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DE LA ZAFRA AL HOTEL:

UNA HISTORIA DE VIDA.

La actividad laboral femenina en


Gran Canaria.

Autora: Rita M. Hernández Aguiar

ritahdez@hotmail.com
1. Introducción

Este trabajo tiene como objetivo la reconstrucción de la actividad laboral femenina en


Gran Canaria, a través de las historias de vida. Para ello, se lleva realizando un trabajo
de campo en los municipios del Sur grancanario desde el año 2007.
Las historias de vida se enmarcan dentro de las fuentes orales, que conforman un
elemento relevante para el estudio del medio laboral en que se desarrollan la vida de las
mujeres.
La hipótesis de la que partimos es que el medio en que estas mujeres realizan su
trabajo, representa a la mujer al mismo nivel que cualquier otro trabajador, y, sin
embargo, en lo que respecta a sus relaciones fuera del ámbito laboral, la relegan a la
esfera de lo doméstico.
Al utilizar la memoria de estas mujeres para “re-construir” su pasado laboral, se
manifiestan los sesgos aportados por las mismas, su visión subjetiva y más o menos
elaborada de “su” realidad, local y global. Estas aportaciones de las mujeres dedicadas a
un sector agrario, como es el de la zafra del tomate, se enriquece con las aportaciones
que hacen los hombres sobre estas mujeres, y que al igual, nos muestran los sesgos en
los que se identifican los procesos históricos. La misma decisión de elegir como sujeto
de estudio, a las mujeres trabajadoras de un determinado sector, implica en sí mismo un
sesgo.
El análisis conceptual que precede a la presentación de las historias de vida, y al análisis
cualitativo del mismo, se centra en precisar los siguientes términos: las h i s t o r i a s
d e v i d a, como técnica de investigación social, y la m e m o r i a, como elemento que
selecciona los recuerdos, les otorga una relevancia específica según se ordenan, y que,
además, establece conexiones entre lo local y lo global. Asimismo, se puntualizan
definiciones referentes a la d i v i s i ó n d e l t r a b a j o, y a las conceptualizaciones
de la e s f e r a p ú b l i c a y p r i v a d a.

2. Relatos de vida versus historias de vida

En este trabajo las entrevistas han sido realizadas de forma abierta, con la finalidad de
que, las informantes expusieran su experiencia de vida, resaltando los aspectos de su
vida familiar y su vida laboral. Ante la dicotomía de presentar un “relato” o una

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“historia” de vida, se profundiza en el aspecto teórico, analizando ambos términos. Por
un lado, el “relato”, es considerado una información subjetiva, que crea y recrea el
pasado a través de una narración, y la constatación de que se muestran los hechos
autobiográficos de forma desordenada, tal y como acuden a la memoria. Debemos, por
ello, reflexionar sobre la perspectiva del narrador, que nos cuenta cómo cree que
sucedieron las cosas, en una mezcla de lo que deseaba hacer, lo que hizo, y lo que
interpreta desde el presente (Portelli 1998: 57-58).
Al considerar esta técnica como una narración, los investigadores la presentan como una
estrategia para lograr el distanciamiento y atenuar la subjetividad. Mientras que aquellos
que la consideran una parte de las entrevistas en profundidad para obtener información
de las personas, la ubican dentro de la historia oral y biográfica. Es evidente que el
conflicto radica en si se reflexiona, de una forma más o menos profunda, en las
condiciones históricas en las que se insertan los relatos biográficos.
En cuanto a las historias de vida, entendidas como entrevistas en profundidad, son útiles
porque permiten, como en este trabajo, acercarnos a la perspectiva de las clases
trabajadoras sobre un contexto histórico determinado, permitiendo el contraste de
fuentes para reducir los sesgos.
El reducir los sesgos en el producto de la memoria, que surgen en los relatos
biográficos, implica corregir una reconstrucción del pasado. No solamente hay que
considerar la memoria personal, sino incorporar ésta a la memoria colectiva (Fernández
Prieto, 1997:68). Algunos investigadores consideran la memoria colectiva como aquella
que se genera en la vida privada, a partir de la delimitación de roles de coexistencia de
los miembros de una familia (Pérez Taylor 2002: 110-111). Sin embargo, los recuerdos
son evocados desde afuera, y el grupo o comunidad del que se forma parte, ofrece los
medios para reconstruirlos. De ahí que exista una memoria colectiva, y los marcos
sociales de la memoria, en cuanto nuestra memoria individual es ayudada a insertarse en
una memoria colectiva a través del grupo. Los marcos colectivos serían, por tanto, la
combinación de los recuerdos individuales (Halbwachs 2004: 9).
Toda memoria es una reconstrucción social, que une pasado y presente, individuos y
colectividad. Se convierte así en un capital social, en el que el pasado es reconstruido de
acuerdo a los intereses, creencias y problemas del presente. De ahí se deduce que la
memoria vive rehaciendo constantemente su pasado. Funciona siguiendo un proceso de
combinar imágenes del pasado, basado en la persistencia y en el cambio, y, por tanto,
habría que distinguir entre memoria colectiva y memoria histórica. Es este punto el que

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tenemos que alcanzar, cuando empleamos las historias de vida. La memoria histórica,
constituirá una parte de la memoria colectiva, y se caracteriza por una conceptualización
crítica de acontecimientos de signo histórico compartidos colectivamente y vivos en el
horizonte referencial del grupo (Colmeiro 2005: 15-18). Lo complejo, es analizar cómo
la memoria entrelaza las imágenes de lo local, lo nacional y lo transnacional para
reconstruir el pasado.

3. Esfera pública – esfera privada

Algunas investigaciones han puesto de manifiesto que la consolidación de un sistema o


grupo de trabajo se realiza a través del grupo o institución familiar (Díaz Sánchez 2004:
75). Las estrategias de organización de los grupos, así como las condiciones en las el
grupo se adapta, conserva o reproduce un orden social determinado (Santos Ortega
1995: 115). Cuando nos referimos a la distinción entre esfera pública y esfera privada,
que establece una frontera dependiendo del género, aludimos a cómo algunos tipos de
producción, en contextos fuertemente capitalizados, utilizan la ideología de la familia,
entrando y utilizando la esfera de la organización doméstica (Aguilar Criado 1994: 71).
Mientras la esfera pública ha sido considerado como el lugar donde se desenvuelve el
trabajo, entendido como mercancía (Santos Ortega 1995: 51).
Los procesos que afectan a las comunidades campesinas generan una particular
representación de dichas esferas. Las comunidades campesinas que vivan de forma
dispersa, con una cultura tradicional, local y homogénea, pasan a relacionarse con un
entorno que comienza a urbanizarse, y que les permiten entrar en contacto con un
simbolismo heterogéneo, que se renueva constantemente por la interacción de lo local
con lo nacional, y lo transnacional (García Canclini 2001:260). De ahí que la esfera
pública y privada conozca diferencias con el transcurrir del tiempo. Esto ocurre cuando
el Estado español comienza la comercialización del ocio a partir de 1961, sin una
planificación, y produciendo “la expansión del turismo como una actividad económica
necesaria para el país”. Un proceso que alteró sustancialmente a la población canaria en
su ubicación, el trabajo, los valores, y sistemas de vida (Álvarez 1980: 53).

4. La división del trabajo


En estudios de Sociología del Trabajo se ha acuñado el término de “formas de división
del trabajo”, señalando así un fenómeno cambiante en espacio y tiempo (Santos Ortega

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1995: 111-2), y superando las concepciones de división sexual del trabajo o división
internacional del trabajo. Mientras que la primera ha insertado en el estudio de Género,
la segunda lo ha hecho en el proceso de migraciones laborales originadas por los
procesos descolonizadores del siglo XX.
Antes de la aplicación de la concepción de género, tuvo lugar el debate feminista sobre
el trabajo doméstico, que era realizado por las mujeres y del cual no se ocupaba la
Sociología del Trabajo, por no considerarse trabajo de mercado (Borderías; Carrasco
1994: 22). Sin embargo, algunas investigaciones han ido más allá y han planteado el
concepto de la “doble presencia”, donde se analiza el trabajo doméstico de la mujer y la
mujer como trabajadora asalariada, en momentos en que la división sexual del trabajo
doméstico era estricta como en la primera mitad del siglo pasado (Borderías 1993: 280).
Y, sobre todo, ponen de en evidencia cómo las mujeres a través del reconocimiento y la
afirmación de la diferencia, se aproximan al mundo laboral masculino (Borderías 1993:
205). Es en este punto donde el concepto de género permite la investigación cómo se
delimita lo masculino y lo femenino, las tareas y actividades que los caracterizan y las
relaciones sociales entre ambos (Saraceno, según Santos Ortega 1995: 112-3).
Las mujeres como sujetos de la producción social no se expresan en un campo ajeno al
trabajo. La experiencia del trabajo, bajo la forma que sea, esta siempre presente y en
cierto modo es siempre reivindicada como una experiencia estructuradora, que repercute
incluso fuera del trabajo (Beratux-wiame; Borderías; Pesce 1988: 74). Sin embargo, la
tendencia ha sido la de ignorar el trabajo femenino, una invisibilidad laboral que, según
algunos autores, disminuyó en los 60, con los movimientos feministas (Casas 1988: 18).
Otros investigadores distinguen tres etapas hacia el logro de la igualdad de géneros y
aunque se basan en la encuesta de población activa, realizan un análisis sociológico y
lingüístico del sexismo en el discurso y cómo se niega en él la discriminación, pero se
producen y reproducen prácticas sexistas (Callejo Rojo; Martín Rojo 1994/5: 55-6). No
cabe duda de que la introducción de una nueva imagen del hombre como más
igualitario, vinculado a su familia, menos centrado en su trabajo y con otro tipo de
valores (Abril Morales; Romero Díaz 2005: 3-4), ha influido enormemente en el
sexismo inhibido, donde en el discurso se suprimen expresiones deslegitimadas (
Callejo Gallego; Martín Rojo 1994-5: 60), porque aún subsiste la imagen del hombre
aferrado a sus privilegios patriarcales, y que acude a la violencia para mantenerlos
(Abril Morales; Romero Díaz 2005: 3-4). Las relaciones entre géneros está siendo
redefinida por las transformaciones en el trabajo, lo cual conlleva a la masculinidad a

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presentar resistencia ante estas transformaciones, es decir, a las situaciones laborales o
formas de circulación con el mercado de trabajo inestables, y que ahora son plurales
para hombres y mujeres (Abril Morales; Romero Díaz 2005: 7).

5. Una historia de vida: María del Pino

Pino es una mujer que nació en 1945, en el noroeste de Gran Canaria, y allí permaneció
hasta que cumplió los diez años: “Fue cuando tenía diez años, que mis padres estaban
muy pobres, había mucha necesidad, nos vinimos a plantar tomateros” al sur.
Recuerda de su padre que era un hombre que trabajaba mucho, y de su madre que
cuidaba nueve hermanos, y lloraba, porque no tenía que darles de comer: “Y mi padre
fue un hombre que trabajó mucho, después cuando se desplazó aquí al Sur, trabajó
mucho labrando la tierra, con una yunta de bueyes, a... abriendo la tierra, la tierra
virgen sin haber nunca sido cultivada, piedras y todo eso. Y los animales tiraban por la
yunta de bueyes, tiraba por el arado. Y ese hombre tenía una fuerza tremenda, porque
cualquier persona de hoy, yo creo que no hacía ese trabajo tan duro, y tan bestial que
hacía él en aquella época. El fue una persona que trabajó mucho, trabajó mucho
también cuando… había que cultivar (se corrige y dice:) había veces que venía a cavar
plataneras de Las Palmas, y venía caminando y caminando iba.”
En la narración muestra una admiración por su padre, y destaca en él un valor que le
confiere una identidad, que ya no cree que exista en el presente: la capacidad de trabajo.
Una capacidad y una fortaleza que ella ha tomado para construir su propia identidad,
independientemente de la actividad económica que haya realizado, y del género.
Tenía trabajos sueltos por ahí, limpiando casas, limpiando apartamentos, limpiando
bungalows,... Sabes cuánto me daban por limpiar un bungalow...? Me acuerdo cuando
se hizo el Hotel W., tu sabes cuanto me daban por limpiar un apartamento de cemento?
Mil pesetas. Y había veces, que teníamos que ir dos y tres tardes pa limpiar el
apartamento, pa ganar mil pesetas. Yo nunca, nunca dejé de trabajar, nunca.

La necesidad de “brazos para trabajar” en las familias campesinas, favorecía los


intereses ideológicos de los grupos dominantes, y por ello se desarrolló una política
familiar enmarcada en las siguientes coordenadas: premios a la natalidad, a la familia
numerosa. Las economías domésticas en períodos de crisis, emplean como estrategia a
todos sus activos poblacionales en las diversas actividades económicas, articulándose

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así con la estrategia de los propietarios terratenientes, en un modelo simbiótico (Macías
Hernández; Rodríguez Martín, 1995). Y las opciones de la población se reducían a
intentar el acceso a la propiedad de la tierra, parcialmente logrado en ocasiones aunque
en parcelas pequeñas; o el más habitual intento de explotar la tierra mediante contratos
de arrendamientos o aparcería; o trabajar como asalariado (Álvarez 1980: 22; Suárez
Bosa 1995:499): “Y entonces mi padre vino caminando y fue caminando a Maspalomas
para pedir tierras, a ver si le daban trabajo para traerse a su familia. Y entonces,
vinimos para el Sur, todos montaos en un camión, como si fuéramos a ir a la excursión
más grande del mundo.” Y “ Yo empecé a trabajar a los 12 años. Y, pero, yo trabajaba
sin ganar ningún sueldo, porque no me podían pagar. Empecé... amarraba los
tomateros, era tan chica, que amarraba los tomateros a la primera caña, y en la
segunda caña los amarraba mis hermanos, porque yo no alcanzaba”.
De esta declaración, se revela la toma de decisiones transmitida por su padre, y de la
que también se hace partícipe Pino, nuestra informante, cuando es ella la que se encarga
de decidir el futuro laboral de su familia: “Fue, me parece que fue, en una crisis de
trabajo que hubo, que no sencontraba trabajo por ningún sitio. Me parece, no estoy
segura, si fue en el 77, o 78 o por ahí. Y entonces, mi marido y yo los enfademos, y dice:
"adónde vas a buscar trabajo, que no hay trabajo." Y yo le dije: "tenemos que caminar
a buscar trabajo". Estábamos los dos dentro del coche, cuando habíamos soltao, sería
las 10 o las once de la mañana, y le digo: "Mira, llévame allá bajo aquel Hotel que está
allá bajo en...que aquello es nuevo". Dice: "tú, cómo vas a ir tú ahí, que eso ahí, no te
van a dar trabajo." Y entonces, yo no sabía ni por dónde entrar, por dónde tenía que
entrar pa entrar al Hotel. Porque nunca había estao dentro de un Hotel”.

En los municipios sureños de San Bartolomé y Mogán se centró, no sólo la agricultura


tomatera para la exportación, sino que al mismo tiempo, se procuraba mano de obra no
cualificada en un elevado porcentaje, para los diferentes complejos turísticos asentados
en la franja costera (Nadal Perdomo, I.; Guitian Ayneto, C. 1983: 61). El analfabetismo
era aprovechado por los propietarios de las tierras, y los exportadores para obtener
beneficios, y nuestra informante se refiere claramente a ello: “Pero los empresarios
eran tan tramposos … que .... pedíamos .... de trabajar una fanega de tomateros, y ellos
nos estafaban tanto, que nos echaban dos. Porque como todos éramos casi analfabetos,
no sabíamos las medidas, pues ellos nos engañaban. Teníamos, cosechábamos los
tomates, las cajas pesaban 35 kilos, y había veces, que los tomates buenísimos, los

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ponía a 2 y 3 kilos, los tomates, ellos se quedaban con todo. Cuando llegaban,
llegábamos a final de zafra, decía: "ustedes se han quedao endeudados con la empresa
en X pesetas, pero nosotros se las vamos a perdonar. Es decir, que ellos se quedaban
con todo, con todo, con todo el trabajo de, de toda la familia, de toda la familia, porque
daban tanta tierra, nos engañaban con la tierra, que teníamos que estar todos pegaos a
los tomateros, y encima los robaban los kilos, y no quedábamos endeudaos. Claro, no
te daban kilos, los tomates buenísimos, los tomates yendo, importándolos pa Inglaterra,
y no te daban kilos, claro, porque todas las semanas cobras un anticipo, sabes. Y al
final de cuentas, quién, se quedaba uno endeudao con la empresa. Pero porque ellos te
robaban todos los tomates.”

En esta misma época, una gran parte del sur de Gran Canaria, se había convertido en
zona de asentamiento para los trabajos de servicios turísticos no especializados mientras
se continúan la actividad aparcera. No solamente se presenta una circularidad
económica, donde se retoma la actividad económica anterior como principal ocupación
o en función complementaria, tanto de forma parcial como total. La parcial no implica
un volver o regresar al lugar de partida, sino mantener el contacto permanente con el
mismo a través de una actividad u ocupación determinada que lo mantenga ligado. En
este caso, combinar las actividades agrícolas a tiempo parcial, como el del los tomates,
con la jornada completa de la hostelería. (Álvarez, C. 1980: 61): Pero sí, trabajaba en
la hostelería, pero los tomateros no los podíamos dejar, porque era lo único sostén que
teníamos. Porque en los tomateros plantábamos, a lo mejor judías, plantábamos papas,
plantábamos eso, teníamos las gallinas, .... y teníamos cabras, me entiendes? Y
entonces, el que tenía los tomateros no los soltaba, porque hay tenía un medio para
plantar en las orillas, y ... ir comiendo de lo que daba la tierra.

A niveles insulares y comarcales se contemplan nítidamente el fenómeno de desarrollo


del proceso de reconversión de espacios de calidad de improductivos en productivos
(Álvarez 1980: 54). Y es interesante observar como las migraciones interiores son
ligadas a la expansión del turismo y no a la incorporación de nuevos espacios al ciclo
productivo, especialmente, el que determinó el incremento de las siembras del tomate.
Además, la incorporación de las mujeres a la actividad económica se amplió por el
desarrollo del sector servicios, y diversificó las actividades laborales de las mujeres, que

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estaban restringidas al cultivo del tomate, empaquetados de plátanos, fábricas de tabaco
y conserveras de pescado (Macías Hernández; Rodríguez Martín, 1995:423).
Esa incorporación de la mujer al sector servicios, no implicaba el abandono del sector
primario, ni de su esfera doméstica, como declara Pino: “Aparte de la hostelería tenía
media fanega de tomateros, que atendíamos mi marido por la tarde. Trabajábamos la
jornada en la hostelería y por la tarde, cuando soltábamos a las cinco, íbamos pa los
tomateros, mientras se viera, teníamos que estar en los tomateros. Por la noche cuando
llegábamos a la casa, yo atendía los niños, las cosas de la casa, él traía el agua, le
echaba de comer a las cabras y a las gallinas, y todo eso, y así hasta que... Entonces
cuando Mister Pichi ya presentó quiebra, nosotros vinimos a vivir aquí a Vecindario”.
Se produce entonces la ruina de los cosecheros, que destinaban sus beneficios a la
especulación del agua o al negocio inmobiliario turístico, como es el caso de Pilcher,
que se introdujo a fines de los 60 en dicho negocio. A partir de 1959 se cultiva de forma
directa las tierras, en parte por la demanda de los mercados exteriores, y por los cambios
internos, donde se inician estudios entre 1959 y 1960, para urbanizar determinados
sectores de este litoral, con vistas al negocio turístico. Hasta 1965 el cultivo del tomate
fue en aumento, luego se estanca y termina por descender. Esto favorece el surgimiento
del fenómeno turístico, que trae consigo un desarrollo del sector servicios y de la
construcción, en detrimento del sector agrícola. Esto ayuda a que la mano de obra del
sector tomatero reivindique mejoras salariales, forzando a las empresas a transformarse
o desaparecer. La mala organización productiva y comercial ocasiona la crisis de
pequeñas y grandes empresas, como la Comunidad Quintana, Hijos de Diego Betancor,
Pilcher, etc. y que la producción se concentre en manos de los mayores exportadores
(Nadal Perdomo; Guitian Ayneto 1983: 61).

En cuanto a la incorporación de la mujer al trabajo en el sector servicios, no ha roto el


esquema esencial de la “mujer tradicional”, ya que las ocupaciones en las que han sido
insertadas, son fundamentalmente “servicios” o “trabajos de siempre asignados a la
condición femenina” (Álvarez 1980:132): “¿En la hostelería? Yo donde primero trabajé
fue en… y me quedé embarazada…, y dejé el trabajo. Y después volví a trabajar en la
tierra, en estos trabajos de verano, sacando cañas, y limpiando el master de los
tomateros, y limpiando la tierra pa volver a plantarla. Un día dijo: "voy a dejar el
trabajo, no quiero trabajar más". Pero cuando me quedé aquí en la casa, no podía
estar en la casa, yo decía: "Díos mío, que mi trabajo me hace falta, yo no puedo estar

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aquí en la casa. [Y buscó trabajo en un hotel] Y allí estuve 12 años, y a los 12 años me
jubilé por enfermedad, por problemas de columna. Pero a mí me parecía que aquel
Hotel, que aquello, yo me sentía tan a gusto, trabajábamos como mulas, pero me
sentía tan a gusto, que a mí me parecía que aquello era mi propia casa. Sería el 85
aproximadamente, el 85”.

El engaño a los trabajadores y trabajadoras no se limitó a la actividad agrícola, también


se daban algunos problemas con el pago, y con los contratos en la hostelería, a pesar de
la normativa que ya existía al respecto, y en su mayor parte, por desconocimiento del
funcionamiento de sus derechos como trabajadores. Estos problemas no eran
inmediatamente conocidos por los afectados, sino que surgían posteriormente, cuando
querían retirarse de la vida laboral: “No. No, no, no... había sí, había problemas, había
algún problema, había sí, porque cuando fui para que me valorarán lo que, lo de la
pensión, tenía 22 años trabajaos. Tenía que tener 22 años, y tenía sino 14, porque te
cogían la cartilla y no te daban de alta.”
Sin embargo, bajo la perspectiva del presente, recuerda qué tipo de empresas tenía esas
prácticas: Fue una empresa pequeña. Empresarios pequeños, que a lo mejor lo que
tenían eran cuatro o seis apartamentos, ¿sabes? Que eso es en lo que yo echaba el
tiempo. Porque a lo mejor había un grupito de seis apartamentos y ponían allí una
mujer. ¿Me entiendes? Y allí se me fueron unos cuantos años, que no me enteré de la
movida de eso. Pero no las empresas grandes siempre te daban de... te lo hacían
correctamente. El tiempo que me faltó, me faltó de las empresas chicas.
Su memoria reconstruye, a través de la repetición, los nombres de los implicados en
esas infracciones laborales: Me acuerdo que el hombre se llamaba A., por apellido, el
señor A., el señor A. El se dedicaba a los temas de construcción, pero nunca, yo nunca
lo vi.
Las infracciones hacia los trabajadores fueron generalizadas en todos los ámbitos
económicos, si bien se detectan los primeros cambios en un sistema, que se aferra a
unos privilegios basados en la desigualdad social: “Eso pasó en todos sitios. Hasta que
después, hasta que después las gentes se empezaron a dar cuenta, que los estaban
robando y entonces empezaron a exigir, que ya fue cuando, ya casi estaba Franco al
fallecer, y ya estaba la cosa un poquito diferente. Y entonces empezaron la gente a
exigir de que se le pesara los tomates, y entonces al que exigía que se le pesara los
tomates, a ese le amargaban la vida, a veces no se los llevaba, a veces, no, no los

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dejaban pasar de la puerta del almacén pa dentro, porque eran unos revolucionarios,
no querían que... reclamaran su trabajo, ellos no querían que reclamaran su trabajo,
sino... seguir robando como estaban. Hasta ahora, gracias a Dios, ya eso no pasa. Ya
cuando empezó la democracia, todo el mundo empezó a mejorar, a perder el miedo
de... reclamar lo que era de ellos. Porque antes incluso teníamos hasta, había hasta
miedo de que la gente pudiera reclamar, porque ya el trato no era el mismo. Y gracias
a Dios, yo creo que las cosas han cambiado pa la clase trabajadora, han cambiado
para bien.
Una vez más Pino, nuestra informante, encuentra un indicador que muestra su identidad,
la pertenencia a un grupo de social, el de los trabajadores, un grupo carente de poder
social hasta que se inicia el proceso democrático.
.
6. Conclusiones

A través de la historia de vida, se intenta reconstruir un proceso de migración interior,


en que los miembros de unidades domésticas toman decisiones, de forma individual,
consensuadas o impuestas, para realizar cambios de residencias asociados a cambios en
las actividades laborales. Este indicador, junto a la identificación de los valores sociales,
como es el trabajo, nos conecta a las mujeres con la formación de su identidad.
Además, al considerar la actividad laboral femenina, extraemos una muestra de cómo se
producen los procesos identitarios de las mujeres “trabajadoras”, y como en este caso,
se va conformando una identidad de clase, al rescatar unos valores aportados desde
masculinidad. Esto nos lleva al punto de partida, donde esbozamos la hipótesis de que
la mujer ha sido considerada al mismo nivel que cualquier otro trabajador, con lo cual
participa de una esfera pública, pero hemos entrevisto como se conecta esa esfera
pública o del ámbito laboral, con su esfera doméstica, y cómo esa historia de vida, se
podría enlazar con lo local, lo nacional, y lo transnacional.

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