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de Elas y Moiss conversando con Jess, la voz que se escuch del cielo
que deca: Este es mi hijo amado; escuchadlo, todo ello les resultaba
sencillamente deleitante, a pesar de que, como dice el evangelio,
estaban asustados y no saban lo que ocurra.
Ellos deseaban
permanecer ante esta gloria del Maestro. Pero no sucede as porque una
vez terminada esta manifestacin tan especial: bajaron de la
montaa.
Este bajar de la montaa, apreciados hermanos, es el otro momento
particular de la vida de todo cristiano. El ascenso a la montaa, como
dijimos, la vida de unin con Dios, la oracin y la piedad, supone
necesariamente un bajar de la montaa, es decir, un ir a la vida
cotidiana, a nuestro trabajo, a nuestras casas, a las calles, al mundo de
la vida concreto de cada uno y vivir all con la misma intensidad la fe.
Bajar de la montaa es necesario. Es preciso que la gloria de la
transfiguracin no se quede reservada solo para nosotros en intimidad
con el Maestro, es preciso hacer que la vida cotidiana sea una vida
transfigurada. No podemos subir a la montaa y contemplar la gloria
del Seor, como dijimos, por medio de la oracin y la piedad, y no hacer
vida esa experiencia.
La fe tiene que encarnarse en la vida ordinaria de cada uno. Una y otra
vez debemos subir a la montaa, pero tanta veces como estemos ante
la presencia gloriosa de Dios debemos emprender nuestra marcha al
mundo. El mundo no es una realidad separada de nuestra experiencia
de fe. Por mundo se entiende el conjunto de circunstancias en las que,
como seres humanos, nos encontramos inmersos. La vida de fe, la
transfiguracin no es una realidad solo de los templos o de las capillas,
la vida de fe tiene un lugar propio: all afuera. All afuera se nos tiene
que notar la fe en Jess transfigurado. El retorno de la montaa es
indispensable. Lo que vemos de Jess en la montaa, ese Jess
deslumbrante y glorioso, nos debe llevar a construir una sociedad
igualmente deslumbrante y gloriosa. La fe no nos puede apartar del
mundo, por el contrario nos debe hacer ir al mundo, descender de la
montaa.
De
este
modo
hermanos,
nosotros
tambin
resplandeceremos y nuestros vestidos se volvern blancos, pues nuestra
fe ser cierta y madura, y no solo un intimismo egosta sin compromiso
histrico.
Ciertamente, hermanos este segundo domingo de cuaresma todos
somos invitados a contemplar el rostro transfigurado de Cristo y a entrar