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LA POLITICA DE LA MORAL ‘sus niimeros de agosto y septiembre ultimos publicé Examen fragmentos de la novela Caridtide, de Rubén Salazar. La novela rolla en un medio comunista y sus personajes pertenecen blo, por sus costumbres y por su lenguaje, aunque estan minados de la ansia obscura e imperfecta de mejoramiento , que se representa en sus confusos ideales revolucionarios; se traduce en su accién azarosa y malograda, y que, en la oca- de expresarse, no lo hace con teorias econdémicas, ni concep- filos6ficos, ni en una forma poética, ni en un delirio mistico, en palabras vulgares y violentas, violentas porque la impreci- de su significado no las conecta directamente al proceso con- uo y temperado del pensamiento, sino al imperio y a la cerca- accidentales del sentimiento y de la sensaci6n, y no al objeto personal y distante, sino al sujeto, que se convierte en ellas, él jismo, en la miserable finalidad de si. El autor respeta a sus per- jes la miseria de su lenguaje, igual que sus otras miserias, y no Jes da, como Garcilaso a los poéticos pastores de sus églogas, ni un lenguaje culto ni refinadas maneras. De este modo se compli- ‘ca, es cierto, su oficio, al describir los sentimientos en la misma materia en bruto de su origen, en donde tales sentimientos se obscurecen naturalmente, desconocen a si mismos y se son cons- tantemente infieles. Pero acaso esta dificultad es lo que justifica al autor que prefiera, para su observacién y para su fantasia un obje- to que se le presenta virgen, por decirlo asi, y que le da la oportu- nidad de medir hasta donde puede cultivarlo su pensamiento, si _ bien no lo aparta del riesgo de mostrarle hasta donde es inexpug- nable su original barbarie. Como se ve, no oculto ni la justifica- cién ni los peligros de este procedimiento literario; peligros, claro esta, exclusivamente artisticos, es decir, propios del artista y no de Jas almas banales. Pero la publicacién de esta novela, con tal libertad de lenguaje €n sus paginas, motivé que el periddico Excélsior, en su edicin del 19 de octubre, delatara a Examen ante las autoridades como culpa- ble de ofensas a la moral. Inmediatamente se unieron a Excélsior, 199 en su edificante empresa de delacién y de esc4ndalo, otros perid- dicos. Debo advertir, aunque sea ocioso para nuestros lectores, que Examen es una revista que s6lo circula entre un reducido grupo de personas inteligentes, cuya misma forma impresa no es la mas adecuada para atraerle otra clase de lectores; que la novela publi- cada no pertenece a una clase literaria diferente a la que llena sus paginas, esto es, la mas seria y la mas impopular, y que, por conse- cuencia, nunca se pretendié que esta novela Ilamara la atencién del vulgo. Por la misma raz6n tampoco se pensaba que Examen lle- garia a manos de ciertos periodistas; pero en el mundo sucede lo mas inconcebible y, asi, pues, no diré que un periodista de éstos la ley6; pero se dio cuenta de la libertad de lenguaje en que solia in- currir, y entonces, ya se sabe, se ofendié su “moral” y, como mu- chas personas “morales” acostumbran, la delaté a la policia, con la envidia y con el aplauso de sus otros compafieros del mismo nivel intelectual. No creo que haya nada sorprendente en esta accion periodisti- ca. No puede exigirse al periodista que respete lo que no esta acostumbrado a encontrar en su peridédico; una literatura desinte- resada. Pero no creo que debe merecer la indiferencia de los espi- ritus mas nobles que este vulgar esc4ndalo, propio de Ia incultura de quienes se ganan la vida con ella, haya podido tener relaciones politicas. Esta no es una impresién cualquiera; son pocos, son los perspi- caces los que han advertido la politica. Ignoremos nosotros su ori- gen, su direccién y no toquemos su fondo; pero, a pesar de que se diga que la politica no debe reparar en medios, veamos lo que sig- nifica que una libertad artistica de la indole de la que se trata, por mucho que ofenda a la “moral” y por particulares que sean las cir- cunstancias que concurren, pueda perjudicar a la autoridad que la tolera, pueda beneficiar a la autoridad que la persigue. Esto quiere decir que la mojigateria, la incultura y el mas mediocre pe- riodismo han ascendido a la categoria de influencias Politicas, y que hay politicos que no vacilan en servirse de ellas. Esto signifi- ca, indudablemente, que no es muy abundante la fuerza politica real de quienes se encuentran en la necesidad de recurrir a seme- jantes armas.

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