento y otro en las del Nuevo
Testamento. Hay un solo Dios: que ama y juzga, salva al creyente y
condena al incrédulo. En las Escrituras no hay "contradicciones e
inconsistencias", como dicen esos criticastros. Dios es Santo: Su
Palabra también lo es. Y Su Palabra la tenemos hoy en un solo lugar:
LAS SAGRADAS ESCRITURAS.

Una variante interesante que muestra la inconsecuencia del


modernismo, se da en la corriente que aplica la "crítica moral" en
manera totalmente opuesta y no por eso menos errónea que las
antedichas. Y toma ocasión de pasajes del Antiguo Testamento que
muestran juicios y castigos de Dios, para interpretarlos de modo
socio-político-revolucionario y abogar por el empleo de la violencia.
De esta corriente surgieron distintas "teologías"
ultracontemporáneas, tales como la así llamada "teología de la
liberación", de corte marxista, que podemos calificar como la
expresión más radical entre otras, como por ejemplo la "teología de
la secularización" y la "teología de la esperanza" y corrientes satélites
(que se dan indistintamente entre católicorromanos como entre
protestantes). De tales o similares "teologías" se nutren las ideas que
provienen de los círculos ecuménicos que agitan cuestiones tales
como cuál es la "misión" de la Iglesia actual y qué debe hacerse en
cuanto a "misiones" (y misioneros), o respecto del cuál sea
realmente el significado del "evangelio" y cuáles las nuevas tareas
del "evangelismo", abogándose por el cese de envío de misioneros (la
así llamada "moratoria") y por la promoción de tareas de
redentorismo social como la expresión nueva de una Iglesia
encarnada en el mundo para transformarlo... aunque sea con la
violencia, etc., etc.

Tales neomodernismos contemporáneos, con sus interpretaciones


abusivas de la "crítica moral" han formulado realmente "otro
evangelio" de pura dimensión horizontal, que se halla en absoluta
contradicción con la genuina enseñanza del Nuevo Testamento. Bien
lo expresó con visión divina, el apóstol de las gentes:

"Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis traspasado del que


os llamó a la gracia de Cristo, a otro evangelio: no que hay otro, sino
que hay algunos que os inquietan y quieren pervertir el evangelio de
Cristo." "Mas aun si nosotros o un ángel del cielo os anunciare otro
evangelio del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes
hemos dicho, también ahora decimos otra vez: Si alguno os
anunciare otro evangelio del que habéis recibido, sea anatema." (Gá.
1: 6 - 9).

En conclusión: la relación de los criticastros con la crítica bíblica no es


constructiva sino negativa, porque aunque se guía por sus esquemas,
los datos para satisfacer sus demandas los toma de la sabiduría del
mundo opositor. Y unido con ellos ataca a la Palabra de Verdad
acusándola de error. Eso no es uso sino burdo abuso de la crítica.

5. Variantes de la hipótesis de inspiración parcial-relativa

Aunque las variantes de esta falsa hipótesis tienen ciertas


distinciones que pueden servir para identificarlas, sin embargo se
hallan esencialmente entramadas y relacionadas unas con otras. A
pesar de ello, puede ser dicho que las principales corrientes de
pensamiento que, en mayor o menor grado, las nutren a todas ellas,
son solamente dos: 1) la corriente que calificaremos como "ético-
sentimental" y 2) la corriente que denominaremos "dialéctico-
existencial"

1. A. Variante "ético-sentimental".

La calificación nos pertenece y la hemos adoptado a fin de


poder codificar en forma lógica a esta corriente, ya que sus
sostenedores postulan que el "elemento divino" en la Biblia,
sólo podrá ser hallado en aquellos pasajes que pueden ser
considerados como éticos (o con cierto contenido moral) si
concuerdan con otros que respondan al criterio céntrico del
"ágape" o "amor". Cualquier texto que refiera entonces a
juicios y castigos divinos, son así descartados como no éticos,
pues, dicen, no se avienen a la revelación del Dios de Amor de
los pasajes centrales del Nuevo Testamento.

A esta variante pertenecen los casos tratados anteriormente


bajo el subtítulo "Abuso de la crítica moral". Y también
pertenecen a ella los casos propios de la así llamada "Ética de
la situación" o "Nueva moralidad", corriente que toma en
ocasión de pasajes bíblicos como los que cuentan de David
comiendo los panes de la proposición 1 S. 21: 1-6) y de los
discípulos del Señor cogiendo espigas para comerlas en día
sábado (Mt. 12: 1-8), para deducir erróneamente que no
estamos bajo obligación impuesta por códigos
preestablecidos, sino que la norma nueva ha de caracterizarse
por la facultad de tomar nuestra propia personal decisión
según cada "situación" que enfrentemos. Tal "situación"
comprende a las "circunstancias" del momento y de lo que en
medio de ellas sintamos como deber de "amor", aunque lo
que hagamos como resultado de tal decisión, involucre
acciones que códigos preestablecidos tuvieran por
condenables.

Sin duda que hay un elemento de verdad en que no debemos


ser legalistas ni tampoco antinomianos (o sin ley alguna) y
que el amor es norma válida. Pero esto no puede serlo a
expensas de lo que sea lícito según la verdad y lo justo según
la Palabra de Dios. Por eso leemos: "El amor no se huelga de
la justicia mas se huelga de la verdad" (1 Co. 13: 6). Pero, al
prescindir de estos valores constantes, la "ética de la
situación" pone totalmente a un lado y rechaza
definitivamente a cuanto mandato moral de valor permanente
que tiene la Escritura. Se podrá entonces —según ellos—
robar, matar, adulterar, mentir, prostituirse, etc., etc., pues
todo dependerá de las "circunstancias del momento" y de los
"sentimientos" que nos mueven en la decisión existencial (!).
Como ilustración de tal criterio, traemos a colación el sonado
escándalo como el caso "Watergate" (nombre de un edificio en
la ciudad de Washington, Estados Unidos), en el cual caso,
como se recordará, las más altas autoridades estaban
comprometidas: sea por haber ordenado, o consentido, o
encubierto, una irrupción ilegítima en las oficinas del Partido
Demócrata hecha con el confesado propósito de localizar
supuestos elementos y documentos probatorios de supuestos
delitos. Cuantos actuaron en tal "operación" fueron declarados
culpables y castigados por la Justicia. Pero lo que nos atañe
como ejemplo práctico del objeto de este estudio, es lo que
uno de los inculpados declaró ante el Comité Investigador del
Senado de los EE.UU. (lo cual fue oído y visto por todos
cuantos siguieron el proceso que fue transmitido por radio y
televisión), diciendo que él había actuado sin molestias de
conciencia, pues entendió que lo que se hacía concordaba con
lo que había aprendido como "ética de la situación" y así
pensó que violación de propiedad, escalo con robo, etc.,
podían hacerse, pues servían a lo que entendió era exigido por
amor a su partido y a su país.

Aunque es obvio que los hechos y las ideas de la "Ética de la


situación" o "Nueva moralidad" no pueden inspirarse ni
justificarse en los pasajes bíblicos que tratan de la citada
experiencia de David, ni en los que tratan de la citada
experiencia de los discípulos del Señor, ni en ningún pasaje de
la Biblia entera, con todo, examinaremos los antedichos:

1) La responsabilidad, en el caso de David, recae en primer


término sobre el sacerdote que dio a éste los panes de la
proposición (1 S. 21: 1–6) y que, según los preceptos de la
Ley, debían ser comidos por el sacerdote mismo (Lv. 24: 5–
9). ¿Pecó con ello el sacerdote? ¿Desconoció con ello la Ley?
¿Se dejó llevar por las circunstancias con prescindencia total
del código preestablecido? ¡EN NINGUNA MANERA!: (a)
porque al momento de dar los panes, éstos ya le pertenecían
por derecho sacerdotal exclusivo y entonces, como dueño
actual de los panes, aunque debía comerlos como era su
deber, según el precepto de la ley, (b) debía y podía
compartirlos misericordiosamente, como también era su deber
según otros preceptos de la ley que: (i) ordenaban a quien
tuviera algún bien "abrir la mano" para socorrer con él al
hermano en necesidad (Dt. 15: 11) y (ii) ordenaban amar al
prójimo como así mismo (Lv. 19: 18). ¿Contradicción en la
ley? ¡NO!, pues Dios, dador de la ley, al establecer los dos
preceptos o cuerpos de preceptos, otorgó implícitamente con
ello al súbdito de la ley el derecho de la opción y la
responsabilidad de elección, sin pecar. La real cuestión es la
de establecer cuál sea la PRIORIDAD ENTRE PRECEPTOS, no
de acusar irreflexivamente "contradicción" de preceptos entre
sí. Y la "prioridad" será determinada por discernir "el
mandamiento más grande" (comp. Mt. 22: 35–40) que
gobernará legalmente y por ello éticamente, la situación
presentada. De modo que no será la "situación" la que se
inventará su propia ley desconociendo todo código
preexistente (como sostiene la "Ética de la situación") pues en
tal caso esa "situación" sería realmente una "situación sin
ética", sino que será la ley preestablecida, codificada y
vigente, la que gobernará a la "situación", como lo sostiene la
Biblia, lo cual hará del entero caso una real "situación ética".
Por ello, al dar los panes, el sacerdote estableció la prioridad
de los preceptos que obligaban amar al prójimo y socorrerlo
en su necesidad. Esos preceptos le concedían el derecho —no
previsto en el precepto relacionado con el sacerdocio y los
panes sagrados— de poder dar los panes en socorro y, por tal
razón, no pecó cuando los compartió. Y en lo que respecta a
David y los que con él estaban, pudieron comer también sin
pecar, ya que esos mismos preceptos que autorizaron al
sacerdote a darles los panes, les concedían a ellos, el
beneficio del derecho de ser socorridos en su necesidad. Ni el
sacerdote, ni David y sus compañeros, desconocieron pues la
Ley ni pecaron contra ella, sino que se beneficiaron con los
preceptos que, por ser mayores, tenían prioridad. Que esto es
así, se prueba finalmente por el hecho de que el Señor
Jesucristo, al aludir al caso en foco, no reprobó ni al sacerdote
que dio los panes, ni a David y los que con él estaban que
comieron de ellos como hubiera debido reprobarlos si es que
con sus acciones hubieran violado la Ley, o la hubieran
desconocido. Queda, pues, claro: la ley preexistente gobernó
la situación presente. Todo ello queda confirmado, además,
por el texto en Is. 22: 9, 10: el sacerdote consultó a Jehová
(v. 10) y obró, entonces, bajo su dirección. Se equivocan,
pues, los de la "Nueva moralidad".

2) En cuanto al pasaje que trata de los discípulos del Señor


que recogían espigas para comerlas, en el día sábado (Mt. 12:
1–8) es obvio que no incurrieron en violación de la Ley, no
obstante que ésta, como precepto general, ordenaba no
trabajar en sábado (Ex. 20: 8–11). Los fariseos legalistas
buscaban enredar al Señor como habiendo consentido el
desconocimiento o la transgresión de la Ley (Mt. 12: 2). Pero
en la respuesta que el Señor les da, la acción de los discípulos
es colocada dentro del precepto de la ley que autorizaba hacer
lo que fuere imprescindible en ese día, como era el caso con
los sacerdotes que oficiaban —y así trabajaban ofreciendo
sacrificios— en el templo en el día del sábado (Mt. 12: 5
comp. Nm. 28: 9, 10). Y refuerza su dictamen, con la lección
dada en la profecía, que también legislaba al decir:
"misericordia quise y no sacrificio" (Os. 6: 6). De modo que,
en la definición inapelable de la autoridad máxima, del Señor"
aun del sábado" (Mt. 12: 8), la acción de los discípulos estaba
amparada por igual tanto por la norma de la ley de la
prioridad de lo imprescindible, como por la norma de la ley del
mensaje profético, AMBAS PREEXISTENTES Y GOBERNANDO A
LA SITUACION ACTUAL.

Viene a confirmar lo antedicho, la experiencia que el mismo


Evangelio de Mateo relata seguidamente, en la que el Señor
sanó a un hombre que tenía una mano seca, haciéndolo
también en sábado (Mt. 12: 9-13). También allí procuraban
acusarle, pero el Señor trae a colación otro precepto de la Ley
que ordenaba actuar en beneficio de una bestia que fuera
hallada en dificultades (Ex. 23: 4, 5) y lo hace aplicable para
gobernar la situación actual de curar a un enfermo, haciendo
del precepto existente la norma rectora. Y por eso reafirma el
gran principio declarándolo explícitamente: "LICITO ES EN
LOS SABADOS HACER BIEN" (Mt. 12: 12). Otra clara situación
ética, o sea, un hecho regido por un precepto normativo
preexistente. Yerra, pues, la "Nueva moralidad".

Finalmente, es de rigor aquí citar la frase paulina:

"Y por qué no decir (como somos blasfemados y como


algunos dicen que nosotros decimos): Hagamos males para
que vengan bienes, la condenación de los cuales es justa."
(Ro. 3: 8 comp., Ro. 6: 1, 2)

Hacer, pues, males para que vengan bienes (como es el caso


con los de la "Nueva moralidad"), está claramente condenado
por las Sagradas Escrituras.

Por cuanto antecede y mucho más que la obligada restricción


del espacio nos impide considerar, queda manifiesto que la así
llamada "Ética de la situación" o "Nueva moralidad", resulta
ser una "situación sin ética" o, si se quiere, una "nueva
moralidad", basada en la idea errónea de que "el fin justifica
los medios". Nos hemos extendido un poco en su
consideración, dado el hecho de que en los tiempos peligrosos
que vivimos estas cuestiones han llegado a tener una
relevancia que no puede desconocerse y que es un deber
refutar bíblicamente, pues resulta de negar la inspiración
verbal y plenaria de las Escrituras y, consecuentemente,
negar la vigencia de sus normas autoritativas de carácter
permanente.

2. B. Variante "dialéctico-existencial"

Filosofías muy en boga, dialéctica y existencialismo, son


aunadas por quienes dicen: el "elemento divino" en la Biblia
no se debe identificar con su letra; se halla en su "tema
central" (Cristo) y en la experiencia existencial actual (o crisis)
que se da entre el lector y el mensaje, por medio de algún
pasaje de las Sagradas Escrituras. Esta variante se subdivide
a su vez en otras dos: la variante "Cristocéntrica" y la variante
o corriente de la así llamada "demitologización". Pasamos a
considerarlas en los aspectos directamente relacionados con
nuestro tema.

3. 1B) La corriente "Cristocéntrica"

Noble término que ha sido desvirtuado por esta variante, que


presenta dos faces: (a) dice que la Biblia puede ser llamada
"Palabra de Dios", solamente por causa de y por el testimonio
que ella da acerca de —lo que llama— la "única" Palabra de
Dios que es Jesucristo; y (b) los pasajes de la Biblia que dan
ese testimonio "devienen" (o llegan a ser hechos) "palabra de
Dios al hombre" cuando al ser leídos por éste, Dios los usa
para tocar con ellos o "inspirar" con ellos la mente y corazón
del lector. A ese momento existencial, a esa acción de Dios en
el hombre por medio del texto, se le llama momento de crisis
o trascendental y, por esos elementos, se llama a esta
corriente: "teología de la Palabra". Veamos ahora sus errores:

a) En el mismo énfasis que da a la afirmación de una verdad,


cual es la verdad de que la Biblia testifica del Señor Jesucristo,
se halla implícita la negación de que la Biblia sea Palabra de
Dios en todos sus otros testimonios, dados en su total
contenido. Porque la Biblia ES Palabra de Dios EN TODOS SUS
REGISTROS, sea que hablen del Señor Jesús, como cuando
también hablan de la creación, de los ángeles, del hombre, de
la caída, de las dispensaciones, de la redención, de la Iglesia,
de la vida espiritual, de las profecías, de la escatología, etc.,
etc., etc., o sea: es Palabra de Dios EN TODO SU CONTENIDO
y no solamente cuando refiere específicamente al Señor.

b) Se equivoca cuando afirma que ciertos pasajes de la Biblia


"devienen" (o vienen a ser hechos) "palabra de Dios" al
hombre en un momento trascendental o de crisis en el cual
Dios "los hace devenir" Su Palabra, como si no lo fueran antes
de ese momento. Tal concepto es erróneo porque desconoce
el hecho de que la Biblia ES EN SI MISMA, como libro
inspirado de Dios, LA PALABRA DE DIOS. Es un absurdo
conceptual decir que "deviene" o "llega a ser" lo que
realmente YA ES. Dos elementos equivocados subyacen en tal
absurdidad: (a) el que la Biblia resulta mera palabra humana
que, no obstante, en un momento dado y por una especie de
transmutación obrada por Dios, se transforma repentinamente
en Su Palabra; (b) confunde lo que podría ser entendido como
"iluminación" del Espíritu Santo al lector reverente, para decir
que ello resulta ser la única "inspiración" divina de las
Escrituras.

El texto que acaba de una vez con todos esos errores de esta
variante indebidamente tenida por "Cristocéntrica", es el texto
clásico por excelencia sobre la inspiración, tantas veces
repetido y que dice: "TODA ESCRITURA" (como libro, como
escrito, en todas y en cada una de sus partes, no sólo en
algunas), "ES INSPIRADA DIVINAMENTE" (luego es Palabra de
Dios objetiva e intrínsecamente —en sí misma) y, por lo tanto,
en virtud de lo que es, también ES "útil para enseñar, para
redargüir, para corregir, para instituir en justicia, para que el
hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda
buena obra" (2 Ti. 3: 15-17). Frase lapidaria, sin duda alguna,
para esta variante en foco: no hay allí lugar alguno para
"relativismos" ni "trasmutaciones". Las Sagradas Escrituras y
su inspiración pertenecen, por su propia naturaleza, a lo que
tiene carácter de ABSOLUTO.

4. 2B) La corriente de la "demitologización".

Yerra en su punto esencial, que es el de considerar a la Biblia como


una antología del "mito", pues desconoce con ello la realidad literal
de los hechos y registros bíblicos. No se olvide que el "mito",
cualquiera fuese el sentido o interpretación que se le dé, jamás
dejará de ser un lenguaje ficticio. Y no es ese el lenguaje de la Santa
Palabra de Dios. Bien lo expresa el apóstol Pedro, dando con ello un
profundo mentís a estas corrientes del lenguaje ficticio: "Porque no
os hemos dado a conocer la potencia y la venida de nuestro Señor
Jesucristo, siguiendo fábulas por arte compuestas, sino habiendo con
nuestros propios ojos visto su majestad" (2 P. 1: 16). Y aunque hay
diferencias entre "mitos" y "fábulas", el hecho de fondo permanece:
en la Biblia no hay irrealidades fantasiosas, sino hechos reales,
literales en sus registros y doctrinas inherentes, veraces, de fe. Como
también lo expresa el apóstol Juan: "Lo que era desde el principio, lo
que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos
mirado y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida... eso os
anunciamos... y estas cosas os escribimos para que vuestro gozo sea
cumplido" (1 Jn. 1: 14). No puede existir lenguaje más claro para
afirmar que la Escritura registra hechos, no mitos. (Compárese
también: 2 Ti. 4: 1-5.)

Yerra asimismo esta variante, al decir que los tales "mitos" —que
según ellos no son sólo los relatos de la creación, caída y expulsión
de la primera pareja humana del Edén, sino también los relatos que
tratan de la concepción virginal del Señor Jesucristo, su vida sin
pecado, la expiación de nuestros pecados en su preciosa sangre, su
resurrección corporal, su segunda venida, etc.—, la
"demitologización" extrae la "verdad" que yace dentro de ese "ropaje
mitológico" que es el relato bíblico y que la tal "verdad" será
entonces el "mensaje existencial", o sea "la palabra de Dios para el
hombre actual". Y yerra en esto muy gravemente, porque llamar
"mitos" o "ropaje mitológico" a los registros bíblicos que revelan
hechos y verdades fundamentales de la fe cristiana, sin los cuales no
existe cristianismo real alguno, es más que mero error conceptual, es
crasa apostasía y grave blasfemia, es total negación de la verdad
bíblica. Pretender "demitologizar" lo que tiene que ver con la Persona
y la obra del Redentor para extraer el "mensaje existencialmente
histórico", es negar a la Persona existencialmente histórica, o sea a
Su presencia con los suyos todos los días hasta el fin del mundo,
como El mismo lo declaró (Mt. 28: 20), para poner en su lugar lo que
al "demitologizador" le parezca ser el "mensaje" existencial que
pueda desprenderse del "ropaje mitológico" que habla de Cristo en
las Escrituras. Esto es prácticamente fabricar otro "Cristo" y otro
"evangelio" que a nadie pueden salvar (véase Ga. 1: 6-12); y es
sacar la autoridad de la verdad, del lugar donde Dios la colocó: en las
Escrituras, para adjudicársela gratuitamente al criterio meramente
humano, subjetivo, falible, del "demitologizador", lo cual es vana
presunción y puro autoengaño. El propio pontífice de esta corriente,
Rudolf Bultmann, dijo: "Yo expongo la teología como antropología, es
decir, como doctrina del hombre." (Citado así en el libro "Teología
actual" por varios autores, p. 78). Veamos: puro antropocentrismo
producto del propio espíritu humano. ¡Ay!, de tales
"demitologizadores". Harían bien en tratar de "demitologizar" (para
usar sus palabras) lo que les manda Dios por medio de Ezequiel
profeta que escribió así:

"Y fue a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo del hombre, profetiza


contra los profetas de Israel que profetizan y dí a los que profetizan
de su corazón: Oid la palabra de Jehová. Así ha dicho el Señor
Jehová: Ay de los profetas insensatos, que andan en pos de su
propio espíritu y nada vieron!" (Ez. 14: 1-3)

6. Corrientes teológicas que se basan en la falsa hipótesis de


inspiración parcial-relativa

A fin de completar el examen de la hipótesis de inspiración parcial-


relativa, nos es necesario mencionar al menos en forma brevísima las
distintas corrientes teológicas circulantes hoy día y que, en una u
otra manera, rechazan la tesis de la inspiración total de las Escrituras
y tienen a éstas como un libro "humano" que, sin embargo,
"contiene" palabra de Dios o que puede "devenir" palabra de Dios o
del cual se puede "extraer" un mensaje que puede ser estimado
como palabra de Dios, etc., etc.

Cuando el lector oiga o lea de tendencias teológicas o éticas que


respondan a las corrientes que mencionaremos en esta lección,
puede estar seguro que no hallará allí a hermanos fundamentales en
la fe sino que hallará a modernistas o neomodernistas o
filomodernistas, o sea: diversos grados de heterodoxias y de
heterodoxos, que suelen usar terminología bíblica, pero
interpretándola de tal manera que resultan enseñando doctrinas
ajenas a la Palabra de Dios. Todo siervo del Señor debe tomar plena
conciencia de estos hechos y capacitarse para poder discernir tanta
heterodoxia (o doctrina extraña a la Palabra) que circula como sí
fuera "sana doctrina". Jamás se olvide que la heterodoxia no lo es
solamente por las verdades que niega, sino que lo es igualmente por
los errores que afirma como verdad. Es por eso que la Palabra de
Dios nos previene:

"Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de


Dios; porque muchos falsos profetas son salidos en el mundo" (1 Jn.
4: 1, léase hasta v. 6).

Si tal prevención vale para las personas, también vale para escritos o
publicaciones que difunden doctrinas extrañas a las Escrituras. Es a
tales escritos que debemos medirlos con la misma vara con la cual
sus autores se atreven a medir a la Palabra de Dios. Para usar un
término de ellos mismos, debemos "desmitologizarles" sus libros y
artículos, para discernir cuál sea el error que se nos quiere entregar
revestido de ropaje de aparente erudición teológica, que, al
penetrarla en su mismo meollo, resulta vana sutileza originada en el
espíritu del hombre, cuando no inspirada por espíritus de error
(comp. 1 Ti. 4: 1, 2). ¡Alerta!, pues. Y ahora, al detalle:

1. Neoortodoxia

Llamada también teología dialéctica, o de la paradoja, o


trascendental, o de crisis, o de la Palabra; todas diversas
facetas de una misma corriente de pensamiento que tomando
la dialéctica de Hegel y la paradoja de Kierkegaard, los
condensó en teología llamada neoortodoxa, significando con
ello una pretendida nueva concepción de la ortodoxia o sana
doctrina que no fuera sin embargo atada al fundamentalismo,
ni tampoco al modernismo de antiguo cuño que mutilaba
totalmente a las Escrituras. Ahora no se las mutila, se las
"reinterpreta", una vez que le han aplicado la crítica negativa
que la califica conteniendo mitos o leyendas o zaga. De modo
que se le mutilan textos, sin embargo se les mutila su valor
histórico y doctrinal. El juego dialéctico termina en una
síntesis que en lugar de neoortodoxia resulta realmente
neoheterodoxia o neomodernismo. Tesis-antítesis-síntesis;
paradoja del sí y del no simultáneos para un mismo asunto;
"modalismo" que no hace clara distinción de personas en la
Santa Trinidad; negación de la realidad personal de Satanás y
de los demonios; existencialismo; neouniversalismo o
salvación final de todos, etc., etc., están dentro del concepto
de tal teología, configurando una especie de neopanteísmo
idealista. Repase el lector lo que hemos examinado al tratar la
variante "dialéctico-existencial" (K. Barth, E. Brunner, R.
Niebuhr, etc.).

2. Demitologización

De R. Butmann y seguidores, también mencionada


anteriormente. Reiteremos aquí que se trata de una aberrante
obsesión de considerar a la Biblia de Dios como mitológica en
sus registros y que para eso aparecieron los
demitologizadores... para ayudamos a los pobrecitos
"literalistas" a salir de nuestra alienación y aprender a tomar
las cosas como son —según ellos— y ver cómo nos es posible
"extraer" del "ropaje" mitológico de siglos, el "mensaje"
existencial para el hombre actual. Como es obvio, esta
escuela es existencialista, pero en ninguna manera bíblica.

3. Mandato cultural

De H. Dooyeweerd, H. Wiersinga. La idea "luminosa" de esta


corriente es que el texto: "Henchid la tierra y sojuzgadla" (Gn.
1: 28), resulta ser lo que debe entenderse como "mandato
cultural", ya que la ciencia y la técnica como parte de la
cultura de los pueblos es imprescindible para el tal dominio
del hombre. Luego, dado el cuadro general de "creación-
caída-redención" que da la Escritura, entonces es necesario
redimir la cultura, la educación, la economía, las ciencias, las
artes, la sociedad toda penetrando sus estructuras para
"cristianizarlo" todo. El mandato cultural se equipara aquí y
hasta sirve de intérprete real, al mandato de predicar el
Evangelio a toda criatura. Vemos aquí ya un atisbo de una
"secularización" del sentido espiritual de la Gran Comisión
dada por el Señor a los discípulos. Toda la visión es horizontal,
terrena, lo cual es erróneo.

4. Positivismo

Sustentada por P. T. Forsyth, P. Tillich. Como lo hiciera K.


Barth, también estos "positivistas" parecían atacar al
fundamentalismo y al modernismo a la vez, para formar un
nuevo concreto o terreno medio positivo, con ideas aceptables
al hombre moderno de modo que pudieran servir como puente
entre la teología y la cultura del mundo. El pensamiento de
Tillich, más cercano en el tiempo a nosotros, también suele
ser referido como "teología de la correlación" que formula el
diálogo Biblia-hombre, de tal modo que: toda respuesta
bíblica debe ser siempre referida a una pregunta humana y
esta pregunta humana es entonces la que determinará la
respuesta. O sea que la Biblia no puede ofrecer respuesta que
esté fuera de la cuestión real planteada por el interrogador y
su interrogante, porque si así no fuera la respuesta bíblica no
puede ser adecuada. En suma: lo concreto y positivo resulta
ser el hombre como centro de todo y al cual la misma Biblia
debe ser tributaria. Un antropocentrismo humanista.

5. Ateísmo cristiano o muerte de Dios

De J. Altizer, W. Hamilton, van Buren. Para los tales, el "Dios"


de la teología fundamental ha muerto, ya no existe más.
Según unos, murió Dios cuando encarnó en Cristo y volvió a
morir cuando Cristo murió para resucitar luego para ser
existencialmente actual en todo y en todos (eso es la
resurrección). Según otros, ni aun eso: ahora viven el
tormento de creer que no se puede ya creer en lo que se
creyó; por eso se es ahora "ateo" al "Dios en que se creyó" o
en quien nos enseñaron a creer. Pero se retiene a Cristo como
Maestro, de modo que por eso se puede aún ser llamado
"cristiano". Así que: "ateos" por no creer ya en el "Dios" del
pasado, pero "cristianos" por seguir a Cristo como Maestro y
por eso, uniendo términos, tenemos lo de "ateos-cristianos".
Para toda mente en su sano juicio, todo esto es pura
contradicción de términos, pero para tales "ateos cristianos",
todo ello es "teología". Sin duda que los tales son honestos en
confesar que no creen en lo que creyeron que debían creer en
el pasado, lo cual es una real tragedia, pero de allí a que
procuren hacer de "eso" una "teología" o una real reflexión
teológica, media un abismo conceptual. Pues una "teología"
(tratado o ciencia de Dios) que parte del principio de que
"Dios ha muerto" no es ni ciencia teológica ni es de Dios.
"Rara avis", los tales teólogos... en las huellas del filósofo
Nietzsche y su "muerte de los dioses".

6. Nueva moralidad o ética de la situación

De Fletcher, Robinson, corriente ya tratada (ver variante


"ético-sentimental"). Repitamos aquí su idea básica: ni ley ni
tampoco sin ley; la "situación" tiene ahora la palabra y el
camino a seguir en tal situación será el que más concuerde
con el "amor", aunque no pueda preverse cuál puede ser ese
camino. Su fundamento es, pues, arena movediza, ya que
dependerá de cuáles sean y hacia qué lado se inclinan los
sedimentos en cada ocasión. Puro subjetivismo existencial de
reacción imprevisible, sin real norma ética válida para ser
considerada como tal. Esto no va de la mano con la Biblia,
sino con aquel filósofo Nietzsche y su concepto de "más allá
del bien y del mal", a lo cual sólo cabe responder: ¡lo peor!
7. Teología de la secularización

Según H. Cox. Vivimos, se dice, en una era "post-cristiana" y


en medio de una humanidad secularizada con sus grandes
centros urbanos y emporios industriales. Debemos pues
actuar con y en ese mundo para forjar una nueva sociedad. La
teología, se dice, no tiene futuro si no es el de la
secularización. "Positivismo", "mandato cultural", "muerte de
Dios", van de la mano con esto, que, a la vez, se abraza con
las "teologías" subsiguientes".

8. Teología de la esperanza

La esperanza (J. Moltmann, R. Alves) consiste en los cambios


que deben operarse aquí abajo, en la praxis de la historia en
la cual para eso irrumpió Cristo. Para tal esperanza de
redentorismo social, debe concientizarse a los alienados, a los
explotados, pues de su acción depende la posibilidad del
cumplimiento de la esperanza. Esto obliga al diálogo
"cristianismo-ideologías" lo que, de seguirse tal directiva
horizontal, es hacer marxismo bajo ropaje eclesiástico, y
llamar a eso una "teología".

9. Teología de la liberación

Según G. Gutiérrez, C. Torres, P. Freire, etc., o Teología de la


revolución, o Teología joven o Teología radical (R. Shaull, E.
Castro, J. M. Bonino y otros ecuménicos del Concilio Mundial
de Iglesias). So pretexto de reflexión teológica, romanistas y
protestantes resultan promoviendo activismos "rojizos",
emparentados con las teologías de la "secularización" y de la
"esperanza", a las que llevan a sus últimas consecuencias
dentro de los desenlaces lógicos de sus postulados. "Iglesia y
Sociedad", del CMI citado, "Evangelismo y Misión", del mismo,
y desarrollos que arrancan de la Asamblea Ecuménica de
Upsala (Suecia) hasta Nairobi (Kenya) con sus resoluciones de
dimensión horizontal y sus subsidios a movimientos que más
que de protesta son de subversión marxista-leninista, deben
prevenirnos. Es la "teología" que lleva la voz cantante en el
actual momento "ecuménico" que da preeminencia por lo
tanto al así llamado "Tercer Mundo". Se habla de teología de
compromiso en acción horizontal en la cual "Dios está
comprometido", la Iglesia debe estar comprometida y,
consecuentemente, los cristianos y la Palabra de Dios.
Envuelve a muchos jóvenes idealistas que, ante tanta
injusticia en el mundo, se vuelcan a estos extremismos que se
jactan de haber dado con el meollo de la verdadera teología.
Se promueve el diálogo "cristiano-marxista" en el cual se
busca desesperadamente alguna especie de fórmula
sincretista que permita trabajar unidos a los materialistas
dialécticos y a los "teólogos" dialécticos, etc., con el común
objetivo utópico de la redención de la humanidad toda y así —
según algunos dicen— traer a la luz a la "ecumene" de
Hebreos 2: 5 ("el mundo venidero").
Que tal sueño no tiene base alguna ni en Hebreos 2: 5 ni en
ningún otro texto de las Escrituras, se prueba por el hecho de
que "el mundo venidero" no será traído por esfuerzo humano
alguno. La cuestión social no será resuelta ni por los políticos
ni por los revolucionarios ni por los "teólogos". El cuadro
bíblico es bien claro para quien tenga ojos para ver y oídos
para oír. El mundo marcha irremisiblemente al día del
Anticristo. La Gran Tribulación sobrevendrá sobre toda la faz
de la actual "ecumene" para probar a todos los que moran en
la tierra, pero los renacidos serán arrebatados antes de eso
(Ap. 3: 10). Y luego de la Tribulación, el Señor vendrá en
poder y gloria para destrozar al Anticristo y establecer Su
reino milenial (2 Ts. 2: 1- 12; Ap. 19: 11 a 20: 6). Entonces
sí, la cuestión social será resuelta: no por esfuerzo humano,
sino por el reinado de Cristo que se sentará en el trono de
David conforme la profecía aún no cumplida (Lc. 1: 32, 33).
Pero no es la solución de la cuestión social la panacea final,
pues aun después de mil años de perfecta justicia en todos los
órdenes, el hombre volverá a rebelarse contra Dios y el Señor
Jesucristo (Ap. 20: 7-10) y entonces descenderá fuego del
cielo sobre los rebeldes. Satanás que los engañaba, será
lanzado al lago de fuego y azufre para siempre jamás. Y
luego, todo vendrá a juicio final (Ap. 20: 11–15) y la actual
"ecumene" pasará por fuego (2 P. 3: 10–12) y recién
DESPUES DE TODO ESO aparecerá "EL MUNDO VENIDERO", o
sea la "tierra nueva y los cielos nuevos en los cuales mora la
justicia" (2 P. 3: 13; Ap. 21: 1). Este es el cuadro bíblico de la
escatología.

Creemos que la mejor refutación de las teologías de la


secularización, de la esperanza y de la liberación, etc., es la
presentación lisa y llana de la escatología según la Biblia.
Claramente se ve que no hay "síntesis" posible entre la
enseñanza de la Palabra de Dios y las pretensiones de las
"reflexiones teológicas" sobre la praxis, la historia, el
redentorismo horizontal, etc., etc. Para todos los cristianos, es
palabra final: el dictamen de la Palabra de Dios.

Estas "teologías" izquierdistas padecen de astigmatismo


espiritual acompañado de miopía extrema: carecen de clara
visión del punto remoto, se apegan a lo que se apega a lo
terreno; la curvatura de su córnea es desigual. La visión es,
pues, defectuosa. Creyéndose ser fanales de luz no se
aperciben que "la luz que en ellos hay es tinieblas" (comp. Mt.
5: 22-23). Y al repudiar a tales "reflexiones teológicas
izquierdistas", quede claro que no estamos por eso "vendidos
al statu quo" ni que formamos parte del "opio de los pueblos".
En cuanto nos atañe testificaremos contra "toda impiedad e
injusticia de los hombres", sea en lo que respecta a "los que
detienen la verdad con injusticia" (Ro. 1: 18), sea en lo que
respecta a la explotación del hombre por el hombre (Stg. 5:
1-6), pero no nos dejaremos envolver en quiméricos
proyectos de redentorismo social, por los tataranietos de
nuestro viejo conocido, el así llamado "evangelio social". Nada
de compromisos socio-políticos para la Iglesia ni para los
cristianos: todo ello es ajeno totalmente a la naturaleza y a la
misión de la Iglesia de Cristo y a la tarea cristiana, de predicar
(Mr. 16: 15, 16; Mt. 28: 18 - 20 comp. 1 Co. 9: 16 - 23),
defender y confirmar el Evangelio (Fil. 1: 7, 17). Y en ello
ocupados, se nos manda "tener paciencia hasta la venida del
Señor" y prepararnos para ella (Stg. 5: 8; 1 Jn. 3: 1-3). Si
alguno, individualmente, se siente con vocación especial para
actuar en planos sindicales, sociales y políticos, que lo haga
cuidando de que ello no signifique menoscabo alguno de su fe
y testimonio cristiano fiel. Pero que nadie pretenda hacer
"teología" para justificar, ni para arrastrar a hermanos e
iglesias a utopías irrealizables, contrarias a la Palabra de Dios,
de tinte rojizo subido, ni de cualquier otro tinte. El único "rojo"
deseable es el de la "preciosa sangre" de Cristo Jesús que
"nos limpia de todo pecado" (1 Jn. 1: 7). Todo otro "rojo"
(religioso-político) pertenece a "Babilonia" la Grande (Ap. 17).
Salir de todo ello es mandato del Señor (Ap. 18: 4).

10. Teología de "proceso"

Sus seguidores son A. N. Whitehead, Ford, Cobb, etc.. Se trata de una


forma combinada de evolucionismo, relativismo y existencialismo. Su idea
básica es que el "ser" debe considerarse constituido como por el "llegar a
ser" en un proceso incesante y siempre actual, de todo cuanto es. Lo dañoso
y a la vez absurdo de tal concepto se pone de relieve si consideramos que
dentro de ese "todo" ser, puede entonces ser incluido el mismo Ser de Dios
que, dado tal supuesto "proceso", debe aún "llegar a ser" como si no fuera
aún lo que debe ser o no fuera ya perfecto para siempre. En las palabras de
Dios: "YO SOY EL QUE SOY" (Ex. 3: 14) y en las palabras del Señor:
"...vuestro Padre que está en los cielos ES PERFECTO" (Mt. 5: 48b), el
absurdo de tal "teología de proceso" queda deshecho.

Con cuanto antecede, es suficiente para tener al menos una íntima idea de
cuáles son las principales corrientes de pensamiento, así llamado
"teológico", que han hecho o siguen haciendo ruido en estos últimos
tiempos. Repitamos solamente aquí que muchos de sus actuales propulsores
hallan el caldo de cultivo para sus ideas dentro de las ollas "made in
Geneva", o sea, dentro de los cauces del "ecumenismo" del "Concilio
Mundial de Iglesias" con sede central en Ginebra, Suiza.

Todas esas corrientes neomodernistas, no creen en la inspiración verbal y


plenaria de las Sagradas Escrituras, sino en la falsa hipótesis parcial-
relativa. Y tanto por lo que niegan como por lo que afirman en tal materia,
prueban que la "sabiduría" que las informa no es la que "desciende de lo
alto", sino la que, con toda claridad y sin eufemismos, Santiago declara
como "terrena, animal y diabólica" (Stg. 3: 14–18).

Fuente biblografica: http://www.philadelphos.org/falsas_corrientes.htm

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