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CAPÍTULO I
INTRODUCCIÓN
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exposición ordenada y coherente de los mismos. Esta tarea del historiador, realizada
del modo que acaba de señalarse, hace a nuestro juicio que la historia sea una
verdadera ciencia.
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disgusto llegó a un punto culminante con el juicio a Sócrates, en el año 399 a.C., de
cuya condena habían sido responsables los demócratas que habían reconquistado el
poder. Por ello se dedicó a recorrer diversas ciudades, como huésped y consejero de
gobernantes en Italia, Sicilia, Egipto, entre otras. Precisamente en Siracusa discrepó
con el tirano Dionisio I, por apoyar a un pariente de éste, Dión, respecto de quien Platón
consideraba que podría convertirse en rey-filósofo. El tirano llegó al extremo de hacerlo
vender como esclavo, situación de la que fue rescatado por Aníceris de Cirene. Luego
regresó a Atenas, donde fundó la Academia, para posteriormente volver a Sicilia en
otras dos ocasiones, como invitado de Dionisio II, debiendo también ser rescatado.
Finalmente regresó a Atenas en el 360, donde dirigió la Academia hasta su muerte.
Ante este espectáculo, para él desgarrador, trató de encontrar una explicación
para satisfacer la profunda inquietud que lo embargaba y en lo posible entregar un
principio de solución, educando y abriéndoles los ojos a los ciudadanos. Así lo plantea
entre otros escritos suyos en La República y en La Carta Séptima. Partiendo de los
supuestos históricos del antiguo sentido de la filosofía como conocimiento integral de
las razones supremas de las cosas, de la reducción de la esencia del hombre a su
alma, de la coincidencia entre individuo y ciudadano y la ciudad-estado como horizonte
de todos los valores morales y como única forma posible de sociedad; Platón concluye
que sólo si el político se transforma en filósofo puede construirse la verdadera ciudad, el
Estado auténticamente fundamentado sobre el supremo valor de la justicia y el bien.
Desde el punto de vista de la concepción de la historia lo que interesa destacar
aquí es el hecho, según Platón, que los estados que comienzan disciplinados, sobrios,
austeros y hasta heroicos, por el modo de vida sencillo y difícil que llevan los primeros
ciudadanos, con el aumento de la riqueza van entrando en la molicie y en la
decadencia. Lo que intenta con su obra La República es frenar este proceso de
decadencia proponiendo un Estado Ideal. Plantea que el Estado no es más que una
ampliación de nuestra alma, en efecto, en el hombre existe una parte concupiscible
(deseo), irascible y racional (logistike). El Estado nace porque cada uno de nosotros no
es autárquico. En efecto es necesario:
a) servicios de los que satisfacen necesidades materiales, desde vivienda a
alimentación.
b) servicios de los hombres que se dediquen a la custodia y defensa de la
ciudad.
c) servicios de unos cuantos hombres que sepan gobernar de forma adecuada.
Por consiguiente, la ciudad tiene tres estamentos: campesinos, artesanos y
comerciantes; guardianes y gobernantes.
El primer estamento está constituido por hombres en los que predomina el
aspecto concupiscible del alma. Esta clase social es buena cuando prevalece la virtud
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punto de vista de su concepción del mundo y de la historia pertenece más a ésta que a
aquélla. Nació en África, hijo de un padre aún ligado al paganismo y de Mónica, madre
fervorosa cristiana. Estudió en Cartago, donde se acercó a las obras de Cicerón y se
desempeñó como maestro de retórica en dicha ciudad. Se trasladó a Roma y a Milán,
ciudad en la que mediante un profundo esfuerzo espiritual maduró su conversión al
cristianismo. Renunció a su cargo de profesor oficial y se retiró a una casa de campo.
Luego de ser bautizado regresa a Tagaste, donde vende los bienes paternos y funda
una comunidad religiosa, adquiriendo muy pronto gran notoriedad por la santidad de su
vida. Fue ordenado sacerdote y luego Obispo, cargo que ejerció en Hipona. Desde
aquella localidad africana, con su pensamiento y su tenaz labor, provocó un giro
decisivo en la historia de la Iglesia. Murió en el 430, durante el asedio de los vándalos a
la ciudad.
Lo más importante de la concepción agustiniana de la historia se encuentra en su
obra titulada La Ciudad de Dios (413-417). En ella subordina los acontecimientos
humanos a las cuestiones teológicas y a la grandeza y omnipotencia de Dios. La
expresión Ciudad de Dios habría que contraponerla a la Ciudad del Diablo, una de
cuyas manifestaciones sería la Ciudad Terrena.
Existen diversas interpretaciones sobre los conceptos anteriores. Así, algunos
autores sostienen que la Ciudad de Dios daría la idea o ideal perfecto de Estado, en
sentido Platónico, en contraposición con La Ciudad Terrena que sería una imitación o
copia imperfecta de él. Para otros, la Ciudad de Dios representa a la Iglesia y la Ciudad
del Diablo o Terrenal al Imperio o a la Polis (al Estado diríamos hoy). Gilson, que tiene
en cuenta muy especialmente el sentido religioso y místico de San Agustín,
(recordemos que los temas que preocupan honda y vitalmente a San Agustín son: el
problema del mal, la salvación del alma, los atributos de Dios, etc.), entiende que la
Ciudad de Dios es la ciudad de los elegidos, es decir, de aquellos que van a salvar su
alma y a gozar en la eternidad de la presencia de Dios, la Ciudad del Diablo sería la de
los condenados.
Agustín sostiene que el mal es amor de sí (soberbia) y el bien es amor de Dios,
es decir, el amor al verdadero bien. Esto se aplica al ser humano individualmente
considerado y también al que vive en comunidad. Así, los hombres que viven para Dios,
“el amor a Dios llevado hasta el desprecio de sí mismo” constituyen la ciudad celestial,
en tanto que los hombres que se aman a sí “llevado hasta el desprecio de Dios”, dan
origen a la Ciudad Terrena. La primera busca la gloria de Dios, la segunda, la gloria de
los hombres.
Las dos ciudades tienen un correlativo en el más allá: el ejército de los ángeles
que permanecieron fieles a Dios y el de los ángeles rebeldes. Es la idea de un cuerpo o
sociedad mística que hace un tránsito sobre la tierra en busca de su destino final. Visto
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así el problema la historia humana no es otra cosa que un camino, que no importa tanto
por sí, como la meta que trata de alcanzar. Meta que está puesta por la Providencia y
camino que es guiado- dentro de los límites del libre arbitrio- por ella.
La historia adquiere un sentido completamente desconocido hasta entonces, con
una forma lineal. Comienza con la creación y acaba con el fin del mundo, es decir, con
el juicio final y con la resurrección. Posee tres momentos intermedios esenciales que
determinan su trayectoria: el pecado original con sus consecuencias, la espera de la
venida del Salvador y la encarnación y pasión del Hijo de Dios, junto con la constitución
de su Iglesia. Insiste al final de su obra en la resurrección de la carne, en cierto sentido
transfigurada, aunque seguirá siendo carne. La historia concluirá con el día del Señor
“que será como el octavo día consagrado como la resurrección de Cristo y que
representa el descanso eterno, no sólo del espíritu, sino también del cuerpo. Allí
descansaremos y contemplaremos: contemplaremos y amaremos: amaremos y
alabaremos. Esto es lo que acontecerá en el fin sin final. ¿Y qué otro final es el nuestro,
sino el de llegar al reino que no tiene fin”.
Durante toda la Edad Media, con algunas variantes en el modo de exponerla, en
general se mantiene la concepción de la historia indicada anteriormente. Así Santo
Tomás de Aquino subordina también, con la limitación del libre albedrío humano, los
hechos de este mundo a lo sobrenatural. Además se puede mencionar a Dante, quien
tendría una teoría de la historia expuesta simbólicamente en La Divina Comedia, a
Roger Bacon, a Nicolás de Cusa y otros.
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pensaba, fuese algo”. Su base filosófica es entonces el “cogito, ergo sum”. Luego
entrega cuatro reglas:
a) Regla de la evidencia: nunca acoger nada como verdadero, si antes no se conoce lo
que es con evidencia.
b) Dividir todo problema en estudio en tantas partes menores como sea posible y
necesario para resolverlo mejor.
c) Conducir con orden mis pensamientos, desde los más simples, hasta ascender al
conocimiento de lo más complejo.
d) Efectuar en todas partes enumeraciones tan complejas y revisiones tan generales
que se esté seguro de no haber omitido nada.
Enfrentada la historia y sus fuentes a este método, concluye que no es posible
tener conocimientos indubitados sobre ellos, despreciando el racionalismo cartesiano
los estudios de la historia e incluso los hechos del pasado propio.
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Al efecto divide este proceso en tres fases. Al comienzo sólo un hombre es libre,
como el Sátrapa oriental, donde la libertad constituye un privilegio.
Luego lo son algunos, como en el mundo grecorromano. Indica que la conciencia
de la libertad ya surgió entre los griegos, pero, tal como los romanos, acotada sólo a
algunos hombres, mas no al “hombre” como tal, por eso admitían la esclavitud.
Y finalmente lo son todos, como en el mundo cristiano germánico.
Todo lo que sucede en la historia ocurre por la voluntad del hombre y su voluntad
es su propio pensamiento que se exterioriza en la acción. Cada proceso histórico es un
proceso dialéctico en que una forma de vida, por ejemplo Grecia, genera su propio
contrario, Roma; y de esta tesis y antítesis brota la síntesis: mundo cristiano.
Para Hegel la libertad se alcanza cuando el hombre tiene autoconciencia de ella,
lo que se habría logrado en el mundo cristiano-germánico, su época, la que de este
modo sería la culminación de la Historia.
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En el análisis de la libertad, Molina plantea que los actos humanos tienen una causa, y estos sucesivamente otra causa
y así sucesivamente retrocediendo en el tiempo. Pero no es posible llegar a sostener matemáticamente una cadena de causas sin
interrupción. Mas bien en la libertad siempre debe haber algo de misterio, y si este sentimiento desapareciera “desaparecería a la
vez el sentimiento de libertad misma, porque entonces no seríamos más que espectadores de nuestro propio automatismo”.
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aparecen los hombres superiores (dotados de su propio espíritu) que “saben dar forma
y realización al espíritu objetivo”. El espíritu objetivo sólo es encausado por las
conciencias individuales que lo componen, carece de voluntad propia.
Siendo una necesidad del ser humano su realización a través de la creación de
la espiritualidad, Molina sostiene que la vida es primordialmente acción. La acción se
liga con la idea de progreso, el que entiende como la misión de dejar el mundo un poco
mejor de cómo se ha encontrado, tanto en un plano social y político, y también como
creación espiritual. En efecto, analizada la historia, se destaca un constante
menosprecio de todo progreso simplemente material y la importancia al sometimiento
de la vida humana a una valoración ética y espiritual.
Señala que en el progreso subyace una idea nueva, un “chispazo que ha
iluminado la mente de algún hombre”. En las áreas de la técnica o la industria se le
denomina invento, pero estos pueden servir para el bien o para el mal. Por ello
cualquier invento no es un progreso, así como ninguna idea nueva va a ser
necesariamente buena. Indica que para que podamos considerarla como progreso, en
el sentido de realización del espíritu, es menester que la idea nueva sirva al bien y que
“sus aplicaciones tengan valor social y moral”. Luego, la idea del bien forma parte de la
definición de progreso, estimando que el hombre tiende hacia el progreso si busca su
perfeccionamiento interior, en particular el ético e intelectual, que es el que le dará
armonía y plenitud a su alma.
En el curso de la historia se advierte que el espíritu ha tenido tres vías de
realización:
- La primera, propia de los místicos o ascetas, personas de vida excepcional.
- La tercera, cuando la cultura espiritual se desarrolla sustentada por una base
económica adecuada, como la Roma de Augusto o la cultura actual de Europa. Aquí el
espíritu alcanza lo que él denomina “cultura integral”, es decir, la capacidad de explotar
la naturaleza para satisfacer necesidades humanas que le permitan crear una vida
espiritual sirviéndose de los valores.
- La segunda vía de realización del espíritu corresponde a la realidad de
Latinoamérica. Se trata de la vida espiritual que se hace sin resignación absoluta, pero
a la vez sin una base económica que la sostenga adecuadamente. Esto no es una
opción, sino que es la realidad de los pueblos donde “las industrias se encuentran en
grado incipiente y las más importantes son, de corolario, propiedad de explotadores
extranjeros”, al igual que el comercio y los medios de comunicación.
Agrega que en Latinoamérica no existe aún la energía suficiente, demostrándose
una falta de solidez moral, disciplina y práctica de los verdaderos valores espirituales.
Lo anterior produce graves consecuencias en el orden religioso, pero principalmente en
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3.- La historia del Derecho. Sus relaciones con la Historia general. Concepto de
Historia del Derecho.
Ya hemos dicho anteriormente que la historia se encuentra conformada por un
conjunto de hechos realizados por el hombre en el tiempo, destacamos asimismo que si
nos detenemos a pensar un poco en el contenido de esta afirmación, nos encontramos
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con que apunta a una vastedad tan enorme de acontecimientos, sucesos y en general
hechos que han realizado los hombres (todos los hombres, es decir miles de millones
de hombres durante miles de años) que es prácticamente imposible conocerlos a todos.
Aquellos muchos que se conocen o de los que se tienen noticias en alguna forma, no
resulta sencillo manejarlos, ordenarlos o sistematizarlos para una mejor comprensión
de los mismos. Hay en consecuencia, como se dijo, que efectuar una selección de ellos
que nos permita estudiar y narrar sólo los que tienen importancia, los que dejan una
huella e influyen en el acontecer humano. Surge de este modo la ciencia de la historia
que narra esta clase de acontecimientos seleccionados de la manera referida. Pero aun
así seleccionados, los hechos que la historia debe abordar continúan siendo
demasiados para que pueda exponerlos de manera científica y metódica. De ahí que la
ciencia de la historia junto con hacer una exposición general de aquellos grandes
hechos que resultan más determinantes para las grandes líneas de desarrollo de la
humanidad, va también elaborando historias especializadas de ciertos sectores del
quehacer humano, como por ejemplo una historia de la arquitectura, de la filosofía, de
la construcción de caminos, etc. Estas historias especializadas son muy necesarias y
también tienen relevancia, pero a nuestro juicio sin el grado de influencia total, para
todos los sectores, de impacto profundo y radical caracteriza a la historia general. En
nuestra opinión esta historia general se encuentra fundamentalmente constituida por la
historia política, social y de los conflictos bélicos que la humanidad ha tenido a lo largo
del tiempo y en diferentes épocas. Así entonces nos encontramos en que por una parte
tenemos a la historia general y por otra a las historias sectoriales o especializadas, en
los que acaban de describirse. Ahora bien, cabe considerar que la historia general no
se encuentra aparte o desligada de las historias sectoriales. Muy por el contrario,
ambas están profundamente ligadas e influyéndose recíprocamente.
Alcanzado este punto podemos afirmar que la historia del derecho es una de
esas varias historias sectoriales o especializadas, íntimamente vinculada con la historia
general. Esto es así porque hay una muy fuerte influencia recíproca entre el derecho y
la sociedad de cada época histórica. Según sea el tipo de sociedad existente, deberá
formularse el derecho, es decir las normas jurídicas, adecuado para ella. De este modo,
es distinto en muchísimos aspectos un derecho que se elabora para una sociedad
feudal que uno destinado a regir una sociedad con las características propias del
capitalismo avanzado. Por otra parte, el derecho influye en la sociedad conformándola
de una manera u otra, por ejemplo, el derecho mediante una determinada legislación
tributaria y laboral puede cambiar el régimen económico de un país, haciendo
predominar ya la economía dirigida estatal o bien la privada. Por consiguiente, si
proyectamos históricamente esta recíproca influencia entre derecho y sociedad,
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podemos observar la íntima relación existente entre la historia general y la historia del
derecho.
A partir de todo lo anterior podemos dar un concepto inicial de lo que se entiende
por historia del derecho, diciendo que ella estudia el desarrollo del derecho a través del
tiempo. Nos podemos preguntar, a propósito de este concepto, si la historia del derecho
forma parte de la historia o bien forma parte del derecho. Por nuestra parte pensamos
que forma parte de la historia, o si se quiere es una rama de la historia, pero como se
trata de una historia especializada referida al derecho, el historiador del derecho debe
tener profundos conocimientos jurídicos. Debe ser historiador y jurista a la vez, pues
aborda una temática en la cual la historia y el derecho se tocan. El historiador del
derecho no debe limitarse a reconstruir el derecho de una época determinada. La
naturaleza histórica de nuestra disciplina (dinámica y no estática), le exige mostrar y
explicar el desenvolvimiento del derecho, por épocas sucesivas hasta el presente, con
sus constantes y sus transformaciones. Por ello puede decirse que constituye un lazo
entre el pasado y el presente del derecho.
Bibliografía.
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