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El Poder de la Intimidad

Por: Christopher Molina


Familias Efectivas
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Recuerdo algunas películas que cuando era pequeño solíamos ver en el televisor
de mi casa. Por alguna razón, me acuerdo de haber visto específicamente una
película de acción en la cual el personaje principal era un hombre muy rudo que
luchaba contra toda clase de males y toda clase de bandidos. Durante el curso de
la película este héroe siempre se las ingeniaba para encontrar una chica que
necesitaba ayuda y luego que él la rescataba, ella se enamoraba de él. Pero, al
final de la película ocurría algo un tanto peculiar, no obstante las plegarias y
ruegos de la mujer al héroe siempre terminaba despidiéndose de la chica
diciéndole que él siempre sería un solitario y que tenía que ayudar a otros en
otras partes. Pero aún desde pequeño, me preguntaba: “¿Por qué no puede quedarse
con ella y formar una familia? ¿Por qué no puede quedarse con ella y ser un buen
esposo y/o padre?” Por desgracia, nunca recibí una respuesta a mi temprana edad
y cuando llegué a adolescente siempre pensé que mi vida sería similar a una de
esas películas, encontraría una chica estaría con ella por un tiempo y cuando
quisiera buscar aventura, la dejaría para concentrarme en alguna otra cosa. ¿Te
parece conocida la historia? Probablemente será porque es algo muy común en la
comunidad latina. Todos los días conocemos a hombres y una cada vez más
creciente cantidad de mujeres que no tiene la más mínima idea de lo que es una
relación sana que contiene el ingrediente secreto que puede derribar cualquier
obstáculo en una relación, el cual es la verdadera intimidad.

Dios me agarró justamente a los 16 años. Pienso que fue la edad perfecta, porque
de no ser así estoy seguro que hubiese cometido errores demasiado grandes como
para haberlos sobrevivido. Lo digo más que nada por mi pobre conocimiento de las
relaciones saludables y la falta de conocer lo que era la intimidad. Cuando
conocí a Cristo pude tener intimidad con Él en muchas ocasiones (a nivel
emocional) y esto me enseñó mucho. Pero cuando me casé no fue tan fácil. Como
muchas personas, pensé que la intimidad era una frase que tenía que ver con las
relaciones sexuales. Mi esposa deseaba tener momentos íntimos conmigo y sobre
todo conocer mi corazón y yo me trataba de proteger de estos intentos que sólo
me hacían sentir que me estaba tratando de robar la individualidad y libertad.
Sencillamente, no entendía que mi esposa ansiaba la intimidad emocional y que
eso requería tiempo y atención exclusiva de mi parte. Me acuerdo que en un
momento dado, tuve la gran idea de ir a jugar baloncesto todos los días luego de
regresar del trabajo; esto me hacía sentir tan libre como un pájaro que
despliega sus alas para volar a donde quiera. Cuando llegaba de jugar, me bañaba,
comía y veía la televisión hasta que era hora de acostarnos a dormir. A veces mi
esposa Eunice se quedaba con tantas ganas de intimar conmigo que comenzaba a
hablar conmigo mientras yo trataba de dormir. En este escenario podía ocurrir
una de dos cosas: o Eunice se quedaba hablando conmigo hasta que yo me durmiera
(se daba cuenta cuando escuchaba mis ronquidos) o yo me molestaba con ella
porque no me dejaba dormir tranquilo y terminábamos teniendo una larga discusión.
Esto nos llegó a suceder en muchas ocasiones. Ahora me doy cuenta de que fui
insensible y egoísta con mi tiempo. Mi esposa me necesitaba y quería recibir el
apoyo y la atención que ella se merecía. Yo sólo quería tener que lidiar con las
emociones y decisiones en pocas ocasiones selectas. Pero me di cuenta que esto
estaba afectando nuestro matrimonio grandemente a tal grado que pensé que
tendríamos que separarnos para no discutir tanto. Bueno, luego de muchas
discusiones hirientes y algunas sesiones de consejería ocurrieron dos cosas que
hicieron que nuestro matrimonio diera un giro de 180 grados:
1. Mi esposa dejó de tratar de hacerme intimar con ella y respetó mi espacio.
2. Yo me di cuenta que cuando ella no trataba de intimar conmigo la relación no
se sentía bien y, por lo tanto, yo mismo comencé a anhelar la intimidad
emocional.
Lo más increíble de esto es que ambos éramos cristianos y ninguno sabíamos como
establecer una relación de intimidad saludable. El simple hecho de ser cristiano
no te prepara para el matrimonio al igual que ser ave no prepara mejor a un
pingüino para volar. El evangelio contiene muchas verdades y esta es una de las
menos enseñadas de ellas. En Proverbios 31, Salomón describe a la mujer virtuosa
y dice lo siguiente en el versículo 11: “Su esposo confía plenamente en ella, y
nunca le faltan ganancias.” Confiar en su pareja es el paso más importante para
comenzar la intimidad real en un matrimonio. Tal como dice Salomón hay ganancias
continuas para los esposos que están dispuestos a confiar en sus cónyuges. Para
muchos hombres este es el equivalente a ir a su dentista y pedirle que le
extraiga una muela. ¿Por qué? La intimidad se trata de llegar a un punto cada
vez más vulnerable en la relación. Mientras más intima la relación, más
vulnerable se hace la persona a ser herida por su cónyuge. A los hombres no nos
gusta sentirnos vulnerables, queremos estar en control de nuestras emociones
todo el tiempo a tal grado que en algunas ocasiones echaremos a perder
relaciones buenas para no tener que sentirnos así. No es común escuchar a un
hombre llorando en una esquina acerca de sus problemas pues sus propios amigos
podrían ser los primeros en burlarse de él. Los hombres no estamos hechos para
intimar con cualquier persona, pero sí con nuestra esposa.
La naturaleza pecaminosa del hombre hace que esté en constante desacuerdo con la
voluntad de Dios. Si muchos hombres intentaran tener intimidad emocional con sus
esposas encontrarían que nos es tan difícil. Haré una ilustración un tanto
adulta para aclarar el punto. Cuando un hombre desea tener intimidad sexual con
su esposa, por lo general está más que dispuesto a desvestirse rápidamente para
comenzar. ¡Creo que está muy claro que si no se desvisten ambos sería bastante
dificultoso lograr la intimidad física! Ahora bien, no creo que ninguno esté
dispuesto a desnudarse en la calle frente a cualquiera, ¿verdad que no? Sólo
estás dispuesto a desnudarte con ella porque es tu esposa, se aman y existe una
conexión entre ustedes que no tienes con ninguna otra persona, por lo tanto no
tienes miedo de demostrarte a ella para que ella te aprecie con todas tus
virtudes y defectos al descubierto sólo para ella. La intimidad emocional
funciona de manera similar, necesitas estar dispuesto a desnudarte
emocionalmente, enseñarle quien eres verdaderamente a tu cónyuge. Te aseguro que
una esposa digna de confianza no te defraudará, ella atesorará tus secretos con
su vida misma. Entienda por favor que estoy generalizando, pero la mayoría de
las mujeres desea con ansias este tipo de conversación sincera con su esposo.
Nuestras esposas pueden ser nuestras mejores aliadas en la vida si estamos
dispuestos a quitarnos las máscaras y demostrar que somos hombres suficientes
como para arriesgarnos a confiar en ellas y ser vulnerables a pesar de nuestro
instinto de alejarnos de este tipo de conversación. Las recompensas son grandes
y el fortalecimiento que recibe la relación hace que puedan superar cualquier
obstáculo en su camino.
Mi esposa y yo llevamos 13 años de casados y sabemos que estaremos juntos hasta
que la muerte nos separe, no por arrogancia sino que no podríamos imaginarnos
ser así de honestos con ninguna otra persona en el planeta. Esa confianza ha
hecho que podamos pasar los tiempos más difíciles juntos. Si tú anhelas este
tipo de relación con tu cónyuge comienza a aplicar estas cosas en tu matrimonio
y verás la gloria de Dios en tu hogar. Sólo queda una pregunta: ¿estás dispuesto
a arriesgarte a ser transparente y vulnerable con tu cónyuge? La contestación a
esta pregunta determinará la calidad de tu matrimonio.

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