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ofici nunca los sacrificios del templo de Jerusaln. El autor de la carta a los hebreos
pone en boca de Jess las palabras del Salmo 40: Tu no quieres sacrificios ni ofrendas, ni
holocaustos, ni vctimas expiatorias, que se ofrecen segn la ley. Despus aade: he aqu
que vengo para hacer tu voluntadY conforme a esa voluntad todos quedamos
santificados por la oblacin del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre (Hb 10,
8-10). Despus de Cristo, ya no hay otro sacrificio a Dios que el de su muerte redentora
en la cruz por obediencia hasta el extremo a la voluntad del Padre. La muerte de Cristo es
as un sacrificio cuyo altar, sacerdote y vctima es l mismo. A partir de este momento, el
culto a Dios en espritu y verdad consistir en la ofrenda de la vida del cristiano al
Padre, intentando cumplir en todo momento su voluntad.
As pues, la vida cristiana no consiste principalmente en la observancia de unos ritos
religiosos, sino ante todo en la conversin al amor a Dios y al prjimo hasta dar la propia
vida, como practic y ense el propio Jesucristo. El escriba que le pregunt a Jess por el
principal mandamiento de la ley comprendi bien la enseanza de Jess: Muy bien,
Maestro, sin duda tienes razn cuando dices que el Seor es uno solo y no hay otro fuera
de l; y que amarlo con todo el corazn, con todo el entendimiento y con todo el ser, y
amar al prjimo como a uno mismo vale ms que todos los holocaustos y sacrificios (Mc
12, 32-33). La novedad del culto cristiano, como ofrenda de la propia vida en
cumplimiento de la voluntad de Dios, la repetir tambin San Pablo cuando afirma: Os
exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que presentis vuestros cuerpos como
sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; este es vuestro culto espiritual (Rom 12, 1).
Sin embargo, siendo esto as, minusvalorar la dimensin sacramental es desconocer la
justificacin obtenida por Cristo y caer en el voluntarismo de que el hombre puede
salvarse a s mismo, llevando una vida moral de servicio al prjimo, pero dejando de lado
la gracia y la redencin por la cruz. Slo desde el encuentro sacramental con Cristo es
posible obtener la renovacin espiritual y la fuerza necesaria para ofrecer a Dios el culto
espritual del hombre nuevo.
En efecto, el cristiano necesita de los sacramentos, especialmente de la espiritualidad
eucaristca, para entrar en comunin de amor personal con Cristo y por l con el Padre,
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