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CATEQUISTAS: La palabra Dios encierra muchos significados,

COMUNICADORES DEL pero a veces creemos que sobre Dios todo está claro.
Dios es infinito, omnipotente, omnipresente,
DIOS-CON-NOSOTROS omnisciente. Sin embargo, hay que afirmar también
que la concepción sobre Dios en cada persona varía
de acuerdo a la edad. Por lo tanto no todo resulta tan
claro. De niños Dios es “bonito”; de adolescentes
Dios está más relacionado con las presiones de mi
grupo de amigos; de adulto puede ser un Dios en el
que busco “prosperidad”; en la vejez un Dios que me
dé certeza ante la muerte. Pero también puede pasar
que por hablar mucho de Dios cansemos a la gente, o puede ocurrir también que nunca
hubo referencia a Dios en mi ambiente de crianza y por tanto se puede prescindir, sin
ningún problema, de Dios en la vida.

Tampoco podemos negar que vivimos en un ambiente que por un lado valora lo
religioso, pero también lo deslegitima. Basta con ver Discovery Channel para observar
programas que se autodenominan científicos, pero que en realidad nunca presentan
pruebas contundentes, que buscan desmentir la fe cristiana (piense en aquellos
programas sobre la familia de Jesús, sobre el supuesto sarcófago que contenía los
huesos de Jesús, el descubrimiento del evangelio apócrifo de Tomás). Estos hechos a
veces hacen que la gente pierda la fe.

Sin embargo hay que afirmar que Dios sigue siendo un problema importante
para nosotros. Algo que queremos compartir con los demás. Hablar de Dios es hablar
de la razón de nuestra esperanza (1 Pe 3,15). Por eso tratamos de transmitir la fe.
Catequizar, pues, es narrar a otros la razón por la que esperamos, la fuente de nuestra
alegría más profunda.

Por eso la catequesis, como veremos más adelante, es un acto de evangelización.


Tiene como finalidad iniciar a las personas en la vida cristiana. Tiene una finalidad clara:
la vida de comunidad, y para formar parte de esa comunidad cuenta con hitos
importantes en el camino: la recepción de ciertos sacramentos. Lo que no podemos
hacer es entender la catequesis como eventos aislados que sirven para recibir
determinados sacramentos sin vincular definitivamente con la comunidad de creyentes.
El fin último es el encuentro con Cristo y la vida plena de comunidad. Supone un
camino en el que la comunidad de creyentes es fundamental. La parroquia para poder
renovarse y crear identidad debe partir de sus procesos catequéticos, porque en ellos se
juega la creación de la comunidad adulta a futuro.

Hasta aquí hemos constatado tres cosas:


1. Dios es un tema que tienen validez y sobre el cual queremos tratar.
2. Existen problemas a nivel social y familiar que dificultan el poder transmitir la
experiencia de Dios a los demás.
3. Que esa experiencia de Dios se puede realizar a través de la catequesis, que es un
acto eclesial que implica camino y comunidad, en el cual los sacramentos son
puntos de arranque y nunca de llegada.

Pero la gran pregunta ahora es ¿Qué Dios es el que queremos transmitir? La


pregunta es fundamental porque no se puede responder de memoria. Es una pregunta
que interpela lo más profundo de la persona humana. Para los cristianos la pregunta es
mayor aún porque se trata de mantener una fidelidad firme a la Revelación de Dios que
hemos recibido en Jesucristo. La pregunta fundamental aquí no es cómo es que Jesús
es Hijo de Dios, sino ¿De qué Dios es hijo Jesús? Lo que nos llevará a descubrir que
Jesús es el primer sacramento y fuente de todos los sacramentos cuya finalidad es
llevarnos al encuentro con Dios-Trinidad.

El Dios de Jesús

Todo el Testamento Hebreo nos habla de un Dios que actúa en la historia. La Palabra
del Señor crea el universo, actúa en la vida de los patriarcas, libera al pueblo del
dominio de Egipto, que llama a la justicia, la fidelidad y la misericordia a través de los
profetas. Es el Dios de la Alianza. Es en definitiva un “Dios-para-los-hombres”. Jesús
como judío cree en ese Dios. Pero no es todo, porque Jesús es justamente “Dios-con-
nosotros”, Emmanuel. Por eso, en Jesús encontramos que palabra y obra están tan
unidas entre sí para mostrarnos que es Dios quien pasa por la historia de aquel pueblo,
y por lo tanto por nuestra propia historia. Jesús nos narra con sus palabras y con sus
acciones a un Dios que es Padre, que es bondad, perdón, justicia, inclusión, universal,
AMOR. Un Dios en quien podemos, en definitiva, poner el fundamento y la esperanza
de toda nuestra existencia.

Lea y comente los siguientes textos:

 Mc 1,15
Algunas preguntas para pensar:
 Mt 5,45; 13,31-32
 Mt 18,23-34  ¿Cuándo es el tiempo del Reino de Dios?
 Lc 7,16  ¿Qué características tiene ese Reino?
 Lc 15,2.4-7  ¿Qué Dios está detrás del Reino?
 Lc 17, 1-10  ¿Cuál será la actitud de los que creen la palabra
de Jesús?

Gustavo Gutiérrez afirma que que hay que «practicar a Dios». Porque hay que insistir:
no se trata de cumplir una ley externa y objetiva. Hacer la voluntad de Dios, más que
responder a Dios es corresponder a Dios, hacerse afín a Él y desarrollar su presencia.
No podemos hablar del Dios de Jesús sin hacer referencia
al Reino de Dios. Las parábolas de Jesús quieren Para dialogar:
mostrarnos y ofrecernos una nueva posibilidad de relación
más abierta con Dios. Con Jesús Dios establece una
relación personal con los seres humanos. Esa relación está ¿Cuáles son las cosas que
fundamentada en el amor gratuito e inquebrantable, y no más nos entristecen hoy?
en los méritos. El Reino de Dios no traduce en lenguaje
religioso los anhelos y las esperanzas más profundos de la
gente de aquel tiempo. Y sin embargo es un tesoro ¿Qué esperamos de verdad?
escondido, es como el grano que se siembra y uno sin
¿Cuáles son mis deseos más
saber exactamente cómo ve que crece y da frutos.
profundos?
Descubrir a Dios en lo escondido, en lo pequeño, produce
una alegría sin fin en los que esperan en su Reino (Mc
4,26-29; Mt 13,45-50)
¿Con que sueñan la gente
Pero también Jesús nos muestra que a Dios lo que llega a las diversas
encontramos en el hermano. El ser humano, varón y catequesis de nuestra
mujer, es la medida de la verdadera religión (Mc 2,27; 3,3- parroquia?
4). No se trata entonces de seguir normas y preceptos en
el nombre de Dios, sino que esas normas y preceptos nos
conduzcan a Dios. Lo definitivo es siempre que la persona ¿Estamos dando esperanza
se sienta liberada, que alcance la felicidad, que se sienta
con nuestra catequesis, o
salvada no por la ley sino porque Dios está con él y con
sólo transmitimos una serie
ella a cada momento. Aferrarse a la ley por la ley, por
muy bueno que esto sea, no hace sino dar seguridad al ser de contenidos?
humano en otra cosa que no es Dios, y entonces la ley se
nos convierte en ídolo. Es sólo ante el hermano, ante el
prójimo, cuando somos capaces de escuchar su voz que
pide algo de nosotros, cuando dejamos nuestros intereses
y egoísmos para dar lugar al bien del hermano, entonces,
y sólo entonces, hay verdadera religión.

En esto se resume la Ley y los


Profetas: en amar a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como
a ti mismo (cf. Mt 22,36-40)
Pero lo más original de Jesús y lo más radical en él es habar hablado con Dios
diciéndolo Abba Padre. Decir Abba es decir no sólo un modo de nombrar a Dios, sino
que expresa una experiencia profunda de Dios como alguien, como un ser personal que
genera confianza, que es cercano, es amable (que se puede amar). Así, enseñar el Padre
Nuestro no es enseñar una oración como otra más, algo que se dice rápido y de
memoria. Decir Padre Nuestro es ya una confesión de fe. Es decir que creo en Dios
como mi Padre, que lo experimento en la vida como Padre. Ese Padre no lo puedo
reducir nunca a lo que yo quiero que sea, ni que haga según mi voluntad.

Leamos:
Mt 6, 1-15 ¿Cómo entiendes esto de que Dios está contigo en lo secreto, y
Is 55,8-9 la afirmación que hace Isaías sobre Dios por encima de nosotros?

Dios es Padre, está cerca a nosotros, pero no dejar de ser misterio. Decir misterio no es
hablar de lo oscuro, de lo desconocido, de lo inaccesible. Decir que Dios es misterio es
decir que lo podemos conocer, y de hecho lo conocemos, por la Revelación de Dios
mismo en Jesús. Y sin embargo no lo podemos atar, no lo podemos poseer como un
objeto, como algo que me debe obedecer. Por eso es que somos discípulos. Vamos
tras de él, seguimos sus huellas, pero no podemos acapararlo. No es sólo “mi diosito”.
Él es Dios, Padre de todos. Cuando escuchamos a Jesús de verdad, y trasmitimos con
fidelidad la fe en Él, en el Padre y en el Espíritu no nos queda sino partir de una actitud
de profunda reverencia que nos invita a descubrir y a cumplir su voluntad, y a aceptar
sus caminos.

Tres preguntas para concluir:

1. ¿Tiene sentido hablar de este Dios en nuestra sociedad?


2. ¿Cómo logramos enfrentar los problemas que nos impiden hoy anunciar a Dios
Padre en nuestra sociedad?
3. ¿Nuestra Iglesia a través de sus procesos catequéticos nos ponen en camino
hacia ese Dios? ¿Cómo comunidad de creyentes nos hacemos “sacramentos” de
Dios para los que inician los caminos de la fe?
ABBÁ ES…
Abbá es un niño: llamado por Jesús con una palabra de niño, cariñoso como un
niño, por eso sólo los que se vuelven como niños, entran en el Reino de Dios.

Abbá es pequeño y humilde: por tanto sólo los pequeños y humildes lo


conocen, pues él no se muestra a los sabios y entendidos.

Abbá es Santo y bueno: por eso no devuelve mal por mal, si lo abofetean en
una mejilla, presenta la otra; si le quitan la túnica entrega la capa; si lo fuerzan a
acompañar a otra persona a lo largo de una milla, camina dos; al que le pide le
da; al que lo busca le sale al encuentro y al que le toca a su puerta le abre.

Abbá ama al enemigo y reza por quien lo persigue, por eso hace salir el sol sobre
malos y buenos y manda la lluvia sobre los justos e injustos.

Abbá actúa en lo escondido: por eso ni el ayuno, ni la limosna, ni la oración


hechos por ostentación y para ser vistos, son para él un valor.

Abbá actúa en lo escondido y se encuentra con el hombre en la profundidad


del corazón.

Abbá es pobre: no anda preocupado por la vida pensando en el comer y en el


beber, su primera preocupación es el Reino y no puede ser esclavo del dinero.

Abbá es misericordioso: le duele la enfermedad de cada hombre y, más aún, le


duele el pecado, pues ve a sus hijos DES-CREADOS. Por eso desata una praxis de
misericordia para levantar a los abatidos y quiere curar y hacer un milagro, el
más grande milagro: hacer un hombre con su semejanza. Es tan misericordioso
Abbá, que prefiere la misericordia por encima de los sacrificios.

Abbá es perdón: ninguna falla humana lo asusta. Es perdón para el publicano y


para la prostituta, para el bandido crucificado y para el amigo arrepentido.
Perdón, hasta setenta veces siente, hasta muchas veces siempre. Pero no sólo
perdona, Abbá no condena, es generoso.

Abbá es de todos: no tiene nacionalidad ni color, es del judío que sufre y del
importante funcionario que visita a Jesús en la noche; es de una mujer cananea
y es de un centurión romano que tenía fe.

Abbá es cariñoso con todas sus criaturas: cuida a todos los pajaritos del campo y
nos cuida como a las niñas de sus ojos. Por eso no debemos temer, la muerte
no tiene poder sobre nosotros cuando Abbá nos acompaña. Hasta los pelos de
nuestra cabeza están contados, y si cuida de los pajaritos, más cuida de nosotros
que valemos para él mucho más que todos los pajaritos juntos.

Abbá es paciente: siempre espera, por eso no arranca la mala semilla por temor a
arrancar también la buena. Mientras quede aliento dentro de un hombre, Abbá
sigue esperando, pues aún el último momento puede salvarlo.

Abbá es libre: nadie es su dueño, se entrega porque quiere, por amor


sencillamente. Pero como es libre, cree en nuestra libertad. Por eso sólo actúa
en nuestro interior, cuando lo queremos dejar actuar.

Abbá es Amor y el amor es lo que mejor lo define: es niño porque ama y es


pobre y humilde por amor. Actúa en lo escondido amando y es santo en su
amor. Todo en Abbá es amor, o mejor dicho todo el amor es Abbá.

Abbá es feliz: por eso sólo lo entienden los felices de Dios. No es feliz como
nosotros cuando adquiere poder, ama o dinero. Abbá es feliz en su pobreza, es
feliz cuando llora, es feliz siendo manso y teniendo hambre y sed de justicia, es
feliz porque es misericordioso y por tener limpio el corazón, es feliz luchando
por la paz y justamente por amar tanto que es perseguido. Así, siendo
inmensamente feliz.

Abbá es la luz del mundo y la sal de la tierra.

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