Lagos de Moreno
Los riesgos del
fanatismo religioso
Por Leonel Ortega Rúa
“Lo que produce daño no es la
diversidad de nuestros dogmas, sino
nuestro dogmatismo. Por eso si cada uno
de nosotros hiciera aquello de lo que está
persuadido que es la voluntad de Dios, el
resultado sería el más absoluto caos. La
culpa la tiene la certeza. La persona espiritual
conoce la incertidumbre, que es un estado
de ánimo desconocido para el fanático
religioso”. (A. De Mello).
La experiencia del amor es lo más bello,
sublime y divino que le puede suceder al
ser humano. De hecho desde el origen de la
humanidad Dios lo diseñó para amar y ser
amado, a tal grado que la única condición
para alcanzar la felicidad en plenitud,
consiste en amar intensamente, con todas
las implicaciones de sufrimiento que
conlleva este sentimiento.
Sin embargo, los hombres somos hábiles
en el arte de hacernos sentir mal y de cargar
con las culpas, incluso, por aquello que no
tiene nada de malo y que Dios bendice, pues
cuando se ama con sinceridad, lo único que
se está haciendo es cumplir con un mandato
divino, que Jesucristo, nos dio con toda
contundencia: “ámense los unos a los otros,
como yo los he amado”.
Si la vida es tan sencilla, ¿por qué el
hombre se complica la existencia, buscando
la mejor manera de agradar a Dios, a través
de sacrificios, penitencias y visitas a
santuarios, para alcanzar la gracia de la
7 días Sábado 10 de mayo de 2008
misericordia divina?; si lo único que nos
pide este Dios que amemos y hagamos el
bien a todas las personas, incluso,
aquellas que no nos aman. ¿No será que
el hombre busca hacer lo que menos
trabajo lo cuesta, que es pasar largas
horas refugiado en los templos o en el
culto, para no hacer frente a la realidad
exigente del amor, que se vuelve servicio
generoso y entrega total, en oblación
agradable al Dios de la vida?
Estoy convencido que el hombre es un
ser en búsqueda permanente de su propia
felicidad. La cual, en ocasiones se hace
inalcanzable por la misma falibilidad humana
y por los juicios condenatorios, que emiten
los que se han apropiado del conocimiento
de la verdad “absoluta”; lo que hace de las
expresiones religiosas, un dogmatismo tan
cerrado que los pobres feligreses, parecen
amargados en su existir, por no alcanzar de
ningún modo agradar al Dios que les ama.
El problema, entonces radica en la
cosmovisión del mismo ser humano. ¿Quién
puede tener el conocimiento absoluto de la
voluntad de Dios? ¿No sería mejor que se
asumiera una actitud más humilde, para
aceptar con optimismo inteligente nuestra
realidad falible y trascendernos en la
sociedad en la que vivimos?
Te invito a que ames con tal intensidad
que el dolor y el sufrimiento que ocasiona
este amor, se convierta en una oblación
agradable al Dios del amor y de la alegría.
Ese Dios que se desborda en amor
misericordioso para todos sus hijos y que
lo hace posible, gracias a las personas que
corren el riesgo de amar, sin tantos
prejuicios; que todos los días viven con tal
intensidad, que son capaces de dar la vida
por las personas que aman.
De nada sirve entonces, que por un lado
gritemos a los cuatro vientos que amamos a
un Dios que no vemos, si no somos capaces
de amar hasta el sacrificio de las lágrimas, a
las personas que a diario vemos y
convivimos con ellas. El verdadero amor a
Dios tiene como criterio irrefutable de
evaluación, el amor que nos podamos tener
entre nosotros, con todos los aciertos y
errores que esta experiencia nos pueda traer.
En este sentido, te invito a que no tengas
miedo al amor. Hay que amar hasta que duela
y si duele, amar mucho más. Porque sólo el
amor salva. Que tus expresiones religiosas
se vean complementadas por las vivencias
de un amor verdadero entre los tuyos. La fe
en Dios, se tiene que mostrar a través de las
obras. Es un imperativo ético categórico de
todo cristiano católico testimoniar el amor
divino en cada una de sus decisiones y de
sus actos. Sólo se aprende a amar amando,
no hay otra manera.
Que esta experiencia nos ayude a
trascendernos y a vivir en plenitud, cada
instante de nuestra vida. Que nunca caigamos
en la rutina que aniquila la esperanza y el
dinamismo propio del amor. Sólo cuando se
ama con tal intensidad, es posible organizar
la esperanza, desde la perspectiva de la fe en
el Dios de la vida y de la alegría.
Que todo lo que suceda a partir de ahora,
sea una hermosa bendición de Dios en
nuestras vidas y que dejemos a Dios ser lo
que le corresponde ser en nuestras personas;
pues Dios es amor. No hay vuelta de hoja.
¿Somos o no somos?
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