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Paul M. Sweezy
Esta nota necrológica se publicó por primera vez en Science & Society,
otoño de 1946. Seymour E. Harris, editor, volvió a publicarla en The New
Economics: Keynes’ Influence on Theory and Public Policy (Nueva York,
1947).
Una vez que hubo encontrado la verdad fundamental de que la Ley de Say
es un fraude y una ilusión, Keynes se vio obligado a investigar la estructura
teórica neoclásica de punta a cabo para separar aquellas proposiciones que
dependían de aquélla de las que son válidas independientemente de su
verdad o falsedad. El resultado de esta investigación, tal como aparece en
The General Theory (Teoría General), resulta incomprensible para
cualquiera que no sea un adepto a la economía neoclásica. Tal como el
propio Keynes expresa en el prólogo, “la redacción de este libro ha
significado para su autor una larga lucha para escapar, y lo mismo debe
significar su lectura para la mayor parte de lectores si el asalto del autor sobre
ellos tiene éxito”, obviamente implicando que espera que los lectores tengan
el mismo tipo de formación y los mismos conocimientos generales que él. Y
entonces añade con un candor refrescante, “las ideas que se expresan aquí de
forma tan laboriosa son extremadamente simples y debieran resultar
evidentes. La dificultad se halla, no en las nuevas ideas, sino en escapar de
las viejas, que se ramifican, para aquéllos que han sido formados como lo
hemos sido la mayoría de nosotros, en cualquier rincón de nuestra mente.”
Keynes sin duda exagera la simplicidad de su propia contribución -resulta
notable que el orgullo en su virtuosismo teórico era completamente ajeno a
su naturaleza-, pero creo que casi todos los profesores estarán de acuerdo en
que resulta más fácil hacer comprender sus ideas esenciales a un principiante
que a un estudiante que ya ha sido iniciado en las doctrinas de la escuela
neoclásica. De aquí cincuenta años, los historiadores podrán consignar que el
logro más importante de Keynes fue la liberación de la economía
angloamericana de un dogma tiránico, e incluso pueden concluir que esto
consistió esencialmente en un trabajo de negación que no se equipara con
sus aspectos positivos. Incluso si a Keynes solo se le atribuyese el mérito por
esto (lo cual es muy improbable), su derecho a la fama estaría asegurado.
Ofreció nuevas perspectivas y nuevos caminos a una generación entera de
economistas; por tanto, él compartirá justamente el mérito de los logros de
aquéllos. (4)
Creo que este último grupo se verá inevitablemente atraído por el marxismo
como la única ciencia genuina y que abarca la historia y la sociedad. Quizás
la indicación más clara de que esto es así se halla en la pequeña obra de Joan
Robinson, An Essay on Marxian Economics (Un ensayo sobre economía
marxista), publicada en Inglaterra al principio de la guerra. Robinson,
miembro del núcleo keynesiano, es quizás una de la media docena de
economistas teóricos británicos sobresalientes. Los marxistas no podrán estar
de acuerdo con todo lo que ella dice, pero hallarán en ella una crítica
comprensiva, dispuesta y deseosa de debatir los problemas con ellos con un
espíritu sereno y científico. ¿Podría ser una casualidad que una de las
seguidoras más prominentes de Keynes fuese la autora de la primera obra
honesta sobre marxismo jamás escrita por un/a economista británico/a no
marxista?
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NOTAS
1
El propio Keynes utilizó el término “economistas clásicos” para incluir los
teóricos del valor subjetivo -especialmente Marshall y sus seguidores del
grupo de Cambridge- de finales del siglo XIX y siglo XX. Por razones que
deberían esclarecerse en la discusión siguiente, me parece que esta práctica es
engañosa. Es preferible considerar a John Stuart Mill como el último de los
economistas clásicos y etiquetar a los marshallianos de escuela “neoclásica”.
2
Por ejemplo, el concepto de “tipo natural de interés” que tiene un papel
importante en A Treatise on Money (Tratado sobre el dinero, 1930) fue
tomado del economista sueco Knut Wicksell (1851-1926). Sin embargo, el
propio Wicksell fue básicamente un neoclásico.
3
La Ley de Say, en efecto, niega que jamás pueda haber escasez de demanda
en relación con la producción. Ricardo lo expresó como sigue: “Ningún
hombre produce si no es en vistas a consumir o vender, y nunca vende si no
es con la intención de comprar algún otro producto que le pueda ser útil, o
que pueda contribuir a una futura producción. Así pues, al producir,
necesariamente se convierte, o en el consumidor de sus propios bienes, o en
el comprador y consumidor de los bienes de alguna otra persona... Los
productos siempre son comprados por productos, o por servicios; el dinero
es solamente el medio por el cual se efectúa el intercambio.” Principles of
Political Economy (Principios de economía política) (Gonner ed.), pp. 273,
275.
4
Probablemente solo aquéllos que (como el autor de este artículo) fueron
formados en la tradición académica del pensamiento económico en el
periodo anterior a 1936 pueden apreciar completamente el sentido de
liberación y de estímulo intelectual que The General Theory (Teoría
General) produjo inmediatamente entre los profesores más jóvenes y los
estudiantes en todas las universidades británicas y norteamericanas más
notables.
5
Los apologistas de la visión ortodoxa siempre están a punto para demostrar
con citas que los economistas nunca fueron aquellos locos como tal cosa
implicaría. La respuesta de Keynes, creo, es correcta y convincente: “El
pensamiento contemporáneo”, escribió, “todavía está profundamente
impregnado de la noción de que si la gente no gasta su dinero de una manera
lo hará de otra. En efecto, rara vez los economistas de la posguerra
consiguieron mantener consistentemente este punto de vista; porque su
pensamiento esta hoy en día demasiado saturado de la tendencia contraria y
de hechos reales obviamente demasiado inconsistentes con su punto de vista
anterior. Pero no han extraído consecuencias de gran alcance; y no han
revisado su teoría fundamental.” General Theory (Teoría General), p. 20.
6
Essays in Persuasion, p. 7.
7
General Theory (Teoría General), p. 32.
8
He intentado proporcionar este análisis en The Theory of Capitalist
Development (1942).
9
Marx observó, en relación con el pasaje de Ricardo citado en la nota
anterior 3, que “es éste el balbuceo infantil de un Say, pero indigno de
Ricardo.” Theorien über den Mehrwert (Teorías sobre la plusvalía), vol. II,
sección 2, p. 277.
10
Ver The Theory of Capitalist Development (Teoría del desarrollo
capitalista), capítulo XI, “The Breakdown Controversy”.
11
General Theory (Teoría General), p. 379. Es justo indicar que la
negligencia de Keynes respecto del monopolio no es característica de la
economía académica actual. Sin embargo, sigue siendo cierto que el trato
neoclásico del tema se centra excesivamente en los problemas de la empresa
individual y no ha hecho gran cosa para relacionar el monopolio con el
funcionamiento de la economía en su conjunto. En este último campo,
incluso actualmente, sería difícil nombrar una obra que rivalizase con Das
Finanzkapital, escrita por el economista marxista Rudolf Hilferding en la
primera década del siglo XX.
12
¡Qué pocos hay que realmente merezcan este nombre!
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