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(Jos A. Sanchidrin)
Aparte del citado, nos han llegado ms testimonios que parecen dejar
claro que, para los magistrados imperiales, lo ms irritante, por
incomprensible, de esta secta de origen judaico era su absoluto
desprecio por la propia vida, en el caso de que se pretendiera
amenazar sta para conseguir domear su creencia y pertinente
conducta. Semejante resistencia les convirti en un autntico peligro
pblico: con gente as, y llegado el caso, el poder quedaba en
entredicho. Es en este sentido, ms que en el de acabar con la religin
naciente, como hay que entender las primeras persecuciones a los
cristianos. La cosa cambiara desde la ordenada por el emperador
Maximino el Tracio (hacia 235 de NE), cuando se comenz a atacar
directamente a obispos y presbteros, hasta el terrible y sistemtico
intento de Diocleciano por descabezar el movimiento, ya en la primera
dcada del siglo IV.
exclusivo del rab galileo es que solamente a sus discpulos les dio por
proclamar que su maestro haba vuelto a la vida. Y es precisamente
aqu, en la Resurreccin, donde radica el autntico ncleo del
cristianismo. Por supuesto que los hechos y palabras de Jess sern
presentados en una retrospectiva postpascual, como coherentemente
no podra ser de otra manera.
Son muchos los que lamentan que todo lo que nos ha llegado del
crucial acontecimiento me sigo refiriendo a la Resurreccin sean
los precarios testimonios de los ms ntimos seguidores del Nazareno,
a quienes es fcil achacar un traumatizado inters en su memoria.
Huelga decir que de ah a la alucinacin colectiva, incluso a la mera
fabulacin, hay solo un pasito. Lo cierto es que, en lo que se refiere a
este asunto, nos vemos obligados a atravesar el ojo de la aguja de la
certificacin de aquellos humildes pescadores y dems, que tampoco
tuvieron la delicadeza de dejar su indiscutible declaracin por escrito
para la posteridad.
Son varios los estudiosos que insisten en incapacitar por principio a los