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El pas de los 43 no
respira esperanza
Por Juan Mara Alponte
alponte@prodigy.net.mx
http://juanmariaalponte.blogspot.mx/
Mxico el que necesita su palabra pacificadora. Alfonso Reyes lo saba, pero no pudo encontrar la llave maestra,
la voz adecuada para advertir que la cultura es el observatorio ms alto y erguido, de la convivencia.
Seguramente Alfonso Reyes admita esa filiacin cultural, pero no pudo o no supo transformar su prodigiosa
sabidura en un instrumento de mutacin cultural de su
propio pas. Sus tiempos, polticos, en el exterior Brasil
tambin en su experiencia diplomtica- no le incitaron a
asumir que la cultura es una continuidad fraterna que vive,
fundamentalmente, de asumir que lo que se sabe es slo
un camino para saber ms. Mxico, le amedrent. La tarea, lo saba, era inmensa, como la barbarie misma. Su inmensa cultura, su eleccin del saber se qued, en l, como
en un Hamlet congelado.
Entendi bien que la Revolucin abri horizontes
nuevos, pero asumi, en sus vsceras secretas, que la tarea
de defender la conciliacin de la violencia y la arrogancia
del poder requera ms de un Quijote que da un literato
notable. Se equivoc: se necesitaba, de l, un discurso
revelador. No lo tuvimos.
La empresa cultural y poltica era enorme con los caudillos asesinndose entre ellos, valorando el instante sobre
el tiempo, riguroso y aleccionador. Por ello prefiri ser
Hamlet y no el descubridor de las leyes fraternas de la convivencia. Un da me escribi unas lneas en un papel que
conservo: No prestes un libro; no lo devuelven.
Pero ese riesgo es un mensaje, tambin, de escalofro
porque, teniendo toda la razn, se perdi la posibilidad
de enterrar el incumplimiento y llevar a categora tica la
esperanza.
Los 43 normalistas asesinados nos recuerdan, iluminando nuestros das terribles, que en algn momento, una
revolucin cultural destierra las barbaries a sus sepulturas para siempre. Cmo intentarlo? Ni se intenta por la
inexistencia o la fragilidad trgica del Estado de Derecho.
Enterramos y desenterramos sin asumir que la vida es vivir
con los dems. No se ha dejado espacio para esa meditacin. Se paga a un precio, el de la barbarie, que todava no
ha inventado su Quijote, es decir, el otro. La corrupcin
ayuda y forja, adems, que la barbarie sea la Ley. No existe
tragedia mayor para un pueblo.