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poesa, 1608
La mano y el favor de la Cirene,a quien Apolo am con amor
tierno;y el agua consagrada de Hipocrene,
y aquella lira con que del AvernoOrfeo libert su dulce esposa,
suspendiendo las furias del infierno;
la clebre armona milagrosade aquel cuya testudo pudo tanto,que
dio muralla a Tebas la famosa;
el platicar suave, vuelto en llantoy en sola una voz, que a Jpiter
guardaba,y a Junio entretena y daba espanto;
quisiera que alcanzaras, Musa ma,para que en grave y sublimado
versocantaras en loor de la Poesa.
Que ya el vulgo rstico, perverso,procura aniquilarla, t hicierassu
nombre eterno en todo el universo.
Aqu, Ninfas del Sur, venid ligeras;pues que soy la primera que os
imploro,dadme vuestro socorro las primeras.
Y vosotras, Pimpleides, cuyo corohabita en Helicn, dad largo el
paso,y abrid en mi favor vuestro tesoro;
de el agua medusea dadme un vaso,y pues toca a vosotras, venid
presto,olvidando a Libetros y a Parnaso.
y t, divino Apolo, cuyo gestoalumbra al orbe, ven en un
momento,y pon en m de tu saber el resto.
Inflama el verso mo con tu aliento,y en lagua de tu trpode lo
infunde,pues fuiste de l principio y fundamento.
Mas en qu mar mi dbil voz se hunde?A quin invoco? Qu
deidades llamo?Qu vanidad, que niebla me confunde?
Si, oh gran Mexa! En tu esplendor me inflamo,si t eres mi
Parnaso t mi Apolo,para qu a Apolo y al Parnaso aclamo?
T en el Per, t en el Austrino polo,eres el Delio, el Sol, el Febo
santo;s, pues, mi Febo, mi Sol y Delio solo.
Tus huellas sigo, al cielo me levantocon tus alas; defiendo a la