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Historia,

Memoria y
Autogestión.

Nestor Baumann Santana

1
Nestor Baumann Santana
nestoruy@gmail.com

C Nestor Baumann Santana


Montevideo
1998

Se autoriza la reproducción parcial o total, con el único


requisito de citar la fuente.

2
Historia, Memoria y Autogestión

ABSTRACS

The State controls the memory and History. In order to break this
control it is
necessary to process an alternative historical knowledge, through the
autogestión. The form to process that autogestionario historical
knowledge is in workshop of history, of collective character,
independent and concensuado.
Keywords; History, Controls, Autogestión, Workshop.

RESUMEN

El Estado controla la memoria y la Historia. Para romper este control


es necesario generar un proceso de conocimiento histórico
alternativo, basado en la autogestión. La forma que adquiere este
proceso de conocimiento histórico autogestionario son los talleres de
historia, de carácter colectivo, independiente y concensuado.
Palabras claves; Historia, Control, Autogestión, Talleres de Historia.

3
Introducción.

Este trabajo monográfico recoge algunas de nuestras reflexiones


historiográficas corolario de los cursos realizados en la Cátedra de
Teoría y Metodología de Investigación Histórica, a cargo del Prof.
Carlos Zubillaga, dictada en la Facultad de Humanidades y Ciencias
de la Educación, de la Universidad de la República, de Montevideo,
Uruguay.
En estas páginas procuramos abordar el tema del control ejercido por
el Estado sobre la memoria, como una forma más de dominación.
Pero nuestro propósito no es desnudar esos mecanismos de control
exclusivamente, sino procurar romper con el mismo.
Es imprescindible que la gente logre recuperar su historia, pueda
apreciar las grandes líneas de desarrollo de media y larga duración, y
a la vez se ensaye en común un pensamiento crítico acerca de la
realidad tan escamoteada.
Nietzsche decía que una de las cosas que diferencia al hombre de los
animales, y le otorga su humanidad, es que el hombre tiene historia y
puede contarla. El animal solo olvido, esto le impide crear civilización.
El conocimiento histórico para que sea liberador debe estar integrado
a un proyecto que camine en sentido libertario.
El conocimiento histórico colectivo, autónomo, alternativo,
autogestionario, rompe no solo con ese control estatal sobre la
historia, sino también sienta las bases de futuras acciones.

4
CAPÍTULO 1

Historia necesidad para la vida.

Nietzsche considera que el conocimiento histórico en cierto grado es


necesario para la vida. El valor del conocimiento histórico está en
función del servicio que presta a la vida.
¿Cuál es ese servicio?
Le Goff cree “…que al historiador le corresponde transformar la historia
(res gestae) de carga como decía Hegel – en una historia rerum gestarum
que haga del conocimiento del pasado un instrumento de liberación.”1
“La paradoja proviene del contraste entre el éxito de la historia en la
sociedad y la crisis del mundo de los historiadores. El éxito se explica por la
necesidad que tienen las sociedades de nutrir su búsqueda de identidad, de
alimentarse de un imaginario real; y las solicitaciones de los medios
masivos hicieron entrar a la producción histórica en el movimiento de las
sociedades de consumo. Por otra parte, sería importante estudiar las
condiciones y consecuencias de lo que Arthur Marwich definió como “la
industria de la historia”.”2
También es común reivindicar para la Historia el magisterio.
“Una larga tradición encuentra el sentido de la investigación histórica en su
capacidad para producir resultados que operen como guía para la acción.”3
Ahora bien, entorno a ese magisterio Huizinga señala: “Por cierto, el
antiguo dicho Historia vitae magistra ya no tiene la significación ingenua y
escolar de antes. La Historia ya no nos sirve como arsenal de enseñanzas y
ejemplos. Ya no se le piden “lecciones”, ya no se cree que un político pueda
sacar de la Historia su norma de conducta lista y hecha. No se cultiva la
Historia por su “utilidad”, como si enseñara perfección técnica y justos

1
LE GOFF, Jacques, Pensar la historia, Barcelona, Ed.
Altaya S. A., 1995. Pp. 141.
2
Idem, Idem, pp. 141, 142. Donde cita a MARWICK, A., The
Nature of History, Londres, Macmillan, 1970.
3
PEREYRA, Carlos, “Historia, ¿para qué?”; en PEREYRA,
Carlos, y otros, Historia ¿para qué?, México, siglo
veintiuno editores, sa de cv, 1988. Pp. 12.

5
manejos. Deséase conocer el pasado. ¿Para qué se le desea conocer?
Siempre hay quienes contestan: para prever el porvenir muchos hay
quienes contestan: para comprender el presente. Yo por mi parte, no voy
siquiera tan lejos. Creo que la Historia busca una vista del pasado mismo.
Pero, ¿para qué? Es imposible descuidar el momento final en nuestro afán
de saber. Al fin y al cabo, una y otra vez siempre para “comprender”. ¿Qué?
No las circunstancias ni las posibilidades parciales del confuso presente.[…]
No, no es lo importante la tempestad del oscuro presente, sino el mundo y
la vida misma, en su significación eterna, su eterno impulso y su reposo
eterno. Jacobo Burckhardt lo expresó así: “Lo que fué antes jubilación y
lamentación, debe volverse ahora reconocimiento, como acontece también
en la vida del individuo. Con esto obtiene asimismo un sentido más elevado
y al propio tiempo más modesto la frase Historia vitae magistra. Por la
experiencia no tanto queremos volvernos prudentes (para una vez) sino
sabios (para siempre).”
Concebida así, hase de llamar toda Historia pragmática. Todo el que refiere
algo lo expresa con cierto sentido, da entendimiento, por consiguiente,
enseña, es decir, aumenta la sabiduría.”4
Hay quienes sostienen que no es posible aprender nada de la Historia.
“Los que rechazan la generalización e insisten en que la historia no ocupa
más que de lo único, son quienes, como era de esperar, niegan que de la
historia pueda aprenderse nada. Pero la afirmación de que los hombres
nada aprenden de la historia viene contra dicha por multitud de hechos
observables.”5
Mas adelante Car señala que la “…historia empieza cuando se transmite
la tradición; y la tradición significa el traspaso de los hábitos y las lecciones
del pasado al futuro. Empieza a guardarse memoria del pasado en beneficio
de ulteriores generaciones.”6
Carlos Pereyra afirma que el “…impacto de la historia no se localiza
solamente, por supuesto en el plano discursivo de la comprensión del
proceso social en curso. Antes que nada impregna la práctica misma de los

4
HUIZINGA, J., SOBRE EL ESTADO ACTUAL DE LA CIENCIA
HISTORICA. Cuatro Conferencias., Tucumán, Editorial
Cervantes, 1934?. Pp. 81.
5
CAR, Edward H., ¿Qué es la historia?, Barcelona, Ed.
Planeta-De Agostini s.a., 1984. Pp. 90.
6
Idem, pp. 145.

6
agentes, quienes actúan en uno u otro sentido según el esquema que la
historia les ha conformado del movimiento de la sociedad. La actuación de
esos agentes está decidida, entre otras cosas, por su visión del pasado de la
comunidad a la que pertenecen y de la humanidad en su conjunto.”7
Para Luis Villoro “La historia intenta dar razón de nuestro presente
concreto; ante él no podemos menos que tener ciertas actitudes y albergar
ciertos propósitos; por ello la historia responde a requerimientos de la vida
presente. Debajo de ella se muestra un doble interés: interés en la realidad,
para adecuar a ella nuestra acción, interés en justificar nuestra situación y
nuestros proyectos; el primero es un interés general, propio de la especie, el
segundo es particular a nuestro grupo, nuestra clase, nuestra comunidad.
Por ello es tan difícil separar en la historia lo que tiene de ciencia de lo que
tiene de ideología.”8
La Historia es un intento por dar respuesta a la búsqueda de sentido
de la vida humana.
“La pregunta por la condición humana se enlaza con la pregunta por su
sentido. Necesitamos encontrar un sentido a la aventura de la especie. Para
responder a esa inquietud el pensamiento humano ha intentado varias vías:
la religión, la filosofía, el arte; la historia es otra de ellas. La búsqueda del
sentido no da lugar a un “para qué” del quehacer histórico diferente a los
dos que expusimos antes; está supuesta en ellos. El interés en explicar
nuestro presente expresa justamente una voluntad de encontrar a la vida
actual un sentido.”9
Car señala que es necesario “…recordar aquí la puntualización que
requiere el doble carácter de la historia. Aprender de la historia no es nunca
un proceso en una sola dirección. Aprender acerca del presente a la luz del
pasado quiere también decir aprender del pasado a la luz del presente. La
función de la historia es la de estimular una más profunda comprensión
tanto del pasado como del presente, por su comparación recíproca.”10
Para Carlos Pereyra “La eficacia del discurso histórico (como, en general,
de las distintas formas del discurso científico) no se reduce a su función de
conocimiento: posee también una función social cuyas modalidades no son

7
PEREYRA, Carlos, Op. Cit, pp. 22.
8
VILLORO, Luis, “El sentido de la Historia”, en PEREYRA,
Carlos, y otros, Op. Cit., pp. 41.
9
Idem, pp. 49.
10
CAR, E. H., Op. Cit., pp. 91.

7
exclusiva ni primordialmente de carácter teórico. Sin ninguna duda, pues, el
estudio del movimiento de la sociedad, más allá de la validez o legitimidad
de los conocimientos que genera, acarrea consecuencias diversas para las
confrontaciones y luchas del presente. No hay discurso histórico cuya
eficacia, sea puramente cognoscitiva: todo discurso histórico interviene (se
inscribe) en una determinada realidad social donde es más o menos útil
para las distintas fuerzas en pugna. Ello no conduce, sin embargo a medir
con el mismo rasero las cualidades teóricas de un discurso histórico (su
legitimidad) y su funcionamiento en el debate social: su utilidad ideológico-
política no es una magnitud directamente proporcional a su validez
teórica.”11
La indagación histórica tiene un carácter pragmático que surge de “La
confianza en que hay una vinculación directa e inmediata entre
conocimiento y acción se apoya en la creencia de que la comprensión del
pasado otorga pleno manejo de la situación actual:…”12
La acción de los diversos agentes en el presente está impregnada de
la visión de la historia que permite la comprensión de ese presente.
“Los grupos sociales procuran las soluciones que su idea de la historia les
sugiere para las dificultades y conflictos que enfrentan en cada caso.”13
La búsqueda en el pasado puede tener dos vertientes: por una parte
el interés por justificar nuestra situación, proyectos y acción. Por otro
lado el “…interés en la realidad para adecuar a ella nuestra acción;…”14
“La historia intenta dar razón de nuestro presente concreto; ante él no
podemos menos que tener ciertas actitudes y albergar ciertos propósitos;
por ello la historia responde a requerimientos de la vida presente.”15
El hombre continuamente se pregunta por el sentido de la aventura
humana.
“El interés en explicar nuestro presente expresa justamente una voluntad
de encontrar a la vida actual un sentido.”16

11
PEREYRA, Carlos, Op. Cit., pp. 12, 13.
12
Idem, pp. 13.
13
Idem, pp. 22.
14
VILLORO, Luis, Op. Cit., pp. 41.
15
Idem, Idem.
16
Idem, pp. 48 y 49.

8
Adolfo Gilly señala que un falso conocimiento puede equivocar la
acción.
“Sin embargo, la persistencia a través de las épocas de las varias versiones
simultáneas de la historia indica que el conocimiento histórico es también, y
antes que nada, un discurso adaptado no a una acción única de la
humanidad sobre la naturaleza, sino a diversas acciones de diversos grupos
humanos sobre sí mismos y entre sí.”17

La conciencia histórica del hombre.

François Châtelet, procura definir los rasgos caracteristicos de la


«conciencia histórica ».
Realidad del Pasado. « …considera que éste, en su modo de ser y hasta
cierto punto en su contenido, no es por naturaleza distinto del presente. »18
Se considera a lo ocurrido como ya cumplido pero no ficticio e irreal.
La no actualidad de lo ocurrido no puede identificarse con no realidad.
Pasado y presente son diferentes. El hecho es que los sucesos del
pasado ya ocurrieron y es esto lo que los caracteriza esencialmente.
Marca su pertenencia al pasado y lo diferencia de cualquier episodio
parecido. « La idea de que en la historia haya repeticiones (res gestae), de
que « no hay nada nuevo bajo el sol, » e incluso la idea según la cual se
pueden extraer lecciones del pasado no tiene sentido sino para una
mentalidad no histórica. »19
Dado que el pasado es real y decisivo debe ser estudiado por la
ciencia histórica con métodos científicos.
Châtelet presenta “…al pasado y el presente como categorías al mismo
tiempo idénticas y diversas:…”20
Ángel Castellan sostiene que debe establecerse la distinción entre
conciencia histórica y la conciencia del pasado. La primera “…
construida historiográficamente, sólo puede asirse a través de la
17
GILLY, Adolfo, “La historia: crítica o discurso del
poder”, en PEREYRA, Carlos, y otros, Op. Cit., pp. 198,
199.
18
LE GOFF, J., Op. Cit., pp. 184.
19
Idem, pp. 184.
20
Idem, pp. 184.

9
historiografía. Las nociones adquiridas en la escuela, que integran luego el
patrimonio del saber vulgar resultan de los matices que el pasado fue
adquiriendo en su paso por las generaciones precedentes. Se trata de un
saber a-crítico pero tenaz que afinca en las conciencias y puebla luego las
categorías del lenguaje cotidiano. Esta conciencia del pasado es el motivo
animador de las tradiciones históricas de un pueblo, una sociedad o una
civilización.”21
Por otra parte, el conocimiento del pasado supone en cambio, “…una
actitud crítica privativa de los historiadores. Son ellos los que someten a
prueba las tradiciones, aceptando o rechazando las conclusiones recibidas.
En esta actitud descansa el estímulo de rehacer la historia. En este aspecto,
el punto de partida del conocimiento histórico supone una cierta
preexistencia del pasado tal como se entrega en las tradiciones referidas a
cada problema, tal como se encuentra incluido en las categorías mentales e
historiográficas que se manejan a diario. Si esto es así, toda nueva relación
que se intente con situaciones pasadas debe partir de la conciencia que de
ese pasado tiene el historiador, en cuanto hombre inserto en un medio
social que resultó de la vigencia tradicional de aquéllas. Si logra despegarse
de ese contexto, si supera a través del conocimiento el peso de esa
conciencia de tradiciones es porque entabla un dialogo crítico con las
fuentes de la misma. Como la conciencia de un pasado se forja
historiográficamente, su primer empeño debe ser el de entenderse con la
historiografía de su problema.”22
E. Car señala que ese despertar de la conciencia reflexionando sobre
la historia se realiza en vista de una acción sobre el mundo.
“La historia comienza cuando los hombres empiezan a pensar en el
transcurso del tiempo, no en función de procesos naturales -ciclo de las
estaciones, lapso de la vida humana-, sino en función de una serie de
acontecimientos específicos en que los hombres se hallan comprometidos
conscientemente y en los que conscientemente puede influir. La historia
dice Burckhardt, es “la ruptura con la naturaleza causada por el despertar
de la conciencia”*. La historia es la larga lucha del hombre, mediante el
ejercicio de su razón, por comprender el mundo que le rodea y actuar sobre

21
CASTELLAN, Angel, TIEMPO E HISTORIOGRAFIA, Buenos Aires,
Ed. Biblos, 1984. Pp. 28.
22
Idem, pp. 28 y 29.

1
él. Pero el período contemporáneo ha ensanchado la lucha de una forma
revolucionaria.”23
Para José Luis Romero, es el historiador quien moviliza esa conciencia
histórica. “… el historiador moviliza una conciencia histórica y la nutre con
los elementos de conocimiento, que de otro modo, no son sino meros datos
carentes de sentido.”24
Sin esa conciencia histórica el pasado es un mero conglomerado de
datos que nada dicen.
“Ciertamente, sólo cuando está animado y nutrido por una vigorosa
conciencia histórica adquiere el conocimiento del pasado toda su dignidad y
transcendencia. Sin ella, el caudal de saber permanece estático y alejado de
la palpitante inquietud del hombre; e, inversamente, nada incita a
movilizarlo cuando la realidad no suscita en el espíritu la viva inquietud que
provoca la duda acerca del destino. En cambio, en los momentos decisivos,
cuando se adivina que está en juego lo que constituye el signo de la propia
individualidad histórica, entonces el caudal de conocimientos, tan
abundante o escaso como sea, se estructura al llamado de una secreta voz,
se carga de sentido inequívoco en la conciencia militante y se afirma como
una actitud vital de profundas raíces en el pasado. En ese instante –y sólo
acaso en ése- el conocimiento acumulado adquiere la plenitud de su valor y
se conforma dentro de un sistema de proposiciones inequívocas y
categóricas; pero también en ese momento se formulan los interrogantes
fundamentales, pletóricos de angustia, tras los cuales correrá luego el mero
afán de conocimiento, …”25
Ese despertar de la conciencia histórica señala a un tiempo los signos
de la crisis y el camino por el que se dirige y hacia donde lo hace una
comunidad. Nada como indagar bajo que presupuestos se produce el
conocimiento histórico y en que circunstancias, para conocer la
pasión que anima esa búsqueda.

23
CAR, Edward. H., Op. Cit., pp. 182. * donde cita:
Burckhardt, J., Reflexions on History, (1959), pág. 31.
24
ROMERO, José Luis, Sobre la biografía y la historia,
Buenos Aires, Editorial Sudamericana s.a., 1945. Pp. 174.
25
Idem, pp. 176, 177.

1
“…allí se oculta cierto secreto revelador del alma de la comunidad y
aquellos rasgos que, durante mucho tiempo caracterizarán todas las formas
del conocimiento histórico.”26
Son los momentos de crisis los que despiertan con fuerza la
conciencia histórica.
“Apasionada y militante, la conciencia histórica sólo despierta al llamado de
graves contingencias. Mientras el monótono devenir no suscita en el seno
de una comunidad el problema de su destino, nada mueve al espíritu a
elevarse por sobre el presente para diseñar una ruta que comprometía su
conducta. Por el contrario, cuando una circunstancia inusitada amenaza
alterar las formas vernáculas de existencia, el espíritu –el espíritu
occidental, al menos- adquiere una poderosa tensión y se muestra
apremiado por la necesidad de adoptar una decidida actitud frente a la
realidad circundante, coherente con el sentido de su vida. En el seno de la
comunidad queda entonces planteada una situación de crisis, y el espíritu
se apresta a afrontarla con reflexiva decisión, tras indagar su origen y su
sentido.”27
Según Villoro, “El historiador permite que cada uno de nosotros se
reconozca en una colectividad que lo abarca; cada quien puede trascender
entonces su vida personal hacia la comunidad de otros hombres y, en ese
trascender, su vida adquiere un nuevo sentido.”28
Córdova señala que la historia “…es conciencia colectiva y en ello, más
que en la determinación de los datos del pasado, reside su objetividad y su
poder de convicción. El historiador, en el fondo escribe lo que su tiempo
impone como necesidad y como aspiración en el campo del conocimiento y
de las creencias. No antes ni después, sino en el momento preciso que dicta
el presente de los tiempos.”29

Recuerdo y olvido

E. Car citaba “Un popular y reciente escrito, hablando de los logros de la


ciencia, se refiere gráficamente a los procesos de la mente humana que,
26
Idem, pp. 178.
27
Idem, pp. 179.
28
VILLORO, Luis, Op. Cit., pp. 49.
29
CÓRDOVA, Arnaldo, “Historia, maestra de la política”, en
PEREYRA, Carlos, y otros, Op. Cit., pp. 132.

1
escarbando en el amasijo deforme de los hechos”, observados, selecciona,
compone y sistematiza los datos relevantes observados, desechando lo que
son irrelevantes, hasta que tiene cosido un tejido de “conocimiento”
racional y lógico”* Con algún reparo acerca de los peligros del subjetivismo
exagerado, aceptaría estas palabras como imagen del modo en que trabaja
la mente del historiador.”30
No todo lo que ocurrió en el pasado es recordado. En primer lugar es
necesario que el hecho haya dejado huellas o que halla sido recogido
en un testimonio.
“La primera característica del conocimiento de los hechos humanos del
pasado y de la mayor parte de los del presente consiste en ser un
conocimiento por huellas, para usar la feliz expresión de François
Simiand.”31
De ocurrir esto es necesario que este hecho sea exhumando por
algún investigador y considerado digno de ser recordado. Puede que
luego sea mencionado por otros investigadores.
“Su condición de hecho histórico dependerá de una cuestión de
interpretación. Este elemento interpretativo interviene en todos los hechos
históricos.”32
No todos los hechos del pasado son hechos históricos. Esta selección
la realiza el historiador. Según Carlos Monsiváis la Historia sirve “…
para fortalecer y ampliar la conciencia colectiva; para hacer de la
recuperación y el olvido selectivo del pasado un instrumento de identidad
crítica.”33

30
CAR, E. H., Op. Cit. Pp. 139, 140, donde cita * L. PAUL,
The Annihilation of Man (1944), pág. 147.
31
BLOCH, Marc, Introducción a la Historia, Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, S.A. de C.V., 1990. Pp. 47.
32
CAR, E. H., Op. Cit., pp. 17.
33
MONSIVÁIS, Carlos, “La pasión de la Historia”, en
PEREYRA, Carlos, Op. Cit., pp. 171.

1
CAPÍTULO 2

Historia y pasión.

Sin duda la Historia es una zona del conocimiento donde las pasiones
se desatan con furia.
“Nuestro conocimiento del pasado es un factor activo del movimiento de la
sociedad, es lo que se ventila en las luchas políticas e ideológicas, una zona
violentamente disputada. El pasado, el conocimiento histórico pueden
funcionar al servicio del conservatismo social o al servicio de las luchas
populares. La historia penetra en la lucha de clases; jamás es neutral, jamás
permanece al margen de la contienda” (Chesneaux).”34
Tanto las pretensiones de neutralidad como la manía de enjuiciar son
escollos para el desarrollo de la ciencia histórica. La glorificación de
un personaje como su denostación empobrecen la comprensión y la
búsqueda de las causas profundas de los fenómenos.
“Los juicios de valor inhiben la recuperación de las luchas, sacrificios,
forcejeos y contradicciones que integran el movimiento de la sociedad y
borran todo con la tajante distinción entre los principios del bien y el mal. El
achatamiento del esfuerzo explicativo generado por la propensión a juzgar
limita la capacidad de pensar históricamente. Si, como le gusta recordar a
Vilar, no se puede “comprender los hechos” más que por la vía de “pensarlo
todo históricamente” entonces es preciso ir más allá de la simple
localización de aciertos y fracasos en la actividad de los hombres, para
encontrar en los componentes económico-políticos e ideológico-culturales
de la totalidad social la explicación incluso, de esos aciertos y fracasos. Los
juicios de valor son inherentes a la función social de la historia pero ajenos a
su función teórica. Un aspecto decisivo del oficio de la historia consiste,
precisamente, en vigilar que la preocupación por la utilidad (político-
ideológica) del discurso histórico no resulte en detrimento de su legitimidad
(teórica).”35

34
PEREYRA, Carlos, Op. Cit., pp. 22.
35
Idem, pp. 30, 31.

1
Un mal libro de historia es aquel que no aporta conocimiento,
emoción o fuerza para la acción.
“Lo difícil es concebir un libro de historia que sea sólo saber y no acicate
para la acción y alimento para la emoción, Quizá no exista la historia inútil
puramente cognoscitiva que no afecta al corazón o a los órganos
motores.”36
Dijimos anteriormente que las pretensiones de neutralidad
obstaculizan el desarrollo de nuestra ciencia.
“La parcialidad no significa mentira: significa tomar partido o, también,
apasionarse. Si las relaciones sociales son relaciones de fuerza y si la
historia es historia de la lucha entre las clases y los grupos sociales, tomar
partido no exige faltar a la objetividad. La parcialidad más desinteresada
por alguno de los intereses en lucha, requiere al contrario buscar la
veracidad de los hechos y rechazar la falsedad con la misma severidad con
que el investigador de la naturaleza toma en cuenta tanto los resultados
experimentales que confirman sus hipótesis como aquellos que la
desmienten.”37
La supuesta neutralidad encubre una toma de partido.
“…el grado de objetividad estará fuertemente determinado según que el
interés que guía a la inevitable toma de partido (la supuesta “imparcialidad”
es una toma de partido subrepticia) sea un interés conservador o un interés
crítico hacia el orden de cosas existente.
Dicho esto, la historia, como la crónica, no es justificación, condena, juicio
de valor. Es ante todo narración e interpretación, combinadas pero no
confundidas. Significa reconstruir intelectualmente el curso de los hechos y
explicar por qué fueron así y no de otro modo.”38
Debe existir una suerte de tensión entre subjetividad y objetividad.
“El historiador, para reconstruir con los materiales dados (aparte de saber y
poder reunir los materiales), necesita relacionar su tarea con dos niveles: A)
un método de interpretación general; B) su propia experiencia (vivida,
aprendida o heredada). El primer punto se relaciona con el rigor científico
en su oficio. El segundo, tiene que ver con su calidad de conocedor de seres

36
GONZALEZ, Luis, “De la múltiple utilización de la
Historia”, en PEREYRA, Carlos, y otros, Op. Cit., Pp. 57.
37
GILLY, Adolfo, Op. Cit., pp. 201.
38
Idem, pp. 201, 202.

1
humanos en tanto individuos y en tanto grupos, con capacidad de
acumulación de experiencia vivida (por él o por otros, porque la edad no
siempre es garantía de experiencia y muchas veces lo es de incapacidad de
nueva asimilación).”39
Conocimiento sin pasión es apenas una bandera desteñida. Pero debe
existir un equilibrio consciente de estos ingredientes.
“La reconstrucción histórica debe reproducir el movimiento, la multitensión
(el “multitenso coajuste, como el del arco, como el de la lira”, que decía
Heráclito) que caracteriza el proceso de la historia.. La intensidad de lo
vivido y lo leído, de lo experimentado y lo aprendido, esa tensión entre vida
y conocimiento (empírico o teórico, aquí no importa) cuyo nombre es
pasión; es un ingrediente sin el cual la obra del historiador no pasará de ser
un erudito pan sin levadura.”40

El genio y la Historia

El culto a los héroes determinó el pasaje a un segundo plano de


aquellos que son junto al Gran Personaje cogestores de la historia.
“¿Qué papel le correspondió a las masas en esta distribución de
heroicidades cuya puesta en escena fue responsabilidad compartida de la
historia clásica y de ideólogos como Carlyle y su culto al individualismo
portentoso? En la historia oficial, así se les elogie, las masas rodean las
agonías trágicas, son paisaje fervoroso, la dócil o rencorosa materia que el
héroe guía, o que el héroe contempla con vil indiferencia. Sólo en tanto
voluntades inflamables las masas ingresan a una historia que es en lo
básico, el dominio de los elegidos, el pasmo ante el puñado que va forjando
el destino común.”41
E. Car llama teoría de la historia de la nariz de Cleopatra a la
tendencia a afirmar que lo importante en la historia es el genio
individual.
“Lo que llamaré teoría de la historia de la nariz de Cleopatra, la concepción
según la cual lo importante en la historia es el carácter y el comportamiento
e los individuos, tiene un rancio abolengo. La tendencia a proclamar el genio
39
Idem, pp. 202.
40
Idem, Idem.
41
MONSIVÁIS, Carlos, Op. Cit., pp. 179, 180.

1
individual como fuerza creadora de la historia es característica de las fases
primitivas de la conciencia histórica. Los griegos antiguos gustaban de
bautizar los logros del pasado con los nombres de héroes epónimos
supuestamente responsables de ellos, a atribuir su épica a un bardo
llamado Homero, y sus leyes o instituciones a un Licurgo o un Solón. Igual
tendencia vemos en el Renacimiento,…”42
José L. Romero señala que “Así que ciertos procesos histórico-sociales
que afectan a la comunidad comienzan a simplificarse, y el espíritu colectivo
los elabora hasta reducirlos a un mero acontecer personal. En la vida del
individuo, por otra parte, el plazo del devenir histórico aparece precisado
por el nacimiento y la muerte, y proporciona un esquema suficientemente
simple para la ordenación del proceso histórico como una sucesión de
etapas que se manifiestan como decisiones y acciones individuales.
Por esa adscripción del devenir colectivo a una existencia personal surge el
héroe, producto de una tendencia antropomórfica del espíritu que olvida
muchos elementos históricos y conserva sólo ciertos rasgos asimilables a la
sucesión de hazañas individuales.”43
Esta teoría aumenta su vigor cuando nos acercamos al presente.
“ La teoría del rey bueno y el rey malo, la que hemos llamado de la nariz de
Cleopatra, cobra especial virulencia cuando nos acercamos a tiempos más
recientes. Es más fácil calificar el comunismo de “parto del cerebro de Karl
Marx” (tomo esta flor de una reciente circular de agentes de cambio y
bolsa) que analizar sus orígenes y su carácter;…”44
Individuo y sociedad son nociones inseparables.
“No es que la noción del hombre como individuo induzca ni más ni menos a
error que su noción como miembro de un grupo: lo que induce a error es el
intento de separar ambas nociones. El individuo es por definición un
miembro de una sociedad, o probablemente de más de una sociedad,
llámesela grupo, clase, tribu, nación o lo que se quiera.”45
Lucien Febvre en su famosa obra Combates por la historia, nos
recuerda que la historia es historia del hombre, siempre del hombre.
Pero del hombre en sociedad.

42
CAR, E. H., Op. Cit., Pp. 59.
43
ROMERO, José L., Op. Cit., pp. 24.
44
CAR, E. H., Op. Cit. Pp. 61.
45
Idem, pp. 62.

1
“En mi opinión, la historia es el estudio científicamente elaborado de las
diversas actividades y de las diversas creaciones de los hombres de otros
tiempos, captadas en su fecha, en el marco de sociedades extremadamente
variadas y, sin embargo comparables unas a otras (el postulado es de la
sociología); actividades y creaciones con las que cubrieron la superficie de
la tierra y la sucesión de las edades.”46
Por si alguna duda pudiéramos abrigar, más adelante afirma: “…el
objeto de nuestros estudios no es un fragmento de lo real, uno de los
aspectos aislados de la actividad humana, sino el hombre mismo,
considerado en el seno de los grupos de que es miembro.”47
Los hechos históricos no son actos individuales, hechos de individuos.
“Los hechos históricos son, por supuesto, hechos acerca de individuos, mas
no de acciones de individuos llevadas a cabo aisladamente, ni tampoco de
los motivos, reales o imaginarios, por los que ellos mismo creen haber
obrado. Son hechos acerca de las relaciones existentes entre los individuos
en el seno de la sociedad, y acerca de las fuerzas sociales que determinan,
partiendo de las acciones individuales, resultados a menudo distintos, y a
veces contrarios, a los que se proponían alcanzar aquéllos.”48
Los Grandes Hombres son representativos de su época pero no se
imponen a la historia.
“La opinión que yo quisiera demoler es la que coloca a los grandes
personajes al margen de la historia y los imagina imponiéndose a la historia
en virtud de su grandeza, como “tentetiesos que asoman milagrosamente
de lo desconocido, para venir a interrumpir la continuidad real de la
historia”*.”49
Los individuos destacados son producto y agentes a la vez, del
proceso histórico.
“Lo que me parece esencial es ver en el gran hombre a un individuo
destacado, a la vez producto y agente del proceso histórico, representante

46
FEBVRE, Lucien, COMBATES POR LA HISTORIA, Barcelona, Ed.
Planeta-De Agostini, 1993. Pp. 40.
47
Idem, pp. 41.
48
CAR, E. H., Op. Cit. Pp. 69.
49
Idem, pp. 72.

1
tanto como creador de fuerzas sociales que cambian la faz del mundo y el
pensamiento de los hombres.”50

Los Micrólogos

Le Goff señala que el objetivo de la Historia es ser una Historia global


y total, pero “… en la medida que se constituyen en un cuerpo de
disciplina científica y escolástica, debe encauzarse en categorías que
pragmáticamente la fraccionan. Estas categorías dependen de la evolución
histórica misma: la primera parte del siglo XX vio nacer la historia
económica y social, la segunda la historia de las mentalidades. […] Así la
aspiración de los historiadores a la totalidad histórica puede y debe cobrar
formas diferentes, que evolucionan también con el tiempo.”51
Muchas veces esta situación puede ser impuesta por el estado de la
documentación, cada fuente exige un tratamiento distinto, en algunos
temas existen grandes vacíos documentales, etc.
“Un estudio monográfico limitado en el espacio y en el tiempo puede ser un
excelente trabajo histórico si plantea un problema y se presta a la
comparación, si es llevado como un case study. Sólo parece condenada la
monografía cerrada en sí misma, sin horizontes, que es la hija predilecta de
la historia positivista y de ningún modo ha muerto.”52
Paul Veyne considera que los historiadores han tomado conciencia del
hecho de que todo podía ser objeto de Historia.
“¿Pero es capaz esta historia bulímica de pensar y estructurar esta
totalidad? Algunos piensan que ha llegado el tiempo de la historia en
partículas: “Vivimos la desintegración de la historia”, escribió Pierre Nora,
fundando en 1971 la colección “Bibliothèque des Histoires”. Habría que
hacer historias, no una historia.”53
Car dice al respecto: “Esta herejía es la que tan desbastadores efectos ha
tenido en los últimos cien años para el historiador moderno, produciendo en
Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos una amplia y creciente masa de
historias fácticas, áridas como lo que más, de monografías minuciosamente
50
Idem, pp. 73.
51
LE GOFF, J., Op. Cit. Pp. 47.
52
Idem, pp. 48.
53
Idem, pp. 137.

1
especializadas, obras de aprendices de historiadores sabedores cada vez
más acerca de cada vez menos, perdidos sin dejar rastro en un océano de
datos.”54

Los viajeros indiscretos

El historiador se encuentra inmerso en el curso histórico. Es uno mas


de los individuos que son parte de la historia.
“Hablamos a veces del curso histórico. Diciendo que es “un desfile en
marcha”. La metáfora no es mala, siempre y cuando el historiador no caiga
en la tentación de imaginarse águila espectadora desde una cumbre
solitaria, o personaje importante en la tribuna presidencial. ¡Nada de eso! El
historiador no sino un oscuro personaje más que marcha en otro punto del
desfile.”55
La Historia puede parecerse más a un itinerario turístico que a una
ciencia al servicio de la vida. Sus cultores y consumidores se
transforman en viajeros a los que todo les es ajeno.
“Centenarios, cincuentenarios, sesquicentenarios, simples aniversarios,
conmemoraciones obligatorias. Quizá sea la declinación un genuino sentido
de la historia la que prodiga esas manifestaciones seudohistóricas. Puede
ser también que influya la multiplicación de “lo histórico”, en el sentido de
relatos que fascinan porque no nos conciernen en lo absoluto (la Historia,
turismo sin riesgos; la biografía deleitoso voyeurismo). Como sea, la
combinación de la hegemonía de las ciencias sociales, el culto de lo nuevo
en arte, comercio, tecnología y ciencias, y las múltiples ansiedades que
expresa la “futurología” (planeación, prospectiva, “educación para el año
2000”, puntualizaciones del desastre inevitable y otras formas de astrología
comparada y desmovilización psicológica) han creado la impresión de que la
Historia no tiene ya nada importante que decirnos, así todavía sea capaz de
entretenernos narrativamente. ¡A ver, cuéntame cómo era Napoleón¡”56

54
CAR, E.H., Op. Cit. Pp. 20.
55
CAR, E. H., Op. Cit.. Pp. 47.
56
MONSIVÁIS, Carlos, Op. Cit.. Pp. 173.

2
Sobre los hechos

E. Car señala que el fetichismo decimonónico de los hechos, se


completaba con un fetichismo de los documentos.
“Los documentos eran, en el templo de los hechos, el Arca de la Alianza. El
historiador devoto llegaba ante ellos con la frente humillada, y hablaba de
ellos en tono reverente. Si los documentos lo dicen, será verdad. Mas, ¿qué
nos dicen, a fin de cuentas, tales documentos: los decretos, los tratados, las
cuentas de los arriendos, los libros azules, la correspondencia oficial, las
cartas y los diarios privados? No hay documento que pueda decirnos acerca
de un particular más de lo que opinaba de él su autor, lo que opinaba que
había acontecido, lo que en su opinión tenía que ocurrir u ocurriría, o acaso
tan sólo lo que quería que los demás creyesen que él pensaba, o incluso
solamente lo que él mismo creyó pensar. Todo esto no significa nada, hasta
que el historiador se ha puesto a trabajar sobre ello y lo ha descifrado.”57
Los datos deben ser elaborados por el historiador antes de su
utilización
Carlos Pereyra dice por su parte que “…frente a quienes suponen (con
base en una confusa noción de objetividad donde ésta se vuelve sinónima
de neutralidad ideológica) que la única posibilidad de conocimientos
objetivos en el ámbito de la historia está dada por el confinamiento de la
investigación en un reducto ajeno a la confrontación social, es
imprescindible recordar el fracaso del proyecto teórico encandilado con la
tarea ilusoria de narrar lo sucedido…[…] Es claro, sin embargo, que no hay
descripción (ni siquiera observación) posible fuera de un campo
problemático y de un aparato teórico, los cuales se estructuran en un
espacio en cuya delimitación interviene también las perspectivas
ideológicas.”58
Para la “historiografía científica” el pasado ya transcurrió, es algo fijo
para siempre.
“Para ella, el pasado es un dato cronológico que cristaliza en uno de los
tiempos del paradigma verbal; su notación de un transcurrir exterior que se
da de una vez para siempre. Como ya “fue”, su condición de objeto

57
CAR, E.H., Op. Cit. Pp. 21, 22.
58
PEREYRA, Carlos, Op. Cit. Pp. 15 y 16.

2
circunscripto en el tiempo, de objeto de la gestión historiográfica no ofrece
dudas. Obviamente, el pasado supone una situación que no habrá de
modificarse. En tal contexto, toda posible relación se dará de acuerdo con
su ideal equidistancia: cada historiador, cualquiera sea su instalación
temporal, se abocará al pasado-objeto al modo del biólogo presto a al
vivisección.”59
Toda construcción de una actitud científica se apoya necesariamente
en una teoría del objeto.
“Para la “historiografía científica”, el pasado “fue”. En el supuesto, toda
relación con él será uniforme porque sus “fuentes” no han de variar, porque
se ignora que cada posible pasado sigue transitando en las sucesivas
acogidas que le brinda su capacidad de “proyección”.
Nosotros tenemos por firme –sería otra teoría del objeto- que el pasado
histórico, no el mero pasado, posee tantos rostros como los que puede
otorgarle cada “lectura”, que es como decir cada intención.”60
En esta concepción las “fuentes” son concebidas como mero registro
fotográfico de una situación pasada ignorando que en definitiva una
fuente es solo una lectura posible del acontecer.
“Todo aquello que las primeras “lecturas” fijaron como valores canónicos se
constituyeron en pautas para el juicio posterior.”61
Por otro lado la bibliografía sería el resultado de la gestión del
conocimiento histórico. “… la “bibliografía” es el resultado de una gestión
historiográfica. Aproxima la inevitable y temida intermediación, como si
todo pasado digno de recordarse no fuera ya “intermediado” por sus
mismos protagonistas. En este sentido, el tránsito de una situación pasada
– que se niega en la teoría pero se afirma en la práctica – aparecería
demorado en dos compartimentos-estancos: primero, el “Pasado-fuentes”;
segundo, toda la serie de las “acogidas” bibliográficas.”62
La Ciencia a partir de teoría del objeto organiza la forma de
aprehensión instrumental de ese objeto.
“De donde resulta que todo método genera herramientas conceptuales y
prácticas que, a su vez, suponen un marco teórico que encamina su uso.
59
CASTELLAN, Angel, Op. Cit. Pp. 96.
60
Idem, pp. 97.
61
Idem, pp. 97.
62
Idem, pp. 98.

2
En el ámbito en que nace esta preocupación debe admitirse que la
historiografía tradicional sólo se acogió al segundo aspecto de su exigencia,
descuidando el primero. Y fue así porque dejó al prestigio de las ciencias
físico-naturales la función de transferirle su marco teórico. De esto resultó
que toda situación, circunstancia o proceso pasado fuera visto al modo de
un objeto natural, puesto fuera de la conciencia del historiador, como si
fuera dable repetir aquí la relación e inter-acción objeto-sujeto postuladas
por la gnoseología habitual.”63
Car considera que “…datos y documentos son esenciales para el
historiador. Pero hay que guardarse de convertirlos en fetiches. Por sí solos
no constituyen historia; no brindan por sí ninguna respuesta definitiva a la
fatigosa pregunta de qué es la Historia.”64
Hacer Historia es traer a un presente determinado aspecto del
pasado. Por tanto las preguntas sobre ese pasado surgen a partir de
las inquietudes del hoy.

63
Idem, pp. 101.
64
CAR, E. H., Op. Cit.. Pp. 25, 26.

2
CAPÍTULO 3

Historia Monumental

Luis Gonzalez dice que la Historia Monumental es la Historia


esencialmente pragmática.
“Es aún más pragmática que la historia crítica, es la historia pragmática por
excelencia. Es la especie histórica a la que Cicerón apodó “maestra de la
vida”, a la Nietzsche llama reverencial, otros didáctica, conservadora,
moralizante, pragmático-política, pragmático-ética, monumental o de
bronce. Sus padres son famosos: Plutarco y Polibio. Sus características son
bien conocidas: recoge los acontecimientos que suelen celebrarse en fiestas
patrias, en el culto religioso, y en el seno de instituciones; se ocupa de
hombres de estatura extraordinaria (gobernantes, santos, sabios y
caudillos); presenta los hechos desligados de causas, como simples
monumentos dignos de imitación. “Durante muchos siglos la costumbre fue
ésta: aleccionar al hombre con historias”.”65
Perduró desde la antigüedad clásica hasta nuestros días.
“En el siglo XIX, con una burguesía dada al magisterio, se impuso en la
educación pública como elemento fundamental en la consolidación de las
nacionalidades. En las escuelas fue la fiel y segura acompañante del
civismo. Se usó como una especie de predicación moral, y para promover el
espíritu patriótico…”66
Se practica con intención formativa y es la predilecta de los
gobiernos.
“En nuestros días la recomiendan con igual entusiasmo los profesionales del
patriotismo y de las buenas costumbres en el primero, en el segundo y en el
tercer mundo. Es la historia preferida de los gobiernos.
No hay motivos para dudar de la fuerza formativa de la historia de aula.”67

65
GONZALEZ, Luis, Op. Cit., pp. 64, 65.
66
Idem, pp. 65.
67
Idem, pp. 67.

2
Si bien la Historia Monumental generalmente hace referencia a
políticos, militares, revolucionarios exitosos y santos religiosos,
también se refiere a otros actores. En la Historia Sindical, por
ejemplo, podemos encontrar una Historia épica del movimiento
obrero.
“Pocas modalidades del saber desempeñan un papel tan definitivo en la
reproducción o transformación del sistema establecido de relaciones
sociales. Las formas que adopta la enseñanza de la historia en los niveles de
escolaridad básica y media, la difusión de cierto saber histórico a través de
los medios de comunicación masiva, la inculcación exaltada de unas
cuantas recetas generales, el aprovechamiento mediante actos
conmemorativos oficiales de los pasados triunfos y conquistas populares,
etc., son prueba de una utilización ideológico–política de la historia.”68
Las Historias Nacionales es decir las Historia “oficiales” colaboran en
mantener el sistema imperante sin cuestionamientos.
“Las historias nacionales “oficiales” suelen colaborar a mantener el sistema
de poder establecido y manejarse como instrumentos ideológicos que
justifican la estructura de dominación imperante. Con todo, muchas
historias de minorías oprimidas han servido también para alentar su
conciencia de identidad frente a los otros y mantener vivos sus anhelos
libertarios.”69
Nadie dudó en el siglo XIX del provechoso valor de la Historia de
Bronce.
“El acuerdo sobre su eficacia para promover la imitación de las buenas
obras fue unánime. Una gran dosis de estatuaria podía hacer del peor de los
niños un niño héroe como lo que murieron en Chapultepec “bajo las balas
del invasor”. Quizás el único aguafiestas fue Nietzsche con su afirmación:
“La historia monumental engaña por analogías. Por seductoras
asimilaciones, lanza al hombre valeroso a empresas temerarias” y lo vuelve
temible.”70
El hombre débil puede utilizar peligrosamente la Historia
Monumental.

68
PEREYRA, Carlos, Op. Cit., pp. 22.
69
VILLORO, Luis, Op. Cit., pp. 45.
70
GONZALEZ, Luis, Op. Cit., pp. 65, 66.

2
“Si para los poderosos la reconstrucción del pasado ha sido un instrumento
de dominación indispensable, para los oprimidos y perseguidos el pasado ha
servido como memoria de su identidad y como fuerza emotiva que
mantiene vivas sus aspiraciones de independencia y liberación. Las guerras
entre naciones y poderes políticos, la lucha de clases, las acciones de
conquista y dominación colonial, la opresión de minorías étnicas o
religiosas, todos estos conflictos han sido enérgicos estimulantes de la
imaginación histórica y creadores de colisiones entre versiones
contradictorias del pasado.”71
Toda Historia Oficial dice Gilly es una Historia elaborada por las
Instituciones Oficiales del Estado o sus ideólogos. “Siendo todo Estado,
también por definición, una forma de dominación, el para qué de esa
historia es la justificación y la prolongación de esa dominación.”72
Luego refiriéndose a los trovadores populares, cantores, payadores,
corridistas, etc., afirma lo siguiente.
“Si la historia del canto es auténtica viene de abajo, y abajo están los
dominados. No quiere decir que hay que creer sin más ni más lo que el
juglar nos cuenta, pero sí que hay que comprenderlo: el narrador refiere lo
que su público quiere oír y no puede hacerlo en las ceremonias y las
instituciones amparadas por la Iglesia y el Estado. Es cierto que en su canto
también penetran profundamente la ideología y la moral dominantes, que
son las de toda su época, pero curiosamente distorsionadas por el punto de
vista de los de abajo o de los sometidos.”73
Esta es sin duda una forma de escuchar las voces de los sometidos,
pero existen otras. Ejemplo de ello puede ser, la Historia Oral, las
historias de vida, la historia de las organizaciones de los dominados,
etc.
Para poder escuchar los oprimidos es imprescindible romper el
monopolio que el Estado tiene sobre la memoria y su articulación. En
la actualidad es imprescindible construir la Historia con los
protagonistas.

71
FLORESCANO, Enrique, “La historia como explicación”, en
PEREYRA, Carlos, y otros, Op. Cit., pp. 95, 96.
72
GILLY, Adolfo, Op. Cit., pp. 205.
73
Idem, Idem.

2
“Sin embargo, tanto las clases dominantes en las diversas sociedades como
los grupos políticos responsables del poder estatal, suelen invocar el pasado
como fuente de sus privilegios. De ahí que, como sucede con muy pocas
modalidades del discurso teórico, la historia es sometida a una intensa
explotación ideológica. Si entre las cuestiones básicas a plantear, Pierre
Vilar incluye “1° ¿cuál fue, cuál es el papel histórico de la historia como
ideología? 2° ¿cuál es ya, cuál podría ser el papel de la historia como
ciencia?”,* ello se debe a que, en efecto, la historia se emplea de manera
sistemática como uno e los instrumentos de mayor eficacia para crear las
condiciones ideológico-culturales que facilitan el mantenimiento de las
relaciones de dominación.”74

Historia Anticuario

Podemos nominar esta forma de encarar la Historia con la


denominación Historia anecdótica.
“En la actualidad la especie cenicienta del género histórico es la historia
que admite muchos adjetivos: anecdótica, arqueológica, anticuaria, placera,
precientífica, menuda, narrativa y romántica. Es una especie del género
histórico que se entretiene en acumular sucedidos de la mudable vida
humana, desde los tiempos más remotos. Por regla general escoge los
hechos que afectan al corazón, que caen en la categoría de emotivos o
poéticos. No le importan las relaciones casuales (sic) ni ningún tipo de
generalización. Por lo común se contenta con un orden espacio-temporal de
los acontecimientos; reparte las anécdotas en series temporales (años,
decenios, siglos y diversas formas de períodos) y en series geográficas
(aldeas, ciudades, provincias, países o continentes). Aunque hay
demasiadas excepciones, puede afirmarse que historia narrativa es igual a
relato con pretensión artística, a expresiones llenas de color, a vecindad de
la literatura.75

74
PEREYRA, Carlos, Op. Cit., pp. 23. *Cita a VILAR, Pierre,
Historia marxista, historia en construcción, Anagrama,
1974.
75
GONZALEZ, Luis, Op. Cit. Pp. 57, 58.

2
En la actualidad los historiadores académicos desprecian esta forma
de acercarse a la Historia.
“Herodoto, el que puso la etiqueta de historia al oficio, fue, por lo que
parece, un simple narrador de los “hechos públicos de los hombres”.
Después de Herodoto, en las numerosas épocas románticas. La especie más
cotizada del género histórico es la narrativa.
Aunque en las cumbres de la intelectualidad contemporánea no rifa lo
romántico, emotivo, nocturno, flotante, suelto y yang, que sí lo clásico, yin,
diurno y racional, en el subsuelo y los bajos fondos de la cultura cuenta el
romanticismo, y por ende, la historia anticuaria.”76
Esta forma de acercarse a la Historia vende muchos libros, da
prestigio a sus cultores y mucha “gloria mundi”, como decía
Nietzsche.. Nunca dejamos de sorprendernos cuando escuchamos a
encumbrados historiadores de estas latitudes expresar su deseo de
escribir una historia “del ser íntimo del Hombre”. Expresión jocosa
que algunos popes nacionales suelen pronunciar ante nuestros
bizarros medios de comunicación que procuran darles fama.
Podremos, en todo caso, describir conductas; podrá la psicología
trazar la historia del ser íntimo de tal hombre y no del Hombre. Pero
dejemos estos afiebrados próceres de la historiografía nacional, más
preocupados por su gloria personal y por su aceptación en los círculos
intelectuales funcionales al poder, y hablemos en serio de nuestra
ciencia.
“Muchos proletarios y pequeños burgueses de hoy suscribirían lo dicho por
Cicerón hace dos mil años: “Nada hay más agradable y más deleitoso para
un lector que las diferencias de los tiempos y las vicisitudes de la fortuna.”
Podríamos culpar a villanos o mercachifles u opresores de la abundancia de
historia narrativa en la presente época, pues no se puede negar que los
escaparates de las librerías, los puestos de periódicos, las series televisivas,
los cines y demás tretas de comercio y comunicación venden historia
anticuaria a pasto, en cantidades industriales. Sin lugar a dudas la vieja
historia de hechos se mantiene muy vivaz, especialmente en el cine y en la

76
Idem, pp. 58.

2
televisión. Estamos frente a un producto de aceptación masiva, a una droga
muy gustada, a una manera de dormirse al prójimo sin molestias.”77
La Historia anecdótica se presenta como un freno para la acción
fecunda se trata de una especie de adormecedor.
“Seguramente es una especie de historia que no sirve para usos
revolucionarios. Es fácil aceptar lo dicho por Nietzsche: “La historia
anticuaria impide la decisión en favor de lo que es nuevo, paraliza al
hombre de acción que siendo hombre de acción, se rebelaría siempre contra
cualquier clase de piedad”.”78
A pesar de ello y siendo consciente de sus defectos, la lectura de esta
Historia anecdótica o anticuaria, no deja de ser un deleite para el
espíritu cuando está bien escrita.
“Para el primer historiador la historia fue una especie de viaje por el tiempo
que se hacía, al revés de los viajes por el espacio, con ojos y pies ajenos,
pero que procuraba parecido deleite al viajar. Los que escriben a la manera
de Herodoto nos ponen en trance turístico.”79
La Historia anticuario produce placer, pero además permite evadirse
hacia tiempos mejores, diferentes o simplemente ya transcurridos.
Podemos permitirnos una dosis de evasión siempre y cuando esta no
se transforme en un vicio permanente.
“El que viaja hacia el pasado por libros o películas de historia anticuaria, se
complace con las maravillas de algunos tiempos idos, se embelesa con la
visión de costumbres exóticas, se introduce en mundos maravillosos. La
mera búsqueda y narración de hechos no está desprovista de esta función
social.”80
La Historia anticuaria no solo satisface la curiosidad sobre
costumbres, culturas, formas de vida de los tiempos que fueron, sino
también brinda placer y solaz.
“Que no se diga que no están los tiempos para divertirse sino únicamente
para hacer penitencia. En toda época es indispensable soñar y dormir.”81

77
Idem, pp. 59.
78
Idem, Idem.
79
Idem, pp. 60.
80
Idem, Idem.
81
Idem, Idem.

2
Historia Crítica

Esta forma de enfocar la Historia busca desnudar privilegios e


injusticias.
“Otra especie del género histórico “trata de darse cuenta de cuán injusta es
la existencia de una cosa, por ejemplo de un privilegio de una casta, de una
dinastía; y entonces se considera, según Nietzsche, el pretérito de esta cosa
bajo el ángulo crítico, se atacan sus raíces con el cuchillo, se atropellan
despiadadamente todos los respetos”. Si la historia anticuaria se asemeja a
romances y corridos, la historia crítica parece medio hermana de la novela
policial; descubre cadáveres y persigue delincuentes. Quizá su mayor
abogado haya sido Voltaire,…”82
La Historia crítica desacraliza el poder al mostrar lo humano de las
instituciones.
“Se trata pues de una historia, que como la anticuaria, si bien no adicta a
sucesos muy remotos, se dirige al corazón aunque únicamente sea para
inyectarle rencor o ponerlo en ascuas. No es una historia meramente
narrativa de sucesos terribles ni una simple galería de villanos. Este saber
histórico para que surta su efecto descubre el origen humano, puramente
humano de instituciones y creencias que conviene proscribir pero que se
oponen al destierro por creérseles de origen divino o de ley natural.
Si la historia anticuaria suele ser la lectura preferida en períodos
posrevolucionarios, la denuncia florece en etapas prerevolucionarios, o por
obra de los revolucionarios.”83
A este tipo de historia se le atribuye una función corrosiva.
“Cuando se llega a sentir que el pasado pesa, se procura romper con él, se
trata de evitar que sobreviva o que regrese. La recordación los sucesos de
infeliz memoria contribuye a lo dicho por Goethe (“Escribir historia es un
modo de deshacerse del pasado”) y por Brunschvigg (“Si los hombres
conocen la historia, la historia no se repetirá”). Así como hay una historia
82
Idem, pp. 61.
83
Idem, pp. 61, 62.

3
que nos ata al pasado hay otra que nos desata de él. Este es el saber
histórico disruptivo, revolucionario, liberador, rencoroso. Muchas
supervivencias estorbosas, muchos lastres del pasado susceptibles de
expulsión del presente haciendo conciencia de su cara sombría.” 84

La Historia Crítica alienta a la acción.


“La historia crítica podría llamarse con toda justicia conocimiento activo del
pasado, saber que se traduce muy fácilmente en acción destructora.”85
En lugar de ser fundamento y justificación de las relaciones de
dominación, es un saber liberador que cuestiona y socava la
autoridad.
“La historia aguafiestas es un saber de liberación, no de dominio como la de
bronce. Denuncia los recursos de opresión de opulentos y gobernantes; en
vez de legitimar la autoridad la socava; dibuja tiranos; pinta patronos
crueles de empresas capitalistas; refiere movimientos obreros reprimidos
por la fuerza pública; estudia intervenciones nefastas de los países
imperialistas en naciones frágiles, o destaca los perjuicios de la
sobrevivencia de edades cumplidas. Para sacar adelante ideas jóvenes se
bebe la historia erigida en tribunal que condena, la crítica que corroe las
ideas vetustas. Todos los revolucionarios del siglo XX han echado mano de
ella en distintas formas, con diferentes lenguajes, en especial el
cinematográfico.”86
No siempre la Historia crítica puede destruir toda la tradición injusta.

Los excesos de la Historia

Carlos Marx había señalado que es el hombre quién actúa. “La


Historia nada hace, ni posee una riqueza inmensa, ni libra batallas. Es el
hombre el hombre real y vivo, quien lo hace todo, quien posee y lucha.”87
La Historia parece condenada a tener que demostrar su legitimidad
permanentemente.

84
Idem, pp. 62, 63.
85
Idem, pp. 63.
86
Idem, pp. 63, 64.
87
CAR, E. H., Op. Cit. Pp. 65, donde cita MARX – ENGELS,
“Gesamtausgahe”, I, iii, 265.

3
“A buen seguro, en un mundo que acaba de abordar la química del átomo,
que comienza a sondear apenas el secreto de los espacios estelares, en
nuestro pobre mundo que, justamente orgulloso de su ciencia, no logra, sin
embargo, crearse un poco de felicidad, las largas minucias de la erudición
histórica, harto capaces de devorar toda una vida, merecerían ser
condenadas como un absurdo derroche de energías casi criminal sino
condujeran más que a revestir con un poco de verdad uno de nuestros
sentimientos. O será preciso desaconsejar el cultivo de la historia a todos
los espíritus susceptibles de emplear mejor su tiempo en otros terrenos, o la
historia tendrá que probar su legitimidad como conocimiento.”88
Nietzsche señala la ilusión que se produce muchas veces según la
cual una determinada época posee o encarna valores superiores a las
demás. Así por ejemplo una época determinada puede juzgar que es
poseedora de mayor justicia que otras épocas.
Car por su parte dice que “El historiador serio es aquel que reconoce el
carácter históricamente condicionado de todos los valores, y no quien
reclama para sus propios valores una objetividad más allá del alcance de la
historia. Las convicciones que abrigamos y los puntos de referencia de que
partimos en nuestros juicios son parte de la historia, y son tan susceptibles
de investigación histórica como cualquier otro aspecto de la conducta
humana.”89
Esta afirmación puede ser extensible a las sociedades.
Otro de los peligros que entraña para Nietzsche el exceso de estudios
históricos es el sentido de escepticismo que genera. La suposición de
que el historiador es el hacedor de la Historia sin duda descarta toda
historia objetiva.

88
BLOCH, Marc, Op. Cit. Pp. 13.
89
CAR, E. H., Op. Cit., pp. 113.

3
CAPÍTULO 4

La construcción del objeto

El siglo XIX fue para la Historia el siglo de los hechos. La “filosofía de


la historia” había agotado sus posibilidades. Hija del romanticismo
había nacido con el iluminismo.
“La Europa que se aprestaba a recomponer sus conceptos, segura de sus
pasos en la medida que venía a recoger un siglo de conquistas tangibles
nutridas en el prestigio de las ciencias físico-naturales, formularía un nuevo
estatuto filosófico. Casi sin esfuerzo nacía el Positivismo como expresión de
una renovada confianza en las virtudes del progreso.”90
Es el tiempo de los “hechos” en la Historia.
“Cuando Ranke, en el cuarto decenio del siglo, apuntaba, en legítima
protesta contra la historia moralizadora, que la tarea del historiador era
“Sólo mostrar lo que realmente aconteció (wie es eigentlich gewesen)”, este
no muy profundo aforismo tuvo un éxito asombroso. […] Los positivistas,
ansiosos por consolidar su defensa de la historia como ciencia,
contribuyeron con el peso de su influjo a este culto de los hechos. Primero
averiguad los hechos, decían los positivistas; luego deducid de ellos las
conclusiones.”91
La primacía del dato oculta un equívoco. “…asumir actitud científica
implicaba confiar en el primado del objeto. Un objeto, por lo que pudo verse,
que asumía características universales, que tendía a perder la posibilidad de
ser especificado. A partir de esa convicción, toda posible actitud científica
sólo podía descansar en una correcta relación entre objeto y sujeto, sin
detenerse a examinar –va de suyo- ni las características del objeto ni la
posición espacio temporal del sujeto. De este modo, todo “objeto” era una
solicitación; todo “sujeto” una capacidad –sin distinción alguna- de
registro.”92

90
CASTELLAN, Angel, Op. Cit., pp. 15.
91
CAR, E. H., Op. Cit., pp. 11 y 12.
92
CASTELLAN, Angel, Op. Cit., Pp. 16

3
El historiador no opera con el pasado sino con testimonios, huellas de
ese pasado.
“De acuerdo con el arte óptico que se convertía en ideal de la escuela, el
valor de cada testimonio sería medido de acuerdo con el canon espacio-
temporal: la “verdad” aparecía resguardada por la proximidad entre
determinado acontecer y su registro testimonial, Era como decir, siguiendo
las reglas de aprehensión física, que debía ponerse la mayor confianza en
los testimonios a los que, por vía teórica, menos afectaba la posible
historicidad.
De este modo podía verse que la “historiografía científica” nacía
desconfiando de la historia, haciéndose fuerte en una ficción del sujeto que
transfería las características del objeto sin plantearse la posición del sujeto.
En esta línea de operación, la “historiografía científica” edificaba sus
principios partiendo de un equívoco epistemológico…”93
La historiografía “científica” suponía que saber más era igual a saber
mejor, es decir, el mejor conocimiento equivalía a mayor cantidad de
conocimiento. Como dice Castellan saber más para saber lo mismo.
“Como de acuerdo con el canon adoptado el objeto se imponía al sujeto el
historiador se resignaba –está era la ficción- a ser un pasivo anotador de
circunstancias.”94
Ese naturalismo historiográfico oscila entre la imposibilidad y el
prejuicio.
“Adoptando la primera, se lograba constituir un pasado que era puro
pasado, es decir un pasado de nadie; actuando el segundo, se lograba un
pasado que sólo podía informar un aspecto o matiz del propio presente:
fuera el de una familia, una casta, una clase, o un agrupamiento político-
ideológico. Ambas actitudes sólo en apariencia antagónicas, venían en
realidad a confundirse. En un caso, el pasado era transferido al presente
para operar dentro de él relaciones interesadas aunque encubiertas. Al fijar
“objetivamente” un determinado pasado, éste aparecía como el resultado
de una minuciosa aplicación de medios e instrumentos científicos capaces
de obviar toda deformación ulterior. Lo no aclarado, con el argumento de la

93
Idem, pp. 18.
94
Idem, pp. 20.

3
ciencia y el pretexto de la adquisición definitiva, es que ese pasado-objeto
había sido deformado con antelación.”95
Se daba especial crédito a los documentos escritos en el momento
mismo del acontecer o próximos a él, adjudicándosele un valor
testimonial. En tanto a las posteriores recepciones historiográficas se
les otorgaba un valor mucho menor en su consideración.
“Al respecto, la teoría historiográfica naturalista desdeñaba una verificación
que nos parece esencial. Si el pasado a discernir era un proceso que se
había dado en una trama peculiar, su conocimiento también era la
resultante de un proceso de reconstrucción en el que esa trama se iba
regenerando a través de sucesivos esfuerzos de intelección.”96
Esta historiografía bajo su pretensión de objetividad oculta una
perversa subjetividad.
“En el fondo, detrás de sus severas pretensiones de objetividad, la
historiografía tradicional, inmovilizando el pasado en beneficio de
situaciones presente, sólo consigue caer en la más objetable forma de
subjetividad. Para nosotros, en función de todo lo dicho acerca de ese
continuo “hacerse” del pasado en el tiempo, la historiografía sólo puede ser
el honesto intento de formular un sistema explicativo e interpretativo del
pasado que nos lo presente como una posibilidad -siempre abierta- de
conocimiento.”97
Como señala Car; “El historiador no es el humilde siervo ni el tiránico
dueño de sus datos. La relación entre el historiador y sus datos es de
igualdad, de intercambio. Como todo historiador activo sabe, si se detiene a
reflexionar acerca de lo que está haciendo cuando piensa y escribe, el
historiador se encuentra en trance continuo de amoldar sus hechos a su
interpretación y ésta a aquéllos. Es imposible dar la primacía a uno u otro
término.”98

95
CASTELLAN, Angel, Op. Cit., pp. 22.
96
Idem, pp. 31.
97
Idem, pp. 31 y 32.
98
CAR, E. H., Op. Cit., Pp. 39 y 40.

3
La pretensión de la Historia de ser ciencia

Con Augusto Compte se produce el primer intento de dignificar las


ciencias que habían quedado al margen de la epistemología galileo-
newtoniana.
“La adopción del modelo físico –no arbitraria en quien procuraba poner las
bases de la ciencia social de la que se beneficiaría luego todas las demás-
no dejará de influir en el contemporáneo aflorar de la “historiografía
científica”. En ambos casos se persigue el rigor: tanto en la Sociología como
en el Método, podemos ver un definido propósito de curar la improvisación,
de superar los meros resultados prácticos que podían derivar del gusto o la
inclinación para llegar a la “ciencia”, ya aureolada con un prestigio cuasi
taumatúrgico. Como se verificó después, ese singular venía cargado de
implicaciones.”99
Pasado y naturaleza parecían identificarse.
“Al postularse como “ciencia del pasado”, la historiografía parecía acceder a
su propio “objeto”; lo que no se advertía es que ese “pasado objeto”,
inevitablemente fijado, se confundía con los entes naturales: Pasado y
Naturaleza venían a identificarse, igualando prestigios. Si había ciencias de
la Naturaleza cuya fundamentación epistemológica no se cuestionaba, se
hacía presente ahora una ciencia del Pasado dispuesta a codearse con sus
ilustres antecesoras. Fue el punto en que convergieron diversas
ambigüedades: como no se estaba en grado y situación de apreciar
distingos y sutilezas posteriores, nacía una bien definida confianza en la
posibilidad de operar –vista la identificación del Pasado y Naturaleza- dentro
del contexto gnoseológico habitual:…”100
Esta nueva ciencia surgía entonces con dos falencias; ausencia de las
características de su objeto, así como de la particular posición del
sujeto.
Mucho le debe la Historia a Ranke y sus seguidores. Sin embargo
como dice Castellan: “nace con ellos el estatuto de un oficio, pero nace
fallido por la adopción de una metodología que corresponde a otro tipo de
inquisiciones. Al no cuestionarse epistemológicamente, la historiografía se

99
CASTELLAN, Angel, pp. 16.
100
CASTELLAN, Angel, Op. Cit., pp. 17.

3
queda sin objeto propio, dobla con cierta fatiga el aparato conceptual de la
ciencia física.[…] En síntesis, de acuerdo con el modelo elegido, venía a
predicarse como exterior y ajeno a la conciencia de quien se abocaba a su
consideración. Con esto se dejaban de lado algunas verificaciones
importantes. Por ejemplo, que en la relación historiográfica la distancia
entre sujeto y objeto sólo puede ser ideal, puede ser postulada pero no
vivida. Entre sujeto y objeto se da una comunicación que deriva del hecho
de estar ambos inmersos en el flujo del producirse histórico temporal.”101
El historiador actúa desde su presente; emite juicios, elige un tema y
desdeña otros, selecciona hechos, etc.
“En historiografía -ésta es la idea- el observador es parte del proceso que
observa, es un resultado del mismo. Con lo que venimos a decir, al mismo
tiempo que el juicio del historiador es siempre un fallo o una toma de
posición desde adentro. Predicarle exterioridad, ponerlo objetivamente
fuera del proceso significa poco más o menos, privarlo de la esencia del
oficio.”102
Los supuestos epistemológicos del positivismo daban satisfacción a la
Historia. Si la aprehensión correcta del pasado se veía obstaculizada,
ello se debía sin duda al manejo deficiente de las técnicas y del
método científico, es decir de los instrumentos.
“Todo consistía en saber cómo podía recuperarse el pasado mediante el uso
adecuado de la metodología vigente. Esta historiografía sin problemas
teóricos era, especialmente, una historiografía que no cuestionaba los
supuestos mismos que parecían fundarla. Si puro método por un lado, por el
otro aparecía como una historiografía que ignoraba la urgencia de
plantearse problemas que hicieran una metodología del pensamiento
histórico. Parecía ésta una tarea de filósofos, es decir una gestión teórica
que se planteaba fuera del marco de los contenidos específicos y dentro del
ámbito de la función reguladora que se otorgaba a la filosofía.”103

La función de la Historia

101
Idem, pp. 33.
102
Idem, Idem.
103
Idem, pp. 36.

3
Castellan señala muy duramente la insatisfacción que produce cierta
historiografía. “Cuando el médico no satisface para que existe.”104
En los últimos tiempos se observa una preocupación muy marcada
por los aspectos teóricos de la Ciencia Histórica, en especial aquellos
referidos a la función social que cumple nuestra ciencia. Quizá tenga
que ver con el avance conservador en el mundo entero, tal vez con la
utilización que hicieron de la Historia las dictaduras americanas, y las
europeo-orientales. Las causas pueden ser otras, la necesidad de dar
respuesta a las interrogantes del hombre común de nuestros días,
etc.
“Es que el hombre cotidiano, aunque no siempre lo tenga en claro, por
oscuro presentimiento no aspira a saber lo que pasó sino cómo él y los
suyos –es decir la comunidad de la que forma parte- vino a ser lo que es:
persigue en tal sentido, un saber autobiográfico en términos sociales. Aquí
estaría la respuesta al interrogante planteado: el mismo hombre que
participa de todo lo que le brinda la sociedad contemporánea –los ejemplos
podría multiplicarse- no lee historia.”105
El hombre no es independiente de su pasado.
“…el hombre de nuestros días sabrá que su ser social no es independiente
de la constitución de circunstancias pasadas que crecen en él a medida que
actúa y transcurre su propia historia. Así concebida, la “lectura”
historiográfica se convierte en agente de una conciencia social que encarna
en términos reales el proceso de su propio pasado, que es como decir la
conformación de su propio presente en todo el conjunto de expresiones que
animan y dan sentido a su vida cotidiana.”106
Existe una relación entre el pasado y el presente. El pasado cesa de
ser visible cuando se desvanecen las circunstancias actuales que le
convocaron.
“Esta interacción entre pasado y presente es lo que se ha llamado la función
social del pasado o de la historia.”107

104
Idem, pp. 82.
105
Idem, Idem.
106
Idem, Idem.
107
LE GOFF, J., Op. Cit., pp. 29.

3
La relación pasado-presente es bidireccional. La función de la Historia
es fomentar una comprensión tanto del pasado como del presente. Si
bien en principio la función reservada a la Historia fue la de mantener
el recuerdo de los acontecimientos considerados memorables. Por
otro lado, y casi desde el comienzo se le adjudico a la Historia un
magisterio sobre la vida. La Historia procura guiar nuestras acciones.
Sin embargo nos encontramos que en el seno de la misma sociedad
coexisten visiones antagónicas de su pasado.
“Ello no tiene que ver sólo ni primordialmente con la inmadurez de la
historia (como proyecto analítico con pretensiones explicativas y no de
mero relato descriptivo) con la pluralidad de modelos teóricos enfrentados:
es también resultado de la división social y del consiguiente carácter
fragmentario de lo que interesa a las diferentes corrientes recuperar en el
pasado. La existencia de un sistema de dominación social implica en sí
misma formas diversas de abordar el examen de la realidad, incluido el
movimiento anterior de ésta.”108
Según Pereyra existe una función teórica y otra social de la Historia
que son complementarias.
“La función teórica de la historia (explicar el movimiento anterior de la
sociedad) y su función social (organizar el pasado en función de los
requerimientos del presente) son complementarias: el saber intelectual
recibe sus estímulos más profundos de la matriz social en permanente
ebullición y, a la vez, los conocimientos producidos en la investigación
histórica están en la base de las soluciones que se procuran en cada
coyuntura. Esta complementariedad, sin embargo, no elimina las tensiones
y desajustes entre ambas funciones.”109
La Historia permite mantener y afianzar la cohesión de una
colectividad. “La historia al explicar su origen, permite al individuo
comprender los lazos que los unen a su comunidad.”110
En tiempos como los que vivimos donde las diversas culturas locales
y regionales son avasalladas por pautas culturales de grupos
dominantes en el ámbito mundial. Se hace imprescindible el

108
PEREYRA, Carlos, Op. Cit., Pp. 27.
109
Idem, pp. 28.
110
VILLORO, Luis, Op. Cit., pp. 43.

3
conocimiento de la Historia para restablecer un dialogo en pie de
igualdad entre las diversas cultura. Vamos camino hacia una cultura
mundial, es bueno si conviven y se respetan las formas culturales de
cada pueblo y región. Es decir si las autonomías culturales son
respetadas, en caso contrario será nuestro deber colaborar con su
restablecimiento. El conocimiento de la historia puede ser un
elemento que vigorice esas autonomías.
“Ninguna actividad intelectual ha logrado mejor que la historia dar
conciencia de la propia identidad a una comunidad. La historia nacional,
regional o de grupos cumple, aun sin proponérselo, con una doble función
social: por un lado favorece la cohesión en el interior del grupo, por el otro,
refuerza actitudes de defensa y de lucha frente a los grupos externos.”111

Historia y Presente

El pasado depende parcialmente del presente. Desde esta óptica toda


Historia es Historia contemporánea. Esta es una idea fecunda y
peligrosa a la vez. Es fecunda porque es cierto que se parte del
presente, con todo el bagaje del hoy, para preguntar al pasado. Pero
es peligrosa si se sostiene como lo hace Croce, quien supone que;
desde el momento en que el pasado puede ser repensado y rehecho
constantemente, no se encuentra en el tiempo. Por el contrario se
trata de una constante interpretación del presente. Este extremo
idealismo termina por negar la Historia.
“Ahora se sabe que el pasado depende parcialmente del presente. Toda
historia es contemporánea en la medida en que el pasado es captado desde
el presente y responde a sus intereses. Esto no es sólo inevitable, sino
también legítimo. Como la historia es duración, el pasado es al mismo
tiempo pasado y presente. Corresponde al historiador hacer un estudio
“objetivo” del pasado en su doble forma. Cierto, comprometido como está
en la historia, no podrá alcanzar una verdadera objetividad, pero no es
posible ningún otro tipo de historia. El historiador realizará progresos en la
comprensión de la historia, esforzándose por ponerse en discusión a sí

111
Idem, pp. 44.

4
mismo, precisamente como un observador científico tiene en cuenta las
modificaciones que eventualmente aporta al objeto en observación.”112
La historiografía positivista al identificar Pasado-Naturaleza
inmovilizaba ese pasado y lo congelaba en un lugar sin tiempo.
“De aquel identificarse de Pasado y Naturaleza, […] nacía la noción de un
pasado uniforme e inmóvil sujeto a recepción; de un pasado que, aunque se
pretendiera histórico, escapaba a las exigencias del tiempo y su
trascendencia. Así el pasado –un pasado sin definición, aunque no podía
dejar de ser un determinado pasado- se convertía en un ente susceptible de
aprehensión. Conocerlo, aclararlo, enriquecerlo, sólo admitía una
posibilidad: en cuanto ente físico podía ser ampliado o achicado; acerca de
él se sabría más o menos en la medida que se aplicara el método para
lograr determinadas cantidades de conocimiento.”113
Aunque no se admita, la inmovilización del pasado obedece a
elecciones y preferencias que se realizan en el presente.
“Así, traído de la mano con el argumento de la ciencia, se cuela una nueva y
sutil forma de pragmatismo, aplicado ahora no ya a las “lecciones de la
historia” sino a conservar –con el apoyo prestigioso de un pasado construido
ad hoc – las situaciones presentes que entiende resguardar.
Un pasado al que se finge inmóvil, puro objeto de observación al que se
reserva para que no aflore su condición temporal, no puede menos que
convertirse en un modelo. Estamos ante una inesperada resurrección del
tiempo mítico: el pasado de la “historiografía científica” reviste los
caracteres de aquel temporibus illis que cumplía con ser el sagrado
reservorio de las instancias fundadas de una comunidad, posible objeto de
veneración pero no de ciencia.”114
La historiografía positivista procura cerrar ese pasado al que supone
aprehendido de una vez y para siempre en cada tiempo y
circunstancia.
“La pretensión, típica de la historiografía naturalista, de conquistar
definitivamente el pasado, descansa en la suposición de que cada una de
las múltiples y posibles situaciones pasadas, concebidas como “entes”,
pueden concurrir ante convocatorias que tiene un cierto aire ritual. De

112
LE GOFF, J., Op. Cit., pp. 52.
113
CASTELLAN, Angel, Op. Cit., pp. 18.
114
Idem, pp. 26.

4
acuerdo con esa línea operativa, cada concreta y determinada situación del
pasado se convierte en cosa juzgada que no necesita de nuevas lecturas,
salvo el caso de un nuevo legajo sometido a proceso. Es como decir –
insistimos- que toda posible nueva relación con el pasado sólo puede darse
a través de una ilustración cuantitativa.”115
Esa situación de intercambio entre pasado – presente, presente –
pasado, supone tomar partido frente a situaciones presentes. En esa
medida el pasado continúa siendo “…un pasado histórico no es nunca lo
que “fue” sino lo que cada recepción historiográfica hace que sea. Las
circunstancias que fueron “en” el tiempo no logran recuperarse más que
”con” tiempo, de donde se ve que la temporalidad es la condición
indispensable tanto del “producirse” como del “hacerse” de la historia, no
son más que enfrentamientos que apuntan al “hacerse” historiográfico, es
decir al modo como se conquista la entidad del pasado.”116
El pasado aparece tan inestable como el presente. No sólo en la
medida que también fue presente, sino también por su complejidad y
variedad. Para que se vuelva a corporizar es necesario que un
problema lo solicite desde el presente.
“Desde luego, ese problema no aparece porque sí, nace en la conciencia del
historiador cuando éste encuentra en su presente circunstancias que
“simpatizan” con las anteriores. Sólo entonces se pregunta e interroga,
siente la necesidad de acceder al presente-pasado. Accede porque el
problema que se le presenta es la llave para abrir una puerta, la que da un
preciso territorio que no existiría sin la presencia del historiador. Todo
problema supone un cuerpo de interrogantes que ha de conformar un
territorio, la jurisdicción que ha de restaurarse, que no se hace presente sin
esa condición. Esto supone la presencia de un pasado plástico y móvil, de
un pasado que no existiría sin los presentes-futuros que se muestra capaz
de engendrar, que será tal o cual según sea el interés que mueve su
solicitación: tal cual nazca con el problema, se nutra con los interrogantes y
vuelva a vivir.”117
El pasado se encuentra en una constante interpretación,
reinterpretación y construcción.
115
Idem, pp. 26.
116
Idem, pp. 30.
117
Idem, pp. 34.

4
“El pasado es una construcción y una reinterpretación constante, y tiene un
futuro que forma parte integrante y significativa de la historia. Lo cual es
verdad en un doble sentido. Ante todo porque el progreso de los métodos y
técnicas permite pensar que una parte importante de los documentos del
pasado está aún por descubrirse. Parte material: la arqueología descubre
incesantemente monumentos ocultos en el pasado, los archivos del pasado
siguen enriqueciéndose sin tregua. Pero también nuevas lecturas de
documentos, frutos de un presente que nacerá en el futuro, deben asegurar
una supervivencia -mejor dicho una vida- al pasado que no ha “transcurrido
definitivamente”. Así que a la relación esencial presente-pasado hay que
añadir el horizonte del futuro.”118

La comprensión del pasado

Lo esencial es el punto de partida del historiador y no el cuerpo de


testimonios. Ese punto de vista se nutre de la vida y de su presente.
Es importante saber si parte o no de un nuevo cuerpo de problemas.
Esa solicitud que impele al historiador a preguntar surge a partir de
un corpus de problemas que sin duda tiene algo que decir.
Sí los problemas, así como el modo de pensar y de sentir, son viejos
el producto que nace será mera reiteración. No importa el quantum
documental y el bagaje erudito que se exhiba. Por el contrario, sí
parte de nuevos problemas lo producido abrirá nuevas brechas.
“Los interrogantes que comienzan a desfilar empujan al historiador, le
exigen una “re-lectura” de todos aquellos materiales en apariencia ya
conocidos. Le imponen cualificar vías de acceso que habían permanecido,
por así decir, en estado de mudez o neutralidad. Como ningún documento
vale por sí mismo, muchas veces permanece mudo durante siglos. Puede
estar presente, édito en los términos conocidos, pero ignorado para todo
aquello que no se le haya preguntado. Esas áreas de silencio comienzan a
cobrar vida cuando reciben una cualificación que nace con las nuevas
preguntas que el historiador le formula. Así, con naturalidad, se puede pasar
de una historiografía del objeto, que abruma al protagonista, a una

118
LE GOFF, J., Op. Cit., pp. 28.

4
historiografía del sujeto que pone el acento en la ineludible presencia del
historiador, que admite la teoría y las hipótesis, que abre paso a una actitud
epistemológica sin la cual toda posible ciencia no tendría el menor
sentido.”119
De acuerdo con este argumento el historiador deja de ser un mero
aparato de registro, para transformarse en “…factor esencial para
determinar la posibilidad que tiene todo testimonio de alcanzar determinada
audiencia.
Publicado o no, un testimonio nada dice antes que un historiador le formule
las preguntas adecuadas. Por eso, en el conjunto de incógnitas puestas a su
disposición hay largos silencios que sólo podrán quebrarse cuando el
historiador exija respuestas a los interrogantes que formula. Y no parece
dudoso que los mismos algo tengan que ver con su aparato mental e
ideológico, con los instrumentos en que apoya su análisis racional y
sensible, con los recursos de su inteligencia: en una palabra, con las voces
de su tiempo.”120
En la historiografía tradicional las fuentes existen dadas de
antemano. En la historiografía de problemas las fuentes se
constituyen en la misma medida, y simultáneamente con el objetivo
de la investigación. Dependiendo ésta de los problemas e
interrogantes planteados por el historiador. No basta con formular un
problema, acto inicial pero insuficiente. A partir de él comienza la
labor de reconstrucción y delimitación del campo, donde los
interrogantes cobran sentido.
La Historia “…no puede demorarse en lo episódico y circunstancial,
alcanzará su inteligencia en el reconocimiento de entramados significativos
y trascendentes, aquéllos que nos llegan con algún interrogante que les
invita a nacer.”121
En los parámetros válidos para la historiografía positivista, ella
encuentra, descubre, pero no “accede”.
“Acceder significa tener conciencia de la constitución de una esfera del
acontecer que, paradójicamente, es previa y posterior a la presencia del

119
CASTELLAN, Angel, Op. Cit., pp. 24.
120
Idem, pp. 25.
121
Idem, pp. 35.

4
historiador. Es previa, en cuanto supone que sus circunstancias se dieron en
otro tiempo; es posterior en cuanto su latencia no corporizaría sin la llave
que supone el interrogante que se formula. Con esto venimos a decir que el
“objeto” puro de la física debe tornarse aquí solicitación; en cuanto tal, es
objeto posible, reserva potencial de testimonio a solicitar. Por eso, si en la
ciencia física el objeto tiene primacía sobre el sujeto, en nuestro campo es
sólo el sujeto el que lo hace posible, dotándolo, con adecuados
interrogantes, de la entidad provisoria que, en cada momento, corresponde
a su condición.”122
Si dejamos de lado la perspectiva de la historiografía tradicional y “…
planteamos nuestra relación con el pasado como un proceso de
comunicación, vamos a observar que los obstáculos e interferencias para la
tarea del historiador no se presentan en los aledaños de la situación a
reconstruir sino en las etapas de su recepción historiográfica. El pleito y las
dificultades, lejos de nacer en la región inmediata de los testimonios, se
instalan en el largo camino de la mediación; es decir que, en sus
implicaciones profundas, el diferendo crea un problema de comunicación
intelectual. Ese es el momento en que puede advertirse el obstáculo del
ruido.”123
Los ruidos se interponen entre el historiador y lo que se pretende
conocer.
“En este caso, conviene precisar, el “ruido” puede ser provocado por un
personaje, una institución, una ideología, un acontecimiento, un proceso.
Tales “ruidos” se yerguen entre el historiador y lo que pretende conocer,
impidiendo que pueda escuchar las voces que persigue. Aquí también
puede advertirse el segundo efecto al que aludimos más arriba. Toda vez
que el historiador vuelve a su tarea, su oído rebota en la banda del “ruido
interferente. Con viejos nuevos documentos el “ruido” domina su gestión,
va y vuelve del ruido al ruido; es decir, no llega, aunque lo crea, al
conocimiento de lo que se propone saber. Esto explica la reiteración de
viejas categorías historiográficas, no conmovidas por los avances de la
erudición; el ruido no obstaculiza el crecimiento cuantitativo del saber, pero
sí interfiere sobre la capacidad para cualificar, sobre la posibilidad de

122
Idem, Idem.
123
Idem, pp. 39.

4
plantear nuevos problemas, de formular interrogantes sin los cuales no hay
crecimiento cualitativo.”124
Estos ruidos generan un saber reiterativo, esto ocurre en la
historiografía tanto como en la filosofía y la ciencia. Se trata de un
saber más para saber lo mismo. Para evitar esto, para que la
comunicación con el pasado no sufra la interferencia de esos ruidos,
es imprescindible una metodología que permita acallar los ruidos.
“Y esta metodología sólo podrá edificarse si se escuchan atentamente las
voces del propio tiempo, esas voces acalladas por los ”ruidos” cuya
estridencia, aunque secular, ya no conforma. Así, yendo de las voces del
presente a los silencios del pasado, se entablará el diálogo que desnudará
los cimientos artificiales de aquellos supuestos nacidos de los grandes
“ruidos” interferentes.”125
El verdadero tema del historiador es su presente. Si bien se rescatan
situaciones pasadas, desde el pasado se “inquiere acerca de su
progenie”, como dice Castellan.126 Busca y rescata aquel pasado que
venga a fundarla, que la constituya, que la convalide, y que le sirva
de sostén.
“La Historia adquiere significado y objetividad sólo cuando establece una
relación coherente entre el pasado y el futuro.”127
Ahora bien todo hombre es el resultado de la conformación histórica
de su comunidad. Pero su ser bio-psíquico es tan histórico como su
ser social, de esto no se debe colegir ningún determinismo. Sin
embargo el hombre no es el resultado del pasado exclusivamente, ni
siquiera de todo el pasado. El historiador debe saber esto muy bien.
Él selecciona desde “su” presente, aspectos de ese pasado. Nosotros
somos una minúscula partícula del acontecer cósmico aquí y ahora.
Nuestro presente es acotado. Desde ese presente acotado por
múltiples condicionantes realizamos los requerimientos siempre
parciales al pasado.

124
Idem, pp. 39, 40.
125
Idem, pp. 40.
126
Idem, pp. 62.
127
CAR, E. H., Op. Cit., pp. 176.

4
Esa selección se hace a partir de un marco de preferencia en el que
se integran nuestras vivencias, nuestra filosofía, nuestros modos de
obrar, pensar y sentir.
“…ningún historiador cuerdo intenta nada tan fantástico como abarcar “el
conjunto de la experiencia”; no puede abarcar más que una reducidísima
fracción de los hechos, aun dentro de su sector propio o del aspecto de la
historia que ha escogido. El mundo del historiador, lo mismo que el mundo
del científico, no es copia fotográfica del mundo real, sino más bien modelo
operativo que le permite, con eficacia variable comprenderlo o dominarlo. El
historiador destila de la experiencia del pasado, o de tanta experiencia
pasada como llega a conocer, aquella parte que le parece reducible a una
explicación y una interpretación racionales, y de ello deduce unas
conclusiones que podrán servir de guía para la acción.”128
Recordemos lo que Nietzsche señalaba sobre el olvido, afirmando que
sin olvido no se puede existir, este es tanto más importante que el
recuerdo.

Historia y poder

El ejercicio vocacional de las tareas que corresponden al historiador


por parte de “aficionados”, parecería dar un mentís a la necesidad de
profesionalización del ejercicio de la Historia. Pero como veremos en
realidad vocación y formación deben marchar juntas.
Castellan señala que un buen día “…oímos algo acerca de las
humanidades como vocación. Y como dudarlo, si con nombres propios –que
por razones de delicadeza hemos de omitir- médicos, físicos, ingenieros y
abogados arrepentidos nos invaden. A veces, incluso, no se arrepienten, y
recalcitran en los dos campos. Este espectáculo muy nuestro, apoyado en la
permanente originalidad que nos asiste –aunque perdamos todas las causas
que vale la pena ganar- pone a punto la cuestión: en nuestro terreno, el
problema de la profesión se convierte en el problema de la vocación. Por
supuesto, esto no lo acepta en su campo propio los diversos colegios
profesionales: nadie podría abocarse a un pleito sin ser abogado, a curar sin
ser médico, a construir un edificio sin ser arquitecto, a rehabilitar un caballo
128
Idem, pp. 139.

4
sin ser veterinario, a extraer una muela –dejemos por piedad, el recuerdo de
los viejos barberos- sin ser odontólogo, dar cima a una receta sin ser
farmacéutico.”129
El ejercicio “ilegal” de la Historia pareciera no entrañar peligros para
la Sociedad.
“…¿cuál es el diploma que se exige para escribir un poema o una novela,
para pintar un cuadro, para esculpir un mármol o para dar cuenta de un
proceso histórico? Ninguno. Es el momento en que se comienza a dudar. El
límite entre lo serio y lo versátil, entre lo científico y lo espontáneo, está
dado por el “ejercicio ilegal”. Si es así, no conocemos ningún caso en que
alguien haya sido procesado por ejercicio ilegal de la poesía o de la
pintura…o de la historiografía. Es decir, la sociedad no considera necesario
defenderse de tales divagadores. Su éxito o derrota dependen del talento –
estrictamente personal- de quien cultiva alguno de los menesteres
referidos.”130
A pesar de esto la de los historiadores es una profesión peligrosa.
Sobre todo sí se práctica fuera de la corte o contra la corte.
“Frente a la naturalidad supersticiosa del poder, el historiador es una fuerza
a contranatura: muestra el artificio en que se entreveran las situaciones
actuales, insiste en que todo es explicable como hechos de artificio (esto es,
como hechos formados por hombres de tal manera y con tales intereses) y,
por tanto, perecedero, transformable, combatible. Frente a la arrogancia del
capital y del poder, el historiador sería una especie de alquimista o mago
que, como en otros tiempos explicara por qué se producen las lluvias y
enfermedades,…[…] volviéndolos inteligibles, esto es, arrebatándoles su
prepotencia mítica…”131
El historiador puede convertirse en algo molesto para el poder, decir
“peligroso” sería demasiado presuntuoso.
“¡Ah! dicen los bobos, el poeta fulano, el pintor mengano; a veces, aunque
mucho menos porque somos escasamente populares, el historiador zutano.
El no correr riesgo de ser llevado ante los tribunales supone un cierto
respiro; pero, al mismo tiempo, viene a confirmarse que las humanidades –

129
CASTELLAN, Angel, Op. Cit. Pp. 148.
130
Idem, pp. 148, 149.
131
BLANCO, José Joaquín, “El placer de la historia”, en
PEREYRA, Carlos y Otros, Op. Cit.. Pp. 84, 85.

4
como diría Mafalda- no son cosa seria. Sin embargo, como la vida está llena
de sorpresas, puede acontecer que algún filósofo, sociólogo, psicólogo e
incluso historiador, sea recluido sin pasar por los tribunales. Son los
momentos en que el ejercicio del pensamiento, tan gratuito siempre, se
revela como peligrosa y casi marginal profesionalidad.”132
Pero sin duda el simple acto de revolver papeles viejos no hace al
historiador, ni produce conocimiento histórico. Tal vez no pase de la
simple y desteñida crónica.
“Por eso, los que creyeron poder reemplazar una cierta atmósfera
conceptual con el manoseo de papeles naufragaron en un aparato de
probanzas en el que siempre se verifica lo decidido de antemano. De ahí
nacen las exposiciones, entre ingenuas y desenfadadas, conque nos afligen
ciertos suplementos literarios que dan pie a variados “historiadores” para
probar lo que traen “in mente”. Tal historiografía, ya que no puede hacer
otra cosa, se convierte en un periódico recordatorio de lugares comunes
impuestos en las escuelas por interesadas corrientes políticas. La supuesta
ilustración se traduce en un acumularse de anécdotas, a través de las
cuales venimos a saber más para quedar en lo mismo.”133
Esta seudo-historia suele estar de antemano ligada a posiciones
políticas a las que sirve o pretende justificar. A partir de que se
produce la excisión entre trabajo manual y trabajo intelectual, y a
partir de la conformación de las clases y el Estado, “…la historia pasa a
ser propiedad de quienes pueden hacer la historia, de los que ya son
propietarios del conocimiento. Todo el método histórico queda impregnado
de su punto de vista, el de quien mira desde lo alto de una pirámide y no el
de quienes a la pirámide, como al sol, sólo pueden contemplarla desde
abajo aunque la hayan alzado con sus brazos. La comunidad inferior es pura
fuerza de trabajo y, como tal, no tiene historia. Esclavos, siervos o
proletarios, hacen el trabajo de la paz o el trabajo de la guerra, que los
señores de la paz o de la guerra dirigen y usufructúan. Son trabajos sin
gloria y sin historia, pero sobre ellos se alza todo el resto. […] …la historia
incluye a unos y excluye a otros: es la historia como discurso del poder.”134

132
CASTELLAN, Angel, Op. Cit., pp. 149.
133
Idem, pp. 150.
134
GILLY, Adolfo, Op. Cit., pp. 208, 209.

4
Es difícil poder realizar una historia de los excluidos pero no es
imposible.
“Una historia crítica, al contrario, es una historia también y ante todo de los
excluidos y del tejido social de sus vidas, pensamientos y sentimientos.”135
Adolfo Gilly habla de comunidad superior y comunidad inferior, que se
integran en una unidad, en una comunidad ilusoria, formalización
que toma de Carlos Marx.
La comunidad superior –según Gilly- acumula el conocimiento y se
apropia de la historia.
“La historia se convierte en su historia, como una de las primeras formas de
propiedad antes de que la propiedad haya cristalizado plenamente. La otra
historia hay que desenterrarla de abajo de ésta, en un verdadero trabajo de
arqueología de segundo grado. La historia se convierte, en este punto, en
un instrumento privilegiado para la legitimación y la conservación de la
comunidad ilusoria entre los de arriba y los de abajo. Es la historia del
Estado, la historia de todos, narrada por los ideólogos de la comunidad
superior, que se apodera incluso de los héroes de los otros (cuando no
puede suprimirlos del todo) y les expropia su historia.”136
La racionalidad de la comunidad superior se convierte en la razón
universal, y esta no es otra que su dominación.
“El Estado, el poder existente, es el punto hacia el cual converge la historia
desde el principio de los tiempos, que no ha sido entonces más que una
larga transición hacia el presente equilibrio. Hay, por supuesto, muchas
formas sutiles, eruditas, neutrales, “dialécticas” y hasta “populares” de
presentar esta visión de la historia, mucho más cuando quienes las formulan
están firmemente convencidos de que así es porque, desde el punto de
observación en que se colocan, es precisamente eso lo que ven.
Entonces la historia es un discurso del poder, quienquiera que lo haga, en el
cual creen quienes ejercen ese poder y, en la medida en que la ilusión de
seudocomunidad (cuyas raíces son materiales) es estable y no ha sido rota
por una crisis histórica, también quienes a ese poder están sometidos.”137

135
Idem, pp. 209.
136
Idem, pp. 210, 211.
137
Idem, pp. 211, 212.

5
Es necesario descubrir por debajo de la ideología dominante, (que
todos aceptan por coerción o por convicción), el torrente vigoroso
que une con sus lazos horizontales a los dominados. Esos lazos
pueden adoptar las formas de creencias, supersticiones,
prohibiciones. Ellas tienen en general un fuerte contenido de
solidaridad entre los oprimidos.
“En cada ideología dominante la forma presente de dominación aparece
como un hecho de la naturaleza y la tarea asignada al historiador es,
cuando más, explicar su génesis en el pasado y mostrar las formas
anteriores (o presentes en otras formaciones sociales) como imperfectas,
inmaduras o, si contemporáneas, “primitivas” o “atrasadas” (como
primitivas y atrasadas serían también las normas de relación horizontal de
los dominados).”138
Toda relación vertical supone dos direcciones. Hacia abajo de
dominación y hacia arriba de resistencia. Ambos polos interactúan y
se determinan mutuamente.
“Las revoluciones son la crítica práctica que la sociedad (los dominados)
hace de sus relaciones verticales. La historia como discurso del poder las
concibe como momentos irracionales, o cuando más como crisis indeseables
pero inevitables que deben ser superadas y clausuradas lo más pronto
posible para dar lugar a un restablecimiento bajo nuevas formas, de la
relación “natural” de soberanía y dependencia entre los seres humanos. La
historia como crítica del poder las considera como rupturas hacia las cuales
tiende toda la acumulación realizada durante el equilibrio precedente, de
modo que cada equilibrio es una transición entre la ruptura que lo engendra
y aquella que lo destruye. El primer criterio privilegia la inmovilidad y la
conservación, el segundo, el movimiento y la transformación.”139
Para poder explicar una época es necesario poder explicar, cómo
dominan quienes así lo hacen.
“La relación vertical sólo pude explicarse mirándola desde abajo, desde su
raíz material, y no desde arriba, desde su reflejo ideológico: lo mismo todas
las otras. Nadie explicará a una época y una sociedad y a quienes, al
dominar en ellas, las marcan con el sello de sus ideas y sus actos, si no

138
Idem, pp. 215.
139
Idem, pp. 216, 217.

5
explican antes cómo éstos dominan ( y cómo creen hacerlo) y cómo se
relacionan entre sí, se subordinan y a la vez resisten los dominados.”140
Nosotros pensamos que ningún proceso histórico puede explicarse a
partir de una sola causa o un solo grupo de causas. Cierto es que la
mirada desde abajo arroja luz sobre las formas y estructuras de
dominación. Pero es necesario desentrañar los aspectos ideológicos
de esa dominación, la que es aceptada como natural por los
dominados. Para ello es necesario descubrir y hacer visible esos
mecanismos, siendo importante desnudar esos reflejos de que habla
Gilly.
El gran problema para poder oír la voz de los dominados es
justamente la dificultad para escucharla.
“Aquí se llega a una dificultad aparentemente insalvable, porque para hacer
oír la voz de los dominados hay que escucharla. Y éstos no hablan en la
historia, sino sólo entre ellos, y eso no queda escrito. Y aún cuando llegan a
hacerlo, es sólo su capa superior la que habla y escribe por todos: sus
dirigentes, sus intelectuales. El historiador, el cronista mismo, tiene que
afrontar entonces la empresa insoluble de transmitir la voz, los
sentimientos, la comunicación interior de aquella vasta capa inferior
subordinada de la cual él no proviene o se ha separado, si no tampoco él
tendría su voz de historiador o de cronista.”141
Adolfo Gilly propone una solución a este problema.
“La aporía se resuelva comprendiendo la acción, porque los de abajo,
siendo fuerza de trabajo, hablan con sus actos y explican sus parcas
palabras con sus hechos y sus obras, no a la inversa. Entonces hay que leer
en sus acciones, colectivas e individuales, y comprender o intuir…”142
Esto es cierto. Pero es altamente presuntuoso y autoritario suponer
que la función del historiador es hacer oír la voz de los oprimidos.
Nosotros creemos que la tarea del historiador es mucho más
modesta. El historiador no debe ser portavoz de nadie, solo de él
mismo. Es más no debe asumir la representación de nadie. En su voz
se reflejará su tiempo, sus convicciones, sus amores, sus odios, su
140
Idem, pp. 218.
141
Idem, pp. 219.
142
Idem, pp. 219.

5
ideología, pero solo su voz. Los oprimidos también se expresan a
través de sus acciones como dice Gilly, pero no exclusivamente. Será
cuestión de escucharles. Porque su voz existe, esta allí. ¿Como?
Nosotros pensamos en una opción complementaria. La autogestión
del conocimiento histórico realizado por sus protagonistas, en
talleres, junto al historiador. Allí, en un pie de igualdad, donde el rol
del historiador será el de guía técnico, e incitador, instigador para
escuchar y escucharse. De esta forma los dominados serán capaces
de escribir colectivamente su historia y de reapropiarse de ella.

5
CAPÍTULO 5

El control del Estado sobre la Historia

El Estado ejerce un férreo control sobre la memoria. Ese control se


ejerce de modo directo, y de modo indirecto.
De modo directo: a través de lo que Althusser llamó Aparatos
Represivos del Estado, es decir a través de la Administración Pública.
“…el aparato de Estado (AE) comprende: el gobierno, la administración, el
ejército, la policía, los tribunales, las prisiones, etc., que constituyen lo que
llamaremos desde ahora el aparato represivo de Estado. Represivo significa
que el aparato de Estado en cuestión “funciona mediante la violencia”, por
lo menos en situaciones limite (pues la represión administrativa, por
ejemplo, puede revestir formas no físicas).”143
El Estado tiene el control directo de la casi totalidad de los
Repositorios Documentales, Museos, Hemerotécas, Bibliotecas, y la
edición de Fuentes Documentales.
Ese control sobre los Repositorios Documentales se ejerce en primer
lugar: a través del nombramiento de autoridades encargadas de la
administración de esos Repositorios. Dichas autoridades determinan
que documentación se guarda y cual no. A su vez por medios de
reglamentos y disposiciones se establece a quienes se le permite el
acceso a la documentación y a quienes no. Esto en el mejor de los
casos; en el peor la autorización queda sometida a la voluntad
irrestricta de las jerarquías administrativas. No estamos diciendo que
los documentos originales no necesiten protección para su
conservación. No postulamos la utilización sin reserva de esta
documentación. Lo que sí afirmamos es que hoy existe la tecnología
necesaria para realizar reproducciones fotostáticas, electrónicas, y en
microfilm que posibilitarían el acceso libre a esas reproducciones.

ALTHUSSER, Louis, Ideología y aparatos ideológicos de


143

Estado. Freud y Lacan, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión


SAIC, 1988. Pp. 24.

5
En segundo lugar ese control se ejerce a través de la utilización del
secreto tanto parcial como total sobre determinada documentación.
En tercer lugar a través de los expurgos que se realizan sin ningún
tipo de control social.
En cuanto a Bibliotecas y Hemerotécas ese control se realiza no solo
mediante el nombramiento de autoridades administrativas, sino
especialmente determinando que material bibliográfico se adquiere y
se depositan en sus anaqueles. También en muchos casos se
establecen restricciones al acceso a los materiales, a veces
justificadas y otras no.
Finalmente en cuanto a la edición de fuentes por parte del Estado es
donde se ejerce un fortísimo control. La adjudicación de recursos
económicos es otra de las formas de priorizar algunas tareas y ahogar
otras. Se prioriza todo aquello que tiene que ver con una concepción
histórica que supone el rescate de la memoria de aquellas clases que
ejercieron y ejercen la dominación de la sociedad. Con el agregado de
que se procura hacer desaparecer todo rastro que identifique tal
dominación con una clase. Es la historia del Gran Hombre, el
personaje destacado que construye su tiempo, su país y el mundo.
Personaje vinculado al Estado, a las fuerzas armadas, al mundo
empresarial. Es una Historia que es mezquina en la explicación
causal. Por otra parte se ahoga financieramente cualquier intento
independiente que vaya en contra de esta orientación. Cualquier
intento de investigación o de divulgación que surja dentro del Estado
y que busque escapar a los criterios sustentados desde el poder, es
cercado económicamente y muere sin cobrar vuelo.
De modo indirecto: el control estatal se efectúa por medio de lo que
Althusser llamó los Aparatos Ideológicos del Estado.
“Designamos con el nombre de aparatos ideológicos de Estado cierto
número de realidades que se presentan al observador inmediato bajo la
forma de instituciones distintas y especializadas.” 144

144
Idem, pp. 24.

5
En primer lugar mediante la difusión que realizan los medios masivos
de comunicación social, (es decir producción cinematográfica,
televisiva, videos, prensa, radio, etc.), de determinada visión de la
historia. Esa visión se caracteriza: por acentuar la narración en
detrimento de la explicación causal, por ser fuertemente maníquea y
por destacar la acción del Gran Personaje como hacedor de la
historia.
Althusser detalla otras de las instituciones que considera aparatos
ideológicos del Estado. Entre ellas señala el AIE escolar y el cultural
(literatura, artes, deportes, etc.), a través de los cuales, según
nuestro criterio, el Estado también controla la Historia, y la memoria.
En segundo lugar mediante la política de edición que realizan las
empresas tanto nacionales como transnacionales, (AIE cultural). Esas
políticas están diseñadas en función de variables económicas
condicionadas por el mercado, los criterios de marketing, el interés de
los accionistas, las ventas y las ganancias, etc. La propia estructura
material del libro señala a que segmento del mercado apunta. Así
existen obras en rústica que se dirigen a los sectores populares, y
otras de edición muy cuidada para consumo de los sectores
académicos. Ese control estatal se materializa sin duda a través de lo
que se hace, pero también a través de lo que se deja de hacer.
El historiador debe regirse por un firme código ético. Ese código
impone actuar en consonancia con criterios que suponen el respeto a
la independencia técnica, a la opción teórica y metodológica que
asume el historiador, así como a la orientación interpretativa que
considere adecuada. En la exigencia de estos criterios el historiador
debe ser inflexible. La lucha por nuestra independencia técnica y por
el respeto a nuestra profesión no se puede resignar. Por otra parte no
restamos valor a la tarea que el historiador/autor individualmente y
con los métodos tradicionales pueda realizar; todo lo contrario. El
Estado uruguayo ha practicado una política de olvido selectivo. Los
dominados han sido empujados fuera de la historia. Esa política de
olvido es una forma de control de la memoria y de la historia por

5
parte del Estado. En especial cuando ese recuerdo incrimina al propio
Estado, cuando éste se vincula con el terrorismo de Estado, o la
violación de los Derechos Humanos fundamentales. El recuerdo
puede incriminar, es necesario olvidar, no basta con perdonar.
Quienes indagan en el pasado son percibidos como enemigos que
“tienen los ojos en la nuca.” No existe una política de conservación de
la historia y de la memoria de los sectores populares.

Un conocimiento autónomo

El problema que se plantea en este punto es; ¿Cómo romper el


control estatal sobre la memoria?
Una respuesta posible es mediante la creación de un conocimiento
histórico autónomo. Tanto del Estado, como de los partidos políticos,
sindicatos, de las instituciones de enseñanza, etc.
“Autonomía: auto-nomos (darse) uno mismo sus leyes. […] Esta autonomía
no tiene nada que ver con la “autonomía” Kantiana por múltiples razones,
basta aquí con mencionar una: no se trata, para ella, de descubrir en una
Razón inmutable una ley que se dará de una vez por todas –sino de
interrogarse sobre la ley y sus fundamentos, y no quedarse fascinado por
esta interrogación, sino hacer e instituir (así pues, decir)-. La autonomía es
el actuar reflexivo de una razón que se crea en un movimiento sin fin, de
una manera a la vez individual y social.”145
¿Cómo? Abocándonos en primer lugar a la creación de Repositorios
Documentales Alternativos, Museos, Bibliotecas y Editoriales, que
atiendan a los requerimientos de la memoria popular, gestionados de
manera comunitaria, autónoma y autogestionaria.
En segundo lugar socializando la producción, (a través de los Talleres
de Historia), y la difusión del conocimiento histórico. Somos muy
conscientes de que el cese definitivo del control estatal sobre la

CASTORIADIS, Cornelius, “Poder, política, autonomía”, en


145

FERRER, Christian, y Otros, EL LENGUAJE LIBERTARIO


Filosofía de la protesta humana, Tomo II, Montevideo, Ed.
Nordan Comunidad, 1991. Pp. 65, 66.

5
Historia y la memoria, no dependerá de la creación de los talleres de
Historia, ni de los espacios que se puedan construir. Esa situación se
define en otras instancias cuyo examen no abarca este trabajo. Pero
la generación de esos espacios permite la creación de un
conocimiento histórico alternativo que escapa del control. “La
autonomía surge, como germen, desde que la pregunta explícita e ilimitada
estalla, haciendo hincapié no sobre lo “hechos” sino sobre las
significaciones imaginarias sociales y su fundamento posible. Momento de la
creación que inaugura no sólo otro tipo de sociedad sino también otro tipo
de individuos. Y digo bien germen, pues la autonomía, ya sea social o
individual, es un proyecto.”146 Este conocimiento alternativo, como todo
conocimiento, amplía nuestro horizonte de libertad, nuestro acervo
cultural, afirma nuestra identidad, (como grupo, clase etc.), y
potencia el pensamiento crítico. Esto no quiere decir que el
conocimiento alternativo, autogestionario y autónomo, este exento
de los valores y la ideología de la dominación. Esta ideología penetra
todos los intersticios sociales. Esta forma de hacer Historia no es la
única, ni la verdad. Es una mirada sobre el pasado que parte desde el
presente. Como toda mirada entraña verdades fragmentarias, en
tanto mirada desde un lugar, y producción fragmentaria de
conocimiento que también lo es. Como ya dijimos:
“La historia oficial, por definición, es la que elaboran las instituciones del
Estado o sus ideólogos. Siendo todo Estado, también por definición, una
forma de dominación, el para qué de esa historia es la justificación y la
prolongación de esa dominación.”147

Talleres de Historia

La socialización de la producción a través de la autogestión del


conocimiento histórico se puede realizar por medio de talleres.

Idem, pp. 65.


146

GILLY,Adolfo, “La historia: crítica o discurso del


147

poder”, en PEREYRA, Carlos, Op. Cit., pp. 204, 205.

5
“Adviértase que implica no tanto el desplazamiento del sujeto del acontecer
histórico ( lo que fue, en realidad, un aporte de la Historia Social), sino el del
productor del conocimiento. El oficiante de la Historia no será en esta
concepción sólo el académico, sino también el protagonista del acontecer
que es el objeto de aquella. Se trata de una forma de democratizar la
producción historiográfica, que resulta metodológicamente innovadora, pero
que puede generar al mismo tiempo rechazos “profesionales”, más o
menos sinceros.”148
Los talleres son un ámbito igualitario integrado por los propios
agentes gestores de la historia y guardianes de la memoria y los
historiadores académicos. El historiador cumple aquí una función de
facilitador, su papel radica en la orientación teórico-metodológica y
técnica del grupo.
Los talleres abarcan tres etapas:
1. La exposición de la situación nacional e internacional que enmarca
el período a investigar. La formulación del marco teórico de la
investigación y del proyecto así como la planificación del mismo.
2. Rastreo y cotejo de fuentes tradicionales y no tradicionales.
Recolección de los testimonios orales, que los participantes
pondrán en común. Discusión. Corrección de hipótesis.
Coordinación y Control del cumplimiento de las etapas del
Proyecto.
3. Puesta en común de los resultados, evaluación y discusión.
Formulación del texto definitivo.
La socialización de la difusión también se puede realizar en talleres,
ateneos, cursos para trabajadores, etc.
Es imprescindible la creación de editoriales populares, autónomas a
efectos de imprimir los trabajos en ediciones accesibles a los
trabajadores y sectores dominados en general.
Estos talleres pueden estructurarse en torno a temáticas variadas, H.
de las mentalidades, H. Local, H. del mov. Obrero, H. Femenina, H. de

ZUBILLAGA, Carlos, “De la memoria del poder a la memoria


148

popular”, en ZUBILLAGA, Carlos, TRABAJADORES Y SINDICATOS


EN AMERICA LATINA Reflexiones sobre su historia,
Montevideo, CLACSO – CLAEH, 1989. Pp. 12.

5
la niñez, H. de los Grupos Marginales, etc. Pero todas estas formas
deben vincularse procurando alcanzar el ideal de la Historia Total.
Las técnicas a utilizar pueden ser también variadas, pero sin duda la
que mayor réditos puede brindar es la Historia Oral. No hay que
descartar ninguna, y es posible combinarlas todas.

El placer del oficio de historiar.

“Así seguirá ocurriendo mientras las sociedades no organicen


racionalmente, con su memoria, su conocimiento propio renunciando a dejar
este cuidado a sus propias tragedias. No lo lograrán sino luchando cuerpo a
cuerpo con los dos principales responsables del olvido y la ignorancia: la
negligencia que extravía los documentos, y, más peligrosa todavía, la
pasión del secreto -secreto diplomático, secreto de los negocios, secretos de
las familias-, que los esconde o destruye. Es natural que el notario tenga el
deber de no revelar las operaciones de su cliente, pero no que se le permita
envolver en el mismo impenetrable misterio los contratos realizados por los
bisabuelos de su cliente, cuando, por otra parte, nada le impide dejarlos
convertirse en polvo. Nuestras leyes, a este respecto, están absurdamente
fuera de lugar. En cuanto a los motivos que impelen a la mayoría de las
grandes empresas a negarse a hacer públicas las estadísticas más
indispensables para una sana conducta de la economía nacional, rara vez
son dignos de respeto. Nuestra civilización habrá realizado un inmenso
progreso el día en que el disimulo, erigido en método de acción y casi en
virtud burguesa, ceda su lugar al gusto por el informe, a decir, a los
intercambios de noticias.”149
La tarea del historiador tiene sus sinsabores, su tensión, pero también
es altamente placentera.
“Mientras la historia sea, como la literatura o las artes, como algunos
espacios sobrevivientes de las ciencias, un trabajo placentero de suyo,
liberador de suyo, podrá admitir la respuesta privada: hacer historia porque
es una espléndida manera de vivir la propia vida, uno de los escasos
trabajos que permiten una realización más plena del cuerpo del trabajador;

149
BLOCH, Marc, Op. Cit. Pp. 62.

6
en contra de otros tipos de trabajo, en que uno se mata a lo idiota para
buscar realizaciones espurias y deprimentes a través del mero salario,
previamente esclavizado en un consumo igualmente espurio.”150
Esta es una visión romántica del quehacer histórico, sin duda, pero
cierta.
“En la que la imaginación (incluso la más delirante) siga siendo instrumento.
Porque, para terminar, ha habido épocas –y creo que regla en cualquier
tiempo del mejor trabajo histórico- en que la imaginación es motor y
producto del trabajo histórico. Porque al ser llevado, por el placer y la
amplitud liberadora de su trabajo, al deseo de ciertas utopías, a la
visualización de mejores formas de vida, de mundos más habitables, esta
efusividad o este impulso influyen en la labor histórica; y se reinventa…”151
El solo placer que proporciona la práctica de la Ciencia Histórica es
para nosotros una razón valida y suficiente para ejercerla.
“Las ciencias han perdido ya en gran medida esos privilegios: el poder las
ha invadido y burocratizado para mejor utilizarlas a cada vez menos
científicos se les permite su realización humana en su trabajo, y cada vez se
parecen más a los sobrexplotados obreros de una ensambladora de carros;
ya es casi imposible hacer ciencia como aventura, independiente y
libremente. Con la historia sí se puede y la mera existencia de un trabajo
diferente mantiene la idea fija en muchas utopías revolucionarias de
transformar las demás actividades laborales, que siguen caracterizándose
por el mero “sudor de la frente” y la menguada retribución de un salario
(para que “la frente” siga sudando más).
El aspecto de la historia como un trabajo gratificante en sí, realizador en sí,
placentero de suyo, no es una de las menores razones para hacerlo.”152

De la producción del conocimiento histórico.

En el mundo, es en las Universidades donde recae el mayor peso de


la generación de conocimiento histórico. No son las únicas

150
BLANCO, José Joaquín, El placer de la historia, en
PEREYRA, Carlos y Otros, “¿Historia para qué?”, Op. Cit.,
pp. 87.
151
Idem, pp. 88.
152
Idem, pp.89.

6
instituciones que lo producen. En nuestro país ocurre lo mismo, con
una variación. La Universidad de la República es, casi
exclusivamente, la única institución que seriamente produce
conocimiento histórico en calidad y cantidad. Existen muy pocas
instituciones privadas dedicadas, no exclusivamente, a la
investigación histórica, pero las propias limitaciones económicas y la
resistencia del medio disminuyen seriamente su potencial. El Estado
uruguayo delega y financia la creación de conocimiento científico en
general, en la Universidad de la República. Y en particular delega en
nuestra Facultad la producción y divulgación del conocimiento
histórico entre otros.
“En nuestros días, esos medios donde tiene lugar la producción de la
investigación histórica se llaman universidades, academias o institutos, y
cumplen la doble función de crear las condiciones materiales para realizar la
investigación y de definir las prácticas científicas que fijan los requisitos de
la disciplina. Son las instituciones a las que el Estado delega la función
social de crear y transmitir el conocimiento histórico.”153
Donde el Estado es fuerte impone sin más ni más, el para qué, y el
cómo se hace la obra histórica. Utilizando los historiadores y su
trabajo como instrumento de su poder. Así ocurrió recientemente en
nuestro país durante la dictadura militar, en la España de Franco, en
la URSS y sus satélites, y podríamos multiplicar los ejemplos.
“En aquellos donde las clases y organizaciones políticas tienen fuerza propia
frente al Estado, las instituciones de enseñanza e investigación adquieren la
forma de “cuerpos” o estratos profesionales que gozan de cierta autonomía
e imponen en esas instituciones sus intereses propios, gremiales e
ideológicos. Aun cuando estas instituciones declaran ser templos de la
libertad, la objetividad y la imparcialidad científica y académica, por su
composición social, administración, gobierno y formas de reclutamiento, de
hecho favorecen a determinadas corrientes de pensamiento y admiten unas
investigaciones y excluyen otras.”
Florescano es audaz en su crítica.

FLORESCANO, Enrique, “La historia como explicación”, en


153

PEREYRA, Carlos y Otros, Op. Cit., Pp.

6
“De manera semejante los programas de enseñanza determinan una
cronología de la historia; una división de sus épocas, una epistemología, una
manera de pensar y construir la realidad histórica, con exclusión de otras.
Del mismo modo se inculcan los métodos, los procedimientos para ordenar,
distinguir, relacionar y analizar los hechos, que nunca se definen como los
medios que permiten defender, afirmar e incrementar el poder o las ideas
de quienes los transmiten, sino como procedimientos “objetivos e
imparciales”.”154
En el seno de estas instituciones pueden encaramarse grupos de
intereses que suelen acumular enorme poder.
“Finalmente, la división concentra el uso de los recursos materiales y
sociales en grupos pequeños y poderosos, que para perpetuarse distribuyen
poder y beneficios entre quienes se adhieren a las prácticas asumidas y
combaten a los disidentes. De este tejido real de intereses, ambiciones y
manipulaciones del aparato institucional que condiciona la base material de
la investigación y los procedimientos bajo los que ésta se desarrolla no se
escribe ni se hace la crítica cuando se habla de “escuelas históricas”, “de
corrientes de investigación.* Y sin embargo, es tan determinante de éstas
como la misma práctica científica que produce las obras.”155
Enrique Florescano señala que en la actualidad existe una separación
entre el producto final y el proceso de elaboración.
“La separación entre el sistema productivo y las obras, entre la fabricación
y el producto, procedimiento típico del trabajo intelectual, opera entonces
contra la misma capacidad del investigador para ejercer él dominio pleno de
su actividad y de las condiciones sociales y científicas que la determinan.
Mantener esta separación es echar un velo más sobre el sistema actual, que
bajo la ficción de la neutralidad científica y la pluralidad de corrientes
declara la “libertad del discurso” pero monopoliza la dirección y
administración del proceso productivo. Y sobre todo, esta separación
provoca una contradicción esencial entre un proceso productivo de
naturaleza social y colectiva y la utilización gremial e individual de sus

Idem, pp. 125, 126.


154

Idem, pp. 126. *Florescano menciona como una excepción


155

los estudios de Michel de Certeau, y el libro de Jean


Chesneaux, ¿Hacemos tabla rasa del pasado?, México, Siglo
XXI, 1977.

6
productos, lo que a su vez hace aparecer a los productores como fuera del
proceso social, por encima de sociedad.”156
¿Cuales son las condiciones sociales y materiales a las que hace
referencia Florescano? El historiador esta inmerso en el amplio mar
social que todo lo baña. Realiza su obra en el seno de la sociedad,
dentro de los conflictos sociales y económicos que se desarrollan en
ella. Señala que Michel de Certeau mostró que “Contra la idea de que el
historiador define en la soledad de su pensamiento el tema y los
procedimientos de “su investigación” y que el resultado de ese esfuerzo
sólo está determinado por la concepción de la historia que adopta y por su
capacidad para adecuar ésta a la realidad estudiada, todos los requisitos
que permiten la práctica de la investigación (archivos, instituciones que
apoyan la investigación, métodos y procedimientos de análisis, publicación
de los resultados, lectores), remiten a las condiciones sociales que con
anterioridad a la iniciativa del historiador determinan los temas a estudiar,
los medios sociales donde se realiza la investigación y los procedimientos
analíticos de que puede disponer para realizar su obra personal. Es dentro
de esta red de condiciones materiales y determinaciones sociales lejanas y
próximas que el historiador toma “sus decisiones”, no en función de “ideas”
o “concepciones” fuera de la práctica real de investigación.”157
Hay que decir sin embargo, que a pesar de esas determinaciones
que señala Florescano, a nuestro modo de ver el historiador como
individuo que és puede elevarse por encima de las mismas y tomar
sus decisiones. Estas serán más libres cuanto más consciente sea de
esas determinaciones. Esas decisiones, (sin comillas), incluyen las
determinaciones señaladas pero también las “ideas y concepciones”
del historiador.
Entre esas determinaciones pesa fuertemente el Estado. En nuestro
país la investigación científica está absolutamente huérfana de apoyo
estatal. Particularmente las Ciencias Sociales padecen este ayuno, ni
que decir respecto a la Historia.
El Estado controla la estructuración de una imagen del pasado, su
conocimiento, su interpretación, y su difusión.
156
Idem, pp. 126, 127.
157
Idem, pp. 124, 125.

6
“Es más fácil ver en la historia a esa telenovela borrosa y caprichosa donde
el fin casi exclusivo de los episodios fragmentarios y aislados es justificar
las nomenclaturas en pueblos y ciudades. “Esta avenida lleva el nombre del
purísimo anciano que…” De acuerdo, es el razonamiento no dicho pero no
por eso menos implacable, el Estado controla el pasado y la interpretación
del pasado; que al Estado también le correspondan todas las funciones
mnemotécnicas.”158
El Estado asume la representación de la Historia, de este modo al
establecer su representación le niega la autonomía.
“El Estado asume la representación general de la Historia y le deja a los
historiadores profesionales la carga de ratificar o contradecir pero siempre
respetando su sitio de eje implícito o explícito de los procesos.”159
No, el Estado no actúa contra la Historia la utiliza para afianzar el consenso
social. “Al revés, el Estado aprovecha el recuerdo histórico y lo incluye en su
consenso.”160
Para Gilly la racionalidad de lo que Marx llama, (y él retoma),
“comunidad superior” es la racionalidad de su dominación.
“Sus motivaciones o de grupo o de clase se vuelven los fines de la
comunidad o de la nación. El Estado, el poder existente, es el punto hacia el
cual converge la historia desde el principio de los tiempos, que no ha sido
entonces más que una larga transición hacia el presente equilibrio.”161
Esta visión de la Historia puede adquirir formas diversas al ser
formulada.

158
MONSIVÁIS, Carlos, “La pasión de la historia”, en
PEREYRA, Carlos, y Otros, Op. Cit., Pp. 172.
159
Idem, pp. 181.
160
Idem, pp. 183.
161
GILLY, Adolfo, “La historia: crítica o discurso del
poder”, en PEREYRA, Carlos, y Otros, Op. Cit., pp. 211.

6
CAPÍTULO 6

Historia Popular, Historia Social.

La propuesta formulada en las páginas anteriores podría encuadrarse


en la llamada Historia Popular. Denominación insatisfactoria. En
realidad la propia existencia de una Historia Popular es discutible. Ella
hace referencia al concepto “pueblo”, categoría sumamente
imprecisa. Nosotros pensamos que de lo que tratan estas páginas es
de procurar la construcción de una Historia Social de las clases
dominadas realizada por integrantes de esos mismos sectores, en un
régimen de taller utilizando fuentes convencionales y fuentes orales.
Carlos Zubillaga señala que tanto los sectores hegemónicos como los
sectores dominados pretenden utilizar la Historia en vista de sus
intereses.
“En puridad, tanto los sectores hegemónicos como los populares tendrían
interés en utilizar la Historia para cimentar sus respectivos proyectos
sociales. Aquellos tratando de advertir en el acontecer histórico los
elementos capaces de reforzar las estructuras del poder que disfrutan y
profundizar las desigualdades que les permiten consolidar su dominio; estos
apostando al cambio, sobre la base de destrozar ciertos hilos del tramado
social y reconstruir una red de relaciones más justa (más igualitaria).” 162

La recuperación de la memoria popular contribuye a captar en toda la


compleja riqueza el acaecer.
“Desde esta última perspectiva, que es en definitiva la que convalida el
oficio de historiador como práctica socialmente útil (y éticamente
legitimada), cabe preguntarse si es posible alcanzar en toda su complejidad
el conocimiento histórico sin acudir a la recuperación de la memoria
popular, entendida como una forma de memoria colectiva (abarcadora de la
memoria personal y de la generacional, que se proyecta en el pasado, por lo

ZUBILLAGA, Carlos, “de la Memoria del poder a la memoria


162

popular” en ZUBILLAGA, Carlos y Otros, Op. Cit. Pp. 11.

6
general, a través de dos generaciones precedentes la de los padres y la de
los abuelos). Memoria colectiva de los sectores populares (componentes
comunes y humildes de la población, integrados a relaciones asalariadas o
serviles), que concurre tanto a convalidar los aportes de las fuentes que la
investigación académica exhuma, como a sembrar dudas respecto a su
virtualidad congnoscitiva.”163 Hecha esta aclaración resulta interesante
ahondar en lo que los Ingleses llaman Historia Popular, por ser ellos
quienes mejor estudiaron el tema según nos parece.
Raphael Samuel que estuvo al frente de experiencias culturales de
este tipo en Inglaterra, dice lo siguiente: “En la actualidad la expresión
“historia popular” podría aplicarse a toda una serie de iniciativas culturales
que son principalmente aunque no de modo exclusivo, ajenas a las
instituciones de la enseñanza superior o están en las márgenes de las
mismas. La han adoptado con entusiasmo proyectos editoriales basados en
la comunidad como el denominado “People’s autobiography of Hackney”,
[..] En este caso se hace hincapié –como en la History Wokshop- en
democratizar la producción de historia, ampliando la lista de los que la
escriben y aplicando la experiencia presente a la interpretación del pasado.
Buena parte de la historia oral entra en el mismo ámbito. “Historia popular”
es también una expresión que cabría aplicar retrospectivamente a diversos
intentos de escribir una “historia desde abajo”, basada en los archivos,
intentos que han desempeñado un papel muy importante en el reciente
despertar de la historia social inglesa.” 164

En Inglaterra desde el decenio de 1950 se puede vislumbrar el


surgimiento de esta corriente. En Francia su aparición es más
reciente y su temática es diferente, abarca especialmente “histoire de
la vie privée y la vie quotidienne”.
“La historia popular representa siempre un intento de ensanchar la base de
la historia, de aumentar su materia de estudio, de utilizar nuevas materias
primas y ofrecer nuevos mapas de conocimiento. De modo implícito o
explícito, es oposicional, una alternativa a la erudición “plúmbea” y a la
historia tal como se enseña en las escuelas. Pero los términos de esta

163
Idem, pp. 11 y 12.
164
SAMUEL, Raphael, y Otros, Historia Popular y teoría
socialista, Barcelona, Ed. Crítica, Grupo Editorial Grijalbo.
1984. Pp. 16.

6
oposición son necesariamente distintos según las épocas y las maneras de
trabajar.”165
Los términos “historia popular” en la actualidad se emplea para
denotar una historia a escala local.
“Característicamente, la expresión “historia popular” se emplea hoy día
para denotar una historia cuya escala es local, cuyo tema es la religión, el
municipio o la parroquia: en el caso de la ciudad, la morfología de un barrio
o suburbio concretos, o incluso de determinada casa o calle. Sin embargo,
en el pasado se ocupaba más de las grande líneas de la evolución
nacional.”166
La versión alemana de la Historia Popular se llamó Kulturgeschichte.
Se desarrollo de la mano de folkloristas, musicólogos y literatos,
quienes procuraron recoger los cuentos, y canciones populares a
partir de la voz del pueblo.
Como dijimos la expresión Historia Popular es ambigua. La palabra
“pueblo” tiene significados muy diversos. Puede utilizarse para
referirse a toda la población, o a toda la población menos un sector
por ejemplo la aristocracia. A veces se utiliza como sinónimo de
campesino, otras adquiere un tinte nacionalista cuando no racista,
ejemplo; el pueblo polaco, el pueblo alemán, el pueblo judío. Es decir
tal conjunto de individuos que reúnen determinadas características
son pueblo en oposición a otros que no lo son. Suele utilizarse
“pueblo” como sinónimo de clase. Popular es lo que tiene éxito en el
mercado de la cultura, y podríamos seguir encontrando significados a
esta palabra, lo que solo confirma la ambigüedad del término. Es
preferible hablar de Historia Social de los sectores dominados.

Algunas consideraciones sobre los talleres.

Si en los talleres se va a utilizar fuentes orales, como es deseable que


así ocurra, es imprescindible que el historiador este informado tanto

165
Idem, pp. 17.
166
Idem, pp. 18.

6
sobre el lenguaje, como sobre la psicología grupal y los aspectos
psicológicos de la entrevista.
Sin duda esta forma de recuperación de la historia, “Puede que haga
las veces de escapismo, una huida de las incertidumbres del presente hacia
las estabilidades aparentes del pasado.”167

Este peligro puede superarse en la medida que podamos encuadrar


este acontecer tan local en el marco de los acontecimientos
nacionales e internacionales.
“Se trata de la relación de lo local con el mundo exterior, los aspectos no
locales de la historia local. La localidad se ve afectada a todos los niveles
por su entorno social. Los vínculos se extienden más allá no sólo de los
límites de los municipios, sino también más allá de las ciudades e incluso de
los países, y afectan directamente, aunque a menudo de forma subterránea,
las experiencias vitales de los individuos. Debemos contribuir a crear una
conciencia más amplia que la que puede proporcionarnos la local por sí sola:
vivimos en una sociedad capitalista nacional e internacional; pertenecemos
a una clase obrera nacional e internacional. (Contra todas las apariencias, la
realidad es que Hoxton no termina en Old Street.)”168
Es imprescindible, (y esta es para nosotros una de las tareas
fundamentales del historiador), que el grupo que integra el taller
pueda hurgar debajo de la anécdota explorando y descubriendo las
causas profundas del acontecer. El grupo debe poder mediante; la
reflexión, la guía técnica del historiador, el contraste de fuentes, etc.;
interpretar y comprender lo ocurrido y la medida en que le afecta.
Es común detectar entre los trabajadores una sospecha sobre la
historia monumental. Todos hemos escuchado que la “historia
verdadera” de tal héroe o acontecimiento no es la que nos
enseñaron; que los historiadores sólo cuentan una parte de la
historia, omitiendo las luchas populares, etc. Muchas veces no carece
de asidero tal acusación y desconfianza.
Por otro lado existe un enfoque épico de la Historia Popular que calca
el modelo de la Historia Monumental sustituyendo sus protagonistas.
167
Idem, pp. 39.
168
WHITE, Jerry, “Más Allá de la autobiografía”, en SAMUEL,
Raphael, y Otros, Op. Cit., pp. 135, 136.

6
Esta forma de concebir la Historia Popular ha llegado hasta nuestros
días. Este es un peligro contra el que se debe estar alerta.
“Quiero concluir diciendo que sea cual sea el grupo elegido para el papel de
héroe de la épica –la burguesía, el proletariado, los negros, o las mujeres- el
resultado es siempre la mistificación. Una historia edificada en torno a
buenos y malos imposibilita entender el pasado tal como sucedió. Sin duda,
el valor del estudio de la historia estriba en que nos recuerda verdades
embarazosas, como, por ejemplo, que no todos los de nuestro bando –sea
éste cual fuere- son necesariamente buenos e inteligentes, y que no todos
los integrantes del otro bando son inevitablemente malos y estúpidos.
Necesitamos colocarnos en el contexto histórico, del mismo modo que
necesitamos colocar a los historiadores románticos y a Tácito en su
contexto histórico. Eso quiere decir que tenemos que dedicar un poco de
tiempo a examinar nuestros propios prejuicios.”169
Finalmente Burke señala algo que suscribimos plenamente.
“…quisiera decir que (aunque me considero socialista e historiador), no soy
un historiador socialista; esto es, no creo en la historia socialista. Creo que
utilizar la historia como arma en la lucha política es contraproducente. Uno
llega a creerse la propaganda, a dramatizar excesivamente el pasado y de
ahí a olvidarse de la complejidad real de los problemas en cualquier
momento. Uno llega a idealizar su propio bando y a dividir a los seres
humanos en dos grupos: “nosotros” y “ellos”. No creo que sea bueno
idealizar a grupo alguno, se trate de uno tan reducido como los miembros
de mi “college” o tan extenso como el proletariado.”170

El aumento de la producción historiográfica en el sentido que hemos


expuesto no es garantía de una mayor conciencia histórica.
“Actualmente es en las instituciones más tradicionales del movimiento
obrero, en los sindicatos y, sobre todo, en el Partido Laborista, donde
virtualmente no existe el crucial sentido histórico de las causas pasadas y
presentes. El ímpetu que en años recientes poseía la historia social
académica ha surtido muy poco efecto en estos ambientes. Calificar a gran
parte de la conciencia popular contemporánea –o memoria popular- de
preocupantemente antihistórica podía parecer paradójico en vista de la

169
BURKE, Peter, “Historia Popular o Historia Total”, en
SAMUEL, Raphael, Op. Cit., pp. 76.
170
Idem, pp.76, 77.

7
popularidad actual de los temas de historia social en la cultura popular que
representan las series televisivas y los libros en rústica. Es necesario
examinar esta paradoja. Porque es obviamente cierto que los temas de
historia social en la televisión han estado muy en evidencia durante los
últimos años.”171

“No hay duda de que todo esto representa algo importante, o de que
debería representarlo. Y, sin embargo, no estoy seguro de que así sea. El
elemento crucial que falta para que obras tan ricas como éstas puedan
contribuir a moldear la conciencia popular de clase es algún tipo de
contexto social que facilite su asimilación.”172

La importancia de la Historia Popular

¿Que importancia puede tener desarrollar este tipo de Historia?


Además de lo ya señalado podemos agregar lo siguiente.
En primer lugar, la posibilidad de crear lugares de reunión donde los
trabajadores o la gente de sectores sociales dominados pueda
reunirse a discutir, reflexionar y recuperar la historia de sus vidas.
Conectar las luchas pasadas, con las actuales, hacer visibles las
formas de dominación y recrear lazos de solidaridad comunitaria.
En segundo lugar fomenta la creación de instituciones alternativas;
(bibliotecas, editoriales, grupos de estudio, centros culturales,
librerías comunitarias, etc.), capaces de crear una red cultural,
verdadero tejido de cultura popular.
En tercer lugar permite generar espacios de autonomía personal y
grupal. De esta forma, de la recuperación de la memoria, a la
creación de instituciones alternativas, y a descubrir que es posible la
autogestión de espacios culturales propios y autónomos hay solo un
paso.
Estas personas “Prosiguen la lucha, quizás con largos períodos desiguales
a los que sigue esporádicos arranques de velocidad, con todo el proceso de

171
WORPOLE, Ken, “Implicaciones políticas de la historia local
del movimiento obrero”, en SAMUEL, Raphael, Op. Cit., pp.
119.
172
Idem, pp. 121.

7
recuperar la historia y hacer libros de historia, turnándose en la tarea de
grabar en cinta, transcribir, pasar a máquina, confeccionar maquetas,
vender, llevar la contabilidad, hablar en público y reunirse y organizarse de
forma mutua y asociada. Gracias a la participación activa en estos
proyectos de historia local muchas personas han adquirido experiencias
importantes en la organización y producción material cultural. Asimismo,
gracias a la labor de coordinación a escala nacional que realiza la
Federación, muchas personas, por primera vez en su vida, viajan con
regularidad por todo el país para visitar otras poblaciones y ciudades y
tomar parte en reuniones administrativas y editoriales de la entidad
nacional.”173

Sobre la utilización de fuente oral.

No es el objetivo de este trabajo zanjar una discusión entre


historiadores sobre sí la Historia Oral es un campo autónomo dentro
de la Historia o no. A este respecto compartimos el criterio utilizado
por Mercedes Vilanova en su artículo “El combate, en España, por una
historia sin adjetivos con fuentes orales”. Ella expresa lo siguiente.
“Dejando, pues, bien claro lo que desde siempre habíamos defendido: la
necesidad de las fuentes orales, no la de la “historia oral”.”174

La historia oral es una técnica al servicio de muchas disciplinas


académicas.
“La historia oral se identifica con una técnica y no propone ni un objeto ni
un modo particular de elaborar el conocimiento histórico. Proporciona el
instrumento mientras que el tema le viene de fuera. De hecho, la historia
oral repercutió en el mundo universitario como una llamada democrática y
reanimó esa remota preocupación de los historiadores ingleses: ir hacia el
pueblo.

173
Idem, pp. 126.
174
VILANOVA, Mercedes, El Combate, en España, por una
historia sin adjetivos con fuentes orales, en “Historia y
fuente oral”, N° 14, (Barcelona, Universitat de Barcelona,
Arxiu Històric de la Ciutat, 1995), directora Mercedes
VILANOVA. Pp. 113.

7
Progresivamente, la historia oral va a profundizar la investigación en dos
terrenos: por un lado las relaciones laborales, y por otro las relaciones
familiares, sobre todo entre padres e hijos.”175

La fuente oral dada sus características específicas nos posibilita un


mejor abordaje de ciertos temas, en tanto en otros casos es la única
opción posible.
“Los archivos orales constituyen una documentación casi exclusiva sobre la
vida cotidiana y las relaciones poder entre hombres y mujeres, padres e
hijos, sobre las que no dicen nada los fondos manuscritos. Sin embargo, la
recolección de los archivos orales, no colma simplemente las lagunas de un
fondo documental, como tampoco lo sustituye. La historia oral, que hunde
sus raíces en un capítulo del movimiento obrero –la historia social-, no se ha
hecho oral por falta de documentos. Aparte de que la noción de archivo
adquiere una nueva extensión y combina las fuentes documentales
tradicionales con archivos no públicos, la historia oral produce efectos
críticos y transformadores de la practica historiográfica. Lo oral informa
sobre la existencia del documento tradicional o modifica su lectura.”176
Según Pilar Folguera, “…la utilización de las fuentes orales está
especialmente indicada en algunas áreas de la historia, tales como la
historia social, la historia local, historia de la familia, de la vida privada,
historia de las mujeres e, incluso, en la historia política.”177
Ya expresamos algo acerca de lo que nos informan las fuentes orales.
El Dr. Okon Edet Uya al respecto dice; “Estos relatos, especialmente si
son autobiográficos, serán altamente personalizados, muy subjetivos e
introspectivos en muchos aspectos. Por ello, se constituyen en una ventana
abierta al modo de percibir el hombre los sucesos que se desarrollan a su
alrededor. De modo que, si bien se manifiesta una percepción subjetiva de
la realidad, ésta no está articulada fuera de los límites de las pautas
culturales. Esa percepción subjetiva puede ser reflejo de un modo de
percepción común a una sociedad, particularmente en el caso de
sociedades tradicionales en las que no se admiten las idiosincrasias

175
SAMUEL, Ralph, “Desprofesionalizar la historia”, en
SCHWARZSTEIN, Dora, y Otros, La historia oral, Buenos Aires,
Centro Editor de América Latina S.A., 1991. Pp. 114.
176
Idem, pp. 114, 115.
177
FOLGUERA, Pilar, Cómo se hace historia oral, Salamanca,
Eudema S.A., 1994. Pp. 14.

7
individualistas. Por lo tanto, si bien el testigo ocular puede estar
describiendo su percepción particular de los hechos, tal percepción puede
reflejar la orientación comunitaria de la población en cuestión. En este caso,
el relato pasa a constituirse en una ventana hacia la mentalidad de esa
población.”178

Luisa Passerini, pone el énfasis no solo en lo dicho, sino en lo que no


se dice.
“Como plantea Luisa Passerini, no debemos olvidar que la materia prima de
la historia oral consiste no solo en información de hechos, sino que es
básicamente expresión y representación de cultura, y por lo tanto incluye
no sólo narración literal sino también dimensiones de la memoria, ideología
y deseos inconscientes. Sin duda la memoria tiene un carácter subjetivo y
tendencia a interpretar a la historia más que a reflejarla.*
Es esencial tener en cuenta que en la entrevista se mezclan dos tipos de
significados, por un lado la información explícita y por otro la manera en
que está contada revela las estructuras mentales, culturales e ideológicas.
Esto trae como consecuencia que los trabajos de historia oral, puedan por
un lado reconstruir e interpretar hechos del pasado a través de la
recuperación de distintas perspectivas, hasta ese momento desconocidas, y
a la vez interpretar cambios en la conciencia y encontrar sentido no solo a
lo que la gente dice sino también a lo que no dice.**”179
Para el estudio de las grandes mayorías marginadas del poder el
instrumento idóneo son las fuentes orales, pero no el único.
Es igualmente útil para el estudio de las elites poderosas.
“Es un instrumento privilegiado para hacer la historia de las mujeres, la vida
familiar, los niños, áreas donde se esconden algunas de las claves de la
dinámica de los cambios sociales. Es valiosa asimismo para reconstrucción
del mundo del trabajo y de experiencias como las migraciones.
Aspectos de la historia más reciente que en algunos casos un discurso
dominante trata de suprimir y olvidar encuentran la luz a través de la
178
UYA, Okon Edet, HISTORIA AFRICANA Y AFRO-AMERICANA Cinco
problemas de metodología y perspectivas, Buenos Aires,
Fundación Editorial de Belgrano, 1990. Pp. 34.
179
SCHWARZSTEIN, Dora, “Introducción”, en SCHWARZSTEIN, Dora,
Op. Cit., pp. 15, donde cita: * PASSERINI, Luisa, “Work
ideology and consensus under italian fascism”, History
Workshop, N° 8,autumn 1979. Y: ** THOMPSON, Paul, Our common
history: the transformation of Europe, London, 1982.

7
entrevista oral. En algunos casos se recurre a la fuente oral por falta de otro
tipo de fuentes. Pero también la fuente oral puede ser utilizada para el
estudio de las elites y sectores vinculados a la (sic) esferas de decisión en
tanto renueva enfoques y amplia la documentación existente.”180

José Marinas y Cristina Santamarinas afirman lo siguiente: “Atender a


lo que los historiadores llaman “fuentes orales” supone reflexionar –es decir
construir teoría- sobre los procesos sociales y personales de producción y de
intercambio, y no sólo respecto a un pasado más o menos documentable.
Las fuentes, los testigos, los actores no anteceden, sino que se constituyen
y modifican a través de los relatos en los que dan un sentido, a
contrasentido, contracorriente o no, a las formas de dominación y
construcción de identidades actuales. Y esto implica abrir algunas
problemáticas que, por lo que estamos viendo, no son sólo ni
principalmente académicas.
Nos referimos, entre otras que este libro detalla, a la cuestión compleja del
nexo entre el relato individual, la historia de uno o de una, y el conocimiento
o el análisis de la sociedad, de una etapa o de una clase. Se hace historia
oral, análisis e interpretación social para conocer las estructuras, conflictos
y procesos de un grupo o una sociedad. Pero reconstruir el discurso social –
que es más que el mero “recoger” historias- a partir de historias
individuales nos lleva a profundizar críticamente en otras dimensiones.”181

180
Idem, pp. 16, 17.
181
MARINAS, José Miguel, y SANTAMARINA, Cristina, LA HISTORIA
ORAL: MÉTODOS Y EXPERIENCIAS, Madrid, Ed. Debate S.A., 1993.
Pp. 12 y 13.

7
CAPÍTULO 7

El papel del historiador en el Taller de Historia

¿Cuál es el rol del historiador en el taller de Historia?


Acerca de esta pregunta podemos sostener dos posiciones
antagónicas. Por un lado se puede postular la desaparición del rol del
historiador en medio del grupo y para dar paso al discurso grupal, o
como algunos historiadores sostienen “darle la voz a los sin voz”. Este
es un ejercicio de vanidad sin límites, una demostración de poder
absoluta y una falsedad a todas luces. Todos tenemos voz, y todos
nos expresamos, solo que existen ruidos que a veces impiden
escuchar esas voces, como señala, Angel Castellan.
En segundo lugar otra posición afirma que se sostiene fuertemente el
rol del historiador/autor a pesar de lo que este pueda decir. Pero
como veremos más adelante puede haber una tercera posición.
Dora Schwarzstein hace referencia a la segunda postura en el marco
de la Historia Oral, pero puede también afirmarse en el marco de los
Talleres. Ella afirma lo siguiente: “Al ponerse el acento en el poder de la
historia oral para cambiar la tarea tradicional del historiador, se ha dejado
de lado tomar en consideración el modo en que el discurso disciplinar, sus
suposiciones y su contexto influencia esa práctica. Por lo tanto, los trabajos
que se basan en la historia oral oscilan entre extremos de un populismo
entusiasta, donde el historiador desaparece para dar voz al pueblo y una
concepción tradicional de historiografía “objetiva” en la que el
historiador/autor asume una posición privilegiada como intérprete de los
materiales aportados por los entrevistados.”182

Ahora bien en un Taller como el que nosotros formulamos no puede


desaparecer el rol del historiador, ni afirmarse en el papel de
historiador/autor. Por el contrario ese rol se transforma. El historiador
ya no sostiene firmemente las riendas del discurso historiográfico,
182
SCHWARZSTEIN, Dora, “Introducción”, en SCHWARZSTEIN, Dora,
Op. Cit., pp. 12.

7
sino que él participa en su construcción. Pero esa participación no es
en calidad de mero integrante del Taller como todos los demás.
“¿Significa esto rechazar (o desdeñar) la actividad académica? ¿Implica
aderezar la actividad académica con un componente “realista”, pero sin
alterar los sustentos teóricos del conocimiento lograble?
No. Supone integrar actividades académica y memoria popular, generando
un modo de investigación activo, sustentado sobre el diálogo franco y
mutuamente fecundador del científico en cuanto tal y del sujeto histórico.
Los efectos removedores de semejante propuesta no se ocultan a nadie. En
el terreno específico de la Historia sindical la misma supone trascender los
abordajes tradicionales sobre los modos organizativos, los postulados
ideológicos y las formas de lucha de los asalariados sindicalizados, para
incursionar en la mentalidad de los sectores populares, en sus conductas
cotidianas (respecto a las relaciones familiares, a las prácticas sexuales, a
las diversiones, a la actitud ante la muerte), en las condiciones de trabajo y
sus múltiples formalizaciones, en la visión empresarial y político-
conservadora sobre las reivindicaciones sindicales, en las proteicas
expresiones de la cultura popular…”183
El historiador participa desde su rol técnico exclusivamente, orienta,
guía, sugiere, cuestiona y es cuestionado. Pone las herramientas con
las que cuenta al servicio, no de la estructuración del discurso por él
deseado o impuesto, sino al servicio del grupo.
“Sucede que un cambio en el oficio de historiar de la entidad de este,
resulta coherente con un proyecto social transformador a nivel de la
sociedad globalmente considerada. Así como en la sociedad nueva (que se
aspira a ver fundada en una igualdad real y una justicia distributiva firme) la
clave democrática deberá residir en la participación (en el sentido de ser
parte, integrante activo, protagonista eficiente de la vida social), en la
nueva práctica historiográfica habrán de conjugarse el discernimiento
científico (y todos sus condicionamientos metodológicos) con la vivencia
personal y generacional, de forma de obtener una conciencia histórica
madura.”184

183
ZUBILLAGA, Carlos, “De la memoria del poder a la memoria
popular” en ZUBILLAGA, Carlos y Otros, Op. Cit. Pp. 12.
184
Idem, Idem.

7
Entonces surgen varias preguntas. ¿La práctica democrática que la
autogestión del conocimiento histórico propone, es pura ilusión? Para
poder contestar la interrogante debemos saber; en manos de quién
está la producción del discurso historiográfico y hacia quién va
dirigido ese producto.
El historiador posee conocimientos técnicos, metodológicos, sobre la
propia materia histórica, además de una sólida formación científica
de la que carecen normalmente los integrantes del Taller. Esto indica
una primera diferencia entre el historiador y los demás talleristas.
Esta diferencia supone una desigualdad de poder que favorece al
historiador. La cuestión es sí el historiador ejerce o no ese poder. En
este caso el historiador puede asumir la representación de la Historia
y del Saber, y colocarse fuera del grupo y dominarlo. Por el
contrario puede también formar parte del grupo y del proceso como
un miembro más con una capacidad técnica que lo diferencia. Esa
capacidad es una herramienta formidable sí el historiador la coloca al
servicio del grupo, para asesorarlo, orientarlo, para colaborar en la
sistematización de los conocimientos. No para dominar al grupo y su
discurso, sino para colaborar en la estructuración, y en la
formalización de ese discurso, que en última instancia permanece en
manos del grupo. Pero como ya lo dijera José Artigas; “es muy
veleidosa la probidad de los hombres”. Por lo cual no podemos dejar
el ejercicio del poder que dispone el historiador librado a su voluntad
o a sus determinaciones inconscientes. Es necesario establecer reglas
fundamentales que permitan socializar ese poder. Una de ellas es la
necesidad del consenso a la hora de la formulación, planificación,
coordinación, y del control del cumplimiento de las distintas etapas
del proyecto. Esto debe extenderse al momento de la puesta en
común del conocimiento obtenido, al proceso de estructuración, y
formalización del discurso historiográfico.
Ahora bien tanto la indagación como el discurso construido en común,
puede en determinados momentos ser dirigido por el historiador,
tanto consciente como inconscientemente. Pero la aplicación de otra

7
de las reglas fundamentales e imprescindibles que debe regir la tarea
del Taller; es decir la democracia y la constitución no jerárquica del
grupo permite corregir cualquier intento de dominación y apropiación
del discurso grupal.
Por tanto ese discurso surgirá de la propia autonomía del grupo, en la
medida que se mantengan los criterios de no-representación del
saber, de la aplicación de los principios de democracia, consenso, e
igualdad, así como de la propia ubicación del historiador dentro del
grupo y no por fuera de él. En esa medida el discurso historiográfico
no se mantiene fuertemente en manos del historiador, sino por el
contrario emana del grupo.
El producto historiográfico que surge de este proceso esta destinado
en primer lugar al propio grupo. En segundo lugar a los sectores
dominados y al pueblo en general. A modo de resumen podemos
decir que el rol del historiador se mantiene en todo momento dentro
del grupo. Pero ese rol no es el de historiador/autor, sino que se trata
de un rol técnico.
La diferencia fundamental entre estos Talleres y los History Workshop
está dada por los conceptos de autonomía, y no-representación ni del
saber, ni de los individuos, (los llamados “sin voz”).
Castoriadis define la autonomía; “Autonomía social e individual:
hacemos nuestras leyes, la colectividad es efectivamente soberana, los
individuos son efectivamente libres e iguales en su participación en el
poder.”185

Ciertamente esto exige un gran esfuerzo de parte del historiador, un


profundo conocimiento de la Psicología de grupo, un intenso diálogo
con otras disciplinas, particularmente con la Antropología y la
Sociología. Pero sobre todo una gran honestidad y compromiso para
con su ciencia.

CASTORIADIS, Cornelius, Psicoanálisis y autonomía.


185

Lectura de La institución imaginaria de la sociedad,


Montevideo, Ed. Nordan Comunidad, 1994. (selección y
comentarios Martín Wolf-Felder). Pp. 17. Citado en la
“Introducción” por PRIETO, Ruben G.

7
Puesta en práctica de los Talleres de Historia

¿Cómo se desarrolla en la practica este modelo teórico? Ya señalamos


que estos Talleres deber ser autónomos. No es posible, ni deseable su
desarrollo en el marco de instituciones estatales o políticas. Por otra
parte tal y como están planteadas las cosas en nuestro país esto sería
impensable en la actualidad.
¿Entonces en que espacio pueden desarrollan los Talleres? En el seno
de las propias organizaciones populares. Es decir, comisiones de
fomento de carácter barrial, merenderos y ollas populares, sindicatos,
centros culturales, teatros independientes, cooperativas de vivienda,
asociaciones estudiantiles y profesionales, policlínicas
autogestionarias, ateneos, etc. Esta enumeración no es taxativa, ni se
agota en estos ejemplos. En esta tarea debería tener un rol de
avanzada, tanto el Colegio de Licenciados de la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación, como el Centro de
Estudiantes e incluso la propia Facultad. La convocatoria a integrar
estos grupos debe ser abierta y voluntaria, sobre el supuesto de
grupos homogéneos. Entendiendo por esto aquellos individuos que
hallan vivido experiencias encuadradas en lapsos determinado.

8
CONCLUSIONES

El Estado controla la Historia, y la memoria, y modela la conciencia


histórica del modo que ya vimos. Es necesario la creación de un
conocimiento histórico alternativo y autónomo, lo que solo es posible
a través de la autogestión de ese conocimiento.
La forma que hemos preferido es la de los Talleres de Historia.
Esta propuesta reconoce su antecedente en los History Workshop
ingleses, en algunos postulados de la Historia Oral, y de la llamada
Historia Popular. La diferencia radica en el componente de autonomía,
que nosotros pensamos, es imprescindible para la concreción de la
autogestión de ese conocimiento. Sin autonomía no hay autogestión,
por más que esta se declare. Esta misma autonomía colabora a
liberar a la Historia de sus servidumbres.
El otro elemento clave es la utilización del consenso en el Taller como
medio de evitar la apropiación de esa autonomía en beneficio de
personas o grupos de personas, y como medio de controlar el poder
que sin duda dispone el historiador.
La importancia de este conocimiento alternativo radica
fundamentalmente en la posibilidad de alumbrar y rescatar, zonas de
nuestro pasado común, que permanecen en penumbras o que han
sido oscurecidos de exprofeso.
En segundo lugar contribuye a afirmar nuestra identidad como grupo,
clase, etc. Posibilita a su vez mayor libertad en la autoconstrucción
de nuestra conciencia histórica.
“Todo pensamiento sobre la historia y la sociedad pertenece él mismo a la
historia y a la sociedad…no es más que una modalidad y una forma de
hacer social- histórico. Pero puede permitirse ser lúcido respecto de sí
mismo. Lo que llamo elucidación es el trabajo por el cual los hombres
intentan pensar lo que hacen y saber lo que piensan.”186

186
Idem, pp. 12.

8
Pero sí todas estas razones no fueran suficiente; el enriquecimiento,
cultural, emotivo, social que surge a partir de los Talleres de Historia
es razón suficiente para nosotros.
Finalmente el conocimiento que surge en estos Talleres no tiene
por finalidad servir de apoyo a reivindicaciones, o a posiciones
sostenidas por sector alguno.

8
BIBLIOGRAFIA

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8
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historia, Montevideo, Consejo Latinoamericano de Ciencias
Sociales (CLACSO) – Centro Latinoamericano de Economía
Humana (CLAEH), 1989.

8
Indice.

Introducción..............................................….......I

Capítulo 1
Historia necesidad para la vida...........................1
La conciencia histórica del hombre.....................4
Recuerdo y olvido................................................7

Capítulo 2
Historia y pasión...........................................…....9
El genio y la Historia............................................11
Los Micrólogos.............................................. …...13
Los viajeros indiscretos.......................................14
Sobre los hechos.................................................15

Capítulo 3
Historia Monumental...........................................18
Historia Anticuario...............................................20
Historia Crítica.....................................................23
Los excesos de la Historia...................................24

Capítulo 4
La construcción del objeto...................................26
La pretensión de la Historia de ser ciencia..........28
La función de la Historia......................................30

8
Historia y Presente..............................................32
La comprensión del pasado.................................35
Historia y Poder...................................................38

Capítulo 5
El control del Estado sobre la Historia.................44
Un conocimiento autónomo.................................47
Talleres de Historia..............................................48
El placer del oficio de historiar.............................49
De la producción del conocimiento histórico........51

Capítulo 6
Historia popular, Historia social...........................55
Algunas consideraciones sobre los talleres.........57
La importancia de la Historia Popular..................59
Sobre la utilización de la fuente oral...................60

Capítulo 7
El papel del historiador en el Taller de
Historia................................................................64
Puesta en práctica de los Talleres de
Historia................................................................67

Conclusiones.....................................................69

8
Bibliografía........................................................71

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