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mal pero sin una existencia ontolgica. Alegan que es solo la ausencia del bien.
Todo esto preocupa porque expone a las personas como presa fcil del diablo y
le otorga al enemigo amplio terreno para dominar a las gentes con filosofas y
paganas creencias.
Por el lado cristiano, los creyentes si han tomado en serio este asunto pero,
tristemente, ha habido un extremo en las reacciones tocante a lo que el
cristiano debe hacer ante el enemigo espiritual que tenemos. Ambos extremos
van desde la obsesin casi insana de ir reprendiendo y luchando con cada
supuesto espritu maligno que se encuentra a nuestro alrededor hasta la
indiferencia y apata respecto a la lucha contra las huestes espirituales de
maldad.
Ambos extremos, aunque reconocen la realidad bblica de estos malvolos
seres, interpretan de manera discordante la enseanza bblica. Esto ha
resultado en dos tipos de reacciones ante la realidad del ataque demoniaco
contra los creyentes. El primero ha reaccionado de manera exagerada y poco
inteligente, en trminos de estrategia bblica. El segundo ha reaccionado de
una forma incipiente de resistencia ante el ataque que lo ha expuesto a ser
movido fcilmente al mal por ignorar sus maquinaciones (2Co.2:11). Las
tcnicas de ambos en esta lucha resultan en un tipo de estrategias
insuficientes y poco eficaces para resistir los ataques del enemigo. No sirven
para la real proteccin y son dbiles para la lucha.
El uno puede echar fuera demonios y el otro no pensar en los demonios, sin
embargo, ambos carecen de lo que realmente es la estrategia bblica para la
guerra invisible que el cristiano lucha cada da. De esto es lo que se propone
hablar este libro. Para ello empezaremos conociendo al enemigo por medio
de estudiar lo que la doctrina bblica nos ensea acerca de Satans y sus
demonios. Luego veremos las estratagemas del enemigo al considerar su
hbil y engaosa manera de buscar confundirnos en el campo de batalla para
atacarnos por sorpresa. Y finalmente aprenderemos de lo que realmente
ensea la Biblia sobre la batalla espiritual bajo el ttulo combatiendo al
enemigo.
El Seor, pues, nos ayude a ser ms diestros en el uso de las armas que el
mismo nos ha proporcionado para combatir contra este poderoso enemigo
porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios
para la destruccin de fortalezas (2Co.10:4).