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Víctor Peralta Ruiz. Entrevista.

En Defensa de la Autoridad. Política y Cultura bajo el Gobierno del Virrey Abascal.


Perú 1806-1816. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto de Historia.
Madrid, 2002. Premio Alonso Quintanilla 2001.

1.- Su formación profesional ha estado signada por el paso por diversas


universidades peruanas. Al margen de las deficiencias hartamente conocidas
¿Puede decirnos que profesores marcaron e incentivaron su vocación por la
historia? Asimismo ¿Como es que nace en Ud. el interés por esta ciencia?

Estudié en las universidades de Lima, Católica, San Marcos pero sólo concluí los
estudios en la primera de las nombradas. Siempre me gustó la historia pero sucumbí a la
recomendación de mis padres de que debía estudiar otro oficio con una mayor salida en
el área de las letras, por eso elegí periodismo. A partir de entonces hice múltiples
intentos de traicionar a la historia aunque afortunadamente la verdadera vocación
terminó venciendo. En esos momentos de incertidumbre conocí a Alberto Flores
Galindo una noche que pisó por primera vez San Marcos, creo que en 1984, y desde
entonces mi admiración por él nunca cesó de acrecentarse. A su grandeza intelectual se
unía una actitud siempre generosa y comprensiva con el otro, antes de opinar te
escuchaba, no imponía ninguna jerarquía y, por último, te animaba a creer en tu
proyecto de investigación. Además de proporcionarte lo último en bibliografía te
proporcionaba desinteresadamente los libros hasta de su biblioteca personal. También
Manuel Burga, mi profesor de historia del Perú en San Marcos, gravitó mucho en mi
con su cálida amistad. Si Tito Flores era la viva personificación de la versatilidad y la
pasión por la historia, Burga representaba la serenidad y el trabajo meticuloso en la
investigación y eso me transmitió cuando recién empezaba a investigar. Ambos fueron
mis maestros y la desaparición física de Tito y el posterior alejamiento que tuve con
Manuel coincidieron con la finalización de esa etapa de mi vida en el Perú. A partir de
1991 se inició mi trayectoria en España y aquí mi esposa Marta Irurozqui, historiadora
como yo, fue la que siempre me aconsejó seguir en este oficio y tomármelo como una
carrera de fondo. Sin su apoyo me habría resultado imposible ingresar en el Instituto de
Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

2.- Usted posee una serie de textos cuya diversidad temática nos llama la atención.
Ha tratado sobre el tributo en el Cusco rural en la etapa post independentista (En
pos del Tributo. Burocracia estatal, elite regional y comunidades indígenas en el
Cusco rural (1826 - 1854) Centro de Estudios Regionales "Bartolomé de las
Casas". Cusco, 1991) así como también tiene la autoría de un libro sobre Sendero
Luminoso (Sendero luminoso y la prensa, 1980-1994: la violencia política peruana
y su representación en los medios. Centro de Estudios Regionales "Bartolomé de
las Casas". Cusco, 2000). En esta entrega que trata acerca de la época colonial se
acerca usted mas a la senda de otros trabajos suyos (Víctor Peralta 1988 "Estado y
comunidades campesinas frente a la crisis general del siglo XVII" en Fernando
Eguren (ed.) Perú el Problema Agrario en debate. Sepia II. Universidad de
Huamanga - FOMCIENCIAS, Lima.; La revolución silenciada: hábitos de lectura
y pedagogía política en el Perú, 1790-1814 en Anuario de Estudios Americanos,
vol. 54, (ene.-jun. 1997), "Las Razones de la Fe. La Iglesia y la Ilustración en el
Perú. 1750-1800" en El Perú en los Albores del Siglo XVIII. La Era Borbónica.
Scarlett O´Phelan Godoy (Compiladora) Fondo Editorial de la PUCP - Instituto
Riva Agüero. Lima, 1999.). ¿Cuáles son las motivaciones que lo impulsan a elegir
un tema de investigación específico?

Yo tengo formación de historiador y periodista y eso quizás explica el desdoblamiento


de mi investigación. El libro sobre Sendero Luminoso y la prensa es una versión
condensada de mi tesis de doctorado defendida en la facultad de Ciencias de la
Información de la Universidad Complutense en 1996. No me arrepiento de haber
incursionado por un tema propio de la llamada historia del tiempo presente aunque
considero que el libro ha pasado un poco desapercibido. Fue mi respuesta particular a
esa interrogante que todos nos hemos hecho alguna vez de en qué momento se jodió el
Perú. Pero mi incursión por el periodismo fue efímera ya que no tuve éxito en mi
intento de ejercer esa profesión en los medios académicos. En el caso de la historia ha
dominado siempre en mí la preferencia por la época contemporánea y en esa línea se
enmarcan mis estudios sobre el tributo indígena, el caudillismo militar y los procesos
electorales del siglo XIX. En defensa de la autoridad fue un proyecto iniciado en 1994
en California mientras recopilaba materiales bibliográficos y documentales para la
investigación que realizaba el sociólogo Carlos Forment sobre el desenvolvimiento de la
sociedad civil y de las asociaciones en el Perú del siglo XIX. Me interesaron al
principio ciertos temas culturales y políticos poco explorados por la historiografía como
la práctica de la lectura y la celebración de elecciones durante la época de las Cortes de
Cádiz. Poco a poco y con largas interrupciones derivadas de los mini empleos en que
tuve que desempeñarme antes de entrar al CSIC fui construyendo el resto de los
capítulos. El libro tomó su estructura definitiva en 2002 y así lo presenté al concurso de
monografías históricas Alonso de Quintanilla convocado por el Ayuntamiento de
Oviedo que gané. En la actualidad mi investigación ha dado un giro probablemente
definitivo hacia la época colonial producto de mi contratación como investigador del
departamento de Historia Moderna del CSIC, allí desarrollo el proyecto "El poder
burocrático indiano en la España del siglo XVIII".

3.- ¿Cual es la metodología utilizada en sus trabajos de investigación histórica? en


ese mismo sentido, en el texto se hacen referencias teóricas (Chartier, Lynn Hunt)
¿Puede decirnos cual fue su utilidad en su investigación y como pueden ser
utilizadas en otros trabajos similares?

Simpatizo con la escritura de una historia cultural enclavada en la política. Algunos


investigadores prefieren hablar sin tapujos de una cultura política del Antiguo Régimen
y ya comienzan a publicarse estudios en ese sentido para Nueva España. Comencé a
interesarme por tal metodología en los años 90, me deslumbraron los estudios culturales
de las historiadoras Lynn Hunt, Mona Ozouf, y todos los revisionistas de la revolución
francesa que le deben tanto a François Furet. También están los indispensables estudios
sobre la prensa revolucionaria del Antiguo Régimen de Robert Darnton y Jeremy
Popkin. Conocí los estudios sobre la historia de la lectura de Roger Chartier, Peter
Burke algo más tarde. Considero las obras de todos estos autores como básicos en la
renovación historiográfica de las últimas décadas en el terreno de lo cultural. Para el
caso español recomendaría la lectura de los trabajos de Fernando Bouza sobre el Siglo
de Oro. Ellos son indispensables para adentrarse al análisis de fenómenos como el de
los espacios públicos, la representación, la escritura y la oralidad, el imaginario, las
agencias culturales de mediación y las propias mentalidades. Pero también soy
consciente de que el problema con este tipo de estudios es su casi desdén hacia los
números, es decir, los condicionantes económicos. Es quizás la reacción esperada al
economicismo que predominó durante la segunda mitad del siglo XX. Creo que si la
historia cultural pretende avanzar será necesario que en los futuros trabajos se preste
atención a lo cuantitativo.

4.- Adentrándonos ya en su ultimo libro: Al señalar que la plebe limeña no tuvo


ilustración -afirmación que se puede hacer extensiva hasta bien entrado el siglo
XIX- se puede sostener que estamos en los orígenes de un problema álgido que se
manifestó en gran parte de la historia republicana, en la cual todas las nuevas
ideas fueron del dominio de la elite y en donde los grupos subalternos vieron en
estas ideas situaciones perturbadoras del ambiente en el cual se desenvolvían;
reaccionando a veces con la articulación del nuevo discurso en el antiguo, vale
decir generando formas híbridas o negando estos discursos, como también
generando nuevas respuestas. ¿Por qué este abismo o desfase entre elite y plebe en
la introducción de la modernidad en el Perú?

La pregunta tiene a su vez otra interrogante que necesariamente deben responderse antes
de reflexionar sobre el problema contemporáneo. ¿Qué se entendía por plebe en el
Antiguo Régimen peruano? Flores Galindo ensayó una respuesta y quiso identificar
esos "rostros" de la plebe con los esclavos, el artesanado, la servidumbre doméstica, los
bandidos de la costa, etc. Era un grupo heterogéneo cuya única identidad era su
enfrentamiento con la nobleza a través de la violencia y otras tensiones étnicas y
sociales, violencia que asimismo se daba en el interior de la propia plebe y la
fragmentaba. Para él no valía la pena estudiar la ilustración porque la plebe, la "clase"
popular de entonces, no participó de ella. Posteriormente aparecieron los estudios de
Juan Carlos Estenssoro sobre la llamada "plebe ilustrada" y demostró que el
modernismo estético se hizo presente en los bailes, danzas y otros actos festivos de los
grupos populares urbanos que fueron verdaderos desafíos al poder. Mi intención en En
defensa de la Autoridad en relación con la "plebe" fue estudiar el impacto en ella de la
política ilustrada de fines del siglo XVIII y del liberalismo de Cádiz ignoradas por
Flores Galindo y explorar si hubo una cultura popular contestataria en la línea que
planteó Estenssoro para el modernismo. Llegué a la conclusión de que la "plebe" fue en
parte marginada, es decir, no existió la "plebe" ilustrada ni liberal, pero ella buscó sus
propios medios de integrarse a tales transformaciones. Los indígenas votaron valiéndose
de su condición de tributarios. En el libro se señala por ejemplo como los "pardos" de
Lima protestaron contra la decisión de las Cortes de Cádiz de no dejarles participar en
las elecciones. Ellos en tanto barberos, artesanos y tenderos se sentían ciudadanos, tanto
o más que los "extranjeros" a quienes se culpaba de querer acabar con la monarquía de
Fernando VII. La república en el siglo XIX es un contexto muy distinto en términos de
política y cultura para los viejos y nuevos componentes de la sociedad peruana. Para mi
ha sido útil para analizar la reconversión social el discurso sobre la "gente decente". La
nobleza virreinal comenzó a experimentar ya en la primera mitad del siglo XIX el
desplazamiento por parte de los sectores medios vinculados a la más dinámica economía
de exportación. El Estado era demasiado débil para convertirse en un instrumento de
este último y fue la propia sociedad civil la que se convirtió en el gran escenario de los
cambios políticos. Las contiendas electorales a la presidencia y el poder legislativo, los
debates doctrinarios, el periodismo partidista, la formación de asociaciones políticas
como clubes o partidos, etc. fueron micro-espacios de poder en los que competían los
grupos sociales en alza y declive en procura de lograr el apreciado status de "gente
decente". Quienes se definían como "gente decente" apelaban a un sentido de decencia
no sólo de contenido social y racial sino cultural y político. La "plebe" de la colonia
pasó a ser definida como el "pueblo", "el populacho", "la chusma" no tanto por su color
como por su intento de romper ese patrón de conducta a la vez política y republicana de
la elite. Eran los parias políticos que a cambio de un empleo u otro tipo de regalías
económicas apoyaban a un caudillo militar o civil o preferían asaltar en los caminos.
Ellos no podían acceder a ser "gente decente". Racismo hubo en el Perú pero racismo
hubo en todo el mundo ¿quién no lo era en pleno siglo XIX? La peculiaridad de este
país es que esas reglas del juego de la inclusión y exclusión social se prolongaron hasta
bien entrado el siglo XX, el racismo esta vez si se convirtió en una práctica discursiva
del poder. Para ver la perdurabilidad de este discurso recomiendo leer un artículo escrito
por Vargas Llosa en El País el 4 de mayo de 1992 titulado "El pueblo y la gente
decente".

5.- Es interesante su planteamiento del gobierno del Virrey Abascal que en todo
momento quiso ser ilustrado pero tuvo que transigir en muchos casos con
situaciones que iban más allá de su proyecto modernizador que se amparaba en la
no degradación de su majestad y en el "no decoro de la primera representación del
reino" (Pág. 180). El impulso liberal de las Cortes de Cádiz genera problemas a
Abascal, este reacciona de manera no autoritaria procediendo a ejecutar la nueva
constitución muy a su pesar (elecciones, abolición de la inquisición, etc.) sin
embargo, reaccionará buscando ganar las elecciones. Se dice de él que es el
inesperado difusor del liberalismo constitucional , aunque se puede mencionar que
esto se debió a que se dedicó a combatir dentro del ambiente las nuevas ideas
patrocinadas por las Cortes de Cádiz, en la cual, supo sacar provecho de las
situaciones deviniendo su actuación en garantía del poder de la Corona. Este
razonamiento ¿Puede ser extensivo incluso a sus críticos que en último caso
pudieron querer que las nuevas ideas prosperen solo para su beneficio
conservando el fidelismo y denostando en la figura de Abascal lo peor del
absolutismo?

Los mayores críticos de Abascal durante estos años se concentraron en un sector de la


representación peruana que estuvo presente en las sesiones ordinarias de las Cortes de
Cádiz entre 1810 y 1811. Ese fue el caso de Vicente Morales Duárez quien creía que el
virrey no era la persona idónea para llevar adelante las reformas liberales. También ese
pudo ser el caso del diputado Ramón Feliú. Lo que hasta ahora se desconocía era la
oposición que le hicieron al virrey dentro de su jurisdicción los miembros de los
Cabildos constitucionales de Lima y del Cuzco. En todos estos casos que he
mencionado ser liberal no fue opuesto a ser fidelista y también ambas posturas fueron
para algunos sinónimo de ser criollo como fue el caso del fiscal Miguel de Eyzaguirre.
Los capitulares de Lima y el Cuzco exigieron que se respetara las atribuciones que les
otorgaba la constitución de 1812 y ese fue su máximo objetivo contestatario. Luchaban
contra la arbitrariedad de las autoridades despóticas que veían personificada no sólo en
Abascal sino en la Audiencia en el caso de los cuzqueños o en la Inquisición en el caso
de los limeños. Las Cortes de Cádiz, la Regencia, los virreyes y gobernadores e incluso
las Juntas de gobierno autonomistas (Chile, Buenos Aires) que se establecieron en
buena parte de Hispanoamérica coincidieron hasta 1814 en justificar su actuación como
actos de defensa de los derechos del rey. El enemigo era Francia. La discrepancia
fundamental entre obedecer a la Regencia y las Cortes o apoyar a las Juntas
autonomistas estuvo en que estas últimas aplicaron una "constitución antigua" que
especificaba que en ausencia del Rey la soberanía revierte en el pueblo. La propaganda
fidelista que patrocinó Abascal en el Perú entre 1808 y 1810 encubrió ideológicamente
la posibilidad de una Junta autonomista, pero no pudo evitar la incertidumbre acerca de
lo que podía ocurrir si triunfaba la invasión francesa. La única rebelión que por estas
fechas ocurrió en Lima fue la del habla en sus manifestaciones concretas de chismes,
rumores y sueños de proyectos irrealizables como los que tuvo el abogado José Mateo
Silva en 1809 y que le costó el destierro tras un fulminante proceso ejemplarizador.

6.- ¿Como resolvió Abascal la desunión entre los criollos y la administración


virreynal que tiene sus orígenes en las reformas borbónicas?

El virrey tuvo la habilidad de adelantarse a las medidas que se discutían en las Cortes de
Cádiz en relación con la igualdad de derechos entre españoles y americanos proclamada
por la Junta Central en 1810. En mayo de 1811 creaba el regimiento de la Concordia
como parte de una estrategia inteligentemente planeada para obtener el respaldo de la
nobleza limeña. Este cuerpo militar compuesto por tres batallones concretaba uno de los
anhelos más demandados por los nobles de proporcionar un empleo "digno" para los
notables del vecindario y sus hijos. A través de esta concesión política Abascal cedió a
la elite peruana magullada por las reformas borbónicas espacios de poder a cambio del
compromiso de esta de sostener el fidelismo y aportar recursos económicos para sus
campañas militares contra las Juntas de Gobierno rebeldes. Aun quedan muchos
aspectos desconocidos de este pacto colonial que se esclarecerán seguramente en los
próximos años. Lo que más resalta de esta situación es que contra lo que se cree
comúnmente ejercer el poder de modo absolutista no implicaba excluir la negociación
con los opositores. Abascal fue un déspota pero también un político pragmático y la
negociación fue un arma que no sólo utilizó en Perú sino que le sirvió previamente
cuando ejerció como intendente de Nueva Galicia y presidente de la Audiencia de
Guadalajara.

7.- Si en el gobierno de Abascal la inquisición en Lima era constantemente


vilipendiada tanto por absolutistas como por liberales ¿Por qué esta institución
seguía teniendo grandísimo poder, en último caso a que interés servía?

La Inquisición era una institución con su fuero propio celosamente resguardado por una
serie de disposiciones establecidas en el momento de su establecimiento en Lima en
1569. En la época de la ilustración ella pasó a convertirse en la viva representación del
fanatismo religioso aborrecido por los filósofos. Pero el virrey que venía con aires
ilustrados no podía suprimir al Santo Oficio, esa potestad sólo podía ejercerla el Rey o
las instituciones que asumieran la conducción de la Monarquía hispánica en su nombre.
Esta fue la figura jurídica de la que se valió las Cortes de Cádiz para suprimirla en la
constitución de 1812. Ahora bien, el poder represivo de la Inquisición era ya casi
inexistente cuando ocurrió su supresión. Los autos de fe en el siglo XVIII había
desaparecido y René Millar Carvacho ha demostrado que los procesos cuantitativamente
más importantes durante esta centuria fueron los bigamía y hechicería que recayeron
casi todos sobre la población negra y mulata. Otros personajes perseguidos eran los
extranjeros por sospecharse que ellos introducían las lecturas prohibidas Entonces ¿por
qué la elite le temía? La Inquisición resguardaba en sus archivos una serie de
documentos como las causas pendientes de fe o el Tizón de España en el que constaba
una lista de familias que se sospechaba tenían un vínculo familiar con los herejes y
judíos. Esta era una verdadera bomba de tiempo en esta época porque su difusión podía
estropear una profesión, un ascenso o un matrimonio, la limpieza de sangre y el honor
estaba en entredicho mientras subsistieran esos documentos. Así, la Inquisición tenía un
poder simbólico con el que podía chantajear a la elite, quizás lo practicó pero de ello no
hay constancia documental. Durante el saqueo de la Inquisición el 3 de septiembre de
1813 los asaltantes que actuaron seguramente con instructivas de algún sector de la
nobleza buscaron esos libros con desesperación para quemarlos pero no los encontraron.
Estos libros que formaban parte del archivo del secreto fueron hallados por los
encargados de inventariar los bienes de la Inquisición y todo ese material se trasladó al
Arzobispado. Un sospechoso incendio ocurrido a las pocas semanas en el depósito
donde se acumularon estos documentos acabó con ellos. No estoy seguro si la noticia se
conoció de inmediato pero con este hecho el poder simbólico de la Inquisición ya no
tuvo ninguna razón de ser. La segunda Inquisición restablecida por Fernando VII entre
1814 y 1820 ya no tuvo ningún arma para chantajear a la elite.

8.-Los espacios de discusión o sociabilización se caracterizan por la diversidad de


discursos que generan una multiplicidad de situaciones ¿Cómo interactuaron estos
discursos si en un momento determinado se encontraron en un espacio de
sociabilización? ¿Cuáles fueron los espacios más importantes en la Lima de
Abascal?

Los espacios públicos predilectos durante la época de Abascal fueron los cafés, los
salones, las librerías, los teatros, las plazas de toros, las picanterías, las chicherías, los
paseos, los portales de la plaza de Armas, entre los más conocidos. Estos lugares de
esparcimiento fueron espacios para la práctica de la sociabilidad y para la discusión
política en la medida en que la delación estuvo ausente. Sin embargo, hay pocos
testimonios de lo que en estos lugares se conversaba porque a diferencia de la escritura,
la oralidad nunca fue tenida en cuenta en la documentación de estas épocas, salvo
cuando se trataba de procesar a un personaje. Una posible vía de estudiar indirectamente
estos espacios formales e informales del habla se halla en los expedientes judiciales
abiertos entre 1809 y 1814 contra todos aquellos que el virrey consideraba como
potenciales enemigos políticos. Este análisis podría contrastarse con la versión oficial
del fidelismo que quedó registrado en el periódico Minerva Peruana, en los sermones de
contenido político pronunciados en el púlpito o en las piezas teatrales patrióticas. Saber
cómo interactuaron estos dos discursos es todavía un reto historiográfico.

9.- La nueva perspectiva planteada por Ud. acerca del gobierno del Virrey
Abascal. ¿A que otras perspectivas se opone?

Las distintas lecturas del régimen de Abascal se han realizado por lo general pensando
en esa coyuntura como una etapa de lucha por la independencia. Yo escribí un capítulo
introductorio de balance historiográfico sobre este personaje que al final no incorporé al
libro En defensa de la autoridad porque pensé podría desviarse la atención sobre el
motivo central del estudio que era el análisis de la cultura política. En ese capítulo hacía
un recorrido por la historiografía de los siglos XIX y XX y de cómo los discursos sobre
este virrey cambiaban en el tiempo según el escenario institucional y por supuesto la
motivación ideológica que rodeaba al investigador. Descubrí que entre lo que escribió
Benjamín Vicuña Mackenna en La revolución de la independencia en el Perú en 1864 y
los más cercanos estudios de John Lynch, Timothy Anna o Brian R. Hamnett, aparecía
como algo incuestionable que estábamos ante un déspota y contrarrevolucionario, es
decir, ante el personaje que luchó conscientemente contra la independencia. No se
concibió que toda la América española entre 1808 y 1814 mas que luchar por su
independencia vivió a su modo la "revolución hispánica" que se posesionó de la
metrópoli tras la invasión francesa y actuó en concordancia con esa defensa de los
derechos de Fernando VII. La junta de gobierno de Buenos Aires, la Patria Vieja en
Chile, y las fracasadas juntas de Quito, Charcas y La Paz fueron experimentos
autonomistas, no gobiernos independentistas, y rescataron el carácter de reinos de sus
territorios para poder ejercer la soberanía hasta producirse el retorno de El Deseado
monarca. Imitaron a las primeras juntas de gobierno que se establecieron en España
antes de constituirse la Junta Central, y contra esas expresiones políticas luchó Abascal.
Mi perspectiva por supuesto no es novedosa, ya lo habían planteado François-Xavier
Guerra en Modernidad e Independencia y Jaime Rodríguez, en La Independencia de la
América Española. Hoy toda una corriente de historiadores revisa este proceso
autonomista que concluyó en 1814 con la Restauración de Fernando VII, el retorno del
absolutismo a España y América y a consecuencia de esa decisión errónea y fatal de
suprimir el primer liberalismo constitucional ahora sí el previsible estallido de las
luchas americanas por la independencia.

10.- Para finalizar, que consejos daría usted a los jóvenes historiadores que se
interesan por esta etapa de la Historia.

Me limitaré sólo a dar orientaciones bibliográficas porque considero que antes de entrar
a un archivo a ciegas hay que saber lo que se quiere buscar y eso sólo lo puede
proporcionar una lectura a la vez reflexiva y crítica. En primer lugar se debería
consultar los libros arriba citados de François-Xavier Guerra y de Jaime Rodríguez para
tener una perspectiva general del proceso político en España e Hispanoamérica a
principios del siglo XIX. Guerra publicó después de Modernidad e Independencias
varios artículos interesantes que merecerían reeditarse en un tomo póstumo. También
sería necesario consultar el reciente tomo XXXII de la Historia de España Menéndez
Pidal dedicado a la época de Fernando VII, por último revisar de Manuel Chust, La
cuestión americana en las Cortes de Cádiz, donde se halla desarrollado el concepto de
revolución hispánica. Luego de todo lo anterior recomendaría releer el libro de Timothy
Anna, que acaba de ser traducido al castellano por el Instituto de Estudios Peruanos.

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