El pensamiento precientífico se ha representado siempre la sociedad basada en la propiedad privada de los medios de producción como un auténtico caos, y que por lo tanto necesita un orden impuesto desde fuera a través de las normas de la moral y del derecho. Siempre se ha pensado que la sociedad sólo puede existir y durar si compradores y vendedores se atienen a criterios de justicia y de equidad. El gobierno debe intervenir para impedir toda posible desviación arbitraria en relación con el «precio justo». Esta concepción viene dominando todas las doctrinas sociales desde el siglo XVIII y tiene su máxima expresión, en toda su ingenuidad, en los escritos de los mercantilistas.
El pensamiento precientífico se ha representado siempre la sociedad basada en la propiedad privada de los medios de producción como un auténtico caos, y que por lo tanto necesita un orden impuesto desde fuera a través de las normas de la moral y del derecho. Siempre se ha pensado que la sociedad sólo puede existir y durar si compradores y vendedores se atienen a criterios de justicia y de equidad. El gobierno debe intervenir para impedir toda posible desviación arbitraria en relación con el «precio justo». Esta concepción viene dominando todas las doctrinas sociales desde el siglo XVIII y tiene su máxima expresión, en toda su ingenuidad, en los escritos de los mercantilistas.
El pensamiento precientífico se ha representado siempre la sociedad basada en la propiedad privada de los medios de producción como un auténtico caos, y que por lo tanto necesita un orden impuesto desde fuera a través de las normas de la moral y del derecho. Siempre se ha pensado que la sociedad sólo puede existir y durar si compradores y vendedores se atienen a criterios de justicia y de equidad. El gobierno debe intervenir para impedir toda posible desviación arbitraria en relación con el «precio justo». Esta concepción viene dominando todas las doctrinas sociales desde el siglo XVIII y tiene su máxima expresión, en toda su ingenuidad, en los escritos de los mercantilistas.
El pensamiento precientfico se ha representado siempre la sociedad basada en la propiedad privada de los medios de produccin como un autntico caos, y que por lo tanto necesita un orden impuesto desde fuera a travs de las normas de la moral y del derecho. Siempre se ha pensado que la sociedad slo puede existir y durar si compradores y vendedores se atienen a criterios de justicia y de equidad. El gobierno debe intervenir para impedir toda posible desviacin arbitraria en relacin con el precio justo. Esta concepcin viene dominando todas las doctrinas sociales desde el siglo XVIII y tiene su mxima expresin, en toda su ingenuidad, en los escritos de los mercantilistas. El siglo XVIII realiza un descubrimiento por lo dems ya anunciado en algunos escritos muy anteriores sobre temas de moneda y precios que de pronto pone en marcha una ciencia econmica que viene a sustituir a las colecciones de preceptos morales y a los compendios de reglamentos de la administracin pblica y de observaciones aforsticas sobre su eficacia o ineficacia. Se descubre que los precios no estn determinados arbitrariamente, sino que los fija la situacin del mercado dentro de mrgenes tan precisos que se puede hablar prcticamente de una determinacin unvoca. Se descubre tambin que los empresarios y los propietarios de los medios de produccin, a travs de la ley del mercado, estn al servicio de los consumidores y que su actividad no es arbitraria, sino que depende enteramente de que sepa adaptarse a determinadas condiciones. Todo esto constituye la base de la ciencia de la economa poltica y del sistema de la catalctica. All donde los economistas
anteriores no haban visto sino arbitrariedad y casualidad, se perciben ahora
relaciones de necesidad y regularidad. La ciencia y el sistema podan finalmente sustituir a los comentarios a los reglamentos de la administracin pblica. En la economa clsica, sin embargo, falta an la clara conviccin de que slo la propiedad privada de los medios de produccin puede proporcionar los fundamentos para construir una sociedad basada en la divisin del trabajo y que la propiedad colectiva de esos medios es simplemente irrealizable. La influencia del mercantilismo llev a la economa clsica a contraponer productividad y rentabilidad, y a emprender aquel camino que la llevara a formularse la pregunta de si una sociedad socialista no sera preferible a una sociedad capitalista. En todo caso, reconoci con total claridad que dejando a un lado la solucin conocida como sindicalismo, en la que obviamente no pensaba existe slo la alternativa capitalismo o socialismo y que, en el juego del sistema econmico basado en la propiedad privada de los medios de produccin, estn destinadas a fracasar todas aquellas intervenciones que el pueblo reclama y que los gobernantes estn encantados de poner en prctica. Los autores antiliberales repiten machaconamente que las ideas de la economa clsica sirvieron a los intereses de la burguesa y que slo por eso tuvieron xito y ayudaron a la burguesa a triunfar. Lo cierto es que slo la libertad creada por el liberalismo ha permitido el increble desarrollo de las fuerzas productivas que ha tenido lugar en las ltimas generaciones. Pero se equivoca quien piensa que la victoria del liberalismo haya sido facilitada por su actitud hacia el intervencionismo. Contra el liberalismo estaban coaligados los intereses de todos los protegidos, los garantizados, los favorecidos y los
privilegiados por la multiforme actividad del gobierno. Si, a pesar de todo,
logr afirmarse, fue por su victoria cultural, que signific un jaque mate a los defensores de los privilegios. No era una novedad que todos los perjudicados por los privilegios pidieran su abolicin. La novedad consisti en el xito del ataque al sistema mismo que haca posibles los privilegios, y eso se debi nicamente a la victoria cultural del liberalismo. El liberalismo ha triunfado exclusivamente con y a travs de la economa poltica. Ninguna otra ideologa poltico-econmica puede ser de algn modo compatible con la ciencia de la catalctica. En la Inglaterra de los aos veinte y treinta del siglo XIX se intent utilizar la economa poltica para demostrar las disfunciones y la injusticia del ordenamiento social capitalista. De este intento parti luego Marx para construir su socialismo cientfico. Sin embargo, aun en el caso de que estos escritores hubieran conseguido demostrar lo que reprochaban a la economa capitalista, habra debido en todo caso ofrecer la demostracin ulterior de que un ordenamiento social distinto por ejemplo socialista sera mejor que el capitalismo. Y esto no slo no lo hicieron, sino que tampoco lograron demostrar que un ordenamiento social basado en la propiedad colectiva de los medios de produccin sera capaz de funcionar. Rechazar toda discusin de los problemas de una sociedad socialista, calificndola despectivamente de utpica como hace el marxismo no resuelve sin ms el problema. Con los medios de la ciencia no se puede decidir si una institucin o un orden social son o no justos. Segn las preferencias, se podr considerar justo o inmoral esto o aquello; pero si no se es capaz de sustituir lo que se
condena por alguna otra cosa, es intil incluso iniciar la discusin.
Pero no es este el problema que aqu nos interesa. Lo nico importante para nosotros es que no se ha podido demostrar que entre o junto al ordenamiento social basado en la propiedad privada de los medios de produccin y el ordenamiento basado en la propiedad colectiva (dejando al margen la solucin sindicalista) sea imaginable y posible una tercera forma de sociedad. Esa tercera va, basada en la propiedad limitada, controlada y regulada de forma autoritaria, es intrnsecamente contradictoria e irracional. Cualquier intento de realizarla seriamente est destinado a desembocar en una crisis, cuya nica va de salida ser el socialismo o el capitalismo. Es esta una conclusin de la ciencia econmica que nadie ha conseguido refutar. A quienes quieren defender esa tercera forma de sociedad basada en la regulacin autoritaria de la propiedad privada no les queda sino rechazar en bloque la posibilidad misma de un conocimiento cientfico de la realidad econmica, tal como hizo en el pasado la Escuela histrica en Alemania y como hoy hacen los institucionalistas en Estados Unidos. En el lugar de la economa, formalmente abolida y prohibida, se coloca la ciencia del Estado y de la administracin pblica, que se limita a registrar las disposiciones de la autoridad y a proponer la adopcin de otras nuevas, siguiendo con plena consciencia la lnea de los mercantilistas e incluso la doctrina canonista del justo precio, arrojando por la borda, como chatarra intil, todo el trabajo de la economa poltica. La Escuela histrica alemana y sus numerosos seguidores, incluso fuera
de Alemania, no han sentido la necesidad de afrontar los problemas de la
catalctica. Les bastaba y sobraba manejar los argumentos empleados por Schmoller y algunos de sus alumnos, por ejemplo Hasbach, en una clebre controversia sobre el mtodo. Slo tres autores comprendieron plenamente la problemtica del principio de la reforma social en el decenio que va desde el conflicto constitucional prusiano y la Constitucin de Weimar: Philippovich, Stolzmann y Max Weber. Pero de estos tres slo Philippovich tena conocimiento de la naturaleza y del objeto de la economa poltica terica; en su sistema, sin embargo, la catalctica y el intervencionismo se yuxtaponen sin mediacin alguna, sin un puente que permita pasar de una al otro, y sin que ni siquiera se intente resolver el problema de fondo. Stolzmann, por su parte, trat de transformar en principios orgnicos las pocas e insuficientes indicaciones de Schmoller y Brentano. Era inevitable que su empresa fracasara; slo hay que lamentar que el nico representante de la Escuela que realmente se acerc al problema no tuviera la ms plida idea de lo que sostenan los representantes de la orientacin que l combata. En cuanto a Max Weber, se qued a medio camino porque, ocupado como estaba en problemas totalmente diferentes, era fundamentalmente ajeno a la economa poltica, a la que tal vez se habra acercado ms si la muerte no le hubiera sorprendido prematuramente. Desde hace varios aos se viene hablando de un despertar del inters por la economa poltica en las universidades alemanas. Se piensa, por ejemplo, en autores como Liefmann, Oppenheimer, Gottl y otros que combaten duramente el sistema de la economa poltica moderna subjetivista, que por lo dems slo conocen en sus representantes austriacos. No es este el lugar apropiado para
afrontar la cuestin de la legitimidad de tales ataques. Nos interesa ms bien
hablar de los efectos que acaban teniendo sobre el anlisis de la posibilidad del sistema basado en la regulacin de la propiedad privada a travs de la intervencin estatal. Cada uno de estos tres autores liquida como totalmente errnea toda la labor de la economa poltica terica del pasado los fisicratas, la Escuela clsica, los economistas modernos en particular, y sobre todo la de los austriacos, que denuncian como increble ejemplo de aberracin de la mente humana, y a la que contraponen un sistema de economa poltica que tiene la presuncin de ser absolutamente original y de resolver definitivamente todos los problemas. Todo esto, obviamente, produce en el pblico la impresin de que esta ciencia es el reino de la incertidumbre, en la que todo es problemtico, y que la economa poltica no es otra cosa que la opinin particular de los tericos. El desconcierto creado por las obras de estos autores en el rea de lengua alemana ha hecho olvidar que existe una teora de la economa poltica y que su sistema si exceptuamos algunas divergencias sobre determinados aspectos que a menudo se reducen a diferencias terminolgicas goza de la consideracin unnime de todos los amantes de la ciencia, y en el fondo, al menos en las cuestiones bsicas, tambin del consenso de aquellos autores, a pesar de sus crticas y reservas. Obviamente, como este aspecto decisivo ha pasado inadvertido, estos crticos tampoco han captado la necesidad de examinar el intervencionismo en la perspectiva de la teora econmica. A todo esto se ha sumado el efecto de la controversia sobre los juicios de valor en la ciencia. En manos de la Escuela histrica, la ciencia poltica como
disciplina universitaria se transform en una especie de tcnica para
gobernantes y polticos. En las aulas universitarias y en los libros de texto se defendieron, y elevaron al rango de ciencia, simples reivindicaciones polticoeconmicas. La ciencia condena al capitalismo como inmoral e injusto, rechaza la solucin propuesta por el socialismo por ser demasiado radical, y recomienda el socialismo de Estado o bien el sistema de regulacin de la propiedad privada mediante intervenciones autoritarias. La economa poltica no es ya algo que tenga que ver con el saber y el poder, sino simplemente con nuestras buenas intenciones. Finalmente, a partir sobre todo del segundo decenio de nuestro siglo, se ha empezado a advertir este contubernio entre enseanza universitaria y poltica. El pblico empez a desconfiar de los representantes oficiales de la ciencia, convencido de que su funcin principal consiste en dar el respaldo de la ciencia a los programas de los partidos polticos amigos. Ya no era posible tolerar el escndalo de que cada partido poltico se creyera legitimado para apelar al juicio de la ciencia considerado ms favorable, que en realidad no era otra cosa que el juicio de los catedrticos encuadrados en el propio partido. Haba que reaccionar. Y por eso, cuando Max Weber y algunos de sus amigos invocaron la necesidad de que la ciencia se abstuviera de formular juicios de valor y de que las ctedras dejaran de ser instrumentalizadas abusivamente para hacer propaganda de determinados idearios poltico-econmicos, el consenso fue casi unnime. Entre los que manifestaron su acuerdo con Max Weber, o que por lo menos no osaron oponrsele, se hallaban algunos intelectuales cuyo pasado era la negacin misma del principio de objetividad y cuyos escritos no eran sino
una parfrasis de determinados programas de poltica econmica. Su
interpretacin de esta libertad respecto a los juicios de valor fue muy particular. Ludwig Pohle y Adolf Weber se encararon con el problema fundamental del intervencionismo indagando los efectos de la actividad sindical sobre la poltica salarial. Los seguidores de la poltica sindicalista, capitaneados por Lujo Brentano y por Sidney y Betrice Webb, no fueron capaces de oponer ningn serio argumento a sus conclusiones. Pero el nuevo postulado de la ciencia libre de valores pareca liberarles de las dificultades en que se encontraban. Pudieron pasar alegremente por encima de todo aquello que no encajaba en sus esquemas, con el pretexto de que era incompatible con la dignidad de la ciencia mezclarse en las diatribas partidistas. Y as, el principio de la Wertfreiheit, que en perfecta buena fe haba defendido Max Weber para relanzar la elaboracin cientfica de los problemas de la vida social, se utiliz para poner la Sozialpolitik de la escuela histrico-realista a cubierto de la crtica de la economa poltica terica. Lo que se ignora de forma sistemtica tal vez no sin intencin es la distincin entre el anlisis terico de los problemas de la economa poltica y la formulacin de los postulados de poltica econmica. Cuando, por ejemplo al analizar los efectos de los precios administrados, decimos que, en igualdad de circunstancias, la fijacin de un precio mximo, por debajo del precio que se formara espontneamente en el mercado libre, provoca una reduccin de la oferta, y de ello deducimos que el control de los precios yerra el objetivo que la autoridad se propona alcanzar por este medio, y que por lo tanto ese control es ilgico porque genera una poltica de encarecimiento, esto no significa formular
un juicio de valor. Tampoco el fisilogo formula un juicio de valor cuando
afirma que suministrar cianuro es letal para la vida humana y que por tanto un sistema alimentario a base de cianuro sera ilgico. La fisiologa no responde a preguntas referentes a la voluntad o a la finalidad de alimentar o matar; se limita a establecer qu cosas tienen efectos nutritivos y cules, en cambio, tienen efectos letales, y por tanto qu es lo que deben hacer, respectivamente, dietlogos y asesinos, de acuerdo con su lgica particular. Si afirmo que el control de precios es ilgico, quiero decir simplemente que no consigue el objetivo que normalmente se pretende alcanzar con ese medio. A un bolchevique que afirmara que quiere aplicar el control de precios porque su nico objetivo es impedir que funcionen los mecanismos del mercado y transformar as la sociedad humana en un caos carente de toda lgica, para as realizar ms rpidamente su ideal comunista, nada se le podra objetar desde el punto de vista de la teora del control de precios, como nada podra objetarse desde el punto de vista de la fisiologa a quien quisiera suicidarse con cianuro. Cuando, anlogamente, se denuncia la irracionalidad del sindicalismo y la inviabilidad del socialismo, esto no tiene absolutamente nada que ver con los juicios de valor. Calificar de inadmisibles todos estos anlisis significa privar de fundamento a la economa poltica. Vemos cmo jvenes muy capaces, que en otras circunstancias se habran ocupado provechosamente de los problemas econmicos, pierden el tiempo en trabajos que no merecen su talento, y son as de poca utilidad para la ciencia, precisamente porque, vctimas de los errores que acabamos de denunciar, dejan de dedicarse a tareas de mayor fuste