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aunque deban registrarse sus contradicciones o deficiencias. El intento de poner tope a los aumentos salariales que
surjan de las negociaciones colectivas, a fin de evitar un traslado inflacionario, manifiesta la debilidad del Gobierno frente
a los grupos concentrados que forman los precios. No tae demasiado nacional y popular que digamos el llamado a los
gremios para ser responsables en los incrementos que se pacten. Sin embargo, la tirantez qued desactivada, en
parte, por la reforma que se anunci en las escalas de Ganancias, que alcanzan a alrededor de un 70 por ciento de los
afiliados sindicales que figuran como empleados en relacin de dependencia. El clculo gubernamental es que, desde
este mes, esos sueldos se incrementarn entre 4 y 6 puntos porcentuales, a los que deber agregarse un 25 por ciento
promedio de lo negociado en paritarias. Ninguna es cifra que sirva para tirar manteca al techo, y nunca debe perderse de
vista que se habla de los empleados registrados mientras contina vigente un tercio o ms de trabajadores en negro.
Para el caso, empero, no estamos hablando tanto de nmeros como de capacidad de iniciativa poltica. De hecho, el
paro sindical de marzo pasado, anclado nicamente en la modificacin del mnimo no imponible, se revel inspido y no
tuvo repercusin proyectiva alguna. Significa que el mbito de la economa, en el que deben sumarse la estabilidad de
las reservas y la quietud de ese indicador psicopatero que es el dlar blue, muestra sntomas de estabilidad. Cabe dejar
aclarado que esta pintura no es de rosas. Es, simplemente, una verificacin de que, al menos en la coyuntura, el
Gobierno contina teniendo la sartn por el mango.
De otro modo no se explica un nerviosismo opositor que por algo persiste en atrincherarse en andanzas judiciales y
exigencias de que el palo anti K se unifique de una buena vez, so pena de volver a perder las elecciones.