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PARTICIPANTES EN LA VISITA
ZONAS VISITADAS
Cuentan que cuando Francisco Pizarro bajó de Jauja para buscar un sitio donde fundar una ciudad en
la costa, el cacique de Pachacámac le recomendó el señorío de su cuñado, el cacique del Rímac,
donde había más tierras y abundante agua. Pizarro, convencido, fundó entonces al lado del río la
ciudad de Lima. Cuando la gente de Pachacámac se enteró de lo sucedido, bailó de contenta. “Ahí
van a perecer enmohecidos todos estos castellanos odiosos”, dicen que comentaron. Dieciocho años
después de su fundación, en 1553, el cronista Cieza de León, que no fue tan incauto y recorría el
Perú deslumbrado, escribió así sobre Lima: “Ni llueve, ni caen rayos, ni relámpagos, ni se oyen
truenos, antes siempre está el cielo sereno y muy hermoso”.
Más de 400 años después, por supuesto, ni el tiempo nos ha aniquilado ni el cielo ha dejado de estar
casi siempre sereno, aunque que en ocasiones nos ha dado grandes sorpresas y, varias veces,
causado verdaderos estragos.
Jr. Húsares de Junín 654 – Jesús María Telefax: 461-5566 / 461-5567 - Lima 100
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con el mundo el último día de 1877 y se lo estaba anunciando a los limeños con rayos, truenos y
relámpagos.
El Comercio, para tranquilizar a sus lectores, publicó en su edición de la tarde una documentada nota
en la que explicaba, sobre la base de la ciencia meteorológica, las razones de tan extraño fenómeno
atmosférico y advertía que no había motivos para pensar en el fin del mundo. Antes bien, lo que
preocupaba al Diario eran las consecuencias que esta tempestad tendría para la agricultura.
Lejos estaban nuestros asustados tatarabuelos de imaginar que habían sido testigos de una
manifestación extrema de uno de los 26 fenómenos de El Niño que asolaron el territorio del país en el
siglo XIX y que, en el caso de la precipitación bíblica de aquel 31 de diciembre de 1877, fue uno de
los considerados “de cierta intensidad”.
Algunos años después, en abril de 1891, una intensa lluvia hizo desbordar el Rímac, lo que inundó los
barrios de San Francisco y Monserrate, pero la ausencia de truenos y rayos tranquilizó a todos. Ni
siquiera sospecharon lo que les deparaba ese “cielo sereno y muy hermoso”.
LA CAPITAL A OSCURAS
Casi treinta y cinco años después, el 7 de marzo de 1925, El Comercio daba cuenta de las copiosas
lluvias que en el norte del país desaparecían poblaciones enteras. Días después, el 12, alcanzaba a
sus lectores la noticia más temida: “En la madrugada del martes, a eso de las dos de la mañana,
comenzó a caer sobre Lima un terrible aguacero, en forma violenta e inusitada”.
Era otra vez El Niño “de gran intensidad” que trajo con él, además de huaicos e inundaciones en todo
el país (“La ciudad de Trujillo ha sido destruida” fue el título del 18 de marzo de 1925), truenos y
relámpagos que esta vez nadie confundió con el fin del mundo, preocupados como estaban los
limeños por problemas más terrenales como la falta de subsistencias y la ausencia de los principales
servicios de la ciudad. Por primera vez desde que contaba con ellos, Lima se quedaba sin electricidad
y alumbrado público.
Durante casi dos semanas, las calles de Lima estuvieron entregadas a la oscuridad más absoluta. “A
pesar del soplo de tragedia, Lima presenta un aspecto pintoresco… De pronto, el poderoso foco de
un automóvil rompe la oscuridad reinante y luego otro y otro, para volver enseguida a las tinieblas de
antes”, relata una crónica de ese tiempo. Fieles a nuestra reputación de peruanos ingeniosos, en El
Comercio empezaron a aparecer avisos que resolvían el problema del alumbrado con “una lámpara
de gasolina, muy segura y muy brillante”.
“Lima sufre la mayor lluvia de los últimos 45 años”, informó El Comercio al día siguiente y para nadie
resultó una sorpresa enterarse por el decano de que Lima recibió, durante las cinco horas que duró el
diluvio, 17 litros de agua por metro cuadrado, según el Servicio de Meteorología e Hidrografía.
Llovió y llovió tanto durante varias horas seguidas que más de dos mil viviendas se vinieron abajo, se
anegó por completo la Vía Expresa (lo que la dejó inutilizable durante días), dejaron de funcionar
2.500 teléfonos, hubo 150 amagos de incendio, las todavía jóvenes instalaciones del aeropuerto
internacional Jorge Chávez quedaron estropeadas y la ciudad quedó aislada de otras al punto que
una de ellas, Huaraz, solicitó un puente aéreo con la capital. Pero lo que para muchas personas
constituyó un verdadero espectáculo fue ver en la quebrada de Armendáriz, en Barranco, discurrir el
agua como en cataratas, algo que nuestras madres y abuelas comentaron durante largo tiempo.
Un especialista consultado por El Comercio en aquel entonces dijo que Lima había recibido en esas
cinco horas una cantidad de lluvia como la que suele soportar en el período de ocho meses. De haber
durado un poco más, habría desaparecido o se habría producido una auténtica catástrofe.
El 23 de febrero de 1998, un torrente de piedra y lodo, producido por un huaico, sorprendió a todos.
Las aguas pasaron con furia por Campoy, Zárate, Rímac y el Trébol de Caquetá, y avanzaron hasta
casi llegar a la avenida Perú. En el Rímac, donde el torrente llegó a alcanzar el metro de altura, uno
de los cuatro estacionamientos de la Plaza de Acho quedó anegado. Luego aquel avanzó por los
jirones aledaños y se detuvo en las puertas del Convento de los Descalzos.
Al día siguiente, la impresionante imagen del río de lodo y piedra, tomada desde el aire y que El
Comercio publicó en su portada, le mostraba a todos que ni siquiera la capital del Perú era inmune a
las inclemencias del clima y los caprichos meteorológicos, y que, sobre todo, cuando llueve todos se
mojan. Con vías bloqueadas por el fango y cientos de familias preocupadas por los suyos, el caos y la
desesperación estuvieron a punto de apoderarse de la población, que vio cómo empezaban a
producirse actos de pillaje. El oportuno desplazamiento de militares y la rápida intervención de las
autoridades impidieron que la tragedia cobrara víctimas mortales.
Aunque con menor intensidad, el 27 de febrero de 1997 los limeños habían sido testigos de estos
inusuales fenómenos atmosféricos para la ciudad. En aquella ocasión, tanto los pobladores de
Chosica, Puente Piedra y Carabayllo como los de algunas zonas de La Molina presenciaron por
breves minutos una poco común tormenta de verano acompañada de rayos y truenos.
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En esto de fenómenos inusuales, hay incluso quienes dicen haber visto granizar en Lima. ¿Usted qué
cree?
“Hay sectores vulnerables a las posibles lluvias por la mayor concentración de humedad ya que están
rodeadas de cerros o colinas. Estos son: Carabayllo, Comas, San Juan de Lurigancho, Villa María del
Triunfo y Villa el Salvador”, detalló, la especialista Raquel Loayza, citada por la agencia Andina.
Indicó que “el estar rodeados de cerros y la sobresaturación del terreno, se generan lugares donde la
humedad se satura ocasionando los desprendimientos. Como las casas han sido levantadas sin
orden, podrían venirse abajo unas tras otras. Por ello, enfatizó en que “hay que estar atentos a los
distritos rodeados por cerros y lomas”. Sedapal identificó 15 puntos críticos.
De otro lado, la especialista, pronosticó lluvias de moderadas a fuertes en la región central y sur
del país hasta el 6 de enero. Es decir, los departamentos afectados serían Ancash, Apurímac,
Arequipa, Ayacucho, Cusco, Huancavelica, Huánuco, Junín, Pasco y Puno.
A su vez, dijo que las lluvias provenientes de Junín y Huancavelica entran a Lima por Yauyos,
Huarochirí, Canta y Cajatambo, “trayéndonos humedad, la cual ocasiona el cielo nuboso”. “A pesar
del cielo nublado no se siente frío, se va sentir fresco en las tardes”, agregó.
En los primeros días de 2010, las lluvias en Lima alcanzaron el 50 por ciento del promedio que se
registra anualmente, unos 10 litros por metro cuadrado, según el Instituto Nacional de Defensa
Civil, reseñó DPA
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PROBLEMÁTICA OBSERVADA:
Pasajes peatonales con carencia de muros de contención, que impida el ingreso del agua de
lluvias en las viviendas.
Viviendas de ladrillo crudo, altamente vulnerable al agua.
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FLUJOS DE LODO Y
AGUA
MUROS
NECESARIOS
PROBLEMÁTICA OBSERVADA:
Viviendas ubicadas en laderas de cerros expuestas a torrenteras, que se podrían formar ante
la presencia de lluvias extraordinarias como las sucedidas.
Viviendas de ladrillo crudo, altamente vulnerable al agua.
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PROBLEMÁTICA OBSERVADA:
Viviendas con techos precarios, que ofrecen poca protección a las familias ante la
ocurrencia de más lluvias.
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PROBLEMÁTICA OBSERVADA:
Pasajes peatonales que dificultan el tránsito de las personas, en especial niños, personas de
la tercera edad y madres gestantes. Se complica más en épocas de lluvias porque el terreno
es arcilloso.
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