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MARX NO ERA INTELIGENTE, NI CIENTIFICO, NI REVOLUCIONARIO, TAMPOCO SOCIALISTA, SINO CONTRARREVOLUCIONARIO Y MISTICO Se engafia quien piensa que las ideas de Marx obedecen a un de- sarrollo coherente y sistematico; pocos pensamientos hay tan de- sordenados, tan confusos, tan desleales a su objeto y tan poco ri- gurosos como el suyo. Su finalidad al pensar no es la de compla- cer a la raz6n, sino la de complacerse a si mismo. Sacrifica la exactitud y el orden por no sacrificar sus mas erréneos puntos de vista, y es incapaz de reconocer lo inconciliables que son con los puntos de vista opuestos a que sus encuentros casuales con la rea- lidad lo conducen forzosamente. Su espiritu es arbitrario e irra- cional. No encuentra diferencia entre afirmar que el capitalismo obedece a una ley natural de la historia, y que constituye una vio- laci6n histérica a las leyes de la naturaleza. No encuentra obstacu- lo intelectual para después de explicar la relatividad de las formas hist6ricas, esperar que la historia Ilegue a una época en que esca- pa a toda relatividad. Complaciendo alas mas hondas contradic- ciones, sus ideas y su lenguaje abandonan todo rigor, toda conse- cuencia, toda ética intelectual; a tal grado, que no logran ocultar que su propésito no es edificar una raz6n, sino proclamar una embriaguez. Cada una de sus demostraciones es, porregla gene- ral, una petici6n de principio. Pero sus afirmaciones mas vacias son las que tienen un caracter mas enfatico y mas rotundo. Sus tautologias son categéricas. A nadie mejor que a él puede referir- se la irénica expresién de André Gide: “Una peticién de principio es una afirmacién de temperamento”; en efecto, su pensamiento no es nunca la afirmaci6n de lo que piensa, sino siempre la afir- macion de Marx. Esta virtud es la que esta en la base de su gloria. Pues como su unico ejercicio es afirmar a Marx, su Gnica obra es el marxismo. El pensamiento de Marx no admite ninguna explicaci6n légi- ca; hay que explicarlo por la psicologia. A esta razén se debe que sobreviva a todas las comprobaciones de su falsedad. Es ocioso dis- cutir la validez légica del marxismo, porque su fuerza no es su raz6n, sino su falta de razon. El marxismo se sostiene y se seguira ndo en virtud de un poder religioso, como un puro esta- 30 do de conciencia. Esto se ve claro en su manera de conseguir pro- sélitos, que es una manera exclusivamente de propaganda psicolé- gica. Los prosélitos no son un medio para el marxismo, sino un fin: la finalidad del marxismo es el marxismo; en adquirir proséli- tos encuentra su satisfaccién intima y verdadera. Cuando Marx dice: “Trabajadores del mundo, unios”, lo que rigurosamente ex- presa es: “Trabajadores del mundo, wnios a Marx.” Esta cualidad distingue al marxismo de cualquier otro movi- miento politico, al que le importa ganarse el concurso activo de sus partidarios, pero no su conciencia. En la politica marxista no se trata de satisfacer un interés objetivo, sino de satisfacer una psi- cologia. No sirve el marxismo a los trabajadores, proporcionando- les un medio de satisfacer sus intereses reales y particulares; por el contrario, se sirve del interés de los trabajadores, dandole un sen- tido religioso, para sostener en él la concepci6n marxista del mundo. En suma, responde al interés practico del proletariado de una manerasubjetiva, concediéndole, en vez de un mundo mate- rial en qué satisfacer sus necesidades materiales, un mundo materia- lista en que se satisfacen exclusivamente las necesidades subjetivas de una conciencia materialista. No es otra la raz6n, como ya lo he notado en varias ocasiones, de que el marxismo tenga necesidad de producir un arte marxista, una musica marxista, una ciencia marxista, una cultura marxista, una educacién marxista. En este hecho se manifiesta la rigurosa esencia del marxismo: en este hecho se reconoce que donde busca una satisfaccion es exclusivamente en la conciencia. Su ob- jeto es dotar al proletariado, no de un mundo objetivo, sino de una conciencia proletaria. Por eso comienza por negar la validez del mundo que se presenta a la conciencia objetivamente, es decir, por un camino distinto al de la doctrina de Marx. El marxis- mo quiere un mundo fundado en el marxismo, y no en la eviden- cia objetiva de cada quien; quiere una ética fundada en el marxis- mo, y no en el juicio moral objetivo de cada quien; quiere una educaci6n fundada en el marxismo, y no en la naturaleza del en- tendimiento objetivo de cada quien. Y el marxismo quiere crear un universo marxista, porque el actual es uno en que los hombres estan regidos por las leyes del universo, en vez de que el universo ‘esté regido por las leyes del hombre; porque el actual es uno en que el hombre tiene que adaptarse al valor objetivo de las cosas, en vez de que las cosas se adapten a la valoraci6n arbitraria del 31 hombre; 0, para decirlo con las palabras de Marx, porque “los productores se hallan sometidos al control de las cosas en vez de ser ellos quiénes las controlen” y, en consecuencia, “la estructura objetiva de las propias condiciones de producci6n escapa a la in- fluencia y acci6n individual conscientes”. Yo soy quien subraya. Pero al reemplazar la estructura objetiva del mundo por la estructura subjetiva de la conciencia, las Gnicas influencia y accién individual consciente, de que se vale el marxismo son las de la conciencia de Marx. Esta conciencia es “la conciencia proletaria”, “la conciencia socialista”, “la conciencia de clase” del proletariado. Ahora bien, esta conciencia es algo verdaderamente simple y lamentable. La exposici6n mis sistematica de la conciencia de Marx se encuentra en El capital, que es el ejemplo mas extraordi- nario que conozco de la embriaguez producida y alimentada por la contemplaci6n de si. Las mil seiscientas paginas del libro son una monstruosa “afirmacion de temperamento”: una tautologia de proporciones gigantescas. Yo creo que en la historia de la hu- manidad es dificil encontrar una pasién como la de Marx, tan de- senfrenadamente licenciosa, tan inescrupulosamente prefiriendo su propia satisfaccion a la de los mas elementales principios éticos del entendimiento. Su temperamento es genial para hacer de sus vicios una virtud y de su debilidad una fuerza. Pues Marx no era inteligente; su inteligencia era mediocre; y es extraordinario que esta mediocridad de su entendimiento haya sido la raiz y el resor- te de su genialidad. El ideal de Marx fue un mundo facilmente in- teligible, un mundo sin misterios, un mundo claro, que no cueste trabajo concebir. Marx entendia con extraordinaria dificultad, pensaba con un gran esfuerzo, a través de incontables y abruma- doras aproximaciones sucesivas. Pero en vez de ver en esto una li- mitaci6n propia, sefialé el defecto objetivo del mundo, y elaboré toda una “ciencia”, genial por su intolerancia y por su sagacidad psicologica, para crear un mundo mecanico y sencillo, adaptado a las mediocres dimensiones de su capacidad intelectual. En la raiz de toda religion hay un defecto del entendimiento; toda religi6n es una compensacién de la razén; toda religion es la concepcién de una justicia que no cabe en la concepci6n racional de las cosas. La concepcién de Marx es de esta naturaleza. Tam- bién el mundo justo que él concibe no tiene por objeto sino li- brarlo de la vision de un mundo que no puede concebir. Y su pa- sién antirreligiosa es la manifestacién mas religiosa de su concien- 32 cia. Pues lo que le reprocha en fin, a la religion, es su pasividad como religion; es que no sea suficientemente religion; es que acepte la injusticia de que es victima Marx al haber sido dotado de una inteligencia limitada enfrente de un mundo trascendente. Marx se rebela contra esta injusticia de la manera mas radical, ha- ciendo al mundo inmanente a Marx, es decir, haciendo al mundo marxista. En £l capital abundan las lamentaciones y las advertencias sobre lo dificil que es entender la funci6n social del cambio y de la mercancia: la llama invisible, intangible, misteriosa, suprasensi- ble y sobrenatural; la encuentra Ilena de “truculencias metafisicas y de argucias teoldgicas”. Y declara, en consecuencia, que el feti- chismo, el cristianismo y los reflejos religiosos son inseparables del sistema de producci6n de mercancias. En el mundo de Marx son superfluos todo fetichismo, todo cristianismo y todo reflejo religioso, en cambio. Pero porque alli los defectos de la raz6n no ten- dran que ser compensados: ya la razén esté compensada, ya el mundo de Marx es una compensaci6n religiosa. Alli no existen “misticos velos nebulosos”; alli las cosas no interponen su opacidad entre los hombres; alli las conciencias de los hombres existen puras, diafa- nas, vacias de todo contenido distinto de la propia substancia cris- talina de la conciencia; alli “las condiciones de la vida practica mostraran a los hombres unas relaciones mas transparentes y ra- cionales, tanto de los mismos hombres entre si, como con respec- to a la naturaleza”, es decir seran infinitamente mas sencillas y simples, tanto las leyes de la sociedad, como las leyes fisicas, qui- micas y biolégicas; alli la historia no estara constituida por formas sociales injustas, cambiantes y perecederas, sino que descansara en leyes agradables, pacificas y eternas; alli “volveran a repetirse todas las determinaciones del trabajo de Robinson, aunque no in- dividualmente sino socialmente”; alli apareceran “transparentes y sencillas las relaciones de los hombres en sus trabajos y en los pro- ductos de esos trabajos”; alli “no predominaran los valores de cambio, sino los valores de uso del producto”; en fin, alli no ha- bran sociedad, cambio econémico y mercancia truculentas, supra- sensibles y sobrenaturales, y alli la inteligencia de Marx no sufrira el insulto de no comprender lo que sucede a su alrededor. La injusticia que comete la sociedad con el hombre, la injusti- cia social, la injusticia capitalista, la injusticia que sufre el proleta- riado, no es otra, para el marxismo, que la injusticia que sufre la 33 inteligencia al no comprender “el misterio” del mundo objetivo y social de las mercancias. Pero esta injusticia es la que sufre y con- tra la que se rebela, exclusivamente, la mediocre inteligencia de Marx. Desde sus comienzos cientificos el pensamiento econdémico ha sentido repugnancia por las explicaciones subjetivistas. Encon- trando su admirable modelo en las ciencias experimentales, su ambicién desde un principio, fue la de ser una ciencia natural, una fisica de la sociedad. De acuerdo con este propésito, tuvo que despojar a su objeto de todo aquello que es causa de que carezca de rigor. El crecimiento de todas las ciencias ofrece un espectacu- lo semejante: su objeto se ha distinguido y limitado en la medida en que han aumentado su perfecci6n y su exactitud. En la base de toda ciencia hay una limitacién del objeto, un aislamiento de los procesos cuyas conexiones pretende determinar. Para que un principio cientifico pueda considerarse vlido, es preciso que no deje de referirse a las condiciones de la experiencia que permitié establecerlo. Todo principio cientifico impone a la experiencia que conoce un caracter condicional; no se da sobre la experiencia incondicionada y en bruto; se refiere a una misma experiencia, a una experiencia que es posible repetir sin modificar. Por esta raz6n, cada ciencia aisla a su objeto en el seno de la experiencia universal cambiante y compleja, de tal modo que puedan referirse siempre a él, y no a otro diferente, imprevisto y desconocido, los enunciados que corresponden de un modo estricto a su naturale- za. También la ciencia econdémica aisla a su objeto en el seno de la experiencia social; pues, como ciencia que es, pretende que sus principios valgan como necesidades de los procesos experimenta- les a que se refieren. Si no pudiera referirse a una misma clase de experiencia, sus conclusiones no sabrian expresar las condiciones necesarias de esa experiencia; carecerian de objetividad; serian falsos y superfluos; no serian cientificos; no podrian hacer una ciencia econdmica. Y en efecto, no la hicieron hasta que los hom- bres no reconocieron el caracter objetivo de la experiencia econé- mica: hasta que no pudieron separarla, aislarla de toda especie concreta de subjetividad: hasta que no se reconocié que los proce- sos econdmicos son tan independientes de los hombres que los realizan, como los enunciados validos para esos procesos lo son de los hombres que los pronuncian. No puede separarse a la ciencia econémica de su propésito de 34 ser una ciencia natural, sin invalidar los principios en que descan- san sus construcciones sistematicas y sin hacerle perder el conte- nido que ha adquirido a través de una de las mas apasionantes historias que ha vivido el pensamiento cientifico, “natural” no ex- presa, como calificaci6n de la ciencia, sino la manera como se da la ciencia su objeto; es decir, que se lo da en el espacio y en el tiempo fisicos, y no en el espacio y en el tiempo histéricos. En otras palabras, la ciencia econdmica considera al hombre y a la so- ciedad como entidades fisicas y no como entidades morales; no se ocupa de sus actos sino en cuanto puede medirlos y representar- los fisicamente. Por lo tanto, no es una ciencia moral, no es una ciencia de la cultura. El hombre, la sociedad y lacultura econémi- cos se dan concretamente en la historia; pero la ciencia econdémi- ca los abstrae de la historia para considerarlos exclusivamente en su naturaleza material. Muchos procesos fisicos y quimicos se dan concretamente en los seres vivientes; pero las ciencias fisica y qui- mica se abstraen también de la realidad biolégica, para conocer- los en su naturaleza particular. Que la realidad econémica pueda ser objeto de un estudio hist6rico, es una peculiaridad mds de la realidad econdémica; pero ésta no es su peculiaridad esencial. Las leyes econdmicas naturales son validas para cualquier forma histé- rica de la sociedad, e ignoran al hombre como personaje vivo, como protagonista de los dramas hist6ricos de la economia. Si se tiene en cuenta que las ciencias no son sino el desarrollo culto, sistematico y exhaustivo de las actitudes humanas que se dan en la experiencia vulgar, se observara que la ciencia econémi- ca no habria podido nunca desarrollarse si la actitud fisica y deshu- manizada que le es propia no hubiera llegado a producirse —ésta, si— historicamente en la sociedad moderna. En la ciencia econé- mica se expresa el sentido de la cultura, de la actitud vital, de la actitud historica de la sociedad moderna. Esta actitud es la de la conciencia cientifica, que es capaz de considerar al hombre fisica- mente, que es capaz de interesarse en el hombre por razones no humanas, por razones naturales; que es capaz de interesarse, por decirlo asi, en el interés distante, en el sentido natural del mundo exterior. Esta actitud es la que distingue a la sociedad moderna de cualquier otra sociedad. En esta actitud ha consistido, y exclusiva- mente en ella, su caracter original y revolucionario. Cuando se distingue en el pensamiento moderno una tenden- cia a dar al pensamiento cientifico una finalidad humana, un sen- 35 tido histérico y tradicional, una significaci6n estrictamente subje- tiva, se puede establecer a priori, sin incurrir en ningun error, que se trata de un movimiento de naturaleza reaccionaria; de un mo- vimiento que aspira a desalojar de la sociedad moderna la actitud intelectual, con que ha enriquecido a la historia del hombre, y en la que ha encontrado su propiedad, su caracter, su distincién, su personalidad, su cultura auténticos. De naturaleza inconfundible- mente reaccionaria son, por ejemplo, las doctrinas utilitaristas y pragmatistas, la idea de la intuici6n de la duracién concreta del genial filosofo francés Henri Bergson y la concepcién pesimista del sino histérico del pensamiento, que se debe al menos genial filésofo aleman Oswald Spengler. Pero ningan movimiento ha sido mas infecundo y reaccionario, sin ninguna duda, aunque sea menos importante por su profundidad filos6fica que por su pres- tigio vulgar, que el que, originado en las doctrinas morales mate- rialistas inglesas, encontré en la concepci6n histérico-materialista de Marx una significacién practica, un sentido politico, un méto- do de la accién para destruir en el mundo todo aquello que es cientifico, todo aquello que aspira a fundar en la vida del hombre la supremacia de la inteligencia. Es extraordinario que la doctrina de Marx haya reclamado para si un prestigio cientifico, cuando su objeto mas intimo ha sido el aniquilamiento de la ciencia. Es extraordinario que haya reclamado para su actitud el valor de una inteligencia de lo fisico, cuando ha tenido al mundo fisico, precisamente, en horror. Es extraordinario que haya aspirado a una validez objetiva, cuando no ha sido expresi6n sino de la subjetividad pura. Pero aqui vamos a explicar este aparente contrasentido. Si no se refiere la doctrina de Marx a su expresi6n econémica, que Marx le dio como su substancia natural, no se aprecian en su justo valor ni la nulidad de su alcance cientifico ni la naturaleza de la pasién a que secretamente obedece. El materialismo histéri- co de Marx es un determinismo econémico. Pero :qué es lo que expresa esta definicién? :Expresa que la realidad econémica es in- dependiente de sus formas histéricas y puede ser, en consecuen- cia, el objeto de una ciencia de lo material? ;Expresa que en la historia se da individualmente un proceso material econémico que es posible conocer por medio de dimensiones fisicas? No, de ninguna manera. Expresa que la realidad fisica y la realidad histé- on reciprocamente equivalentes; que el mundo objetivo y el 36 mundo subjetivo son uno solo; que la raz6n y la voluntad son idénticas; que los postulados de la ciencia no son independientes de los hombres que los enuncian, ni los objetos de la ciencia pue- den aislarse de la realidad concreta en que aparecen, para corres- ponder exactamente a los principios que se refieren a su indivi- dualidad. Expresa, en fin, que no hay leyes econémicas naturales puras, esto es, sin ser histéricas también, y que, por lo tanto, la ciencia econémica no es una ciencia fisica, sino una ciencia histé- rica, una ciencia del hombre, una ciencia moral. Pero como el hombre es materialidad para Marx, como no acepta la validex de la ciencia metafisica, expresa, en fin, que ningin conocimiento objeti- vo, que ninguna ciencia es posible. En esta conclusién aparece el propésito fundamental del marxismo; negar la ciencia; negar, precisamente, la ciencia fisica; negar la existencia inhumana y ma- terial del mundo exterior. Su “hombre material” no es sino la mate- ria humana. El materialismo de Marx es una negacién de la materia. Si seguimos el pensamiento econémico de Marx a través de su exposici6n sistematica en El capital, vemos aparecer desnuda la fi- nalidad de su concepcién del “hombre fisico”. Es ésta: restituir al pensamiento cientifico el objeto humano, despojarlo del objeto ma- terial. Su concepcion de la economia, en efecto, es la concepcién ingenua de una mentalidad vulgar; es la concepcién de un drama; es la lucha de clases. Marx es naturalmente incapaz, como Wagner con la musica, de concebir una economia y un mundo fisico sin personajes, sin protagonistas, sin figuras mitolégicas. j|Es antropo- mérfico el pensamiento fisico, el pensamiento econdmico de este misantropo! Su finalidad “cientifica” es denunciar a la policia del sentimiento los valores econdmicos objetivos como una irrealidad, como una ficcién, como una trampa; descubrir la psicologia del di- nero; sefalar la mercancia como una fantasmagoria, cuya utilidad es ocultar al hombre detras de ella. Su “ciencia econémica” es un método policiaco, para descubrir al hombre en el fondo del aconte- cimiento material; a los intereses subjetivos, en el fondo de los va- lores objetivos; a los sufrimientos humanos, en el traspatio de las ar- quitecturas fisicas; a la historia y a la moral estremecidas, en el alma de la inerte, impasible y fria materialidad. La renta, el benefi- cio y el salario no los entiende si se los separan de sus figuras hu- manas. La ciencia econémica “burguesa” puede darselos como en- tidades fisicas, como abstracciones materiales; pero Marx no los toma; este hombre astuto y zorro, como incapaz de ninguna abs- 37 traccion, no confia en la abstraccién de los demas; quiere ver y tocar; y cuando encuentra al hombre que respira, suda, duerme y come detras de esas figuras inhumanas y geométricas, entonces ex- hala un grito estridente de triunfo y previene a la humanidad, con una pasion fiscal indignada, en contra de la trampa de las nocio- nes intelectuales, en contra del fraude de las abstracciones cientifi- cas, |La materia se mueve, la materia es el hombre! Este argumen- to antropomorfista es el que arroja en contra de la actitud cientifi- ca el materialismo dialéctico de Marx. En La Sagrada Familia lo expresé categ6ricamente: “E] hombre ha sido ya reconocido como la esencia, como la base de toda acti- vidad humana y de toda elevacién humana.” “(La metafisica) su- cumbira definitivamente ante el materialismo completado por el trabajo de la especulacién y coincidiendo con el humanismo.” (Yo su- brayo.) Pero es en El capital, en su estricto pensamiento economi- co, donde expone concretamente el humanismo de su concepcion de la materia; alli revela que no era capaz de comprender ningu- na realidad objetiva, ningin acto desprendido de los mas proxi- mos intereses individuales del hombre, ninguna propiedad del mundo exterior y fisico, ninguna naturaleza material. Y claro que la actitud intelectual del hombre no pudo parecerle legitima a quien no era capaz sino de la actitud inferior y subjetiva del senti- miento. Marx no era inteligente; éste es el secreto de su significa- cin: éste es el motivo que lo hizo genialmente hostil a la revolu- cionaria actitud cientifica que encontré prestigiada en la sociedad en que le tocé vivir. Precisamente, para satisfacer a su resenti- miento, para complacer a su hostilidad invirtio los valores revolu- cionarios, de tal modo que revolucionario y cientifico pudiera pa- recer él. Pero ningiin tonto por genial que sea, puede ser revolu- cionario. La revoluci6n no ha sido, no es y no sera una actitud inferior del sentimiento, una pura buena intenci6n. Como el ca- mino del infierno, el campo de la reacci6n esta empedrado de buenas intenciones. Alli es donde encuentran su justo lugar las buenas intenciones de Marx. Ni en el pasado ni en el presente ni en el porvenir revolucionarios tiene la doctrina marxista ninguna participacion. La actitud revolucionaria no es, no ha sido y no sera la actitud cientifica, la actitud intelectual. Quien no es inteli- gente, tampoco podra ser ni cientifico ni revolucionario. He caracterizado el pensamiento de Marx como poco inteli- gente. Me he dado cuenta de que esto ha sido tomado, por algu- 38 nas personas, como una atrocidad critica, y, por algunas otras, como una especie de perversidad intelectual que se complace gra- tuitamente en la paradoja. No quiero prestarme a que se busquen en mi capricho o en mi sentimiento las motivaciones de un juicio que no se encuentran sino en mi razon. Debo decir, pues, que cuando me parece mediocre la inteligencia de Marx, y atin no va- cilo en recurrir a la palabra “tonto” para explicar su mecanismo, no procedo con un criterio pedagégico: estoy seguro de que la in- teligencia de Marx habria resistido las modernas pruebas psico- métricas escolares mas rigurosas. He expresado claramente que juzgo genial su temperamento, y que creo dificil encontrar en la historia de la humanidad caracteres intelectuales mas duramente autoritarios, mas enérgicamente intolerantes, mas inflexiblemen- te imperativos que el suyo. Proudhon, que era todo, menos un hombre comin, se ve palido, destefiido, incoloro, cuando se le compara con él. Pero se entenderan las limitaciones y el sentido de mi juicio si digo que Proudhon me parece muchisimo mis in- teligente que Marx. Los errores en la obra de Proudhon son, sin duda, frecuentes y abundantes; pero no son fundamentales. En cambio los errores de Marx son el fundamento mismo de su en- tendimiento: no habria podido pensar sin apoyarse en ellos, nece- sariamente ciego a sus contradicciones y a sus incertidumbres, e incapaz de soportar, por la propia naturaleza impulsiva de su espi- ritu, la diversidad del pensamiento, la profundidad intelectual. Examinese lo que cada uno tomé de la dialéctica hegeliana; el primero, un método para seguir las complicaciones de la realidad con un pensamiento plastico, agil y diverso; el segundo, un méto- do para hacer caber una realidad heterogénea en un pensamien- to estrecho, pertinaz y tiranico. Si, uno al lado de otro, Proudhon aparece sin fisonomia propia y sin firmeza de cardcter, Marx, a su vez, aparece como un espiritu vulgar, obscuro, mistico y salvaje, desprovisto de sentido critico y de libertad de imaginacion. Ni por un momento pongo en duda la enorme importancia de Marx; sdlo afirmo que esta importancia no puede ser ni intelec- tual ni revolucionaria. Fuera de la ciencia y fuera de la revolucién, no es posible dejar de ver que la grandeza de Marx es como la de los mas grandes. Se puede reconocer la mediocridad de su enten- dimiento; pero no se le puede leer con indiferencia. Se puede de- testar el caracter espeso, nebuloso y atormentado de su estilo; pero no se le puede leer sin pasion. Por mucho que la razon se le 39 resista, Marx arrebata y cautiva. No es posible desconocer la in- mensa fuerza sugestiva, los extraordinarios poderes magicos de su espiritu, el imperio de la fascinacién que ejerce; pero no puede menos que observarse que, en la critica cientifica y en la doctrina revolucionaria, esa clase de talento no conduce sino a la super- cheria y al charlatanismo. Dentro de la ciencia y dentro de la re- volucién, Marx no puede aparecer sino como un farsante y un charlatan; y, cuando sdlo alli se le considera, cuando no se hace justicia al valor de sus verdaderas facultades. Sus verdaderas facul- tades son misticas y dramaticas. Sdlo un genio de la mistica y del teatro pudo haber conmovido a la humanidad con una dramatiza- cién, nada menos que de la fisica; con una personificacion, nada menos que de la materia. Si no logra advertirse que su concep- cién del movimiento dialéctico de la materia no tiene otro objeto que dotar de una acci6n dramatica al universo, no Ilegan a enten- derse ni los resortes ni los recursos de su genio. La dialéctica es drama, y la dialéctica material no es sino wna animacién personal de la materia. Apenas se echa de ver, se advierte la sutileza teologica de Ja concepcién de Marx. Dramiatica por la unidad de accién que da al devenir universal, y mistica por la facultad que otorga a cual- quiera de identificarse con el héroe del acontecimiento césmico, tiene todas las virtudes para obrar sobre los espiritus, con el mismo poder que cualquier doctrina religiosa. En el fondo de cada quien —por lo que a mi toca, no tengo empacho en confe- sarlo— hay un lector de novelas policiacas y un espectador com- placiente de las mas banales peliculas episédicas. La concepcién de Marx se vale de esta inclinacién humana. Es completamente folletinesca; pero como se da como historia viva y pone al alcance de todo el mundo la maravillosa oportunidad de representar, qué digo, de ser de un modo real el protagonista de las vicisitudes uni- versales, no es extrafio que sea muy dificil negarle, ya no el aplau- so y el celo activo del partidario, sino la posesién intima de la con- ciencia. Pero la naturaleza de su talento quiere que vayan juntas su grandeza y su vulgaridad; su genialidad y su falta de inteligencia. Por mas que lo haya pretendido y lo siga pretendiendo, su doctri- na nunca podra tener participacién ni en el pensamiento cientifi- co ni el espiritu revolucionario. Ambos son productos de la inteli- gencia critica, que no es posible encontrar en el genio de Marx. Al espiritu cientifico lo caracteriza, de acuerdo con Planck, el 40 eminente fisico, la aversion radical a las explicaciones antropo- mérficas, a las teorias dramaticas. Y antropomérficas y dramaticas son todas las explicaciones subjetivistas, todas las explicaciones por la voluntad. La ciencia moderna, sin excepcién, descansa en el principio de que la voluntad no es un fenémeno fundamental. Este principio no puede ignorarlo ni la ciencia de la sociedad ni aun la ciencia de la psicologia. Tampoco lo ignora la conciencia revolucionaria, que no puede separarse de la ciencia, como lo ex- presa el hecho, entre otros, de que se haya buscado que la doctri- na socialista merezca la calificacién de cientifica. Benedetto Croce ha protestado contra este propésito y ha hecho notar lo absurdo que es esperar un cardcter cientifico de un conjunto de reglas politicas y morales. El gran matematico y logico francés Henri Poincaré, hacia notar también en un ensayo titulado La moral y la ciencia que estas dos disciplinas son irreductibles, solo por la siguiente raz6n légica: los principios cientificos se expresan en el modo indicativo, y de premisas en indicativo no puede con- cluirse nada en imperativo; las conclusiones cientificas son necesa- riamente indicativas y carecen de validez en la esfera de la moral; por lo tanto, la moral tiene que buscar su fundamentacién fuera del pensamiento cientifico. Muchos socialistas “cientificos” no han hecho sino incurrir en la innegable aberracion que Croce y Poin- caré denuncian. Esta aberraci6n es el fundamento de la teologia de Marx y, desde luego, se tiene que reconocer que en el sentido antropomorfista del marxismo no es posible llegar a nada que co- rresponda de un modo racional a la nocién de “socialismo cientifi- co”. Por el contrario, el marxismo es el camino para llegar a la no- cién opuesta, a la doctrina mistica, anticientifica y reaccionaria. Pero en una aguda reflexion del filésofo francés Emile Meyer- son, encuentro lo que puede explicar la racionalidad de la idea del “socialismo cientifico” que ha sustentado la doctrina revolu- cionaria. Dice este filésofo que si la ciencia es escéptica en sus afirmaciones, en cambio es dogmatica en sus negaciones: el dog- matismo de la ciencia es negativo. {También el de la revolucién! “Las ideas se definen por sus contrarios —decia Proudhon, y agre- gaba—, por la reaccién se define la revolucién.” Sdlo un espiritu anticientifico, inculto y religioso, como era profundamente el de Marx, pudo ser capaz de aspirar a una ciencia revolucionaria posi- tiva, despojando a la revolucién de su tinica fuerza positiva, que es la fuerza de la negacion. También su falta de inteligencia lo llevé 41 a no poder concebir que la revoluci6n, a la manera de la ciencia, pudiera ser todo lo contrario de un dogmatismo positivo. En efec- to, un dogmatismo negativo no puede ser fecundo sino en las ca- bezas inteligentes y dotadas de imaginaci6n revolucionaria; no en las cabezas teolégicas como la de Marx. Estas no pueden ir a la ciencia, sino en pos del absurdo de que les otorguen normas mo- rales, ordculos y sustentos positivos de la accién; pues son incapa- ces de concebir la clase de accién practica y moral que ya es la ciencia por ella misma o, en otras palabras, son incapaces de ad- vertir la moral y la politica que se practican en “el modo indicati- vo” de los principios cientificos y revolucionarios. Pero no me esta permitido llevar mi explicacién por este cami- no, sin aproximarme mas a parecer paraddjico y arbitrario. Que la dramitica y la mistica de Marx, como lo Ilevaron fuera de la cien- cia, tuvieron que Ilevarlo también, de un modo necesario, fuera del socialismo, se ve en que su concepci6n social se funda exclusi- vamente, como la de cualquier doctrina individualista, en la volun- tad individual. Su critica en contra de la sociedad capitalista, no tiene su origen sino en que no le parece suficientemente indivi- dualista. Y la sociedad que imagina como una superacién de ella, €s una sociedad en que ningiin individuo encuentra ninguna cor- tapisa econdmica a sus deseos, una sociedad poblada y gobernada por el individuo puro. “Supongamos, para variar —dice en El capi- tal— la existencia de una asociacién de hombres libres que traba- jara con medios de produccién colectivos y que aplicara de un modo consciente (yo subrayo) y colectivamente, sus multiples fuer- zas de trabajo individual como una sola fuerza de trabajo social. Aqui volveran a repetirse todas las determinaciones del trabajo de Robin- son, aunque no individualmente, sino socialmente.” Es decir, Ro- binson existiria alli socialmente, la sociedad no seria sino un indivi- duo solo, con una sola voluntad. Esto lo supone, dice, “para va- riar”; pero la verdad es que no varia, y que toda su concepci6n se funda en la representacién de la sociedad en la forma de un individuo aislado. Su sociedad ideal es aquella en que ninguna voluntad so- cial deja de pertenecer al individuo; a todos los individuos por igual que en esa sociedad habitan. En la base de su concepcién econémica, como en la mas individualista, no existe sino “el hom- bre (individual) en su relacion con la naturaleza”: el hombre “real y vivo”. En las formas y relaciones sociales no se ven sino prolonga- ciones “suprasensibles” de los tinicos actos reales, que son del 42 hombre individual y concreto. La individual es la tnica realidad que Marx encuentra en la sociedad: lo demas es abstraccién, me- tafisica y sobrenaturaleza. Es aventurado reducir a una sola expresi6n la esencia o la con- dici6n necesaria de las doctrinas socialistas. Pero tiene forzosa- mente que admitirse que una doctrina individualista subordina en la sociedad las diferentes formas “abstractas” a la realidad concre- ta del hombre individual; mientras que una doctrina socialista no encuentra el fundamento de la sociedad sino en esas realidades abstractas y propiamente sociales; de tal modo que si la primera tiene que fundar sus construcciones en la voluntad individual (anica voluntad concreta que existe), la segunda tiene que fundar Jas suyas en la raz6n, o sea en el entendimiento objetivo de las ne- cesidades que en la sociedad se satisfacen. En otras palabras, la doctrina individualista es necesariamente subjetivista y psicolégica, mientras que la socialista es necesariamente objetivista y racional. Pero la doctrina de Marx no es ni objetivista ni racional. Es el irracionalismo, en su mas estricta acepci6n: la filosofia mas estric- tamente fundada en la voluntad. De aqui que, si su pensamiento no puede aspirar al titulo de cientifico, tampoco puede aspirar al titulo de socialista, a no ser que se proceda sin légica. Su anticapi- talismo no es sino un individualismo mas radical, un individualis- mo absoluto. Dicen que los extremos se tocan; pero en este caso no es posible ver como se deriva un socialismo real de la doctrina de Marx, sin negarla en su totalidad. “Las ideas se definen por sus contrarios”, en efecto, y “por la reaccién se define la revolucién”. Es posible que en esta forma dialéctica la doctrina de Marx pueda definir el socialismo. También ésta es la forma como es posible que defina a la ciencia, y como pueda ser causa de una actividad revolucionaria e intelectual. Pues en ultimo anilisis, Marx es la reacciOn; su genio y su grandeza son el genio y la grandeza de la reaccion. Anticientifico, irracionalista, subjetivista, antropomérfi- co, individualista, mistico, teologico y dogmatico, su pensamiento no podria haber sido, sin la menor duda, sino la mas portentosa suma de todas las virtudes reaccionarias. Waldo Frank, que es un temperamento sensual y orgiastico por excelencia, y que desde hace mucho tiempo andaba a caza de una teoria mistica, en que inclinaciones por los éxtasis espirituales en- contraran la mas fiel y mas honda correspondencia, después de un viaje a Rusia y de algunas reflexiones oportunas e inteligentes, 43 descubrié que el movimiento comunista fundado por Marx es el que esta mas cerca de colmar sus aspiraciones. Su libro Aurora rusa es una apasionada defensa del marxismo. Debe advertirse que la conversién de Frank al marxismo no puede ser comparable a la de otros intelectuales; por ejemplo, a la de André Gide: si en este ultimo la profesién de fe comunista se distingue por una in- moralidad intelectual manifiesta, y no se sabe cémo distinguirla de la supercheria, en el caso de Frank obedece a los dictados mas intimos de la persona y no podria dudarse de su sinceridad. Waldo Frank no ha sido Ilevado al comunismo, sino por sus pro- pias inclinaciones. Antes y después de ser comunista, su espiritu ha seguido siendo fiel a sus peculiares afectos, ha seguido siendo el mismo. En el alma comunista no ha encontrado sino a su pro- pia alma, y de una manera singularmente licida y penetrante. Al hacerse comunista, no ha violentado ni falseado ni defraudado a su pensamiento; no ha cometido apostasia; ha procedido con una exagerada honradez. En el libro citado expone las razones de su comunismo, y como tampoco adultera ni obscurece ni malinter- preta esta doctrina, su testimonio es incalculablemente precioso para sorprender la verdadera naturaleza y el sentido recondito del pensamiento de Marx. “La demanda esencial del comunismo —dice Frank—, no es la mera abolicién de la pobreza. Todas las formas del socialismo, y hasta el fascismo y la economia dirigida del capitalismo estan de acuerdo en que deben desaparecer la pobreza, el paro, la insegu- ridad de la vejez, etcétera. El programa del comunismo no es pan ni pasteles para todos, ni liberacién de la incertidumbre y de la guerra, todo lo cual podria probablemente asegurarse a los que se resignasen con cualquier otro sistema... (El comunismo) es un movimiento cultural mas fundamental que todos los que han exis- tido a partir del cristianismo.” (Yo subrayo). “Lo que debemos subrayar —dice también Frank— es que la Jorma antiteolégica y el léxico marxista encontraron un objeto in- mediato en el mundo y cristalizaron. Los hombres estan dirigidos por los clérigos; la religion, para el proletario, significaba sumision econémica ante los amos; Dios era algo magico que en la vida fu- tura compensaria el infortunio de la vida terrenal. Era, pues, inevi- table que los marxistas acentuasen el significado simplista de su materialismo, que sw fraseologia fuera antirreligiosa y atea. A pesar de las notas profundamente misticas y religiosas de su dialéctica. 44 Marx ataca a la Iglesia porque quiere ganar para su causa los impul- sos que mueven al hombre a ir a la iglesia. Marx ataca la teologia porque quiere encauzar para la revolucién social la energia dominada por la teo- logia: la energia religiosa. (Aqui subraya Frank.) “Podriamos amplificar el impulso religioso en Marx, analizan- do la analogia entre la justicia marxista como cualidad inherente de vida y la justicia profética, la analogia entre la dialéctica mar- xista aplicada a la historia y aquel sentido de conexi6n organica entre todos los fenémenos, que es el justificante de toda verdade- ra religion, y sobre todo revelando la cualidad ética que Marx asigné misticamente a la naturaleza, imagindndosela como un orden que se en- camina hacia la justicia.” “E] materialismo —dice Frank— no es nada o significa que es- piritu y cerebro son productos de la materia fisica y de los proce- sos fisicos. Y esto no significa nada, a menos que las propiedades del espiritu y del cerebro sean contingentes respecto a las propie- dades de la materia fisica. Este verdadero materialismo tuvo adep- tos en la Grecia y en la Francia del siglo XVIII, y Marx lo rechaz6é desdefiosamente. Volvié a surgir en el sensacional materialismo de Feuerbach que también repudié Marx. La ‘materia’ de Marx no es una ‘causa primera’ (Marx niega las causas primeras): es una esencia organica y se desenvuelve por un proceso organico que Marx llama dialéctica. Pero la dialéctica es un proceso men- tal. Y la ‘materia’ de Marx procede realmente como el espiritu. Progresa por si misma, crea la justicia y la belleza, produce pensa- miento capaz de transformar a su creador y de transformar a la materia. Esta ‘materia’ que encierra latentemente desde sus orige- nes la esencia de la justicia, del conocimiento, del pensamiento creador y de la voluntad y se desenvuelve dialécticamente por su propia naturaleza, no es, en modo alguno, materia. La ‘materia’ que por el hecho de desarrollarse dialécticamente esta viva y es organica, no es, en sentido légico, materia. La ‘materia’ cuyo cre- cimiento orgdnico se orienta en direccién de la justicia, no es, 16- gicamente, tal materia. Esta ‘materia’ es, en realidad, la misma ‘Esencia’ de Spinoza, y hubiera sido mas razonable Ilamarla Dios, como Spinoza, que llamarla ‘materia’.” Las anteriores declaraciones de Frank, que deben de haber te- nido el efecto de hacerle seductor el comunismo a los tempera- mentos puritanos y religiosos que son los hombres y mujeres pro- testantes de los Estados Unidos, tienen, para nosotros, descreidos 45 yjacobinos, como buenos catélicos, el efecto de despojar al pensa- miento marxista de su disfraz cientifico, socialista y revoluciona- rio, y de restituirle, aunque no completamente, su verdadera y an- gelical significacién. No se puede insistir bastante en que Frank es un converso marxista perfecta y excepcionalmente consciente de lo que quiere y de lo que encuentra en el marxismo. Su pasion es tan sincera y tan segura de su conocimiento, que le hace excla- mar: “Rusia es, en nuestros dias, la fortaleza mas destacada en la region del espiritu humano. Debemos defenderla con nuestro es- piritu y, si fuere preciso, con nuestros cuerpos.” Una tal devocion, en un hombre de la inteligencia y de la cultura de Frank, no puede corresponder sino a una nocién precisa de los propésitos marxistas, que él se ha empefiado, valientemente, en presentar clara y licida, librandola hasta de las sombras que provienen del propio pensamiento de Marx. No tiene temor en descubrir los més ocultos motivos de su fe, y aun tiene menos temor que Marx. ¥, si juzgo por los libros y documentos comunistas que he tenido oportunidad de leer, es el primer marxista que, viendo profunda- mente en las causas de su conviccién, no se avergiienza de ser marxista, y aun se avergiienza menos que Marx. Los fundamentos de la conviccién de Frank no pueden con- fundirse: se hace marxista, en virtud de que encuentra en el marxismo una reintegracién total de la existencia humana a la persona de Dios. Para que no sea posible equivocarla, denuncia la apariencia atea y antirreligiosa del marxismo como una ardid lexicografico a que Marx se vio obligado a acudir provisionalmente, con el fin de ata- car a las religiones demasiado complacientes en que los hombres separen de Dios parte de su existencia, que destinan a fines terre- nales, pecaminosos y capitalistas. Y denuncia que, si Marx ataca a la religion, es porque quiere una religién que sea mucho mas in- tegramente, mucho mas inflexiblemente religion, porque quiere una religion que no permita que ni la ciencia, ni el arte, ni la poli- tica, ni la economia anen los propésitos de Dios; porque quiere que ningan hombre y ningin acto del hombre incurra en desobe- diencia y apartamiento de Dios. Frank no lo dice, pero, después de lo que dice, no puede menos que reconocerse en Marx la misma conciencia mistica de Lutero, slo que mucho mas sutil y mas despiadada y piadosamente intolerante. De acuerdo con Frank, el destino de la doctrina de Marx es el de constituir un protestantismo orgdnico, un protestantismo sin libre examen, abso- 46 luto y cat6lico, por dificil que sea concebirlo. Y de ella habria que decir entonces, y no de Nietzsche, de quien lo decia André Gide, que es a lo que deberia Uegar el protestantismo. Pero, si Frank no se equivoca en su percepcion de la esencia re- ligiosa y mistica del marxismo, se equivoca en su juicio sobre los accidentes “antirreligiosos” de la doctrina. Se equivoca por com- pleto al querer definir las causas de que Marx se manifestara como cientifico, antiteolégico, ateo y revolucionario. Pues, sin duda, no habria sido una buena tactica, como Frank lo piensa, que Marx atacara a la iglesia, con el fin de “ganar para su causa los impulsos que mueven al hombre a ir a la iglesia”. Seria absur- do pretender hacer religiosos a los impulsos que ya son religiosos, mediante un camino antirreligioso. No es éste el modo como Marx ha ganado para su causa a Frank. En realidad, Marx ataca a la iglesia, y oculta su significaci6n religiosa, con el fin de ganar para su iglesia los impulsos que mueven al hombre a no ira la igle- sia. Si tiene empefio en dar una doctrina religiosa como cientifi- ca, no puede ser sino con el fin de ganar para ella a los espiritus sensibles al prestigio de la ciencia; como antiteologica, no puede ser sino con el fin de ganarle los espiritus sensibles al desprestigio de la teologia tradicional; y si tiene empefio en dar una doctrina religiosa como revolucionaria, no puede ser sino con el fin de ga- narle los espiritus expuestos a ser seducidos por el prestigio de la revoluci6n. Por este medio, la doctrina de Marx cumple la sutil funcion de que el ateismo no se separe de Dios; de que la antiteo- logia no se separe de la teologia; de que la ciencia no se separe de la ignorancia y de la fe; y de que la revoluci6n no se separe de la reacci6n. Para ser mejor premiado en el reino de los cielos, elabo- ra una ciencia como la agradecen los instintos anticientificos; una antiteologia, como la ensejian los suefos teologales; un ateismo adecuado a las naturalezas misticas; un socialismo que enloquece a los espiritus individualistas; y una revolucién que cautiva a las in- clinaciones reaccionarias. La doctrina socialista no fue sino la consecuencia natural del pensamiento Jaico. Es una doctrina que aspira fundar la sociedad exclusivamente sobre principios econdmicos. Y Frank procede con una admirable penetracién cuando distingue a la doctrina de Marx del socialismo y de cualquier doctrina econémica, para cali- ficarla como un movimiento espiritual, semejante, segun él, aun- que superior, también segin él, al cristianismo. Cuando procede 47 Frank con ingenuidad, es cuando no descubre por qué, teniendo esta naturaleza, el marxismo se finge lo contrario, y se procura una expresi6n de substancia economica. ¢Qué significa que la doctrina de Marx agregue un sentido religioso a la doctrina socia- lista, a la doctrina de la organizacién econdmica de la sociedad? ¢Qué significa que Marx subordine el movimiento laico y revolu- cionario, a la finalidad religiosa y mistica, sefialada por Frank?, pues significa nada menos que la contrarrevolucién. Precisamente, a causa de su finalidad religiosa, el marxismo aparece en el campo econémico, revolucionario y laico que ha es- capado al dominio de la religién. Si no hubiera tenido una finali- dad contrarrevolucionaria, habria aparecido como una doctrina francamente afin a la teologia tradicional, y no habria motivado las investigaciones ni las criticas formales de Frank, que el marxis- mo no podra escuchar nunca. Pues, debido a su caracter exclusi- vamente contrarrevolucionario, el marxismo se empefiara en con- servar sus contradicciones, puesto que en ellas residen su fuerza y su significacion. Seguira siendo dialéctico y materialista; determi- nista e hist6rico; cientifico y psicolégico; antirreligioso y mistico. Su funci6n es preventiva y secreta, como la de toda contrarrevolu- cién: su funcién es la de ser una reaccién religiosa dentro de la revolu- cién, una reaccion que se beneficie con el movimiento revolucionario,; una reacci6n que empuje a la revolucion, diciéndose entre tanto: “Na- die sabe para quién trabaja.” Frank no fue capaz de sorprender este ardid, en el que se ma- nifiesta la admirable grandeza reaccionaria de Marx. Asi, pues, por mucho que deban admirarse la ingenuidad y la entereza inte- lectual con que se adhiere esotéricamente al sentido esotérico del marxismo, no seria oportuno recomendar su ejemplo a los demas marxistas. Seria inutil recomendarles que dejaran de esconder las razones que los hacen marxistas; que abandonaran sus aparentes propésitos socialistas, cientificos y revolucionarios, que se decidie- ron a ver en su materia “la misma Esencia de Spinoza” y a “llamarla Dios como Spinoza, en vez de llamarla materia”. El Universal, 1* secci6n, febrero 25, pp. 3 y 8 marzo 6, p. 3; marzo 18, pp. 3 y 8; y marzo 25 de 1935, pp. 3y 8. 48

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