El "Padre Nuestro", sobre el cual tanto se ha escrito, comunica básicamente la idea de que la mejor forma de orar es haciéndolo de una manera ordenada, inclusive siguiendo un plan determinado. El contraste en este contexto era la oración que practicaban los paganos, la cual El Señor quería evitar para sus seguidores ("Y orando no useís vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oidos" Mateo 6:7). Muchas veces ante el Santísimo Dios actuamos como un alumno que no conoce su lección y piensa que con su "verso" puede convencer al profesor, o en el peor de los casos como un lunático que desvaría emitiendo incoherencias. Claro que para justificar estas actitudes erróneas pretendemos que estamos "en el Espíritu", sin tener en cuenta que a Quien estamos faltando el respeto es nada más y nada menos que al Creador y Sustentador del Universo. "Palabrería" en Mateo 6:7 viene de la palabra griega POLULOGIA, que significa literalmente "mucha habla". Es interesante que en la versión griega del Antiguo Testamento (la Septuaginta), se usa en Proverbios 10:19 donde dice: "En las muchas palabras no falta pecado; más el que refrena sus palabras es prudente". Por todo esto es necesario utilizar bien nuestro tiempo de oración, trazando un plan específico de antemano, que sea lo suficientemente elástico para no transformarse en una fría práctica religiosa. Si anotamos aquello que queremos decir al Señor, lograremos un tiempo más fructífero e inteligente. Acerca de esto y contradiciendo a quienes practicaban un estado de éxtasis para la oración, el Apóstol Pablo decía: "¿Qué pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento..." (1ª Corintios 14:15) Sin establecer una pauta rígida, veo en este texto cinco aspectos que El Señor nos anima a buscar por medio de la oración. Si en forma ordenada y decidida oraramos de esta manera, sabiendo de antemano lo que queremos decir, seguramente seremos grandemente bendecidos. Cinco búsquedas en el Padre Nuestro – (Mateo 6:9-13) Buscar Su Presencia "Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre..." (Mateo 6:9) Es necesaria la decisión de tener un tiempo especial para comunicarnos con Dios, y para entrar en Su Presencia, el cual debe estar dedicado a la adoración y la alabanza. Necesitamos expresar el "santificado sea tu nombre" con nuestra forma particular y personal. ¿Hemos considerado Sus Obras, Sus Bendiciones, Sus Características, Sus Atributos, Sus Nombres como un medio para adorarle?. Esto debe ser deliberado, pues indica si verdaderamente queremos comunicarnos con Dios o si tan solo deseamos acercarnos a El para dejarle una lista de aquellas cosas que queremos que haga. Considerar a Dios como si fuera un Papá Noel o nuestro sirviente es una herejía que no puede existir en la vida de un verdadero cristiano. La sociedad perdida en la que vivimos necesita de creyentes genuinos quienes entran en la Casa del Padre cada día y le conocen lo suficientemente bien como poder mostrarle Su Camino. Buscar Su Propósito "Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Mateo 6:10) Muchas veces utilizamos la oración solamente como una ocasión para hacer pedidos, pero en este texto El Señor nos coloca ante otra perspectiva, la de dedicar un período de la misma para buscar Su Voluntad. Según Romanos 12:1-2, la única forma de hacerlo es por medio de una actitud dispuesta de todo nuestro ser para brindarnos en un sacrificio vivo. ¿Debe por lo tanto incluir la oración una renovación permanente de nuestra consagración a El?. Creo que sí, y que está dentro del Plan de Dios que esta sea un medio para librarnos del egoísmo que muchas veces nos domina. Imaginémonos cuanto cambiaría nuestra vida devocional si pudiéramos hacer caso a este modelo y comenzáramos en un espíritu de adoración y entrega genuina. La oración es nuestra parte de la comunicación con Dios, y debe ser hecha conforme a la realidad de que El es Dios y nosotros solamente sus criaturas. Buscar Su Provisión "El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy" (Mateo 6:11) Joni Eareckson dijo en cierta ocasión que ella se consideraba un mendigo diciéndole a los otros mendigos donde está el pan. Es fundamental en nuestro andar diario que vivamos en dependencia de Dios, reconociendo ante El cuales son nuestras necesidades. Este ejercicio espiritual, no solo nos garantiza el cuidado del Señor, sino también nos ayuda a librarnos de una sobrecarga espiritual para poder servirle con mayor efectividad. En un contexto de adoración y entrega irrestricta a Su Voluntad, presentar nuestras necesidades específicas no será algo egoísta, sino una actitud de dependencia. Aunque parezca increíble, tener necesidades para presentar en oración es uno de los medios que tiene Dios para manifestar Su Poder en nosotros. Acerca de eso escribe con claridad el apóstol Pablo en 2ª Corintios 12:7-10, dando como declaración principal que "de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo". Al reconocer en humildad nuestras necesidades y depender enteramente de Dios para encontrar la salida, estaremos transformándonos en mejores siervos de Dios, pues por medio de este ejercicio espiritual, llegaremos a estar capacitados para decirles a los otros mendigos donde está el pan... Recuerde: CUANDO NO PODEMOS HACER NADA, DEBEMOS DEJAR A DIOS HACER TODO Buscar Su Perdón "Y perdónanos nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores" (Mateo 6:12) La palabra "perdónanos" es APHIEMI en griego, y su significado es: enviar afuera, despedir, o remitir (APO: Desde HIEMI: Enviar) El pedido correcto es que Dios se deshaga de nuestros pecados. La vida cristiana debe incluir una conciencia limpia y la única forma de obtenerla es por medio de una auto evaluación permanente, una presentación constante de nuestras culpas ante el Altar de Dios y la purificación que sólo El Señor es capaz de dar por medio de la sangre derramada en el Calvario. Como cristianos comprometidos muchas veces terminamos pensando que estamos obligados a tratar con los pecados ajenos (como también las necesidades, angustias, enfermedades, etc) y que no necesitamos ministrarnos a nosotros mismos. Por ese motivo es común que el pecado que se denuncia con vehemencia desde el púlpito o en la confrontación personal, sea la principal debilidad del denunciante, y en muchos casos sin que este tome conciencia alguna acerca de ello. La única forma de evitar este mal es por medio de un reconocimiento permanente de los pecados cometidos y la búsqueda de purificación de los mismos. Si lo hacemos como Dios quiere, entonces estaremos capacitados para servirle como El se merece. Buscar Su Protección "Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal..." (Mateo 6:13) La frase "líbranos del mal" puede traducirse también: "sino líbranos del maligno" o, "presérvanos del maligno" Que muchas veces no tengamos conciencia de aquello que sucede en los "lugares celestiales", no significa que no haya una lucha espiritual alrededor de nuestra persona y entorno sea este personal, familiar, laboral o eclesiástico. Debemos reconocer el poder que tiene el maligno para intentar forzar nuestra caída, y la necesidad tremenda de la Protección del Señor para cada día de nuestra vida. Cuando el apóstol Pablo describe la lucha espiritual en Efesios 6:10-20 termina exhortándonos a permanecer "orando en todo tiempo con toda oración y súplica". Los extremos siempre son malos, porque nos impiden andar en equilibrio, pues muchas veces para no irnos hacia uno de ellos, nos vamos hacia el opuesto. En cuanto a este tema es posible ver a un demonio detrás de cada árbol, o irse al punto de ignorar decididamente todo lo que La Biblia enseña sobre este asunto. El equilibrio justo es creer literalmente lo que Dios dice en Su Palabra y aplicar aquello que nos enseña, esto es simplemente reconocer que la única protección asegurada es la que nos da El Señor, la cual debemos buscar decididamente por medio de la oración y la comunión con El. CONCLUSION: Hemos considerado el Padre Nuestro como una Guia para tener una oración personal ordenada, y seguramente más allá de estos cinco aspectos cada uno tendrá su propio método para llevar adelante su vida de oración. Lo importante en este caso no es como lo hagamos, sino que sepamos acerca de que estamos orando. Necesitamos cada día un tiempo fresco y fructífero de comunión con El Padre, y no lo vamos a obtener a menos que vayamos decididamente en su búsqueda. El concepto que tengamos acerca de Dios afectará nuestra vida de oración, pues si consideramos que El es un Ser Inteligente, procuraremos comunicarnos con El de una manera racional, en cambio si pensamos que es simplemente energía, poder u otra cosa, entonces solamente precisamos un estado de éxtasis emocional, y en muchos casos irracional. Por supuesto que sabemos que Dios merece nuestro respeto, pues podemos establecer con El una relación inteligente y racional, si no lo hiciéramos así, perderíamos la oportunidad de establecer una comunión íntima con El, lo cual es esencial para nuestro crecimiento espiritual. Para completar estos pensamientos le comparto algo que Francisco Fenelon escribió en el Siglo XVII acerca de la oración que estoy seguro será de beneficio para su vida espiritual y un complemento adecuado a nuestra Búsqueda en el Padre Nuestro: Dígale a Dios todo lo que está en su corazón; como uno se descarga, tanto las alegrías como las penas, ante un amigo querido. Cuéntele sus problemas, para que él pueda confortarle, sus gozos, para que los modere, sus anhelos a fin de que los purifique, sus aversiones a fin de que pueda ayudarlo a conquistarlas, sus tentaciones, para que le sea posible protegerle de ellas. Muéstrele las heridas de su corazón, con objeto de que pueda curarlas, descubra ante él su indiferencia ante el bien, sus gustos depravados por el mal, su inestabilidad... Explíquele cómo el egoísmo le hace injusto con los demás, como la vanidad le tienta a ser hipócrita y cómo el orgullo le disfraza para sí mismo y para la gente. Si de esta manera vacía todas sus debilidades, debilidades, problemas...no le faltará qué decir, nunca agotará el tema (algo que se renueva continuamente) Las personas que no tienen secretos entre si jamás se encuentran necesitados de temas de conversación. No pesan sus palabras ya que no hay nada que guardar del otro. Tampoco buscan que decir. Hablan de la abundancia de su corazón y dicen libremente lo que piensan. Bienaventurados aquellos que alcanzan una comunicación tan familiar y franca con Dios.