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EI problema de los principios. O dénde queda Occidente. Sobre los resultados laterales de una investigacion en normativa de género AMELIA VALCARCEL India, la ausencia de problema del derecho natural: "No habia ninguna moral de validez universal. No habia més que un derecho sagrado ‘especifico. Por principio falté totalmente el conjunto de problemas que en Occidente dio lugar a la aparicion del derecho natural”. Dames por hecho que este es nuestro nuevo nombre. No hace tanto tiempo gue nos llaman ynos llamamos asi ¥, desde luego, no hay modo de convertirlo en un auténtica referencia geo- aréfica. Occidente es un concepto. De entrada, aunque parece claro, resulta bastante confuso a poco que lo mires. Europa es Occidente, mas atin, pasa por ser la casa madre, Toda Améri- ca es Occidente, si bien queda al occidente de Europa, pero no de Asia y ocupa una extension enorme de Norte a Sur, Parte del sur de Africa es Occidente, aunque esté al oriente de Europa. 36 J. Ortega y Gasset Australia lo es también, si bien se halla al sur y ligeramente descentrada de Asia... Hago es- tas precisiones porque antes, esto es, no hace tanto, lo que prevalecia era clasificar el mundo fen Norte y Sur, lo que tampoco resultaba dema- siado clarificador, porque, de nuevo, paises del mundo norte quedaban en el sur, como los refe~ Fidos de Africa, América 0 Australia misma. £1 mundo de Occidente, marcado por el oca- 50, lugar donde se pone el sol y mundo de los difuntos, es el nuestro, No sé si debiéramos con- formarnos con un nombre que arrastra, inevi- 12s tablemente, tales resonancias. Por ello, porque hay quien no se conforma, le han salido a nues- tro mundo otras palabras para nombrarlo, de las cuales elegiré una que estd todavia calentita por ser de casi ahora mismo: somos los miembros de las sociedades WEIRD. El difusor del nombre es el bien conocido y estimable antropélogo Jared Diamond, que lo usa en su obra é! mundo hasta ayer’, Este acrénimo intenta seffalar a socieda- des que compartan las siguientes caracteristi- cas: Occidentales, Educadas, Industriales, Ricas ¥y Democraticas. Vernos que Diamond hace una concesién a la nostalgia por Occidente, pero in- tenta dibujarla con lineas més firmes. Puesto ‘que ademas este acrénimo, weird, significa "raro O extrafio” en inglés, se gana con él algo que no suele estar presente: la conciencia de lo escasas y peculiares que estas nuestras sociedades son, Fue Huntington quien en su libro £/ choque de civilizaciones nos forzé a mirar en una direc- cién poco habitual. Seguin su ensefianza, Occi- dente es una entre varias formas civilizatorias, enormes agrupaciones humanas, cuya especi- ficidad es su religién. A decir verdad, Hunting- ton explica que la religion es el sustrato firme de cualquiera de las regiones civilizatorias que cexisten®, Aunque en esto parecia repetir la en- sefianza de Toynbee, Io cierto es que results muy notable recordarle a un mundo seculari- zado el papel fundamental de lo religioso. Occidente mds bien estaba acostumbrado a pensar dos cosas: que Dios ha muerto, enuncia- da por Nietzsche, y que le religidn es el opio del pueblo, ésta por Marx. Al principio, las razones de Huntington parecieron extemporéneas. Fue- ron adquiriendo crédito 2 medida que el isla- mismo fue reveléndose y haciéndose presente ‘enel panorama internacional. Su tesis principal, sin embargo, no acaba de ser completamente digerida, Noes facil que Occidente, recuérdese, ese otro nombre de las sociedades weird, se re- conozca en unas formas religiosas, las propias, con las cuales, ademés, viene disputando desde la época ilustrada, Al menos Europa presenta claras resistencias, La democracia alardea de su tolerancia religiosa, pero no busca el patronaz- g0 divino, no al menos no aqui. 41 2012. Barcelona, Debate, 2013. 2 Le fue reprochado que no sefelara con ndmero exacto Cuntas de estas formas austan pero lo cierto esque lo hiza hastalasaciedad,Vésse a pégina 30 dela edicin espaola dela or tad (Pais, 1557). debates Los deberes weird Ser occidental en el tiempo que habitamos supone muchos més requerimientos que en el pasado. E! caso es que nada en la prosecu- cin de nuestros modos de vida se ha vuelto repetitivo 0 mecdnico, sino que todo, la cosa més pequefia o habitual, parece exigir un gra- do de esfuerzo social notable, entendiendo por ello un grado de orden y organizacién bastante alto. Aunque nunca de hecho esto hubiera su- Cedido en el pasado —que los modos de vida se reprodujeran de un modo mecénico-, ha sido talel salto en innovaciones que se ha produci- do en los uiltimos tres siglos, que difciimente podria resistir nuestro mundo la prueba de una destruccién siquiera parcial. En cualquier caso, poner esto de relieve viene a cuento de sope- sar la cantidad de innovacién que de modo sis- tematico nuestros modos de vida entrafian y consumen. Porque no solamente consumimos cenergia y materias primas, que lo hacemos sin tasa, sino que consumimos constantemente energia actitudinal y de pensamiento inno- vando, buscando nuevos modos, nuevas vias y nuevas metas. Digamos que la maquina, si no se mueve constantemente hacia delante, corre el peligro de quebrar. Ignoro si esto es cabalgar a lomos de un tigre, como se dijo por Nietzs- che, pero es peculiar sin duda alguna, Para semejantes cabalgadas, guardamos también un considerable monto de destrezas. Sabemos muchas cosas. Pero quizés deberia- mos saber mas. Saber leer los signos de los tiempos, pero ese es asunto complejo. Al me- ‘nos cada occidental en principio, y dado lo que Wwierte en su educacién, deberia ser capaz de dar cuenta del contexto significative de su cultura de origen y de sefialar sus practicas per- tinentes, Me consta que es muy complicado, a causa de la dificultad reflexiva de cada cultura, pero, al menos, podemos utilizar a las demés como espejo. Pata poder realizar esa torsién, son impres- cindibles los saberes que llamamos humanida- des. Historia, sociologia, artes o antropologia son vehiculos de conocimiento que ningin otro saber puede suplir y que nos informan acerca de nosotros y los otros, Y eso es tam- bién un problema, dado su actual descuido. Son saberes que la actual politica weird no am- 37 para, porque no producen rendimientos inme- diatos contantes en el mercado. Pero resultan ser imprescindibles, no sélo para entender el momento planetario, sino para mantener al pie la democracia, ese irrenunciable politico de nuestros modos de vida’. Aludo a ellos porque en ellos reside el conocimiento del pasado, que permite establecer las comparaciones y las jus tificaciones, y también de ellos dependen los horizontes de sentido de nuestras practicas de valor. Ser occidental es recibir una enorme y va riada herencia de conocimientos que nece- sitan ser puestos al dia continuadamente y que forman un entramado complejo. También conlleva el conocimiento y la préctica de un espeso y variado debate normativo. Todo ello se aprende, queriendo con ello sefialar que no viene de serie, sino que es largo y trabajoso de adquirit. De lo mas complicado es saber de la pertinencia de los usos sociomorales, dada su complejidad y sus enormes cambios en menos de un siglo. Precisamente por los cambios en 505 sos nuestras sociedades “raras” se vuel- ven mas y mas raras, en el sentido corriente, de diaen dia Esta préctica de ser weird, de momento, ro va acompafiada, sino todo lo contrario, de tuna coleccién bien ordenada de principios de sencilla adecuacién a los casos. No poseemos un centén de mandatos tradicionales con los cuales juzgar las situaciones que el presente ‘ofrezca, Tenemos debates, normas y principios, pero en un relativo desordent. Ser occidental es muy complicado y bastante trabajoso, si bien puede que bastante gente no lo perciba porque el trabajo que debiera hacerlo estén realizan- do otras personas. Digamos que en Occidente también existe el estatuto de cigarra. Porque la cantidad de esfuerzo es constante y creciente. Resumiendo, sucede que hay que hacerse cargo de lo producide y también de Ia ingen- te cantidad de saber que sobre otros mundos y modos de vida la curiosidad de Occidente hha acumulado. Porque la nuestra ha resultado ser la cultura mas curiosa de todas, por razo- nes pragmaticas, pero también por puro gusto. Conocer por conocer es ya para los griegos una Virtud en si. Uno de los aspectos que més sor- prende en una investigacién sobre principios, religiones y normas, incluso en una que como ésta contemple los sesgos de género, pero que conlleve abundante trabajo de campo, es perca~ tarse de la escasa curiosidad que los modos de vida 0 creencias de las investigadoras despier- tan en las personas entrevistadas, como si ya lo supieran todo 0 como si nada tuvieran que 5a- ber. Alo largo de variadas entrevistas dentro de sociedades multirreligiosas, ocurre que lo que creas, incluso si resultase ser nada, no interesa, no se transforma nunca en abjeto de interés 0 debate, y ello no parece que se deba a asunto de cortesia. Cada quien parece, quizé porque se habla con muchas personas religiosas, bastarse asi mismo en ese aspecto. Ello nos leva de nue- vo a Huntington y a su idea de la impermesbi lidad de las civizaciones. Cualquier innovacién técnica traspasa sus fronteras, pero no parecen necesitar de innovaciones morales ajenas. Sin embargo, si quisiéramos poner, aunque fuera s6lo metodolégicamente, en cuestin los duros cenunciados de este gran filésofo politico, debe- riamos encontrar contraejemplos. Los hay. Son las sociedades multireligiosas. Al menos Occi- dente lo es. De modo peculiar, yexisten algunas ‘otras, aunque sean muy escasas, Las sociedades multirreligiosas La afirmacién de que Occidente es una so- ciedad multirreligiosa de modo peculiar debe medirse con la siguiente: las sociedades pue- den ser perfectamente multirreligiosas y, sin embargo, cerradas. Esto, es mas, es el modo normal en que algunas de las sociedades tra- dicionales se desenvuelven. Primero porque el monoteismo es un tipo religioso que tarda en establecerse, dadas las indudables ventajas de politeismo, incluidas las politicas, lo que produ- ce que formas religiosas dispares tengan largos tractos de vida en comin; en segundo lugar, Porque, dependiendo precisamente de tales convivencias, un poder bien asegurado obtie- ne ventajas de tal situacién, proponiendo vidas y sociedades separadas, construyendo pat- chworks en sus territorios, etc. Conocemos y tenemos experiencia hist6rica de tales formas plurirreligiosas, algunas muy cercanas, como 125 las desarrolladas en la Europa oriental por el tesa Seen et SL eee aan ec ee ce ee oc ete eee cera ny de tolerancia y encarnada en derechos espe- Coen ie rene aus Cero nen eee eee cetradas, el dinamismo es otro, Traeré un plds- Reet ence saa teen Cee echt ca ee ter de conversiones o reacciones religiosas, con ree tec tod cee ce ne de mejorar las condiciones sociales, Fuera de es- eu ee Metco ceics t Seem uence ee eet a) Vida, siendo muy pocos los claros a donde no lle- Pa none Ae teen ppocos problemas y nada que equivalga realmen- te a los problemas morales... La actitud correc- ta siempre se halla claramente determinada, si Se eae Se ies de dificultades al adoptarla. Las instituciones oem en eee seers re a Dre te arrest ce ieee rea heey 1857, pig 186 peed eee tc enc} aunque de hecho no se utlice; pero que nada alee ae meee multirreligiosas y cerradas, como el millet oto- Oe en ees eee Cee ae eae ae es Seats eet ee esc pero sin cambiar en absoluto el registro general rege ee rena interesante se produce en las sociedades weird, SUS eee) Cre ae et eed a Mesa estatal, que articula el principio de libertad de conciencia. Cada quien puede creer en lo que bien decida y convenir con otros en hacerlo, siempre que sus creencias no tengan por resul- PO seer een tens oer cay Goa ees eer clon eee Ey See one ares aie Ne ae een ban defar atrds las guerras de religion. Dee eens est Comte eter ee cease eeu eee ee eat a Gen ce eo ee eta? como Constantino, esto es, no decimos que Beem eerste Eas sservir mejor a dioses no calculados, sino que > tales derechos existen con independencia de la existencia de los dioses. Son derechos a creen- cia y rituales, cierto que con mayor énfasis en las creencias. Quiero decir que tales derechos cexistirfan aunque las creencias fueran decidi- damente estdpidas. Los religiosos son un géne- ro de derechos incluso “contra razén’. Y eso no fusca nuestro racionalismo implicito. Lo que entonces una sociedad abierta re- ‘conoce no es tanto la existencia de una fuente religiosa de derecho ni tampoco unos derechos cestrictamente religiosos. Lo que reconoce es la libertad religiosa, esto es, la libertad de asumir por parte del individuo cualquier credo, siem- pre que éste no interfiera con la practica de la libertad civil aceptada por el conjunto. Los derechos religiosos dimanan de la libertad de conciencia, que es su prius, por tanto estén ga- rantizados en su plenitud alli donde ella esté reconocida y tenga vias para ejercerse. Lo més notable de nuestro modelo es el gé- nero de verdad de la que sus practicantes do- tan a sus ideas religiosas. Son, por asi decirlo, “verdades no compitientes”. Quiero con ello decir que todas las sociedades abiertas tie- nen, desde hace al menos un par de siglos, dos fuentes de verdad que no consideran verdade- ramente alternativas ni entrando en juegos de suma cero. Son ciencia y religion. Lo expresaré con palabras del fildsofo Hilary Putnam: “Como judio practicante, he ido dan- do cada vez mas importancia a la dimensién religiosa de la vida. Al mismo tiempo he estado siempre muy interesado en la ciencia; de he- cho, cuando empecé a ensefiarfilosofia, a prin- cipios de los afos cincuenta, me consideraba como un fildsofo de Ia ciencia... Quienes cono- cen mis escritos de aquella época se pregunta ran cémo conciliaba mi vena religiosa[...con la idea materialista y cientifica que tenia del mun- do en ese momento. La respuesta es que no lo hacia: era completamente ateo y, no obstante, creyente, Me limitaba a mantener separadas ‘ambas en una partes de mi vida’®. Ese modo de relacién que Putnam seftala, es el normal en democracia, donde, ademés, también el credo democratico convive con formas religiosas mo- noteistas casi necesariamente alejadas de él en lo que toca a su imagen del poder divino. Qui +0 con ello aludir a varios asuntos elementales 65 Cémo renovoria lost, Medi, Ctedra 1998, és. 31-2. 40 que a menudo no se tienen en cuenta, como es que a Dios nadie lo eligié, los angeles no vota- ron, su voluntad no se somete a consenso y, en fin, que es bastante mas parecido a un basileus que a un gobernante de nuestro tipo, Publico y privado Religion y ciencia, por un lado, y religién y istema politico por otro, realizan una especie de ajustes calculados como armonia no com- pitiente. No chocan porque tampoco se en- cuentran, Cada discurso y cada préctica tiene lugar en sus espacios propios, de modo que el problema entonces es definirios. ¥ la solucién suele ser que los contenidos de una son publi- 0s y los de la otra privados, con todo lo que esto arrastra, sobre todo si se hace que coinci- da con otra distincién entre piblico y privado que es antonoméstica, la que define las esferas, diversas de estado y familia... 0 de varones ¥ mujeres, Las creencias religiosas son privadas en las sociedades weird, lo que en absoluto quiere decir que sean clandestinas. Al afirmar que las verdades religiosas son privadas quiere con ello significarse que el género de verdades que el creyente tiene por buenas no lo son para el resto, y que, por tanto y en consecuencia, tam- poco vigen para el resto el tipo de normativas especiales que obtenga de tales seguridades. Y ahi toparemos con el escollo mayor que se produce en nuestras sociedades occidentales: la marginacién o especial normativa del grupo femenino argumentada bajo el epitome de li- bertad religiosa 0 derecho a la diferencia cul- tural. Que lo que ocurre en familia es privado, y or tanto también privativo, es un tipo de cer~ teza bien asentada en los tiempos que nos han precedido y posee a su vez un gran implicito: que el recinto privado tiene su propio sefior al que su autoridad alli in toto se le reconoce. Es el pater familias 0 una figura ideal similar que incluso ha gozado en el derecho romano de la capacidad de decidir la vida o muerte de los miembros de su sociedad. ¥ bastante, sino tanto, de esa capacidad cuando llamamos privado a algo a todo efecto. Pensemos, por ejemplo, en la propiedad pri- vada. itiva se reconoce debeisi@s La propiedad que lo es lo es casi a todo efecto, Si alguien es duefio de algo puede por supuesto enajenarlo, pero también destruirlo, Cabe imaginar, por ejemplo, que alguien po- seyera una valiosa obra de arte, suya. éPodria ‘quematla sin que tuviéramos manera legal de impedirlo? Posiblemente si. Dificultades de esta indole, por ejemplo, nos encontramos si queremos poner limite al sufrimiento animal. Lo privado arrastra auin un seforio atdvico y en ocasiones espantoso, Sélo en este medio tiempo tras las dos guerras mundiales las mujeres han emergido como ciudadanas de ese Ambito opaco de los privado. La familia se ha resentido y ha debido variar. Esa es ademds una de las enormes nove- dades presentes en las sociedades weird. La in- dividualidad de las mujeres esta especialmente tutelada en algunas, ademds. A medida que esta libertad se consolida y produce mayores efectos, como por ejemplo presencia publica ‘© poder explicto, la distancia con las socieda- des tradicionales se acrecienta. Como también crece, y esta es la parte que quiero subrayar, nuestra tendencia a “desprivatizar” la condi- cién de las mujeres, ya sea en nuestra sociedad 0 en otras. Pero mejor daré la palabra en este caso al filésofo Waltzer: “Entre los temas que mds dividen a las sociedades contempordneas '5e encuentran los relacionados con las formas de organizacién familiar, los diversos roles de género y la conducta sexual [..] el dominio ‘masculino, précticamente universal, ha esta- blecido los limites de lo que se podia discutir sobre esta cuestién (y sobre quién podia par- ticipar en la discusién). Hoy dia esos limites se onen en cuestién debido a la amplia acepta- cién de las ideas relativas a la igualdad y a los derechos hurnanos”, {Qué sucederia si un individuo, 0, mas exactamente, varios agrupados en un sistema de creencias, mantuvieran como derecho a su privacidad, en el sentido de conductas no in- vestigables, sistematicas vulneraciones de los derechos civiles corrientes de las mujeres? Podrian argumentarlo, desde luego, aunque fuera anacronicamente. ¥ to harian por dos vias, como derecho a la diferencia religiosa 0 cultural o bien como ejercicio normalizado de 7 WAI ZER, Totado sobre la toleroncio, Barcelona, 1988, ps RM, debats1as, la libertad individual. Vayamos a la primera de esas formas. El derecho a la diferencia y la fascinacién previa la diferencia fue antes del derecho a ella. Conviene recordar este tipo de cosas porque siempre hay quien se extrafa. La parte verdade- ta de la posicién que Lévi-Strauss os6 defender ante la Unesco en los primeros afios cincuenta del siglo XX es que hay multiples maneras de ser un ser humano... si bien él afrmaba, para darle sin duda mayor vigor, que ninguna es me- jor que otra. la variedad de las experiencias humanas nunca se nos ha presentado a la vez tan com- pletamente como en el tiempo que vivimos y tampoco nunca esa multiplicidad variopinta se ha rodeado de tal ansia de permanencia en vista del uniforme proceso de globalizacién de curso. Importa y grita mds ahora, cuando de- crece la diferencia, que en los buenos tiempos, en que, perfectamente establecida, no era casi de seguro bien conocida ni menos, reconocida, Eneste planeta, cada vez mas pequerio porque las isécronas lo acercan de dia en dia, la idea de encontrar un monto de variedad irreduct- ble pierde terreno dia tras dia. Ya ni siquiera las apelaciones roménticas al irracionalismo resultan seductoras. Lo “absolutamente otro” pierde terreno y hasta prestigio. En casi todas partes pueden encontrarse las mismas cosas y lo que mas se parece a una sociedad del antes llamado “tercer mundo” es otra sociedad del tercer mundo, se intente como se intente ca- muflar el abisma en limpieza y en riqueza, que ‘es lo que primeramente percibimos. Nos cues- ta erotizar porque los medios de comunicacién nos ponen delante de los ojos, y sistematica- mente, demasiadas pobrezas que conocemos muy bien. La diferencia las diferencias, solo se mues- ‘ran convincentes cuando estén religiosamen- te fundadas. Entonees es cuando provocan un paso atras. éQuién hubiera pensado hace cincuenta afos, ya se dijo, que las religiones, ©, si se prefiere, la religién, el opio del pueblo perfectamente digerido, volveria a ser un pro- blema y de la mayor envergadura? Muy poca gente en el ambito de las ideas. Se jubild a la a demasiada alegria. Hay diferencias quesnd!asustan, sino que tnicamente preocu- pan; pero las que se avalen con el peso de la tradicién y se enfunden en los ropajes religio- sos, esas, son distintas. Diferencias a tener en cuenta, Ya no exotizamos, pero estamos en la tentacién de invocar la tolerancia allf donde la religién expresa con fuerza su normativa. Y con mayor razén si se da el caso de que no pode- mos en absoluto intervenir, Porque la diferencia, convertida en dere- cho, funciona fuera y dentro de nuestras fron- teras weird, Obviamente ala externa poco coto podriamos ponerle, mas no es as{en el caso de Ia interna, Ante esa nos detenemos por raz0- nes a veces estratégicas, a veces prudenciales y también a veces, por principio. Si tenemos a una criatura, del sexo femeni- no, que con escasa edad nos asegura, sin em- bargo, que quiere ponerse una pafioleta para significar sus creencias mahometanas, edebe- mos hacer algo 0 dejar el asunto como esta? Me consta que el asunto es vidrioso, pero habré de abordarlo igualmente. La primera parte esté cantada: la libertad individual avala cualquier tipo de préctica que no sea delictiva. Alguien hace algo porque quiere y ese algo no esté pro- 12 romarama, Moni tibetan fente la Estupa de Bodhnath, Ketmanda 42 hibido, ergo, puede hacerlo, Libertas est potes- tas faciendi id quod Jure licet. Unicamente nos preocuparia sila edad de la chiquilla se corres ponde con la de la libertad de obrar. Quizd in- tuimos que un determinado tipo de mayoria de ‘edad es necesario para que ese también deter minado uso de la libertad sea valido. Podemos celegir entonces el tramo de edad desde la cual le conducta es plenamente correcta. En todo ‘caso, lo que pretendemos es asegurarnos no de lalicitud de la conducta, sino de la existencia de lo fibertad individual que la avala y fundamenta. Calcularemos una edad razonable. En bastan- tes lugares, las criaturas de meses son sacadas ‘en procesiones catdlicas con signos distintivos, ergo... Es mas, admitimos comiinmente que los padres pueden decidir a educacién religiosa de los hijos... En consecuencia, tendremos verda- deros problemas si queremos interrumpir una practica, no muy conforme, pero cuyas simila- res gozan de licitud. Nos guste o no, lo mas pro- able es que cerremos los ojos. Se puede objetar que la practica, que tole- ra incardinarse en la libertad religiosa, esta en contra del principio de igualdad, a decir verdad, de un tipo especial de ese principio, la igualdiad entre sexos, puesto que no existe una conduc- ta condigna y simétrica que los varones de esa creencia deban cumplir. Subrayo condigna y simétrica. La simetria es por ella misma un protoprincipio normati- ‘vo que solemos acatar en més de un campo de accién. ¥ propongo condigna por apuntar a realidades que sean material y formalmente comparables. Pondré como ejemplo vestimen- ta por vestimenta, marca fisica por marca fisi- 2, obligacién por obligacién, et. El principio de igualdad nos lleva desde la igualdad ante la ley, pasando por el todos han de ser tratados igualmente, esto es, la no discriminacién, hasta el afirmar que no toda diferencia es legitima y entonces enumerar, entre las que no lo son, las establecidas en funcién de sexo si resultaren no sélo distin- tas, sino vejatorias. En efecto, no puede ha- blarse de discriminacién si no ocurre que es discriminacién toda distincién que tenga por objeto anular el ejercicio ecudnime de un de- recho reconocido’, El “respeto por la diferen- 8 ntiyo que mi adnrade ier Piano ted eras resevas onertadefnicio, pera no mehadade lempo deconsuare 125 ia", en los tiempos del exotismo y también ahora, lleva a no catalogar de tal conductas que, en cualquier situacién no religiosamen- te avalada, considerariamos lesivas. Aunque de nuevo Walzer afirme que “ahora todo esta abierto al debate, todas las religiones y las culturas se ven sometidas a revision critica”’, lo cierto es que el fundamento religioso sigue siendo, junto con la invocacién a la libertad personal, un asunto serio de resolver. La linea entre lo tolerable y lo intolerable suele pasar por el mismo perfil que las diferencias de gé- nero. Que ha dejado ademas de ser un pro- blema esencialmente interno y perteneciente al derecho privado. Los Principios Uno de los modos en que realizamos la ar- quitectura posible de los debates importantes es el uso de principios. Llamamos asia un tipo determinado de enunciados que nos alejan de los casos concretos pero pueden ser emplea- dos en su solucién. €1 mas universal y antiguo de estos principios es el que conocemos por el nombre de “regla de oro”: no hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti. Aparece con claridad en el tiempo eje, pero se supone que ha sido ya enunciado en la China de Con- fucio. A su lado, tenemos varios mas de los que echamos mano, como el de igualdad, li bertad, presuncién de inocencia, no vuelta so- bre cosa juzgada, y toda otra serie que derivan en general de la simetria, Asi como tenemos un tipo de seguridades que no podemos argu- mentar y que parecen fundadas en los restos de la “ontologia de la deuda”"', esa suerte de materia oscura que estabiliza nuestro campo normative. Cuando tenemos algun problema alguna opacidad, rapidamente buscamos un principio que nos ayude a despejar el campo. Apunté al inicio de este texto que como occidentales no poseemos el que seria mayor desideratum: una coleccién perfecta, comple- ta, coherente y articulada de tales principios. Los hemos ido reuniendo azarosamente y su relativa dispersién guarda memoria de su gé- 19” WALZERFotado sobre le toleronca, Garcelons, 198, pgs nn, 20 JASPERS, K, Origen y meta defo Historia, Madr Alana, 1980, pig. 25 11 VALCARCEL, A, Le memori yl eran, Herder, 2010 debates. nesis. Los invocamos a menudo, pero sélo si hay que entrar en debate. Los debates suelen ser una prueba conclu- yente de que determinada cuestién no esté cerrada ni superada. Si bien hay que tener cui- dado con ello, porque no siempre la gente pier de, aunque una cuestién se cierre, las ganas de discutir, Pero, por poner casos evidentes, ya no es debatible si varones y mujeres han de tener idénticos derechos politicos y acceso @ una formacién elevada, si asi lo desean y pueden hacerlo. ¥, sin embargo, este par de cosas sen-

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