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Etnias del imperio de los incas: Reinos, señoríos, curacazgos y cacicatos (Tres volúmenes)
Etnias del imperio de los incas: Reinos, señoríos, curacazgos y cacicatos (Tres volúmenes)
Etnias del imperio de los incas: Reinos, señoríos, curacazgos y cacicatos (Tres volúmenes)
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Etnias del imperio de los incas: Reinos, señoríos, curacazgos y cacicatos (Tres volúmenes)

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Las etnias del Imperio de los Incas es un libro cenital. Todo el material que lo compone constituye una enciclopedia sobre la cultura andina. En ella está la geografía, la política, la economía, las costumbres sociales, la ideología subyacente, la administración; las creencias religiosas; la organización y el funcionamiento de los pueblos en sus di
LanguageEspañol
Release dateJun 22, 2021
ISBN9786124419584
Etnias del imperio de los incas: Reinos, señoríos, curacazgos y cacicatos (Tres volúmenes)
Author

Waldemar Espinoza Soriano

Waldemar Espinoza Soriano (Cajamarca, Perú, 1936), Estudió Historia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; obtuvo una beca por el Instituto de Cultura Hispánica para desarrollar investigaciones históricas (1958-1962) en el Archivo General de Indias en Sevilla. En 1962 obtuvo el grado de Doctor en Humanidades en la UNMSM. La fundación Guggenheim de Nueva York le otorgó una beca para desarrollar investigaciones etnohistóricas en los archivos del Perú, Sucre (Bolivia) y Buenos Aires (1980-1981). La OEA le otorgó una beca para investigar y escribir sobre los cayambes y los carangues. En 1988 se le otorgó el Premio Internacional de la Fundación Conde Garriga de Barcelona. En 1990 recibió del Ministerio de Educación las Palmas Magisteriales en el grado de Maestro.

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    Etnias del imperio de los incas - Waldemar Espinoza Soriano

    CHANCAY–AUCALLAMA–HUARAL

    Al sur del valle de Huacho-Huaura se encuentra el de Chancay, conocido hoy como Huaral, regado por las aguas del Chancay. Sus condiciones agrícolas son muy parecidas a las de Huaura-Huacho por su temperatura, luminosidad y disponer de agua suficiente para las necesidades de sus cultivos durante todo el año. Por tales razones, los sembríos, entre ellos el algodón, hallaban un ambiente propicio para su desarrollo, gestando extensas cosechas (SNA, 1935: 9).

    El valle de Chancay estaba saturado de pequeñas parcelas, todas diseminadas: 1° en la Campiña de Los Naturales, y 2° en los curacazgos o comunidades de Quepepampa y Aucallama (Aucayama). Las dos primeras sobre la margen derecha del río Chancay, y la última en la de la izquierda. La Campiña de Los Naturales pertenece, como su nombre lo indica, a los oriundos de Chancay desde antes de los Incas; tiene una extensión aproximada de 55 fanegadas cultivadas, divididas entre sus habitantes que fueron conglomerados en la reducción de Aucallama. Estas la defendieron y consolidaron dándole el nombre de Comunidad Lomera [de] Naturales, con existencia regular desde mediados del siglo XVI (ibid., 39).

    En el valle de Chancay concurrían tres guarangas con sus correspondientes pachacas, un buen plan decimal para el control tributario y laboral. Fueron: 1° Pasamayo, en la cuesta de un cerro de arena, con un valle aledaño habitado y con agricultura a base de riego, aunque seco a los años de la conquista hispana. 2° La segunda era Sullatambo, a la que los españole llamaron Tamboblanco. 3° La tercera tenía por nombre Chancay-Ayllu, en la zona derecha del río (AGI. 1549. J-396). La segunda se desempeñaba como la cabecera de la etnia Chancay, por ser la más grande, estaba supeditada al señorío de Huaura (Gonzales Carvajal, 1998: 106).

    En el mencionado valle también vivían mitmas Mochicas (Chimu) traídos de Casma (Santa) primeramente a Huaura, de donde su curaca principal los mudó a Chancay para que trabajaran o mitaran formando un solo cuerpo con la guaranga (Testimonio de fray Domingo de Santo Tomás. AGI. J.396. 1549: 118). El citado curaca los reubicó para que sirvieran mejor al sapa inca a su paso por el valle, alcanzándole pescado y caracolillos o machas (Testimonio de Don Martín Lengua (AGI. J-396; 130). A media legua paraba, en las playas, un ayllu de pescadores con su infaltable cacique (AGI. J-396: 59).

    La comunidad de Quepepampa posee las tierras de este nombre también desde antes de los Incas. Pertenece a los naturales de Chancay y su extensión es de 107 fanegadas con un total de 207 lotes, según un catastro de 1929 (SNA, 1935: 39).

    La comunidad del cacicazgo de Aucallama se ensancha por la campiña vecina a la reducción de San Luis de Aucallama, propietaria de dichos terrenos, al mismo tiempo que los predios llamados Monte de San Luis, situados a orillas del río Chancay. Ambas propiedades se encuentran en la vera izquierda de este río. La extensión de los prados de Aucallama es de 18 fanegadas divididas en pequeñas parcelas. La del Monte de San Luis es de 27 fanegadas distribuidas entre pocos comuneros, todas debidamente organizadas (SNA, 1935: 39). (Aquí no intervino la colonización de La Esperanza, de 5000 hectáreas, recién irrigada en la década de 1930 con las aguas represadas en las lagunas que dan origen al Chancay; fue privatizado por el Estado para ampliar la hacienda Huando, Retes, Esquivel, etc. Está localizada al norte de Huaral).

    El de Chancay es valle ancho con excelentes tierras para sembraduras, en especial maíz, pese a tener un río de menor caudal que los valles precedentes, bien que, gracias al poderoso fertilizante denominado guano, traído de unas islas pequeñas del norte generaban buenas cosechas. La campiña cubre 27 leguas de largo norte-sur y lo mismo de ancho este-oeste, con caletas en sus playas que son de poca seguridad. La riegan dos ríos: el Pasamayo (tramo postrero del Chancay) y el Huaura (Alcedo, 1967a, I: 277-278). Las 11 leguas de camino rumbo a Lima, en los veranos lo vencían en las noches, ya que durante el día las ásperas o gruesas arenas fatigaban bajo un sol inclemente (Lizárraga, 1909: 497).

    Chancay era el nombre de la etnia (Salazar de Villasante, 1564: 7), que tuvo una duración del año 1000 a 1450 d. C., contemporánea a Collic, Ishma Chincha y otras de la región costeña central de ese período, poco antes que los incas extendieran su dominio en el ámbito andino. Estructuralmente fue muy semejante a los de la costa norte, de las que existen conocimientos más completos gracias a las tradiciones recogidas por los cronistas españoles en Lambayeque y Chimú. Claro que difieren en detalles de lugar, pero las artesanías eran básicamente similares. Los objetos más característicos del señorío Chancay son los de alfarería, por cuanto el más llamativo e interesante entre los estilos es el conocido como el negro sobre blanco de Chancay.

    En efecto, es una de las sociedades sobresalientes del litoral central del antiguo Perú, cuya cerámica tardía es delgada y sumamente porosa. Fue cocida por completo en una atmósfera oxidante hasta acabar con un matiz tostado, anaranjado o rojo-anaranjado. A menudo se advierte un baño blanco-crema, aplicado pobre y desigualmente, en el que se han pintado diseños en sepia o negro fuertemente contrastados lo negro sobre blanco. Entre los objetos de encuentran tazas, jarros, botellas con pico, cantimploras, vasijas en forma de pelota de fútbol y figurines humanos. Los últimos son muy caracterismos del período y, como los diseños geométricos, con sus zonas de puntos y rayitas cruzadas son tan peculiares que permiten identificar el estilo Chancay con facilidad.

    Las variantes entre las figuras dan idea de las diferencias entre vestido y ornamento masculinos y femeninos. Unos agujeros en la cabeza de las figuras femeninas se usaban para sujetar hilo o hilaza, para simular cabello; hendiduras en la cabeza de los varones suponen alguna clase de cinta u ornamento donde se hubieran colocado plumas u otros objetos. El diseño pintado sugiere en ciertos casos ornamentos del cuerpo vestido. Estos figurines eran sepultados con el muerto como ofrendas funerarias, junto con vasijas utilitarias con alimentos y bebida y telas finamente tejidas. Ejemplares exhumados en cementerios técnicamente excavados han permitido a los arqueólogos reconstruir la sociedad entera mostrar claramente la evolución del negro y blanco de Chancay como procedente de la alfarería costera de Wari.

    En suma, cerámica y textilería, son bastante conocidas por estar sus especimenes esparcidos en museos oficiales y colecciones particulares de diversos países del orbe. Se debe a que abundan sus cementerios y tumbas, con fardos funerarios, desbordantes en ofrendas de vasijas y de figurinas que representan a humanos de diversos tipos, todas modeladas en barro y trapo cual muñecas. No pocas de ellas con cuatro brazos y cabeza alargada; realmente fueron de uso simbólico para acompañar a los muertos, Los más pequeños –desnudos y los genitales pronunciados- iban en el interior de los fardos mortuorios, mientras que a los grandes (apodados hoy cuchimilcos) los colocaban fuera, demasiado voluminosos para ser empleados como juguetes. Una Carta annua permite deducir que desempeñaban el rol de representaciones humanas –niños y adultos- que sustituían a personas vivas que debían ser sacrificadas para acompañar a sus señores u otros sujetos de importancia familiar y social, tanto para servirles como para dejarlos regresar al mundo de los muertos. Lo que vale decir que así remplazaron a los capac-uchas. A determinados cadáveres los acompañaban con un solo modelo de figurines; pero otros contienen varias formas. A todas las fabricaban para enterrarlas enteras (A. Morgan, 1991: 155-189). El estilo clásico Chancay es el negro sobre blanco, modelo que perduró durante la era incaica y se prolongó hasta los años de la conquista española. Sus mayores centros urbanos administrativos-ceremoniales fueron Pisquillo-Chico, Lauri y Cañas (Krzanowski, 1991: 31-32, 37-56).

    Como en otros valles de la costa, en el Chancay durante el Intermedio Tardío, la fabricación de cerámica a base de moldes y en cantidad masiva denuncia la existencia de artesanos ceramistas a dedicación completa desde la búsqueda de la materia prima, creación de formas, decoración, control de hornos, cocción y distribución, todo en medio de un bien organizado régimen de trabajo. En textilería recibieron influencias Chimú (Eri Azami y Oliver Velásquez 2010: 252).

    En ambos valles se veían bonitos edificios y aposentos de adobe y tapiales, pero no hay pruebas arqueológicas de que los incas hayan edificado un centro administrativo imperial en Huaura ni en Chancay. Realmente la influencia incaica sobre la cultura Chancay fue mínima. Lo que significa que los dejaron con bastante autonomía. No lograron introducir sus estilos alfareros. En pocos lugares (Quintay / Sayán, Pampahermosa, Lauri y Pisquillo-Chico) se han exhumado aríbalos y otros fragmentos de alfares de estilo Inca (aríbalos y manca). Quintay era el paraje más avanzado de los Huauras hacia el este, allí cultivaban coca (A. Krzanowski, 1991: 189-211).

    En la época del virrey Toledo: 1º el repartimiento de Chancay contaba con 420 tributarios y 2.091 relevados de tasa, reducidos en Aucayama; total: 2.511 habitantes. 2º El de Huaura albergaba 391 tributarios y 1867 eximidos; total: 2.256 pobladores reducidos en San Bartolomé de Huacho. 3º Végueta: 124 tributarios y 505 exonerados; total 629 personas, también reducidas en Huacho (Miranda, 1925: 106-107).

    Al ser fundada la villa de Arnedo a ocho leguas del mar, le adjudicaron ocho repartimientos: Chancay, Huaura, Végueta, Barranca, Supe, Checras, Culpilcan, Chancayla o Chancayllo y San Juan de Huaral (López de Caravantes, 1881, II: 66). Esto no quiere decir que Checras hubiese formado parte del señorío de Chancay, sino que le fue anexado por el gobierno virreinal al ser fundado el corregimiento.

    En cuanto a Huaral, al parecer conformaba un cacicazgo o unidad socio-política independiente de Chancay. En la visita toledana no le llaman repartimiento, sino simplemente pueblo de San Joan de Guaral, en el que moraban 94 tributarios y 370 eximidos de tasa. Total, 464 personas reducidas en el pueblo de su nombre (Miranda, 1925: 197).

    Checras

    El jesuita Luis de Teruel habla de la provincia de los checreanos (1614: 366). Otro extirpador de idolatrías menciona a la provincia de los Checras (Arriaga, 1621: 10, 164). Le pertenecía el pueblo de San Juan de Huachinga (Teruel. Annua de 1615: 377). Un tercer autor, de la segunda mitad del XVIII, le llama territorio de Checras de la provincia de Chancay (Bueno, 1764-1778:23). El geógrafo ilustrado, Antonio de Alcedo aclara que la provincia de Chancay comprendía un distrito con dos territorios: uno de temperamento frío hacia la cordillera, nombrado Los Checras, a diferencia del segundo sector, el del oeste, llamado Chancay (1967a, I: 277-278). Finalmente, José María Córdova y Urrutia (1839: 170) ofrece la visión de una comarca sin visos de progreso desde hacía cientos de años. Pone de manifiesto informes importantes. Le adjudica un ancho de 19 leguas (114 kilómetros) y tres cuartos de ancho, con caminos de tres a cuatro varas que se abren por una garganta. En su entorno se levantaban 12 pueblos. Por el centro avanzaba un río, por el que de continúo había por lo menos un puente para comunicar ambas orillas, bien cuidado para que no se desplomaran durante los aguaceros y correntadas. De lo contrario se habrían visto constreñidos a alargar la ruta por un cerro de penosa caminata de 12 kilómetros de distancia. Producía papas y maíz, incluso en cortos terrales adaptados en los lados bajos.

    Checras está localizado en el extremo oriente de la parte serrana más alta y fría de la moderna provincia de Chancay, en las fuentes más remotas de las cabeceras del río Huaura. Los pueblitos metidos en su demarcación tenían por nombre: 1° Turpay, con chozas de totora. 2° Llacsaura, también con casitas de totora y a una legua del anterior. 3° Chiuchín, cabecera de todos. 4° Tongos, en una altura escabrosa, de vista muy agradable. 5° Picoy, al sur de la quebrada y a una legua de la cabecera. 6° Yurayaco, en una rígida puna a cinco leguas de la cabecera. 7° Parquín, asimismo ranchería de totorales, encina de una lomada situada en un alto cerro, a 7 leguas de la cabecera. 8° Jucul, a ocho leguas de la cabecera: Chiuchin. 9° Moyobamba, igual que los anteriores, a una legua de Jucul. 10° Canin, a 2 leguas del anterior y a once de la cabecera. 11° Maray, idéntico al precedente. Y 12° Puñun, a 13 leguas del precedente (Córdova y Urrutia, 1839: 171-173).

    Hay que preguntar si Checras fue agregada a Chancay por la administración colonial, o ya estaban unidos desde mucho antes. El hecho de que hayan sido dos repartimientos a cargo de diferentes encomenderos, es prueba que fueron etnias distintas. Además, no es usual en el antiguo Perú que una etnia hubiese tenido territorio continuado desde las orillas marítimas a las cumbres nevadas; se presentaban estas figuras pero en calidad de enclaves ecológicos lejanos de las mesetas en el litoral, más nunca conformando una sola unidad contigua. No hay dubitaciones, así fue. Lo que permite aclarar mejor en el sentido de que aquel curacazgo independiente antes de los incas y autónomo durante el Tahuantinsuyo, fue anexado al corregimiento de Arnedo (Chancay) en la segunda mitad del siglo XVI. Solo cabe expresar una salvedad: la etnia Aroni, que tenía territorio tanto en la costa como en la ceja de sierra, jamás a tanta altitud, como se verá en su lugar.

    Desde la décimo novena centuria es notable por sus yacimientos de carbón, situados en inmensos cerros al píe de la misma cordillera. Bastante poblado, todos dedicados a la ganadería y alguna minería de cobre; hay aguas minerales. En 1582 sus pobladores sumaban 1.199 tributarios y 6.259 exonerados. Total, 7.458 habitantes reducidos en seis pueblos: San Francisco de Iguari, Guamboy, Chaupiyungas, Auquimarca-Paccho, San Miguel de Canchas y Paquín (Miranda, 1925: 197), sin que tal hecho signifique que abandonaran la totalidad de las modestas aldeas pretoledanas.

    Precisamente, al ser fundada la provincia virreinal de Arnedo (Chancay), lo planificaron con una demarcación que comprendiera dos divisiones. Una, de clima frío, designado de los Checras hacia la cordillera, por el este; y la otra al oeste, en los valles calientes rumbo al mar, que es el que recibía propiamente el gentilicio de Chancay. En Checras cogían frutos típicos de la sierra: papas, ocas y algún maíz; criaban ganado, de cuyas fibras manufacturaban jergas (Bueno, 1764-1778: 36).

    Checras colindaba con la provincia de Canta. En la segunda mitad del XVIII tenía ya once pueblos: Canun, Moyobamba, Jucol, Parquín, Picoy, Chiuchin, Lacsaura, Tongos, Tulpay, Puñun y Maray (Bueno, 1764-1778: 34).

    En 1912 la parroquia de San Agustín de Checras aparece con las poblaciones de Checras, cuyo santo patrón es San Agustín, con jurisdicción eclesiástica sobre los pueblos de Canín, Moyobamba, Jucol, Parquin, Picoy, Chiuchin, Lacsaura, Tongos, Tulpay, Puñin y Maray. Más el caserío de Yuracyacu (Philipps, 1912: 45-46).

    En 1940 al distrito de Checras pertenecían el pueblo de Maray, los caseríos de Carpash y Laezaura; las comunidades de Achagu, Antahuero, Cacay, Gaugauro, Huagurolloc, Huihscashranra, Jaro-Chinchan, Jatush, Jauyau, Lacshacallan, Pallca, Tupi, Vizcacha, Jara, Yaro, Chacra de Maray, Puñún, Tongos y Tulpay (Censo de 1940, V: 209). Ahora es un distrito de la provincia de Chancay. Su capital es Maray, a 2500 m s.n.m.

    Conchucos o Carguaconchucos

    Antes de entrar al fondo del tema, es cuerdo enunciar la corta frase que el padre Murúa anota en su crónica: Hay otra provincia llamada Caroc. Tácitamente la ubica superpuesta a Conchucos, lo que quiere decir que se trata de un lapsus cálami cometido por el notable mercedario (1962, I: 48).

    El cronista Martín de Estete pasó por varios pueblos del curacazgo de Conchucos; cita a Totobamba y Corongo, el primero bastante poblado, ubicado en una ladera; el segundo –en cambio-pequeño, aunque abundante de pastizales y rebaños. En uno y otro residían en chozas esparcidas. El citado cronista dice que los dos pertenecían a la nación Huamachuco, lo que constituye un error garrafal (Estete, 1959: 69). Su equívoco puede ser que se originara al captar que en ambos señoríos hablaban el culli. Documentalmente se conoce la existencia del pueblo de Ruruchambi en la encomienda de Francisco de Chávez. Sus habitantes se rebelaron en marzo de 1538 (Cabildos de Lima, 1535-1539: 176). Chávez era por entonces encomendero de Conchucos. Vaca de Castro dividió a esta etnia entre dos encomenderos: Luis García Sanmamés y un tal Valderrama; éste envió velozmente a un mayordomo a Conchucos para posesionarse de lo mejor, tal como le anunció Sanmamés a Alonso de Villacorta (Cusco, 7-IX-1546, I: 195 / Gasca, 1547 a: 247) le llama provincia de los Conchucos. Un célebre cronista mestizo la titula provincia (Garcilaso, 1963: 210). A dos días de camino de Huamachuco estaba la provincia de Conchucos dividida en Anan y Lurín (Guamán Poma, 1936: 1073 [1083]). La primera en los espacios de Tauca, Llapo y Corongo; la otra en los ámbitos de Apallasca y Sicllabamba (Miranda, 1975: 200). Cada saya o mitad subdividida en huarangas y pachacas con su respectiva jerarquía de curacas, de mayor a menor.

    Veamos los lugares en sus correspondientes demarcaciones: 1° Tauca apenas comprendía dicha población. 2° Llapo abrazaba el pueblo de igual nombre, el barrio Cuytoc, el pueblo de Yupán y la estancia de Ancos. 3° Corongo ceñía los pueblos de Corongo y Yantacón; las estancias de Yanac, Aco, Urcón, Yamían, Ñañanya, Vincho, Sumpillama; y las haciendas de Huarichayllo, Vizcachachica y Changa.

    Apallasca (ahora Pallasca) comprendía el pueblo de este nombre, Pampas, Huatahullo, Conchucos y Cochaconchucos; más las estancias de Lacabamba, Mallai y Puyalli. En el sector de Pallasca vivían los ayllus de Checras, Toronto, Chaupi, Quichuray, Huagalbamba, Chulamarca; Pueblo de Pampas. Asiento de Atunconchucos, estancias de Mongón, Huataullo, Lacamba, Manas. Además, aquí vivia un gran numero de mitmas Huamachuco, en calidad de enclave cálido para cocales..

    Vázquez de Espinosa también le llama provincia de los Conchucos, con extensos pastizales y artesanos textiles. Agrega que contiene Pallasca y Corongo y otros pueblos grandes. En su jurisdicción estaban las minas de plata de Sihuas, que albergaba al asiento de este nombre y a las estancias de Maraybamba, Santa Clara y El Huayco. Atraviesa la provincia una estribación de la cordillera nevada y alta (1948: 457). Corongo con sus ayllus Yantacón y Urcón, Tapca, Pacos y Chaqún. Con seguridad le pertenecía Cabana o Cahuana con sus ayllus Allauca, Ocros, Guanlli y Chaupi. Asimismo, el pueblo Huandoval (Arriaga, 1921: 23) con su ayllu Checras. Aparte de anexos tenía otros pueblos mayores como Piscobamba (Calancha, 1638: 353, 470, 473). A éste, justo le correspondía el pueblo de su nombre, el barrio de Chaupi, chorrillo de Chaupicancha, la quinta de Miraflores y las estancias de Vizcacha, Canray, Hurayubamba, El Tingo, Chaupihuarán, Socosbamba, Pomachupán, Cauiña, Machic, Carguac, Banca, Sisco, Pargo, Llama, Pumpu, Llumpi, Lucma, Maeque, Charac, Pampachacra, Pomar Ranracolca, Vilcabamba, Cañaybamba, Yarma, Seccha, Casca, Pumpa, Parobamba, Quinuabamba, Piscos, Chingalpo, Acobamba, Tocoj, Quinchec y Ulluco (AGN. Lima. H4-1668).

    Un instrumento contable de 1679, en el repartimiento de Apallasca hace mención del pueblo de San Pedro de Corongo, en cuya área vivían los siguientes ayllus: Namus, Corongo, Cuyuchìn, Cusca, Guauyan y Ucore:

    En el repartimiento de Tauca, tenía a este pueblo y a los de Llapo con sus ayllus Arauca, Ichochaupi, pueblos de Yupán y Ancos (ARLL).

    En Tauca y su anexo Llapo, aseguraban sobre la existencia de un ayllu de magos con habilidades superhumanas que hasta abrían cerros (Calancha, 1638: 473). También le pertenecía Llamellín y la estancia de Huarcallanca (AGN. Lima. 93 / 110. 1799). En el paraje equidistante entre Huamachuco y Conchucos los incas hicieron construir aposentos regios y almacenes para que, cuando tan altos señores se desplazaran por allí de sur a norte y viceversa, pudieran alojarse con gran majestad para poder servirse con el deslumbramiento que estilaban, pues normalmente –salvo excepciones- apenas avanzaban cuatro leguas por día –24 kilómetros- (Cieza, 1553: 430).

    Sus habitantes de mediana estatura andaban vestidos al igual que los demás habitantes andinos. Lo que los diferenciaba de otras etnias son unos cordones puestos en sus cabezas, señales o insignia inconfundibles. Se preciaban de ser muy belicosos y de poseer buenas minas de oro y plata (ibid.: 420, 430).

    La nación Conchuco se agrupaba en tres parcialidades o huarangas: 1° una de ellas nombrada Cararupay, con 26 pueblos, entre ellos Corongo; gobernada en 1543 por el curaca y apo Pomacochache. 2° La guaranga de Chaupis, de 26 pueblos, entre ellos Pinabamba (Pomabamba?), a cargo del curaca Yanamango, con la mayor parte de su gente reducida en Tauca. 3° De la tercera huaranga solo se conoce el nombre de su curaca: Colcallax, con 31 pueblos, entre ellos Cabana (Paz y Ponce de León, 1543: 23-30 / AGI. Lima 440- Año 1735). Pero por lo que dejó escrito Cristóbal de Albornoz, debió tener el nombre de Campichez.

    Lo manifestado en el párrafo precedente no debe llamar la atención, por cuanto en la sierra y costa peruana la estructuración de las etnias en pachacas, huarangas y hunos fue común, mucho más usual que en el centro y sur del Tahuantinsuyo. Cristóbal de Albornoz (1967: 31) también se manifiesta igual, citando concretamente a dos de ellas: Campichay-huaranga y Chaupihuaranga, que deben corresponder a las parcialidades de los curacas Colcallax y Yanamango de la Visita de Cristóbal Ponce de león. Cada una de ellas tenía sus huacas principales y secundarias (ibid.).

    I°) La huaranga de Cararupay, del señor Pomacochache, ceñía los siguientes pueblos: 1° Urcos, con 35 tributarios de Cararupay y 17 de Colcallax. 2° Vinchos, con 34 tributarios de Cararupay y otros de Yanamayo. 3° Guoioya o Guavya, con 28 tributarios. 4° Sucochacha, con 24 tributarios. 5° Yantacón o Llantacon, con 6 tributarios. 6° Yllax, con 12 tributarios. 7° Rocas, con 4 tributarios. 8° Lalaguasi o Lalanguaz, con 10 tributarios. 9° Nisca. 10°, con 57 tributarios. 11° Chaqui, con 27 tributarios. 12° Mica o Nico, con 5 tributarios. 13° Namoz o Llamoz, con 10 tributarios. 14° Pacox, con 5 tributarios. 15° Calique, con 25 tributarios. 16° Suntuy, con 9 tributarios. 17° Corongo, con 47 tributarios. 18° Alpacota, con 4 tributarios. 19° Llacallax. 20° Alpas, con 12 tributarios. 21° Socochacha, con 20 tributarios. 22° Nuningancho con 6 tributarios. 23° Andabamba con 4 tributarios. 24° Cusca con 31 tributarios. 25° Llacllacan, con 9 tributarios. Taca con 28 tributarios (Ponce de León, 1543: 23).

    II°) La huaranga del curaca Yanamango. Sus aldeas sumaban 37: 1° Tauca o Taoca y Chilcas, los dos juntos, con 70 tributarios. 2° Orondo, con 12 tributarios. 3° Lequeleque, con 40 tributarios. 4° Zumbís, con 25 de Yanamayo y 12 de Colcallax. 5° Cacha, con 32 tributarios. 6° Araque. 7° Cangada o Cangalle, con 25 tributarios. 8° Cochamarca o Cuchimarca, con 15 tributarios. 9° Chacolla con 25 tributarios. 10° Paracocha o Panacocha, con 10 tributarios. 11° Chuquiqui o Chuqui, con 50 tributarios. 12° Llapoco con 150 tributarios. 13° Ayangore o Uchuyanagori con 8 tributarios. 14° Uchucorangore. 15° Impa y dos aldeas cercanas, con 40 tributarios. 16° Tuycopo o Tuyco, con 25 tributarios. 17° Ganico. 18° Incabamba o Encabamba. 19° Pallaquis o Pallaqui con 16 tributarios. 20° Angos. 21° Coas, unido a la aldea de Chacolla. 22° Chamilla. 23° Chaquilque. 24° Aniynara. 25° Chuquiguarapo, con 6 tributarios. 26° Pinabamba (Pomabamba?) con 12 tributarios. 27° Urcos con 17 tributarios. 28° Vinchos con 9 tributarios. 29° Guayacha con 10 tributarios. 30° Aca I, con 10 tributarios. 31° Aca II, otro pueblo con 12 tributarios. 32° Ayango, con 112 tributarios. 33° Anirma con 12 tributarios 34° Acos con 11 tributarios. 35° Añira con 6 tributarios. 36° Xulcas con 15 tributarios. 37° Llacabamba con 6 tributarios (ibid.).

    III°) La Guaranga del curaca Colcallax (Campichez), con 43 aldeas. Sus pueblos o aldeas: 1° Guaguallibamba o Huacallibamba, con 40 tributarios. 2° Sumbís, con 13 tributarios de Colcallax y otros de Yanamango. 3° Cavichale o Cavechale, con 10 tributarios. 4° Bambamarca o Pampamarca, con 20 tributarios. 5° Tiraqo o Tilaco con 12 tributarios. 6° Poloconchuco. 7° Yanacarca. 8° Chalamarca o Chalamalca con 35 tributarios. 9° Chumla. 10° Guacalla con 5 tributarios. 11° Sumana o Sumán con 12 tributarios. 12° Apallax. 13° Guachao. 14° Chuchos. 15° Atana o Hataca, con 18 tributarios. 16° Ponamarca. 17° Chucana con 50 tributarios. 18° Chancha. 19° Mallapa. 20° Quichua con 44 tributarios. 21° Calapali con 7 tributarios. 22° Canchaca. 23° Pacacharín. 24° Guangalli. 25° Pacax. 26° Cavana y dos aldeas antiguas, con 35 tributarios. 27° Caynzapa o Cayanzapa, con 6 tributarios. 28° Pocossi con 8 tributarios. 29° Cavcapo o Cacapo, junto al anterior, con 6 tributarios. 30° Puca. 31° Niro o Niros, con 4 tributarios. 32° Urcos, 17 tributarios de Colcallax. Paras, 2 tributarios. 33° Paras con 2 tributarios. 34° Guanqui con 30 tributarios. 35° Pacari con 32 tributarios. 36° Chuquiguarapo, con 6 tributarios de Colquillaz y 6 de Yanamango. 37° Malaha con 35 tributarios. 38° Cachaha con 100 tributarios. 39° Parcamarca con 18 tributarios. 40° Puca con 28 tributarios. 41° Guaycha con 13 tributarios. 42° Yanacancha con 35 tributarios. 43° Chuan con 15 tributarios (ibid.: 25-26).

    En la Visita de 1543 aparecen 107 pueblos, o mejor dicho llactas indígenas en el capaccuracazgo de Conchucos. En los mapas de alta escala es relativamente fácil ubicar a una buena cantidad de ellas. Siguen subsistiendo todavía Yantacón, Tauca, Corongo, Cusca, Huayayán y Guauyan por ejemplo. Configuraban llactas de todo tamaño, ya que hubo algunas donde apenas residían de cuatro a seis padres de familia, o en otras palabras de cuatro a seis tributarios, lo que vale decir con poquísimas casas o unidades domésticas. Solo existían tres que ofrecían una perspectiva más o menos voluminosa: Cacha, con 100 tributarios; Ayango, con 112; y Lapoco con 150 (Ponce de León, 1543: 5r, 7v, 8v, 9r). Sin embargo, todas sin discriminación alguna, fueron llamados pueblos por los españoles, cuando en verdad la mayoría apenas eran menos que aldehuelas. Tal perspectiva urbana no era general en los Andes, salvo contadas excepciones.

    El territorio del capac-curacazgo de Conchucos no fue tan extenso como otros señoríos del mundo andino en los siglos XV y XVI, ni imaginarnos que hubiese tenido el tamaño del Lupaca, Huanca y Caxamarca por ejemplo. Pero de todos modos tampoco fue muy pequeño, como el de Tabacona verbigracia. Si tenemos en cuenta que la etnia Conchuco abrazaba lo que actualmente son las provincias de Pallasca y Corongo, al norte del departamento peruano de Ancash, concluimos que alcanzó aproximadamente 3.307.43 kilómetros cuadrados de superficie (Anónimo, 1962: 62-63). Hasta la década de 1870, a la de Pallasca, de cuando en cuando, todavía le llamaban provincia de Conchucos, lo que a veces arrastró ciertas confusiones (Raimondi, 1873: 151). Pero en la década de 1890 desapareció por completo el tan antiguo y mentado nombre de Conchucos, el que ha quedado relegado a un miserable y triste caserío que tiene el rango de villa, ahora casi deshabitado debido a la emigración de sus habitantes a Chimbote y Lima en busca de mejores niveles de consumo.

    En general el atuncuracazgo de Conchuco se extendió por lo que hoy son las jurisdicciones distritales de Aco, Bambas, Corongo, Cusca, La Pampa, Yanac, Yupán, Bolognesi, Cabana, Conchucos, Huacaschuque, Huandoval, Lacabamba Llapo, Pallasca, Pampas, Santa Rosa y Tauca (Raimondi, 1871: 153 / Anónimo, 1962: 98-100), algunos de ellos de ecología yunga, tales como Pallasca, Huandoval, Cabana, Tauca, Llapo y los caseríos de Chaquilpón y Ancas (Mogrovejo, 1920: 264-279). Sobre que Cabana y Tauca pertenecieron a Conchucos también lo evidencian Arriaga (1920: 23) y Calancha (1638. En el año de 1551 tenía 800 tributarios, o sea, 800 unidades domésticas (AGI. J-398).

    Pero aparte de la información anteriormente citada, en la Visita de Ponce de león, escrita en 1543, a los nueve años de la caída del Imperio Inca, se encuentran las evidencias más antiguas de cómo en una sola llacta, en este caso en la de Urcos, vivían personas pertenecientes a tres parcialidades distintas: 35 de la de Carapuray, del curaca Pomacochachi; 15 del curaca Colcallax y 17 del curaca Yanamango. En la llacta de Vinchos se hallaron 34 individuos de Pomacochachi y nueve de Yanamago. En Zumbís se descubrió 25 de Yanamango y 12 de Colquillax. ¿Qué significa esto? ¿En un pueblo podían vivir gentes pertenecientes a diferentes huarangas y pachacas? ¿O es que a los tributarios pertenecientes a tres parcialidades los congregaban en una llacta para que cumplieran allí sus mitas en conjunto? La verdad es que no se sabe qué es lo que ocurría en realidad.

    Hay más informes: 1° En el pueblo de Urcos residían tributarios pertenecientes a las tres huarangas; 35 correspondían a la de Cararupay; posiblemente, alguna vez, capital de Conchucos. 2° En el pueblo de Vinchos paraban 34 tributarios de Cararupay y 9 de Yanamango, Vinchos también pertenecía a Cararupay. No se sabe por qué en ellos vivían tributarios pertenecientes a varias huarangas. 3° En el pueblo de Sumbíx residían 12 de Colcallas y 25 de Yanamango. Sumbís pertenecía a Colcallax. 4° En el pueblo de Chuquiguarayo, perteneciente a Colquillax, vivían 6 de Colquillax y 6 de Yanamango (Ponce de León, 1543: 24-28).

    Incluso se citan dos pueblos que estaban juntos: Oas o Coas y Chacolla. Es factible que hayan sido dos ayllus que habitaban en un solo pueblo, pero separados por una calle o raya. Pertenecían a la huaranga de Yanamayo; en ambos los tributarios ascendían a 25 personas (ibid.: 27).

    Su espacio tenía por lo general clima frío, aunque que también posee excelentes temples, sobre todo en la orilla del Cuyuchín. En las alturas o punas de Corongo abundan las tarucas y luichus (venados). En el reino mineral poseían cerros mineralizados con plata. En lo tocante al aspecto agrario, es una zona productora de bastantes papas, ollucos, ocas, maíz. En sus temples llegaba a dar hasta frutales. En Corongo había marcada dedicación a los tejidos de bayeta de pelambre animal y algodón (Stiglich, 1918: 127-128). Sus cocales estaban en el cálido valle del Marañón, al norte del señorío, en los lugares denominados Retamas, Chingalpo, Valle Colpa, Mongón, Paran, Maraybamba, Chicol, El Palle y Amanguay (LR. Lima 3-II-2008). Explotaban minas y producían maíz; criaban ganado. Su encomendero Valderrama percibía hasta 3000 pesos de renta por año (Mora, 1548c: 256).

    Según Garcilaso los conchucos afligían a los Chimús (de Trujillo) y Pacasmayo, con asiduos ataques presididos por la efigie de su dios, a quien ofrendaban el despojo tomado a sus enemigos; los apresaban y sacrificaban a sus dioses (Garcilaso, 1616. Cap. 40. Lo repite Calancha, (1638, vol. I, lib. III, cap. II: 471). Tales ocurrencias debieron obligar a los chimús de Mayao (Santa), Chao y Virú a construir cercas o murallas defensivas en las líneas reconocidas como fronterizas, restos bien conservados que todavía subsisten en las partes altas de los cerros.

    De conformidad a un cronista de convento, ya en años tardíos en Cauana y Tauca rendían culto a Catequilla, ídolo traído de Huamachuco por sus sacerdotes que pudieron salvarse del castigo de Atahualpa, hacia 1532. Le hicieron un templo muy ostentoso y opulento (Calancha, 1638: 471).

    Si, es verdad, los conchucos, principalmente los de Tauca y Pallasca, adoraban a Catequilla, ya desde edades más antiguas, probado con lo que sucedió en 1538-1540, fecha en la que se sublevaron contra su encomendero Francisco de Chávez, vecino entonces de Trujillo. En tal ocasión los conchucos sacrificaron cientos de personas a su dios Catequilla. En sus campañas bélicas conducían el ídolo Catequilla (dios Rayo y Trueno), cuyo mejor templo se erigía en Tauca, al cual le ofrecían como ofrendas todo el botín que conseguían (Zárate, 1947. Lib. IV. Cap. 1). La tradición sostenía que parte de la imagen era de oro, muy reverenciado y temido incluso en Huamachuco, donde tuvo su origen. En Tauca robaron el ídolo sin poder ser descubierto. En Tauca mismo poseen un bosquecillo de alisos, entre los cuales paraban unos duendecillos de nombre Huaraclla, trasgos que aparecían para dejar escuchar sus voces. Les sacrificaban doncellas (Arriaga, 1920: 23-25). Este mito explica el porqué a dichos árboles consideraban sagrados, cogían sus hojas como reliquias, conceptuaban dichosos a los pájaros posados en sus ramas. Corría a cargo de sacerdotisas que practicaban el sexo ritual (Calancha, 1638: 472).

    Los documentos del siglo XVI, en lo referente a la provincia de Cargua-Conchuco mencionan cinco huacas: 1º Yaño, divinidad principal de la parcialidad de Carhuac, piedra en el cerro de Yañoc, junto al pueblo de Oaycachiz. 2º Chunta, de la parcialidad de Caroac, piedras en el cerro de la misma nominación. 3ª Huirco, huaca principal de los conchucos de la huaranga de Campichez; era un pequeño cerro nevado junto al pueblo de Guachichilla. 4º Carguachuco, otra huaca principal de la misma huaranga, piedra que estaba en el cerro de Goana, junto al pueblo de Maray. 5º Yllacsachucco, huaca de la huaranga de Chaupis, piedra ubicada en el cerro de Huicolala, en el pueblo de Taucapén (Albornoz, 1967: 31).

    También tenían un ídolo llamado Chanca, que se piensa fue abandonado allí por los chancas de Anco Huallo en su precipitada escapatoria a la selva (cfr. Calancha, 1638: 475).

    Los conchucos tenían fama de belicosos, los incas se vieron en gran trabajo para sojuzgarlos. Los cuscos iban a ganar gracias a regalos de objetos, mujeres y buenas promesas de amistad.

    Cuando los incas se aproximaron a conquistarlos se aliaron con los de Piscobamba y Lurín huayla (Huaraz) para acudir a la común defensa con la promesa de antes morir que someterse a extranjeros. Sus curacas acordaron retirase a sus fortalezas, llevar y ocultar los bastimentos, romper los caminos y poner otros obstáculos. Lo hicieron con admirable presteza. El general inca fragmentó su ejército en cuatro tercios de a 10000 hombres. Cada tercera parte fue encaminada a la fortaleza que les quedaba más próxima, con la advertencia de solo apretarles el cerco para causarles hambre hasta rendirlos. El general se quedó a la mira con el príncipe, su sobrino, para tenderles la mano en el momento preciso. Para que a los soldados imperiales no les faltase comidas ordenó traerlas de los curacazgos colindantes. Así esperaron hasta seis meses que duró el sitio y asedio. Pero ante la irresistible pujanza de los sureños, los conchucos y sus aliados se declararon rendidos, tal como lo mandaron publicar por medio de sus embajadores. Al final quedó sellada la paz con festejos e inmensidad de regalos a los curacas vencidos. Les dio un año de gracia en lo que respecta a mitas agrícolas por haberse perdido las cosechas con motivo de la guerra (Garcilaso , 1963, VI: 210).

    En la propia llacta de Conchucos fueron levantados aposentos reales y almacenes (Cieza, 1553: 430). El Tambo se erguía en Cochaconchcos (Paz y Ponce de León, 1543: 28), a donde acudían a servir sus mitas todos los señalados en esta nación. Realmente en Conchucos mismo solo había tambos (Cieza, 1553: 430). A una legua del tambo de Cocha-Conchucos trabajaban vetas de plata; y en el tambillo de Quirobamba y Siguas minas de cobre y plata (López de Caravantes, 1881, II: 128).

    En el pueblo de Cabana parece que hubo un ayllu de mitmas Cañar, pues allí vivían tributarios con el apellido Cañari. En el año de 1668, la doctrina de Cabana comprendía a Huandoval (BNL. C1608. Año 1763).

    Cuando los incas conquistaron Conchucos y señoríos limítrofes aplicaron múltiples estrategias de apropiación simbólica de espacios y territorios. La colonización estatal inca integró algunas estructuras de importancia ideológica en el ámbito local, tales como las canchas en forma de D. E implantó otras que afectaron la identidad local, de manera tal que los conchucos descendieron en un plano subordinado, aunque sus estructuras sepulcrales continuaron vigentes (Alexander Herrera, 2003).

    El cronista Miguel de Estete (1959: 69) dice que Corongo era un pueblo "subjeto al de Guamánchurco. Pero evidentemente esto es un equívoco del veedor de Hernando Pizarro. Seguramente quiso escribir es subjeto al de Conchucos. Cieza (1553) por su lado, refiriéndose a los pobladores de estas llactas, expresa: los naturales son de mediano cuerpo. Mientras que Estete, por su parte, vio por allí, en 1959 (69) mucha cantidad de ganado con sus pastores que lo guardan, e tienen sus casas en las sierras al modo de España, es decir, en las cúspides de los cerros y de las colinas. Con todo, en 1958 (232) los conchucos eran ya faltos de ganado manifiesta Juan de Saavedra, pero no en minerales preciosos, como lo expresa Cieza de León en un párrafo cuando exclama: en esta provincia de Conchucos ha habido siempre mineros ricos de metales de oro y plata (Cieza, 1553: 430), dato reforzado por Guamán Poma de Ayala, quien al referirse a Conchucos escribe: hay minas de plata ¨[y] mesón real (1936: f. 1093). Lo cierto es que sus socavones argentíferos atrajeron a los españoles, los cuales, para explotarlos, a fines del siglo XVI fundaron allí una villa: la de Conchudos. De ella Guamán Poma ha dejado un dibujo, y manifiesta que los mitayos que trabajaban ahí no eran tan maltratados como en Potosí (ibid.: 1087, 1013).

    En 1539 se rebelaron contra los abusos de los mayordomos o calpisques del encomendero, que lo era Francisco Pizarro. Se resistieron entonces a pagar más tributos en oro, plata y otras especies valiosas que no poseían en sus tierras. El resultado fue que el mismo marqués-gobernador envió a Francisco de Chávez para reprimir a los alzados. El pelotón comandado por este teniente tuvo un comportamiento cruel, pues hicieron la guerra muy tenebrosa y espantable, porque algunos españoles dicen que se quemaron y empalaron número grande de indios (Cieza, 1553: 430). Chávez, en realidad, superó en ferocidad a todos sus paisanos en la guerra de conquista con métodos de terror, prácticamente arrasó la tierra de Conchudos. Entre julio y septiembre de 1539 dispuso incendiar, saquear y asesinar a todos cuantos pudieran. Como los hombres y las mujeres huyeron de sus moradas a las quebradas y riscos ocultos, dejando a sus pequeños hijos en sus casas porque jamás pensaron que contra tan pequeñas criaturas se ensañaran los hispanos. Lo cierto es que Chávez dirigió la horrorífica matanza de 600 niños menores de tres años de edad, a quienes los degollaron. Cuando murió Francisco de Chávez, sus descendientes, angustiosamente preocupados y mortificados por los delitos espantosos del conquistador, con el objeto de amenguar en algo la ira divina contra el alma de esa fiera humana, propusieron que con parte de los bienes por él dejados se fundasen escuelas para que en número de 100 asistiesen los niños conchucanos, a recibir un especial adoctrinamiento católico. Carlos V ordenó el 25 de diciembre de 1551, hacer una investigación y un informe al respecto. Y ahí quedó todo (AGI: Indiferente General 532). En 1543 en la provincia de Conchucos, solamente quedaban 1901 hombres en calidad de tributarios. A ellos hay que agregar sus esposas e hijos. Posiblemente sumaban 9500 habitantes todavía.

    Las huarangas de la nación Conchucos fueron desestructuradas en 1543 por Vaca de Castro. Los dividió en dos encomiendas: una la dio a Bernardino de Valderrama y la otra a Luis García de Sanmamés. Al primero le tocó los siguientes pueblos: Urcos, Zumbís, Paras, Guanqui, Pacari, Cabana, Cayanzapa, Chuquiguarapo, Pocos, Capaco, Mala, Chancha, Paramarca, Chucana, Hataca, Puca, Quichas, Guayaba, Chalamalca, Chucana, Calapole, Guacalla, Sumán, Niros, Yanacancha, Poloconchucos, Tilaco, Guacayabamba, Bambamarca, Cauchale, Vincor, Suncha, Naningancho, Andabamba, Guavya, Llantacon, Illas, Cusca, Chaqui, Nico, Corongo y Lamuz (Ponce de León, 1543: 29-30). Se decía que esta mitad, aparentemente era menor que la otra. La suma total de la renta ascendía a 1000 pesos (Saavedra, 1958: 232, 234).

    El propio, Vaca de Castro otorgó al encomendero Luis García de Sanmamés, 900 tributarios. Le producían 3.000 pesos de plata, ya que poseía minas del mencionado metal, aunque de pobres quilates. Carecían de ganado.

    Comprendía otra encomienda de 600 a 700 tributarios de Caca y Tauca que fueron dados a Juan de Vargas, gracias al favor de Francisco Pizarro. Poseían poco ganado; pero cosechaban maíz y explotaban algunas minas de oro, si bien pobres. Aunque lo mejor eran los 200 tributarios residentes en Los Anenyungas, con cuya tasa la renta total percibida por Vargas subía a 1.000 pesos (Saavedra, 1958: 234). Gonzalo Pizarro encomendó Conchucos a Juan de Saavedra (Paz y Ponce de León, 8-V-1543; II: 138-139).

    Todos los pueblos y aldeas recorridos y censados por el visitador Cristóbal Ponce de León fueron desestructuradas entre 1571 y 1572, cuando las reducciones ordenadas por el virrey Francisco de Toledo. A ese inmenso número de llactas pequeñas las redujeron o desaparecieron, concentrándolas únicamente en cinco pueblos grandes.

    En 1619 el corregimiento de Conchucos tenía los pueblos de Pallana (Pallasca?, Guandoval, Cabana, Tauca, Llapo y Corongo (Guevara, 1619: 89).

    De estas antiguas llactas todavía siguen habitadas varias de ellas, tales como Tauca, Corongo, Cusca y Cabana. Por lo que manifiesta Cristóbal de Albornoz, el verdadero nombre de Tauca es Taucapán. Fuera de los 77 pueblos citados por Cristóbal Ponce de León, Albornoz menciona a aycachiz, Guachichilla y Maray (1967: 31). En Conchucos, además, seguía funcionando el tambo (Ponce de León, 1543: 9v), al que Guamán Poma le da el sobrenombre de tambo real (1936: 1093), lo que anuncia su importancia en la ruta caminera de la sierra chinchaysuyana.

    En lo que concierne a Conchucos, en la segunda mitad del XVIII comprendía todavía tres repartimientos: Pallasca, Tauca y Recuayes (Mango Huayna Capac Ligua, 1762-1808).

    Los de la parcialidad de Recuay, ubicada en el repartimiento de Pallasca (Conchucos), junto a los comuneros de Corongo, eran dueños de las tierras de Yantacón, Quelían y Panaspampa, las que formaban parte de la hacienda de San Antonio de Urcón. Yantacón conformaba una estancia y un pueblo de enclave que les dieron los incas y les confirmó el Estado colonial, por eso decían que su fuero de heredad viene desde la gentilidad (F. 25r). En Urcón se articulaba y trabajaba un obraje de origen colonial. Eran tierras de composición, pasaron después a poder de hacendados españoles. La mayor parte la componían pastizales; también comprendía Quimbaya y Cuscapampas (Manco Huayna Capac Lengua, 1722-1802).

    La doctrina de Tauca se dividía en dos parcialidades: Allauca e Ichoc, cada cual con sus tierras de comunidad (Carguapoma, 1790: 9r, 11r, 14r).

    Por la misma fecha aparece y vuelve a enfatizarse que el repartimiento de Apallasca, a la que pertenecía la parcialidad de Los (mitmas) Recuayes, con cinco pachacas: Corongo, Guauyán con parte de Yantacón y la estancia de Urcón, Hamus, Cusca, Guaran y Urcón. Remarcan que proseguía conformando el común del repartimiento de Apallasca de la parcialidad de Los Recuayes. Recalcan que estos poseían las tierras de Yantacón, Quillán o Chillán y Panaspampa, colindantes con la hacienda y obraje de Urcón y las de Cachún (Carguaguanca / Ximénez Lobatón, 1755 / Solano, 1771: 7r-8v). La parcialidad de los mitmas Recuay fue reducida en el pueblo de Corongo (Mango Huayna Capac Legua, 672-1808: 25r).

    La doctrina de Corongo, en 1668, abrazaba el pueblo de su nombre y el de Yantacón; las estancias de Yanac, Aco, Urcón, Yamían, Ñañanya, Vincho, Sumpillama, Huanchayllo, Vizcachachicay hacienda de Changa (AGN. 4-H. 1668).

    De la misma fecha hay que citar las doctrinas de Tauca y Llapo. La primera apenas contaba con su propio pueblo, La segunda, además del pueblo de su nombre Yupán, ceñía el barrio de Cuytuc y estancia de Ancos (AGN. H-4. 1668).

    Doctrina de Sihuas. Pueblo de Siguas. En 1668 abrazaba el pueblo de su nombre y las estancias de Maraybamba y el Huayco, y la hacienda de Santa Clara, Un siglo más tarde surge en pueblo de Siguas con las estancias de Maraybamba, Santa Clara, Huarco, Chingalpo, Acobamba, Jocos, Quichen y Ullulluc. Total de almas 2.330 (Rodríguez / Alvariño, 1830: 189r-225r).

    En el año de 1755 a la provincia de Conchucos también le llamaban Corongo. Aún fueron apuntados los siguientes datos: Parcialidad de Tauca con sus pachacas de Tauca, Tacpa, Pacos, Guaxalla, Julcas y Yanac. Por cierto, que también fueron enumerados los originarios de la estancia de Urcón (Carguaguanca / Ximenez Lobatón, 1755).

    Pocos años después es citado el pueblo de San Agustín de Huandoval, poblado por cuatro pachacas: Ocros, Ayacauca, Checras e Ichoc (Visita de la doctrina de Cabana, 1774. AAL-Visitas 14).

    En 1668 la doctrina de Pallasca comprende el pueblo de su nominación, el pueblo de Pampas; y las estancias de Lacabamba, Mallac, Puyalli y Mongón (AGN. H-4. 1668).

    Un documento más moderno, al describir el territorio de la doctrina de Pallasca menciona los pueblos de Pallasca y Pampas; de inmediato la hacienda mineral de Conchucos; y las estancias de Cochaconchucos, Lacabamba, Mallas, Puyalli y Mongón. Total, de personas: 1.844 (Rodríguez / Alvariño, 1830: 226r-256r). El anexo de esta doctrina era San Agustín de Huandoval, con tres ayllus: Ocros, Checras e Ichoc (Solano, 1771: 3r-3v). Del mismo siglo XVIII, tenemos la siguiente relación:

    I° Repartimiento de Apallasca, con los siguientes pueblos: 1° Apallasca: ayllu Checras o Churas; ayllus: Toronga o toronjo; Chaupi, Quichuas; Gualgabamba o Hualbamba; chalamalca o Challamalca o Chilamarca. 2° Pueblo de Pampas, con el asiento de Atunconchucos; las tres haciendas de Mongón, Huatahullo y Mallas; estancia de Lacambi. 3° Pueblo de Cabana con cinco ayllus: Allauca, Ocros, Queros, Guanlli, Chaupi; más los lugares de Pasacanche y Andamayo. 4° Pueblo de Huandoval con el ayllu Checras. 5° Pueblo de Corongo con la estancia de Niñobamba; y con cuatro ayllus: Tacpa, Pacos, Chaqui y Huajalla. 6° Pueblo de Yantacón con el obraje de Urcón y la estancia de Pasacancha (Leuro, 1788 / Leuro, 1793. Cuentas del tributo de la provincia de Conchucos. ANL. Tributos 4. C 93 / AGN. Tributos 5. C110 y C122). En los documentos coloniales siempre le llaman Apallasca (AGN. DIE 18. C143. Años 1782-1790 / Solano, 1771: 1r-1v).

    En 1771 las haciendas, estancias y chorrillos del repartimiento de Pallada eran Urcón, Andaymayo, Sihuas, Santa Clara, Corongo, Cabana y de seguro Chinchobamba (Solano 1771: 5r-8v).

    La Doctrina de Tauca, en 1797 aparece con el pueblo de su nombre; pueblo de Llapo con dos ayllus: Allauca e Ichuchaupi. Pueblos de Yupán y Ancos. Pueblo de Corongo con sus ayllus Tapca, Pacos, Chaquín y Huajalla. Pueblo de Yantacón. Estancia de Marabamba. Obraje de Urcón (AGN. Tributos 93 /110. 1793). Los otros con el pueblo de Tauca y 1.262 almas (Rodríguez / Alvariño, 1830: 277r-299v).

    En 1797 el repartimiento de Apallasca (sic) parece con los ayllus Checras, Torong, Chaupi, Quichuay, Guagalbamba y Chalamarca. Pueblo de Pampas. Asiento de Atunconchucos. Haciendas de Mongón, Huataullo y estancia de Lacabamba. Hacienda Manas (AGN. Tributos 93 /110. 1793).

    En 1799 el repartimiento de Siguas albergaba al pueblo de su nombre y al de Purguay; haciendas y obraje de Santa Clara y Socos, más la estancia de Quichín (AGN Tributos. 93/110. 1797).

    II° Repartimiento de Tauca. 1° Pueblo de Tauca, con dos parcialidades. Allauca e Ichoc, más los ayllus: Pachaca Chaupi, Julca, Limac, Ichoc-Pachaca, jueves (sic). Total, 167 tributarios. 2° Pueblo de Llapo con dos ayllus: Allauca e Ichoc Chaupis. 3° Pueblo de Yupán, con la hacienda Urcón. 4° Pueblo de Ancos, con cuatro ayllus: Tacpa, Pacos, Chacuni y Huajalla (Leuro 1788-1789 / Idem 1798 / Agn Tributos 5. C140 y C153).

    Ya en 1815 el pueblo de San Juan Bautista de La Pallasca comprendía tres parcialidades: Checras, Chalamalca y Guazalbamba; y cuatro ayllus: Toronza, Quichua, Chaupe y Yanacancha (González de Cosío, 1815; 14r-16r). La hacienda de Cochaconchucos pertenecía a la propiedad de la comunidad de La Pallasca. La arrendaban para abonar sus tributos (AGN. DIE 15. C289. Años 11752-1754). Además, sobre ella pesaban censos (pensiones o subsidios) a favor de las comunidades de Pallasca, Pampas, Cabana y Huandoval (AGN. DIE 24. C640. Año 1769).

    En el año de 1830, la doctrina de Cabana consta con dos pueblos: Cabana y Huandoval, con un total de 1136 almas (Rodríguez / Alvariño 1830: 257r-276v). Cabana en 1793, tenía cuatro ayllus: Allauca, Occros, Guanlli y Chaupi. Huandoval cobijaba solo al ayllu Checras (AGN. Tributos 93 /110. 1793).

    Por lo restante son mencionados los pueblos de Corongo, Tantacón y Urcón (AGN. Tributos 93 /110. 1793). La Doctrina de Llapo con tres pueblos y una estancia: Llapo, Cuytur, Yupán y Ancos (Rodríguez / Alvariño, 1830: 300r-315r). La Doctrina de Corongo, con dos pueblos: Corongo y Yantacón; cuatro estancias: Pampa, Yanac, Aco y Urcón (Rodríguez / Alvariño, 1830: 316r-363v).

    Las ruinas de aquellas llactas conchucanas, de esas que fueron despobladas compulsivamente por orden de los visitadores toledanos para crear las reducciones de indios, todavía subsisten, aunque caídas y abandonadas por científicos y profanos. Antonio Raimondi las vio y las recorrió a mediados del siglo XIX, sobre ellas anotó estos acápites concernientes a la modestas llactas de Guauyan:

    Antigüedades. En la parte más elevada del camino, entre las estancias de Hualcallanca y Llantacón, se observan los restos de un antiguo pueblo perteneciente a los indios anteriores a la conquista. Muchas casas de este pueblo se hallan dispuestas en una larga serie con dirección poco más o menos de norte a sur y transversalmente al camino. En las cercanías de este pueblo se han encontrado por medio de excavaciones, muchos objetos tales como cántaros de barro, morteros de piedra, pequeñas figuras, &. // Este lugar se conoce con el nombre de Huauyan, y por su elevación se puede dominar con la vista tanto a un lado como al otro a muy grande distancia. // También en las inmediaciones de la hacienda de Urcón hay antigüedades, y se han encontrado muchos objetos curiosos; entre ellos se han hallado crisoles de barro tapados en su parte superior, y con pequeño agujero a cada lado que debía servir –sin duda- para la salida del metal en fusión. Y añade en otra parte: Antigüedades. Además de los paredones de los gentiles que se hallan cerca del pueblo de Cabana, se observan en el pueblo de Huandoval varias piedras de roca sienitica trabajadas por los antiguos indios con una admirable perfección. (Raimondi, 1873: 160-161, 170)

    PISCOBAMBA

    La provincia de Piscobamba, al sur de Conchucos, configuraba una nación diferente a ésta, hecho que se puede demostrar porque la una y la otra traían en sus cabezas insignias o tocados diferentes. Los de Piscobamba se colocaban unos gorros o airones pequeños de madeja engalanados con lanas coloradas. Eran dueños de tierras y frutales (Cieza, 1553: 330). Distaban 16 leguas al sur de Conchucos (96 kilómetros).

    Sus costumbres aparecían semejantes a las etnias colindantes, también con tambo o aposento real construido de piedra para los señores, algo ancho y muy largo (callanca). Los españoles los consideraron conocedores de su ecología y pacíficos, inclinados a la amistad con los conquistadores extranjeros. Sus tierras de cultivo, cercanas a sus pueblos, producían siempre gracias a su fertilidad y buen cuidado de sus habitantes. (Cieza, 1553: 430). Provincia le nombra Murúa (1600: 384). Provincia también escribió el Anónimo del siglo XVII (176 JLPB 1). El mismo estatus de provincia le otorga Vázquez de Espinosa (1630: 455). Se aliaron con los Conchucos para resistir a los incas, pero al final todos fueron vencidos (Garcilaso 1609, VI: 210). El pueblo de Piscobamba fue la cabecera del corregimiento de Conchudos durante el virreinato, por entonces comprendía varias etnias (Vázquez de Espinosa, 1948: 457).

    Piscobamba era notable por su producción de maíz y tejidos de lana hermoseados con tintes especiales propios del lugar. Conformaba un ámbito bien poblado. Su pueblo cabecera es el llamado Piscopampa por los naturales, al que los españoles llamaron Piscobamba. Ocupa una vasta llanura que la tradición le atribuye haber sido muy frecuentada por bandadas de pájaros. Está a 3.405 m s.n.m. Su clima es bueno aun cuando frío. Ocupa una altura, por cuyo fondo bastante encajonado se desliza un riachuelo que tributa sus escasas aguas al río Pomabamba (Stiglich, 1918: 367).

    Al escribir acerca del pueblo de Piscobamba, se acota que a su jurisdicción pertenecía otro llamado Aguac, al norte del anterior (Estete, 1959: 77).

    Piscobamba configuraba un pueblo al norte de Pomabamba, del cual distaba tres leguas, pueblo grande ubicado en las faldas de un cerro. Cinco kilómetros hacia el norte levantaron unos tambos. El de Aguac, sujeto al de Piscobamba, también constituía un buen pueblo" situado en unos cerros con grandes maizales. Cuatro leguas al norte están Anchuco (Conchucos?), localizado en unas hoyadas entre cerros (Estete, 1959: 77).

    Los 1.800 tributarios de Piscobamba, por gracia de Vaca de Castro fueron primero del encomendero Rodrigo de Salas, quien los dejó a cambio de otros que recibió en el Collao. Entonces Gonzalo Pizarro dio Piscobamba a Antonio de Grado y Juan de Argama, el que tenía también la mitad de los mitmas de Tambo -40 tributarios- con los cuales precisamente sumaban 1.800. Rentaban de 4000 a 5000 pesos, ya que explotaban unas pobres minas de plata, aunque sí bastante ganado y maíz (Saavedra, 1958: 232). Los 850 tributarios, es decir, la mitad de la provincia de Piscobamba, correspondiente a Antonio de Grado, aparte del maíz y ganado, hilaban mucha fibra para tejer ropa. La otra mitad, asimismo de 850 tributarios, hacían lo mismo para su encomendero Juan de Argama a más de plata. Con los mitmas de Tambo rentaban 2500 pesos (Anónimo de Huánuco, 1958a: 238). Desde un comienzo lo categorizaron como repartimiento, que es el gentilicio que otorgaban a las encomiendas concedidas a los conquistadores.

    Dentro de la provincia de Piscobamba es mencionado el repartimiento de Cayaras encomendado en Valentín Pardavé y posteriormente en Hernando Cabrera (Ortiz de Zúñiga, 1967-1972: 21).

    Al ser fundado el corregimiento de la provincia de Conchucos le entregaron ocho repartimientos: Tauca, Guari, Conchucos de doña Catalina, Conchucos de Pardavé, Piscobamba, Ichocguari, Collanapincos, Ichocpincos, Siguas (López de Caravantes, 1985, II: 127). Sihuas (Siguas) fue admitida como la capital de Conchucos.

    En 1668 el pueblo de Piscobamba, comprendía el pueblo de su nombre, más el pueblo de Vizcacha, Barrio de Chaupi, Chorrillo de Chaupicancha. Etancias de Vizcacha; Conroy; Huayubamba; El Tingo; Chaupihuarán; Socosbamba; Pomachupán; Caviña (Cahuiña); Machi; Cargua; Banca; Sisco; Pargo; Llama; Pumpu; Llumpa; Lucma, Malqui; Charoc; Pampachacra; Pomar; Ranracolca; Yarma; Seccha; Casca; Pumpa; Porobamba; Piscos; Chingalpo; Acobamba; Tocoy; Quinchec y Ulluco. Las haciendas de Vilcabamba y Cañaysambe; y la quinta Miraflores (AGN. H-4 1608).

    En el pueblo de Piscobamba fue reducido el ayllu Mitma. Las tierras de éstos son las de Cayaybamba o Callaybamba, a una legua de la reducción. Sus linderos comenzaban en el mojón que viene del camino de Vilcabamba para el pueblo, hasta la ruta de Pachacolpa a Vilcabamba., hasta dar en el cerro de Pitichirca. De ahí va al río de Pomas, y de allí al corral de Llanucancha, donde termina el deslinde. No se dice de dónde procedían esos mitmas, por lo que desconocemos su nombre (AGN-DIE 9. C200. Año 1712).

    El repartimiento de Piscobamba, que se componía de los pueblos de Piscobamba y Pomabamba, en 1725 daba albergue a 62 tributarios que rentaban plata, ropa de algodón, maíz y trigo (Acosta, 1726). Piscobamba y Pomabamba, por tanto, constituían un solo repartimiento (AGN- Tributos 2. C18). La comunidad del pueblo de Sicsibamba (Pomabamba) poseía las tierras de Sicsibamba, Puñobamba, Toringa, Rupa, Lliulliuya y Aravisca, que las gozaban desde la gentilidad. Los linderos comenzaban por la parte de Cochabamba, la quebrada que baja desde Michuyaco para dar al río de Chinchobamba que desemboca en el Sihuas y Rupac. Por la parte de Canyasbamba, desde el mencionado Rupac, quebrada arriba hasta Chuspirragra, Pauca, Ushcocolpa e Iturragra hasta una peña en la parte alta del pueblo viejo de Umbay (Segura y Zárate, 1718).

    En 1668 la doctrina de Pomabamba comprendía el pueblo de esta denominación; las estancias de Chacuabamba, Maraibamba, Humbes, Asguac, Huayllán, Sicsibamba, Chullín, Huanchacbamba, Chogo, Chuyac, Pachacancha, Vinaya, Pajas y Angascancha. Las haciendas de Cajai, Acobamba y Andaymayo, Cinchobamba y Cochabamba. Pomabamba era ya capital de la provincia (AGN. H-4. 1668).

    En 1777 la doctrina de San Pedro y San Pablo de Piscobamba comprendía el pueblo del mismo nombre, con rango de cabecera, con jurisdicción sobre Vilcabamba, Pisos, Parobamba, Changa, Huanchaillo, Quinuabamba, Huayllan, Lucma, Turma, Marqui, Llama, Pampachara, Pampa y Sirco (Padrón de Piscobamba. AAL. Eclesiásticos 2. Año 1777).

    En el mismo año, se anota que la doctrina de San Juan Bautista de Pomabamba ceñía: 1° Pueblo de Pomabamba; haciendas de San Sebastián de Acobamba y San Matías de Cochabamba. Estancias de San Felipe y Santiago; obraje de San Matías de Cochabamba. 2° Pueblo de Santa Cruz de Sicsibamba con cuatro estancias: Chullén, Carecía, San Francisco de Canyasbamba y San Marcos de Llumpa (Padrón de Pomabamba. 1777. AAL Estadísticas 2).

    Hay documentación del siglo XVIII que ayuda a delinear mejor el área del Repartimiento de Piscobamba: 1° Pueblo de Piscobamba, con los ayllus Chaupi, Lugares de Patasi o Potará y Pomachaupis o Pumachupán. Las estancias de Cangras, Vizcacha, Huayobamba, Pacosbamba, Murga o Musga, Pircay Oiscoy, Chagas. Chorrillo de Chaupirca, Lucuma, Masqui Pomas y Pistón, Llama, Canaybamba Pachacolpa, Cachao, Pampachacara, Sincos, Ocros, Pistón, Porobama, Yuruma, Yampín, Huancha-Ayllu, Pampayaco, Chunga y Huayllán. Haciendas de Vilcabamba, estancia de Lucma. Haciendas Pampa, Masqui, Piscon, Llama Cachuy. Estancias de Cayasbamba, Pachacolpa, haciendas Pampachacna; estancias de Sincos, Pampayaco, Pisco, Panubamba; haciendas Yurma y Huachaillo; estancias de Changa, Ocros; hacienda de Quinuabamba; estancias de Yangán, Socosbamba, Huayubamba, Casca, Huaycallán, Angascancha y hacienda La Pampa. 2° Pueblo de Pomabamba; haciendas de Vilcabamba, Acobamba, Andamayo, Cochabamba; estancias de Socsi, Umbe, Andoimayo, Pesacancha. 3° Pueblo de Sicsibamba con tres haciendas: Chinchubamba, Caras Villaulla y Cañasbamba y Muranga (Leuro, 1788-1789 / AGN. 93-110. 1797).

    Cuarenta años más tarde, el referido pueblo de Piscobamba surge con el vecindario de su nombre, el barrio de Chaupis; chorrillo de Chaupirca. Estancias de Murga, Vizcacha, Canras, Huayubamba, Tingo, Chaupihurán, Socosbamba, Pomachupán, Cauchos, Cañiña, Quinta de Miraflores, estancias de Machi Carguac, Ranca, Sisco, Patgo, Llama, hacienda Pumpu, Estancias de Llumpa, Lucma, Masqui, Charac, Pampachacra, Pomas, Ranracolca, Vilcabamba Canaybamba, Yerma, Seccha, Casca, Pumpa, Parobamba, Quishuarbamba, Piscoy, Yamían, Nununya, Vincho, Sampillán, Cusca; haciendas Huanchayllo y Viscachachica (Rodríguez Alvariño, 1830: 1r-123v).

    En otros pliegos coetáneos concernientes a la doctrina de Pomabamba, le adjudican el pueblo de su denominación. Estancias de Chacuabamba. Hacienda Cajay. Estancias de Maraybamba Humbe, Socsi, Asguac, Huayllán, Acobamba. Hacienda Andamayo. Estancias de Sicsibamba, Chullán. Hacienda de Chinchobamba. Estancias de Huanchabamba, Choco, Chupac, Pasacancha. Chorillo de Canyabamba. Estancias de Vinaya, Pajas, Cotocancha y Angascancha. Hacienda de Cochabamba. Total de almas: 3.822 (Rodríguez / Alvariño, 1830: 12r-188r).

    Curacazgo relativamente extenso, conservó su espacio territorial primigenio hasta el 28 de agosto de 1868, en que una ley la dividió para crear el distrito de Yumpa. Se fijó entonces para determinar el lindero entre ambas divisiones el río Yanamayo. Otra ley del 28 de octubre de 1889 dividió otra vez a Piscobamba en dos partes para perfeccionar el distrito de Yumpa, fijando como lindero los ríos Pomabamba, Seccha. Yanamayo, Yerma y la Cordillera Blanca. La ley del 22 de noviembre de 1905 hizo de Piscobamba otra partición para formar el distrito de Yama. Así, poco a poco se ha ido reduciendo (Paz Soldán, 1877 / Stiglich, 1918: 367).

    Piscobamba corresponde a las ahora provincias de Luzuriaga y Pomabamba (León Gómez, 2004: 459. Arq. de la sierra de Ancash).

    GUACRACHUCO (HUAC-RA-CHUCU)

    La nación Guacrachuco o Huacrachuco ocupaba el lado oriental del Atunmayo o río Marañón. Abarcaba desde Singa y Arancay por el norte, colindante con Collay. Por el este, corría muy próximo el Huallaga. Por el sur limitaba con la etnia Guamalí-Huánuco. El río Marañón lo separaba de la etnia Ichoc-Huari Sobre una topografía anfructuosa configuraba una nación de mucha gente, belicosa y feroz, cuya insignia o tocado distintivo consistía en un gorro que remataba en un cuerno de venado, atado con un cordón negro de lana con moscas blancas a trechos, y por plumaje una punta de cuerno de venado, de donde procedía su etnónimo de Guacrachuco. Por consiguiente, traducido al castellano es sombrero o bonete en forma de cacho, pues chuco es el tocado y guacra el cuero.

    Al común de sus habitadores, en su dialecto, le daban el nombre de obas, y a los nobles el de campis. Sus llactas las tenían edificadas en las laderas y cimas de los cerros (Garcilaso, 1963: 291-292), cuyos vestigios espectaculares aún pueden ser contemplados en Huacaybamba, Pinra y Tinyash. Su asentamiento urbano principal era precisamente Huacrachuco a 3.650 m s.n.m. Les gustaba pintar serpientes en las paredes de sus edificios públicos y caseros. El cronista Garcilaso escribe Huac-ra Chucu (ibid.: VII: 251).

    El territorio de los huacrachucos corresponde actualmente a la

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