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Sermones Sobre El Evangelio De Mateo (IV)-Las Bendiciones Espirituales Que Jesús Nos Ha Dado
Sermones Sobre El Evangelio De Mateo (IV)-Las Bendiciones Espirituales Que Jesús Nos Ha Dado
Sermones Sobre El Evangelio De Mateo (IV)-Las Bendiciones Espirituales Que Jesús Nos Ha Dado
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Sermones Sobre El Evangelio De Mateo (IV)-Las Bendiciones Espirituales Que Jesús Nos Ha Dado

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Muchos nuevos cristianos de todo el mundo acaban de nacer de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que hemos predicado. Deseamos darles el pan de vida, pero es muy difícil estar en contacto con ellos porque están lejos. Por tanto, para satisfacer sus necesidades espirituales, el autor proclama que los que han recibido la remisión de sus pecados al creer en la Palabra de Jesucristo deben participar en su Palabra para defender su fe y mantener sus vidas espirituales. Los sermones en estos libros son pan de vida que alimentará a los nacidos de nuevo. A través de su Iglesia y sus siervos, Dios seguirá dándonos el pan de vida. Que las bendiciones de Dios recaigan sobre todos los nacidos de nuevo del agua y el Espíritu que deseen compartir su vida espiritual en Jesucristo con nosotros.

LanguageEspañol
PublisherPaul C. Jong
Release dateDec 8, 2022
ISBN9788928210909
Sermones Sobre El Evangelio De Mateo (IV)-Las Bendiciones Espirituales Que Jesús Nos Ha Dado

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    Sermones Sobre El Evangelio De Mateo (IV)-Las Bendiciones Espirituales Que Jesús Nos Ha Dado - Paul C. Jong

    Por todas las naciones, muchas personas están recibiendo la remisión de los pecados. Por lo tanto necesitamos a más gente que las guíe en su camino con el Señor. Debemos guiar a los que han recibido la remisión de sus pecados, a la Iglesia de Dios. Espero que en todos los países del mundo salgan líderes para llevar esta obra a cabo. Desearía poder enviar a mis trabajadores por todo el mundo como mensajeros de Dios y misioneros. Sin embargo, si los enviase al mundo, ¿quién predicaría el Evangelio de la justicia aquí? Por tanto, espero que haya muchos trabajadores de Dios en todas las naciones para llevar a cabo este ministerio tan importante.

    Está publicación forma parte de mi serie de crecimiento espiritual para los futuros líderes de los redimidos. Mientras sirvo al Señor, creo que en cada nación el pueblo de Dios se levantará. Para preparar a los líderes del futuro, grabé estos sermones en formato de audio, y ahora se los presento en este libro. Los sermones, que han sido editados y traducidos para formar a los líderes del mañana, les darán un mensaje que alimentará sus corazones y sus almas.

    Sé que estos sermones serán alimento espiritual para todo el mundo. Como es imposible que todos compartamos la Palabra, cara a cara, con todos los creyentes y obreros de Dios de todo el mundo, espero que a través de este libro, pueda tener una relación de hermandad con los que creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Todos estamos agradecidos de que Dios nos haya hecho obreros Suyos, al alimentarnos con el Sustento para la Vida.

    Hasta ahora hemos publicado más de 20 libros en inglés, y hemos averiguado que los que los han leído están agradecidos por haber recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Ahora, a través de los sermones para el crecimiento espiritual, doy una vez más testimonio de que el Evangelio del agua y el Espíritu es la única Verdad que da vida. Estoy seguro que, después de leer este libro, se darán cuenta de que las Escrituras están llenas de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Al final, todo el mundo entenderá que el Evangelio del agua y el Espíritu es la única Verdad. Cuando esta gente se de cuenta de la Verdad y se deshaga de su fe basada en emociones, sus corazones se llenarán del Evangelio del agua y el Espíritu, que es el único camino hacia la redención eterna. Entonces todos vivirán como discípulos de Cristo, serán Sus instrumentos que salven a las almas, y harán Su obra por las ovejas perdidas de todas las naciones al poner su fe en el poder del Evangelio del agua y el Espíritu.

    Del mismo modo en que todas las plantas florecen y dan frutos, creo que el poder del verdadero Evangelio bendice a los que creen en él, tanto en cuerpo como en espíritu; pero también les permite vivir como obreros de dios. Todos serán benditos en cuerpo y espíritu. Ahora, los obreros de Dios de todas las naciones plantarán las semillas del Evangelio del agua y el Espíritu y salvarán a muchas almas de sus pecados. Mientras prediquemos el Evangelio del agua y el Espíritu, seguiremos ganando. Daremos más frutos de Dios creyendo en este Evangelio. Vivimos en el tiempo de la cosecha y recogeremos más frutos de salvación. Ahora deben creer en Su Palabra, estarle agradecidos y glorificarle.

    Si Dios lo permite, seguiremos haciendo estas cosas y más. Dios les bendecirá. Que Dios les de abundantes bendiciones físicas y espirituales, las bendiciones de la fe santa del Cielo y de la riqueza de la tierra, a todo el que crea en el Evangelio del agua y el Espíritu.

    Paul C. Jong

    CAPÍTULO 21

    Los trabajadores

    utilizados por Dios

    < Mateo 21:1-11 >

    «Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos. Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:

    Decid a la hija de Sion:

    He aquí, tu Rey viene a ti,

    Manso, y sentado sobre una asna,

    Sobre un pollino, hijo de animal de carga.

    Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima. Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste? Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea».

    Acabamos de leer un pasaje de Mateo 21. Nos describe cómo Jesús entró en Jerusalén montado en un asno. En este pasaje, el Señor nos está explicando qué tipo de gente escoge como Sus obreros y cómo son utilizados por Él. ¿Quiénes son los que Dios utiliza? Los que se han desatado de sus compromisos con el mundo. Los que están atados al mundo no pueden convertirse en obreros Suyos porque todavía aman las cosas del mundo. Los que han sido librados de las cadenas del mundo pueden ser utilizados por Dios como instrumentos valiosos. Dios les hace obreros Suyos y cumple Su voluntad a través de ellos. A través de la gente que está libre del mundo, Dios cumple Su obra. Él los utiliza para Su obra.

    Está escrito: «Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos. Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: Decid a la hija de Sion: He aquí tu Rey viene a ti, Manso, y sentado sobre una asna, Sobre un pollino, hijo de animal de carga» (Mateo 21, 1-4).

    Cuando Jesús y Sus discípulos se acercaron a Jerusalén, les dijo a dos de Sus discípulos: «Id a la aldea de allí y veréis un asno y un pollino. Traédmelos. Si alguien dice algo, decidles que el Señor los va a usar». Esto es algo que solo el Señor puede decir. Si nosotros dijésemos algo así, la gente pensaría que estamos locos. Si fuésemos caminando y les dijese: «Tráiganme ese coche. Si el propietario dice algo, decidle que el Señor lo va a utilizar», ¿no pensarían que estoy loco? Este pasaje es algo que solo el Señor podía decir.

    El Señor, quien nos ha salvado, es más que capaz de hacer esto. Es el Creador de los cielos y la tierra, el universo entero y todo lo que hay en Él le pertenecen, incluso ese pollino. Como el Señor ordenó a Sus discípulos que desatasen al pollino y el asno y se lo trajesen, los discípulos obedecieron. Entonces Jesús entró en Jerusalén montado en este pollino.

    La gente le dio la bienvenida con todo entusiasmo. Tiraron sus ropas sobre el camino. Cogieron ramos y los extendieron sobre el camino. Le dieron la bienvenida con mucho entusiasmo, gritando: «Gloria a Dios». El pasaje de las Escrituras dice: «O tros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!». Esta gente sabía que el Rey estaba entrando en su ciudad.

    Así es como Jesucristo entró en Jerusalén. Pero el Rey de reyes estaba montado en un pollino que había sido librado de la esclavitud del mundo. Entró en la ciudad montando en un pollino con toda humildad. El Señor es el Rey del Cielo, pero entró en Jerusalén montado en un humilde pollino. En la Biblia, los asnos se refieren a los descendientes de Adán y Eva que no han nacido de nuevo. El primer hombre y la primera mujer, Adán y Eva, no creyeron en la Palabra de Dios y desobedecieron a Dios, por eso se les llama asnos. También se les llama asnos a los que son tercos.

    ¿Quién es un obrero de Dios? Aunque seamos tercos como un asno, Dios nos hace, a los nacidos de nuevo, obreros Suyos. Mientras que Jesús montó en asno, era un asno especial porque ha sido librado del mundo. Está escrito: «Mas todo primogénito de asno redimirás con un cordero; y si no lo redimieres, quebrarás su cerviz. También redimirás al primogénito de tus hijos» (Éxodo 13, 13). Todos nosotros, sin excepción, debemos morir por nuestros pecados. Pero, al creer en que el Cordero de Dios expió nuestros pecados, hemos nacido de nuevo y hemos sido redimidos de nuestros pecados. Estos asnos, al haber recibido la remisión de los pecados, son el pueblo de Dios. Aunque somos descendientes de Adán, y aunque estábamos destinados a morir por nuestros pecados, aquellos de nosotros hemos recibido la redención a través de Jesucristo y hemos alcanzado la remisión de los pecados, somos utilizados por Dios. Al utilizar a esta gente Dios cumple Su voluntad.

    Si se ata el hocico de un asno a un palo en el suelo, ¿cómo se puede utilizar a ese asno? Por mucho que la gente utilice este asno, si está atado, no tiene mucha utilidad. De la misma manera, los que han sido salvados y son utilizados por el Señor, han sido desatados del mundo. Solo los que han sido librados del mundo son utilizados por Dios como instrumentos Suyos. Dios no puede utilizar a los que se preocupan de qué comer, qué beber, qué llevar puesto, y otras cosas materiales. Jesús dijo: «Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos. Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita».

    Dios rompió las cadenas que nos ataban al mundo y después nos utilizó. Por tanto, los que son utilizados por Dios son los que han sido desatados. Entre los salvados, algunos pueden convertirse en obreros de Dios, mientras que otros no. Hay algunos creyentes a los que Dios no puede utilizar, y hay otros que sí que pueden ser utilizados para Su obra. Quien no sea un obrero de Dios sigue atado al mundo. Dios nos puede utilizar a esta gente. No puede utilizar a la gente que sigue atada a los placeres materiales de este mundo. Cuando Jesús levantó a Lázaro de entre los muertos, dijo: «Desatadle, y dejadle ir» (Juan 11, 44). Lázaro había sido envuelto en ropajes de lino al ser enterrado. Cuando el Señor le llamó y le dijo: «Lázaro, sal de la tumba», él salió envuelto en las vestiduras. Al ver esto, el Señor dijo: «Desatadle y dejadle ir». El que Lázaro fuese resucitado implica su salvación. Es decir, antes estaba atado por sus pecados y destinado al infierno, pero fue salvado del infierno, de la destrucción y del pecado para vivir de nuevo. Pero aún así muchas otras cosas le ataban al mundo.

    «Desatadle, y dejadle ir». Dios desata las ataduras a través de Sus siervos. Nuestro Señor no las desata personalmente, sino que lo hace a través de Sus siervos. El asno en este pasaje estaba atado en el mundo. Estaba atado a un palo. Esto se solía hacer así. El asno trabaja para su dueño. Hace todo lo que su maestro le pide. Hace mucho tiempo, cuando no había coches, los asnos eran un medio de transporte. Del mismo modo en que un asno es un instrumento para su dueño, nosotros somos instrumentos de Dios cuando nacemos de nuevo.

    Recibimos la remisión de los pecados y nacemos de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando nacemos de nuevo, estamos listos para ser obreros de Dios. Sin embargo, si todavía estamos atados al mundo, Dios no puede utilizarnos como Sus obreros. Las cadenas que nos atan al mundo tienen que ser rotas. Solo cuando somos librados del mundo, el Señor puede montar en nosotros y entrar en Jerusalén. Si estamos atados al mundo, incluso tras haber recibido la salvación, ¿cómo puede Dios utilizarnos para Su obra?

    ¿Cuántas ataduras les tienen sujetos? Puede que estén atados a sus amigos, a sus emociones, al poder, a sus necesidades básicas, o a sí mismos. Pero todas estas ataduras deben deshacerse antes de que puedan ser utilizados por Dios. Él solo utiliza a los que han sido desatados del mundo y han sido salvados. Dios utiliza a los que viven por la fe y dicen: «Creo en que Dios satisfará todas mis necesidades. Ahora que ya no soy esclavo del mundo, Dios cuidará de mí». Por eso no vivimos por los esfuerzos humanos. Los que son utilizados por Dios son los que no están atados al mundo, los que son guiados por Él y están atados a Dios, quien es glorificado a través de esta gente.

    El asno que se menciona en el pasaje de las Escrituras de hoy se refiere a nosotros. Como ya he dicho antes, está escrito en Éxodo: «Mas todo primogénito de asno redimirás con un cordero; y si no lo redimieres, quebrarás su cerviz. También redimirás al primogénito de tus hijos» (Éxodo 13, 13). Todo asno primogénito tenía que sacrificarse. Para salvar a este asno, había que redimirlo con un cordero. Esto significa que si se sacrificaba un cordero y se ofrecía a Dios en lugar del asno, este no tenía que morir. Cuando nacía un asno, para evitar matarlo, hacía falta un animal para sacrificar. ¿Por qué no le gustan los asnos a Dios? Porque son tercos. Así que se mataba a los asnos recién nacidos de una manera específica; rompiéndoles el cuello.

    La mayoría de los animales herbívoros pueden levantarse y correr en cuanto nacen. Dios había ordenado a los israelitas que matasen a los asnos recién nacidos rompiéndoles el cuello. ¿Por qué? Los asnos recién nacidos son iguales que Satanás, y se levantan contra Dios. Los asnos no escuchan ni hacen lo que se les dice. Por eso Dios dijo que debían matarse. Lo que Dios odia más es la gente que no obedece Su Palabra y no cree en ella. Así que Dios dijo que los asnos primogénitos debían ser sacrificados. Como la Biblia demuestra frecuentemente la voluntad de Dios mediante el principio de representación, la expresión asno primogénito significa todos los asnos. Por tanto el asno primogénito se refiere a todos los seres humanos.

    Todo el que es descendiente de Adán es un asno. La gente es terca y no escucha la Palabra de Dios. Cuando se les dice: «Eres un pecador. Tienes demasiados pecados», preguntan: «¿Por qué soy un pecador?». Cuando se les dice: «Morirás si te saltas alguna de Mis Leyes», la gente contesta: «No lo creo». Siempre se oponen a todo lo que Dios les dice. Cuando Dios dice: «Haced esto», ellos dice: «Haré esto otro». Cuando se les dice: «Esto se hace así», ellos dicen: «Creo que sería mejor hacerlo de esta otra manera». Se oponen por completo a la voluntad de Dios. Cuando se les dice: «Id por aquí», ellos dicen: «No, iré por allá». Son como asnos que hacen justo lo contrario de lo que se les pide. Un asno nunca les seguirá si se ponen delante de él y le estiran. Para mover a un asno, deben colocarse detrás y azotarle en el trasero. Un asno solo les obedecerá cuando le levanten la mano.

    Mis queridos hermanos, todos nosotros somos asnos. Nacimos siendo asnos. Para ser salvados, necesitamos un sacrificio de redención. Los animales que Dios preparó como sacrificios de redención son los corderos y las cabras. Para poder ser salvados, necesitamos un cordero. Solo podemos vivir si un cordero carga con nuestros pecados y muere en nuestro lugar. El libro de Levítico habla de cuántos pecados cometemos mientras vivimos en este mundo, y cuántos errores cometemos en nuestras vidas. Pasemos a Levítico.

    Levítico 14, 33-47 dice: «Habló también Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo: Cuando hayáis entrado en la tierra de Canaán, la cual yo os doy en posesión, si pusiere yo plaga de lepra en alguna casa de la tierra de vuestra posesión, vendrá aquel de quien fuere la casa y dará aviso al sacerdote, diciendo: Algo como plaga ha aparecido en mi casa. Entonces el sacerdote mandará desocupar la casa antes que entre a mirar la plaga, para que no sea contaminado todo lo que estuviere en la casa; y después el sacerdote entrará a examinarla. Y examinará la plaga; y si se vieren manchas en las paredes de la casa, manchas verdosas o rojizas, las cuales parecieren más profundas que la superficie de la pared, el sacerdote saldrá de la casa a la puerta de ella, y cerrará la casa por siete días. Y al séptimo día volverá el sacerdote, y la examinará; y si la plaga se hubiere extendido en las paredes de la casa, entonces mandará el sacerdote, y arrancarán las piedras en que estuviere la plaga, y las echarán fuera de la ciudad en lugar inmundo. Y hará raspar la casa por dentro alrededor, y derramarán fuera de la ciudad, en lugar inmundo, el barro que rasparen. Y tomarán otras piedras y las pondrán en lugar de las piedras quitadas; y tomarán otro barro y recubrirán la casa. Y si la plaga volviere a brotar en aquella casa, después que hizo arrancar las piedras y raspar la casa, y después que fue recubierta, entonces el sacerdote entrará y la examinará; y si pareciere haberse extendido la plaga en la casa, es lepra maligna en la casa; inmunda es. Derribará, por tanto, la tal casa, sus piedras, sus maderos y toda la mezcla de la casa; y sacarán todo fuera de la ciudad a lugar inmundo. Y cualquiera que entrare en aquella casa durante los días en que la mandó cerrar, será inmundo hasta la noche. Y el que durmiere en aquella casa, lavará sus vestidos; también el que comiere en la casa lavará sus vestidos».

    Este pasaje describe el estado social de los leprosos. Nos dice lo que se debe hacer en caso de que la lepra entrase en la casa de un israelita. Cuando alguien contraía la lepra, la enfermedad se propagaba fácilmente a los otros miembros de la familia. La enfermedad era muy contagiosa. Cuando la lepra entraba en una casa, el dueño de la casa tenía que ir a un sacerdote y decírselo. Entonces el sacerdote iba a la casa y la examinaba. Cuando determinaba que había lepra, hacía que los habitantes de la casa quitarán las piedras de la misma y las arrojasen a un lugar impuro fuera de la ciudad. Entonces las paredes de la casa se limpiaban en profundidad. La suciedad que se rascaba de las paredes se arrojaba al lugar impuro fuera de la ciudad. Aquí la casa se refiere a los seres humanos.

    La Biblia utiliza todo tipo de metáforas para hablar de la remisión de los pecados. Es el único libro que habla de la salvación. No hay otra manera de recibir la remisión de los pecados con otro libro, ni de conocer el misterio de la salvación. Solo la Biblia habla de esto. Solo a través de la Palabra de Dios podemos conocer la salvación. Cuando la lepra entraba en la casa de un israelita, todas las paredes tenían que limpiarse con cuidado, y todo el polvo y la suciedad se debían arrojar en un lugar impuro. La casa aquí se refiere a la gente. En otras palabras, quien tenga pecados en el corazón debe limpiarse.

    Como esta casa, ¿cuánta suciedad tiene la gente? ¿Cuántos errores comete la gente y cuántos pecados comete durante toda su vida? No es que toda la casa esté sucia. Puede que un lugar en concreto se esté pudriendo de moho, pero el resto de la casa esté bien. En aquel entonces, las casas que se construían con lodo y polvo tenían moho. Incluso algunas casas construidas con cemento son así. El moho crece donde hay mucha humedad en la casa. Para la gente es como estar infectado de lepra. Está muy sucia. Cuando entran en un sótano lleno de humedad, pueden ver moho creciendo por las paredes.

    Todos cometemos pecados en nuestras vidas, por mucho que intentemos vivir con rectitud. Algunas personas construyen casas para vivir bien. Aunque la casa está limpia al principio, cuando pasa el tiempo, la casa se llena de una plaga de lepra. La gente que nace en este mundo, intenta no cometer pecados y vivir una vida recta. ¿Pero cómo pueden evitar cometer pecados? Todo el mundo peca. Dios les ordenó a los israelitas que cuando la lepra entrase en sus casas, todas las paredes debían limpiarse y la suciedad debía arrojarse a un sitio impuro. De la misma manera, nosotros sufrimos la lepra de nuestros pecados durante todas nuestras vidas. Dios nos ordenó que las limpiásemos y expulsásemos la suciedad. El pecado es sucio.

    Todo el mundo comete pecados. Dios mira los corazones de la gente, ve el pecado, y lo juzga como sucio. Entonces les dice a las personas sucias que tienen que limpiarse y arrojar la suciedad. Cuando en una casa había lepra, según la Ley de Dios, todo el mundo que visitaba la casa durante la plaga, también estaba sucio. Así que Dios ordenó que todas las paredes de la casa se limpiasen. Entonces un sacerdote tenía que ir a la casa, limpiar las paredes y arrojar la suciedad fuera de la ciudad. Si el sacerdote veía que la lepra volvía a aparecer después de esto, había que destruir la casa. Todas las piedras y el material del que estaba construida la casa tenían que arrojarse fuera de la ciudad, en un lugar impuro.

    Esto se refiere a nuestras vidas. Esto habla de todos nuestros hermanos y hermanas y de todo el mundo. Dios ha establecido estos estatutos como señal para los seres humanos. Es imposible no cometer pecados en todas nuestras vidas. Todos cometemos pecados, y debemos arrojarlos de nuestros corazones. ¿Y si cometemos el mismo pecado después de haberlo arrojado? ¿Qué debemos hacer si nuestros pecados se exponen después de que el Señor los haya arrojado? Dios dice que si el mismo pecado se expone de nuevo, y lo cometemos repetidamente, esta casa se vendrá abajo, se cerrará y se arrojará en un lugar impuro.

    Todos tenemos la tendencia a cometer el mismo pecado una y otra vez. Así es la naturaleza humana. No somos diferentes a esta casa sucia. La gente comete los mismos pecados siempre. Por eso deberíamos ser arrojados a un lugar impuro y ser quemados. Por eso la Biblia dice: «El precio del pecado es la muerte». Los israelitas limpiaban las paredes sucias y arrojaban el polvo en un lugar sucio, pero si la plaga seguía resurgiendo en la casa, había que derribarla y arrojarla al lugar impuro. Si los seres humanos siguen cometiendo pecados, tienen que ser arrojados al lugar impuro.

    Todo el mundo nace siendo pecador. Todo el mundo nace siendo un asno terco. Ustedes y yo nacimos siendo tercos, y aunque parezca que a veces obedecemos a Dios, no lo hacemos. Todo el mundo que siga desobedeciendo a Dios debe ser eliminado, arrojado al infierno.

    Para evitar ir al infierno, no es suficiente con que el Señor haya borrado los pecados que hemos cometido. Aunque sabemos que no debemos cometer pecados, seguimos cometiendo los mismos pecados una y otra vez. Según la Ley del Señor, todos debemos ser demolidos. El Señor vino al mundo para borrar nuestros pecados para siempre.

    Lo que Dios ve en nosotros le fuerza a arrojarnos al infierno sin excepción. Todos merecemos ser arrojados al infierno. No somos más que asnos. Nuestros cuellos deberían romperse cuando nacemos. A los ojos de Dios, todos merecemos morir por ser tercos.

    Sin embargo, por Su amor, Jesús abrió un nuevo camino de vida para nosotros (Hebreos 10, 20). Debemos darnos cuenta de que Jesús se ha convertido en la propiciación de nuestros pecados. Aquí Dios dijo: «Limpiad la suciedad y arrojadla a un lugar donde se arroje la suciedad». Jesucristo se ha convertido en nuestro sacrificio. Jesús es nuestra redención.

    Esto significa que Jesús, como una bolsa de basura, tomó todos nuestros pecados y los cargó sobre Sí mismo. En otras palabras, aunque Jesús era absolutamente limpio, tomó todos nuestros pecados, cargó con toda la suciedad, y fue condenado en nuestro lugar. Jesús cargó con todos nuestros pecados y con la suciedad a través de Su bautismo y Su muerte en la Cruz.

    Así es como Jesús se convirtió en nuestra redención. Vino al mundo para salvarnos del pecado. Somos asnos tercos que no escuchan la Palabra de Dios, ni creen en ella, y que desobedecen. Jesús, el Cordero de Dios, quien estaba sin pecado, murió en nuestro lugar. Así es como nosotros, los asnos tercos, podemos evitar la muerte y como podemos ser utilizados por Dios como Sus instrumentos preciados.

    Todos nosotros debemos entender qué significa la casa infectada de lepra que se menciona en Levítico. La casa con lepra se refiere a los seres humanos. Se refiere a nuestras vidas. Si su casa tuviera lepra, tendrían que limpiarla, sacar toda la suciedad y arrojarla. Sería bueno si la suciedad no volviese, pero si su casa tuviera demasiada humedad, volvería a aparecer el moho. Si esto siguiese sucediendo, la casa tendría que demolerse.

    Nosotros nacimos siendo pecadores. Somos descendientes de Adán. Adán y Eva son los antecesores de toda la humanidad. Pero fueron engañados por Satanás y el pecado entró en sus corazones. Cuando desobedecieron la Palabra de Dios, empezaron a escuchar las palabras del diablo. Una y otra vez, desobedecieron la Palabra de Dios. Si el moho no aparece de nuevo cuando se limpia, la gente puede seguir viviendo en esa casa. Pero si el moho vuelve, incluso después de haberlo limpiado, la casa tiene que demolerse. Estaría bien que Dios quitase los pecados que hemos cometido hasta ahora, si no cometiésemos más pecados desde entonces. ¿Pero es posible? ¿Puede alguien hacer esto? ¿Somos capaces de no cometer pecados repetidamente durante nuestras vidas? Nadie puede hacer esto. Es humano cometer pecados hasta que morimos. No somos más que asnos. Desobedecemos y no escuchamos a Dios en nuestras vidas.

    Entonces, ¿no deberíamos ser destruidos por Dios como leprosos? Debemos ser demolidos. ¿Acaso los israelitas no limpiaban toda la suciedad de las paredes y la arrojaban fuera de la ciudad? Cuando una casa es demolida, ¿dónde van los desperdicios? ¿Se arrojan en la basura? Se entierran en un vertedero. Todos merecemos ser arrojados al infierno y ser abandonados por Dios. No podemos evitar cometer pecados, y los cometemos una y otra vez.

    A pesar de esto, Jesús se convirtió en nuestra propiciación para que Dios nos salvase. No fue solo un cordero que murió, sino que fue el Hijo de Dios, el Creador vivo que vino para ser el Salvador de la humanidad. Jesús se sacrificó a Sí mismo para salvar a los seres humanos tercos para que la casa no fuese demolida, sino que fuese perdonada, y para ello Jesús quitó la lepra de la humanidad, toda la suciedad sobre Sí mismo, y derramó Su sangre en la Cruz para pagar la condena del pecado. Por esto, hemos sido salvados por fe. La Biblia dice que estas casas se refieren a los seres humanos (1 Corintios 3, 9).

    Queridos hermanos, la remisión de los pecados no tiene precio. Si una casa sigue infectándose, nadie puede vivir en ella, por muy bonita que sea. ¿Por qué? Porque tarde o temprano, quien viva en ella se contagiará. Un leproso puede estar completamente sano, exceptuando una pequeña parte de su cuerpo. Pero esto es suficiente para llamarle leproso. Por muy listo o rico que sea, la gente no le llamará rico o listo, sino leproso.

    Hace mucho tiempo, uno de mis amigos contrajo la lepra. Yo no me di cuenta entonces. Ya era bastante poco atractivo cuando no tenía lepra, pero ahora tenía heridas. Como yo he tenido algunas enfermedades de la piel, por las que me salen granos y sarpullidos, pensé que tenía una de esas enfermedades. Era un hombre joven e inteligente. Su familia era bastante rica. Él me daba todo tipo de regalos cuando le visitaba en su casa. Pero, por alguna razón nadie más iba a su casa.

    Cuando pasó el tiempo y me hice mayor, me di cuenta de que este chico tenía la lepra. Solía visitarle en casa cuando era pequeño y no sabía lo que pasaba. Pero un día su familia se mudó. Pasó bastante tiempo hasta que me enteré de que tenía la lepra. Solía tener todo tipo de heridas, pero no se curaban. Cuando me salían a mí sarpullidos, se me iban después de untarme algún remedio casero. Pero él tenía heridas en la cara durante todo el año. Por muy rica que fuera su familia, nadie se

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