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COMISIÓN DIOCESANA DE CATEQUESIS

VICARÍA DE EVANGELIZACIÓN
Arzobispado de Valencia

RETIRO DE CUARESMA
PARA CATEQUISTAS
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1.- ORACIÓN INICIAL

Sábado Segunda Semana de Cuaresma


LAUDES

SALUDO INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.


R. Señor, date prisa en socorrerme.

HIMNO

Dios es fiel guarda siempre su alianza,


libra al pueblo de toda esclavitud,
su palabra resuena en los profetas,
reclamando el bien y la virtud.

Pueblo en marcha por el desierto ardiente,


horizontes de paz y libertad,
asamblea de Dios, eterna fiesta,
tierra nueva, perenne heredad.

Si al mirar hacia atrás somos tentados


de volver al Egipto seductor,
el Espíritu empuja con su fuerza
a avanzar por la vía del amor.

El maná es un don que Dios envía,


pero el pan hoy se cuece con sudor,
leche y miel nos dará la tierra nueva,
si el trabajo es fecundo y redentor.

Y Jesús nos dará en el calvario


su lección “hágase tu voluntad”,
y su sangre, vertida por nosotros,
será el precio de nuestra libertad.

SALMODIA

Ant. 1. Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericor-


dia y de noche tu fidelidad.

Salmo 91

Es bueno dar gracias al Señor


y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes
sobre arpegios de cítaras.

Tus acciones, Señor, son mi alegría,


y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!.
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.

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Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.

Porque tus enemigos, Señor, perecerán,


los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.

El justo crecerá como una palmera


y se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;

en la vejez seguirá dando fruto


y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi roca no existe la maldad.

Gloria al Padre, …

Ant. 1. Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericor-


dia y de noche tu fidelidad.

Ant. 2. Dad gloria a nuestro Dios.

Cántico
Dt. 32,1-12

Escuchad, cielos, y hablaré;


oye, tierra, los dichos de mi boca;
descienda como lluvia mi doctrina,
destile como rocío mi palabra;
como llovizna sobre la hierba,
como sereno sobre el césped;
voy a proclamar el nombre del Señor:
dad gloria a nuestro Dios.

Él es la Roca, sus obras son perfectas,


sus caminos son justos,
es un Dios fiel, sin maldad;
es justo y recto.

Hijos degenerados, se portaron mal con él,


generación malvada y pervertida.
¿Así le pagas al Señor,
pueblo necio e insensato?
¿no es él tu padre y tu creador,
el que te hizo y te constituyó?

Acuérdate de los días remotos,


considera las edades pretéritas,

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pregunta a tu padre y te lo contará,
a tus ancianos y te lo dirán:

Cuando el Altísimo
daba a cada pueblo su heredad,
y distribuía a los hijos de Adán,
trazando las fronteras de las naciones,
según el número de los hijos de Dios,
la porción del Señor fue su pueblo,
Jacob fue la parte de su heredad.

Lo encontró en una tierra desierta,


en una soledad poblada de aullidos:
lo rodeó cuidando de él,
lo guardó como a las niñas de sus ojos.

Como el águila incita a su nidada,


revolando sobre los polluelos,
así extendió sus alas, los tomó
y los llevó sobre sus plumas.

El Señor solo los condujo,


no hubo dioses extraños con él.

Gloria al Padre, …

Ant. 2. Dad gloria a nuestro Dios.

Ant. 3. ¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la


tierra!

Salmo 8

Señor, dueño nuestro,


¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.


De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos;


la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él;
el ser humano, para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,


lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:

rebaños de ovejas y toros,


y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por las aguas.

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Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!

Gloria al Padre, …

Ant. 3. ¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la


tierra!

LECTURA BREVE
Is 1, 16-18

"Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras


malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a
obrar bien; buscad lo que es justo, haced justicia al
oprimido, defended al huérfano, proteged a la viu-
da. Entonces, venid, y litigaremos -dice el Señor-.
Aunque vuestros pecados sean como la grana,
blanquearán como la nieve; aunque sean rojos co-
mo escarlata, quedarán blancos como lana"

RESPONSORIO BREVE

V. Él me librará de la red del cazador.


R. Él me librará de la red del cazador.

V. Me cubrirá con su plumaje.


R. Él me librará de la red del cazador.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.


R. Él me librará de la red del cazador.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Padre mío, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no


merezco llamarme hijo tuyo, trátame como a uno de tus
jornaleros

Cántico de Zacarías (Lc 1,68-79)

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,


porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos


y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nues-
tros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que libres de temor,


arrancados de la mano de nuestros enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,

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en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamaran Profeta del Altísimo,


porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,


nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas,
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre …

Ant. Padre mío, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no


merezco llamarme hijo tuyo, trátame como a uno de tus
jornaleros

PRECES

Demos gracias siempre y en todo lugar a Cristo,


nuestro Salvador, y supliquémosle, diciendo:

Ayúdanos, Señor, con tu gracia.

— Concédenos guardar sin mancha nuestros cuer-


pos,
para que el Espíritu Santo pueda habitar en ellos.

— Desde el comienzo del día acrecienta en noso-


tros el amor a nuestros hermanos
y el deseo de cumplir tu voluntad en todas las acciones de
esta jornada.

— Danos hambre del alimento que perdura y da


vida eterna,
y que tú diariamente nos proporcionas.

— Que interceda por nosotros tu santísima Madre,


refugio de pecadores,
para que obtengamos el perdón de nuestros pecados.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Pidamos al Padre que nos libre de todo mal, repi-


tiendo la oración que Cristo nos enseñó: Padre
Nuestro...

ORACIÓN
Dios nuestro, que por medio de tus admirables
sacramentos nos concedes participar, ya desde
este mundo, de los bienes celestiales, guíanos tú
mismo en el camino de la vida, para que alcance-
mos un día aquella luz en la que habitas con tus
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santos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal


y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Bajo tu amparo nos acogemos,


santa Madre de Dios;
no desoigas la oración
que tus hijos necesitados,
líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen gloriosa y bendita!

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2.- CARTA PARA LA CUARESMA
Mons. Carlos Osoro
Arzobispo de Valencia

Domingo 21 de Febrero de 2010


Cuaresma: Dios nos busca

Precisamente porque este tiempo de Cuares-


ma es una especie de peregrinación de Dios en
búsqueda del hombre, por eso os tengo que decir
que la Cuaresma es el tiempo privilegiado para la
peregrinación interior hacia Aquél que es la fuente
de la misericordia. ¡Qué belleza puede tener esta
peregrinación doble: la de Dios buscándonos, que
se hizo Hombre para que le descubriésemos cer-
cano al hombre, y la del ser humano entrando por
un camino interior para encontrarse con Dios!
Comienza esta peregrinación de Dios acompañán-
donos por el desierto, Él mismo va al desierto.
¿Qué sentido pueden tener todas las tentaciones a
las que se ve sometido en el desierto? Decide no
imponer por la fuerza su reino y sí ofrecerlo como
opción responsable asumida por aquellos que
quieran seguirlo. El reino no puede venir como
ostentación o imposición de un poder mágico,
sino como invitación y ofrecimiento a la libre res-
ponsabilidad y al amor.

Cuando comenzábamos el curso, en los


acentos de acción pastoral que os proponía para
vivir este año, os hablaba de un pasaje del Evange-
lio que para mí tiene una importancia en estos
momentos fundamental, y que siento que tiene
una fuerza que expresa la realidad del momento
que estamos viviendo, se resume en aquellas pala-
bras que dice Jesús: “Al ver Jesús a las gentes se
compadecía de ellas” (Mt 9, 36). ¡Qué fuerza tiene
la mirada de Jesús! La mirada conmovida de Jesu-
cristo se detiene también hoy sobre todos los
hombres y de una manera especial en este tiempo
de Cuaresma. Por eso os digo: dejaos mirar por el
Señor. El proyecto divino de que todos los hom-
bres están llamados a la salvación es una realidad,
por eso Jesús ante las insidias que se oponen a
este proyecto tiene compasión de las multitudes,
las quiere defender de los lobos aun a costa de su
vida. Es un proyecto para el desarrollo integral de
la persona de la que tan bellamente nos ha habla-
do el Papa Benedicto XVI en la Encíclica “Caritas
in veritate”. Por eso nuestra gran llamada a la con-
versión en esta Cuaresma es que nuestra mirada se
asemeje cada día con más claridad a la de Jesús.
Dejarnos mirar por Jesús, para nosotros mirar co-
mo Jesús.

¡Qué fuerza tienen los textos del Evangelio


que se proclaman en esta Cuaresma! Desde el pri-

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mer Domingo al último, se va siguiendo toda una
pedagogía de la mirada de Jesús a los hombres.
¿Quién es Dios? Es Aquél que toma la iniciativa
misteriosa de mirar a los hombres: “Mira, envío
mi mensajero delante de ti” (Mc 1, 2). Dios to-
mando una iniciativa misteriosa, algo está a punto
de ocurrir, de alguna manera Dios viene a nuestro
encuentro y se nos indica: “¡Preparad el camino al
Señor!” (Mc 1, 3). Y cuando llega se nos presenta
de una manera sorprendente, ¡cómo nos mira y
cómo se acerca a nosotros! Sería importante que
meditásemos los textos de cada Domingo de Cua-
resma, en los que el Señor nos ofrece cinco mira-
das:

1) Mirada a la realidad. Vivir en medio del mun-


do dejándonos hacer por la gracia, la fuerza y el
amor de Dios. El relato de las tentaciones que
precede inmediatamente al comienzo del misterio
de Jesús (cf. Lc 4, 1-13) es un episodio con drama-
tismo, en el que Jesús y el diablo luchan mano a
mano entre sí, como disputando su propia identi-
dad y su destino universal. Todo tiene lugar en el
desierto, lugar de privación, de soledad, incerti-
dumbre, amenaza y abandono. El Evangelio tiene
como trasfondo las engañosas propuestas mesiáni-
cas que amigos y enemigos le fueron haciendo a lo
largo de su vida. Hay tres puntos clave en las ten-
taciones: a) la tentación de prosperidad y bienestar
material; b) la tentación del poder; c) la tentación
del éxito personal. Frente a esto Jesús elige el difí-
cil camino de la Cruz y del Amor. Mira tu realidad.

2) Mirada que provoca el encuentro con Él.


Vivir en medio del mundo dejando que el Señor
no mire y nos lleve a tener una experiencia fuerte
de encuentro con Él. El relato de la Transfigura-
ción es extraordinario. Jesús se presenta a los
discípulos y les mira como Luz en el camino de la
vida. No tendrán otra Luz, por eso la necesidad de
permanecer en ella. La experiencia de los discípu-
los es clara: “Maestro, que hermoso es estar
aquí” (Lc 9, 28b-36). Mira quién te da Luz.

3) Mirada provocadora de conversión. Vivir en


medio del mundo sintiendo la mirada del Señor
que nos invita a realizar una conversión, es decir, a
vivir según Dios. La llamada a la conversión, a dar
una versión absolutamente nueva de su vida, “si
no os convertís, pereceréis” (Lc 13, 1-9). La pa-
ciencia de Dios es mostrada en la vida de cada
uno de nosotros. Dios, dando permanentemente
oportunidades para convertirnos, no se cansa de
amarnos y de mirarnos. Mira y observa de qué
tienes que convertirte.

4) Mirada de amor misericordioso. Vivir en

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medio del mundo experimentando el gozo del
amor misericordioso de Dios que nos transforma
y nos hace ver la necesidad de vivir bajo la mirada
de Dios. El amor misericordioso del Padre, bus-
cando y mirando siempre al hombre (Lc 15, 1-3.
11-32). Cuando el gran pintor Rembrandt plasmó
el mensaje primordial de la parábola del “hijo
pródigo”, mientras otros artistas destacan la figura
del hijo, el famoso pintor flamenco centra su fuer-
za expresiva en el padre, que abraza al hijo y lo
cubre amorosamente con su manto y lo protege
con su brazo. Emana una luz del rostro del padre
y el hijo queda discretamente en la penumbra. Y
es que aquí el importante es el padre, que repre-
senta a Dios mismo regalando su amor misericor-
dioso, abrazando y mirando tanto al hijo que hab-
ía dejado la casa como al que se había quedado.
Hacerse sentir hijos de Dios y hermanos de todos
los hombres es lo que provoca el amor misericor-
dioso. ¿Me dejo amar misericordiosamente?

5) Mirada de perdón y de gracia. Vivir en me-


dio del mundo experimentado la mirada de
perdón del Señor, que no es de condena, sino mi-
rada para decirnos que hay que vivir según Dios,
“en adelante no peques mas”. La reacción de Jesús
ante una mujer sorprendida en pecado, no es in-
quisitorial, no se trata de no querer saber nada con
ella, es una mirada de acogida en su debilidad y
pecado, de perdón y de petición para que deje el
pecado y viva según Dios (Jn 8, 1-11). Jesús no
hace alegorías sobre el perdón, sino que lo practi-
ca siempre y en esta ocasión jugándoselo todo.

¡Qué maravilla! Jesucristo entrando en nues-


tras vidas con un mensaje revolucionario y lleno
de alegría. Mira al hombre de frente. Viene a po-
ner en orden las cosas de nuestra existencia. Trae
una noticia que va a cambiar nuestra vida y miste-
riosamente va a poner las cosas en su sitio. Es un
Dios que viene a perdonar. Así lo comprobamos
en el último Domingo de Cuaresma. ¿Qué hacer
nosotros? Saber que lo hace todo Él. Y nosotros,
disponibles en una situación de espera y escucha,
de reverencia y de respeto, de dejarnos mirar y de
actuar según esa mirada. Es Dios quien va actuar y
quien va a poner en marcha su Reino y nosotros
estaremos dispuestos a ir donde Él quiera llevar-
nos.

¡Qué oferta encontramos en esta Cuaresma


para esta sociedad, para nuestro pueblo! La prime-
ra contribución que la Iglesia ofrece al desarrollo
del hombre y de los pueblos no se basa en medios
materiales ni en soluciones técnicas, sino en el
anuncio de la verdad de Cristo, que forma las con-
ciencias y muestra la auténtica dignidad de la per-

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sona y del trabajo, promoviendo la creación de
una cultura que responda verdaderamente a todos
los interrogantes del hombre. Y es que resulta
esencial partir siempre de la primacía de Dios en la
Iglesia. De la primacía del amor y de la misericor-
dia de Dios hacia el ser humano, hacia todos y
cada uno de nosotros, surge en la Iglesia la urgen-
cia de recomenzar siempre de nuevo desde Dios,
que requiere el valor de hacerse las últimas pre-
guntas, de volver a encontrar la pasión por las co-
sas que se ven, interpretándolas en la perspectiva
de Jesucristo y de las cosas que no se ven. No es
extraño que el Papa Benedicto XVI, en el mensaje
que nos entrega para esta Cuaresma, nos diga que
“la justicia de Dios se ha manifestado por la fe en
Jesucristo”. “¿Cuál es la justicia de Cristo?... La
que viene de la gracia, donde no es el hombre que
repara, se cura a sí mismo y a los demás… Dios
ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del
rescate… Frente a la justicia de la Cruz, el hombre
se puede revelar, porque pone de manifiesto que
el hombre no es un ser autárquico, sino que nece-
sita de Otro para ser plenamente él mismo. Con-
vertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa
precisamente esto: salir de la ilusión de la autosufi-
ciencia para descubrir y aceptar la propia indigen-
cia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia
de su perdón y de su amistad” (Benedicto XVI,
Mensaje de Cuaresma 2010).

Cuaresma es tiempo privilegiado de busca.


Sintamos la urgencia todos en esta Cuaresma de
convertirnos a Jesucristo, hemos de construir so-
ciedades justas, donde todos tengan y reciban lo
necesario para ser personas que vivan con la digni-
dad que tiene el hombre y que le ha sido dada por
Dios y donde la justicia sea vivificada por el amor.

Con gran afecto y mi bendición

+ Carlos, Arzobispo de Valencia

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3.- LA PALABRA

“Por eso mi pueblo reconocerá mi Nombre, com-


prenderá aquel día que era yo el que hablaba, y
aquí estoy. ¡Qué hermosos son sobre los mon-
tes los pies del mensajero que anuncia la paz,
que trae la buena nueva, que pregona la victo-
ria, que dice a Sión: Ya reina tu Dios! Escucha: tus
vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara
al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a
coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a
su pueblo, rescata a Jerusalén. El Señor desnuda
su santo brazo a la vista de todas las naciones, y
verán los confines de la tierra la victoria de nues-
tro Dios.” (Is 52, 6-10) (Rm 10,15)

******

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,


por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,


tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,


renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,


afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. (Salmo 50)

******

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo.


- Hermanos: Vosotros conocéis lo que sucedió
en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el
bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me
refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios
con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó hacien-
do el bien y curando a los oprimidos por el dia-
blo; porque Dios estaba con él. Nosotros somos
testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jeru-
salén. Lo mataron colgándolo de un madero.
Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo
hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testi-
gos que él había designado: a nosotros, que
hemos comido y bebido con él después de su
Resurrección. (Hch. 10, 34a.37-41).

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4.- ALGUNAS PISTAS PARA LA RE-
FLEXIÓN.

Se propone, para este tiempo de retiro, que


la meditación gire en torno a una serie de actitu-
des y tareas propias del tiempo cuaresmal y que,
de algún modo, forman parte de la actitud general
de la conversión que se nos ofrece como propues-
ta general en este tiempo.

Entendemos por conversión, la actitud pro-


pia de quien descubre el valor inmenso de la pre-
sencia de Dios en su vida y “vuelve su rostro”
para contemplarlo. La conversión está muy unida
la oración ya que no puede llevarse adelante sin
esta. La conversión no es obra de nuestro
“voluntarismo”, sino del encuentro íntimo, silen-
cioso y profundo con Dios en la oración y en la
vida. El tiempo de cuaresma es un tiempo privile-
giado y propicio para este encuentro. La dinámica
propia del tiempo cuaresmal favorece esta necesa-
ria conversión: el silencio, la austeridad, la vida de
la comunidad parroquial, el ritmo de las lecturas
de la palabra de Dios… están al servicio de nues-
tra conversión.

1.- Ponerse en camino


El tiempo de cuaresma nos invita a poner-
nos en camino, en dos direcciones. Una primera
hacia uno mismo, al encuentro de la propia inte-
rioridad: “Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra
la puerta …”(Mt 6, 6). Hay que ponerse en camino
hacia uno mismo, sin eludir miedos, fracasos, difi-
cultades; hay que ponerse en camino hacia uno
mismo para descubrir las ansias de felicidad que
Dios mismo ha puesto en nuestras vidas. Pero ese
ponerse en camino no acaba en nosotros mismos:
“… ora en secreto a tu Padre.” (Mt 6, 6). Caminar
hacia el padre que te descubre y te muestra quien
eres realmente: su hijo, su hija. Y la oración, dirigi-
da al Padre nos descubre hacia quien caminamos.

2.- Dejarnos conducir


El tiempo de cuaresma es momento oportu-
no para aprender lo importante que es dejarse lle-
var. No por cualquiera, sino por el Espíritu: “El
Espíritu lo llevó al desierto” (Lc 4, 1). Dejarse llevar
no es perder libertad, capacidad de decisión. De-
jarse llevar, no por las modas, por los caprichos,
por los miedos, por las propias limitaciones, por
las tentaciones, sino por el Espíritu. Dejarse llevar
por aquel que quiere mi vida, mi libertad, mi feli-
cidad; dejarse llevar por aquel que me ama hasta el
extremo de dar su vida por la mía. Dejarme llevar
por el Espíritu al desierto, a la soledad, al vacio
lleno de Dios. Dejarme llevar para descubrirle y
descubrirme. Dejarnos conducir, dejarnos llevar

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para apartar de nuestra vista todo aquello que no
nos deja ser felices y descubrir, en nosotros mis-
mos una riqueza superior al propio egoísmo.

3.- Contemplar
Este es también un tiempo para la contem-
plación, para aprender a descubrir el rostro y la
presencia de Dios en el mundo y su belleza que
nos rodea. Contemplar la obra de la creación, des-
cubrir la “huella de Dios” en cada cosa y en cada
persona. También es tiempo para contemplar a
Dios “cara a cara”, para subir al monte: “Y, mien-
tras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos bri-
llaban de blancos.” (Lc 9, 28b). Este tiempo hemos
de dedicar más tiempo, y mejor, a la contempla-
ción, al silencio, a descubrir a Dios en lo que nos
rodea y en quienes nos rodean. A escuchar su Pa-
labra, para poder ponerla en nuestras obras.

4.- Tener fe
Conversión y Paciencia. Dos palabras que
definen dos actitudes, constantes en la Historia de
la Salvación. El hombre siempre en proceso de
conversión, de cambio, de acercamiento a Dios. Y
Dios, paciente y misericordioso. La conversión es
un cambio radical en nuestra vida. No es un ajus-
te, una pequeña “chapuza”. Es un cambio de di-
rección volviéndonos hacia Dios y su salvación.
Por eso lo primero que hacemos es ver cuáles son
los frutos que estamos dando, ver y examinar co-
mo es nuestra vida. Pero no hemos de olvidar que
esta conversión es posible porque Dios es pacien-
te con nosotros. Nosotros decimos muchas veces
¡Es inútil esperar más! Pero Dios siempre respon-
de: “Señor, déjala todavía este año” (Lc 13, 8).

5.- Volverse
En este ponerse en camino hacia la pascua,
que es el tiempo de cuaresma, no ha de darnos
miedo volver. Se nos invita a ser el hombre y la
mujer capaces de rectificar, de volver sobre nues-
tros pasos; se nos invita a saber acoger el perdón
de Dios, el abrazo del Padre, la alegría de vivir…
“Volveré a mi Padre” (Lc15, 8).

6.- Lavarse
El agua tiene el poder de transformar, de
cambiar radicalmente la propia vida. La noche de
Pascua, en la Vigilia Pascual, renovaremos las pro-
mesas de nuestro bautismo y seremos rociados
con el agua. Un agua que limpia y purifica todos
nuestros prejuicios que tanto nos esclavizan; un
agua que no ayuda a prender a ser amados y a sa-
berse mirados por Dios con amor. “Y se quedó
solo Jesús con la mujer, que seguía en medio” (Jn
8, 9).

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5. EL TEMA DE
LA CUARESMA DIOCESANA

“¡Qué hermosos los pies del mensajero que


anuncia que Cristo ha resucitado!”

Consideramos oportuno subrayar la continuidad


en todo el ciclo litúrgico, y por este motivo propo-
nemos para los tiempos de Cuaresma y Pascua el
mismo lema que en el tiempo de Adviento y Navi-
dad. Presentando un camino en el tiempo de Ad-
viento, la liturgia nos invitará a recorrerlo hasta
celebrar la Pascua en la que la buena nueva es la
Resurrección de Cristo.
Este lema pone especial atención en el Año
Sacerdotal. El Obispo y el sacerdote están llama-
dos a ser el mensajero que lleva la Buena Noticia del
Evangelio a las distintas comunidades cristianas de
la diócesis; asimismo el laico es también enviado a
anunciar esa palabra de salvación en el mundo,
investido por el Bautismo como profeta, rey y sa-
cerdote. Así toda la Iglesia sigue los pies del
mensajero: los pies del mismo Jesucristo, que
veremos en muchas situaciones a lo largo de los
tiempos de cuaresma y pascua, pero que de un
modo especial se hacen visibles traspasados en
la Cruz.

Queremos responder así a las Prioridades


pastorales diocesanas que para este curso nues-
tro Arzobispo nos sugiere, urgiéndonos especial-
mente a secundar el Año Sacerdotal de la Iglesia
universal. Como hicimos en Adviento y Navidad,
también en el tiempo de Cuaresma y Pascua des-
arrollaremos dichos acentos pastorales en la se-
gunda parte de los materiales. En cuanto al año
sacerdotal destacamos que este tiempo es una
oportunidad para que las comunidades parroquia-
les y los mismos sacerdotes, tomen conciencia de
la grandeza del ministerio sacerdotal al servicio de
la Palabra, de la Eucaristía y del Pueblo de Dios:

“La “salud” espiritual del Pueblo de Dios depende, en


gran parte, de la “salud” espiritual de los sacerdotes. Si los
sacerdotes están ilusionados en su ministerio y si lo vive
desde la convicción creyente de que, aunque en muchas oca-
siones parezca poco útil y eficaz a los ojos de muchos, apor-
ta a nuestro mundo aquello de lo que éste está más necesita-
do, entonces su vida será fecunda para nuestra Iglesia y
para todos los hombres. La vitalidad eclesial de nuestras
comunidades depende, en gran parte, de la autenticidad de
la vida de los sacerdotes.” (Prioridades pastorales 2009
-2010, p. 8)

La segunda prioridad de este año son los


jóvenes. La preparación de la Jornada Mundial de
la Juventud de 2011 está marcando la dinámica de

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muchos grupos de jóvenes. Pero no hemos de
olvidar la realidad concreta y cotidiana en la que
viven los jóvenes. El tiempo de Cuaresma y Pas-
cua es una buena oportunidad para mostrar a los
jóvenes el verdadero rostro de Dios en Jesucristo,
invitándoles a encontrarse con Él en aquellos
ámbitos que el evangelio nos propone en la litur-
gia de cada domingo:

“En nuestra Archidiócesis hay realidades vivas que


debemos valorar y cuidar: Hay movimientos de pastoral de
infancia y juventud que mantienen una fuerte implantación
en muchas parroquias, los centros educativos de titularidad
eclesial tienen sus propios planes de pastoral, las nuevas
realidades eclesiales tienen una gran capacidad de movilizar
a los jóvenes integrados en ellas. Son signos de esperanza
que no debemos ignorar.” (Prioridades pastorales 2009
-2010, p. 16)

El tiempo de Cuaresma es una invitación a


potenciar la caridad con los hermanos, más ur-
gente si cabe por los duros momentos que esta-
mos viviendo. Ya el miércoles de ceniza se nos
anuncia la caridad en la limosna como una de las
prácticas cuaresmales, junto con la oración y el
ayuno. La Iglesia, nuestra Madre, nos educa así en
la acogida y el encuentro a través del desprendi-
miento, la donación y el silencio, entrando así en
la dinámica propia de la Eucaristía:

“Ante la situación de crisis económica que estamos


viviendo urge revitalizar el compromiso caritativo de la Igle-
sia. Estamos convencidos de que la acción caritativa de la
Iglesia no es un simple compromiso humanitario, sino que
tiene su fundamento y su motivación última en la Palabra
del Señor, que se ha identificado a sí mismo con los más
pobres (Mt 25, 31-46). Si la caridad cristiana se funda-
menta en la relación con el Señor, su alimento será siempre
la Eucaristía, sacramento en el que nuestra vida se alimen-
ta del amor de Cristo y que, por ello, es fuente y cumbre de
una auténtica comunión cristiana de bienes. Una Eucarist-
ía auténticamente vivida conduce a un compromiso de servi-
cio a los más necesitados.” (Prioridades pastorales
2009-2010, p. 19)

No podemos olvidar el la promoción y el


compromiso por la vida. La muerte y Resurrec-
ción de Cristo ha dado el auténtico sentido y dig-
nidad a la vida humana, a toda vida humana desde
su concepción hasta su muerte natural, pues por
cada vida Él entregó su Cuerpo y derramó su San-
gre. Por eso el tiempo de la Pascua es, de un mo-
do especial, el tiempo de la Vida en plenitud a la
que nos ha llevado la Resurrección de Jesucristo:

“El Evangelio de la vida, que está en el centro del


mensaje de Jesús, ocupa también el centro de la misión de la

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Iglesia. Como consecuencia, cuanto se refiere a la vida
humana ha tenido siempre un lugar importante en la ense-
ñanza de la Iglesia. Al anunciar el Evangelio de la vida la
Iglesia quiere defender la dignidad de la persona, el valor
sagrado de la vida humana y la vocación al amor de todo
hombre. La dignidad de la persona se le debe reconocer a
todo ser humano desde su concepción hasta su muerte natu-
ral. La Iglesia está llamada a anunciar el sí a la vida, a
toda vida humana.” (Prioridades pastorales 2009-
2010, p. 21)

El cartel, la imagen…

Durante el tiempo de Cuaresma las prime-


ras lecturas nos señalan el camino que Dios reco-
rre para revelarse a los hombres: la Creación, la
Alianza, el desierto… Este camino alcanzará su
meta y culmen con la muerte y Resurrección de
Cristo, misterio que se conmemora en la celebra-
ción eucarística.

Por este motivo el cartel nos presenta unas


huellas: son las huellas de Cristo que camina hacia
la Cruz y la Luz, es decir, hacia la Muerte y la Re-
surrección. Si en el tiempo de Adviento-Navidad
se nos presentaban unos pasos y un caminante,
ahora se nos presentan los pies traspasados de
Cristo, los pies del crucificado que traen la Buena
Noticia de su Resurrección y la vida eterna…
contemplamos un Amor más fuerte que la muerte
vivo entre nosotros.

Durante el tiempo de Cuaresma que nos


prepara a la Pascua, podemos poner una especial
atención en la Palabra como Buena Noticia que se
cumple, y en la Palabra que se hace vida en la Vida
misma de Jesús, cuyas huellas seguimos. En la
Cuaresma tiene gran importancia la contempla-
ción, la lectura, la oración, la Palabra de Dios...es
tiempo de desierto y de silencio por el que nos
hacemos oyentes de la Palabra, como los catecú-
menos de la Iglesia antigua: es tiempo de contem-
plar la historia de la Salvación. La escucha orante
de la Palabra de Dios es una de las imágenes más
claras de una Iglesia en Cuaresma.

Esta lectura más intensa de la Escritura


nos llevará a una oración más centrada en Jesús y
en los hermanos. La oración, la limosna y el ayuno
nos animan a descubrir la necesidad de conver-
sión, y a desear la gran obra del amor de Dios que
es la Buena Noticia de la Pascua: encontrarme en
mi vida con ese amor de Cristo más fuerte que la
muerte. De este modo durante el tiempo pascual
contemplamos el misterio de la Palabra que salva.
El Crucificado vive y sigue predicando su Palabra
que es Salvación para todos los hombres. La

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“Nueva Creación” surgida de la Pascua es anun-
ciada a todos a través de la Palabra de Jesús. Los
evangelios de Cuaresma y Pascua nos propondrán
espacios, actitudes, signos…en los que podemos
ver este amor y encontrarnos con el resucitado.

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