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PARTIDO COMUNISTA DEL PERÚ

Patria Roja

MANIFIESTO

UNÁMONOS POR UNA PATRIA PARA TODOS

Los comunistas peruanos, herederos del pensamiento, la acción y el proyecto socialistas de


José Carlos Mariátegui, reunidos en el VIII Congreso del Partido Comunista del Perú – Patria
Roja, convenimos, por unanimidad, emitir el presente MANIFIESTO.

Próximos al Bicentenario de la Independencia, nos anima la determinación de concurrir a la


construcción de una alternativa, política, económica, social, cultural y ética distinta y superior
al modelo capitalista neoliberal y neocolonial vigente, que el gobierno del APRA,
continuando a Fujimori, profundiza hasta consecuencias extremas.

La fuerza de la derecha política y económica, hegemónica casi siempre desde los orígenes de
la República fundada en 1821, si exceptuamos el gobierno de Velasco Alvarado, antes que en
sus virtudes se cimentó siempre en el atraso cultural, en la exclusión, la división, la confusión
o la represión de la inmensa mayoría de peruanos, así como en la ausencia de una alternativa
que represente sus reales intereses. No es invencible ni le asiste la verdad. Un Perú nuevo,
independiente, soberano, democrático, próspero y desarrollado, con justicia social,
moralmente regenerado, es posible. Atrevámonos a conquistarlo

No será difícil ponernos de acuerdo en una plataforma común. Lo que falta es la visión
estratégica y la voluntad de sumar fuerzas, dejando atrás estrecheces sectarias y prejuicios que
pueden hacer abortar el mejor plan y las mejores intenciones. La unidad de todos los sectores
agredidos por el neoliberalismo en un frente político-social, reconociendo la identidad
singular de cada cual, está al alcance de la mano si la asumimos con firmeza y derrotamos el
plan divisionista de la derecha con García a la cabeza.

Continuismo neoliberal entreguista, autoritario y corrupto, por un lado, o cambio de rumbo


democrático y patriótico, con justicia social, por el otro: he ahí el dilema de hierro. No existe
una vía intermedia sino como discurso demagógico y confusionista, o como promesa que más
tarde será reabsorbida por las clases hegemónicas y las transnacionales.

¡Vencen los que están dispuestos a vencer, no los que se dan por vencidos antes de entrar en
batalla!

NO SOMOS AJENOS AL ACONTECER MUNDIAL

Entender el Perú de hoy implica ir a sus raíces, explicar nuestro tiempo, también definir
cómo se inserta en el escenario mundial: sí como país productor de materias primas o
como país que se industrializa de la mano con la revolución tecnológica y científica.
Necesitamos ver el mundo desde nuestra realidad, no con las anteojeras que nos imponen las
transnacionales, el FMI o el Banco Mundial. No perdamos de vista que muchos inversionistas
extranjeros y sus pares criollos no invierten por amor al Perú sino por amor a la más alta tasa
de ganancia, “no tienen como objetivo promover el desarrollo de un país sino maximizar sus
beneficios”1
La globalización que defiende e impone el imperialismo es, simultáneamente, un fenómeno y
un proceso para someter a todo el mundo, utilizando el capital y la tecnología que está en
manos de los monopolios. En los últimos 25 años, la globalización capitalista se ha
intensificado en los países desarrollados de Occidente a la par que el neocolonialismo,
ajustando cuentas con el movimiento socialista y los movimientos democráticos nacionales y
anticoloniales que se desarrollaron en el mundo durante los decenios de 1950 y 1960.

“El grado de concentración del capital sumado al control de la alta tecnología y la


investigación científica como instrumento de dominación; la globalización de los mercados;
el dominio del capital financiero, en especial del capital especulativo parasitario sobre la
economía real o sustantiva; el debilitamiento de los Estados y la economía de los países en
desarrollo en beneficio de las transnacionales; la depredación de los recursos naturales y la
agresión al medio ambiente, que amenaza la propia sobrevivencia de la especie; la creciente
polarización entre países desarrollados y pobres, y, dentro de éstos, entre una capa
explotadora privilegiada y las mayoría de la población trabajadora y el pueblo; el
intervencionismo militar y la política de guerra del imperialismo que se lleva a cabo arrojando
al tacho el derecho internacional, con despilfarro de enormes recursos económicos mientras el
hambre agobia a miles de millones de pobres; el monopolio de la información y la ofensiva
mediática para homogenizar el pensamiento y someter las identidades culturales; la crisis
energética, alimentaria, ética y moral, aplastadas por un pragmatismo donde la verdad se mide
por los beneficios y la corrupción se contabiliza como ganancia, configuran una crisis de
civilización, de la civilización capitalista y de un orden impuesto basado en la manipulación y
el engaño, en el lucro desmedido, los privilegios y la fuerza, en el consumismo, la
depredación ambiental, la ausencia de valores, el individualismo exacerbado y la quiebra del
espíritu solidario”2.

El neoliberalismo es su expresión ideológica, cultural, económica y política, la más irracional,


rapaz y depredadora del capitalismo.

Tres décadas de hegemonía neoliberal han sido suficientes para mostrar, en América Latina,
su fracaso como camino al desarrollo. Si el neoliberalismo ha tenido éxito se explica porque
sus mentores supieron sacar ventaja del derrumbe de la ex URSS que presentaron como el
“fin de la historia”, de la gran crisis de la deuda externa y la inflación que se desató en la
década de los ochentas, denunciando al Estado como sinónimo de malo e intrínsecamente
perverso, difundiendo la falacia de que el mercado capitalista era la única alternativa viable
para la humanidad: “esto o el desastre; esto o el
Apocalipsis" fue su consigna.

“Victoria”, transitoria desde luego, de la que el “Consenso de Washington” fue la herramienta


programática para su instrumentación en América Latina con el concurso de gobernantes
cipayos como Pinochet, Fujimori, Salinas de Gortari, Menem, Cardoso,
Carlos Andrés Pérez o Alan García.

Ningún país de la región demuestra lo contrario, incluyendo Chile cuya riqueza cuprífera es la
base de sus exportaciones y sigue, en lo fundamental, en manos del Estado. Los países que
han logrado desarrollarse en el último medio siglo, especialmente en el Oriente, lo hicieron en
oposición al modelo primario exportador, con un Estado fuertemente regulador, orientado a la
industrialización, la ciencia y la tecnología, a la exportación de productos con valor agregado,
con acento en la educación.
Los países centrales del capitalismo, antes y en el curso de la gran crisis, con el recetario
de la globalización neoliberal llevan la concentración del capital a niveles inéditos en la
historia. Para ello, como ha demostrado Samir Amin, controlan férreamente cinco oligopolios
cruciales en la época contemporánea: el tecnológico, el de los mercados financieros mundial,
el de los accesos a los recursos naturales del planeta, el de los medios y las comunicaciones de
masas, finalmente, el de los medios de destrucción masiva.3

Sin embargo, sus contradicciones se han profundizado; sus inequidades tornado más
evidentes; su injusticia y prepotencia se ha vuelto transparente, al igual que su naturaleza
predatoria; su creciente incompatibilidad con la democracia es un hecho, pues promueve el
autoritarismo y el fascismo. La crisis financiera y económica que se inicia a fines de 2008,
con epicentro en los Estados Unidos, con su inmensa destrucción de fuerzas productivas es la
mejor demostración de su naturaleza decadente.

MIRAR EL FUTURO SIN RENUNCIAR A NUESTRAS RAÍCES

El Perú es un país con una historia prolongada, rica en creación, también tortuosa, cortada
abruptamente por la conquista española. La Ciudad Sagrada de Caral, con 5000 años de
antigüedad, ilumina nuestro antiquísimo ancestro. La culminación de la civilización andina
fue el Tahuantinsuyo, “que alcanzó un nivel de bienestar material y una sofisticación cultural
que rivaliza, y de hecho supera, al de muchos de los grandes imperios del mundo”4. La
conquista cierra este ciclo y abre otra, la historia trágica de los vencidos, de una población
indígena sojuzgada y de una hecatombe demográfica sin paralelo, y que, sin embargo, no han
dejado de resistir.

La Independencia, ante la ausencia de iniciativa de lucha de la mayoría criolla, de la


dispersión indígena luego de la derrota de Túpac Amaru II y Túpac Catari, que canceló la
acción independiente de la población quechua y aymara, fue más bien fruto de la presencia de
los ejércitos comandados por San Martín y Bolívar. En cierto modo la concedieron los
ejércitos aliados en los campos de batalla de Junín y Ayacucho, por encima de la intención de
la aristocracia criolla que aspiraba a “un tránsito de gobierno que entregase el manejo del
nuevo Estado soberano a su propia clase, sin otras innovaciones”5. En suma, en palabras de
Basadre, “una revolución frustrada”, una república que nace cercenada, excluyendo a la
inmensa mayoría de la población indígena y negra, cuyas consecuencias se perciben hasta el
presente.

Apenas iniciada la República, en ausencia de una clase dirigente que sentara las bases de una
nación independiente, democrática, incluyente, moderna, se dio paso a un Estado abrumado
por el caudillismo militar y la anarquía; se reconcentró la propiedad de la tierra sobre bases
feudales; se marginó y expolió a la población indígena con la restitución de “la organización
fiscal de la colonia…para financiar el 40% del gasto público…de un Estado con el que no
tenía nada que ver”6; sin un presupuesto que ordenara la finanza pública. Más tarde, con el
auge del guano y el salitre se desbordó una frenética carrera de endeudamiento, despilfarro y
latrocinios, que ahondó la dependencia del Perú, perdiendo la oportunidad para sentar las
bases de una nación económicamente próspera, política y socialmente democratizada. El
desastre que significó la guerra del Pacífico, a pesar del heroísmo de Grau, Bolognesi,
Cáceres y muchos otros patriotas, de la resistencia de la Breña, ratifica una historia de
improvisaciones, de corrupción inveterada, de insolvencia política, militar y moral, de
divisionismo y cortedad de miras de la aristocracia gobernante. Es la larga marcha a la deriva,
signada por la sumisión al dominio imperialista, que ejemplifica bien la gestión de Fujimori,
Toledo o García, quienes se nutren de los dictados del Banco Mundial o del FMI en ausencia
de proyecto y estrategia de desarrollo propios.

Próximos a cumplir dos siglos de alcanzada la independencia del dominio colonial español, el
Perú sigue siendo, en muchos aspectos, tributario de esa vieja herencia colonial y feudal, de
esa visión conservadora, racista y aristocrática de la vida, de esa incapacidad para afirmarse
como sociedad independiente y soberana. La nación continúa siendo una promesa incumplida.
El centralismo económico y político, además del neocolonialismo, impiden la integración del
país, el desarrollo del interior, la construcción de un mercado nacional. En una etapa de la
humanidad en la cual la ciencia, la tecnología, la educación y el conocimiento se han
convertido en una fuerza productiva fundamental, se sigue imaginando que crecimiento es
igual a desarrollo, despensa de materias primas mejor que industrialización, chorreo sobrante
superior a distribución equitativa de la riqueza. Con el falaz argumento del “perro del
hortelano” se retorna a los peores momentos de saqueo de los recursos naturales y se degrada
severamente el medio ambiente.

En Perú, la democracia es más formal que real. El autoritarismo ha sido casi siempre la
impronta de quienes ejercieron el poder. La exclusión de la población indígena y popular es
aún una realidad patética como se ha podido ver en las recientes luchas indígenas andinas y
amazónicas. El centralismo económico, que impide el desarrollo del interior, corre paralelo
con el centralismo político que convierte al presidente de la república en un poder ausente de
controles. El Estado, carente de soberanía, además de su inoperancia, ineficacia,
burocratización y marcada corruptela, se encuentra al servicio de las transnacionales y el
poder económico criollo, mientras su ausencia es visible en amplios espacios del territorio
nacional.

Los problemas que agobian al Perú se explican por el fracaso histórico de cúpulas dominantes
insensibles al cambio, profundamente conservadoras y entreguistas, temerosas de la
insurgencia popular, adictas al autoritarismo, al clientelaje y la corrupción. La república no ha
logrado desprenderse de este sello. Intentos de reformas como la emprendida por los militares
encabezados por Velasco Alvarado chocaron con este muro, y la contrareforma que le siguió
empalmó con el neoliberalismo, impidiendo que el Perú ingresara en el siglo XXI sobre rieles
nuevos. Fujimori o Alan García representan la misma voluntad continuista, son el símbolo
patético de la corrupción y el mesianismo caudillista que tanto daño han causado al Perú y al
pueblo peruano. Una vieja república se asfixia sin remedio dos siglos después de alcanzada la
Independencia;
Otra se abre paso de cara a los retos del siglo XXI teniendo en el pueblo peruano su fuerza
protagónica.

ABRIR PASO A UNA NUEVA REPÚBLICA

La clave para entender el Perú y encontrar respuesta al drama que le impide desplegar sus
potencialidades, reside en el fracaso de la república surgida con la Independencia, que con
distintos aditamentos se mantiene frenando el desarrollo de sus fuerzas productivas,
deformando su organización estatal, pervirtiendo la democracia, impidiendo la sana
articulación de sus regiones. Es el resultado de la “revolución fracasada” en ausencia de una
clase dirigente y de un proyecto que le permitiera realizarse como nación independiente. Casi
dos siglos después, viejas tareas que debieron haberse resuelto siguen pendientes de solución,
y las nuevas, surgidas con los cambios que vive el mundo, continúan postergadas. Esta
realidad explica la inutilidad de sucesivas constituciones aprobadas en los siglos XIX y XX
para sentar las bases de un Estado soberano, democrático, incluyente, plurinacional y
pluricultural, indispensable para despejar camino al desarrollo sostenible y sostenido, y
abrirnos al mundo desde nuestra realidad aprovechando sus enormes potencialidades
humanas, históricas, culturales, su biodiversidad y sus recursos naturales.

Necesitamos construir los cimientos firmes de una Nueva República, de cara a las exigencias
del siglo XXI. Forjar un “Perú nuevo en un mundo nuevo” como fue el sueño de Mariátegui,
asimilando con creatividad los aportes positivos acumulados por el pueblo peruano a lo largo
de milenios de historia, junto a las conquistas avanzadas de la humanidad. Esta es la tarea que
corresponde llevar a cabo los comunistas, patriotas y demócratas, junto a las nuevas
generaciones, con audacia y sin pérdida de tiempo. Cobran entonces sentido el proyecto
nacional que defina el rumbo que hemos de seguir,
una nueva Carta Constitucional que le sirva de fundamento jurídico, un gobierno democrático,
patriótico, popular, de ancha base social, capaz de emprender tal tarea de colosales exigencias.

Este es el verdadero trasfondo de la lucha política, ideológica y cultural en curso, que la


derecha peruana y sus representantes ideológicos, políticos y mediáticos se esmeran en
trastrocar recurriendo a la demagogia, la venalidad y el oportunismo político, para asegurar la
continuidad del modelo neoliberal y primario exportador e impedir la victoria popular.
Entonces se comprenderá por qué su táctica apunta a dividir y aislar a las fuerzas del cambio
empujando a una falsa polarización entre democracia y terrorismo, además de colocarse la
máscara centrista, ese amplio sector de la población en disputa que muchas veces determina
los resultados electorales.

CONTINUISMO NEOLIBERAL O CAMBIO DE RUMBO

El neoliberalismo ha demostrado hasta el cansancio que no es capaz de generar industria,


trabajo, ciencia y tecnología, investigación y conocimiento, tampoco un mercado nacional
integrado. Enfocado en el crecimiento, no le interesa el desarrollo. Ideotizado por la “mano
invisible del mercado”, su ídolo máximo, desprecia la función dirigente y reguladora del
Estado y su rol social, al mismo tiempo que desconfía, teme y reprime las luchas populares.
Empeñada en la ganancia fácil y rápida como anzuelo para la inversión extranjera, no
acumula hacia adentro, ni industrializa, ni descentraliza la economía. Su tendencia es a la
concentración de la riqueza en pocas manos, conformándose con la explotación de los
recursos naturales como en la época del oro y de la plata colonial, del guano y el salitre, del
caucho o de la pesca republicanos.

La apertura indiscriminada al capital extranjero, que conlleva la privatización y


desnacionalización de la economía, le permite el control de los recursos estratégicos: mineros,
de hidrocarburo y gas, bancario y financiero, de servicios, comercio, puertos,
aeropuertos, mientras se abandona a las PYMES a su suerte. Ocho de las 10 mayores
empresas del Perú son extranjeras. Entre las 500 más grandes, 266 empresas de ese origen
representaban, en 2007, el 62 por ciento de las ventas del total7.

La monopolización de la economía es su correlato natural. La Telefónica controla el 63 por


ciento del sector, LAN el 60 por ciento del movimiento de pasajeros, ALICORP, de la familia
Romero, el 45, 46 y 60 por ciento del mercado de harina de trigo, fideos y aceites
respectivamente. En lácteos, Gloria, monopoliza el 68 por ciento del mercado. No es distinta
la situación en el sector bancario o comercial. La tendencia es a la concentración del capital y
a la polarización extrema. “El Perú para las transnacionales y los ricos” puede ser la divisa de
los ideólogos y representantes políticos del neoliberalismo.

El campo peruano tampoco es ajeno a la reconcentración de la propiedad de la tierra. Nuevos


barones del azúcar han tomado posesión de las mejores tierras de cultivo dando origen a un
nuevo neolatifundismo. Rodríguez Banda es dueño de más de 50,000 hectáreas de tierras
dedicadas a la producción de caña de azúcar, extensión superior a las que en el pasado
concentrara la familia Gildemeister. Es una realidad tenebrosa que marcha de la mano con la
ruina de los campesinos, donde se concentra la pobreza y la extrema pobreza. La selva
peruana no escapa a esta epidemia, se lotiza para entregarla a la voracidad de los grandes
capitales dispuestos al saqueo, la depredación y la destrucción ambiental, arrinconando a las
comunidades amazónicas. Se pretende lo mismo en la Sierra desapareciendo las comunidades
campesinas.

La desregulación laboral y la desorganización social acompañan este proceso. Una sociedad


desorganizada y fragmentada asegura la menor resistencia para quienes en el capitalismo
ejercen el poder real, las grandes empresas. Eliminada la estabilidad laboral se ha impuesto el
sistema de services sin derechos para los trabajadores, se precariza el trabajo, caen los salarios
reales, acelerando con ello el debilitamiento de sus organizaciones sindicales.

Pero el neoliberalismo no es sólo economía, es también debilitamiento del rol social del
Estado, de la institucionalidad, de la democracia. Ha profundizado la crisis moral y la
corrupción en la sociedad peruana, ha acentuado las condiciones en que reposa la violencia
social, ha introducido el estilo lumpen y mafioso de gobierno con Montesinos y Fujimori,
ahora con García, ha reforzado el cinismo y la mentira como estilo de gobierno y devaluado la
educación, la cultura, los valores morales. El narcotráfico, la corrupción, la arbitrariedad, las
mafias organizadas con el consentimiento oficial, son parte de este escenario.

Hoy se podría repetir, sin errar, las palabras de Franklin Delano Roosevelt, presidente de
Estados Unidos y promotor del “Nuevo Diálogo”, en vísperas de las elecciones de 1936:
“Ahora sabemos que un gobierno en manos del capital organizado es igual de peligroso que
un gobierno en manos del crimen organizado”8.

Esta realidad, que protege la intolerancia, oculta la prepotencia y el miedo, que se encubre con
el sonsonete de “crecimiento” y “apertura”, debe cambiar y será cambiada por la acción del
pueblo unido y movilizado.

PERUANIZAR AL PERÚ

En el Manifiesto aprobado por el Buró Político en enero de 1992 se sostiene, con razón, y los
hechos lo confirman:

“Ninguna sociedad garantizará desarrollo y progreso, bienestar y estabilidad, si no cuenta con


una voluntad nacional cohesionada y con la creatividad y el ímpetu del pueblo movilizado en
torno de un proyecto histórico que cree realizable. Sólo los grandes ideales que coinciden con
las aspiraciones profundas de las masas populares y con las exigencias de su tiempo, que se
nutren de su herencia cultural y sus valores nacionales fundamentales, que encuentran la clase
y la fuerza dirigente capaz de plasmarlas, que se atreven a innovarse y abrir nuevos caminos
con certidumbre y amplitud de miras, son capaces de realizar el milagro de la renovación y la
transformación, de garantizar el desarrollo, el progreso y el bienestar del pueblo.

Una sociedad fragmentada como es el Perú de hoy, y una clase dominante sin más capacidad
de convocatoria que el lucro desmedido y el pragmatismo utilitarista, desarraigada de su
realidad y su historia, entusiasmada por la limosna foránea antes que por su capacidad de
realización, está condenada a reproducir las condiciones de atraso, miseria, ruina moral y
dependencia”.

Es momento de terminar con el viejo lastre caudillista afirmando en su lugar la visión de


proyecto, sumando, en expresión feliz de Arguedas, “todas las sangres”, indispensable para
realizar la meta de “peruanizar al Perú”.

¡Queremos patria para todos, democracia para todos, justicia social para todos, igualdad de
derechos para todos, un futuro digno y próspero para todos!

PLATAFORMA BÁSICA

Otro rumbo es necesario y es posible. La fatalidad del neoliberalismo como el único modelo
económico y social, carece de sustento. ¿Qué hacer?

1. La base angular del edificio: “Peruanizar al Perú”. Es decir, sentar las bases de una
nación independiente, soberana, digna, integrada reconociendo su diversidad étnica y
cultural, descentralizada, con identidad propia, abierta al mundo desde su realidad, de
sus intereses y de sus objetivos estratégicos. Una sociedad culta y libre, con inclusión
social y eliminación de la pobreza, pacífica y ordenada, de bienestar para todos, con
pleno disfrute de los derechos humanos, de la solidaridad, de la paz y la justicia social,
ajena a toda forma de discriminación
2. Nueva República, con sustento en una nueva Carta Constitucional, organizada en
torno de un proyecto nacional que delinee el rumbo a seguir en los próximos 30 años.
Tanto el caudillismo como la visión de corto plazo han impedido proyectar una visión
de futuro y organizar las fuerzas que permitan su realización.

3. Un nuevo Estado unitario, democrático, social, laico, plurinacional, pluricultural,


descentralizado, dirigente, regulador y promotor. La democracia, además de
representativa, debe ser participativa y directa, social, económica, cultural, con
igualdad de derechos y oportunidades para sus integrantes.

4. Gobierno democrático, patriótico, de ancha base social, en la perspectiva del


“gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”. Junto al voto ciudadano un
pueblo unido, consciente, organizado y movilizado, con voluntad de ser gobierno y
Poder.

5. Planificación macroeconómica que permita aprovechar las ventajas que tiene el Perú,
manejar racionalmente los recursos disponibles, concentrar la atención en los sectores
estratégicos y avanzar, paso a paso, a la realización del proyecto nacional. Sustituir el
coyunturalismo, la improvisación y la anarquía, por una visión estratégica, de mediano
y largo plazo, a la que se subordinen los pasos tácticos y parciales.
6. La economía estará al servicio del ser humano y la nación. Implica sentar las bases de
una economía independiente, autocentrada, solidaria, ecológicamente sustentable y
sostenible en el tiempo, promotora de la industrialización y la competitividad, de la
investigación, la ciencia y la tecnología, de la soberanía alimentaria, de la generación
de fuentes de trabajo, que recupere la soberanía sobre sus recursos naturales,
impulsora del desarrollo armonioso entre las regiones que cierre el ciclo del
centralismo económico. Afirmamos el rol promotor, regulador y orientador del
Estado, que no desconoce el mercado y su importancia, la inversión externa ajustada a
la estrategia de desarrollo nacional y la protección del medio ambiente, ni las diversas
formas de propiedad (privada, estatal, mixta, cooperativa). El Estado concertará planes
y programas de crecimiento con los principales actores económicos y sociales.
Renegociación de la deuda externa incrementada ilegalmente por mal manejo de
gobiernos corruptos y elevación arbitraria de intereses de parte de los acreedores.
Mercado interno desarrollado y apertura al exterior con relaciones justas y equitativas.

7. Asumimos la bandera de la justicia social. Sin equidad social la democracia política


será formal. Es inaceptable la exclusión de millones de compatriotas colocados fuera
del mercado, del movimiento cultural, técnico y científico, sin acceso a una educación
y salud de calidad, a la seguridad social, al trabajo con salarios dignos.

8. Descentralización con desarrollo económico y social. El centralismo político y


económico permite que las regiones del interior perpetúen el atraso, no se integren al
mercado nacional ni aprovechen sus potencialidades y la iniciativa de su gente.
Explica también la migración masiva de sus habitantes y el crecimiento hipertrofiado
de la Capital de la República. Lima sigue siendo el gran mercado mientras las regiones
del interior conviven con el atraso, la desindustrialización, condenadas a la
explotación de sus recursos naturales sin control sobre ellos. Necesitamos una
verdadera descentralización económica, productiva, política, social y cultural,
indispensables para el desarrollo multiforme del país.

9. El factor cohesionador de la sociedad son sus valores éticos y morales. Necesitamos


construir una cultura fundada en valores: solidaridad, patriotismo, honestidad, culto
por el trabajo, respeto a la persona, transparencia, dignidad, convivencia sana con el
medio ambiente. La lucha contra toda forma de corrupción, de comportamiento
prepotente y mafioso, de violencia contra la mujer y la niñez, contra la demagogia y la
mentira de quienes ejercen el poder, debe comprometer a gobernantes y gobernados.
Se necesita construir una nueva cultura política y ética que implique una verdadera
regeneración moral de la sociedad y una auténtica identidad cultural nacional.

10. Educación y salud pública, universal, de calidad, gratuita, para todos, son derechos
obligatorios que el Estado debe garantizar como una de sus responsabilidades
fundamentales. Entenderlos, además, como factores de desarrollo económico,
progreso social y elevación cultural. Implica, igualmente, priorizar la ciencia, la
tecnología, la investigación y el conocimiento. Eliminar el analfabetismo. Aspiramos a
una sociedad de hombres y mujeres cultos, a la conquista “del pan y la belleza” 9, la
condición fundamental para ser libres.

11. Defensa y protección del medio ambiente. Reconocimiento de los derechos que
corresponden a las comunidades indígenas amazónicas y andinas. Forjar una cultura
que permita la relación estrecha entre los seres humanos y su entorno ambiental. La
desatención del tema ambiental, el saqueo y depredación de los recursos naturales en
nombre del crecimiento, atentan contra el desarrollo y el futuro de las nuevas
generaciones.

12. Soberanía y seguridad alimentaria, apoyo decidido a los pequeños y medianos


productores, créditos oportunos y capacitación técnica, mercado seguro y precios
justos para sus productos. Creación del Banco Agrario. Promoción de la organización
cooperativa basada en la libre asociación de los campesinos y propietarios rurales.
Impedir la concentración y monopolización de la propiedad de la tierra. Protección de
las comunidades campesinas y amazónicas fomentando su desarrollo y la mejora
constante de las condiciones de vida de sus habitantes.

13. Promover la industrialización y el procesamiento de los recursos naturales, el


aprovechamiento racional del potencial energético. Impulsar el turismo. Apoyar con
fuerza las PYMES e impedir la concentración monopólica y los privilegios hoy
dominantes. Apoyo crediticio, técnico, y capacitación a los pequeños y medianos
empresarios.

14. Reconocimiento de los derechos de sindicalización, estabilidad laboral, negociación


colectiva por rama. Eliminación de los services. Salarios justos, capacitación técnica,
ocho horas de trabajo como máximo, derechos de jubilación y pensionarios dignos.
Eliminación de todas las formas de discriminación laboral, social, étnica, de género,
de credo, cultural. Libre desafiliación de las AFP sin restricciones.

15. Promoción de la mujer y la juventud para su plena integración al empleo, a la


actividad cultural y política. Protección de la maternidad, de la niñez y la ancianidad.

16. Elevación de las condiciones de vida de la población derrotando la pobreza, en


especial la extrema pobreza, implementando políticas generadoras de fuentes de
trabajo, mejorando los ingresos familiares. Afianzar la autoconfianza y autoestima de
los trabajadores y el pueblo en general.

17. El Estado reconocerá la existencia de los Pueblos y Comunidades Indígenas, su


organización social, política y económica, sus culturas, usos y costumbres, idiomas,
religiones y derechos originarios sobre las tierras que ancestralmente ocupan y que son
necesarias para desarrollar y garantizar sus formas de vida. Los Pueblos Indígenas
tienen derecho a mantener y desarrollar su identidad étnica y cultural, su
espiritualidad, sus valores, sus lugares sagrados y de culto, participando en la vida
económica y social del país.

18. Redimensionamiento de las Fuerzas Armadas y Policiales, preservando su carácter


institucional y profesional, subordinadas al Poder Civil, que garanticen la soberanía e
integridad territorial, alcancen la capacidad disuasiva necesaria, salvaguarden el orden
democrático, la seguridad ciudadana, los Derechos Humanos, y contribuyan al
desarrollo nacional. Sueldos y condiciones de vida dignos para sus integrantes.

19. El Estado está en la obligación de garantizar seguridad y tranquilidad a la población.


Lucha frontal, con recursos y medios del Estado y la participación ciudadana, contra
toda forma de violencia social, corrupción, narcotráfico, bandas criminales. Las
Rondas campesinas del Norte del país han demostrado que es posible eliminar el
bandolerismo, el abuso, la violencia familiar, la arbitrariedad de las autoridades,
recurriendo a la organización independiente y democrática de la población, a la unidad
y la disciplina consciente de los pobladores.

20. En un mundo globalizado, hegemonizado por pocos países desarrollados, los países
subdesarrollados se encuentran en seria desventaja y siempre son víctimas de los
poderosos. De allí la importancia estratégica de la integración latinoamericana y
caribeña, fundada en el beneficio recíproco, el respeto a la soberanía de los países, la
complementariedad, la cooperación, la solidaridad, factores necesarios para alcanzar la
plena independencia y soberanía.

21. Prevención de la corrupción (transparencia en la gestión el Estado y los gobiernos


nacional, regional y local, rendición de cuentas por resultados, vigilancia ciudadana).
Legislación especial y sanción drástica a corruptos y corruptores. Formación de
valores dentro y fuera de la escuela, de una nueva cultura política y ética. Redes de
control ciudadano contra la corrupción.

22. Política internacional independiente, basada en los principios de soberanía, integridad


territorial, autodecisión, no agresión, no intervención en los asuntos internos de los
países, solución de disputas a través de negociaciones pacíficas. Igualdad y beneficio
recíproco en las relaciones entre estados y países. Aspiramos a un mundo de paz, no
de guerra. Dominio marítimo sobre las 200 millas adyacentes a la costa peruana.

NUESTRA BANDERA ES EL SOCIALISMO

Otro mundo es posible. Capitalismo o socialismo, en síntesis genial de José Carlos


Mariátegui, sigue siendo el problema de nuestro tiempo. El capitalismo ya cumplió su ciclo
histórico. No puede ofrecer más de lo que ya se conoce y sufre. El socialismo, por el
contrario, es una fuerza naciente, llena de vigor y de potencialidades. Los reveses sufridos en
la Unión Soviética y Europa Oriental son el resultado de graves errores y desviaciones,
corregibles y superables en las nuevas experiencias a construir, no el fin de la historia que
anunciaron los agoreros a sueldo del capitalismo.

Nuestra meta es el socialismo. Aspiramos a construir una sociedad socialista que corresponda
a las condiciones del Perú, que no sea “calco ni copia”, sí “creación heroica”, que elimine la
explotación del hombre por el hombre, termine con la polarización social, construya una
sociedad con bienestar, libertad y derechos iguales para todos. Este es un objetivo
irrenunciable e inconfundible. Un proyecto de largo plazo y un ideal. Un compromiso escrito
con la sangre de muchos hombres y mujeres que apostaron por él. Defenderlo y luchar sin
descanso por hacerlo realidad, junto a los trabajadores y el pueblo peruano, representa el más
alto honor y la más elevada dignidad.

En oposición al capitalismo que necesita pueblos domesticados para perpetuar su dominio, la


revolución y el socialismo se sustentan en la iniciativa creadora del pueblo trabajador, es fruto
de su fuerza moral y el despliegue de su inteligencia, de su conciencia, unidad, disciplina y
organización, de su capacidad de lucha para conquistar y construir el futuro que sueña.

Nos sentimos orgullosos de ser comunistas, continuadores de la obra y el pensamiento de José


Carlos Mariátegui, de Lenin y Carlos Marx, herederos de millones de combatientes que
lucharon por el mismo ideal en toda la faz del planeta. Esta es nuestra trinchera. De aquí nadie
nos mueve. Pero no confundimos las tareas de hoy con las de mañana, la realidad concreta
con los sueños a realizar.

LLAMAMIENTO FINAL

Pese a incomprensiones, temores infundados o prejuicios alimentados por los adversarios de


quienes propugnamos cambios fundamentales en la sociedad y el Estado peruanos,
persistiremos en la lucha por la unidad. Sin ella, dispersos, nunca se tendrá la fuerza para
avanzar y para incorporar a grandes sectores del pueblo peruano en esta batalla histórica.

La gran unidad para el gran cambio sigue siendo la bandera fundamental a construir, no sólo
para defender los derechos de los trabajadores y el pueblo, también para llegar al gobierno y
para gobernar con éxito. Unidad de las izquierdas, el nacionalismo y el progresismo, de los
trabajadores, de la juventud, de la mujer, de la intelectualidad, de las comunidades quechua,
aymara y amazónica, de los pequeños y medianos empresarios. En suma, de quienes se
resisten a ser triturados por el capitalismo salvaje y vendepatria que es el neoliberalismo.
Unidad forjada en torno de una plataforma común, desde las bases y desde las direcciones
políticas, sindicales, populares, culturales.

No tenemos enemigos en el seno del pueblo. Estamos abiertos al diálogo, pero también
convencidos de la urgencia de actuar. No nos consumamos en discusiones estériles, en
ataques mezquinos, en desconfianzas mutuas, ni le hagamos el juego a los sectarios y
estrechos de mentalidad que nunca entenderán el valor de la unidad ni los enormes retos que
tenemos por delante.
En este esfuerzo nada nos une al aventurerismo senderista ni a los provocadores de oficio. Los
hechos han dado ya su veredicto. “Haciendo camino al andar” vamos descubriendo nuestro
propio camino.

Las elecciones regionales y municipales es un primer reto. El fortalecimiento del movimiento


sindical, popular y cultural, el segundo. Las elecciones generales del año próximo serán la
prueba de fuego para demostrar que las fuerzas del cambio han madurado e ingresado en el
escenario grande para ganar la batalla y abrir un nuevo curso para el Perú. La derecha, con
García a la cabeza, hará lo imposible para impedir una victoria popular. Si bien postulan
varios aspirantes a palacio de gobierno cubiertos con el manto de un centro político
oportunistamente construido para pescar incautos, los une un objetivo común: la defensa del
neoliberalismo, de sus privilegios, políticas y métodos excluyentes.

La derecha ni el APRA son invencibles. Pueden ser derrotados si nos atrevemos a unir a la
inmensa mayoría y a luchar con voluntad de victoria. Hay que salvar al Perú del desastre que
le deparan.

¡La victoria popular es posible! ¡No se espera ni mendiga, se la construye! ¡Seamos capaces
de hacerla realidad!

Lima, 6 de febrero de 2010.

VIII CONGRESO NACIONAL


PARTIDO COMUNISTA DEL PERÚ – PATRIA ROJA
NOTAS
1
Naciones Unidas. La competitividad internacional. Introducción. Marzo de 1997.
2
Informe al VIII Congreso del Partido Comunista del Perú - Patria Roja
3
Citado por Atilio Boron en “El nuevo orden imperial y como desmontarlo”. Agosto 2001
4
Peter F Klarén. Nación y sociedad en la historia del Perú, Pág. 15. IEP. 2004
5
Jorge Basadre. Perú: problema y posibilidad. Tercera edición. Pág. 315
6
Heraclio Bonilla. La trayectoria del desencanto, Pág. 89. Fondo Editorial del Pedagógico San
Marcos.2009.
7
Américaeconomía, noviembre de 2008.
8
Citado por Paul Krugman, Premio Nobel de economía 2009, en su libro “Después de Bush”, Pág.
71,edición en español de 2008.
9
José Carlos Mariátegui. La escena contemporánea, pág. 158. Empresa Editora Amauta.

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