columna
Usando
Fotografía Marco Leal Ponce
la ambición y el miedo del
resto, a nuestro favor
Por Gonzalo Costa Romero
Asesor Inversiones Internacionales
L os análisis de inversión en los mercados
accionarios se sofistican día a día. En un
comienzo, cualquier analista utilizaba el Método
Fundamental, estudio general que simplemente
estima los flujos futuros que generan los activos
de la empresa y los trae a valor presente. Todos
quienes trabajamos en esta área estudiamos eso
tras cinco años de carrera, más algunos en una
universidad en el extranjero.
Pero eso, de ninguna manera, es suficiente para
invertir en estos mercados.
Después, el análisis Fundamental se
complementó con el Técnico, que incorpora toda
la información existente dentro de los precios
actuales y supone que el comportamiento pasado
debiera volver a repetir ciertos parámetros,
según el activo que estemos observando. Este
análisis se divide en Tradicional y Moderno. El
primero es aquel que nos ayuda a identificar
soportes y resistencias, es decir, entrega más
figuras que nos permiten identificar conductas
futuras; mientras el Moderno, incluye los cientos
de índices que delatan niveles de sobrecompra,
sobreventa, tendencias de flujo, variaciones y sus
volatilidades, etc.
Pero esto, tampoco basta.
La eterna e inútil discusión entre
Fundamentalistas y Técnicos, sobre cuál es el
mejor método, nunca ha tenido ningún sentido.
Sobre todo cuando de análisis accionarios se
trata, porque tenemos una tercera y más potente
“pata” que se complementa con los últimos dos:
análisis de cuantificación emocional.
Los mercados de capitales no sólo reúnen a los
oferentes y demandantes de dinero en todas
sus formas e instrumentos, sino que es donde
se juntan todas las “ambiciones” (de ganar plata,
compras) y los “miedos” (de perder plata, ventas)
del mercado en su totalidad.
Los movimientos del mercado pueden llegar a
ser tan irracionales o racionales, tal y como la
ambición o el pánico dirigen las emociones de los
participantes, puesto que al final son personas.
El ser humano es intrínsicamente emocional.
No importa cuán fría sea la decisión que tome,
siempre tendrá una ínfima fracción emocional
(costumbre, miedo de perder, ego, ambición
de ganar, cariño por algún activo determinado,
rechazo a poseer, venganza, etc.).
Es por esto que existen instrumentos que
nos posibilitan identificar y cuantificar, en
forma sorprendente, el ánimo y las posiciones
de confianza o complacencia, de miedo y
pánico en los mercados. Es aquí donde recién
comienza lo interesante.
Las mayores oportunidades de ganar dinero se
dan cuando hay consenso absoluto de vender
alguna acción. Cuando el pánico, rechazo
o consenso de venta se extiende en cada
conversación de pasillo, reuniones o cócteles,
probablemente el mejor momento de comprar
ha llegado.
En cambio, cuando el estado emocional en
consenso masivo es de rechazo, obviamente la
medida más difícil de escoger es la de comprar.
Es decir, hacerlo bajo ese estado es muy
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complejo, incluso para los más entrenados. Y
ganar dinero requiere de esa ardua decisión.
Cuando todos venden, comprar o ir en contra de
todos, es complicado. Pero cuando uno lo hace
acompañado de índices objetivos que cuantifican
esa situación, el escenario se simplifica. Lo
mismo ocurre en los estados de ánimos de
confianza o en los puntos altos del mercado,
son los mejores instantes de venta. Pero,
seguramente, eso sucederá justo cuando seas
tratado de irracional por tus pares.
Ir contra las emociones no es fácil, pero es
rentable. Y al final, eso es lo que importa.
Mi mejor modelo es el que mezcla los tres tipos
antes descritos y, dependiendo de la situación
de los mercados, uno tiene más ponderación
e importancia que el resto. Sin embargo, la
cuantificación de emociones SIEMPRE es
fundamental aunque no es lo único.
Considerarlo es primordial cuando de acciones
se trata. Cualquiera que intente anticiparse a los
mercados accionarios DEBE conocer y cuantificar
el estado emocional de éstos (si es que disponen
de la información para hacerlo) y tomar
decisiones respecto a ello.